Uriel en su trabajo, no podía sacarse de la cabeza a Débora, y ella disfrutaba de esa circunstancia. Entraba y salía de su oficina con total tranquilidad, y como al descuido buscaba las poses que mejor mostraban sus pronunciadas y sensuales curvas. Uriel no perdía detalle de esto.
Pero tardó unas horas en notar que ahora Débora no se le ofrecía como antes. Muy por el contrario, mantenía una distancia. Cálida, simpática, pero distancia al fin. Nada que ver con la mujer que hasta hacía unos días lo buscaba. Y no entendía que estaba pasando. Ahora que el estaba dispuesto, ella no le abría el juego.
Por fin, avanzada la tarde decidió mostrar sus cartas.
- Débora, ven a mi oficina, sonó su voz en el intercomunicador en la oficina de la mujer. El momento que ella estaba esperando.
Se tomó unos minutos para presentarse, y lo hizo con unas cuantas carpetas en las manos, y sus anteojos puestos.
-¿ Si Uriel?
- Disculpa que te interrumpa pero quería hablar un minuto contigo.
- Ahora es muy complicado, estoy terminando unos trabajos atrasados.
- ¿ Tienes un rato después del trabajo? Porque lo que quiero comentarte no tiene que ver con la oficina.
Débora pensó un rato deleitándose de la cara de impaciencia del macho. No te va a ser fácil, pensó, tendrás que suplicar lo que antes te ofrecí barato.
- Si no es mucho tiempo, tengo un ratito. Me esperan unas amigas para salir a cenar, mintió.
- No va a tomar mas de 10 minutos. Te espero en el bar de la esquina.
- Bien Uriel, allí te veo.
Uriel, salió del trabajo al cumplir el horario y se dirigió presuroso al bar. Se sentó en un reservado del fondo, donde no podían verlo desde la calle, y donde nadie podía escucharlo. Desde allí le avisó a Rita que se demoraría en el trabajo, y que no sabía a que hora volvería. Quedó en avisarle cuando se desocupara para que ella le calentara la cena.
Unos minutos después Débora atravesó la puerta, miró al interior y cuando lo identificó se dirigió hasta la mesa. En el camino, sus sinuosos movimientos provocaban que los parroquianos se dieran vuelta para mirarla.
Se sentó en la mesa y se estiró hacia atrás.
- Ahh, estoy cansada, realmente, hoy ha sido un día agotador, dijo desentendida, pero bueno, dime de que querías hablarme, dijo mientras retomaba su posición correctamente sentada.
- Estoy con el tema que hablamos la otra noche.
- Ah, si, tu esposa que supuestamente está en ese video.
- No es supuesto. Es ella.
- Pero bueno, ya te dije, tienes que decidir que vas a hacer.
- Lo estuve pensando, Débora, y por eso te cité. Hace mucho que te deseo, y nunca me atreví a decirte nada, para no dañar mi matrimonio, pero ya que mi esposa ha decidido jugar así, entonces, yo también quiero mi parte de la torta, dijo de un tirón.
Débora lo miro fingiéndose sorprendida.
- Pero Uriel, ya te dije que no es una cuestión de venganza. Por otra parte, sigues casado. ¿ Cómo imaginas que yo pueda relacionarme con un hombre casado?, contestó haciendose la modosita.
- Nos conocemos hace tiempo. No tenemos que jugar a nada. Somos grandes. Me gustas y me encantaría que nuestra relación se hiciera más íntima.
- Pero Uriel, trabajamos juntos. Esa mayor intimidad va a afectar nuestra labor.
Uriel la tomó de las manos por encima de la mesa.
- Al contrario. Una mayor intimidad va a mejorar nuestro trabajo. Déjame probártelo.
* * *
Rita había terminado de acomodar la casa. Su esposo había avisado que iba a demorarse en el trabajo una vez mas. Se sentó en el sofá. No tenía nada que hacer. Encendió la tele, e hizo zapping un buen rato. Muchos canales y ninguna que valiera la pena. El sonido del timbre la sacó de su reposo.
Se levantó del sofa y fue a atender. Se miró en el espejo que estaba cerca de la puerta. Sandalias, un vestido suelto corto, sin sostén. Pensó si debía cambiarse, pero no esperaba a nadie. Seguramente era un vecino que necesitaba algo. Lo atendería en la puerta. No hacía falta cambiarse.
Entreabrió la puerta y se asomó. Un muchacho moreno, la miró con una rara sonrisa.
- Hola, dijo el joven por todo saludo.
Ella lo miró extrañada. Juraría que lo conocía, pero no podía identificarlo.
- Hola, contestó, pensando que podía ser algún empleado de su esposo que este había mandado a buscar algo del trabajo, ¿ Qué necesitas?
- Me costó trabajo encontrar la dirección. ¿ No me invitas a entrar?
“Desfachatado”, pensó Rita. Estos muchachos cada vez mas maleducados.
- Perdón, pero no te conozco, dijo empezando a ponerse molesta.
- Vamos preciosa. No creo que te hayas olvidado de la noche que pasamos con mis amigos en aquel monte, dijo sin dejar de sonreir.
Rita se quedó helada. Su mente se iluminó. Claro. Este fue uno de los que se aprovecharon de ella, y mientras procesaba la información, el joven empujó la puerta y entró a su departamento. Cuando ella trató de impedirlo ya era tarde. El joven estaba sentado en el sofá.
Se acercó altanera, con la intención de terminar cuanto antes con esta situación.
- Mira. No se lo que pasó. Yo estaba totalmente borracha. Tengo la idea de que se aprovecharon de mí, pero no puedo probarlo, sino los hubiera denunciado. Te recomiendo que te vayas por donde has venido.
El joven sonrió con la misma sonrisa autosuficiente de siempre.
- Me tomé el trabajo de encontrarte. Podrías ser más atenta y servirme algo para tomar, dijo despatarrándose en el sillón.
Rita quedó de pie a su lado, sin saber que haber. Pensó que era mejor convencerlo por las buenas.
- ¿ Que quieres tomar?
- Una cerveza, si es posible, gracias.
Rita fue a la cocina, abrió la heladera y sintió que un cuerpo se pegaba al suyo, mientras que dos manos se adueñaban de sus tetas. Trató de escaparse, pero la fuerza del depredador era superior a la suya.
- Tranquila Rita, tomaremos la cerveza y luego te voy a atender como te mereces, shhh, portate bien, le dijo comenzando a besarla en el cuello sin dejar de sobarle las tetas. Rita estaba paralizada de la sorpresa. ¿ Cómo podría solucionar esto?
* * *
Débora dejó que Uriel le sostuviera las manos haciendo como que no se daba cuenta.
- No creo que sea una buena idea, dijo con tranquilidad.
- Es una muy buena idea. Siempre me gustaste mucho. Nunca te dije nada porque no quería engañar a mi esposa, pero visto los acontecimientos, tengo derecho yo también a dejar salir mis sentimientos.
Sus manos subieron por los brazos de la mujer, mientras no dejaba de mirarla a los ojos.
- Estamos en un lugar público, por favor, dijo ella, y Uriel retiró sus manos como si se hubieran quemado.
- Pues vamos a un lugar donde podamos hablar tranquilos, dijo el macho.
- Si realmente vamos a hablar, podemos ir a mi departamento, pero te comportas, le dijo seria.
- Débora, te juro que no haré nada. Solo hablar, dijo Uriel contento. Ya la tenía donde quería. Lo que no sabía es que en realidad ella lo había puesto donde quería.
Salieron del bar y en el auto de Uriel se dirigieron al departamento de Débora. En el trayecto ninguno habló. La tensión podía cortarse con un cuchillo. Llegaron, tomaron el ascensor e ingresaron al departamento. Allí todo explotó de repente. Uriel se abalanzó sobre Débora, empujándola contra la pared y adueñándose de su boca con desesperación. Débora disfrutaba de las sensaciones. Tanto tiempo esperando a que ese macho fuera suya, y ahora había llegado el momento. Se dejó hacer con total sumisión. Necesitaba que él se sintiera dueño de la situación. Que sintiera que era el que mandaba. Que sintiera que ya no era mas un cornudo.
* * *
Rita no podía creer su mala suerte. Esa pesadilla de su pasado que creía superada, estaba allí de nuevo, sentada en su sofá, y claramente con la intención de repetir lo ocurrido. Debía evitarlo.
- Estás tan bonita como te recuerdo, aunque esa noche no tuve mucho tiempo de apreciar tu belleza. Cuando te presté atención ya estabas en la arena empalada hasta la cachas, dijo el moreno sonriendo.
- Estaba borracha. No sabía lo que hacía, se defendió Rita.
- Pues no parecía. Al contrario, juraría que lo disfrutaste mucho, y por eso estoy acá, para hacerte gozar de nuevo. Me parece que en tu casa te está faltando lo que yo te voy a dar, dijo acariciándose el bulto que claramente destacaba. Rita lo miró con estupor. Esto no podía estar sucediendo.
- Mira, mi esposo va a regresar en cualquier momento, y no voy a poder explicarle que haces aquí.
- Por eso mismo, vamos a apurar el trámite, dijo levantándose y dirigiéndose hacia ella.
Rita trató de detenerlo, pero el macho puso una rodilla a cada lado de su cuerpo y la tomó del cuello.
- Tranquila, que primero voy a mostrarte algo, le dijo, y sacando su celular del bolsillo, maniobró con él, y lo puso frente a su cara. Rita luchaba por zafarse, y de reojo miró la pantalla, quedando helada.
Allí estaba ella, tirando con los cuatro muchachos en la arena. Y debía reconocer que no parecía que la estaban forzando. Una lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas.
- ¿ Crees que a tu esposo le gustará la película? Seguramente conoce a la actriz principal, no?
Detuvo el video, y lo dejó grabando, apoyándolo en el florero que había en el centro de mesa, tomando todo lo que ocurría en ese sillón sin que Rita en su desesperación lo notara. Abriendo el cierre de su bragueta extrajo esa verga larga y gruesa que Rita ya conocía.
- Vamos, empieza a chupar que no tenemos todo el día, le dijo dejándola frente a su cara.
Rita, sollozando, la tomó con la mano y la metió en su boca.
* * *
Allí, contra la pared, la mano de Uriel busco el sexo de Débora. Su mano se metió entre sus piernas, y ella lo dejó hacer. A través de la ropa, igual la sensación era placentera. La hembra separó un poco sus piernas para facilitar esas caricias que la ponían caliente. Con sus manos acariciaba el cabello de Uriel mientras sus labios seguían fundidos en uno solo. Cuando se separaron, el macho tomó su remera y se la quitó rápidamente, dejándola solo con el sostén, que protegía dos tetas turgentes y sensuales. Uriel las miró y su boca buscó el canalillo entre ellas. Su lengua se metió allí, disfrutando el sabor de la hembra. Ella comenzó lentamente a desabrochar su camisa, acariciando su cuerpo por debajo de la tela. Luego de desabrocharla, tironeó y la sacó del pantalón. A continuación, comenzó a trabajar sobre el cinturón y el pantalón hasta conseguir que el mismo cayera al suelo. Un boxer abultado quedó a la vista, y la mano de Débora comenzó a juguetear con ese bulto por encima de la tela. Uriel empezó a suspirar de placer. En ese momento, Débora se separó. Se alejó unos pasos y lentamente comenzó a quitarse sus tacos, su pantalón, quedando solo con una tanga transparente que resaltaba su cuerpo sensual. Volvió a calzarse los tacos, y lentamente desprendió su sostén dejando sus tetas a la vista.
Uriel se quitó los zapatos y salió del pantalón que estaba enrollado a sus pies. Se quitó la camisa y avanzó sobre Débora, pero ella lo detuvo.
-No Uriel. Tranquilo. Vamos al dormitorio, dijo dándose vuelta y dirigiéndose a su cuarto, caminando sensualmente y sabiendo que la mirada del macho no perdía detalle de su cuerpo. Su culo se bamboleaba de una manera irresistible. En cuestión de segundos sintió el cuerpo del macho pegado al de ella, caminando hacia la cama. Una vez allí, la arrojó sobre ella, y la cubrió con su cuerpo. El hombre estaba desesperado. Débora se sentía feliz. No iba a ser este el último encuentro. Apenas el primero. Luego de hoy, este macho no podría vivir sin ella. Se dio vuelta, haciendo que el quedara boca arriba en la cama, y ya dueña de la situación, fue bajando con sus besos por su cuerpo. Uriel extasiado, la dejaba hacer. Nunca había tenido una hembra tan activa en la cama, y se sentía morir de placer.
Cuando Débora llegó al boxer, sus manos lo bajaron lentamente, hasta que una verga totalmente distendida, saltó como si tuviera un resorte, quedando frente a ella, apuntando al cielo. Vaya que estaba caliente.
* * *
Por fin, el macho se retiró, dejando a Rita sentada en el sofá.
- Bueno, date vuelta y arrodillate sobre el sillón, le dijo mientras se quitaba la ropa.
- Por favor, no hagas esto, suplicó Rita.
- Ya lo hicimos y volveremos a hacerlo, si no quieres que el mundo se entere la clase de puta que eres, dijo el macho totalmente desnudo.
Rita se levantó y obedeciendo, se dio vuelta y se arrodilló sobre el sillón. El macho levantó su corto vestido.
- Hoy como no me esperabas tienes bombacha. Pero esto se soluciona fácil, dijo mientras de la bajaba de un tirón. Rita se aferraba con fuerza al respaldo y su cabeza de hundía en él. Quería que todo terminara rápido. Este hijo de puta la iba a penetrar y ella nada podía hacer. Pero de pronto la sensación fue diferente. La boca del macho tomó posesión de su sexo y su lengua comenzó a juguetear con su clítoris. Le pareció que una corriente eléctrica la recorría. Sus piernas se tensaron y trató de juntarlas, pero las manos del animal no la dejaron. Luego de unos minutos, sintió que se lubricaba y lo peor era que el macho también lo notaría, y así fue.
- Bien, mi amor. Así me gusta que respondas. Ahora estás preparada para disfrutar a tope de mi herramienta, dijo cambiando de posición y ubicando su verga en la puerta de su sexo.
- Tu serás quien la dirija, preciosa, le dijo, y tomando una mano de Rita la dirigió entre sus piernas. Ella tanteó hasta encontrar la vara. Estaba caliente y latía. La apuntó entre sus labios y sintió como el macho empujaba y la iba llenando sin compasión. Su mano rozaba esa verga que se iba hundiendo en su cuerpo. Cuando sus cuerpos se acoplaron totalmente, el macho rasgó el escote de su vestido y tomó posesión de sus tetas. Los pezones estaban duros como piedras, producto de la excitación no deseada de Rita. La hembra hacía esfuerzos para no responder al ataque sexual que estaba soportando y que la excitaba de una manera morbosa. Se sorprendió de su propia respuesta. ¿ Le gustaba sufrir? ¿ Le gustaba que la forzaran? Cuando el macho empezó a bombearla, no resistió mas y comenzó a responder con todo su cuerpo. El macho suspiró de placer, al darse cuenta que estaba totalmente entregada.
* * *
Sin dejar de mirarlo a los ojos, Débora se fue tragando la verga de Uriel, y dentro de su boca, su lengua la recorría como si fuera un caramelo. El macho aferraba las sabanas con sus manos contraídas. El placer que estaba sintiendo era máximo. Esa hembra sabía como satisfacer a un hombre. Su mujer jamás se la había mamado así. Por lo menos a él, pensó recordando el video, y se excitó por la furia un poco más si eso era posible.
El trabajo bucal fue muy satisfactorio, y cuando Débora terminó de quitarle los boxer y se sentó sobre su verga, dirigiendo la penetración para luego empezar a cabalgarlo como una poseída, ya fue demasiado.
4 o 5 cabalgadas de la hembra y Uriel comenzó a vaciarse con chorros largos y calientes que parecían venir de su columna, provocándole placer y dolor jamás antes sentidos. Sus alaridos eran hasta grotescos. La estaba llenando como nunca había llenado una hembra. Débora, sin llegar al orgasmo, lo dejó acabar. Esa leche caliente dentro de su cuerpo era la llave que le iba a permitir disfrutar durante el tiempo que ella quisiera de Uriel. No pudo menos que pensar en Rita. Le había costado trabajo ubicar a los jovenes que la habían enfiestado en el monte. Fue más fácil darles el video y la dirección de Rita para que fueran a visitarla, arreglando el día en que ella estuviera más accesible. No podía dejarlo ir a Uriel, hasta que no recibiera el mensaje de que todo estaba terminado.
Se agachó sobre el y comenzó a besarlo en la boca y el cuello. Uriel le repetía sin cesar lo buena que era, como había gozado, que la quería, en fin, todas las estupideces que los hombres satisfechos dicen en ese momento. Débora no contestaba. Quería su parte del pastel y no iba a detenerse hasta conseguirlo.
Uriel notó con sorpresa, que su verga comenzaba a latir nuevamente. Nunca había podido tener sexo dos veces seguidas, pero la puta que tenía encima lo iba a conseguir. Cuando Débora notó que el macho respondía, desensilló y se ubicó de costado, dejando su culito en pompa para el lado del macho. Este, ni lerdo ni perezoso, giró y se acopló detrás de ella. Una de las piernas de la mujer se apoyó sobre las suyas, y las manos de Débora tomaron la verga y la dirigieron al cálido alojamiento. Bastó un empujón de Uriel para que se metiera hasta las cachas, y ahora fuera él el que comenzara a bombear.
Débora estaba muy excitada. En un par de minutos sintió que el orgasmo llegaba, y enroscó sus piernas para aumentar la sensibilidad de ese martillo que la empalaba. Por fin se dejó arrastrar por esa ola de placer que la dejó floja y satisfecha. Detrás suyo Uriel, bombeaba y bombeaba sin pausa.
* * *
-Goza, perra, goza, decía el macho al oído de Rita, y ella le había caso. Estaba gozando como había tiempo que no lo hacía. Un orgasmo la arrasó, y la constante penetración hizo que se fueran sucediendo uno detrás de otro, hasta que sintió que el macho se venía dentro de ella, quemándola con su semen hasta en el último rincón de su sexo. Por fin, cayó encima de ella, terminado.
Pasaron varios minutos en que nadie habló.
- Por favor, ahora vete que volverá mi marido.
- Me voy con la condición de que estés disponible cuando te necesite, dijo el macho sacando su verga chorreante de su cuerpo.
- Nunca más debemos hacer esto, suplicó Rita.
- Vamos que te gustó, perra. Dame tu teléfono y te llamo cuando ande por aquí.
Rita se movió hacia la mesa y tomó su celular. El macho se lo sacó de las manos, y marcó su propio número. Al instante su celular empezó a cenar.
- Ya te tengo registrada, y ahora ven a limpiarme bien la verga, le dijo , empujándola hacia el suelo.
Rita se arrodilló y se volvió a tragar esa verga que tanto placer le había dado. Luego de un rato notó como crecía en su boca,y notó en los bufidos del macho que estaba muy caliente, pero igual se sorprendió cuando un líquido caliente y espeso golpeó el fondo de su garganta, y otro, y otro, hasta llenarle la boca. Quiso escupir pero el macho no la dejó, y no tuvo mas remedio que tragarse la leche, ante la satisfacción del hombre.
- Así me gusta puta, así me gusta. Y ahora me voy porque estoy retrasado, pero volveremos a vernos, le dijo mientras comenzaba a vestirse. Rita quedó allí de rodillas, tratando de explicarse lo que había ocurrido. ¿ Cómo la habían encontrado? ¿ Como podría liberarse?
Una vez vestido el macho tomó su celular, revisó rapidamente la filmación, que con todos los defectos, era bastante facil distinguir a quienes participaban, registró el número de Rita, y envió el mensaje convenido.
- Ya le avisé a mi amigo que voy para allá, para que me espere, dijo disimulando. Se acercó a Rita, la levantó del suelo, y la besó en la boca, mostrando quien era el que mandaba, luego la arrojó sobre el sillón y azotando la puerta se fue.
Rita demoró unos minutos en reaccionar y lentamente se quitó lo que quedaba de su destrozado vestido, fue al baño, lo arrojó en el cesto de la ropa sucia y se dio una ducha larga y caliente, tratando de borrar la manera en que la habían usado.
* * *
Débora estaba completando su segundo orgasmo cuando sintió que llegaba un mensaje a su celular que estaba en el comedor. Se imaginó quien lo remitía, y entonces, su mano tomó con fuerza las pelotas del macho y comenzó a masajearlo, haciendo que Uriel acelerara desesperado y se corriera una vez más dentro de ella, quedando ahora si, seco y terminado. Le costó unos cuantos minutos recuperar el ritmo de la respiración
- Bueno, por favor, vete, y piensa que esto no debe volver a pasar, dijo Débora haciendose la inocente.
- Esto va a seguir pasando, Débora, me enloqueces, dijo Uriel besándola.
- Por favor, vamos a pensarlo y luego vemos, dijo, mientras se vestía con un camisón muy sugestivo.
Uriel la miró lleno de deseo.
- Si no fuera porque me dejaste seco y tengo que irme, te juro que me quedaba a seguir dándote bomba toda la noche. Eres una perra espectacular, dijo con los ojos brillosos.
* * *
Uriel llegó cansado del trabajo y le dijo a Rita que iba a ducharse. Rita , por su parte le dijo que ella también estaba muy cansada por lo que había trabajado esa tarde en la casa. Por supuesto, no se atrevió a preguntar la razón de la demora de su esposo. Esa tarde tenía que desaparecer lo más rápido posible.
Esa noche, los dos simularon dormir. Ninguno pudo. Todo un futuro inesperado se abría ante ellos.
Pero tardó unas horas en notar que ahora Débora no se le ofrecía como antes. Muy por el contrario, mantenía una distancia. Cálida, simpática, pero distancia al fin. Nada que ver con la mujer que hasta hacía unos días lo buscaba. Y no entendía que estaba pasando. Ahora que el estaba dispuesto, ella no le abría el juego.
Por fin, avanzada la tarde decidió mostrar sus cartas.
- Débora, ven a mi oficina, sonó su voz en el intercomunicador en la oficina de la mujer. El momento que ella estaba esperando.
Se tomó unos minutos para presentarse, y lo hizo con unas cuantas carpetas en las manos, y sus anteojos puestos.
-¿ Si Uriel?
- Disculpa que te interrumpa pero quería hablar un minuto contigo.
- Ahora es muy complicado, estoy terminando unos trabajos atrasados.
- ¿ Tienes un rato después del trabajo? Porque lo que quiero comentarte no tiene que ver con la oficina.
Débora pensó un rato deleitándose de la cara de impaciencia del macho. No te va a ser fácil, pensó, tendrás que suplicar lo que antes te ofrecí barato.
- Si no es mucho tiempo, tengo un ratito. Me esperan unas amigas para salir a cenar, mintió.
- No va a tomar mas de 10 minutos. Te espero en el bar de la esquina.
- Bien Uriel, allí te veo.
Uriel, salió del trabajo al cumplir el horario y se dirigió presuroso al bar. Se sentó en un reservado del fondo, donde no podían verlo desde la calle, y donde nadie podía escucharlo. Desde allí le avisó a Rita que se demoraría en el trabajo, y que no sabía a que hora volvería. Quedó en avisarle cuando se desocupara para que ella le calentara la cena.
Unos minutos después Débora atravesó la puerta, miró al interior y cuando lo identificó se dirigió hasta la mesa. En el camino, sus sinuosos movimientos provocaban que los parroquianos se dieran vuelta para mirarla.
Se sentó en la mesa y se estiró hacia atrás.
- Ahh, estoy cansada, realmente, hoy ha sido un día agotador, dijo desentendida, pero bueno, dime de que querías hablarme, dijo mientras retomaba su posición correctamente sentada.
- Estoy con el tema que hablamos la otra noche.
- Ah, si, tu esposa que supuestamente está en ese video.
- No es supuesto. Es ella.
- Pero bueno, ya te dije, tienes que decidir que vas a hacer.
- Lo estuve pensando, Débora, y por eso te cité. Hace mucho que te deseo, y nunca me atreví a decirte nada, para no dañar mi matrimonio, pero ya que mi esposa ha decidido jugar así, entonces, yo también quiero mi parte de la torta, dijo de un tirón.
Débora lo miro fingiéndose sorprendida.
- Pero Uriel, ya te dije que no es una cuestión de venganza. Por otra parte, sigues casado. ¿ Cómo imaginas que yo pueda relacionarme con un hombre casado?, contestó haciendose la modosita.
- Nos conocemos hace tiempo. No tenemos que jugar a nada. Somos grandes. Me gustas y me encantaría que nuestra relación se hiciera más íntima.
- Pero Uriel, trabajamos juntos. Esa mayor intimidad va a afectar nuestra labor.
Uriel la tomó de las manos por encima de la mesa.
- Al contrario. Una mayor intimidad va a mejorar nuestro trabajo. Déjame probártelo.
* * *
Rita había terminado de acomodar la casa. Su esposo había avisado que iba a demorarse en el trabajo una vez mas. Se sentó en el sofá. No tenía nada que hacer. Encendió la tele, e hizo zapping un buen rato. Muchos canales y ninguna que valiera la pena. El sonido del timbre la sacó de su reposo.
Se levantó del sofa y fue a atender. Se miró en el espejo que estaba cerca de la puerta. Sandalias, un vestido suelto corto, sin sostén. Pensó si debía cambiarse, pero no esperaba a nadie. Seguramente era un vecino que necesitaba algo. Lo atendería en la puerta. No hacía falta cambiarse.
Entreabrió la puerta y se asomó. Un muchacho moreno, la miró con una rara sonrisa.
- Hola, dijo el joven por todo saludo.
Ella lo miró extrañada. Juraría que lo conocía, pero no podía identificarlo.
- Hola, contestó, pensando que podía ser algún empleado de su esposo que este había mandado a buscar algo del trabajo, ¿ Qué necesitas?
- Me costó trabajo encontrar la dirección. ¿ No me invitas a entrar?
“Desfachatado”, pensó Rita. Estos muchachos cada vez mas maleducados.
- Perdón, pero no te conozco, dijo empezando a ponerse molesta.
- Vamos preciosa. No creo que te hayas olvidado de la noche que pasamos con mis amigos en aquel monte, dijo sin dejar de sonreir.
Rita se quedó helada. Su mente se iluminó. Claro. Este fue uno de los que se aprovecharon de ella, y mientras procesaba la información, el joven empujó la puerta y entró a su departamento. Cuando ella trató de impedirlo ya era tarde. El joven estaba sentado en el sofá.
Se acercó altanera, con la intención de terminar cuanto antes con esta situación.
- Mira. No se lo que pasó. Yo estaba totalmente borracha. Tengo la idea de que se aprovecharon de mí, pero no puedo probarlo, sino los hubiera denunciado. Te recomiendo que te vayas por donde has venido.
El joven sonrió con la misma sonrisa autosuficiente de siempre.
- Me tomé el trabajo de encontrarte. Podrías ser más atenta y servirme algo para tomar, dijo despatarrándose en el sillón.
Rita quedó de pie a su lado, sin saber que haber. Pensó que era mejor convencerlo por las buenas.
- ¿ Que quieres tomar?
- Una cerveza, si es posible, gracias.
Rita fue a la cocina, abrió la heladera y sintió que un cuerpo se pegaba al suyo, mientras que dos manos se adueñaban de sus tetas. Trató de escaparse, pero la fuerza del depredador era superior a la suya.
- Tranquila Rita, tomaremos la cerveza y luego te voy a atender como te mereces, shhh, portate bien, le dijo comenzando a besarla en el cuello sin dejar de sobarle las tetas. Rita estaba paralizada de la sorpresa. ¿ Cómo podría solucionar esto?
* * *
Débora dejó que Uriel le sostuviera las manos haciendo como que no se daba cuenta.
- No creo que sea una buena idea, dijo con tranquilidad.
- Es una muy buena idea. Siempre me gustaste mucho. Nunca te dije nada porque no quería engañar a mi esposa, pero visto los acontecimientos, tengo derecho yo también a dejar salir mis sentimientos.
Sus manos subieron por los brazos de la mujer, mientras no dejaba de mirarla a los ojos.
- Estamos en un lugar público, por favor, dijo ella, y Uriel retiró sus manos como si se hubieran quemado.
- Pues vamos a un lugar donde podamos hablar tranquilos, dijo el macho.
- Si realmente vamos a hablar, podemos ir a mi departamento, pero te comportas, le dijo seria.
- Débora, te juro que no haré nada. Solo hablar, dijo Uriel contento. Ya la tenía donde quería. Lo que no sabía es que en realidad ella lo había puesto donde quería.
Salieron del bar y en el auto de Uriel se dirigieron al departamento de Débora. En el trayecto ninguno habló. La tensión podía cortarse con un cuchillo. Llegaron, tomaron el ascensor e ingresaron al departamento. Allí todo explotó de repente. Uriel se abalanzó sobre Débora, empujándola contra la pared y adueñándose de su boca con desesperación. Débora disfrutaba de las sensaciones. Tanto tiempo esperando a que ese macho fuera suya, y ahora había llegado el momento. Se dejó hacer con total sumisión. Necesitaba que él se sintiera dueño de la situación. Que sintiera que era el que mandaba. Que sintiera que ya no era mas un cornudo.
* * *
Rita no podía creer su mala suerte. Esa pesadilla de su pasado que creía superada, estaba allí de nuevo, sentada en su sofá, y claramente con la intención de repetir lo ocurrido. Debía evitarlo.
- Estás tan bonita como te recuerdo, aunque esa noche no tuve mucho tiempo de apreciar tu belleza. Cuando te presté atención ya estabas en la arena empalada hasta la cachas, dijo el moreno sonriendo.
- Estaba borracha. No sabía lo que hacía, se defendió Rita.
- Pues no parecía. Al contrario, juraría que lo disfrutaste mucho, y por eso estoy acá, para hacerte gozar de nuevo. Me parece que en tu casa te está faltando lo que yo te voy a dar, dijo acariciándose el bulto que claramente destacaba. Rita lo miró con estupor. Esto no podía estar sucediendo.
- Mira, mi esposo va a regresar en cualquier momento, y no voy a poder explicarle que haces aquí.
- Por eso mismo, vamos a apurar el trámite, dijo levantándose y dirigiéndose hacia ella.
Rita trató de detenerlo, pero el macho puso una rodilla a cada lado de su cuerpo y la tomó del cuello.
- Tranquila, que primero voy a mostrarte algo, le dijo, y sacando su celular del bolsillo, maniobró con él, y lo puso frente a su cara. Rita luchaba por zafarse, y de reojo miró la pantalla, quedando helada.
Allí estaba ella, tirando con los cuatro muchachos en la arena. Y debía reconocer que no parecía que la estaban forzando. Una lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas.
- ¿ Crees que a tu esposo le gustará la película? Seguramente conoce a la actriz principal, no?
Detuvo el video, y lo dejó grabando, apoyándolo en el florero que había en el centro de mesa, tomando todo lo que ocurría en ese sillón sin que Rita en su desesperación lo notara. Abriendo el cierre de su bragueta extrajo esa verga larga y gruesa que Rita ya conocía.
- Vamos, empieza a chupar que no tenemos todo el día, le dijo dejándola frente a su cara.
Rita, sollozando, la tomó con la mano y la metió en su boca.
* * *
Allí, contra la pared, la mano de Uriel busco el sexo de Débora. Su mano se metió entre sus piernas, y ella lo dejó hacer. A través de la ropa, igual la sensación era placentera. La hembra separó un poco sus piernas para facilitar esas caricias que la ponían caliente. Con sus manos acariciaba el cabello de Uriel mientras sus labios seguían fundidos en uno solo. Cuando se separaron, el macho tomó su remera y se la quitó rápidamente, dejándola solo con el sostén, que protegía dos tetas turgentes y sensuales. Uriel las miró y su boca buscó el canalillo entre ellas. Su lengua se metió allí, disfrutando el sabor de la hembra. Ella comenzó lentamente a desabrochar su camisa, acariciando su cuerpo por debajo de la tela. Luego de desabrocharla, tironeó y la sacó del pantalón. A continuación, comenzó a trabajar sobre el cinturón y el pantalón hasta conseguir que el mismo cayera al suelo. Un boxer abultado quedó a la vista, y la mano de Débora comenzó a juguetear con ese bulto por encima de la tela. Uriel empezó a suspirar de placer. En ese momento, Débora se separó. Se alejó unos pasos y lentamente comenzó a quitarse sus tacos, su pantalón, quedando solo con una tanga transparente que resaltaba su cuerpo sensual. Volvió a calzarse los tacos, y lentamente desprendió su sostén dejando sus tetas a la vista.
Uriel se quitó los zapatos y salió del pantalón que estaba enrollado a sus pies. Se quitó la camisa y avanzó sobre Débora, pero ella lo detuvo.
-No Uriel. Tranquilo. Vamos al dormitorio, dijo dándose vuelta y dirigiéndose a su cuarto, caminando sensualmente y sabiendo que la mirada del macho no perdía detalle de su cuerpo. Su culo se bamboleaba de una manera irresistible. En cuestión de segundos sintió el cuerpo del macho pegado al de ella, caminando hacia la cama. Una vez allí, la arrojó sobre ella, y la cubrió con su cuerpo. El hombre estaba desesperado. Débora se sentía feliz. No iba a ser este el último encuentro. Apenas el primero. Luego de hoy, este macho no podría vivir sin ella. Se dio vuelta, haciendo que el quedara boca arriba en la cama, y ya dueña de la situación, fue bajando con sus besos por su cuerpo. Uriel extasiado, la dejaba hacer. Nunca había tenido una hembra tan activa en la cama, y se sentía morir de placer.
Cuando Débora llegó al boxer, sus manos lo bajaron lentamente, hasta que una verga totalmente distendida, saltó como si tuviera un resorte, quedando frente a ella, apuntando al cielo. Vaya que estaba caliente.
* * *
Por fin, el macho se retiró, dejando a Rita sentada en el sofá.
- Bueno, date vuelta y arrodillate sobre el sillón, le dijo mientras se quitaba la ropa.
- Por favor, no hagas esto, suplicó Rita.
- Ya lo hicimos y volveremos a hacerlo, si no quieres que el mundo se entere la clase de puta que eres, dijo el macho totalmente desnudo.
Rita se levantó y obedeciendo, se dio vuelta y se arrodilló sobre el sillón. El macho levantó su corto vestido.
- Hoy como no me esperabas tienes bombacha. Pero esto se soluciona fácil, dijo mientras de la bajaba de un tirón. Rita se aferraba con fuerza al respaldo y su cabeza de hundía en él. Quería que todo terminara rápido. Este hijo de puta la iba a penetrar y ella nada podía hacer. Pero de pronto la sensación fue diferente. La boca del macho tomó posesión de su sexo y su lengua comenzó a juguetear con su clítoris. Le pareció que una corriente eléctrica la recorría. Sus piernas se tensaron y trató de juntarlas, pero las manos del animal no la dejaron. Luego de unos minutos, sintió que se lubricaba y lo peor era que el macho también lo notaría, y así fue.
- Bien, mi amor. Así me gusta que respondas. Ahora estás preparada para disfrutar a tope de mi herramienta, dijo cambiando de posición y ubicando su verga en la puerta de su sexo.
- Tu serás quien la dirija, preciosa, le dijo, y tomando una mano de Rita la dirigió entre sus piernas. Ella tanteó hasta encontrar la vara. Estaba caliente y latía. La apuntó entre sus labios y sintió como el macho empujaba y la iba llenando sin compasión. Su mano rozaba esa verga que se iba hundiendo en su cuerpo. Cuando sus cuerpos se acoplaron totalmente, el macho rasgó el escote de su vestido y tomó posesión de sus tetas. Los pezones estaban duros como piedras, producto de la excitación no deseada de Rita. La hembra hacía esfuerzos para no responder al ataque sexual que estaba soportando y que la excitaba de una manera morbosa. Se sorprendió de su propia respuesta. ¿ Le gustaba sufrir? ¿ Le gustaba que la forzaran? Cuando el macho empezó a bombearla, no resistió mas y comenzó a responder con todo su cuerpo. El macho suspiró de placer, al darse cuenta que estaba totalmente entregada.
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Sin dejar de mirarlo a los ojos, Débora se fue tragando la verga de Uriel, y dentro de su boca, su lengua la recorría como si fuera un caramelo. El macho aferraba las sabanas con sus manos contraídas. El placer que estaba sintiendo era máximo. Esa hembra sabía como satisfacer a un hombre. Su mujer jamás se la había mamado así. Por lo menos a él, pensó recordando el video, y se excitó por la furia un poco más si eso era posible.
El trabajo bucal fue muy satisfactorio, y cuando Débora terminó de quitarle los boxer y se sentó sobre su verga, dirigiendo la penetración para luego empezar a cabalgarlo como una poseída, ya fue demasiado.
4 o 5 cabalgadas de la hembra y Uriel comenzó a vaciarse con chorros largos y calientes que parecían venir de su columna, provocándole placer y dolor jamás antes sentidos. Sus alaridos eran hasta grotescos. La estaba llenando como nunca había llenado una hembra. Débora, sin llegar al orgasmo, lo dejó acabar. Esa leche caliente dentro de su cuerpo era la llave que le iba a permitir disfrutar durante el tiempo que ella quisiera de Uriel. No pudo menos que pensar en Rita. Le había costado trabajo ubicar a los jovenes que la habían enfiestado en el monte. Fue más fácil darles el video y la dirección de Rita para que fueran a visitarla, arreglando el día en que ella estuviera más accesible. No podía dejarlo ir a Uriel, hasta que no recibiera el mensaje de que todo estaba terminado.
Se agachó sobre el y comenzó a besarlo en la boca y el cuello. Uriel le repetía sin cesar lo buena que era, como había gozado, que la quería, en fin, todas las estupideces que los hombres satisfechos dicen en ese momento. Débora no contestaba. Quería su parte del pastel y no iba a detenerse hasta conseguirlo.
Uriel notó con sorpresa, que su verga comenzaba a latir nuevamente. Nunca había podido tener sexo dos veces seguidas, pero la puta que tenía encima lo iba a conseguir. Cuando Débora notó que el macho respondía, desensilló y se ubicó de costado, dejando su culito en pompa para el lado del macho. Este, ni lerdo ni perezoso, giró y se acopló detrás de ella. Una de las piernas de la mujer se apoyó sobre las suyas, y las manos de Débora tomaron la verga y la dirigieron al cálido alojamiento. Bastó un empujón de Uriel para que se metiera hasta las cachas, y ahora fuera él el que comenzara a bombear.
Débora estaba muy excitada. En un par de minutos sintió que el orgasmo llegaba, y enroscó sus piernas para aumentar la sensibilidad de ese martillo que la empalaba. Por fin se dejó arrastrar por esa ola de placer que la dejó floja y satisfecha. Detrás suyo Uriel, bombeaba y bombeaba sin pausa.
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-Goza, perra, goza, decía el macho al oído de Rita, y ella le había caso. Estaba gozando como había tiempo que no lo hacía. Un orgasmo la arrasó, y la constante penetración hizo que se fueran sucediendo uno detrás de otro, hasta que sintió que el macho se venía dentro de ella, quemándola con su semen hasta en el último rincón de su sexo. Por fin, cayó encima de ella, terminado.
Pasaron varios minutos en que nadie habló.
- Por favor, ahora vete que volverá mi marido.
- Me voy con la condición de que estés disponible cuando te necesite, dijo el macho sacando su verga chorreante de su cuerpo.
- Nunca más debemos hacer esto, suplicó Rita.
- Vamos que te gustó, perra. Dame tu teléfono y te llamo cuando ande por aquí.
Rita se movió hacia la mesa y tomó su celular. El macho se lo sacó de las manos, y marcó su propio número. Al instante su celular empezó a cenar.
- Ya te tengo registrada, y ahora ven a limpiarme bien la verga, le dijo , empujándola hacia el suelo.
Rita se arrodilló y se volvió a tragar esa verga que tanto placer le había dado. Luego de un rato notó como crecía en su boca,y notó en los bufidos del macho que estaba muy caliente, pero igual se sorprendió cuando un líquido caliente y espeso golpeó el fondo de su garganta, y otro, y otro, hasta llenarle la boca. Quiso escupir pero el macho no la dejó, y no tuvo mas remedio que tragarse la leche, ante la satisfacción del hombre.
- Así me gusta puta, así me gusta. Y ahora me voy porque estoy retrasado, pero volveremos a vernos, le dijo mientras comenzaba a vestirse. Rita quedó allí de rodillas, tratando de explicarse lo que había ocurrido. ¿ Cómo la habían encontrado? ¿ Como podría liberarse?
Una vez vestido el macho tomó su celular, revisó rapidamente la filmación, que con todos los defectos, era bastante facil distinguir a quienes participaban, registró el número de Rita, y envió el mensaje convenido.
- Ya le avisé a mi amigo que voy para allá, para que me espere, dijo disimulando. Se acercó a Rita, la levantó del suelo, y la besó en la boca, mostrando quien era el que mandaba, luego la arrojó sobre el sillón y azotando la puerta se fue.
Rita demoró unos minutos en reaccionar y lentamente se quitó lo que quedaba de su destrozado vestido, fue al baño, lo arrojó en el cesto de la ropa sucia y se dio una ducha larga y caliente, tratando de borrar la manera en que la habían usado.
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Débora estaba completando su segundo orgasmo cuando sintió que llegaba un mensaje a su celular que estaba en el comedor. Se imaginó quien lo remitía, y entonces, su mano tomó con fuerza las pelotas del macho y comenzó a masajearlo, haciendo que Uriel acelerara desesperado y se corriera una vez más dentro de ella, quedando ahora si, seco y terminado. Le costó unos cuantos minutos recuperar el ritmo de la respiración
- Bueno, por favor, vete, y piensa que esto no debe volver a pasar, dijo Débora haciendose la inocente.
- Esto va a seguir pasando, Débora, me enloqueces, dijo Uriel besándola.
- Por favor, vamos a pensarlo y luego vemos, dijo, mientras se vestía con un camisón muy sugestivo.
Uriel la miró lleno de deseo.
- Si no fuera porque me dejaste seco y tengo que irme, te juro que me quedaba a seguir dándote bomba toda la noche. Eres una perra espectacular, dijo con los ojos brillosos.
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Uriel llegó cansado del trabajo y le dijo a Rita que iba a ducharse. Rita , por su parte le dijo que ella también estaba muy cansada por lo que había trabajado esa tarde en la casa. Por supuesto, no se atrevió a preguntar la razón de la demora de su esposo. Esa tarde tenía que desaparecer lo más rápido posible.
Esa noche, los dos simularon dormir. Ninguno pudo. Todo un futuro inesperado se abría ante ellos.
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