Hola poringueras y poringueros. Quiero dedicarle este relato a mi amiga Julieta Rodriguez que me inspiró en este relato.
Juli hace escasos días que cumplió los dieciocho años, una chica típica de clase media adorada por sus padres, de buenas notas en el costosísimo colegio privado en el que concurre, devota concurrente a la misa de los domingos en la parroquia del colegio, casi la debilidad del Padre Emilio y la Madre Superiora.
Sin embargo, detrás de esa fachada de niña bien se esconde una chica desprejuiciada, caliente, adicta al sexo y a la vida libertina.
Por ella pasaron varios de sus compañeros y amigos, el profesor de geografía que la aprobó con diez, el socio de su padre en la fábrica... En fín, no le hace asco a nada. No hay pija que se le resista, no hay hombre que no someta a su capricho de niña golosa. pero hay una historia que le anda dando vueltas por su cabecita morbosa y alocada.
Hace un tiempo contactó por facebook un personaje enigmático que se hace llamar Clay Blackmore. No tiene fotos en su muro que lo describa físicamente, no sabe su edad, un auténtico misterio. Pero le llama la atención los comentarios que pone en sus publicaciones, las historias que cuenta... Da la impresión de tratarse de un hombre con experiencia, seguramente con cuarenta años o más, con tanta calle y tantas batallas dadas.
Con sutileza se contactó con aquel enigmático personaje a través del chat, quería descifrar aquel hombre, conocer sus gustos, saber si la iba a hacer gozar como nadie. De solo pensarlo mojaba su diminuta tanga. Finalmente arreglaron una cita en un coqueto pub en Palermo.
Julieta fue a la caza de su presa, se puso un vestido corto y suelto, zapatos con unos tacos bien altos, bien maquillada, su pelo ensortijado caía sobre sus hombros suelto con un estilo savage sexy y provocativo, era una verdadera loba que contrastaba con su cara de niña que bien lleva con sus tiernos dieciocho.
Impaciente esperaba a su hombre, a aquel que quedaría preso de sus encantos, encapsulado en sus caprichos.
De pronto entró a un bar un hombre maduro, alto, corpulento, algo excedido en peso. En un principio Juli se desilucionó al verlo físicamente, pero al saludarla con un suave beso beso en sus labios una suave corriente eléctrica recorrió su cuerpo. Su perfume, sus gruesas manos, sus brazos firmes y decididos y su varonil voz pudieron con aquella primera impresión.
Luego de beber unos mojitos se tomaron de la mano y fueron rumbo a un albergue transitorio.
Cuando ingresaron a la suite ella titubeó, pero Clay, más resuelto, la tomó de su breve cintura mientras empezó a descender por su espalda dándole sueves besos. La empuja de modo tal que su colita quede totalmente expuesta quedando al descubierto un hilo blanco que se oculta dentro de su cola. Allí le corrió la tanguita diminuta y empezó a estimularle su conchita por detrás con la lengua, saboreando los jugos que paulatinamente emanaba. Su rostro de niña se desdibujaba en muecas de placer, sus manos sujetaban la cabeza de Clay para que no se aparte ni un segundo de su labor, quería sentir aquella lengua hasta lo más hondo de su ser, hasta hacerla estallar en innumerables orgasmos.
Juli jadeaba, gemía, gritaba poseída por el placer, ya había experimentado sus primeros orgasmos y aún no se había quitado la ropa.
Luego de tan estimulante experiencia Juli quería demostrarle a su ocasional amante lo que ella era capaz de dar, mostrarle que detrás de esa niña de escasos dieciocho años se esconde una geisha capaz de brindarle todo el placer a su hombre.
Primero se quitó su ropa, luciendo unas tetas pequeñas pero bonitas, su conchita depilada con una textura aterciopelada, y una boca sedienta de placer. Le desabrochó el jeans y sacó el pene de su amante. Al principio le causó miedo al ver un buen pene, de gran tamaño y vigor; pero tomó valor y empezó a chuparlo frenéticamente hasta que cada centímetro de su amante yacía dentro de su boca. Poco después todo un torrente de esperma llenó su boca hasta casi ahogarla. Como buena viciosa que es Juli no dejó rastros en el pene de su amante hasta, incluso dejarla brillante.
El ímpetu de Clay no decae, por el contrario toma a la frágil Julieta, la arrincona contra la pared y la pone en cuatro para, de manera salvaje, penetrar esa conchita húmeda ansiosa.
Juli no hace más que gemir con un hilo de voz, sus pechos pequeños y expresivos dibujaban un movimiento pendular, y su cuerpo se hamacaba al compás del ritmo que imponía las brutales sacudidas de las penetradas de Clay. Más calmada Juli le pide a Clay que se recueste boca arriba para poder montarse a esa pija grande y tiesa que la vuelve loca. De esa manera logra manejar los tiempos y el ritmo de su amante, por momentos lentamente para gozar de cada centímetro de su amante, por momentos alocada empujada por la calentura. Minutos más tarde su conchita se ve saturada por otro enorme chorro de semen. Ambos lucen transpirados pero felices, pero aun se debían alguna más.
Bebieron champagne, Clay se fumó un costoso cigarro cubano, y se dedicaron besos, caricias y sonrisas.
Poco después empezaron a hacerse un excitante 69 donde ambos se hicieron uno, cada uno a su manera demostraba el placer que experimentaban. Al rato, Clay empezó a estimularle el ano con sus dedos. Al principio Juli no quizo saber nada pero al sentir uno de los gruesos dedos dentro suyo empezó a cambiar de opinión. Con mucha paciencia Clay dilató el ano de Juli lo suficiente como para recibir su ansioso pene. Al principio Juli lloraba de dolor pero una sensación extraña, nunca experimentada por ella, le indicaba que no se la saque. Invadida por el placer empezó a recibir bombeadas por su cola en forma lenta y placentera. Todo el vigor de su amante dentro de su diminuto culo, su carita de niña transformada en una sola mueca, un cosquilleo la recorre hasta desembocar en otro orgasmo.
Casi con el aviso del conserje del final del turno Clay largó nuevamente su esperma dentro de la colita hermosa de Juli, que gozosa yacía en la cama.
Con ternura Clay mira a su amante que lucía algo dolorida, se bañaron juntos y lentamente partieron cada uno para su lado.
El domingo en la misa, Julieta, tenía un ligero dolor que la impedía sentarse comodamente, como recordatorio de su vida promiscua y pecaminosa y que por nada del mundo pensaba cambiar.
Juli hace escasos días que cumplió los dieciocho años, una chica típica de clase media adorada por sus padres, de buenas notas en el costosísimo colegio privado en el que concurre, devota concurrente a la misa de los domingos en la parroquia del colegio, casi la debilidad del Padre Emilio y la Madre Superiora.
Sin embargo, detrás de esa fachada de niña bien se esconde una chica desprejuiciada, caliente, adicta al sexo y a la vida libertina.
Por ella pasaron varios de sus compañeros y amigos, el profesor de geografía que la aprobó con diez, el socio de su padre en la fábrica... En fín, no le hace asco a nada. No hay pija que se le resista, no hay hombre que no someta a su capricho de niña golosa. pero hay una historia que le anda dando vueltas por su cabecita morbosa y alocada.
Hace un tiempo contactó por facebook un personaje enigmático que se hace llamar Clay Blackmore. No tiene fotos en su muro que lo describa físicamente, no sabe su edad, un auténtico misterio. Pero le llama la atención los comentarios que pone en sus publicaciones, las historias que cuenta... Da la impresión de tratarse de un hombre con experiencia, seguramente con cuarenta años o más, con tanta calle y tantas batallas dadas.
Con sutileza se contactó con aquel enigmático personaje a través del chat, quería descifrar aquel hombre, conocer sus gustos, saber si la iba a hacer gozar como nadie. De solo pensarlo mojaba su diminuta tanga. Finalmente arreglaron una cita en un coqueto pub en Palermo.
Julieta fue a la caza de su presa, se puso un vestido corto y suelto, zapatos con unos tacos bien altos, bien maquillada, su pelo ensortijado caía sobre sus hombros suelto con un estilo savage sexy y provocativo, era una verdadera loba que contrastaba con su cara de niña que bien lleva con sus tiernos dieciocho.
Impaciente esperaba a su hombre, a aquel que quedaría preso de sus encantos, encapsulado en sus caprichos.
De pronto entró a un bar un hombre maduro, alto, corpulento, algo excedido en peso. En un principio Juli se desilucionó al verlo físicamente, pero al saludarla con un suave beso beso en sus labios una suave corriente eléctrica recorrió su cuerpo. Su perfume, sus gruesas manos, sus brazos firmes y decididos y su varonil voz pudieron con aquella primera impresión.
Luego de beber unos mojitos se tomaron de la mano y fueron rumbo a un albergue transitorio.
Cuando ingresaron a la suite ella titubeó, pero Clay, más resuelto, la tomó de su breve cintura mientras empezó a descender por su espalda dándole sueves besos. La empuja de modo tal que su colita quede totalmente expuesta quedando al descubierto un hilo blanco que se oculta dentro de su cola. Allí le corrió la tanguita diminuta y empezó a estimularle su conchita por detrás con la lengua, saboreando los jugos que paulatinamente emanaba. Su rostro de niña se desdibujaba en muecas de placer, sus manos sujetaban la cabeza de Clay para que no se aparte ni un segundo de su labor, quería sentir aquella lengua hasta lo más hondo de su ser, hasta hacerla estallar en innumerables orgasmos.
Juli jadeaba, gemía, gritaba poseída por el placer, ya había experimentado sus primeros orgasmos y aún no se había quitado la ropa.
Luego de tan estimulante experiencia Juli quería demostrarle a su ocasional amante lo que ella era capaz de dar, mostrarle que detrás de esa niña de escasos dieciocho años se esconde una geisha capaz de brindarle todo el placer a su hombre.
Primero se quitó su ropa, luciendo unas tetas pequeñas pero bonitas, su conchita depilada con una textura aterciopelada, y una boca sedienta de placer. Le desabrochó el jeans y sacó el pene de su amante. Al principio le causó miedo al ver un buen pene, de gran tamaño y vigor; pero tomó valor y empezó a chuparlo frenéticamente hasta que cada centímetro de su amante yacía dentro de su boca. Poco después todo un torrente de esperma llenó su boca hasta casi ahogarla. Como buena viciosa que es Juli no dejó rastros en el pene de su amante hasta, incluso dejarla brillante.
El ímpetu de Clay no decae, por el contrario toma a la frágil Julieta, la arrincona contra la pared y la pone en cuatro para, de manera salvaje, penetrar esa conchita húmeda ansiosa.
Juli no hace más que gemir con un hilo de voz, sus pechos pequeños y expresivos dibujaban un movimiento pendular, y su cuerpo se hamacaba al compás del ritmo que imponía las brutales sacudidas de las penetradas de Clay. Más calmada Juli le pide a Clay que se recueste boca arriba para poder montarse a esa pija grande y tiesa que la vuelve loca. De esa manera logra manejar los tiempos y el ritmo de su amante, por momentos lentamente para gozar de cada centímetro de su amante, por momentos alocada empujada por la calentura. Minutos más tarde su conchita se ve saturada por otro enorme chorro de semen. Ambos lucen transpirados pero felices, pero aun se debían alguna más.
Bebieron champagne, Clay se fumó un costoso cigarro cubano, y se dedicaron besos, caricias y sonrisas.
Poco después empezaron a hacerse un excitante 69 donde ambos se hicieron uno, cada uno a su manera demostraba el placer que experimentaban. Al rato, Clay empezó a estimularle el ano con sus dedos. Al principio Juli no quizo saber nada pero al sentir uno de los gruesos dedos dentro suyo empezó a cambiar de opinión. Con mucha paciencia Clay dilató el ano de Juli lo suficiente como para recibir su ansioso pene. Al principio Juli lloraba de dolor pero una sensación extraña, nunca experimentada por ella, le indicaba que no se la saque. Invadida por el placer empezó a recibir bombeadas por su cola en forma lenta y placentera. Todo el vigor de su amante dentro de su diminuto culo, su carita de niña transformada en una sola mueca, un cosquilleo la recorre hasta desembocar en otro orgasmo.
Casi con el aviso del conserje del final del turno Clay largó nuevamente su esperma dentro de la colita hermosa de Juli, que gozosa yacía en la cama.
Con ternura Clay mira a su amante que lucía algo dolorida, se bañaron juntos y lentamente partieron cada uno para su lado.
El domingo en la misa, Julieta, tenía un ligero dolor que la impedía sentarse comodamente, como recordatorio de su vida promiscua y pecaminosa y que por nada del mundo pensaba cambiar.
7 comentarios - Crónica de una niña viciosa