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Solas En Casa.

bienvenidos a mi relato!


Bien. Hola, hola. Aquí los saluda Jackeline con nombre de usuario en p! @jack_chato , ,

Estoy aquí para presentarles un nuevo relato., un relato lésbico que viví . No soy precisamente buena en esto, sin embargo, me esmeré mucho en escribir teniendo como meta hacerlo lo más expresivo posible. Espero haberlo conseguido.

Dicho esto, espero disfruten la lectura.

Solas en casa.

Resumen: Una pareja aprovechando que la casa está sola.


***
No sabía cómo había llegado ahí, pero sí lo que me había motivado. Quería verla y ya. Tenía calor y quería que me acompañara a beber algo helado, quizá caminar un poco por el parque, y luego encontrar un rinconcito en donde besuquearnos sin mucho cuidado, sin temor a que nos pillen y se arme el escándalo. Que la madre de mi novia lo sabía, claro, pero tampoco nos gustaba abusar.

Fue ella precisamente la que me recibió en la puerta. La saludé amablemente, ya la conocía desde hacía tiempo y me caía muy bien, la quería sin duda alguna, y sabía que ella me quería a mí. Me dijo que se iba a hacer unos mandados, y que la haragana de su hija apenas se estaba bañando. Me despedí con un beso, y una vez la vi llegar a la esquina, me metí de una buena vez en el lugar.

Estaba haciendo planes en mi cabeza, quizá me podía quedar a dormir, besuquearnos todo la noche, porque me encantaban sus labios y me encantaba besarla. De paso nos meteríamos mano sin quitarnos la ropa, y nos regalaríamos bonitos orgasmos y dormiríamos en paz. Amanecería y me regresaría a mi casa, y a mi madre le diría que me había quedado a dormir donde la loca de mi amiga, y como no sospechaba ni sabía nada, de un regaño no pasaría.

Pero cuando abrí la puerta, todas mis ideas montaron vuelo y desaparecieron en el amplio horizonte en el mar a muchos kilómetros de donde me encontraba, porque allí estaba ella, acostada sobre la cama, con una toalla precariamente envolviendo su cuerpo.

Me acerqué lentamente, me pregunté si se había dormido antes de bañarse o después. Noté su cabello húmedo y ahí supe la respuesta. Me senté en la orilla de la cama, y cuando ésta se tambaleó al recibir mi peso, ella también lo hizo. El movimiento hizo que la toalla también se moviera, dejando al descubierto uno de sus pequeños pero apetecibles senos. Le pezón resaltaba aún humedecido, endurecido por el agua fría con la que seguramente se había duchado.

Me incliné más sobre ella y le robé un beso. Ella se agitó, entre abrió los labios pero no dijo nada.

—Ya me excitaste —le susurré.

Sus párpados se movieron un par de veces pero parecía seguir sin querer despertar.

—Vamos, que tu madre acaba de salir. Aprovechemos.

No dijo nada, pero de pronto noté como sus lindos labios esbozaban una sonrisa pícara y tentadora.
Inmediatamente me quité los zapatos. ¡Malditos zapatos y malditas agujetas imposibles! Me demoré un poco pero pronto me encontré sobre ella, comiéndole los labios como me había enseñado a hacerlo, y recibiéndome como yo le había dicho que me gustaba. Su boca se abrió dispuesta, su lengua se me presentó sumisa y a la vez violenta. Mordí su labio inferior, succioné el superior, luego introduje mi lengua hasta alcanzar el paladar de su boca. Sentí su saliva como mía.

— ¿Y a ti qué mosco te picó? —inquirió, sorprendida y complacida.

— ¡Este mosco! —la señalé —. Que te vi y me mojé, ¡qué quieres que haga! Me excitas.

—Me doy cuenta —sonrió, invitándome a continuar.

Me perdí en la curvatura de su cuello, en su mentón y en sus hombros. Dejaba besos, lamidas y mordidas en el camino, aun sabiendo que una vez descubriera las marcas, me reñiría como nunca. Ah, podía soportar una regañada, pero en ese momento, no podía soportar la idea de detenerme. Y continúe.

Froté mis manos contra la tela de mi pantalón para calentarlas. Luego, como hormigas siguiendo un caminito, las yemas de mis dedos encontraron el camino desde sus caderas hasta sus senos. Retiré un poco la toalla para dejarlos ambos al descubierto. Con la palma los bordeé, deslizándola sutilmente de arriba abajo, sin cubrirlos plenamente, sólo bordeándolos, mientras embelesada, miraba sus claros pezones mientras estos se endurecían. Besé generosamente sus labios, para luego concentrarme plenamente en sus pezones.

Me gustaban sus pezones, no tan oscuros, pequeños y puntiagudos. Con la punta de la lengua los bordeé, dejando humedad allí, por donde ésta pasaba. Luego atrapé la punta entre mis labios, ejerciendo un poco de presión, no mucha, sólo la necesaria.

Rápidamente le quité la toalla y la mandé a volar. Quedó tirada en un rincón, no supe ni mi interesaba. Mientras mis labios seguían jugueteando con sus pezones, mis dedos comenzaron a hacerlo en su abdomen, así, por encimita, tocando ligeramente, deslizándome más abajo, para terminar acariciando su entrepierna, cerca y lejos a la vez; luego sus muslos, nuevamente su vientre, su bajo vientre, otra vez sus piernas. Ella se agitaba, buscaba mis manos, se abría y suspiraba.

Decidí dejar el jugueteo, pronto mis dedos otra vez se encontraron en su bajo vientre, pero esta vez no los desvié a ningún otro lado, siguieron bajando hasta encontrarme con su humedad. Una suculenta humedad que tentaba mi lengua. Deslicé los dedos suavemente. Sentí su clítoris como si palpitara, y lo palpé con cuidado, a una velocidad incitante pero moderada.

Ella se retorció un poco, gimió. Me asió por el cuello, pero luego levantó mi rostro a la altura del suyo y me comió la boca. La besaba mientras mis dedos la complacían. Sus caderas habían comenzado a moverse, buscando arrancarle más intensidad a mis caricias. Me separé un poco y la quedé viendo fijamente. Con mucha paciencia comencé a introducir un dedo dentro de ella. Mientras lo hacía, ni siquiera me atreví a quitarle la vista de encima. Ella me miraba y yo a ella. Estaba igual que excitada que yo, podía verlo en sus ojos.

Agobiada por mi paciencia, empujó sus caderas, envolviéndome por completo. Le sonreí pícaramente y ella me devolvió la sonrisa. Luego, dejando muchos besos por todas partes, fui descendiendo, hasta que mi lengua probó lo que tanto había estado esperando.
Su cuerpo se tensó una vez más mientras la punta de mi lengua bordeaba pacientemente su clítoris.

La movía con movimientos circulares, luego la presionaba intermitentemente, acercando más mis labios para intentar atraparlo entre estos, y chuparlo y succionarlo a mi antojo, pero a veces se me dificultaba, y esa ocasión fue igual, terminé entonces con sus labios mayores entre los labios de mi boca.

Ella volvió a estremecerse.

Aproveché e introduje mi lengua, la moví lo mejor que pude, esperando que mi mejor esfuerzo no la desilusionara. Su cuerpo siguió tensándose, y la vi sujetar las sábanas con fuerzas.

Una vez más me sentí tentada a penetrarla con mis dedos, pero esta vez introduje dos y comencé a explorarla, a llenarla con movimientos circulares, rápidos y lentos, separando mis dedos dentro, intentando meterlos hasta donde ya no pudiera más. Mientras lo hacía ella se reincorporó un poco, se sostenía con sus codos, sus piernas cada vez más abiertas mientras me miraba fijamente, yo le despegué la vista únicamente para seguirla besando ahí donde tanto me gustaba saborearla.

Porque me gustaba su sabor. Al inicio no me había terminado de acostumbrar, pero después simplemente me encantó. Ella era mi primera novia, y ella siempre lo supo, por eso tuvo la paciencia para enseñármelo todo.
Se terminó de reincorporar aplastando mi mano en el proceso. Me abrazó y me besó. Mis dedos seguían prisioneros en su interior.

—Me cortarás la circulación —reí medio en broma medio en serio.

—Ah, déjalo así —sonrió, y luego comenzó a moverse.

Se movía sobre mi mano mientras yo intentaba que mis dedos conservaran una posición rígida. Sus caderas subían y bajaban rápido y lento. Ella se sostenía de mi cuerpo pero luego se sostuvo echando sus brazos para atrás. De esa manera pude ver como ella misma hacía todo el esfuerzo para que mis dedos la penetraran a su antojo. Me comencé a sentir un poco excluida, la verdad.

Debió notarla, porque nuevamente envolvió mi cuerpo con sus brazos y luego de darme un profundo beso, me dijo:

—Oye, quítate la ropa. Anda, date prisa.

—Bueno...

—Vamos, que si mi madre nos encuentra, prefiero que nos encuentre a las dos en cuero y no sólo a mí.

—Ah, sí me dijo que iba a hacer mandados, deja la paranoia —le dije mientras me desvestía.
No me contestó, me jaló y me tumbó sobre la cama y se sentó a horcajadas sobre mí. Dirigió rápidamente su mano entre mis piernas, y me miró sorprendida.

—Estás empapada.

—No sé por qué te sorprende.

—Ni yo misma lo sé.

—Tonta.

—Es que estás mojada mojada.

—Gracias por la aclaración —bufé, divertida.

—Mira —dijo haciéndose un poco para atrás como para despejare la vista —. Así como estás, entran dos, de un solo.

—Ya pareces de película porno.

—No sé, jamás he visto una película porno.

—Claro, porque lo que vimos la última vez fue puro arte.

—A su manera lo era.

— ¡Contigo no gano ni una!

Siguió estimulándome con sus dedos, pero yo lo que quería era otra cosa. Al entrar en su habitación y encontrármela dormida sólo usando una toalla, se me antojó complacerla, y nada más. Se me antojó perderme entre sus piernas y besarla hasta que mis labios quedaran empapados, sentir su cuerpo tensarse en un orgasmos que me haría sentir mejor conmigo misma. A veces estaba de humor para eso, más que para ser complacida, porque a veces era eso lo que más me complacía.

—Deja.
— ¿Qué?
—Vamos. Abre, abre.
— ¡Qué! —Me miró desconcertada.
Le hice que abriera un poco las piernas mientras se sostenía de rodillas, yo me posicione debajo de ella.
—No me vayas a aplastar la cara.
—Serás —bufó.

En esa postura introduje mis dedos. La penetraba rápidamente mientras con la lengua seguía estimulándola. Mi rostro se había perdido por completo entre sus piernas. Ella se echó para adelante sintiéndose traicionada por sus rodillas, se sostuvo entonces también con sus brazos pero teniendo cuidado de no sofocarme. Aunque, pensándolo un poco, no me habría molestado en lo más mínimo morir así, con sus labios húmedos y abiertos cubriendo mi rostro.

Poco a poco fui cambiando mis métodos. Separé, todo lo que pude, sus labios mayores y pasé mi lengua por toda la zona como si jamás se me hubiera ocurrido probar ahí. Sentí los pliegues de sus labios menores con la punta de mi lengua, y luego volví a probar suerte con su clítoris. Tenía el rostro empapado, pero me encantaba saberla excitada gracias a mis caricias. Así que repetí la rutina un par de ocasiones más, hasta ensartarle la lengua hasta donde me ajustaba. No estaba muy segura de muchas cosas, pero me dejaba llevar porque ella me encantaba.

Fue entonces cuando comenzó a gemir con más frecuencia. Se contenía, por lo que pude notar, porque sabía que cuando podía, gemía hasta dejar su garganta irritada. Supe que ya no podía más, porque el peso de su cuerpo comenzó a amenazarme. Acerqué mis labios todo lo que puede, para sorber por última vez, para besarla en toda su extensión y entonces le pegué una pequeña mordida y haciendo sus piernas al lado, me liberé y me reincorporé sobre la cama.

— ¿Querías ya? —inquirí mientras con mis manos y el reverso de mis brazos secaba mi labios.
—Está bien —susurró. Su pecho era un delicioso ir y venir entrecortado y violento.
—Hay goteras aquí —bufé, burlona.
—Tú eres una babosa, esa es toda tu saliva, no te metas con mis fluidos vaginales.
— ¡Contigo ni una! En serio
Rió y se acercó a mí. Con sus manos ayudó a terminar de limpiar mi rostro y luego me plantó semejante beso que me cortó la respiración.
— ¿Cómo quieres venirte? —me susurró.
—Ah, deja —me defendí —. Que ahorita lo que quiero es darte un orgasmo, uno que duela.
— ¡De dónde sacas esas cosas! —rio con más fuerza.
—Ah, vaya, yo aquí queriéndote dar el paraíso y tú sueltas semejante carcajada. Me lástimas, eh. Me cortas la inspiración —reí.
—Ya, sigue, pero con los dedos.
— ¿No estás irritada?
—Todavía no, además, quiero tu boca libre. Quiero que me beses, aquí —dijo, señalando sus labios —, en la boca.

Si tenía algo más que decirme, no lo supe porque no se lo permití. Me hice con sus labios en un ataque violento en el que nuestros dientes se rozaron en más de una ocasión, los que nos hizo ahogar sendas carcajadas por la torpeza de nuestros actos. Poco a poco la fui acostando, hasta quedar completamente encima de ella. En el momento que volví a introducir mis dedos, ella estiraba uno de sus brazos para alcanzarme e introducir los suyos en mi interior, mientras el otro sujetaba mi nuca, clara muestra de que no quería que nuestra sesión de besos concluyera para que así yo pudiera atender otros asuntos. Pero si eran esos labios los que querían atención, quién era yo para negarme.

Sin embargo, la carne es débil, y yo podía notar como ésta me llamaba a otras zonas. Pero cuando solté sus labios para atender nuevamente sus senos, ella me miró, severamente y me dijo:

— ¡En la boca te digo!
La miré desconcertada un momento, pero luego volví a reír. Su rostro ya mostraba las líneas de una tensión que no podía seguir siendo ignorada. Una tensión que se extendía y me envolvía a mí con sus poderosos brazos uniéndonos como si fuera una sola.
— ¡Mandona! —exclamé justo sobre su boca.
Ella volvió a esbozar una sonrisa, sentí en mis labios el movimiento de los suyos, pero pronto vi como perdían forma. La besé.
— ¿Ya? —gemí.
—Ya casi —gimió como respuesta.

Saqué mis dedos y me dediqué a acariciar ahí, justo donde los pliegues de sus labios menores se unían, recorriendo, en repetidas ocasiones, la distancia entre ese punto y su clítoris.

— ¿Ya? —inquirí una vez más.

Esta vez no me contestó. Sustrajo sus dedos de mi interior y con ambas manos sujetó mis hombros. Su espalda se curvó, su respiración se detuvo por un segundo, como si sus pulmones guardaran el aire que pronto iba a ser liberado en forma de un prolongado suspiro. Me abrazó ahora por completo, escondiendo su rostro en mi cuello, con los labios entreabiertos humedeciéndome plácidamente mientras los suspiros se escapaban con más violencia. Y luego, después de un poco de silencio y algo más de tensión, ahogó en mi piel ese gemido que tanto me habría encantado escuchar. Luego de otro par de segundos, buscó mis labios y me besó profundamente. Estaba agitadísima, y el sudor de su frente y el rubor de su rostro, me regalaron una visión maravillosa.

Sin tomar uno que otro suspiró, ella flexionó su pierna, la cual colocó entre las mías. Enseguida comencé a friccionarme contra su piel. Mi vulva, irritada por no haber recibido tanta atención, de pronto se mostraba complacida. Sin dejar de besarla seguí frotándome contra su pierna. Me separé un poco para verla. Sus ojos vidriosos me miraban, expectantes. Deslizó su mano dentro. El estar apoyada contra su pierna facilitó la firmeza de la penetración, y yo moví mis caderas con presurosa torpeza, deseosa de terminar por fin para que sus brazos me envolvieran en un restaurador abrazo mientras ambas tratábamos de controlar nuestra agitación. Ella hizo lo suyo, empujando todo lo que pudo.
Ayudé a sostenerme colocando mis brazos a ambos lados de su cabeza, mientras mis caderas iban y venían contra su pierna, contra la mano que apoyaba sobre ésta, en un intento sofocante por sentir sus dedos más dentro de mí.

— ¿Ya? —sonrió.

No contesté. Sentía como mis brazos cedían, pero los obligué a sostenerme, quería que ella me mirara, que viera fijamente mi rostro mientras el placer del orgasmo distorsionaba mis facciones. No pudiendo más cerré los ojos, mi aliento dejaba mis labios por borbotones, sentía mis senos batirse a medida que intensificaba los movimientos. Gemí. Un segundo después, utilicé toda mi fuerza para una última y certera estocada, dejé que todo el peso de mi cuerpo devorara sus dedos, y entonces, apenas viéndola detrás de mis ahogados gemidos, y con su mano libre acariciando mi rostro tiernamente, no pude más, y juntando mi frente con la suya, por fin dejé que mi cuerpo experimentara lo que minutos antes le había permitido experimentar a ella.
Cae rendida, con el pecho agitándoseme con violencia. Ella me digo algo, depositó un beso en mi mejilla y me abrazó con fuerza.

Las dos estábamos empapadas, cansadas y complacidas. Sentí, que todas nuestras sesiones anteriores confluían en un punto en lo más profundo de mi interior que me decía que no iba a encontrar semejante compatibilidad en ninguna otra parte. Sonreí tenuemente al recordar nuestros primeros y muy vergonzosos primeros intentos, en donde apena habíamos logrado conectarnos en menor grado, pensar que todos esos intentos fallidos habían contribuido a hacer del sexo lo que ahora significaba para ambas.

Me reincorporé un poco y la besé ligeramente.

— ¿Recuerdas nuestra primera vez?
— ¡Oye! —exclamó, contrariada —. No lo arruines. Todavía siento vergüenza. Ni menciones la segunda ni la tercera ni la cuarta, si vamos al caso.
—Gruñona.

Me desplomé de nuevo sobre ella, quien me recibió con un nuevo abrazo. Más sumisa ya, busqué sus labios, los besé con más paciencia, dejé que ella se colocara encima de mí, que siguiera besándome, porque me encantaba más cuando ella me besaba. Lo abracé con más fuerza, me perdí en sus labios. Nuestros cuerpos juntos, húmedos y pegajosos, no nos incomodaban, pero habíamos perdido la noción del tiempo, no sabíamos cuando su madre podría regresar.

—Sólo durmamos. Nos verá dormidas bajo las sábanas y no sospechará nada.
Me quedó viendo con un «¿estás de broma?» Y no dije nada más. Igual pasaron los minutos y ninguna soltaba a la otra. Los besos se fueron atenuando, casi desapareciendo, y el placentero cansancio se fue apoderando de nosotras, debilitando nuestras ganas de hacer cualquier otra cosa, subyugando nuestras pupilas mientras nuestra respiración se normalizaba.

No nos dormimos, pero no embargó una sensación de quietud tan placentera que no estábamos dispuestas a sacudírnosla de encima con tanta prisa. A pesar de los riesgos, permanecimos acostadas un buen rato.
Cuando su madre llegó, ambas ya estábamos bañadas y listas. La pereza ahora se había apoderado de nuestros cuerpos y mis intenciones de salir a pasear se redujeron a nada.

—Traje helado —dijo su madre.

Devoré un tazón entero de helado con jarabe de chocolate ante la mirada atónita de mi novia y su madre, que no daban crédito a que alguien devorara helado con tanta prisa.
Para la hora de la cena, una pregunta se me presentó tentadora:

— ¿Te quedarás a dormir?

Sonreí por lo bajo, me encogí de hombros y contesté:

— ¿Por qué no?

Fin.

***
Los comentarios siempre son bienvenidos.

¡Gracias por leer! :)

11 comentarios - Solas En Casa.

JonhCas
Excelente relato amiga!! excitante! volveré!,

Solas En Casa.
fordshelbycobra +1
especial me gusto mucho, pasa por los mios y decime que te parecen.
JonhCas
regresé mi +10 para vos! saludos!
caballoski +1
medajaste cachuo jajaj me gustan las lesbianas 🙂
jack_chato
mmm gracias por pasar bebé ❤️
sleepmaster +1
Me gustó mucho... la verdad es que escribís bien... y caliente!!!
Te dejo mis puntos de hoy.
SuperEdge88
Tienes talento para escribir, que rico la pasaste, gracias por compartir! 😉
tatuscore
Muy bueno, ahora me has dejado el deseo de practicar y alguien además de mi te lo agradecerá.
narutito87
tremenda sesión de sexo :F:F gracias por el relato muy bueno realmente 😀 saludos
hot
jack_chato
es mi imaginación o me estas devolviendo los pts? 😬 pol q eso siento s:
narutito87
@jack_chato siempre intento pasar por quienes se pasan por mis post 😀 saludos 😉
Si-Nombre
Excelente muy bueno gracias por compartir eres toda una artista felicitaciones