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Compendio I
“¡Marisol, creo que estás exagerando!” le dije yo, muy preocupado. “¡Entiendo que tengas curiosidad por verme tener sexo con otra mujer!… Pero pedirle a Amelia… ¿No crees que es demasiado?”
“Pues, para serte sincero, quería hacerlo con ella mañana. Pero tardaron tanto con mamá en las compras, que le pregunté a Amelia y aceptó.” Me respondió.
“¡Eso no te lo creo!” le dije. “¡Amelia no haría algo así…!”
“¿Ves, hermana?... ¡Nadie me cree!” Preguntó Amelia, con un poco de molestia.
“¡Bueno, no es su culpa!... Te ha visto siempre tan inocente, que le cuesta creerte.” Le respondió su hermana.
Para mí era como si estuvieran hablando en un lenguaje secreto y desconocido…
“¡Marco me ha enseñado mucho!” le dijo, muy emocionada, mientras empezaba a desvestirse. “¡Dice que mis besos han mejorado bastante!”
“¡Eso tendré que comprobarlo!” le respondió su hermana, con una sonrisa traviesa, mientras se sacaba la camisa.
Al oír eso, yo quedé turulato, mientras me sacaba los pantalones….
“¡No me digas que no te diste cuenta!”Dijo Marisol, al ver mi cara de sorpresa. “¡Marco, con ella practiqué antes de ser tu novia y sabe todos mis secretos!”
Yo tenía unos tremendos ojos…
Me pidieron que me sentara, ya que si eso me había sorprendido, probablemente lo demás me perturbaría demasiado.
La historia fue así…
Como saben, Marisol se empezó a enganchar conmigo después de lo ocurrido con la señora Roció y el perro Pepito. En esa época, compartían habitación con Amelia, por órdenes de Sergio, ya que Violeta, siendo tan pequeña e inquieta, no podía dormir en la misma habitación que sus padres, porque lo desvelaba para ir a trabajar.
El asunto fue que Marisol pensaba en mí una buena parte del día y como no tenía a nadie más a quien contarle sobre su enamoramiento, se lo dijo a su hermana.
“¡Es un chico muy lindo y no solamente la señora Roció dice que es bueno! ¡Otros vecinos también se lo dijeron a mamá!” le contaba a Marisol.
“¡Yo también lo he visto… y es un chico muy solitario!” le confesó Amelia, con un poco de vergüenza.
“¿Crees que tenga una novia?” le preguntó Marisol.
“¡No lo sé!... ¡Nunca le he visto una que lo vaya a buscar!” le respondió.
“Amelia, ¿A ti también te gusta?”
“¡Claro que no!... es que tú siempre hablas de él… y bueno… yo me preocupo por ti… así que si lo veo… trato de avisarte… pero nunca le he hablado… pero tiene unos ojos bien bonitos… y tampoco sabría de que hablarle… si se presentara la oportunidad, claro.” Le respondió muy nerviosa.
“¡Tienes razón, hermana!” le dijo Marisol, lo que la hizo pensar.
No tenía idea que me tenían bajo vigilancia. Recuerdo que veía a Amelia, trataba de saludarla y siempre me ignoraba y hablar con Marisol era muy parecido, ya que siempre me decía “¡Hola!” y como que trataba de arrancar.
“¡Esto no está resultando!” le contó una noche Marisol, muy enojada consigo misma. “¡Por más que me concentré y trate de hablarle, me pongo nerviosa y nunca puedo decir nada más que un saludo!”
“¡Tal vez… deberías relajarte… y tú sabes… dejar que te vea… como eres tú!” le respondía su hermana.
“¡Pero Amelia! ¡Él va a la universidad!” protestó Marisol.
“Si… pero piénsalo de esta manera… tal vez, él este acostumbrado a ver chicas serias… y bueno… a lo mejor le gustan… más niñas… ¡No lo sé!... ¡Los chicos son tan raros!” le dijo Amelia, toda roja, recordando su propia experiencia.
En una ocasión, encontré a Amelia trotando cuando volvía de la universidad, pero al parecer, su sostén no pudo aguantar tanto movimiento y como la vi complicada, la fui a ayudar, pensando que se había caído.
“¿Te pasó algo?” le pregunté.
“Este… ¡No!... ¡Sólo es un desgarro!... ¡No es importante!... ¡Me pasa todo el tiempo!” dijo toda colorada, tratando de esconder su escote. Ella recordaba que la miraba a los ojos, a pesar de todo…
“¿Puedes caminar?” le pregunté.
“¡Sí!... ¡No tienes que preocuparte!... ¡Me encuentro bien!” me dijo ella, todavía nerviosa.
Le sonreí.
“¿Tú sabes que soy uno de tus vecinos, cierto?”
“¡Sí!... ¡Vas en la universidad… y creo que eres ingeniero!” me dijo con una tierna sonrisa.
“¡Aun no, corazón! Pero espero serlo pronto…” le dije acariciando su cara. Se veía tan tierna… y la dejé sola.
Entonces, pasó el tiempo, fue nuestro encuentro con Marisol y sus chapitas…
“¡Hermana, tenías toda la razón! ¡Es un chico otaku, igual que yo!” le dijo Marisol, muy emocionada esa noche. “¡Conversé con él tanto rato! ¡Es tan lindo!... Y cuando habla de sus estudios, ¡Pone una mirada irresistible!”
Amelia no estaba tan emocionada…
“¡Debes tener muchas cosas en común con él!” le dijo, suspirando sin muchos ánimos.
“¡Pues si!... ¡Pero es tan amistoso… y es muy caballero!... ¡Me gusta mucho!”
Así fueron pasando los meses y Marisol le iba contando a su hermana cada avance. Ella la escuchaba en silencio y no trataba de nublar su felicidad con envidia.
Entonces, una noche, las cosas empezaron a girar lentamente hacia lo bizarro…
“¡Amelia, me dijo hoy que no tiene novia!” Confesó Marisol.
“¿Será porque quiere pedírtelo?” preguntó su hermana.
“¡Claro que no!” respondió Marisol, toda colorada. “¡Creo que soy su amiga!”
“¡Que mal! ¿Qué pasará si un día te lo pide?”
“¡No lo sé! ¡Yo nunca he besado a un chico!” le dijo Marisol, bien preocupada.
“Bueno, yo tampoco…” le confesó su hermana, tratando de dormir.
“¡Amelia, tienes que ayudarme!” le dijo, acostándose en la cama de su hermana.
“¿Qué te ayude? ¿Por qué?”
“¿Has pensado… que pasaría… si me besa y me dice que lo hago mal?” preguntó Marisol, como si perdiera el alma.
“¡No lo creo!... ¡Él parece un buen chico!” le respondió, tratando de calmarla.
“¡Amelia, tú no lees los mangas que leo yo! ¡Eso pasa siempre!” le dijo Marisol con terror.
“Marisol, ¿No estás exagerando?” preguntó con cordura su hermana.
Pero Marisol, como muchas veces me tocaría verla, estaba encerrada en su mundo de fantasía…
“O peor… si me dice que lo hago de una manera extraña… me dirá “¡Lo siento, Marisol! ¡Fue un error besarte! ¡Discúlpame!”… ¡Eso sería terrible!” dijo Marisol, con bastante realismo.
“¡Tal vez, le guste!” le dijo Amelia, tratando de volver a dormir. “¡El primer beso siempre dicen que es bonito!”
“¡Si, Amelia, pero él está en la universidad! ¡Debe haber besado a muchas chicas!” le dijo, tratando de mantenerla despierta.
Cuando me contaban eso, me sentí tan mal. Pateaba las piedras en la universidad por conseguir una novia…
“¿Y qué quieres que haga yo?” preguntó Amelia.
“¡Pues… quería pedirte… si podíamos practicar nuestros besos!”
“¡Marisol! ¿Estás loca?” le preguntó su hermana. “¡Somos hermanas y eso es raro!”
“¡Lo sé… pero no tengo a nadie más… con quien practicar!” Le dijo, con ojos suplicantes.
“¡Está bien!” respondió Amelia, sin poder resistir la petición de su hermana. “¡Pero no se lo diremos a nadie!”
Y así empezaron. Me contaron que lo hacían pésimo, ya que estaban muy conscientes de que besaban a su hermana y se decían que mejoraban, para acabar con su sufrimiento, por lo que no duraron más de una semana practicando.
Pero entonces, les puse más problemas…
“¡Amelia, me dijo que no le gustaría tener novia, porque le resulta muy difícil!” le contó otra noche.
“¿Cómo que difícil?”
“¡Pues dice que tener novia lo puede poner en problemas: puede darle las ganas de casarse y tal vez, no pueda salir al extranjero!”
“¡Eso es bueno!” dijo Amelia, con mucha tranquilidad.
“¿Cómo que es bueno? ¿Dónde está lo bueno? ¡Él no quiere tener novia!”Dijo Marisol, muy ofuscada.
“¡No, Marisol! ¿No lo entendiste? Significa que tal vez puede enamorarse y ser capaz de sacrificar su sueño por amor.” Explicó Amelia, con mucha ilusión. “¡Suena muy romántico!”
“¡Tienes razón!” Reconoció Marisol. “¿Pero cómo sabrá si lo puede sacrificar o no?”
“¡No lo sé!” le respondió Amelia, tratando de dormir. “¡A lo mejor, equilibra sus sueños con sus deseos y ve qué es más importante para él!”
Esa expresión la había escuchado antes. Miré a Marisol a los ojos y trató de no verme…
Pasaron los meses y el sueño de Marisol las iba uniendo más y más. Cada pequeña victoria era bien celebrada. Incluso, había noches en que dormían juntas.
Pero entonces, encontré trabajo…
“¡Amelia, no ha venido a verme en una semana!” le dijo Marisol, contando los días en un calendario.
“¡Debe ser normal! ¡Se esforzó tanto en la universidad, que se está concentrando en el trabajo!”
“¿Qué pasará si conoce a alguien y me olvida? ¡Yo lo quiero!”
“¡Te entiendo!” dijo Amelia, pero al ver la mirada de su hermana, agregó. “Pues, no sé… has algo que lo obligue a estar contigo… es tu amigo… debes conocerlo bien.”
Tras mucho reflexionar, se le ocurrió la idea de las clases para la prueba de selección universitaria.
“¡Amelia, ya me decidí!” le dijo una noche Marisol. “¡Me esforzaré por entrar a la universidad y ser su novia!”
“¡Eso está muy bien! ¡Estoy segura que lo lograras!” le respondió su hermana, dándole ánimos.
“¡Qué bueno que me apoyes!” dijo Marisol. “¡Hay algo que quiero pedirte!”
“¡Lo que tú necesites, hermana!” respondió Amelia, con mucho entusiasmo.
“¡Quiero… practicar de nuevo… nuestros besos!” le dijo con vergüenza.
“¡Ay, Marisol!” se quejó.
“¡Amelia, tengo que hacer algo!” le dijo, muy preocupada. “¡Hay una chica guapa, en su trabajo, que le está enseñando todo! ¿Qué pasa si me lo quita?”
“¡Pues… él es mayor… y puede hacer lo que quiera!” respondió Amelia, aunque también le preocupaba que encontrara a alguien.
“¡No me entiendes, Amelia! ¡Es el hombre de mi vida!” le respondió toda colorada.
Entre hermanas, eran palabras mayores…
“¡Marisol, estás exagerando!” trató de calmarla. “¡Es un chico guapo… y de buen corazón… pero hay otros!”
“¡Estás equivocada! ¡Yo lo amo!”Le dijo Marisol. ” ¡Estoy loca por él! ¡Tenemos los mismos gustos! ¡Incluso su manga favorito es el que me gusta a mí! ¡No puedo parar de pensar en él!”
Esas palabras le dolieron a Amelia, como si fueran espinas en el corazón.
Pero ella es muy noble y sin importar sus propios sentimientos, decidió ayudar a su hermana. Cuando la escuchamos decirnos eso, la abrazamos juntos.
“¡Está bien, Marisol! ¡Te ayudaré!... pero no creo que sea suficiente.” Dijo con honestidad.
“¿Por qué?”
“Él te ve aun como una niña. Ni siquiera sabe que tú le gustas.” Le dijo con una madurez que impresionó a Marisol.
“¡Es verdad!” reconoció Marisol “¿Qué debería hacer?”
“¡No lo sé! “Respondió su hermana. “¡Deberías mostrar más tu cuerpo!... Tiene que verte como una chica atractiva.”
“¡Que mala eres! ¡Sé que mis pechos no son tan grandes como los tuyos!” le respondió su hermana.
“¡No me refiero a eso!” le dijo, bien avergonzada. “¡Debe verte con sensualidad!”
Amelia cumplió con su palabra y empezaron a besarse nuevamente, preparándose para el gran día. Sin embargo, Marisol se dio cuenta que Amelia aun se resistía.
“¡Amelia, no debes pensar que te beso yo!” le dijo. “¡Si queremos mejorar, tienes que pensar en alguien que quieras besar!”
“¿En quién?” preguntó confundida.
“¡Tal vez, deberías pensar en Marco, también!” propuso Marisol.
“¡Hermana!... Marco… te gusta a ti… ¡Yo no podría! … es decir… sé que te gusta… mucho.” Le dijo con nerviosismo y algo de tristeza.
Al oír ese “mucho”, Marisol comprendió todo…
“¡Amelia!” le dijo. “¡Si alguna vez, él se vuelve mi novio… puedes besarlo tú también… si tú quieres!”
Amelia se puso roja como un tomate…
“¡Marisol!... ¡Qué disparates dices!... ¡Lo veo y me dan ganas de correr!... ¿Cómo crees que lo voy a besar?...” le dijo, muy complicada, tratando de no mirarla.
Sin embargo, Amelia se notaba muy serena.
“¡Hermana, si yo logró ser su novia, será porque tú me ayudaste!” le explicó, obligándola a prestarle atención. “¡Si es mi novio, tal vez, quiera ser novio tuyo, también!”
“¡Marisol, no bromees!” le respondió, con algo de tristeza. “¡Él parece un chico honesto y de buen corazón!... ¡No creo que se fije en mí, porque lo único atractivo en mí son estos pechos!... ¡Ni siquiera le he hablado y él lo ha intentado!... ¡No creo que quiera serlo!”
Pero como les digo, Marisol es de esas chicas que aviva las flamas de la esperanza…
“¡Amelia, tenemos que esforzarnos!... ¡Siento en mi corazón que él es distinto y si me llega a hacer feliz a mí, creo que también te puede hacer feliz a ti!” le dijo, tomándola de las manos.
Amelia la miró ilusionada.
“¿De veras lo crees?”
“¡Así es, Amelia! Incluso, le daré la oportunidad para que vea lo linda que eres y si se decide por ti, ¡No pondré problemas!”
Y empezaron a practicar nuevamente. Me confesaban que pensar en mí realmente mejoraba las cosas y sus esfuerzos finalmente rindieron frutos…
“¡Amelia, nos besamos!” le reveló esa noche. “¡Finalmente, nos besamos!”
“¡Qué bien!” dijo su hermana, muy alegre. “¿Cómo fue? ¿Te abrazó?”
“¡Bueno…!” confesó Marisol, con vergüenza. “La verdad… es que lo besé yo…”
Amelia se rió.
“¿De veras? ¡Yo no me habría atrevido!”
“Si, pero fue extraño… dijo que mi beso sabía a limón… y después, ¡Me besó él!”
“¡Qué bueno!” dijo Amelia, sin mucho interés. “¡Supongo que con eso, ya no tendremos que practicar!”
“¡Estás equivocada! ¡Tenemos que practicar más!” le respondió su hermana.
“Pero Marisol… ¡Él ya te ha besado!” le dijo, sorprendida.
“¡Si, pero es resultado de nuestra practica!” explicó Marisol. “¡Además, lo hemos hecho mal!... ¡Lo que hace con su boca me hace ver estrellitas!”
“¿En serio?” dijo Amelia, con mucha curiosidad. “¿Podrías mostrarme… cómo lo hace?”
“¡Claro!” le dijo Marisol y empezaron a practicar nuevamente.
“¡Y eso es toda nuestra historia!” dijo Amelia, terminando el relato. “¡Solamente nos besamos!”
Sin embargo, Marisol tenía algo más que agregar…. Pero Amelia le pidió silencio.
“¡Qué alivio!” dije yo. “¡Por un momento, me asusté y pensé que habían hecho algo más alocado!”
“¿Más alocado?” preguntó Marisol.
“¡Pues, si! Amelia es muy inocente y ya se me hacía difícil creer que se anduvieran besando mientras tú y yo salíamos... pero igual creo que es un tremendo paso para ella verme tener relaciones contigo…”
Marisol la miró a los ojos, desafiante y Amelia aceptó su derrota.
“¿En serio?” me preguntó, con una mirada maliciosa. “¿Aunque haya sido ella la que me enseñó a masturbarme?”
Quedé estupefacto…
Con el pasar del tiempo y mi aprendizaje besando a Marisol, Amelia empezó a tener dudas…
“¡Marisol!” le dijo en una oportunidad, mientras practicaban. “Cuando lo besas… ¿No sientes algo raro en tu cuerpo?”
Ella la miró confundida.
“¡Sólo siento que flotó! ¿Tú también?”
“¡Yo siento como un calor!” le respondió. “¡Es decir, cuando pienso en él!”
“¿Un calor?” preguntó confundida.
“Al principio, lo sentía en mis pechos… pero después, lo sentí en mi entrepierna y me sentía como si me hubiera hecho pipi…” le dijo, con algo de vergüenza.
“¡En serio!... ¡Qué extraño!”
“¡Y eso no es todo!... ¡Sentía que me picaba la rajita, me empecé a rascar y se sintió tan rico!” dijo, toda colorada.
“¡Eso es asqueroso!” le reprendió Marisol. “¡Eso está cochino!”
“¡Lo sé, pero me sentí tan bien!... ¡Metí mis dedos e hice así!”
Marisol gimió…
“¡Amelia, saca tu mano de ahí!”
“¡También estás un poco mojada!” dijo, hurgando su interior.
“¡No!... ¡Eso se siente tan raro!...” decía Marisol, sorprendida por la sensación.
“¡Me empecé a hacer así!”
Marisol empezó a gemir…
“¡Nunca… me había sentido así…!”
“¡Hazlo conmigo! ¡Me estoy sintiendo mojada!” le pidió Amelia.
A esas alturas, ninguna de las dos quería continuar con el relato. Yo estaba con la boca abierta y una tremenda erección.
“¿Y qué pasó después?” pregunté, con un hilo de voz.
“Pues…” dijo Amelia, sin atreverse a continuar.
“¡Pasó lo que tú piensas! ¡Nos masturbamos hasta corrernos!”
“¡Marisol!” le dijo Amelia, bien avergonzada.
“¡Es la verdad! ¿No?... Y no fue una vez… lo hicimos varias veces”
¡No podía creerlo!... Amelia… tan inocente… ¿Haciendo algo así?
“¡Marisol, no le digas!” decía Amelia, roja de pies a cabeza.
“¡Amelia, no te esta creyendo!” Le respondió, muy calmada. “¡Él tiene que saberlo!”
“¿Cómo… no me di cuenta?... nuestros besos… lo que hicimos…” le dije. Me sentía engañado…
“¡Es que… eras tú!” dijo Amelia, viendo mi cara de decepción. “¡No creí… que mi hermana dijera la verdad!... ¡Me gustabas mucho… y al tiempo después… nos fuimos al norte!...”
Su cara se llenó de tristeza.
“¡Pensé que esos esfuerzos… fueron en vano… pero un día, llamó a mamá, para pedirle que te recibiéramos!... ¡Te tendría en casa… y aun así, me daba vergüenza hablar contigo!... ¡Te veía tan triste por mi hermana!... ¡Pero después, me diste un rayo de esperanza!” me dijo, casi poniéndose a llorar.
“¡Marco, ella es más mujer que lo que los demás piensan!” dijo Marisol. “Y aunque sabe que te gusta su ternura e inocencia, también quiere que sepas que es una mujer, después de todo.”
Esa noche fue extrañísima. Sobre todo, cuando nos acostamos. Mientras le hacía el amor a Marisol, Amelia ponía su rajita en mi cara, la cual yo lamía, bebiendo sus jugos y jugando con mis dedos.
“¡Tienes razón!” le decía mi ruiseñor. “¡Tus besos son muy ricos!”
“¡Y eso no es todo!” le decía Amelia “¡También me ha enseñado qué partes tocar para sentirme mejor!”
Era uno de los espectáculos más bizarros y excitantes de mi vida… pero claro, no era la cúspide de mis experiencias.
Las conocía tan bien, que sabía cómo mantener el ritmo de ambas, para que nos corriéramos juntos. Incluso, me daba el lujo de meter el dedo en el ano de Amelia, para hacerla sentir mejor y lo notaba bastante, por la cantidad de jugos que me tocaba beber.
“¡Te… tengo envidia… hermana!... ¡Puedes… meterte su pene… en la rajita… sin condón!” le dijo Amelia, ya deseosa de hacer el cambio.
“¡Si!... ¡Se siente tan bien!... ¡Marco se corre tanto… que siento que me llena!” le decía su hermana, en éxtasis.
“¿Crees… que después… pueda hacerlo?” le preguntó, mientras se corría otra vez.
“¡Lo siento… Amelia!... ¡No tomas pastillas!… y no creo que… a Marco quiera… dejarte embarazada…”
Era como si la guillotina cayera sobre mi cabeza. Me estremecí de temor (a Marisol parecía no molestarla si la embarazaba)… y bueno… ellas lo disfrutaron bastante.
Nos corrimos e hicimos cambio en la configuración. No de muy buena gana, me colocaron el preservativo para Amelia… pero se besaron, consolándose de que al menos, podían compartir eso… se besaron, de una manera ardiente y apasionada. Las 2 hermanas, besuqueándose sin restricciones… y yo, tan duro como una piedra.
Cuando acabé la segunda vez, ya no quería más guerra. Mi pene podía seguir en la lucha, pero mi cuerpo estaba cansado con el trabajo de armar las camas.
Sin embargo, las hermanas tenían el mismo resplandor de lujuria en los ojos… y Amelia estaba muy determinada a mostrarle lo que había aprendido.
“¡Has aprendido bien a chupársela!” le complementaba Marisol, mientras su hermana me la limpiaba entera.
“¡Gracias! ¡Mamá me enseñó a hacerlo!” le respondía ella, como si estuvieran hablando de aprender a bordar o cocinar…
Amaba a Marisol, pero me daba cuenta que su familia era demasiado extraña…
Marisol, por supuesto, se encargaba de mostrarle su estilo.
“¡Incluso, puedo bebérmela toda!” le dijo Amelia.
“¡No te creo!” le respondió su hermana, con incredulidad, mientras que Amelia tomaba su lugar, sin dejarme descansar. “¡Yo empecé a tomarme sus jugos para la fiesta de aniversario de mamá, pero pasé un par de semanas intentándolo, hasta que pude!”
“¡A mí también me costó!” le respondió Amelia, cediéndole mi glande, para lamer mi tronco. “¡Varias veces, se me escapó por la nariz y por la boca, pero me esforcé y lo logré!”
De repente, pararon de chuparme… ¡Que alivio!
“¡Déjame mostrarte cómo lo hago yo y después, me muestras tu manera!” le dijo Marisol.
“¡Hagámoslo!” le respondió su hermana.
¡Carajo!... la boca de Marisol lo hace tan bien y sabe cuáles son mis puntos débiles. Me sentía bien, pero de verdad, quería descansar y las hermanas viciosas apenas estaban empezando.
Me corrí en sus labios y Amelia, siempre tan pendiente de su hermana, la besó en la comisura de sus labios, para sacar algunos restos.
“¡Hermana, lo haces bárbaro!” le dijo Marisol.
“¡Gracias!... ¡Ahora te toca a ti!” le respondió.
“¡Marisol… estoy muy cansado!” le dije, pidiendo tregua.
“¡Pobrecito!” me dijo ella, aunque no se preocupó tanto por mí. “¡Está más blanda! ¡Tal vez tenga razón!”
Amelia sonrió.
“¡Déjamelo a mí!”
Estaba sacando su armamento pesado…
“¡Qué envidia!” decía Marisol. “¡Siempre he querido hacerle un paizuri!”
“¡A él le gustan, pero más le gusta meterla por detrás!” confesó Amelia.
“¡Es cierto!” le dijo Marisol, mucho más contenta. “¡Al principio, me costó un poco, pero le gustaba mucho y tuve que practicar!”
“¡Yo también!” le respondía Amelia, parando de lamerme, pero masajeándome deliciosamente con sus blandísimos pechos. “¡Tuve que practicar con plumones, zanahorias, y otras cosas, pero su pene es demasiado grueso!”
“Amelia, ¿Me dejarías chuparla, mientras le haces eso?” preguntaba Marisol, relamiéndose de las ganas.
“¡Claro!... ¡Eres mi hermana, y él… nuestro novio!” le respondió, riéndose.
¡No me daban tregua!...
“¡Pero cuando la mete por detrás, se siente rico, pero raro!” le decía Amelia.
“¡Si, se siente como…!”
“¡Como si estuviera atrapado en tu trasero!” respondieron, casi en coro. Se rieron, mientras me hacían sufrir. ¡Villanas!
“¡Amelia, creo que se va a correr!” le avisó Marisol.
“¡Es verdad!” dijo Amelia, metiéndose mi pene en la boca. Se lo bebió todo, sin dejar escapar una sola gota.
“¡Te felicito, Amelia! ¡Lo hiciste muy bien!”
“¡Gracias!... pero tanto hablar de metérnosla en el trasero, me dio ganas, ¿A ti también?”
“¡Sí!” respondió. “¡Amor! ¿Nos la puedes meter?”
Yo estaba casi seco…
“¡Marisol… ya no puedo más!” le respondí, todo agitado.
“¡Siempre dice eso, pero sé que puede más!” le dijo a su hermana.
No puedo negar que los traseros de las hijas mayores de Verónica son deliciosos. Aunque el de Marisol no es tan atlético como el de Amelia, es mucho más apretado, porque lo he usado poco. Sin embargo, el hecho de que Amelia ha hecho tanto ejercicio hace que sus nalgas sean duritas y mantengan una resistencia inicial a la penetración.
“¡Amelia, ve tú primero!” dijo Marisol. “¡Tú tienes más ganas!”
“¡Gracias!” le dijo. “¿Te has dado cuenta que cuando lo haces varias veces, tarda más en venirse?”
“¡Por eso quiero ir yo después!” le respondió su hermana, con una sonrisa de complicidad.
“¡De verdad, ya no puedo!” les decía yo, mientras sentía Amelia acomodarse sobre mí. “¡Ni siquiera tengo ganas!”
“¡Pobrecito!” dijo Marisol, mirando a su hermana con picardía. “¡Apuesto que te dan las ganas, si te mostramos como practicábamos, pensando en ti!”
“¡Marisol!” decía Amelia, bien avergonzada.
“¡Anda!... para recordar viejos tiempos.” Le decía, mientras besaba a su hermana de una manera seductora y su mano recorría su cuerpo, de una forma muy delicada y sensual.
Amelia dio un suspiro de placer.
“¡Está bien!... ¡Lo haces tan rico!” respondió.
Traté de resistirme, pero ver sus besos, abrazos y caricias y ese frenético movimiento de manos, acariciando probablemente sus vaginas y botones, hizo que mi vigor regresara.
“¡La tiene tan gruesa y dura!” le dijo Amelia. Su hermana la besaba, como si aspirara su aire.
“¡Es deliciosa! ¿Verdad?”
Mientras Amelia besaba el cuello de su hermana, Marisol me miraba con deseo. Nuevamente, esa mirada lujuriosa, que había visto por tercera vez, se posaba en sus ojos y francamente, me ponía a mil.
Me corrí en el delicioso trasero con forma de bombón de Amelia y me tocó hacérselo al trasero de Marisol. Nuevamente, las caricias se repitieron y nuevamente, sucumbí al morbo del incesto, el placer sexual y la lujuria.
Afortunadamente, tras esa corrida, Amelia quedó cansada y se acostó a nuestro lado. Sin embargo, mi ruiseñor estaba insaciable.
“¡Nunca te he visto de esta manera!” le dije, mientras le hacía el amor una vez más.
“¡Lo sé! ¡Es que me gusta mucho hacerlo así!” confesó Marisol.
“¡Supongo que ya estás satisfecha de tu curiosidad!” dije, con muchas esperanzas.
Si esto se repetía todos los días, moriría deshidratado…
“¡Aun no! ¡Todavía falta hacerlo con mamá!” me dijo ella, besándome.
“¡Marisol!” le dije, protestando.
“¡Ay, Marco!... ¡No te quejes!... ¡Al igual que puedes ahora… sé que podrás mañana!” me decía ella, apretando mi verga con su útero de una manera indescriptible.
Pero estaba preocupado. Al día siguiente, iría al trabajo (era lunes) y puesto que ya habíamos resuelto nuestro trabajo, el jefe regional nos felicitaría y probablemente, nos concederían un ascenso a cada uno.
Imaginaba que Sonia querría celebrarlo, al igual que lo estaba haciendo mi amada Marisol y como no me ha visto en 2 días, probablemente me estrujaría a más no poder.
Luego llegaría a casa y me estarían esperando Marisol y Verónica y se bastante bien que en la cama, mi suegra es de mucho, mucho cuidado…
Pero claro… como siempre, las cosas saldrían muchísimo peor de lo que originalmente imaginaba…
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1 comentarios - Seis por ocho (73): La vida secreta de hermanas