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Seis por ocho (39): Sonia es mi jefa




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Compendio I


Cuando llegué al terminal, me lavé las manos. Era una lástima, porque los jugos de Amelia son deliciosos. Pero era hora de entrar a trabajar y no podía tener olores raros.

Sonia se notaba más triste esa mañana. Lucía nuevamente su blusa azul eléctrico y sus pantalones de cuero, pero su mirada era un poco más fría de lo habitual.

Seis por ocho (39): Sonia es mi jefa

“¡Hola!” me dijo, sin besarme la mejilla o un abrazo.

No quise preguntarle qué le sucedía. Ella siempre tenía libertad para hablar de lo que quisiera, pero esa mañana, ni siquiera quería arrimarse a mi lado.

Trabajamos, pero no era lo mismo. Estaba empezando a preocuparme. Llevábamos 4 días en la faena y francamente, mis avances eran nulos. Estuve repasando algunos apuntes universitarios y aparentemente, no podría rastrear el origen de “Amelia” por parámetros de dispersión, ya que los pulsos electromagnéticos no se ven afectados de la misma manera que un sonido.

Estaba encerrado y no tenía ideas. Necesitaba despejarme…

Me llamó la atención que ni siquiera me hiciera un comentario por mirar la ventana. En la capital, no me dejaba mirar más de 3 minutos, ya que el tiempo era dinero, pero ahora estaba tan bloqueado, que miraba por más de 10, sin encontrar una solución.

Fui a verla a su escritorio. Apenas me vio.

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“¿Cómo vas?” pregunté.

“Ya tengo registrados desde los sectores 1 al 12.” me dijo, sin darme mucha atención.

“¡Vaya! ¡Eres simplemente excepcional!” le dije “Sabía que era una buena idea traerte.”

Estimaba que había ingresado unos 80 equipos al sistema. Era increíble. Pero a pesar de mis palabras, no parecía escucharme.

“¿Te gustaría ir a almorzar? Estoy bloqueado y me haría bien distraerme un poco.”

“¡Muy bien!” dijo ella, tomando sus cosas, pero igual de distante.

Comimos, pero la situación no mejoró. No me habló durante todo el almuerzo. Luego regresamos a trabajar y esa vez, ella marchó directamente a su escritorio. No quería chuparme ni nada. Su mirada era bastante fría.

“Sonia, ¿Te pasa algo?” le pregunté, finalmente.

“No, nada. ¿Por qué?”

“Pues has estado actuando extraña hoy.”

“¿Por qué lo dices?” me dijo con un poco de enojo “¿Es porque no me he acordado de eso?”

Señalaba mi pene.

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“No, para nada. Solo te encuentro distante.”

“¿Distante? ¿Yo estoy distante?” levantaba la voz, con sus ojos húmedos.

“Sí, pienso que estás enojada conmigo, pero no sé por qué no sigues siendo mi amiga.”

Estalló en llanto.

“¿Amiga? ¿Sólo me ves como una amiga?”

“Pues sí. Eres mi mejor amiga.” Le dije, algo afligido.

“Entonces… ¿No me quieres como lo haces con Marisol, con su prima o con su madre?”

“¡Por supuesto que no!” le respondí con franqueza.

“¡Jamás pensé… que fueras tan insensible!” me dijo, mirándome con furia y empezando a guardar sus cosas.

“Pero Sonia, no puedo quererte como ellas, porque te quiero por cómo eres tú.”

Mis palabras la detuvieron.

“¿Tú… me quieres?” me miró ilusionada.

“¡Claro que te quiero! ¡Eres mi mejor amiga!”

“¿Sólo…eso?” me preguntó ella, bajando la mirada.

“Pues sí. Siempre has estado a mi lado, incluso antes de que conociera a Marisol.”

“¿Y a pesar de todo… lo que hemos hecho… me sigues queriendo igual?” decía ella, quebrándose la voz.

“Pues, sí…” entonces comprendí “Sonia, ¿Me estás diciendo…?”

“¡Renuncio!” me gritó ella “¡Me voy a mi casa! ¡No quiero seguir trabajando aquí!”

Pescó sus cosas y empezó a irse.

“Sonia, yo te quiero así… porque nunca pensé que me quisieras.”

La detuve en sus pasos…

“Siempre has sido tan sería y te sabes arreglar tan bien sola, que jamás pensé que podría gustarte.”

“¡Eres… un tonto!” la escuché decir, sin darse vuelta para verme.

“Eso siempre lo he sabido. Por eso, he sido tu amigo por tanto tiempo. Sabes muchas cosas que yo desconozco y te aprecio por ser paciente y enseñarme.”

Finalmente, giró y me miró a los ojos.

“¿Me estás tomando el pelo?” sus lagrimas se apilaban en el marco de sus lentes.

“Claro que no.”

“¡Marco, te he entregado mi cuerpo por 3 días!” me decía ella, llorando a borbotones y tomando mis mejillas con una sola mano. “¿Alguna vez pensaste en qué quería yo?”

“No. Yo sólo te dejaba hacer y que me usaras, como tú quisieras.” Le respondí con franqueza.

Esas palabras la quebraron. En realidad, no deseaba acostarme con ella cuando vino. Es decir, tenía la ilusión tras la mamada que me dio en el hospital, pero ella es mi amiga y si deseaba hacer algo, era cosa de ella.

“¿Puedes… abrazarme?” preguntó, con los ojos como platos.

“¡Claro!”

La abracé tomándola por la cintura.

“¡Bésame!” ordenó.

Era un maniquí a su disposición. La besé apasionadamente, sintiendo su cálida lengua mezclándose con la mía.

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“¡Dime que me amas!”

“¡Te amo!” respondí.

“¿Qué es lo que te gustaría hacer conmigo?”

“Las cosas que te hicieran feliz.” Respondí.

Ella estaba perpleja.

“¿Desde cuándo querías hacer eso?”

“Hace bastante tiempo.” respondí.

“¿Y por qué no lo hiciste?”

“Porque nunca me dijiste que lo hiciera.” Respondí.

“¡Hazme el amor!” me dijo.

“No puedo.”

“¿Por qué?” preguntó ella, algo decepcionada.

“2 razones: no he traído preservativos y no tenemos tanto tiempo para hacerlo hasta que quedes satisfecha.”

Era verdad. Estuve tentado a traer preservativos, pero pensé que estando dentro de ella, no me detendría por unas 4 o 5 horas.

Ella sonrío, más animada.

“Dime por qué me amas”

“Te amo porque eres segura de ti misma, logras lo que te propones, siempre eres cordial. Además, te amo porque tienes un trasero hermoso y una bonita figura.”

Ella se volvió a reír.

“Dime por qué me trajiste aquí.”

“Te traje aquí porque eres mi mejor amiga y solamente en ti puedo confiar para este trabajo. Sé que con tu determinación y astucia, este proyecto será un éxito.”

“¡Oh, Marco!” me abrazó y me besó nuevamente.

“¡Bien, Marco! Quiero que me hagas feliz por el resto del día.”

“¿Qué quieres que haga?”

“Lo que tú creas que me va a gustar más.” Dijo ella, sonriendo ilusionada.

La senté en su escritorio, le saqué sus pantis y empecé a lamerla.

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“¡Ay!... Lo estás haciendo… ¡Ah!... bien, ¡Sigue así!...”

Daba lo mismo. De cualquier manera, estaba pegado en mi trabajo…

Pero no contamos con que llegara el supervisor.

Seis por ocho (39): Sonia es mi jefa

“¡Hola!...ando buscando a Marco, ¿Le ha visto?”

“¡No!” dijo ella “Creo que anda… por abajo.”

Estaba bien sofocada. Era una situación graciosa…

“¡Qué raro! No lo vi entrar a la mina.”

“Pues debe andar… ¡Por ahí!” dijo ella, cuando le metí dos dedos en su jugosa cuevita.

“Bueno, de cualquier manera, quería aprovechar la oportunidad…” dijo con un poco de timidez el supervisor “…Si acaso le gustaría salir conmigo más tarde.”

“Pero usted… ¡Ah!... está casado” decía ella, en su primera corrida de la tarde.

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“Bueno, sí. Pero usted no imagina lo solitarias que son las noches por acá.”

Esa era una línea más vieja que el hilo negro…

“Lo siento… pero por ahora… ¡Ay!... no puedo ayudarlo.” Decía ella, gimiendo, mientras que su rajita chupaba mis dedos.

“¿Le pasa algo?” preguntó el supervisor, con un tono de preocupación.

“¡No!... es que tengo que ir… al baño y me estoy… aguantando…”

Todo eso era cierto…

“¡Pues no se preocupe por mí! ¡Puede ir sin problemas!”

Sonia dio un leve gemido.

“¡No… importa! ¡Tengo que terminar… ¡Ay!... estos datos y me voy…!”

En realidad, ya se iba… se iba corriendo por segunda vez. Yo seguía lamiendo y metiendo mis dedos en su jugoso y cálido interior.

“¡Ustedes, los de la capital, son otra cosa! ¡Si me dan ganas de ir al baño, no me aguanto y voy!” dijo el supervisor, con mucha simpleza.

Ella sonrió, aunque podía sentir cómo sudaban sus muslos.

“Bueno, al menos le pregunté sin que Marco me viera.” Dijo el supervisor.

“¿Por qué…lo dice?” preguntó Sonia, algo intrigada y excitada.

“Quizás, no esté en mi lugar decirlo, pero él siempre la mira de una manera distinta. No sé si se ha dado cuenta, pero creo que usted le gusta a Marco. Es un tipo sencillo y creo que tendría mucha suerte si usted sintiera lo mismo.”

El rubor de la cara de Sonia era por varias razones…

“¡Bien, señorita! ¡La dejaré trabajando! ¡No se afane tanto y vaya de vez en cuando al baño!”

“No se preocupe… me iré luego… ¡Adiós!”

Ya se estaba yendo… por tercera vez.

Apenas se cerró la puerta, se apartó de mí y me miró a los ojos.

“¡No deberías… haber hecho eso!” me dijo, con una mirada avergonzada que conocía bastante bien.
Al igual que Verónica y Marisol, sus labios decían una cosa, pero en el fondo lo había gozado.

Yo me reí.

“¡Quería hacerte feliz!” le dije yo.

“¿Podrías mañana… traer condones? Estoy cansada de anotar y bueno… tú estás bloqueado en tu trabajo. ¿Te parece si nos tomamos el día libre?...para poder relajarnos un poco.” Me decía toda colorada.

“¡Por supuesto!” Le respondí “Pero trataremos de cerrar la puerta con llave.”

Ella sonrió.

En el trabajo, ella era mi jefa… y mi única labor era complacerla…


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1 comentarios - Seis por ocho (39): Sonia es mi jefa

jucerid
Esta escena me hizo recordar a la de Count down, cuando la amante se mete debajo del vestido de la novia y le succiona los jugos sin que el novio se percate.. excelente!!!