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Seis por ocho (26): Turbulencia




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Compendio I


Sonia no podía creerlo.
“¿Dices que accedió a compartirte con su prima?”
“Sí, y eso no es todo. Me dijo que no le importaba que le fuera infiel.”
“¿En serio?”
“Me dijo que no me culpaba. Si alguien se acostaba conmigo, era porque podía ver mi ternura, mi cariño y comprensión. Todas esas cosas que le gustaba de mí.”
Sonia se burló.
“¡Te conozco por más de 3 años y aun no he visto qué tan tierno eres tú!”
“¡Y eso no es todo…!”
Hubo un ligero apagón en la cabina que me interrumpió.
“¿Qué es lo que pasa?” preguntó asustada.
“No debe ser nada. Probablemente, es una nube de tormenta.”
Luego, vino el remezón.
“¡Ah! ¡Voy a morir!” dijo asustada.
“¡Cálmate! Debe ser una turbulencia.”
Sonó la campana, con un aviso del capitán.
“¡Se ruega a los señores pasajeros ajustar sus cinturones!... ¡Se ruega a los señores pasajeros ajustar sus cinturones!” con la misma voz relajada y ronca de siempre. También encendieron las luces.
“¡Vamos a morir!” decía Sonia, casi llorando.
“¡Calma, calma! ¡No es para tanto!” le dije, tomando su mano.
Entonces, caímos unos diez o quince metros.
“¡Ay, no! ¡Abrázame, por favor!” me decía muy asustada. La abracé, acariciando su cabello para calmarla.
Las luces parpadearon un par de veces, y cayeron unas maletas, pero el avión volvió a estabilizarse.
Entonces, vi a una azafata caminando…

Seis por ocho (26): Turbulencia

“¿Qué carajos?”
Con mi otro brazo, la tomé entre las piernas y la así hacia mi cuerpo. Fue justo el momento en que otra turbulencia sacudía la cabina. Caímos otros veinte o treinta metros. La gente gritó cuando se apagaron las luces e incluso la azafata se tomaba asustada a mi espalda, para que no la soltara.
Cuando las luces volvieron, mi mano había subido tanto en su falda, que podía ver su calzón de encaje blanco, sobre sus bien torneados músculos y podía palpar su peluda rajita.
La solté de mi agarre y estaba lacia. Podía sentir sus tibios pechos sobre mi espalda, mientras que Sonia seguía aferrada a mi brazo. ¿Qué clase de azafata era ella, que no sabía que no se puede caminar por la cabina, en medio de una turbulencia?
“Señores pasajeros, rogamos que disculpen la molestia. Al parecer, atravesamos un pequeño frente de baja presión. Se les ruega permanecer sentados en sus asientos.”
De repente, se escuchó una voz.
“Diana! Diana! Darn it! I told you to stay put!” (¡Diana! ¡Diana! ¡Carajos! ¡Te dije que te quedaras quieta!)
“Miss? I believe she is who are you looking for…” (¿Señorita? Creo que es ella a quien está buscando…)
Era una azafata pelirroja, americana, de unos 38 años, con buena figura y se había hecho las tetas. Al parecer, trataba de mantenerse vigente en su trabajo.

tetona

(¡Sí!¡Gracias, señor! ¡Disculpe las molestias!)
(¡No hay problemas!... pero creo que se desmayó.)
“Oh, dear!” (“¡Oh, cielos!” Aunque la traducción textual sería como “¡Oh, querida!”)
(¿Podría traerme un vaso de cola?)
(¡Por supuesto!)
Aunque complicada por dejar a su compañera en ese estado, la americana era una profesional.
Mientras la azafata iba a buscar la bebida, le pedí a Sonia que me soltara. Seguía aferrada como un marisco a una piedra.
“¡Sonia, necesito usar los dos brazos!”
“¡No! ¡No me dejes!” decía llorando.
“¡No seas boba! ¡No te voy a dejar!” le dije, logrando zafarme de su agarre. “¡Solo quiero acomodarla en mi asiento!”
Deposité el delicado e inerte cuerpo de la azafata, apreciando sus bonitas piernas, sus pechos medianos y su cara…
“¡No puede ser!” exclamé.
¡Era la misma azafata de mi primer vuelo al mineral! ¡La que me preguntó por el beso que Pamela me había dado!
“Here´s your drink sir!… Oh, dear! How is she?” (¡Aquí está su bebida, señor!... ¡Oh, cielos! ¿Qué es lo que tiene?)
(Creo que es un mareo. Probablemente se desmayó por la caída.)
Unté mi dedo índice en la bebida y se lo metí en sus labios. No puedo evitar de pensar que fue muy excitante…
(¿Señor, qué es lo que hace?)
(Estoy viendo si puedo hacer que recupere el sentido)
Lo hice otras dos veces. A la tercera, su mirada parecía enfocarse.
“¡Ah!¡Es usted!” me gritó al reconocerme.
Su compañera dio un suspiro.
“Thank you, sir! Thank you kindly!... I was so worried.” (¡Gracias, señor! ¡Muchisimas gracias!... Estaba tan preocupada)
Me abrazó por la espalda, enterrándome esos enormes pechos de silicona… excelente
(¡Diana! ¿No te dije que te quedaras quieta?)
“Yes, ma’am!” respondió la azafata, algo desanimada.
(Señorita, ¿Podría hablar con usted en privado?)
(“ciertamente”)
Siempre pendiente de Sonia y alejándome solamente dos pasos de ella, le pedí que dejara pasar la falta a Diana.
(¡Pero, señor!...estoy evaluando…)
Le puse un dedo en los labios…
(¡Mire! Sé que está evaluando su desempeño, pero me haría sentir muy incomodo el saber que la está reprobando, después de haberle ayudado. ¿Podría dejarla pasar, sólo esta vez? Le apuesto que ya aprendió su lección.)
Ella sonrió con ternura.
(¡Está bien! ¡Pero sólo esta vez!
"Thank you, miss…” aproveché de ver sus grandiosas tetas, buscando la etiqueta… “Rachel! You're very kind!
(¡Gracias, señorita Rachel! ¡Es usted muy amable!)
“Sure… no problem!” (¡Claro, no hay problemas!) “Come on, Diana! Let's go to the back! (¡Vamos, Diana! ¡Regresemos a atrás!)
(¿Sería posible que se quedara un rato? Recién se recuperó, así que todavía puede necesitar un rato para descansar.)
“All right!” dijo, dándome una sonrisa coqueta.
“Diana, ¿Te sientes mejor?” le dije, acariciando su cabeza suavemente.
“Sí, pero Miss Rachel…”
Le puse el dedo en sus labios.
“¡No te preocupes! Ya hablé con ella, así que no tienes que preocuparte.”
Diana me abrazó entre lágrimas.
“¡Gracias! ¡Muchas gracias!”
“¡Ya, ya!” le dije en el oído “¡No llores tanto! Una mujer del aire debe sonreír todo el tiempo…”
Le hice sonreír, mientras se secaba sus lágrimas y volvía para atrás.
Sonia tenía los ojos como platos.
“¿Hablas inglés?”
“Claro.” Le dije “¿Acaso crees que eres la única con una habilidad especial?”
Ella sonrió.
“Apuesto que ahora sí me crees que tengo un lado tierno.”
Al aterrizar, mientras avanzábamos por el pasillo, me encontré con Diana.

azafata

“Este es mi teléfono… por si desea salir a charlar o algo así.” me dijo, pasándome un papel, aunque muy pendiente de la mirada de Sonia.
Yo le mostraba el papel y ella sólo sonreía.
En la entrada para la manga, nos esperaba Miss Rachel.

americana

“Sir!”
“Yes, miss Rachel?”
“Uhm… would you like to grab a drink a bit later, in the afternoon? I really had a good time and I wanted to make it up to you…”
(¿Le gustaría tomarse un trago, más rato, por la tarde? La pase muy bien y quería ver si podía compensarlo…)
Palpé mi bolsillo trasero. Muchos condones…
“Sure! Where do we meet?” (¡Seguro! ¿Dónde nos encontramos?)
“Uhm… this is my hotel, and that´s my phone number. How about we meet at the lobby, around eight?”
(Este es mi hotel, y ese es mi número de teléfono. ¿Qué tal si nos juntamos en el lobby, como a las ocho?)
“Sure. I´ll call you!” (Seguro. ¡Yo le llamaré!)
Miss Rachel nos sonrió y nos agradeció por nuestra preferencia.
Mientras caminábamos por la manga, Sonia me decía
“Lo veo y no lo creo…”
Curiosamente, lo volvería a decir en un par de días más…
Ella estaba sorprendida… y eso que aun no salíamos de la manga del avión…


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