Descubriendome-Episodio 2
El agua caía por sobre mi cabeza. Tenía la temperatura justa como para disfrutarla plenamente. De a poco me estaba recuperando. Me dolía el cuerpo, sobre todo la cola. Estaba cansada y quería dormir, pero también tenía hambre. Maca me enjabonó y limpió. Yo intentaba enjuagar mi vagina y mi cola. Cuando pasé la mano levemente enjabonada por atrás un ardor me invadió y mis muecas y gestos se hicieron evidentes.
-¿Estás bien?
-Si Maca. Me arde un poco. No puedo más.
-Mario es un animal.
-Y yo tuve la mala idea de hacerle el pedido equivocado.
-¡Ja! Creo que eso te va a enseñar a no andar desafiando al primero que se te cruce en el camino. -Nos reímos del último comentario.
-Tomá. Tengo esta cremita de caléndula que te va a hacer bien.
-Ufff. De tan solo rosarme con la punta del dedo me duele y me arde.
-No te preocupes. Te hace la cola una o dos veces más y ya no te duele. Todo lo contrario. Yo lo disfruto muchísimo.
Le sonreí deseando que eso no ocurriese nunca. No podía pensar en esa pija en mi culo nuevamente. Me dolía de tan solo pensarlo. De hecho me dolía aunque no lo pensara.
Maca me trataba con tanta dulzura que me conmovía. Aproveché que ella estaba desnuda senada al borde de la bañera y apoyé mi cabeza en su muslo. Ella comenzó a acariciar mis mojados cabellos y comenzó a cantar un tema de Axel. Yo amo a Axel. Por algún motivo ella y yo coincidíamos en muchas cosas.
Sumamos nuestras voces y comenzamos a cantar a dúo en voz baja. Con mis brazos rodeé su cintura y la apreté con fuerza haciendo que mi mejilla se pegara a su vientre. Nos quedamos así unos instantes. Podía sentir la calidez de su cuerpo y cómo lentamente nuestra respiración se iba sincronizando. Miré su entrepierna y vi su pene flácido perdiéndose entre sus muslos. Tenía la pelvis totalmente depilada. Ver su tersa piel tan de cerca me tentó y no pude resistirme más. Bajé mi mentó hasta posarlo sobre ese montecito que se formaba sobre su verga que ahora reposaba relajada. Aún tenía olor a sexo. inspiré profundamente permitiendo que esos aromas invadieran mis sentidos. Nuestra sincronía se rompió y ella se percató que yo estaba allí, disfrutando de su piel, de su perfume. Acerqué mis labios y la besé. Apenas pude escuchar su suspirar. Repetí la acción y la respuesta fue la misma, pero ahora era un poco más evidente. Esperé unos segundos, como para no ser fácilmente predecible. Ella sabía que lo volvería a hacer, pero yo podía jugar con el "cuando". Un nuevo beso y no hubo suspiro. Simplemente aflojó la tensión de sus muslos y sus piernas cruzadas se separaron un poco al relajarse. Ahora su pene estaba más a mi alcance. Extendí mi lengua y con ella recorrí el monte hasta llegar al nacimiento del tronco de su verga. Pude apreciar como su miembro se tensó y luego se aflojó. Eso me entusiasmó. Solté una de mis manos de su cintura y comencé a acariciar su muslo. Las caricias y mi lengua estaban haciendo efecto en su miembro. Lentamente este iba tornándose más rígido y mientras su tamaño aumentaba. Todavía no había llegado al tamaño en que lo había visto hacía unas horas, pero tenía demasiadas ganas de besarlo como para esperar. Lo tomé con mi mano sosteniéndolo por debajo del glande, llevé mi mano hacia su base y con ella se retrajo el prepucio. Podía apreciar el glande en todo su esplendor. Lo acerqué a mi boca y mis labios lo rodearon en un beso apasionado. Macarena estaba tomando mi mojada cabellera con una mano y hacía fuerza para impedir que mi boca fuera por más. Mi hábil lengua salió de su madriguera y fue en busca de su presa. La alcanzó y Macarena gimió. Ella retenía mi cabeza tomándola del cabello, aplicaba la fuerza suficiente para que yo no pudiese llegar. Sabía que era un juego. Mientras más fuerza hacía yo por tratar de alcanzar mi trofeo, más tiraba ella para alejarme de él. Pero era sólo un juego. Supongo que estaba calculando el momento exacto justo antes de darme por vencida, porque en cuanto esa idea se me cruzó por la cabeza, ejerció la fuerza opuesta. De un solo movimiento me obligó a tragarme toda su verga. Me atraganté y me asusté. Pensé que me ahogaba. Ahora mis manos estaban, una en su muslo y la otra sobre el borde de la bañadera, tratando de alejar mi cabeza de ese pedazo de carne. Ella estaba usando también sus dos manos para mantenerme ahí, con todo ese trozo duro dentro de mi boca, llegando hasta mi garganta. Comencé a hacer arcadas. Ya no controlaba esos actos reflejos. Fue entonces cuando dejó de hacer presión sobre mi cabeza y puedo al fin alejarme y relajar, al menos un poco, mi garganta. Me sentí aliviada, pero el alivio fue fugaz, nuevamente comenzó a hacer fuerza para que hiciera una garganta profunda con su verga. Casi no la oí. Tuvo que repetirlo nuevamente. "Relajate y disfrutalo" me dijo. Me estaba dando cuenta que era inútil ofrecer resistencia. Ella era más fuerte que yo. Cuando percibió que yo ya no ofrecía tanta resistencia comenzó a llevar mi cabeza rítmicamente de arriba hacia abajo. Mi boca llegaba hasta apenas besar su glande hasta engullirla por completo hasta llegar a tocar con mis labios sus testículos. La dejé hacer lo que quería. Me dolía la cola y ahora la garganta. El ritmo fue incrementándose y mi garganta se fue acostumbrando. Ya no me resultaba tan instintivamente repulsivo. En un momento tiró de mi cabello hacia atrás, levantándome la cabeza y separándola de su entrepierna lo suficiente para sentarse mejor introduciendo sus pies dentro del agua. Ahora estaba yo arrodillada frente a ella. Tomó nuevamente mi cabeza por la nuca y la llevó, ya sin resistencia, hasta que mi boca se devoró cada centímetro de pija. El movimiento pendular de mi cabeza era incesante. Lentamente a mis movimientos se fueron sumando los de su pelvis. Mientras yo me acercaba ella elevaba sus caderas para facilitar mi alimentación. Cuando mi boca se retiraba ella alejaba su miembro en sincro. Una y otra vez se fueron repitiendo los movimientos por segundos hasta que sentí que una tibia viscosidad invadía mi boca y se colaba por mi garganta. Todo ese elixir fluía indiscriminadamente de su verga y yo estaba llenando mis fauces de sus jugos plateados. Tiró de mi cabello una vez más hasta que mi boca llena de semen quedó apuntando al cielo raso. Ella acompañó el movimiento poniéndose de pie y descargando hasta la última gota dentro de mi boca.
-¡No lo tragues! -Me ordenó. -Quiero verte jugar con mi leche en tu boca.
Moví mi lengua dentro de mi cavidad bucal para juguetear con ese líquido viscoso. Hice gárgaras con él creo. Ella me miraba desafiante y yo me sentía completamente sumisa. Esto era parte de un juego que me gustaba y mucho.
-¿Te gusta putita?
Con la mano abierta impactó con fuerza mi mejilla mientras yo jugaba con su semen dentro de mi boca abierta. Con mi vista periférica pude ver volar, eyectadas de mi boca, algunas gotas que salpicaron su antebrazo.
-Ahora tragála toda. No quiero ver ni un rastro de leche.
Tragué hasta la última gota. Volví a abrir mi boca mostrándole como había cumplido con sus deseos. Recibí como premio una nueva cachetada. Señalando su antebrazo me indicó que lamiera las gotas que se habían depositado en él. Así lo hice.
-¡Qué nena más obediente! -Dijo saliendo de la bañera y tomando una toalla. Extendió su brazo acercándola a mí. La tomé y con ella envolví mi cuerpo. Recibí como premio otra cachetada.
-¡Secame los pies! -Exclamó con ímpetu. Me quité la toalla y le sequé sus pies y sus piernas que estaban mojadas hasta la pantorrilla.
-¡Listo! -Dijo ella y tomó la toalla arrojándola dentro de la bañera con agua.
-¡Ahora vení! -y me ordenó que la acompañara hasta el living donde estaban Mario y Juan.
-¿La estás disciplinando? ¡Era hora! -Dijo Mario.
-Tenemos que hacerlo, si no no aprenden más. -Acotó Macarena.
Juan me miraba toda mojada y aún goteando parada detrás de Macarena. Cuando volteó a verlo a Mario recibió un puñetazo en la barbilla. El impacto fue tan fuerte que lo noqueó inmediatamente. Al ver caer el cuerpo de Juan al piso no pude más que emitir un grito de horror. Macarena giró lentamente y asestó un duro golpe en mi plexo solar dejándome sin fuerzas para mantenerme de pie. Caí secamente de rodillas y sentí un dolor punzante en la nuca. Un golpe de puño impactó en la base de mi cráneo y me desmayé.
Descubriéndome (episodio 4)
El agua caía por sobre mi cabeza. Tenía la temperatura justa como para disfrutarla plenamente. De a poco me estaba recuperando. Me dolía el cuerpo, sobre todo la cola. Estaba cansada y quería dormir, pero también tenía hambre. Maca me enjabonó y limpió. Yo intentaba enjuagar mi vagina y mi cola. Cuando pasé la mano levemente enjabonada por atrás un ardor me invadió y mis muecas y gestos se hicieron evidentes.
-¿Estás bien?
-Si Maca. Me arde un poco. No puedo más.
-Mario es un animal.
-Y yo tuve la mala idea de hacerle el pedido equivocado.
-¡Ja! Creo que eso te va a enseñar a no andar desafiando al primero que se te cruce en el camino. -Nos reímos del último comentario.
-Tomá. Tengo esta cremita de caléndula que te va a hacer bien.
-Ufff. De tan solo rosarme con la punta del dedo me duele y me arde.
-No te preocupes. Te hace la cola una o dos veces más y ya no te duele. Todo lo contrario. Yo lo disfruto muchísimo.
Le sonreí deseando que eso no ocurriese nunca. No podía pensar en esa pija en mi culo nuevamente. Me dolía de tan solo pensarlo. De hecho me dolía aunque no lo pensara.
Maca me trataba con tanta dulzura que me conmovía. Aproveché que ella estaba desnuda senada al borde de la bañera y apoyé mi cabeza en su muslo. Ella comenzó a acariciar mis mojados cabellos y comenzó a cantar un tema de Axel. Yo amo a Axel. Por algún motivo ella y yo coincidíamos en muchas cosas.
Sabes bien
donde está
mi virtud,
mi verdad.
Yo también
sé de ti
tu ilusión,
tu soñar.
Besame,
no queda nada que explicar.
Afinidad
No me pidas más de lo que yo puedo amarte,
y verás que a nadie como a ti amaré.
Sumamos nuestras voces y comenzamos a cantar a dúo en voz baja. Con mis brazos rodeé su cintura y la apreté con fuerza haciendo que mi mejilla se pegara a su vientre. Nos quedamos así unos instantes. Podía sentir la calidez de su cuerpo y cómo lentamente nuestra respiración se iba sincronizando. Miré su entrepierna y vi su pene flácido perdiéndose entre sus muslos. Tenía la pelvis totalmente depilada. Ver su tersa piel tan de cerca me tentó y no pude resistirme más. Bajé mi mentó hasta posarlo sobre ese montecito que se formaba sobre su verga que ahora reposaba relajada. Aún tenía olor a sexo. inspiré profundamente permitiendo que esos aromas invadieran mis sentidos. Nuestra sincronía se rompió y ella se percató que yo estaba allí, disfrutando de su piel, de su perfume. Acerqué mis labios y la besé. Apenas pude escuchar su suspirar. Repetí la acción y la respuesta fue la misma, pero ahora era un poco más evidente. Esperé unos segundos, como para no ser fácilmente predecible. Ella sabía que lo volvería a hacer, pero yo podía jugar con el "cuando". Un nuevo beso y no hubo suspiro. Simplemente aflojó la tensión de sus muslos y sus piernas cruzadas se separaron un poco al relajarse. Ahora su pene estaba más a mi alcance. Extendí mi lengua y con ella recorrí el monte hasta llegar al nacimiento del tronco de su verga. Pude apreciar como su miembro se tensó y luego se aflojó. Eso me entusiasmó. Solté una de mis manos de su cintura y comencé a acariciar su muslo. Las caricias y mi lengua estaban haciendo efecto en su miembro. Lentamente este iba tornándose más rígido y mientras su tamaño aumentaba. Todavía no había llegado al tamaño en que lo había visto hacía unas horas, pero tenía demasiadas ganas de besarlo como para esperar. Lo tomé con mi mano sosteniéndolo por debajo del glande, llevé mi mano hacia su base y con ella se retrajo el prepucio. Podía apreciar el glande en todo su esplendor. Lo acerqué a mi boca y mis labios lo rodearon en un beso apasionado. Macarena estaba tomando mi mojada cabellera con una mano y hacía fuerza para impedir que mi boca fuera por más. Mi hábil lengua salió de su madriguera y fue en busca de su presa. La alcanzó y Macarena gimió. Ella retenía mi cabeza tomándola del cabello, aplicaba la fuerza suficiente para que yo no pudiese llegar. Sabía que era un juego. Mientras más fuerza hacía yo por tratar de alcanzar mi trofeo, más tiraba ella para alejarme de él. Pero era sólo un juego. Supongo que estaba calculando el momento exacto justo antes de darme por vencida, porque en cuanto esa idea se me cruzó por la cabeza, ejerció la fuerza opuesta. De un solo movimiento me obligó a tragarme toda su verga. Me atraganté y me asusté. Pensé que me ahogaba. Ahora mis manos estaban, una en su muslo y la otra sobre el borde de la bañadera, tratando de alejar mi cabeza de ese pedazo de carne. Ella estaba usando también sus dos manos para mantenerme ahí, con todo ese trozo duro dentro de mi boca, llegando hasta mi garganta. Comencé a hacer arcadas. Ya no controlaba esos actos reflejos. Fue entonces cuando dejó de hacer presión sobre mi cabeza y puedo al fin alejarme y relajar, al menos un poco, mi garganta. Me sentí aliviada, pero el alivio fue fugaz, nuevamente comenzó a hacer fuerza para que hiciera una garganta profunda con su verga. Casi no la oí. Tuvo que repetirlo nuevamente. "Relajate y disfrutalo" me dijo. Me estaba dando cuenta que era inútil ofrecer resistencia. Ella era más fuerte que yo. Cuando percibió que yo ya no ofrecía tanta resistencia comenzó a llevar mi cabeza rítmicamente de arriba hacia abajo. Mi boca llegaba hasta apenas besar su glande hasta engullirla por completo hasta llegar a tocar con mis labios sus testículos. La dejé hacer lo que quería. Me dolía la cola y ahora la garganta. El ritmo fue incrementándose y mi garganta se fue acostumbrando. Ya no me resultaba tan instintivamente repulsivo. En un momento tiró de mi cabello hacia atrás, levantándome la cabeza y separándola de su entrepierna lo suficiente para sentarse mejor introduciendo sus pies dentro del agua. Ahora estaba yo arrodillada frente a ella. Tomó nuevamente mi cabeza por la nuca y la llevó, ya sin resistencia, hasta que mi boca se devoró cada centímetro de pija. El movimiento pendular de mi cabeza era incesante. Lentamente a mis movimientos se fueron sumando los de su pelvis. Mientras yo me acercaba ella elevaba sus caderas para facilitar mi alimentación. Cuando mi boca se retiraba ella alejaba su miembro en sincro. Una y otra vez se fueron repitiendo los movimientos por segundos hasta que sentí que una tibia viscosidad invadía mi boca y se colaba por mi garganta. Todo ese elixir fluía indiscriminadamente de su verga y yo estaba llenando mis fauces de sus jugos plateados. Tiró de mi cabello una vez más hasta que mi boca llena de semen quedó apuntando al cielo raso. Ella acompañó el movimiento poniéndose de pie y descargando hasta la última gota dentro de mi boca.
-¡No lo tragues! -Me ordenó. -Quiero verte jugar con mi leche en tu boca.
Moví mi lengua dentro de mi cavidad bucal para juguetear con ese líquido viscoso. Hice gárgaras con él creo. Ella me miraba desafiante y yo me sentía completamente sumisa. Esto era parte de un juego que me gustaba y mucho.
-¿Te gusta putita?
Con la mano abierta impactó con fuerza mi mejilla mientras yo jugaba con su semen dentro de mi boca abierta. Con mi vista periférica pude ver volar, eyectadas de mi boca, algunas gotas que salpicaron su antebrazo.
-Ahora tragála toda. No quiero ver ni un rastro de leche.
Tragué hasta la última gota. Volví a abrir mi boca mostrándole como había cumplido con sus deseos. Recibí como premio una nueva cachetada. Señalando su antebrazo me indicó que lamiera las gotas que se habían depositado en él. Así lo hice.
-¡Qué nena más obediente! -Dijo saliendo de la bañera y tomando una toalla. Extendió su brazo acercándola a mí. La tomé y con ella envolví mi cuerpo. Recibí como premio otra cachetada.
-¡Secame los pies! -Exclamó con ímpetu. Me quité la toalla y le sequé sus pies y sus piernas que estaban mojadas hasta la pantorrilla.
-¡Listo! -Dijo ella y tomó la toalla arrojándola dentro de la bañera con agua.
-¡Ahora vení! -y me ordenó que la acompañara hasta el living donde estaban Mario y Juan.
-¿La estás disciplinando? ¡Era hora! -Dijo Mario.
-Tenemos que hacerlo, si no no aprenden más. -Acotó Macarena.
Juan me miraba toda mojada y aún goteando parada detrás de Macarena. Cuando volteó a verlo a Mario recibió un puñetazo en la barbilla. El impacto fue tan fuerte que lo noqueó inmediatamente. Al ver caer el cuerpo de Juan al piso no pude más que emitir un grito de horror. Macarena giró lentamente y asestó un duro golpe en mi plexo solar dejándome sin fuerzas para mantenerme de pie. Caí secamente de rodillas y sentí un dolor punzante en la nuca. Un golpe de puño impactó en la base de mi cráneo y me desmayé.
Descubriéndome (episodio 4)
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