La relación de su marido andaba viento en popa. Hacía varios días que no tenían sexo. Evidentemente llegaba a casa agotado de las sesiones de cama con su amante. Eliana sabía que no duraría mucho. Se cansaba rápido y luego comenzaría a perseguir a otra. Siempre hacía lo mismo, y como siempre volvía, ella nunca había hecho demasiado caso. Pero esta vez era distinto. Sus hijos estaban grandes y ella se sentía mas vieja y menos atractiva que antes. Le costaba cada vez mas competir con esas jovencitas de 20 y tantos que perseguía su marido.
Esta vez estaba dispuesta a facturarle el engaño. Seguramente podría haber buscado un jovencito con todas las hormonas a flor de piel, pero no quería que su decisión se convirtiera en la hazaña de un niñato que correría a contarlo en todas partes. Quería que su decisión solo la supieran tres personas: ella, su amante y su maridito. Y ponerle cuernos con alguien que podría ser su padre, humillaría aún mas a su esposo. Le demostraría que el sexo era mas que testosterona.
Su hijo mayor estudiaba en la Universidad y los fines de semana volvía a su casa, dejando libre su departamento en la ciudad. Su hijo menor desaparecía los viernes a la noche, volvía a dormir y salía nuevamente. Recién el domingo por la noche estaba con la familia. Cuando su esposo le comentó que el sábado se iría de pesca con sus amigos y volvería el domingo, encontró el espacio justo. Rápidamente, cuando su esposo terminó de contarle sus planes, ella le dijo que estaba cansada de estar allí y que el sábado se iría de compras y aprovechando el departamento libre, quizás se quedara a pasar la noche, regresando el domingo. Los ojos de su marido se iluminaron. Era evidente que el hecho de que ella no estuviera en la localidad, le facilitaba su plan. Se mostró satisfecho y la impulsó para que se quedara hasta el domingo y que aprovechara para pasear y descansar lejos de los chicos. Eliana le agradeció su preocupación y le dio un tierno beso. Por dentro sentía como crecía su furia, pero consiguió que sus ojos no la reflejaran. Por el contrario, eran un oasis de paz y amor.
Esa tarde le envió un correo comentándole a Luis que el sábado iba a viajar a la ciudad a hacer unas compras y que como tenía un rato libre, hubiera sido el momento ideal para que pudieran tomar un café y conversar un rato como habían acordado.
En minutos recibió la respuesta: “ Nada me daría mas placer que poder charlar contigo. El sábado estoy libre así que te paso mi número y me llamas así combinamos”
Su esposo partió el sábado bien temprano. Durante varios días no habían tenido sexo. Era evidente que se estaba reservando. Y Eliana además de la carga sexual que tenía por la abstinencia, tenía la carga de la furia contenida. Su marido creía que el fin de semana sería inolvidable, y no se imaginaba cuanto.
Se levantó, se duchó y arregló con esmero. Tomó un café cargado, subió a su auto y partió.
A las 10 de la mañana entraba en el shopping. Un vestido liviano y ajustado que marcaba su figura y llegaba hasta encima de sus rodillas, en un tono crema, que disimulaba la sensualidad del mismo. En rojo, hubiera sido un llamado a que cualquier macho la avanzara. Llamó a Luis para acordar la hora y se dedicó a recorrer negocios hasta ese momento. En una lencería compró un conjunto negro de corpiño, tanga y camisón corto que en su cuerpo lucía de infierno, y a la hora acordada entró en el café, buscó con la mirada y allí estaba él, en una discreta mesa sobre el fondo del local. Se acercó sonriente, lo saludó y lo besó en la mejilla, cuando el se paró para recibirla.
Pidieron un café, y comenzaron a conversar de temas banales, pero la tensión que había entre ellos era inocultable. Cualquier observador imparcial, se hubiera imaginado una situación ilegal.
Poco a poco se fueron soltando. Luis le contó cosas de su vida y descubrió lo fácil que le era abrirse ante esa mujer. Le relató su vida de casado y como había terminado por separarse cuando ya era evidente que el matrimonio había muerto. Y Eliana, cómoda con su ocasional acompañante, también contó cosas que a nadie había contado jamás. Cuando relató sus sospechas ahora confirmadas de las infidelidades de su marido, el imperceptible asentimiento que hizo Luis, le mostró a las claras que todos sabían de esas historias, lo que le dio todavía más furia. Ni siquiera el hijo de putas de su esposo cuidaba las formas, y la hacía pasar por una pobre cornuda.
Por fin llegaron a la cuestión de los relatos.
- Debo reconocerte que la literatura erótica, nunca me cautivó, dijo Eliana
- Es un género muy criticado, pero para mí, tiene la misma fuerza que el género policial. Siempre recuerdo una frase de Wallace en “ Los siete minutos” , a propósito, ¿ lo has leido?
- Confieso que no.
- Es interesante. En realidad justamente se refiere a la literatura considerada obscena, y pone en boca de un abogado la siguiente frase: “ El homicidio es un delito, pero escribir sobre el homicidio no lo es. El sexo no es un delito, pero escribir sobre el sexo sí lo es”.
- Un buen argumento. ¿ Y porqué tiene ese título el libro? Preguntó curiosa.
Luis se acodó sobre la mesa acercándose a ella y bajando la voz.
- Porque se trata justamente de un libro erótico que se basa en un estudio de la época que concluía que ese era el tiempo que demoraba una mujer en llegar al orgasmo, dijo mientras la miraba profundamente. Eliana sintió que un temblor la recorría. No dijo nada.
- ¿ Cómo sigue tu día? Preguntó Luis cambiando de tema, y tratando de acercarse a su sueño.
- Tengo que ir al departamento de mi hijo y quizás me quede hasta mañana, dijo con malicia.
El rostro de Luis señaló su decepción. Se quedaría con el hijo, y tal vez pasaría a buscarla por aquí en un rato. Bueno, la charla había sido interesante, al menos y confirmó que esa mujer le gustaba mucho, y lo calentaba horrores. Era cuestión de avanzar despacio pero sin pausa. ¿ Por qué no? Miró su reloj. La una y media. Habían conversado durante casi 90 minutos y sentía que apenas si habían hablado.
Por dentro Eliana se reía. Notó que lo había desarmado. El ingenuo se imaginaba a su hijo llegando en cualquier momento y no iba a avanzar mas. Mejor. Ella lo llevaría de la mano. Nunca lo había hecho, pero era hora que fuera más activa en conseguir lo que quería. Y a este macho lo quería . Ahora. Ya.
- De hecho, tengo que irme para allí, dijo confiando en la caballerosidad de Luis.
- Estás en auto? Preguntó él.
- No, mintió Eliana que lo había dejado en una playa cerca y pagado la estadía. No estaba a más de 15 cuadras del departamento y ese lugar era tan bueno como cualquier otro. Así obligaba a Luis a llevarla.
- Si no te molesta ni te comprometo, me encantaría acercarte, así podemos charlar un rato más.
- No quisiera que te molestaras, dijo modosita, mientras por dentro se felicitaba de su habilidad.
- No es ninguna molestia. Pago y salimos, Se levantó fue hasta la barra y pagó, mientras Eliana caminó hasta la puerta y lo esperó allí. Luis se acercó le abrió la puerta y apoyando su mano en la cintura caminó junto a ella mientras le comentaba como había cambiado la ciudad, pero en ningún momento intentó sacar su mano, y Eliana haciendo como que no se daba cuenta, disfrutaba de ese contacto. Esa mano la quemaba a través de la ropa.
Llegaron al auto y Luis abrió la puerta del lado del acompañante y luego que ella se hubiera acomodado, subió arrancó y partió siguiendo las instrucciones que ella le daba.
- Dime donde te dejo, dijo Luis pensando que ella se bajaría a una distancia prudencial para que su hijo no la viera
- Cuando lleguemos te digo.
El silencio en el auto se cortaba con un cuchillo. Eliana barajaba como arrastrar a Luis al departamento, y Luis buscaba una excusa para proponerle otro encuentro.
Cuando llegaron frente al edificio, Eliana le indicó que se detuviera. Luis miró y encontró un lugar para estacionar un poco más adelante. No era una calle muy transitada, pero le permitía intentar una invitación para un nuevo encuentro.
- Te agradezco el aventón. ¿ Quieres subir a tomar algo?
- No quisiera molestar a tu hijo, dijo dudando, sin entender lo que ella quería. ¿ Porqué quería que su hijo lo viera?
- No será ninguna molestia, dijo bajando y sin darle tiempo a insistir con su negativa.
Luis bajó y cerró el auto sin entender, pero se iba a cobrar esto. Estaba muy excitado e impaciente. Eliana sentía que Luis era una pila a punto de estallar y le gustaba.
Entraron al edificio, llamaron al ascensor, y cuando llegó entraron sin que nadie dijera una palabra. Cuando las puertas se cerraron, Luis se acercó la tomó de los hombros y se apoderó de su boca, con un beso suave al principio, pero que se fue haciendo mas y mas posesivo a medida que la hembra no intentaba resistirse. Cuando el ascensor se detuvo, le costó trabajo a Luis dejarla. Por fin se separó y la miró. Ella le sostuvo la mirada y no dijo nada, pero a la vez lo dijo todo. Luis pensó en llevarla a otro lugar. Un hotel, una plaza, debajo de un puente. En cualquier lugar donde pudieran estar solos y terminar lo que habían empezado. Sentía que si pasaba de hoy nunca más la tendría a su disposición. Con pena abrió la puerta del ascensor, sintiendo que ella se le escapaba, pero no podía ser. La respuesta del cuerpo de Eliana no podía engañarlo. Ella había disfrutado.
Eliana salió del ascensor pasando a su lado. Su cabello lo rozó, y su perfume lo invadió por completo.
- Por favor, vamos a otro lado, suplicó
Ella se dio vuelta y lo miró seria.
- ¿ Por qué?, preguntó
- Te deseo mucho. Necesito tenerte. Lo menos que quiero es charlar con tu hijo, por favor, volvió a suplicar.
- Te equivocas conmigo. No me conoces. Sígueme, le ordenó mas que le dijo, y se dio vuelta comenzando a caminar por el pasillo.
El la miró alejarse. Era perfecta. Cerró el ascensor y la siguió por el pasillo en penumbras. Por fin, ella se detuvo frente a una puerta, extrajo una llave de su bolso y abrió la puerta. Luis acomodó su entrepierna para que el hijo de Eliana no notara su erección.
Ella le franqueó la puerta, y la cerró detrás de él. Cuando se dio vuelta, el macho estaba de pie en medio de la habitación. Ella se acercó lentamente dejando de pasada su bolso sobre un sillón, y tomando su rostro, lo besó. Las bocas volvieron a fundirse, pero esta vez, fue ella la posesiva. Acarició su rostro, su cabello su cuello y se aferró a su espalda, mientras el bajaba las manos y la tomaba de la cintura.
- Tu hijo puede entrar, dijo Luis tratando de apaciguarla.
- MI hijo no está en la ciudad. Nadie va a venir, dijo ella volviendo a besarlo.
- Hermosa, dijo Luis mientras lentamente la llevó hasta apoyarla en la pared. Sus manos bajaron por sus piernas hasta encontrar el límite del vestido y desde allí subieron arrastrando lentamente hacia arriba la liviana tela de la prenda. Sus manos se quedaron en los muslos de la hembra, sintiendo la tersura de su piel y el calor que le quemaba las manos. Sus besos se hicieron mas y mas posesivos.
Las manos de ella, al sentir las caricias del macho, se aferraron a los cabellos de él.
Luis despegó su boca y bajó hasta su cuello, y mientras la besaba le susurraba al oído.
- Cuanto hace que quería tenerte así. Que placer. Voy a comerte toda, bombón.
Eliana se limitaba a suspirar y dejarse llevar por las sensaciones. Las manos del macho la invadían, la poseían, la enloquecían.
Por fin, se separaron. Se miraron con lascivia mientras recuperaban el aire.
Eliana se sentó en el sofá.
Luis, lentamente se quitó el sweter y comenzó a desabrocharse la camisa.
- Espera, espera, suplicó Eliana, mientras se levantaba del sillón y se acercaba al macho. Quitó las manos de Luis y las suyas siguieron con la tarea. El macho la dejó hacer, colaborando para facilitar su trabajo. Por fin la camisa dejó su cuerpo y terminó sobre uno de los sillones. Las manos de Eliana recorrieron el cuerpo del hombre. Estaba caliente.
Lentamente Luis la hizo girar, y tomando el cierre del vestido lo bajo sin prisa. Luego bajo los breteles y dejó que la prenda corriera hasta el suelo, cosa que hizo lentamente a partir de su liviandad y viscosidad. Un sonido apagado, avisó que ya no estaba cubriendo el cuerpo de su dueña. Los sensuales hombros de Eliana aparecieron en toda su dimensión. La estrecha cintura daba nacimiento a unas caderas rotundas. Un conjunto de lencería blanco, que parecía pintado sobre el cuerpo, completaba este cuadro digno de una exposición erótica. Las manos del macho bajaron por sus hombros y dibujaron sus costados para aferrarse por un segundo a la cintura. Luego siguió descendiendo hasta dibujar sus caderas. Luego volvió a subir, lentamente.
Eliana mientras, con los ojos cerrados, sentía estas incursiones, mientras se preguntaba como había llegado hasta aquí. Por un segundo tuvo miedo, pero de inmediato recordó que su marido hacía esto todos los días con distintas mujeres, y no parecía tener mucho miedo. Cuando volvía a casa estaba la mar de tranquilo. Ella no iba a ser menos. Confiaba en que este macho la dejara muy tranquila.
Cuando sintió que el macho desabrochaba el cinturón del pantalón bajó sus manos hasta la prenda, procediendo a desabrocharlo y a bajar el cierre de la bragueta.
Su mano se introdujo dentro de la prenda, y se sorprendió de la dureza que había allí adentro. Era un hombre mayor, pensaba que iba a tener que trabajar un poco para calentarlo, pero lo que encontró fue una sorpresa placentera. El macho estaba listo para ella.
Luis se quitó el pantalón y la ropa interior, quedando en medio del salón con su sexo duro como un mástil.
Eliana se alejó unos pasos y lo miró con deseo. Su lengua recorrió los labios humedeciéndolos y mostrando cuanto le gustaba lo que veía. Lo tomó de la mano y lentamente lo llevó al dormitorio. Luis caminaba detrás de ella disfrutando de la vista de ese cuerpo que sabía sería suyo en unos momentos.
El dormitorio estaba alfombrado con una alfombra muy mullida y contra una pared, una cama de 1 plaza era todo el amoblamiento. Eliana se sentó en la cama, esperando el accionar de Luis. Luis apagó la luz y la habitación quedó solo iluminada por los rayos de luz que se filtraban por los postigos de la ventana. Una cálida semipenumbra los cubría y aumentaba la lujuria del momento. Luis se acercó y la beso tiernamente en los labios, para luego lentamente convertir ese tierno beso en una posesión de su boca absoluta. Cuando se separaron Luis tomó la almohada y la arrojó al suelo.
- Querida, la cama es chica para lo que quiero hacer contigo, le dijo mientras la tomaba de la mano haciendo que se levantara y le indicaba que se acostara en la alfombra.
La imagen desde el piso de ese macho totalmente empalmado, no podía ser mas excitante. Lentamente Eliana se quitó su tanga y luego separó sus piernas, levantando sus rodillas. Ahora, el paisaje que Luis veía era también muy excitante. La hembra se le estaba ofreciendo sin restricciones.
Lentamente se arrodilló y sus manos recorrieron las piernas de Eliana, hasta llegar a su entrepierna. Su mano acarició sus labios vaginales y lentamente uno de sus dedos se introdujo en su sexo, arrancándole un gemido.
- Shhh, tranquila. Tenemos todo el tiempo del mundo. Tu no tienes que volver hasta mañana a la tarde, y yo puedo quedarme hasta cuando quiera. Vamos a disfrutar de este encuentro, querida, vamos a disfrutarlo, dijo mientras se agachaba y era ahora su lengua la que acariciaba su sexo.
Eliana, sorprendida, sintió esa lengua caliente y húmeda frotándola intimamente y sintió como una corriente eléctrica que la atravesaba. Sus piernas apretaron la cabeza del macho, presionando para que no se retirara, como si Luis pensara hacerlo. Nada mas lejos de su intención.
Durante un buen rato esa lengua la recorrió, la poseyó, la hizo gozar. Eliana con los ojos cerrados, acariciaba con una de sus manos el cabello del macho que le estaba dando tanto placer. Se sentía caliente como nunca. Sentía que su orgasmo crecía y descendía por oleadas, de acuerdo a lo que Luis hacía allí abajo. Y se entregó totalmente. Era su dueño. Hoy podría hacer con ella lo que quisiera. Cuando por fin Luis dejó la tarea y se acomodó entre sus piernas, ella lo miró. Suavemente él le quitó el corpiño que desabrochaba de adelante, dejando a la vista sus pechos. Luis los acarició y ahora, esa boca que había gozado de su sexo, comenzó a chupar sus pezones, sin pedir permiso, y es que, el macho sabía que ella no se opondría a nada que él quisiera hacer. Estaba en sus manos.
Cuando Luis subió acercando su cara a la suya, sintió una dureza que presionaba su sexo. Cuando levantó sus piernas y lo envolvió, la vara se acomodó en el camino correcto. Luis lo notó. Sabía que ahora solo le quedaba empujar hacia adelante. Sin embargo se quedó allí, y Eliana sentía el calor del sexo del macho que la quemaba. Comenzó a mover sus caderas tratando de empalarse, mientras Luis se apoderaba de su boca nuevamente. Un beso húmedo y profundo la sometió, el macho bajó una de sus manos, tomó su lanza y la dirigió a su sexo y con un empujón de cadera la clavó.
Eliana gimió sin sonido al tener la boca ocupada. Un nuevo empujón y la mitad de la lanza se alojó en su cuerpo. Luis se separó y le mostró un rostro transtornado por el deseo. La tomó de los hombros, y afirmándose la clavó hasta el fondo. Ahora sí. Era totalmente suya.
Se quedaron unos minutos quietos, escuchando solamente los jadeos del otro, tratando de recuperar el aire, y dominar el deseo. Luis quería que este encuentro durara mucho y que ella gozara como nunca había gozado. Quería tenerla para siempre.
Eliana se sentía llena como nunca. La herramienta de Luis era mas gruesa que la de su esposo. La sentía presionar contra las paredes de su sexo, que la apretaba como si fuera una mano enguantada que lo masturbaba. Contracciones involuntarias provocaban en el macho un placer insuperable. Lentamente Luis empezó a trabajarla con su verga. Comenzó a retirarse y volver a entrar hasta el fondo, observando las reacciones de la hembra ante la intrusión. El rostro de Eliana mostraba un placer inocultable. Cuando luego de un par de minutos la sintió venirse, se sintió muy satisfecho. Mientras ella gemía y gritaba el se detuvo y disfrutó de esa imagen. Ese hermoso rostro, totalmente desencajado por el clímax era algo que no se borraría jamás de su memoria.
Cuando ella se aflojo, sin sacarla la hizo girar hasta quedar de costado, uno frente al otro, con una de las piernas de la hembra debajo de su cuerpo y la otra encima, y su verga profundamente ensartada. Volvió a besar su cuello, sus tetas, su boca, mientras comenzó nuevamente a moverse dentro de ella.
Luis sintió que ya no podía controlarse. Su deseo lo iba venciendo. Trató de frenar, de prolongar el acto, pero le era imposible.
Eliana, ya recuperada de su orgasmo, notó la lucha del macho por dominarse, pero ella no quería que se frenara. Quería sentirlo derramarse dentro suyo.
- Dame todo, amor dame todo. Por favor, por favor, suplicó al oído del macho, y esto ya fue demasiado.
Luis aceleró. Su rostro se endureció, Una gota de transpiración bajó por su cara . Eliana lo miraba curiosa. Su esposo acababa como un trámite. Sin gozar como estaba gozando este macho con su cuerpo. Acarició su cabello mientras el aceleraba su penetración. Por fin, abrió sus ojos como dos platos y un gemido profundo, desde el fondo de su mente, le indicó a la hembra que ya lo tenía. Al instante un líquido caliente la inundó. Varios chorros siguieron al primero, y por fin, Luis se aflojó y se quedó quiero respirando agitadamente. Nunca había visto a un macho acabar de esa manera. Nunca había hecho el amor con un macho tan excitado. Su esposo nunca le dio esa sensación. Siguió acariciando su cabello, esperando que el se tranquilizara. Por fin Luis abrió los ojos y la miró.
- Eres extraordinaria. En mi vida había gozado tanto con una mujer.
- Y aún no has visto nada, dijo sinceramente Eliana, satisfecha con el orgasmo que había conseguido luego de mucho tiempo, y decidida a darle el mismo placer a quien se lo había obsequiado.
Lentamente se levantó, tratando de evitar que la simiente del macho se escapara y manchara la alfombra y fue al baño a lavarse. Sentada en el inodoro sintió como los chorros de semen salían de su cuerpo.
Luis acostado boca arriba, no podia creer lo que había pasado. Un reloj en la pared marcaba las cuatro de la tarde. Al menos habían pasado dos horas desde que llegaron al departamento. Y tenían por delante toda la noche. Hoy sería inolvidable.
Esta vez estaba dispuesta a facturarle el engaño. Seguramente podría haber buscado un jovencito con todas las hormonas a flor de piel, pero no quería que su decisión se convirtiera en la hazaña de un niñato que correría a contarlo en todas partes. Quería que su decisión solo la supieran tres personas: ella, su amante y su maridito. Y ponerle cuernos con alguien que podría ser su padre, humillaría aún mas a su esposo. Le demostraría que el sexo era mas que testosterona.
Su hijo mayor estudiaba en la Universidad y los fines de semana volvía a su casa, dejando libre su departamento en la ciudad. Su hijo menor desaparecía los viernes a la noche, volvía a dormir y salía nuevamente. Recién el domingo por la noche estaba con la familia. Cuando su esposo le comentó que el sábado se iría de pesca con sus amigos y volvería el domingo, encontró el espacio justo. Rápidamente, cuando su esposo terminó de contarle sus planes, ella le dijo que estaba cansada de estar allí y que el sábado se iría de compras y aprovechando el departamento libre, quizás se quedara a pasar la noche, regresando el domingo. Los ojos de su marido se iluminaron. Era evidente que el hecho de que ella no estuviera en la localidad, le facilitaba su plan. Se mostró satisfecho y la impulsó para que se quedara hasta el domingo y que aprovechara para pasear y descansar lejos de los chicos. Eliana le agradeció su preocupación y le dio un tierno beso. Por dentro sentía como crecía su furia, pero consiguió que sus ojos no la reflejaran. Por el contrario, eran un oasis de paz y amor.
Esa tarde le envió un correo comentándole a Luis que el sábado iba a viajar a la ciudad a hacer unas compras y que como tenía un rato libre, hubiera sido el momento ideal para que pudieran tomar un café y conversar un rato como habían acordado.
En minutos recibió la respuesta: “ Nada me daría mas placer que poder charlar contigo. El sábado estoy libre así que te paso mi número y me llamas así combinamos”
Su esposo partió el sábado bien temprano. Durante varios días no habían tenido sexo. Era evidente que se estaba reservando. Y Eliana además de la carga sexual que tenía por la abstinencia, tenía la carga de la furia contenida. Su marido creía que el fin de semana sería inolvidable, y no se imaginaba cuanto.
Se levantó, se duchó y arregló con esmero. Tomó un café cargado, subió a su auto y partió.
A las 10 de la mañana entraba en el shopping. Un vestido liviano y ajustado que marcaba su figura y llegaba hasta encima de sus rodillas, en un tono crema, que disimulaba la sensualidad del mismo. En rojo, hubiera sido un llamado a que cualquier macho la avanzara. Llamó a Luis para acordar la hora y se dedicó a recorrer negocios hasta ese momento. En una lencería compró un conjunto negro de corpiño, tanga y camisón corto que en su cuerpo lucía de infierno, y a la hora acordada entró en el café, buscó con la mirada y allí estaba él, en una discreta mesa sobre el fondo del local. Se acercó sonriente, lo saludó y lo besó en la mejilla, cuando el se paró para recibirla.
Pidieron un café, y comenzaron a conversar de temas banales, pero la tensión que había entre ellos era inocultable. Cualquier observador imparcial, se hubiera imaginado una situación ilegal.
Poco a poco se fueron soltando. Luis le contó cosas de su vida y descubrió lo fácil que le era abrirse ante esa mujer. Le relató su vida de casado y como había terminado por separarse cuando ya era evidente que el matrimonio había muerto. Y Eliana, cómoda con su ocasional acompañante, también contó cosas que a nadie había contado jamás. Cuando relató sus sospechas ahora confirmadas de las infidelidades de su marido, el imperceptible asentimiento que hizo Luis, le mostró a las claras que todos sabían de esas historias, lo que le dio todavía más furia. Ni siquiera el hijo de putas de su esposo cuidaba las formas, y la hacía pasar por una pobre cornuda.
Por fin llegaron a la cuestión de los relatos.
- Debo reconocerte que la literatura erótica, nunca me cautivó, dijo Eliana
- Es un género muy criticado, pero para mí, tiene la misma fuerza que el género policial. Siempre recuerdo una frase de Wallace en “ Los siete minutos” , a propósito, ¿ lo has leido?
- Confieso que no.
- Es interesante. En realidad justamente se refiere a la literatura considerada obscena, y pone en boca de un abogado la siguiente frase: “ El homicidio es un delito, pero escribir sobre el homicidio no lo es. El sexo no es un delito, pero escribir sobre el sexo sí lo es”.
- Un buen argumento. ¿ Y porqué tiene ese título el libro? Preguntó curiosa.
Luis se acodó sobre la mesa acercándose a ella y bajando la voz.
- Porque se trata justamente de un libro erótico que se basa en un estudio de la época que concluía que ese era el tiempo que demoraba una mujer en llegar al orgasmo, dijo mientras la miraba profundamente. Eliana sintió que un temblor la recorría. No dijo nada.
- ¿ Cómo sigue tu día? Preguntó Luis cambiando de tema, y tratando de acercarse a su sueño.
- Tengo que ir al departamento de mi hijo y quizás me quede hasta mañana, dijo con malicia.
El rostro de Luis señaló su decepción. Se quedaría con el hijo, y tal vez pasaría a buscarla por aquí en un rato. Bueno, la charla había sido interesante, al menos y confirmó que esa mujer le gustaba mucho, y lo calentaba horrores. Era cuestión de avanzar despacio pero sin pausa. ¿ Por qué no? Miró su reloj. La una y media. Habían conversado durante casi 90 minutos y sentía que apenas si habían hablado.
Por dentro Eliana se reía. Notó que lo había desarmado. El ingenuo se imaginaba a su hijo llegando en cualquier momento y no iba a avanzar mas. Mejor. Ella lo llevaría de la mano. Nunca lo había hecho, pero era hora que fuera más activa en conseguir lo que quería. Y a este macho lo quería . Ahora. Ya.
- De hecho, tengo que irme para allí, dijo confiando en la caballerosidad de Luis.
- Estás en auto? Preguntó él.
- No, mintió Eliana que lo había dejado en una playa cerca y pagado la estadía. No estaba a más de 15 cuadras del departamento y ese lugar era tan bueno como cualquier otro. Así obligaba a Luis a llevarla.
- Si no te molesta ni te comprometo, me encantaría acercarte, así podemos charlar un rato más.
- No quisiera que te molestaras, dijo modosita, mientras por dentro se felicitaba de su habilidad.
- No es ninguna molestia. Pago y salimos, Se levantó fue hasta la barra y pagó, mientras Eliana caminó hasta la puerta y lo esperó allí. Luis se acercó le abrió la puerta y apoyando su mano en la cintura caminó junto a ella mientras le comentaba como había cambiado la ciudad, pero en ningún momento intentó sacar su mano, y Eliana haciendo como que no se daba cuenta, disfrutaba de ese contacto. Esa mano la quemaba a través de la ropa.
Llegaron al auto y Luis abrió la puerta del lado del acompañante y luego que ella se hubiera acomodado, subió arrancó y partió siguiendo las instrucciones que ella le daba.
- Dime donde te dejo, dijo Luis pensando que ella se bajaría a una distancia prudencial para que su hijo no la viera
- Cuando lleguemos te digo.
El silencio en el auto se cortaba con un cuchillo. Eliana barajaba como arrastrar a Luis al departamento, y Luis buscaba una excusa para proponerle otro encuentro.
Cuando llegaron frente al edificio, Eliana le indicó que se detuviera. Luis miró y encontró un lugar para estacionar un poco más adelante. No era una calle muy transitada, pero le permitía intentar una invitación para un nuevo encuentro.
- Te agradezco el aventón. ¿ Quieres subir a tomar algo?
- No quisiera molestar a tu hijo, dijo dudando, sin entender lo que ella quería. ¿ Porqué quería que su hijo lo viera?
- No será ninguna molestia, dijo bajando y sin darle tiempo a insistir con su negativa.
Luis bajó y cerró el auto sin entender, pero se iba a cobrar esto. Estaba muy excitado e impaciente. Eliana sentía que Luis era una pila a punto de estallar y le gustaba.
Entraron al edificio, llamaron al ascensor, y cuando llegó entraron sin que nadie dijera una palabra. Cuando las puertas se cerraron, Luis se acercó la tomó de los hombros y se apoderó de su boca, con un beso suave al principio, pero que se fue haciendo mas y mas posesivo a medida que la hembra no intentaba resistirse. Cuando el ascensor se detuvo, le costó trabajo a Luis dejarla. Por fin se separó y la miró. Ella le sostuvo la mirada y no dijo nada, pero a la vez lo dijo todo. Luis pensó en llevarla a otro lugar. Un hotel, una plaza, debajo de un puente. En cualquier lugar donde pudieran estar solos y terminar lo que habían empezado. Sentía que si pasaba de hoy nunca más la tendría a su disposición. Con pena abrió la puerta del ascensor, sintiendo que ella se le escapaba, pero no podía ser. La respuesta del cuerpo de Eliana no podía engañarlo. Ella había disfrutado.
Eliana salió del ascensor pasando a su lado. Su cabello lo rozó, y su perfume lo invadió por completo.
- Por favor, vamos a otro lado, suplicó
Ella se dio vuelta y lo miró seria.
- ¿ Por qué?, preguntó
- Te deseo mucho. Necesito tenerte. Lo menos que quiero es charlar con tu hijo, por favor, volvió a suplicar.
- Te equivocas conmigo. No me conoces. Sígueme, le ordenó mas que le dijo, y se dio vuelta comenzando a caminar por el pasillo.
El la miró alejarse. Era perfecta. Cerró el ascensor y la siguió por el pasillo en penumbras. Por fin, ella se detuvo frente a una puerta, extrajo una llave de su bolso y abrió la puerta. Luis acomodó su entrepierna para que el hijo de Eliana no notara su erección.
Ella le franqueó la puerta, y la cerró detrás de él. Cuando se dio vuelta, el macho estaba de pie en medio de la habitación. Ella se acercó lentamente dejando de pasada su bolso sobre un sillón, y tomando su rostro, lo besó. Las bocas volvieron a fundirse, pero esta vez, fue ella la posesiva. Acarició su rostro, su cabello su cuello y se aferró a su espalda, mientras el bajaba las manos y la tomaba de la cintura.
- Tu hijo puede entrar, dijo Luis tratando de apaciguarla.
- MI hijo no está en la ciudad. Nadie va a venir, dijo ella volviendo a besarlo.
- Hermosa, dijo Luis mientras lentamente la llevó hasta apoyarla en la pared. Sus manos bajaron por sus piernas hasta encontrar el límite del vestido y desde allí subieron arrastrando lentamente hacia arriba la liviana tela de la prenda. Sus manos se quedaron en los muslos de la hembra, sintiendo la tersura de su piel y el calor que le quemaba las manos. Sus besos se hicieron mas y mas posesivos.
Las manos de ella, al sentir las caricias del macho, se aferraron a los cabellos de él.
Luis despegó su boca y bajó hasta su cuello, y mientras la besaba le susurraba al oído.
- Cuanto hace que quería tenerte así. Que placer. Voy a comerte toda, bombón.
Eliana se limitaba a suspirar y dejarse llevar por las sensaciones. Las manos del macho la invadían, la poseían, la enloquecían.
Por fin, se separaron. Se miraron con lascivia mientras recuperaban el aire.
Eliana se sentó en el sofá.
Luis, lentamente se quitó el sweter y comenzó a desabrocharse la camisa.
- Espera, espera, suplicó Eliana, mientras se levantaba del sillón y se acercaba al macho. Quitó las manos de Luis y las suyas siguieron con la tarea. El macho la dejó hacer, colaborando para facilitar su trabajo. Por fin la camisa dejó su cuerpo y terminó sobre uno de los sillones. Las manos de Eliana recorrieron el cuerpo del hombre. Estaba caliente.
Lentamente Luis la hizo girar, y tomando el cierre del vestido lo bajo sin prisa. Luego bajo los breteles y dejó que la prenda corriera hasta el suelo, cosa que hizo lentamente a partir de su liviandad y viscosidad. Un sonido apagado, avisó que ya no estaba cubriendo el cuerpo de su dueña. Los sensuales hombros de Eliana aparecieron en toda su dimensión. La estrecha cintura daba nacimiento a unas caderas rotundas. Un conjunto de lencería blanco, que parecía pintado sobre el cuerpo, completaba este cuadro digno de una exposición erótica. Las manos del macho bajaron por sus hombros y dibujaron sus costados para aferrarse por un segundo a la cintura. Luego siguió descendiendo hasta dibujar sus caderas. Luego volvió a subir, lentamente.
Eliana mientras, con los ojos cerrados, sentía estas incursiones, mientras se preguntaba como había llegado hasta aquí. Por un segundo tuvo miedo, pero de inmediato recordó que su marido hacía esto todos los días con distintas mujeres, y no parecía tener mucho miedo. Cuando volvía a casa estaba la mar de tranquilo. Ella no iba a ser menos. Confiaba en que este macho la dejara muy tranquila.
Cuando sintió que el macho desabrochaba el cinturón del pantalón bajó sus manos hasta la prenda, procediendo a desabrocharlo y a bajar el cierre de la bragueta.
Su mano se introdujo dentro de la prenda, y se sorprendió de la dureza que había allí adentro. Era un hombre mayor, pensaba que iba a tener que trabajar un poco para calentarlo, pero lo que encontró fue una sorpresa placentera. El macho estaba listo para ella.
Luis se quitó el pantalón y la ropa interior, quedando en medio del salón con su sexo duro como un mástil.
Eliana se alejó unos pasos y lo miró con deseo. Su lengua recorrió los labios humedeciéndolos y mostrando cuanto le gustaba lo que veía. Lo tomó de la mano y lentamente lo llevó al dormitorio. Luis caminaba detrás de ella disfrutando de la vista de ese cuerpo que sabía sería suyo en unos momentos.
El dormitorio estaba alfombrado con una alfombra muy mullida y contra una pared, una cama de 1 plaza era todo el amoblamiento. Eliana se sentó en la cama, esperando el accionar de Luis. Luis apagó la luz y la habitación quedó solo iluminada por los rayos de luz que se filtraban por los postigos de la ventana. Una cálida semipenumbra los cubría y aumentaba la lujuria del momento. Luis se acercó y la beso tiernamente en los labios, para luego lentamente convertir ese tierno beso en una posesión de su boca absoluta. Cuando se separaron Luis tomó la almohada y la arrojó al suelo.
- Querida, la cama es chica para lo que quiero hacer contigo, le dijo mientras la tomaba de la mano haciendo que se levantara y le indicaba que se acostara en la alfombra.
La imagen desde el piso de ese macho totalmente empalmado, no podía ser mas excitante. Lentamente Eliana se quitó su tanga y luego separó sus piernas, levantando sus rodillas. Ahora, el paisaje que Luis veía era también muy excitante. La hembra se le estaba ofreciendo sin restricciones.
Lentamente se arrodilló y sus manos recorrieron las piernas de Eliana, hasta llegar a su entrepierna. Su mano acarició sus labios vaginales y lentamente uno de sus dedos se introdujo en su sexo, arrancándole un gemido.
- Shhh, tranquila. Tenemos todo el tiempo del mundo. Tu no tienes que volver hasta mañana a la tarde, y yo puedo quedarme hasta cuando quiera. Vamos a disfrutar de este encuentro, querida, vamos a disfrutarlo, dijo mientras se agachaba y era ahora su lengua la que acariciaba su sexo.
Eliana, sorprendida, sintió esa lengua caliente y húmeda frotándola intimamente y sintió como una corriente eléctrica que la atravesaba. Sus piernas apretaron la cabeza del macho, presionando para que no se retirara, como si Luis pensara hacerlo. Nada mas lejos de su intención.
Durante un buen rato esa lengua la recorrió, la poseyó, la hizo gozar. Eliana con los ojos cerrados, acariciaba con una de sus manos el cabello del macho que le estaba dando tanto placer. Se sentía caliente como nunca. Sentía que su orgasmo crecía y descendía por oleadas, de acuerdo a lo que Luis hacía allí abajo. Y se entregó totalmente. Era su dueño. Hoy podría hacer con ella lo que quisiera. Cuando por fin Luis dejó la tarea y se acomodó entre sus piernas, ella lo miró. Suavemente él le quitó el corpiño que desabrochaba de adelante, dejando a la vista sus pechos. Luis los acarició y ahora, esa boca que había gozado de su sexo, comenzó a chupar sus pezones, sin pedir permiso, y es que, el macho sabía que ella no se opondría a nada que él quisiera hacer. Estaba en sus manos.
Cuando Luis subió acercando su cara a la suya, sintió una dureza que presionaba su sexo. Cuando levantó sus piernas y lo envolvió, la vara se acomodó en el camino correcto. Luis lo notó. Sabía que ahora solo le quedaba empujar hacia adelante. Sin embargo se quedó allí, y Eliana sentía el calor del sexo del macho que la quemaba. Comenzó a mover sus caderas tratando de empalarse, mientras Luis se apoderaba de su boca nuevamente. Un beso húmedo y profundo la sometió, el macho bajó una de sus manos, tomó su lanza y la dirigió a su sexo y con un empujón de cadera la clavó.
Eliana gimió sin sonido al tener la boca ocupada. Un nuevo empujón y la mitad de la lanza se alojó en su cuerpo. Luis se separó y le mostró un rostro transtornado por el deseo. La tomó de los hombros, y afirmándose la clavó hasta el fondo. Ahora sí. Era totalmente suya.
Se quedaron unos minutos quietos, escuchando solamente los jadeos del otro, tratando de recuperar el aire, y dominar el deseo. Luis quería que este encuentro durara mucho y que ella gozara como nunca había gozado. Quería tenerla para siempre.
Eliana se sentía llena como nunca. La herramienta de Luis era mas gruesa que la de su esposo. La sentía presionar contra las paredes de su sexo, que la apretaba como si fuera una mano enguantada que lo masturbaba. Contracciones involuntarias provocaban en el macho un placer insuperable. Lentamente Luis empezó a trabajarla con su verga. Comenzó a retirarse y volver a entrar hasta el fondo, observando las reacciones de la hembra ante la intrusión. El rostro de Eliana mostraba un placer inocultable. Cuando luego de un par de minutos la sintió venirse, se sintió muy satisfecho. Mientras ella gemía y gritaba el se detuvo y disfrutó de esa imagen. Ese hermoso rostro, totalmente desencajado por el clímax era algo que no se borraría jamás de su memoria.
Cuando ella se aflojo, sin sacarla la hizo girar hasta quedar de costado, uno frente al otro, con una de las piernas de la hembra debajo de su cuerpo y la otra encima, y su verga profundamente ensartada. Volvió a besar su cuello, sus tetas, su boca, mientras comenzó nuevamente a moverse dentro de ella.
Luis sintió que ya no podía controlarse. Su deseo lo iba venciendo. Trató de frenar, de prolongar el acto, pero le era imposible.
Eliana, ya recuperada de su orgasmo, notó la lucha del macho por dominarse, pero ella no quería que se frenara. Quería sentirlo derramarse dentro suyo.
- Dame todo, amor dame todo. Por favor, por favor, suplicó al oído del macho, y esto ya fue demasiado.
Luis aceleró. Su rostro se endureció, Una gota de transpiración bajó por su cara . Eliana lo miraba curiosa. Su esposo acababa como un trámite. Sin gozar como estaba gozando este macho con su cuerpo. Acarició su cabello mientras el aceleraba su penetración. Por fin, abrió sus ojos como dos platos y un gemido profundo, desde el fondo de su mente, le indicó a la hembra que ya lo tenía. Al instante un líquido caliente la inundó. Varios chorros siguieron al primero, y por fin, Luis se aflojó y se quedó quiero respirando agitadamente. Nunca había visto a un macho acabar de esa manera. Nunca había hecho el amor con un macho tan excitado. Su esposo nunca le dio esa sensación. Siguió acariciando su cabello, esperando que el se tranquilizara. Por fin Luis abrió los ojos y la miró.
- Eres extraordinaria. En mi vida había gozado tanto con una mujer.
- Y aún no has visto nada, dijo sinceramente Eliana, satisfecha con el orgasmo que había conseguido luego de mucho tiempo, y decidida a darle el mismo placer a quien se lo había obsequiado.
Lentamente se levantó, tratando de evitar que la simiente del macho se escapara y manchara la alfombra y fue al baño a lavarse. Sentada en el inodoro sintió como los chorros de semen salían de su cuerpo.
Luis acostado boca arriba, no podia creer lo que había pasado. Un reloj en la pared marcaba las cuatro de la tarde. Al menos habían pasado dos horas desde que llegaron al departamento. Y tenían por delante toda la noche. Hoy sería inolvidable.
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