Jessi me miraba asustada y llorosa. De manera suave comencé a decirle que era una chica muy atractiva y noble, que no necesitábamos llegar a estos niveles de violencia y que si compartíamos nuestros cuerpos podríamos darnos placer. También que yo podía mimarla y consentirla, que no deseaba que le pasara algo malo y que nadie tenía porque enterarse de lo que sucediera entre nosotros dos.
Su rostro mostró un poco más de tranquilidad, tomé una servilleta y comencé a secar sus lágrimas, le dije que no me gustaba verla llorar mientras la besaba suavemente en la mejilla. Ella me pidió que liberara sus manos porque se estaba lastimando, me dijo que prometía no volver a hacerme daño.
Traté de confiar en ella y la liberé delicadamente; en respuesta a eso me besó en la boca y comenzó a quitarse la blusa para dejar libres esos dos preciosos y juveniles senos. Con delicadeza liberé su brasier y con mis labios ensalivados comencé a mamar esos pezones grandes y rosados. La tumbé boca arriba sobre la cama, le quite el short mientras besaba sus muslos impresionantemente suaves, su tanga era blanca con figuras de labios y flores. Con los dientes le baje esa prenda y pude ver los divinos labios vaginales que poseía, depilados estéticamente. Mi lengua comenzó a jugar con ellos y con su clítoris, ella se estremecía y se acariciaba los pechos desesperadamente dando pequeños quejidos.
Lo siguiente fue levantarle las piernas y ponerlas sobre mis hombros para penetrarla totalmente, me abalancé sobre ella y sentí la suavidad de deslizar mi pene dentro de ella; ese coño era tan cálido y húmedo como jamás imaginé. Jessi se relamía los labios y jugaba con sus pezones con cada vaivén que yo le daba, era tan agradable que no tardé en venirme dentro de ella. Me quede unos minutos más en su interior y jugando sus pezones con mi lengua. Me recosté junto a ella acariciando toda la longitud de su cuerpo que podían alcanzar mis manos.
De repente en un instante desprevenido Jessi tomo con la mano derecha un bate de madera que era de Alex y me golpeó las costillas, se levanto de un brinco y quiso darme otro golpe que amortigüé con una almohada; me levanté adolorido rápidamente y se lo arrebaté de las manos. Se quiso librar a manotazos y rodillazos pero solo consiguió que la volviera a dominar y que le volviera a atar las manos. La empujé sobre la cama y quedo tendida sobre su costado dándome la espalda a propósito y volvió a llorar.
Aun sentía dolor en las costillas pero ella me provocaba ternura, me recosté junto a ella y comencé a decirle suavemente al oído “¿porque me tratas así?”, “yo solo siento cariño por ti”, “no es necesaria esta violencia”, “¿acaso no te gustó como lo hicimos?”, “tu ya no eres virgen”, “te puedo hacer todas las cosas ricas que quieras”. Estas frases se las repetí una y otra vez hasta que dejó de llorar.
Me hubiera gustado que me hiciera una mamada con esa hermosa boquita y esa carita de inocencia, pero no podía arriesgar a que me diera una mordida en la polla y me lesionara para siempre. Lo que hice fue bajarla de la cama y embrocarla para contemplar ese enorme culo y penetrarla desde atrás, su vagina aun seguía mojada así que no me costó penetrarla. Jessi tenía su cabeza apoyada en unas almohadas contra la pared ya que con las manos no podía apoyarse. Esas enormes nalgas chocaban con mis muslos y abdomen en cada embestida produciendo un sonido que me excitaba al máximo, por momentos me salía totalmente de ella para contemplar su hermoso chocho hinchado producto de tanta excitación y de la acción que había tenido ese domingo con el idiota de su novio. Volvía a entrar y a salir sabiendo que mis fantasías al fin se cumplían y deseando seguir teniendo sexo con Jessi durante sus mejores próximos años. Entre esos rebotes de cuerpos y enorme excitación volví a llenarle la vagina de mis líquidos. Esta ricura de mujer había sido mía, ese cuerpo emanaba olor a sexo por todos los rincones, la seguí besando y acariciando perversamente.
Minutos después la conduje al baño para ducharme con ella, abrí la regadera y comencé a frotar su cuerpo con el jabón y las esponjas aprovechando que ella estaba atada; me gustaba pasarle la mano entre sus muslos recorriendo sus labios vaginales y el interior de sus nalgas. Le ayude a enjuagarse y a quitarse todo el jabón del resto del cuerpo; con mi lengua recorrí sus pechos y fui bajando lentamente por su abdomen hasta llegar a su raja para juguetear con su clítoris. Estaba en pleno disfrute cuando Jessi trato de liberarse de nuevo y me propinó un rodillazo en la cara que me dejo atontado y desubicado, pero ella perdió el equilibrio y resbaló cayendo de espaldas dándose un golpe en la nuca contra la bañera, después de ese impacto quedó inconsciente.
Me levanté como pude y me apresuré a levantarla pero ya no respiraba, estaba sangrando de nariz y boca. Me invadió el pánico, la cargué y la llevé a la sala solo para darme cuenta de que ya no tenía signos vitales.
¿Qué explicación iba a dar de lo ocurrido? Yo era el único culpable de todo, podría haberlo evitado pero me venció el deseo sexual reprimido. ¿Qué hacer con el cuerpo y con las evidencias? Mi mente comenzó a trabajar rápidamente y concluí que tendría que ocultar el cuerpo y tirarlo en algún lugar donde nadie lo encontrara. Busqué unos sacos amplios que tenía entre las herramientas del garaje y metí en ellos el cuerpo de Jessi; esperé que fuera la media noche para meter el cuerpo en mi auto, salí de la ciudad rumbo a unas montañas pequeñas donde abundan las cuevas y arrojé el cuerpo a un cráter extremadamente profundo de esos que parecen no tener fondo.
De regreso a casa estuve muy pensativo pero ya no tan preocupado, lo que hice estaba bien hecho y nadie tenía porque enterarse. Dejé el auto, tome mi maleta y me dirigí a la central de autobuses, para poder llegar al siguiente día al congreso.
Tres días después en pleno congreso recibí una llamada de Karen que recién llegaba del tratamiento de Alex, en ella se le escuchaba llorosa, me informaba que Jessica había desaparecido, que la última vez fue vista con su novio, pero el chico estaba en su casa y que habían empezado a inundar de fotos todas las calles y comercios para poder localizarla, o recibir algún informe útil de su paradero.
Su rostro mostró un poco más de tranquilidad, tomé una servilleta y comencé a secar sus lágrimas, le dije que no me gustaba verla llorar mientras la besaba suavemente en la mejilla. Ella me pidió que liberara sus manos porque se estaba lastimando, me dijo que prometía no volver a hacerme daño.
Traté de confiar en ella y la liberé delicadamente; en respuesta a eso me besó en la boca y comenzó a quitarse la blusa para dejar libres esos dos preciosos y juveniles senos. Con delicadeza liberé su brasier y con mis labios ensalivados comencé a mamar esos pezones grandes y rosados. La tumbé boca arriba sobre la cama, le quite el short mientras besaba sus muslos impresionantemente suaves, su tanga era blanca con figuras de labios y flores. Con los dientes le baje esa prenda y pude ver los divinos labios vaginales que poseía, depilados estéticamente. Mi lengua comenzó a jugar con ellos y con su clítoris, ella se estremecía y se acariciaba los pechos desesperadamente dando pequeños quejidos.
Lo siguiente fue levantarle las piernas y ponerlas sobre mis hombros para penetrarla totalmente, me abalancé sobre ella y sentí la suavidad de deslizar mi pene dentro de ella; ese coño era tan cálido y húmedo como jamás imaginé. Jessi se relamía los labios y jugaba con sus pezones con cada vaivén que yo le daba, era tan agradable que no tardé en venirme dentro de ella. Me quede unos minutos más en su interior y jugando sus pezones con mi lengua. Me recosté junto a ella acariciando toda la longitud de su cuerpo que podían alcanzar mis manos.
De repente en un instante desprevenido Jessi tomo con la mano derecha un bate de madera que era de Alex y me golpeó las costillas, se levanto de un brinco y quiso darme otro golpe que amortigüé con una almohada; me levanté adolorido rápidamente y se lo arrebaté de las manos. Se quiso librar a manotazos y rodillazos pero solo consiguió que la volviera a dominar y que le volviera a atar las manos. La empujé sobre la cama y quedo tendida sobre su costado dándome la espalda a propósito y volvió a llorar.
Aun sentía dolor en las costillas pero ella me provocaba ternura, me recosté junto a ella y comencé a decirle suavemente al oído “¿porque me tratas así?”, “yo solo siento cariño por ti”, “no es necesaria esta violencia”, “¿acaso no te gustó como lo hicimos?”, “tu ya no eres virgen”, “te puedo hacer todas las cosas ricas que quieras”. Estas frases se las repetí una y otra vez hasta que dejó de llorar.
Me hubiera gustado que me hiciera una mamada con esa hermosa boquita y esa carita de inocencia, pero no podía arriesgar a que me diera una mordida en la polla y me lesionara para siempre. Lo que hice fue bajarla de la cama y embrocarla para contemplar ese enorme culo y penetrarla desde atrás, su vagina aun seguía mojada así que no me costó penetrarla. Jessi tenía su cabeza apoyada en unas almohadas contra la pared ya que con las manos no podía apoyarse. Esas enormes nalgas chocaban con mis muslos y abdomen en cada embestida produciendo un sonido que me excitaba al máximo, por momentos me salía totalmente de ella para contemplar su hermoso chocho hinchado producto de tanta excitación y de la acción que había tenido ese domingo con el idiota de su novio. Volvía a entrar y a salir sabiendo que mis fantasías al fin se cumplían y deseando seguir teniendo sexo con Jessi durante sus mejores próximos años. Entre esos rebotes de cuerpos y enorme excitación volví a llenarle la vagina de mis líquidos. Esta ricura de mujer había sido mía, ese cuerpo emanaba olor a sexo por todos los rincones, la seguí besando y acariciando perversamente.
Minutos después la conduje al baño para ducharme con ella, abrí la regadera y comencé a frotar su cuerpo con el jabón y las esponjas aprovechando que ella estaba atada; me gustaba pasarle la mano entre sus muslos recorriendo sus labios vaginales y el interior de sus nalgas. Le ayude a enjuagarse y a quitarse todo el jabón del resto del cuerpo; con mi lengua recorrí sus pechos y fui bajando lentamente por su abdomen hasta llegar a su raja para juguetear con su clítoris. Estaba en pleno disfrute cuando Jessi trato de liberarse de nuevo y me propinó un rodillazo en la cara que me dejo atontado y desubicado, pero ella perdió el equilibrio y resbaló cayendo de espaldas dándose un golpe en la nuca contra la bañera, después de ese impacto quedó inconsciente.
Me levanté como pude y me apresuré a levantarla pero ya no respiraba, estaba sangrando de nariz y boca. Me invadió el pánico, la cargué y la llevé a la sala solo para darme cuenta de que ya no tenía signos vitales.
¿Qué explicación iba a dar de lo ocurrido? Yo era el único culpable de todo, podría haberlo evitado pero me venció el deseo sexual reprimido. ¿Qué hacer con el cuerpo y con las evidencias? Mi mente comenzó a trabajar rápidamente y concluí que tendría que ocultar el cuerpo y tirarlo en algún lugar donde nadie lo encontrara. Busqué unos sacos amplios que tenía entre las herramientas del garaje y metí en ellos el cuerpo de Jessi; esperé que fuera la media noche para meter el cuerpo en mi auto, salí de la ciudad rumbo a unas montañas pequeñas donde abundan las cuevas y arrojé el cuerpo a un cráter extremadamente profundo de esos que parecen no tener fondo.
De regreso a casa estuve muy pensativo pero ya no tan preocupado, lo que hice estaba bien hecho y nadie tenía porque enterarse. Dejé el auto, tome mi maleta y me dirigí a la central de autobuses, para poder llegar al siguiente día al congreso.
Tres días después en pleno congreso recibí una llamada de Karen que recién llegaba del tratamiento de Alex, en ella se le escuchaba llorosa, me informaba que Jessica había desaparecido, que la última vez fue vista con su novio, pero el chico estaba en su casa y que habían empezado a inundar de fotos todas las calles y comercios para poder localizarla, o recibir algún informe útil de su paradero.
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