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Seis por ocho (22): Acuerdos




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Compendio I


Pueden pensar que dormir con dos hermosas mujeres en la misma cama debe ser una bendición o algo así. Para mí, en realidad, era una dulce condena.
Nuestra cama matrimonial es de unos 2 metros de ancho, aproximadamente. Aunque originalmente tenía pensado comprar una más pequeña, con el pasar de los meses de dormir con Marisol, aprendí que mi preciosa novia peleaba karate en su sueño y en más de una ocasión, me vi al borde de caerme del catre.
Desperté alrededor de las seis de la mañana y la visión que tuve, me empalmó en pocos minutos: Pamela dormía, con una mano sobre su cabeza y no se había fijado como uno de sus colgantes había expuesto uno de sus majestuosos pechos al aire. En su sueño, ocasionalmente lamía sus labios, lo que la hacía verse más deseable.
Quizás se pregunten “¡Pues, amigo! ¿Por qué no atacaste? ¡Marisol te dio permiso y todo!”. La razón era mi brazo enyesado.
Como recordaran, tras romperle la quijada a la mierda del padre de Pamela, me fracturé dos dedos y disloqué algunos músculos. Aunque el médico que me atendió (el mismo doctor que el día anterior me había dado licencia por fatiga y que ahora estaba bastante divertido, porque me decía que “No había deuda que no se pagara, tarde o temprano”) me dijo que sería temporal, que el yeso era para proteger el resto de la mano, puesto que había quedado demasiado sensible con el golpe. De cualquier manera, antes de que terminara la semana, debía ir para que me lo retirara y después me colocaría algo más pequeño, para sustentar los dedos lesionados.
Retomando la historia, esa misma mano era prisionera del abrazo de Marisol. Se aferraba a ella con fuerza, pero aunque podrían pensar que era una lástima, en realidad no, ya que me apretaba el brazo con sus menuditos pechos y mis dedos quedaban alojados a la altura de su peludita conchita, por lo que no podía quejarme.
Traté de deslizar mi mano libre sobre ese enorme pecho, pero repentinamente, Pamela dio un giro y quedo exponiéndome su culito. Al parecer, no me tenía mucha confianza por la noche, pero igual habría estado dispuesta para “juegos nocturnos” ya que pude distinguir el hilo dental negro con el que estaba durmiendo.
Traté de agarrar ese tierno culito que no había tomado en días, pero simplemente, estaba fuera de mi alcance.
Fue entonces que despertó Marisol. Me sonrió y me preguntó cómo me sentía. Me dio un beso y me dijo que iba a desayunar…
Siempre me causaba gracia cuando Marisol me decía que mi leche era parte de un desayuno balanceado. Como no le creía, me decía que era cierto, ya que mis jugos contienen proteínas, lípidos, calcio y un montón de otros elementos, para proveer a una futura vida.
Esta vez, lo recibí como un alivio, ya que estaba duro como un mástil. Ella lamió sistemáticamente mi falo, empezando por la cabeza, luego el tronco y después, mis bolas, para después volverse diabla y jugar con su lengua, mientras me chupaba la cabeza. En esos aspectos, ella era excepcional.
Una vez terminado su servicio, se tragó mis jugos y limpió los restos de mi pene, con cariñosos besitos. Luego volvió conmigo a verme.

Seis por ocho (22): Acuerdos

“¿Estás feliz?” me preguntó, con sus tiernos ojitos verdes.
“A tu lado, siempre”
“¿Pero… con todo esto?”
Se refería a lo que habíamos resuelto el día anterior. Puede que piensen que soy un hipócrita, (probablemente, tengan razón y bueno, también piensen que soy un narcisista ilustrado, lo que tampoco voy a entrar a discutir) pero el nuevo estilo de vida empezaba a ser complicado para mí.
Aunque me encanta la idea que tantas mujeres deseen tenerme en su interior, la idea del sexo libre es una preocupación para mí. Ese momento de intimidad, que compartes al llegar al clímax, es una unión solitaria muy espiritual (solamente, existen esas dos personas en ese breve intervalo del tiempo) y en el fondo, te fundes el uno con el otro. Es inevitable, eventualmente, desarrollar un sentimiento, ya que parte de ti se ha conectado.
Aunque, bueno… pueda ser solamente mi perspectiva sobre el asunto.
Pero era complicado. Yo amo a Marisol y sin importar las Pamelas, las Amelias, las Verónicas o las Sonias, en el fondo, siempre la escogería a ella, por encima del resto, porque ella es la que es más especial para mí.
Por eso no deseaba ser el primer hombre de Amelia, ya que se establece una conexión muy fuerte (descuiden, después me sobrepongo de toda esa preocupación e incluso, ella encuentra una forma para que ambos seamos felices).
“Pues… no sé” le respondí.
“¿Por qué? ¡Lo hice principalmente por ti!” me dijo ella, con algo de tristeza.
La besé y le pedí que abriera el velador y que buscara una caja pequeña.
Sus ojos se iluminaron al adivinar el contenido de ese regalo.
“Originalmente, este regalo te lo había comprado para ti y tenía pensado dártelo para nuestro tercer aniversario. ¡Ábrelo, para que lo veas!”
Era un anillo de compromiso, con un delfín hecho de lapislázuli. No había sido un obsequio barato, pero por ella, no escatimaba en gastos.

tetas

“… ¿Q-q-quieres casarte conmigo?...” lloraba, sonreía y estaba muy entusiasmada con ese regalo.
“Cuando lo compré, era mi deseo. Pero en vista de lo que ha ocurrido, no creo poder dártelo ahora”
“¿P-por qué?” decía ella, probándolo en el dedo y sin quitarle los ojos de encima. Encajaba a la perfección.
Le tomé el mentón y le obligué a que me mirara en los ojos.
“Porque ese anillo simboliza que me entrego solamente a ti y nadie más que a ti. Por eso no puedo dártelo ahora.”
“… ¡Pero!...” trataba de pensar alguna justificación.
Marisol es a veces así. Sé que obró por preocupación genuina. Tal vez, para satisfacer mi deseo de estar con una chica con pechos más grandes que los suyos y que también lo hizo para ayudar a Pamela, pero muchas veces no mide las consecuencias.
Empezaba a llorar, como niña pequeña.
“… ¿Entonces… no nos casaremos?” me preguntó.
“¡Claro que me casaré contigo!... pero por ahora… no puedo comprometerme.”
Sus ojos se alegraron al oír que nos casaríamos, pero su alegría se convirtió en confusión.
“No te entiendo…”
“Si lo usas ahora, sólo será un adorno para tu mano, pero para mí no tendrá valor alguno. Porque encuentro que es una decisión seria y uno tiene que encontrarse en condiciones para hacerlo.”
Marisol me miraba algo triste. Me entendía, pero aunque deseaba que las cosas fueran distintas, sabía que yo no cambiaría de parecer.
“¿Entonces, qué haremos?” me preguntó ella.
“Necesito que me des solamente tres meses.”
Sus ojos se iluminaron nuevamente.
“… ¿Tres meses?...”
“Sé que es mucho tiempo, pero es lo que necesitamos para poder resolver todo.”
Le conté a grandes rasgos, mi plan: terminaría mi trabajo en la mina, completaría mi magister y le preguntaría al jefe del área regional, si aún estaba vigente el cargo que me estaba ofreciendo para Australia, el cual aceptaría y nos iríamos a vivir juntos. A partir de entonces, podríamos comprometernos y casarnos.
En el intertanto, prepararíamos a Pamela para su prueba de ingreso universitario y le pagaría el arriendo de la casa a Don Sergio, para que pudiera vivir sin preocupaciones.
La idea de vivir tan lejos la asustaba un poco. Le dije que no podría entregarme a ella ahí, porque siempre estaría Pamela (o alguna de sus otras parientes) pensando en mí y no podría entregarme completamente.
“Sabes que siempre cumplo mi palabra. Así que guárdalo, hasta cuando yo te diga que lo puedes usar. ¿Te parece?”
Una serie de besos efusivos, complementadas con un par de lagrimas de alegría, me respondieron.
“¡Me siento tan feliz!...” me dijo ella “¿Podríamos… hacerlo una vez?”
“¡Claro!” le respondí “Pero tendrás que ponerme el condón. Hay algunos en el velador”
“¡No! ¡No! ¡No!” me dijo ella, besándome “¡Quiero sentirte cerca! ¡Dentro de mí!”
“Pero Marisol…”
“¡Por favor!” me decía, con voz de niña pequeña y haciendo pucheros.
Yo me reí.
“¿Te has tomado tus pastillas?”
“¡Sí!” respondió ella, al haberme convencido.
“¿Estás en tus días seguros?”
“¡Claro!” me respondió, aunque me tenía tantas ganas, que perfectamente podría haberme mentido.
“¡Está bien! ¡Hagámoslo!”
La monté encima, cuidando de no destapar a Pamela.
“¡Se siente tan rico!” me dijo ella.
En realidad, me avergüenza decir que, en teoría, perdí mi virginidad con su madre. Siempre había tenido relaciones sexuales con condón y fue gracias a lo que hizo su madre que pude experimentar el sexo real.
El calor y la humedad de su cuerpo eran mucho más evidentes que la acostumbrada sensación de mi prisión de látex.
Pero cometí un leve descuido…
“¡Trata de ser callada, para que no nos escuche Pamela!”
Al decir eso, recordé lo viciosilla que era Marisol y de esa tierna mirada de amor, cambió drásticamente a esa mirada sedienta de deseo.
Me empezó a besar el cuello y a montar despacio. Me decía que me amaba mucho y que la hacía muy feliz.
De repente, se nos detuvo el corazón. Pamela dio otro giro dormida y quedamos frente a su cara.
Marisol sonreía golosa, en parte por el morbo de ser sorprendida por su prima y por otra, por la vibración de mi pene, al ver que ahora el otro sujetador se había ajustado y los enormes pechos de Pamela quedaban expuestos al aire libre.
Fue una de las veces más intensas, ya que Marisol se puso a gemir, pero la besaba o la obligaba que mordiera mi hombro para contener su satisfacción.
Finalmente, acabé en su interior, sumergido en dicha. Marisol también había quedado satisfecha.
“¡Nunca pensé que te quedara tanta leche calientita!” me dijo, respirando más normal y palpando su vientre. “¡Deberíamos hacerlo más a menudo!”
“Lo haremos más a menudo… cuando seas mi esposa.” le respondí.
Ella me dio un beso apasionado y se fue al baño, aun chorreando con mis jugos en la entrepierna, para bañarse y volver a la universidad.
Yo, en cambio, seguiría durmiendo, acurrucándome con los cálidos pechos de Pamela y dejándome llevar por Morfeo.
Nunca pensé que, donde originalmente dormíamos dos, acabarían durmiendo cuatro…


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2 comentarios - Seis por ocho (22): Acuerdos

SactuarySx +1
cuatro?
metalchono +1
4.
SactuarySx
@metalchono Quiero saber ahora!!!!
metalchono +1
@SactuarySx todo a su tiempo, maestro. todo a su tiempo