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Seis por ocho (2): la decision de Marisol

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Compendio I

Cuando firmé el nuevo contrato, no imaginé ninguno de los problemas que acarrearía.
Fue en vano discutir con mi jefe. Al parecer, alguien estaba falseando datos y como lo que yo hacía era muy importante para mí, lo más probable es que fuera alguien en la faena. Le dije que aparte de mi investigación, hacía otras labores, pero él me respondió que Sonia, mi compañera de oficina, se encargaría de ellas. Debía presentarme en el mineral el martes y mi vuelo salía el lunes, por la mañana.
No quería irme. Me angustiaba pasar tantos días sin Marisol, perdido en la cordillera en una cacería de brujas. Hablé con el profesor guía de mi investigación, buscando una oportunidad de explicar esos datos irregulares, pero a él también le habían llamado la atención y me estaba sugiriendo una solución similar.
No tuve otra opción que aceptar y darle las malas noticias a Marisol. Ella se entristeció también, porque tenía que presentarme en faena el mismo día de nuestro segundo aniversario.
Pero si hay algo que me fascina de Marisol es su optimismo. Me mostró el regalo que me tenía preparado para ese día: su antiguo uniforme escolar, con falda escocesa, su chaqueta, camisa y corbata.

Seis por ocho (2): la decision de Marisol


Incluso, se había peinado con el mismo estilo que usaba en el colegio. Yo estaba fascinado.
No sólo era una de mis grandes fantasías, sino que la muy traviesa se había vestido con las bragas que más me calentaban y de alguna manera, había hecho que su ropa quedara tan ajustada, que no podía sentarse sin mostrar su entrepierna y sus pechos parecían más grandes y apretados, aunque tristemente sé que no son así.
Prácticamente, le salté encima y empecé a manosearla, mientras que ella se reía sorprendida y excitada, ya que generalmente, enloquecemos cuando estamos al aire libre.
Mi excitación me hizo hacerlo cinco veces seguidas: en la cocina, en el living, en su antigua habitación. Incluso se sentó sobre mi verga, como lo imaginaba cuando le ayudaba en sus estudios y también fue educativo, ya que pude conocer el bustier que le hacía ver más desarrollada. Finalmente, hicimos el amor una vez más y nos acurrucamos para dormir.
El jueves, después de trabajar y antes de volver a nuestra casa, fui a ver a mis padres, para buscar algunos bolsos y ropa delgada para mi viaje y despedirme. Cuando regresé a mi hogar, me encontré con la desagradable visita de la prima de Marisol.

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La infame Pamela había llegado, no sólo con su personalidad de diva, sino que también con su equipaje. Marisol había hablado con su madre sobre lo que me había pasado y estaba preocupado de que ella se quedara sola.
Desafortunadamente para mí, coincidieron las fechas en la que la madre de Pamela la había echado del hogar y no se le ocurrió nada mejor a mi suegra que fuera a vivir con su querida prima.
Y eso no era todo. Mis suegros viven cerca de la faena donde tengo que trabajar y aunque hay un campamento para funcionarios pagado por la empresa, también existe un bus de transporte para la ciudad de mis suegros, así que no tendría que preocuparme por hospedaje.
El viernes, al final del trabajo, Sonia me invitó a tomarme unas copas.

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Ella había creído que mi mal humor por el último día de trabajo se debía al cambio de rutina, pero en realidad, era por tener que compartir el techo con Pamela. Le conté lo promiscua que era la prima de Marisol y que cómo había terminado encamándose con todos mis amigos de la Universidad, por lo que le guardaba un fuerte rencor, ya que me había complicado bastante al momento de desarrollar trabajos.
Sonia me confesó que igual estaba triste porque me marchara, ya que me encontraba un tipo muy simpático. Le dije que no sería por mucho tiempo y que probablemente, volvería a la oficina antes de lo presupuestado.
El fin de semana solamente follamos por la mañana y parte del mediodía, a diferencia del intensivo que teníamos planeado de no abandonar el dormitorio, pero Pamela aparecía por la tarde con un tipo distinto que encontraba en el bar que trabajaba y jugaban hasta tarde por la noche.
De cualquier manera, lo hicimos por primera vez en la ducha, que resultó ser una de las experiencias más excitantes desde que empezamos nuestro noviazgo.

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Aunque llevamos un noviazgo de dos años, en realidad mantenemos un sexo rutinario en casa. En parte, se debe a la preocupación por ella de que dejándome llevar por mis fantasías, la obligue a hacer algo que no le agrade. Claro que en esos momentos, nunca recuerdo que a ella le gusta el sexo al aire libre, con riesgo a que alguien nos sorprenda.
El acariciarla con el jabón por su suave rajita era una sensación excepcional, solamente comparable con sus excitados meloncitos y sus labios deseosos de placer.
Aproveché de comer su almejita con mucha dedicación. No me importaba si jadeaba de placer o se corriera dos o tres veces en mi boca. Era un sabor que no deseaba olvidar.
También aprovechó de darme placer, incluso chupando parte de mis testículos, como había visto en un video pornográfico. Incluso trató de hacerme una paja cubana, pero sus pechos son tan pequeños que con suerte podía apretarme.
Finalmente, la tomé y le pedí si me dejaba penetrarla a lo perrito. Me dijo que sí, pero era algo que nunca habíamos hecho y ambos estábamos algo nerviosos.
Al principio, me decepcioné de mi decisión. Lo que más me gusta de hacerle el amor a Marisol es besarla hasta sacarle el aire, pero ahora lo único que podía ver era su espalda, su cabello y sus brazos apoyados en la pared.
Pero entonces, me fije en sus caderas y su trasero. En realidad, nunca la había apreciado desde esta manera y era excitante ver cómo mi verga parecía desaparecer entre esas amplias caderas.
Al parecer, ella también lo sintió y tras unas cuantas embestidas, la escuché gemir por primera vez. Por lo general, somos silenciosos cuando tenemos sexo. Como muchas veces lo hacemos en lugares donde nos pueden sorprender otros, tratamos de contener nuestros gemidos.
Pero esta posición parecía agradarle mucho a Marisol. El choque de sus glúteos con mis testículos me daba una sensación distinta a lo que había sentido antes.
La fuerza de mis embistes hizo que lentamente ella se fuera enderezando, pudiendo contemplar con más detalle su delicada espalda. Mis manos, instintivamente, se lanzaron como misiles rastreadores, persiguiendo la entrepierna de mi amada, a lo que respondió con una extasiada negación a la aparición de los inesperados invasores.
Pero dos manos eran demasiado para un clítoris, por lo que moví mi diestra hasta su pecho, acariciando el meloncito con suavidad.
Sentía cómo me suplicaba que no me viniera, pero no era necesario. Aunque no entraba tan profundo como antes, su útero seguía aprisionándome con su estrechez.
Pellizqué lentamente su pezón, mientras que el vaivén casi me hacía perder el equilibrio. Empezó a gritar, a gemir en un crescendo, hasta que sentí cómo sus músculos se relajaban y el calor de sus jugos. Fue entonces donde aproveché de soltar mi carga también, mientras me sentía extraño por el vapor del baño.
Cuando nos separamos, me sacó el condón y lamió los restos de esperma. No satisfecha con eso, tomó el preservativo y lo limpio, bebiendo los restos de mi jugo. También lo había visto en un video hentai y me confesó que no era tan agradable como pensaba. Nos besamos y salimos de la ducha.
Fue extraño, pero apenas se cubrió con la toalla, me excité nuevamente al pensar en esos meloncitos ocultos tras esa delgada tela y me coloqué un nuevo condón, mientras ella, sonriendo con malicia, se apoyaba en el lavamanos, sin destaparse de la toalla.
A eso de las cuatro, apareció Pamela con uno de sus amigos. Nosotros veíamos una película romántica, acurrucados en el sillón y con suerte, nos saludaron y entraron en la antigua habitación de Marisol. A los pocos minutos, escuchamos sus gemidos de placer.
Mientras que Marisol parecía excitarse, a mí me ocurría el sentimiento contrario. Finalmente, la invité a caminar, para aprovechar la tarde, lo que ella aceptó con algo de decepción.
Marisol se disculpó por haberla invitado. Yo la besé y le dije que no se preocupara, que no era tan malo. Me preguntó que si acaso sería más feliz con una chica de pechos grandes como Pamela, pero se lo negué, ya que el rostro de Marisol es más hermoso que un par de tetas.
Fuimos a un parque y aproveché de toquetearla. Aunque me encantan las mamadas que me da Marisol, sobre todo en la mañana, cuando estamos juntos, prefiero acariciarla yo, ya que noto en sus besos los deseos de contener el placer.
Ella lo disfrutó, ya que también sabe que es algo que me encanta hacer y después de masturbarla unas cuatro veces más, volvimos a casa.
Ese lunes, los tres fuimos al aeropuerto. No esperaba que la descarada de Pamela fuera a despedirme tan temprano, pero en realidad, creo que lo hizo para echar al tipo que había llevado la noche anterior.
Como siempre, la mirada de los hombres se centraba en ella y a mí me enojaba, porque sentía que le quitaba importancia a Marisol.
Nos dimos un beso de despedida apasionado, pero me sorprendí por el abrazo y beso en la mejilla que me dio Pamela. Me dijo que no me preocupara y que ella cuidaría a Marisol, aunque en realidad, me preocupaba lo que pasaría con la casa.


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