You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Seis por ocho (66): Vuelo sin escalas.




Post anterior
Post siguiente
Compendio I


Aun estoy molesto con la aerolínea. Sé que Verónica no siempre viste las mejores ropas, pero que al momento de tomar su asiento aparezca una aeromoza, diciéndole que se ha equivocado de clase, creo que es una tremenda falta de respeto.
No les di tiempo para cambiarse y ella usaba un vestido de una pieza, bastante simple, con colgantes y sandalias. A ella le gustan esos tipos de vestidos y por eso siempre pensaba que Sergio debía aprovecharse, levantándole la falda y abusar de su tan accesible intimidad. Como era su costumbre, tampoco usaba sostén.
Amelia, por su parte, lucía más sobria, usando unos Blue Jeans y una de sus camisas blancas, con la cara de un angelito en su amplio busto y Violeta, pues ella usaba una falda rosada y una polera.
Sonia, por su parte, era más ejecutiva y usaba una falda negra de cuero y una camisa blanca. Aunque al principio bromeó conmigo, fue muy hospitalaria con ellas, ya que era la primera vez que subían a un avión.
Exceptuando a Violeta, todas ellas (incluyendo a Sonia) le tenían miedo al despegue, pero como es una experiencia que debes vivirla alguna vez, le dije a Verónica que se sentara a mi diestra, al lado de la ventana, para que viera lo seguro que era. Sonia se sentó a mi izquierda y las niñas se sentaron en la fila de adelante.
Fue tragicómico cuando nos ofrecieron la comida. Me preguntó discretamente cuál era la más barata y yo le dije que no importaba, que podía servirse lo que deseara y cuantas veces quisiera, ya que había sido cubierto por el pasaje.
También le mostré que los asientos tenían masajeadores incluidos, por lo que se lo encendí y se sintió tan cómoda que se durmió. Fue entonces que pude conversar tranquilamente con Sonia.
“¡Eres un verdadero goloso!” me dijo Sonia, burlándose, mientras que Verónica dormía pacíficamente. “¡Ahora estarán todas las mujeres en tu casa y vivirás acostado todo el día!”
“¡Claro que no!” le dije, rojo de vergüenza. “En realidad, las llevó porque no tienen donde más quedarse y para que me ayuden a armar una relación normal con Marisol.”
Sonia me miró un poco triste.
“¡Así que aun deseas eso…!” dijo ella.
“Sonia, yo te amo y no niego que disfruto mucho de tu compañía, pero el hecho es que no soy de esos que estén conformes con tener una novia en cada casa. Supongo que soy extraño… pero me gustaría estar con una sola mujer.” Le dije.
Ella sonrío.
“¡Marco, no tienes que preocuparte!” me dijo ella. “Sé que en el fondo, no es tu intención hacerlo y a veces me siento culpable por incitarte tanto, pero… no sé. Lo haces tan rico y me siento tan querida por ti, que me olvido que no tengo pareja. No me hago la ilusión de que algún día rompas con Marisol, huyas conmigo, nos casemos y formemos una familia, porque estás muy enamorado y sé que te remuerde la conciencia que hagas esto conmigo… pero yo trato de verte como un “novio de parche”. No eres el novio ideal, pero al menos me haces sentir bien, mientras encuentre a otro.”
“¡Gracias!” le dije, un poco triste.
“Como te digo… no sé, Marco… supongo que parte de tu encanto es que en el fondo, tú no quieres hacer esto y… bueno, cada vez que lo hago… siento como si me aprovechara de ti. Por eso, cada oportunidad que se presenta… la disfruto lo más que pueda… ¿Me entiendes?...” dijo ella, pero después puso una cara como si recordara algo. “Marco, ¿Podrías acompañarme?”
“¿Adónde?”
“Al baño.” Dijo ella, con una sonrisa muy amplia.
“¡Pero si sabes donde están!” le dije yo.
“¡Si, lo sé!” me dijo ella, mirándome con unos ojos tremendos. “Pero tú sabes de lo que dicen del sexo en los baños de avión… y bueno… quiero aprovechar de que es nuestro último viaje.”
“¡No, tú lo dices porque te gusta que te escuchen tener relaciones!” le dije, un poco avergonzado.
“¡Claro… que no! ¡No me gusta que la gente piense… que soy una puta o algo así!” al decir eso, sus ojos cambiaron. “¡Anda, vamos!”
“¡Está bien! ¡Pero sólo una vez! ¡Quiero pedir un jugo natural!” le respondí, algo avergonzado.
No sacaba nada con oponerme. Como ella dice, me instigaría y me instigaría, hasta que lo hiciéramos. Al menos, de esta manera, acabaríamos más rápido.
Esquivamos el control de las aeromozas y nos metimos en el baño. Sorpresivamente, era extremadamente pequeño. Pensé que por ser primera clase, sería más amplio, pero la realidad era que apenas podíamos permanecer en pie juntos. Contaba con un excusado, un lavamanos, un espejo, un depósito de jabón líquido, un secador eléctrico y un foco, en un espacio de 2X3m.
“¿Aun quieres hacerlo?” le dije, un poco decepcionado.
Pero ella estaba decidida.
“Si otros lo hacen…” dijo ella, sentándose en el excusado y bajándome la bragueta.
“¡Está bien!” dije, mientras ella se metía mi verga en la boca. “Pero… debes prometer… que no vas a gritar…”
Ella sonrió, con algunos jugos en sus labios.
“¡Tendrás de encargarte que no lo haga!” dijo, con una voz sensual.
Les digo: ella es una mamadora experta. Aunque un par de horas le estuve dando bien duro, nuevamente, seguía enterrándosela en lo más profundo de la garganta.
“¡Creo… que estoy listo!” le dije, al sentir mi erección al máximo.
“¡Si, pero quiero tragármelo! ¡No lo probaré hasta el lunes!” me dijo ella, chupando de una manera increíble.
Estaba en la gloria y ella me miraba con unos ojos de puta, mientras lamía el mástil, de base a punta. Incluso, le daba unos chupones al glande, con besitos pequeños, que lo hacían sentir incluso más bien.
“¿Podrías… apresurarte?... me tienes agonizando… lentamente.” Le dije, porque aunque eventualmente me correría, sé que puede chuparlo mejor y quería desembarazarme de eso pronto.
“¡Que malo eres! ¡Tienes un sabor rico y lo voy a extrañar!” me dijo, suspirando. “¡Esta bien! ¡Te daré en el gusto!”
Me hizo una de sus gargantas profundas y en 2 minutos, me corría abundantemente en su boca.
“¡Esta sopa es deliciosa!” dijo ella, limpiándose los restos que quedaban en sus labios y en mi falo.
“¿Te sientes satisfecha ahora?” le dije, sintiéndome entre violado y satisfecho.
“¡Claro que no! ¡Quiero sentirte adentro! ¡El fin de semana lo pasaré con mis juguetes y ninguno es tan bueno como tú!” dijo ella, poniéndose de pie y revisando la habitación.
“¿Estás diciéndome que me ves como un juguete?” le dije, mientras se trataba de acomodar encima del lavatorio.
Era demasiado alta y quedaba muy incómoda. Cuando se trata del sexo, Sonia puede ser muy decidida. Se apoyo en el excusado, para que lo hiciéramos a lo perrito, pero quedábamos a demasiada presión. Finalmente, se colocó frente al lavatorio y teníamos espacio suficiente para movernos.
“¿Trajiste condones, cierto?” preguntó ella, mientras me desabrochaba el pantalón.
“¡Por supuesto que no!” le respondí, algo irritado. “¡No pensé que los necesitaría en un vuelo de 4 horas!”
“¡Uy, está bien! ¡No te enojes!... igual, me gusta más cuando me la metes por detrás.” Dijo ella, mientras se levantaba la falda.
Yo estaba más avergonzado todavía…
“¿No estás usando calzones?” le pregunté, al ver como sentía su agujero con solo levantar su falda.
“En realidad, pensaba que tu sorpresa iba a ser durante el vuelo… y quería facilitarte las cosas… pero se siente bien agradable andar así.” Decía ella, empezando a mover sus caderas.
“¡No te voy a juzgar!... después de todo, me convenciste para hacer esto… pero te pido que esta vez, seas discreta… no sería difícil que nos sorprendieran y nos verían todos los otros pasajeros…” le dije, aunque no medí las consecuencias.
Ella se excitó y empezó a enterrársela más fuerte.
“¿Por qué… me dices… esas cosas?... ¡Me pones más caliente!” decía ella, empezando a alzar su voz.
Yo estaba complicado. No quería que me sorprendieran, así que le metí 2 dedos en la boca, para que los chupara.
“¡Diviértete con eso!” le dije, mientras ella empezaba a gemir.
Chupaba mis dedos de una manera muy sensual, casi como cuando lo hizo con mi verga. Su saliva era espesa y pegajosa.
Tomó mi mano libre y me hizo acariciar sus pechos, pero cuando la empezaba a bombear con más fuerza, me hizo masturbarla, acariciando su clítoris y penetrándola con los dedos en la vagina.
Me corrí un montón en su culo. Pero para limpiarnos, tardamos un buen rato por lo limitado del espacio.
“¡Sin calzón, olerás a sexo!” le dije yo, un poco preocupado.
“¡No importa! ¡Mientras seas tú, no me da vergüenza!” dijo ella, muchísimo más refrescada.
Abrimos la puerta y una aeromoza nos vio. Por su cara, venía a reprendernos, pero justo apareció Verónica.
“¡Marco! ¡Señorita Sonia! ¡Qué bueno que los encuentro!” dijo ella, feliz de vernos.
“¡Estábamos en el baño!” le dije.
“¡Yo volveré a mi asiento!” dijo Sonia, para darnos algo de privacidad.
“¡Qué bueno!... Quería pedirte algo… un tanto extraño… pero pienso que puedes entenderme.” Dijo ella, algo avergonzada.
“¡Dime que necesitas!”
“¿Podrías… acompañarme al baño?” dijo ella, muy colorada.
“¿Qué?” pregunté yo, sorprendido.
“¡No pienses que quiero hacer algo raro!...” respondió ella, muy avergonzada. “Pero en las películas, siempre dicen que estos baños te chupan… y bueno… me da un poco de miedo… y no creo aguantar mi pipi.”
Así que entré en la caseta del lado. No quería que sintiera el olor a sexo de Sonia. Se sentó en el urinario, mientras yo le tomaba la mano y esperábamos a que se descargara su vejiga.
“¿Sabes?... Lo que hiciste por mi hoy… fue una de las cosas más bonitas que has hecho…” dijo ella, un poco conmovida. “Yo estaba muy asustada, porque te veía tan amigo de Sergio, pero jamás pensé que harías algo como esto…”
“Bueno, no me habría sentido tranquilo si ustedes quedan abandonadas y sin hogar en medio de la nada.” Le dije mirando sus profundos ojos verdes y distinguiendo parte del escote y sus tremendos pechos.
Sentí como orinaba. No quiso mirarme, por pudor, pero me empecé a excitar. Cuando acabó, volvió a hablarme.
“Pues, ni siquiera Sergio… cuando éramos novios… había hecho algo así…” dijo, percatándose como crecía mi bulto. “Marco, ¿Te estás excitando?”
“¡Lo siento, es que no puedo evitarlo! ¡Tus pechos se ven tan apetitosos!” le confesé.
Ella estaba muy colorada…
“¡Pero Marco… yo soy mucho mayor!... casi podría ser tu madre… estoy algo vieja… y mis pechos no son tan elásticos… o bonitos como los de Amelia.” Dijo ella, cubriéndose el escote, pero sin parar de mirar el bulto.
“¡Pero te encuentro muy bien… y me excitas mucho!” le dije.
“¿De veras?” me preguntó, con esos lindos ojos verdes.
“¡Sí! Eres una mamá muy ardiente…” le respondí.
Ella se rió.
“Marco, ¿Cómo me dices esas cosas?” me miró a los ojos, sabiendo que no estaba bromeando. Dio un suspiro y preguntó. “¿Crees que pueda… hacer algo… para hacerte sentir mejor?”
“¡Podrías chuparla, si no te molesta, claro!” le dije, un poco avergonzado.
“¡Me encantaría!” dijo ella, bajándome la bragueta del pantalón. “¡Cielos! Siempre me impresiona lo gruesa que es…” dijo ella, metiéndoselo en los labios.
No es la misma chupada de Sonia, que le gusta tenerla en la boca y chuparla como si fuera un dulce. Verónica lo hace como si tuviera sed… no sabría como describirlo… como si fuera una niña pequeña, ansiosa por el biberón.
“¡Estás tan duro!... ¡Me estás poniendo muy caliente!...” decía ella, empezando a masturbarse.
“¡Tú también!... ¡Quiero metértela en la rajita!” le dije, ayudándola a ponerse de pie.
Intenté acomodarla sobre el lavatorio y encajó sin problemas. Su rajita quedaba justo a la altura de mi verga y lo que era mejor: podía comerme sus pechos.
“¡Ay, no hagas eso!... ¡Me harás gemir y me escucharan todos!...” dijo ella. Es bueno que ella sea sinceramente tan pudorosa como yo.
Le metí los mismos dedos en la boca y ella empezó a chuparlos con la misma pasión que Sonia.
“¡Marco… me siento muy bien!… en los pechos… y en mi rajita… pero… ¿Podrías meterme… unos dedos en el trasero?... ¡Sería estupendo!” dijo ella, jadeando.
“¡Pero… no podré comerte los pechos!” le dije, muy excitado bombeándola.
“¡No te preocupes… yo te los sujeto!” dijo ella, tomándolos con sus manos.
Le obedecí…
“¡Ay!... ¡Me siento tan rica!... ¡Te estás metiendo en todos mis hoyitos!... ¡Y te comes mis pechos!... ¡Eres bárbaro!” dijo ella, alcanzando un orgasmo.
Estuvimos así hasta que me puse a bombear más intenso. La besaba apasionadamente en los labios, mientras sentía sus pechos enterrarse sobre los míos.
“¡Estoy viendo… lucecitas!... ¡Lo haces tan bien!...” me decía ella, corriéndose una y otra vez.
“¡Verónica… me voy a correr!” le dije, conteniéndome hasta el último.
“¡Por favor, hazlo!... ¡Lléname con tu leche!... ¡Ah!... “
Tuve que besarla, mientras me corría en ella. Era muy intenso y sentía como su boca abría gritado, de no haberme besado.
“¡Eso… fue muy bueno!” decía ella, aun abrazada a mí, mientras esperábamos que mi verga bajara.
“¡No pienses… que por ser mayor… te ves mal!... ¡Encuentro que eres deliciosa!” le dije, tratando de recuperar el aliento.
Ella se rió.
“¡Eres un buen amante!” me dijo, suspirando y besando mi hombro. “¡Haces el amor bien rico y siempre tienes algo lindo que decir!”
Pasamos otro rato, nuevamente me aseé y salimos del baño. Verónica se ajustaba su vestido y salía muy avergonzada. La misma azafata de antes me volvió a distinguir, aunque estaba sorprendida al ver que no era Sonia y por lo visto, Verónica había salido muy complacida.
Cuando estaba a unos pasos para hablarme, Amelia nos saludó.
“¡Hola!” nos dijo.
“¿Qué haces aquí? ¿Dónde está Violeta?” preguntó su madre.
“La señorita Sonia la iba a cuidar, mientras tú volvías. Me dijo que viniera al baño, porque Marco tenía algo muy importante que enseñarme.”
Verónica me dio una mirada divertida, mientras que Amelia estaba expectante. Pensé “Ya van 2. ¿Qué tanto mal me hará una tercera?”
Entramos en el baño y no fue necesaria una mamada. Es decir, son riquísimas las de Amelia, porque es tan dedicada y preocupada de los detalles, pero ya estaba medio erecto cuando me la empezó a chupar.
No era mi intención correrme en su boca, pero su movimiento de lenguas es tan delicioso… que mi cuerpo no aguantó.
Ella estaba fascinada. Creo que le encanta mi sabor.
Entonces, la acomodé como a Sonia, ya que no andaba con preservativos. Ella estaba muy contenta y mientras la ensartaba por su cálido agujerito, me excitaba al ver el movimiento de péndulo de sus pechos.
Curiosamente, ella lamía su reflejo en el espejo…
“¡Marco!... ¡Extraño a mamá!... ¿Podrías meterme tus dedos en la rajita?... y me gustaría sentir algo en la boca… ¿Puedes besarme?”
Mejor que eso, repetí lo que había hecho con Sonia y con Verónica. Su lengua estaba inundada por saliva espesa y bien pegajosa.
Mientras que ella maximizaba su placer, tomándose los pechos. Yo estaba en el cielo…
Me corrí una última vez y estaba agotado. Ella me dio las gracias por el vuelo y por lo que habíamos hecho, así que nos aseamos y volvimos a nuestros asientos. Me sorprendió por tercera vez la azafata, pero esta vez, no dijo nada.
Como Verónica estaba en el puesto de Amelia, cuidando a Violeta, le dije que se sentara en la ventana, para que disfrutara aunque fuera un poco el aterrizaje.
“¿Todo bien?” dijo Sonia, sonriendo con malicia.
“¡Si, no hubo problemas!” presioné el botón y llamé a la sobrecargo.
Para mi sorpresa, apareció la azafata que me sorprendió 3 veces.
“¿Dígame?” me dijo, con una mirada extraña… como si le costara mantenerse profesional.
“¡Deseo tomar un jugo de durazno!” dije, al fin.
“¡Lo siento, pero el avión aterrizará en 10 minutos y no se pueden servir bebidas durante el aterrizaje!” dijo ella, marchándose.
Sonia se rió y yo también. Tomaría algo en el aeropuerto.
Nuevamente, se asustaron al aterrizar, pero les tomé las manos. Cuando salíamos, la azafata de las bebidas se puso en mi camino para despedirse, entregándome un papelillo. Se llamaba Jessica y quería que la llamara.
Sonia se rió discretamente al leer la nota.
Por primera vez, llegaba a casa y tanto Marisol como Pamela se veían contentas de vernos a Sonia y a mí llegar, pero más se sorprendieron al ver que nosotros mirábamos hacia arriba de la escalera mecánica y su madre y sus hermanas llegaban junto con nosotros.
Marisol estaba cautivada con la imagen de su familia, pero Pamela me puso esa cara de pocos amigos que ya estaba acostumbrada a ver.
Definitivamente, las cosas cambiarían de forma permanente, por estos lados…


Post siguiente

1 comentarios - Seis por ocho (66): Vuelo sin escalas.

DGE1976
Jajajajaja genial...lindos polvos en el avión...