Adrián como siempre, su trabajo en primer plano y su vida conyugal en segundo plano, de mi relación de pareja solo tengo una queja, lo sexual, como les he dicho, mi esposo es muy conservador y yo muy libidinosa, más aun, después de que Julián despertara la puta que todas llevamos por dentro.
Un fin de semana, Adrián y yo, decidimos visitar a mi suegra a su casa de playa, una doña, de 52 años, de porte muy conservador y elegante, una mujer muy centrada y firme en su creencias religiosa, viuda y vuelta a casar con Fernando, un hombre de unos 50 años, de porte viril, musculoso pero no por efectos de pesas, sino por efectos de trabajo, comenzó como caminero y en la actualidad es dueño de una gran flota de camiones, él y mi suegra son dos polos opuestos, las amigas de mi suegra rumoran que Fernando se casó con ella con la esperanza de convertirla en una pecadora, pero no logró su cometido, ahora carga con una fama de putañero.
El caso es que llegamos el viernes en la tarde, después de los saludos de rigor y acomodarnos en nuestra habitación, mientras cenábamos mi suegra le pidió a Adrián que al día siguiente le llevara para la ciudad ya que tenia que hacer una diligencia importantísima ya que Fernando no se encontraba, la ciudad queda a 2 horas aproximadamente.
A la mañana siguiente nos preparábamos, ellos para ir a la ciudad y yo para tomar el sol en la piscina, me puse mi traje de baño, bikini no hilo dental, esto debido a que recién casada con Adrián en una oportunidad, salí a tomar el sol con un hilo dental y a mi suegra de casualidad no se le desorbitaron los ojos, también ocurrió con Fernando, pero por distintos motivos, por sugerencia de Adrián evito usarlos delante de mis suegros.
Cuando se disponían a partir, llegó Fernando, saludo y despedida, se marcharon dejándonos a Fernando y a mí en la casa, la relación con mi “suegastro” es normal a pesar de que el tío no es santo de mi devoción, su fama de putañero, su descaro al mirarme, me viste y me desviste con la mirada, si sus ojos fuesen penes, me hubiese follado, lo hacen un tío pesado, con todo y eso, a veces Fernando es agradable, sobretodo cuando a mi suegra algo la escandaliza él lo convierte en algo jocoso.
Me encontraba acostada a orillas de la piscina tomando el sol cuando observé una sombra que se interponía entre el sol y yo, al levantar la mirada observé a Fernando con dos vasos de cuba libre (ron, coca cola y limón) estirando el brazo me ofreció uno, me incorporé observando a Fernando quien vestía un traje de baño que no disimulaba la gran polla que se ocultaba detrás de la tela, no pude evitar dirigir la mirada hacia ese lugar pero si pude esquivarla con rapidez, para no quedar en evidencia.
Charlamos cosa banales mientras tomábamos las cubas, de repente me dijo con tal naturalidad, que si lo deseaba me pusiera mi hilo dental para que tomara el sol como a mi me gustaba, que esas cosas, a él no lo escandalizaban, por lo contrario consideraba que si una mujer poseía una figura como la mía, debía exhibirla, además solo estaríamos los dos y ese sería nuestro secreto.
Me lo pensé y me dije ¿Por qué no? Así que subí a la habitación, busqué entre mis trajes de baño y me coloqué uno blanco, hilo dental, muy pequeño, se me había alborotado lo exhibicionista, me observé en el espejo y me gustó lo que vi, bajé a la piscina pensando en el morbo que me iba a dar el saber que Fernando estaría sufriendo viendo mi espectacular figura.
Mientras caminaba hacia la piscina, Fernando me esperaba con otra cuba libre y me observaba con ojos desorbitados, no perdía detalle de cada paso que daba, me lo imaginaba con la boca hecha agua, al llegar tomé el vaso y me acosté en la toall
a boca arriba, disimuladamente veía como me miraba de arriba a bajo, dejando la vista en el triangulito de tela que cubría mi coñito depilado, conversamos por un buen rato, mientras me untaba el bronceador, lo hacía de una manera seductora pero como quien no quiere la cosa, estaba jugando con los deseos libidinosos de Fernando, en realidad, jamás había visto a Fernando distinto al de esposo de mi suegra.
Al rato giré para colocarme boca a bajo, cosa que Fernando aprovechó para ofrecerse a untar el bronceador en mi espalda, en principio dudé en aceptar, pero finalmente, sin saber por qué, acepté, desenlazó los cordones de la parte de arriba del traje de baño, con la excusa de no mancharlos y de que no me quedaran marcas, sentí el gel tocar mi piel y sus manos callosas, manos de macho, de hombre rudo y trabajador, recorrer mi espalda, cerré mis ojos y deje que Fernando continuara su labor.
Sentía sus manos muy cerca de mis senos, luego bajaban por mi cintura, sin llegar a mis nalgas, sus manos estaban haciendo un efecto, con el cual no contaba, mi coñito comenzaba a acalorarse, comenzaba a dar muestras de gozo, mis pezones, por suerte, no a la vista de Fernando, estaban en su máxima erección, mantenía mis ojos cerrados, las manos de Fernando muy lentamente seguían untando o masajeando mi espalda, ya un poco más atrevidas, llegaban al inicio de mi raja, sin tocar totalmente mis nalgas, en mi interior deseaba que lo hiciera, muy astutamente preparaba el terreno, sentí gel en mis nalgas y escuché a Fernando decir que iba a bajar el hilo para no mancharlo, muy cuidadoso el tío, pensaba yo, sus manos manoseaban mis glúteos y sus dedos disimuladamente se perdían entre la rajita del culo, sin tocar mi orificio, delicadamente separó un poco mis piernas para untar bronceador en la parte posterior de mis muslos, así como en el área interna.
Mi coño palpitaba con cada roce de sus manos sobre mi piel, continuaba con mi cara entre mis brazos y los ojos cerrados como si con ello evitara la realidad y solo se tratara de un divino sueño, de pronto sentí como sus manos se posaban a los costados de mis caderas y el hilo dental se liberaba de entre mis nalgas y se deslizaba hacia mis tobillos, pensé en reaccionar, pero solo eso hice, pensar, además de levantar un poco mi pelvis para facilitar la salida del hilo dental.
Percibía la mirada de Fernando, imagino que contemplando el maravilloso panorama que mostraba mi desnudo culo, la verdad sea dicha, antes era poco lo que cubría el hilo de tela entre mis nalgas, luego de la pausa, sus manos volvieron a la carga, con la vía libre, sus dedos más osados que antes comenzaron el camino hacia la gruta húmeda de mi entrepierna, a lo lejos como si se tratara de un sueño, escuché la voz de Fernando decir; mi niña que mojadita estás, tienes un desagüe, pero no te preocupes que pronto lo solucionaremos, acto seguido dos de sus dedos se deslizaron o resbalaron producto de mi humedad y con la ayuda del lubricante del gel bronceador se perdieron en la profundidad de mi conchita.
No quería, ni siquiera pensar, en lo que estaba sucediendo, ni en sus consecuencias, eso lo dejaría para después, sus dedos, unos entraban y salían de mi concha, otros estaban intentando abrir mi hoyuelo trasero, el cual poco a poco estaba cediendo, los dedos que hurgaban mi húmeda gruta abandonaron su sitial para dar paso a un nuevo visitante, sin sacar el dedo de mi orificio anal y apoyando su otra mano a un costado, Fernando colocó su miembro en la entrada de mi hoguera, con sus piernas separó las mías, por instinto levanté un poco mi cola como para facilitarle la penetración, su poya apuntando firmemente a mi gruta y mi vagina preparada para recibirlo, se dio inicio a la tan esperada penetración, sin verlo podía sentir que tenía un tamaño descomunal, a mi mente vino el recuerdo de Bartolomé, sentí el trozo de carne abrirse paso entre mis paredes vaginales, Fernando me preguntaba si me gustaba, respuesta obvia, con voz casi apagada le contesté que siii!! Ya penetrada hasta el fondo, comenzamos un rítmico sube y baja, el mió más lento, en mi orificio anal ya tenía introducido dos dedos, que igualmente y compaginadamente, entraban y salían.
Durante varios minutos y dos orgasmos de mi parte, continuamos, hasta que Fernando dijo, ese culito ya está listo, te lo voy a llenar de lechita, ¿quieres chiquita? Preguntó, al igual que la vez anterior, con la voz semi apagada le contesté: sssiii!! Sin darme tie
mpo a pensar, mi culito era virgen, sacó los dedos de mi orificio y su pene de mi concha casi cronometrado, saliendo los dedos y su cabezota tomando su lugar, sentí como la barra se introducía en mi culito, no me dio tiempo a sentir si me dolía, cuando sentí su pelvis chocar contra mis nalgas, indicación que había entrado hasta el tope, sentí su cuerpo sobre mi espalda y su aliento sobre mi nuca, casi al oído me dio instrucciones, me dijo: mamita cuando sientas que te lo saco, aprieta las nalgas, como si quisieras atraparlo, cuando sientas que te lo meto, aflojas tus nalgas.
Como aventajada alumna en cuestión de sexo, seguí al pie de la letra sus instrucciones, siempre creí que el sexo anal seria doloroso, no se, si por haber dilatado mi esfínter con los dedos, el gel bronceador, la excitación y supongo que su experiencia en conjunto hicieron que el dolor no se sintiera, una vez acoplados a las instrucciones, la sensación era diferente a la de ser follada por la vagina, pero no menos deliciosa, el sentir el roce de sus vellos en mis nalgas y el pene rozando mis paredes intestinales hicieron explotar, realmente eso fue lo que sentí, una explosión orgásmica, un orgasmo diferente pero no menos delicioso, Fernando acabó en mis nalgas, su líquido caliente bañó ambos glúteos, y con sus manos lo regó en toda mis nalgas.
Una vez calmado los ánimos, Fernando se metió en la ducha del área de la piscina, mientras yo aun acostada pensaba que seguramente este era el comienzo de unas cuantas cogidas por venir
:autor:aninimo
Un fin de semana, Adrián y yo, decidimos visitar a mi suegra a su casa de playa, una doña, de 52 años, de porte muy conservador y elegante, una mujer muy centrada y firme en su creencias religiosa, viuda y vuelta a casar con Fernando, un hombre de unos 50 años, de porte viril, musculoso pero no por efectos de pesas, sino por efectos de trabajo, comenzó como caminero y en la actualidad es dueño de una gran flota de camiones, él y mi suegra son dos polos opuestos, las amigas de mi suegra rumoran que Fernando se casó con ella con la esperanza de convertirla en una pecadora, pero no logró su cometido, ahora carga con una fama de putañero.
El caso es que llegamos el viernes en la tarde, después de los saludos de rigor y acomodarnos en nuestra habitación, mientras cenábamos mi suegra le pidió a Adrián que al día siguiente le llevara para la ciudad ya que tenia que hacer una diligencia importantísima ya que Fernando no se encontraba, la ciudad queda a 2 horas aproximadamente.
A la mañana siguiente nos preparábamos, ellos para ir a la ciudad y yo para tomar el sol en la piscina, me puse mi traje de baño, bikini no hilo dental, esto debido a que recién casada con Adrián en una oportunidad, salí a tomar el sol con un hilo dental y a mi suegra de casualidad no se le desorbitaron los ojos, también ocurrió con Fernando, pero por distintos motivos, por sugerencia de Adrián evito usarlos delante de mis suegros.
Cuando se disponían a partir, llegó Fernando, saludo y despedida, se marcharon dejándonos a Fernando y a mí en la casa, la relación con mi “suegastro” es normal a pesar de que el tío no es santo de mi devoción, su fama de putañero, su descaro al mirarme, me viste y me desviste con la mirada, si sus ojos fuesen penes, me hubiese follado, lo hacen un tío pesado, con todo y eso, a veces Fernando es agradable, sobretodo cuando a mi suegra algo la escandaliza él lo convierte en algo jocoso.
Me encontraba acostada a orillas de la piscina tomando el sol cuando observé una sombra que se interponía entre el sol y yo, al levantar la mirada observé a Fernando con dos vasos de cuba libre (ron, coca cola y limón) estirando el brazo me ofreció uno, me incorporé observando a Fernando quien vestía un traje de baño que no disimulaba la gran polla que se ocultaba detrás de la tela, no pude evitar dirigir la mirada hacia ese lugar pero si pude esquivarla con rapidez, para no quedar en evidencia.
Charlamos cosa banales mientras tomábamos las cubas, de repente me dijo con tal naturalidad, que si lo deseaba me pusiera mi hilo dental para que tomara el sol como a mi me gustaba, que esas cosas, a él no lo escandalizaban, por lo contrario consideraba que si una mujer poseía una figura como la mía, debía exhibirla, además solo estaríamos los dos y ese sería nuestro secreto.
Me lo pensé y me dije ¿Por qué no? Así que subí a la habitación, busqué entre mis trajes de baño y me coloqué uno blanco, hilo dental, muy pequeño, se me había alborotado lo exhibicionista, me observé en el espejo y me gustó lo que vi, bajé a la piscina pensando en el morbo que me iba a dar el saber que Fernando estaría sufriendo viendo mi espectacular figura.
Mientras caminaba hacia la piscina, Fernando me esperaba con otra cuba libre y me observaba con ojos desorbitados, no perdía detalle de cada paso que daba, me lo imaginaba con la boca hecha agua, al llegar tomé el vaso y me acosté en la toall
a boca arriba, disimuladamente veía como me miraba de arriba a bajo, dejando la vista en el triangulito de tela que cubría mi coñito depilado, conversamos por un buen rato, mientras me untaba el bronceador, lo hacía de una manera seductora pero como quien no quiere la cosa, estaba jugando con los deseos libidinosos de Fernando, en realidad, jamás había visto a Fernando distinto al de esposo de mi suegra.
Al rato giré para colocarme boca a bajo, cosa que Fernando aprovechó para ofrecerse a untar el bronceador en mi espalda, en principio dudé en aceptar, pero finalmente, sin saber por qué, acepté, desenlazó los cordones de la parte de arriba del traje de baño, con la excusa de no mancharlos y de que no me quedaran marcas, sentí el gel tocar mi piel y sus manos callosas, manos de macho, de hombre rudo y trabajador, recorrer mi espalda, cerré mis ojos y deje que Fernando continuara su labor.
Sentía sus manos muy cerca de mis senos, luego bajaban por mi cintura, sin llegar a mis nalgas, sus manos estaban haciendo un efecto, con el cual no contaba, mi coñito comenzaba a acalorarse, comenzaba a dar muestras de gozo, mis pezones, por suerte, no a la vista de Fernando, estaban en su máxima erección, mantenía mis ojos cerrados, las manos de Fernando muy lentamente seguían untando o masajeando mi espalda, ya un poco más atrevidas, llegaban al inicio de mi raja, sin tocar totalmente mis nalgas, en mi interior deseaba que lo hiciera, muy astutamente preparaba el terreno, sentí gel en mis nalgas y escuché a Fernando decir que iba a bajar el hilo para no mancharlo, muy cuidadoso el tío, pensaba yo, sus manos manoseaban mis glúteos y sus dedos disimuladamente se perdían entre la rajita del culo, sin tocar mi orificio, delicadamente separó un poco mis piernas para untar bronceador en la parte posterior de mis muslos, así como en el área interna.
Mi coño palpitaba con cada roce de sus manos sobre mi piel, continuaba con mi cara entre mis brazos y los ojos cerrados como si con ello evitara la realidad y solo se tratara de un divino sueño, de pronto sentí como sus manos se posaban a los costados de mis caderas y el hilo dental se liberaba de entre mis nalgas y se deslizaba hacia mis tobillos, pensé en reaccionar, pero solo eso hice, pensar, además de levantar un poco mi pelvis para facilitar la salida del hilo dental.
Percibía la mirada de Fernando, imagino que contemplando el maravilloso panorama que mostraba mi desnudo culo, la verdad sea dicha, antes era poco lo que cubría el hilo de tela entre mis nalgas, luego de la pausa, sus manos volvieron a la carga, con la vía libre, sus dedos más osados que antes comenzaron el camino hacia la gruta húmeda de mi entrepierna, a lo lejos como si se tratara de un sueño, escuché la voz de Fernando decir; mi niña que mojadita estás, tienes un desagüe, pero no te preocupes que pronto lo solucionaremos, acto seguido dos de sus dedos se deslizaron o resbalaron producto de mi humedad y con la ayuda del lubricante del gel bronceador se perdieron en la profundidad de mi conchita.
No quería, ni siquiera pensar, en lo que estaba sucediendo, ni en sus consecuencias, eso lo dejaría para después, sus dedos, unos entraban y salían de mi concha, otros estaban intentando abrir mi hoyuelo trasero, el cual poco a poco estaba cediendo, los dedos que hurgaban mi húmeda gruta abandonaron su sitial para dar paso a un nuevo visitante, sin sacar el dedo de mi orificio anal y apoyando su otra mano a un costado, Fernando colocó su miembro en la entrada de mi hoguera, con sus piernas separó las mías, por instinto levanté un poco mi cola como para facilitarle la penetración, su poya apuntando firmemente a mi gruta y mi vagina preparada para recibirlo, se dio inicio a la tan esperada penetración, sin verlo podía sentir que tenía un tamaño descomunal, a mi mente vino el recuerdo de Bartolomé, sentí el trozo de carne abrirse paso entre mis paredes vaginales, Fernando me preguntaba si me gustaba, respuesta obvia, con voz casi apagada le contesté que siii!! Ya penetrada hasta el fondo, comenzamos un rítmico sube y baja, el mió más lento, en mi orificio anal ya tenía introducido dos dedos, que igualmente y compaginadamente, entraban y salían.
Durante varios minutos y dos orgasmos de mi parte, continuamos, hasta que Fernando dijo, ese culito ya está listo, te lo voy a llenar de lechita, ¿quieres chiquita? Preguntó, al igual que la vez anterior, con la voz semi apagada le contesté: sssiii!! Sin darme tie
mpo a pensar, mi culito era virgen, sacó los dedos de mi orificio y su pene de mi concha casi cronometrado, saliendo los dedos y su cabezota tomando su lugar, sentí como la barra se introducía en mi culito, no me dio tiempo a sentir si me dolía, cuando sentí su pelvis chocar contra mis nalgas, indicación que había entrado hasta el tope, sentí su cuerpo sobre mi espalda y su aliento sobre mi nuca, casi al oído me dio instrucciones, me dijo: mamita cuando sientas que te lo saco, aprieta las nalgas, como si quisieras atraparlo, cuando sientas que te lo meto, aflojas tus nalgas.
Como aventajada alumna en cuestión de sexo, seguí al pie de la letra sus instrucciones, siempre creí que el sexo anal seria doloroso, no se, si por haber dilatado mi esfínter con los dedos, el gel bronceador, la excitación y supongo que su experiencia en conjunto hicieron que el dolor no se sintiera, una vez acoplados a las instrucciones, la sensación era diferente a la de ser follada por la vagina, pero no menos deliciosa, el sentir el roce de sus vellos en mis nalgas y el pene rozando mis paredes intestinales hicieron explotar, realmente eso fue lo que sentí, una explosión orgásmica, un orgasmo diferente pero no menos delicioso, Fernando acabó en mis nalgas, su líquido caliente bañó ambos glúteos, y con sus manos lo regó en toda mis nalgas.
Una vez calmado los ánimos, Fernando se metió en la ducha del área de la piscina, mientras yo aun acostada pensaba que seguramente este era el comienzo de unas cuantas cogidas por venir
:autor:aninimo
18 comentarios - en la pileta con mi suegro
GRACIAS POR COMPARTIR HERMOSA
pasaste por mis aportes a la comunidad?
comentar es el mejor agradecimiento.
de esta forma te digo GRACIAS.
Muuuy caliente!
Gracias por compartir