Mi cuñada se caso con Héctor, el hombre que me desvirgó a los 17 años.
Era el tiempo en que mi amigas comenzaban a tener sus primeras experiencias con su novios, yo estaba saliendo con un chico que realmente no despertaba en mí ningún deseo, tan es así que estando con él acepté la invitación de Héctor, seis años mayor, de ir a un boliche muy de onda en aquella época, para mayores de edad.
Siempre estuve fascinada con Héctor, era el lindo, el canchero, mujeriego irresistible, y para una pendeja como era yo, que me invitara era cumplir un sueño.
Ese sábado a la noche en su auto me desvirgó y continuó cogiéndome cada tanto durante casi un año, nuestros encuentros eran secretos, porque de sólo saber mis padres que la nena podía llegar a hablar con Héctor me hubieran internado en un instituto para señoritas.
En esa época mi esposo comenzaba a revolotear, nos pusimos de novio; yo no dejé de ver a Héctor hasta que un año después me entero que la hermana mayor de mi esposo estaba embarazada de Héctor y se casaría con mi cuñada de apuro.
Nos encontrábamos en la reuniones familiares a las que yo asistía como noviecita, pero jamás intercambiamos comentario pero si muchas miradas, sonrisas, y cada tanto una mueca de un besito.
Me casé, bailó el vals conmigo, mi marido es el padrino de su hija menor y así continuó la vida.
Hace unos dos años se separó de mi cuñada.
Lo volví a ver hace cuatro meses, cuando se casó la hija mayor y nos encontramos en la fiesta, mucho más pintón, más prolijo en su vestir, muy elegante y seductor como siempre.
Mi marido, en viaje de negocios, no pudo asistir, a pesar y me consta de los esfuerzos que hizo. Si bien no terminaron mal con mi cuñada, se notaba el frío familiar al estar sola, las chicas - sus hijas - en su ingenuidad me integraron a su mesa. Bailamos, cenamos y poco a poco nos fuimos quedando solos. La charla fue derivando en “nosotros”. Me confesó que hacía un esfuerzo por evitar contacto conmigo pero que lo deseaba, le confirmé que jamás me olvidaría de quién fue mi primer hombre y me animé a decirle que, por experiencia de amigas, había sido yo una afortunada, porque me había entregado a un hombre que desde la primera relación me había causado sólo hermosas sensaciones y sentimientos.
Bailamos despreocupados mezclados entra la gente y la euforia del carnaval carioca, en los trencitos, él era el vagón que se ubicaba detrás de mí siempre, sus apoyadas comenzaron hacerse sentir. En un descanso del baile me propuso dejar el bullicio de la fiesta e ir a tomar algo, ambos andábamos en auto entonces me propuso irse primero y esperarme a dos cuadras de la fiesta y ahí definiríamos adónde iríamos a tomar algo. Acepté.
El pobre me esperó 30 minutos, que fue el tiempo que me llevó saludar a todos y a cada uno.
Las balizas me indicaron dónde estaba, estacioné y él subió al auto. Nos dimos cuenta de que la historia volvía a repetirse, y obviamente no faltó la referencia cuando me dijo:
-¿Te acordás de aquella noche?
Bajé la mirada y asentí con la cabeza, él se acercó y buscó mi boca con un beso, dejé que me besara, fue abrazándome, y también lo dejé, sentí que nos pertenecíamos. Estuvimos acarameladitos un rato hasta que comenzamos a pensar dónde seguiría el reencuentro.
Descarté su casa, vivía en La Plata, mi marido a miles de kilómetros, su familia estaría todo el domingo descansando de la fiesta, decidí entonces invitarlo a tomar café a casa. Estacionó su auto, guardé el mío en la cochera por donde lo hice entrar. Nos dimos unos besos mientras salíamos de la cochera, seguimos besándonos mientras le enseñaba la casa, al llegar al baño y ver el jacuzzi, me propuso usarlo, así que comencé a llenarlo. Entretanto, fuimos a la cocina y prepare café, charlamos, nos servimos una taza grande cada uno y cuando la bañera se llenó, agregué sales, le acerqué la bata sin estrenar de mi marido y entramos a relajarnos. Nos mimoseamos, nos besamos, y cuando ya estuvimos a punto envueltos en nuestras batas, lo guié al dormitorio, le quité el lazo de la bata y dejé al descubierto su pija, parada, con su glande violáceo. Entonces le hice lo que siempre me había pedido, pero siendo una pendeja de 17 años me rehusaba porque creía que esas cosas eran lo que distinguían a una mujer de una prosti.
Me arrodillé y comencé a chupársela, tratando que esa mamada cubriera todas las que le negué. Me tuvo que detener porque estaba a punto de explotar. Mientras se reponía, me desvestí y preparé el nidito matrimonial que iba a ser usado por otro pájaro.
Vino hacia mí y me retribuyó hundiendo su cabeza en mi entrepierna, su lengua me causaba un placer inédito, me encantaba, me estaba haciendo acabar de una manera nueva, excitante, hasta ese momento jamás me había sentido tan caliente. Estaba empapada por mis flujos y su saliva, su lengua que ya había recorrido mi cola superficialmente, comenzó hurguetear mi ortito baboseándolo mientras me metía los deditos explorándolo. Jamás se lo había permitido a mi marido, porque tenía miedo al dolor, pero esta vez confiaba en el hombre que lo intentaría.
Sus dedos lubricaban, abrían, dilataban mi agujero, cuando sentí que su cabezota buscaba la entradita le confesé que tenía miedo, era mi primera vez y él también sería el primero en rompérmelo. Inmediatamente noté la ternura en sus ojos y supe que iba a ser tan hermoso como cuando me entregué a él la primera vez.
En cuatro patitas me fue entrando lentamente, con su saliva me lubricaba, hasta que yo misma pujé y me la clavé. Grité por el dolor desgarrante, pasé mi mano para indicarle que no se fuera y que no se moviera, el dolor no me permitía hablar, pero quería sentir esa pija bien adentro de mi cola.
En respuesta a mis lágrimas, me colmó de mimos, consolándome; después de varios minutos sentí que estaba acomodadita, poco a poco fue entrando y saliendo, cada vez con más facilidad, con más placer. Me cogía sacándola toda y volviéndola a meter; me puso en cuatro patas, me sentó a upa y empezó a garcharme parada apoyada contra la pared, ya sentía el temblor de sus piernas entonces saco su pijota de mi culo, me tomó de la manos y me llevó a la cama.
Lo monté y comencé a cogerlo y me hizo acabar tres veces antes de llenar mi concha con su leche; ya había amanecido y rendidos nos dormimos.
El teléfono nos despertó, eran pasadas las tres de la tarde mi marido desde Brasil quería chusmear cómo había sido la fiesta. Traté de ser breve porque mi fiesta no había terminado, pero mi esposo me mataba a preguntas; mientras Héctor se sonreía, le estiré la mano para que se acercara. Lo hizo con una mirada provocadora masajeándose la verga. Enseguida cuando lo tuve cerca, le quité su mano y seguí pajeándolo yo. Entramos en un delicioso juego de provocación mientras le contaba a mi esposo cosas de la fiesta; su pija creció, sus manos me toqueteaban toda, mientras trataba de no expresar por teléfono el placer que me causaban sus caricias.
Le pedí prudencia porque nos estábamos extralimitando. Fue a la cocina mientras yo terminaba de hablar con mi marido, me puse su camisa y acudí a su encuentro. Había puesto agua para tomar mates; como estaba desnudito le ofrecí un conjunto deportivo de mi marido, y comencé a cebar. Se fue vistiendo, yo me puse un camisolín para devolverle la camisa; cuando se vistió y comenzábamos a despedirnos, me di cuenta de que no quería que se fuera. Me tomó de la cintura, me abrazó y con besitos suaves me preguntó cuándo volvía mi esposo, le contesté que recién el miércoles. Me propuso entonces acompañarlo a La Plata, para cambiarse y salir a cenar, después el me traería. Yo no podía dejar la casa sola, por si mi marido me llamaba y no me encontraba, entonces le ofrecí quedarse, le prestaría ropa de mi esposo ya que eran bastante parecidos de físico, insistí y acepto.
Fuimos al placard, buscamos pantalón, camisa. Los zapatos fueron un problema porque le quedaron chicos, de la mesa de luz saque un bóxer, ya estaba vestidito le indique donde había un garaje para guardar su auto, y se fue, mientras me duche elegí ropa de ama de casa sexy, tardo porque paso por un súper coreano y compro champaña, sonó el timbre, abrí, le indique que había toalla en el baño y mientras se bañaba mi cuñada que por teléfono me invitaba a picar lo que había sobrado de la fiesta me disculpe puse como excusa que estaba cansada mientras su ex se bañaba para ser el postre de mi cena.
Pedimos comida, picada, abrimos la champaña, durante la cena me insinuó que le excitaban las medias negras, y la ropa intima del mismo color, así que mientras el terminaba su copa, fui a vestirme de puta portaligas, conjunto y medias negras, zapatos de tacos.
Cuando me le aparecí note en su mirada lujuria, humedecía mis labios con mi lengua, mientras Héctor se manoseaba la pija me acerque, simulando violencia le saque la mano de su verga, desprendí el pantalón , saque su pija y me arrodille para chupársela, tomo la botella de champaña y empezó a derramar gotas sobre su pija mientras se la mamaba.
Siguió derramando champaña sobre mis lolas, para prenderse a mis pezones y mis tetas, me saco la tanga, se puso debajo de mi concha mientas yo lentamente dejaba caer pequeños chorritos de champaña que absorbía de mis labios vaginales se incorporo comenzó a besarme y me dijo quiero hacerte el orto otra vez!!!!!! Son esos comentarios donde el silencio nuestro es un si y prosiguió Tenés manteca? quiero embadurnártelo todo!!!!!! En la heladera conteste y de pasada a la cama abrió la heladera y de la puerta saco el paquete de manteca,
Ya en el dormitorio sus manos enmantecadas recorrían mi cola, y usaba el calor de mi conchita para derretirla, me pidió que se la chupe mientras trozaba el pan de manteca. Después me puso en 4 patitas, y con sus deditos introducía lo pedacitos de manteca que se iban derritiendo, lubrico su pija con los jugos de mi conchita
metiéndola mientras que sus pulgares abrían mi cola cuando creyó que era el momento la saco y comenzó a penetrar mi culo el cual no hacia muchas horas lo había visitado, sentí el dolorcito cuando su glande venció la resistencia de mis esfínteres pero después fue todo sexo anal me clavaba su verga casi salvajemente, recuerdo que comencé a pedirle que me deje cogerlo y después de un rato salio se tiro en la cama y me dijo dale garchame vos. Lo monte y me eche dos hermosos polvitos , me recosto puso sus rodillas a cada lado de mis caderas y se pajeo hasta acabarme por la pancita y las tetas, puso su pija en mi boca y saboree las ultimas gotitas de su semen mezclado con mis flujitos, olorcito a champaña, y manteca.
Fui a lavarme y cuando volví estaba dormido, me acosté a su lado y recién me desperté a las 10 de la mañana cuando mi marido me llamo para desearme un lindo día.
Recién al mediodía salimos, yo a mi estudio, y el a su casa pero quedamos en encontrarnos a la noche en casa. Desde ese dia nos encontramos siempre una o dos veces por semana y lo hacemos donde el tiempo lo permite, su casa, la mía, un telo, su auto, o el mío
autor: Maria Teresa
Era el tiempo en que mi amigas comenzaban a tener sus primeras experiencias con su novios, yo estaba saliendo con un chico que realmente no despertaba en mí ningún deseo, tan es así que estando con él acepté la invitación de Héctor, seis años mayor, de ir a un boliche muy de onda en aquella época, para mayores de edad.
Siempre estuve fascinada con Héctor, era el lindo, el canchero, mujeriego irresistible, y para una pendeja como era yo, que me invitara era cumplir un sueño.
Ese sábado a la noche en su auto me desvirgó y continuó cogiéndome cada tanto durante casi un año, nuestros encuentros eran secretos, porque de sólo saber mis padres que la nena podía llegar a hablar con Héctor me hubieran internado en un instituto para señoritas.
En esa época mi esposo comenzaba a revolotear, nos pusimos de novio; yo no dejé de ver a Héctor hasta que un año después me entero que la hermana mayor de mi esposo estaba embarazada de Héctor y se casaría con mi cuñada de apuro.
Nos encontrábamos en la reuniones familiares a las que yo asistía como noviecita, pero jamás intercambiamos comentario pero si muchas miradas, sonrisas, y cada tanto una mueca de un besito.
Me casé, bailó el vals conmigo, mi marido es el padrino de su hija menor y así continuó la vida.
Hace unos dos años se separó de mi cuñada.
Lo volví a ver hace cuatro meses, cuando se casó la hija mayor y nos encontramos en la fiesta, mucho más pintón, más prolijo en su vestir, muy elegante y seductor como siempre.
Mi marido, en viaje de negocios, no pudo asistir, a pesar y me consta de los esfuerzos que hizo. Si bien no terminaron mal con mi cuñada, se notaba el frío familiar al estar sola, las chicas - sus hijas - en su ingenuidad me integraron a su mesa. Bailamos, cenamos y poco a poco nos fuimos quedando solos. La charla fue derivando en “nosotros”. Me confesó que hacía un esfuerzo por evitar contacto conmigo pero que lo deseaba, le confirmé que jamás me olvidaría de quién fue mi primer hombre y me animé a decirle que, por experiencia de amigas, había sido yo una afortunada, porque me había entregado a un hombre que desde la primera relación me había causado sólo hermosas sensaciones y sentimientos.
Bailamos despreocupados mezclados entra la gente y la euforia del carnaval carioca, en los trencitos, él era el vagón que se ubicaba detrás de mí siempre, sus apoyadas comenzaron hacerse sentir. En un descanso del baile me propuso dejar el bullicio de la fiesta e ir a tomar algo, ambos andábamos en auto entonces me propuso irse primero y esperarme a dos cuadras de la fiesta y ahí definiríamos adónde iríamos a tomar algo. Acepté.
El pobre me esperó 30 minutos, que fue el tiempo que me llevó saludar a todos y a cada uno.
Las balizas me indicaron dónde estaba, estacioné y él subió al auto. Nos dimos cuenta de que la historia volvía a repetirse, y obviamente no faltó la referencia cuando me dijo:
-¿Te acordás de aquella noche?
Bajé la mirada y asentí con la cabeza, él se acercó y buscó mi boca con un beso, dejé que me besara, fue abrazándome, y también lo dejé, sentí que nos pertenecíamos. Estuvimos acarameladitos un rato hasta que comenzamos a pensar dónde seguiría el reencuentro.
Descarté su casa, vivía en La Plata, mi marido a miles de kilómetros, su familia estaría todo el domingo descansando de la fiesta, decidí entonces invitarlo a tomar café a casa. Estacionó su auto, guardé el mío en la cochera por donde lo hice entrar. Nos dimos unos besos mientras salíamos de la cochera, seguimos besándonos mientras le enseñaba la casa, al llegar al baño y ver el jacuzzi, me propuso usarlo, así que comencé a llenarlo. Entretanto, fuimos a la cocina y prepare café, charlamos, nos servimos una taza grande cada uno y cuando la bañera se llenó, agregué sales, le acerqué la bata sin estrenar de mi marido y entramos a relajarnos. Nos mimoseamos, nos besamos, y cuando ya estuvimos a punto envueltos en nuestras batas, lo guié al dormitorio, le quité el lazo de la bata y dejé al descubierto su pija, parada, con su glande violáceo. Entonces le hice lo que siempre me había pedido, pero siendo una pendeja de 17 años me rehusaba porque creía que esas cosas eran lo que distinguían a una mujer de una prosti.
Me arrodillé y comencé a chupársela, tratando que esa mamada cubriera todas las que le negué. Me tuvo que detener porque estaba a punto de explotar. Mientras se reponía, me desvestí y preparé el nidito matrimonial que iba a ser usado por otro pájaro.
Vino hacia mí y me retribuyó hundiendo su cabeza en mi entrepierna, su lengua me causaba un placer inédito, me encantaba, me estaba haciendo acabar de una manera nueva, excitante, hasta ese momento jamás me había sentido tan caliente. Estaba empapada por mis flujos y su saliva, su lengua que ya había recorrido mi cola superficialmente, comenzó hurguetear mi ortito baboseándolo mientras me metía los deditos explorándolo. Jamás se lo había permitido a mi marido, porque tenía miedo al dolor, pero esta vez confiaba en el hombre que lo intentaría.
Sus dedos lubricaban, abrían, dilataban mi agujero, cuando sentí que su cabezota buscaba la entradita le confesé que tenía miedo, era mi primera vez y él también sería el primero en rompérmelo. Inmediatamente noté la ternura en sus ojos y supe que iba a ser tan hermoso como cuando me entregué a él la primera vez.
En cuatro patitas me fue entrando lentamente, con su saliva me lubricaba, hasta que yo misma pujé y me la clavé. Grité por el dolor desgarrante, pasé mi mano para indicarle que no se fuera y que no se moviera, el dolor no me permitía hablar, pero quería sentir esa pija bien adentro de mi cola.
En respuesta a mis lágrimas, me colmó de mimos, consolándome; después de varios minutos sentí que estaba acomodadita, poco a poco fue entrando y saliendo, cada vez con más facilidad, con más placer. Me cogía sacándola toda y volviéndola a meter; me puso en cuatro patas, me sentó a upa y empezó a garcharme parada apoyada contra la pared, ya sentía el temblor de sus piernas entonces saco su pijota de mi culo, me tomó de la manos y me llevó a la cama.
Lo monté y comencé a cogerlo y me hizo acabar tres veces antes de llenar mi concha con su leche; ya había amanecido y rendidos nos dormimos.
El teléfono nos despertó, eran pasadas las tres de la tarde mi marido desde Brasil quería chusmear cómo había sido la fiesta. Traté de ser breve porque mi fiesta no había terminado, pero mi esposo me mataba a preguntas; mientras Héctor se sonreía, le estiré la mano para que se acercara. Lo hizo con una mirada provocadora masajeándose la verga. Enseguida cuando lo tuve cerca, le quité su mano y seguí pajeándolo yo. Entramos en un delicioso juego de provocación mientras le contaba a mi esposo cosas de la fiesta; su pija creció, sus manos me toqueteaban toda, mientras trataba de no expresar por teléfono el placer que me causaban sus caricias.
Le pedí prudencia porque nos estábamos extralimitando. Fue a la cocina mientras yo terminaba de hablar con mi marido, me puse su camisa y acudí a su encuentro. Había puesto agua para tomar mates; como estaba desnudito le ofrecí un conjunto deportivo de mi marido, y comencé a cebar. Se fue vistiendo, yo me puse un camisolín para devolverle la camisa; cuando se vistió y comenzábamos a despedirnos, me di cuenta de que no quería que se fuera. Me tomó de la cintura, me abrazó y con besitos suaves me preguntó cuándo volvía mi esposo, le contesté que recién el miércoles. Me propuso entonces acompañarlo a La Plata, para cambiarse y salir a cenar, después el me traería. Yo no podía dejar la casa sola, por si mi marido me llamaba y no me encontraba, entonces le ofrecí quedarse, le prestaría ropa de mi esposo ya que eran bastante parecidos de físico, insistí y acepto.
Fuimos al placard, buscamos pantalón, camisa. Los zapatos fueron un problema porque le quedaron chicos, de la mesa de luz saque un bóxer, ya estaba vestidito le indique donde había un garaje para guardar su auto, y se fue, mientras me duche elegí ropa de ama de casa sexy, tardo porque paso por un súper coreano y compro champaña, sonó el timbre, abrí, le indique que había toalla en el baño y mientras se bañaba mi cuñada que por teléfono me invitaba a picar lo que había sobrado de la fiesta me disculpe puse como excusa que estaba cansada mientras su ex se bañaba para ser el postre de mi cena.
Pedimos comida, picada, abrimos la champaña, durante la cena me insinuó que le excitaban las medias negras, y la ropa intima del mismo color, así que mientras el terminaba su copa, fui a vestirme de puta portaligas, conjunto y medias negras, zapatos de tacos.
Cuando me le aparecí note en su mirada lujuria, humedecía mis labios con mi lengua, mientras Héctor se manoseaba la pija me acerque, simulando violencia le saque la mano de su verga, desprendí el pantalón , saque su pija y me arrodille para chupársela, tomo la botella de champaña y empezó a derramar gotas sobre su pija mientras se la mamaba.
Siguió derramando champaña sobre mis lolas, para prenderse a mis pezones y mis tetas, me saco la tanga, se puso debajo de mi concha mientas yo lentamente dejaba caer pequeños chorritos de champaña que absorbía de mis labios vaginales se incorporo comenzó a besarme y me dijo quiero hacerte el orto otra vez!!!!!! Son esos comentarios donde el silencio nuestro es un si y prosiguió Tenés manteca? quiero embadurnártelo todo!!!!!! En la heladera conteste y de pasada a la cama abrió la heladera y de la puerta saco el paquete de manteca,
Ya en el dormitorio sus manos enmantecadas recorrían mi cola, y usaba el calor de mi conchita para derretirla, me pidió que se la chupe mientras trozaba el pan de manteca. Después me puso en 4 patitas, y con sus deditos introducía lo pedacitos de manteca que se iban derritiendo, lubrico su pija con los jugos de mi conchita
metiéndola mientras que sus pulgares abrían mi cola cuando creyó que era el momento la saco y comenzó a penetrar mi culo el cual no hacia muchas horas lo había visitado, sentí el dolorcito cuando su glande venció la resistencia de mis esfínteres pero después fue todo sexo anal me clavaba su verga casi salvajemente, recuerdo que comencé a pedirle que me deje cogerlo y después de un rato salio se tiro en la cama y me dijo dale garchame vos. Lo monte y me eche dos hermosos polvitos , me recosto puso sus rodillas a cada lado de mis caderas y se pajeo hasta acabarme por la pancita y las tetas, puso su pija en mi boca y saboree las ultimas gotitas de su semen mezclado con mis flujitos, olorcito a champaña, y manteca.
Fui a lavarme y cuando volví estaba dormido, me acosté a su lado y recién me desperté a las 10 de la mañana cuando mi marido me llamo para desearme un lindo día.
Recién al mediodía salimos, yo a mi estudio, y el a su casa pero quedamos en encontrarnos a la noche en casa. Desde ese dia nos encontramos siempre una o dos veces por semana y lo hacemos donde el tiempo lo permite, su casa, la mía, un telo, su auto, o el mío
autor: Maria Teresa
5 comentarios - Mi cuñada se caso con el hombre que me desvirgó
Tambien te recomiendo que te meta en la conchita (el), un pedacito (chiquito), de chocolate. esperás dos o tres mts. y que te meta la pija un par de bombazos, despues que te la saque y a hacer números (69). No sabés que rico la mezcla de choco con la lechita de concha..... y la mujer, la chupa embarrada de chocolate......
Si lo hacés, mandame una fotito....jeje... con algo me tenés que retribuir.....un beso. van puntos.