Karen es mi pareja desde hace más de cinco años, tiene un trasero enorme y sabe batirlo bien a la hora del sexo. Ella tuvo una anterior pareja, ya fallecida, con la cual procreó una hija: Jessica, y un hijo: Alex.
Hace algún tiempo Jessi cumplió 19 años, ella se encontraba en la flor de la vida; con un rostro precioso y fresco capaz de conquistar a cualquiera con una sonrisa; un cuerpo suficientemente desarrollado, sus senos eran pequeños y firmes, pero su mayor atractivo eran sus glúteos, caderas y muslos.
Vivíamos juntos en una misma casa, siempre me gustaba observar a Jessi realizar sus actividades cotidianas, me producía gran libido, morbo y fantasías perversas. Me gustaba observar el vaivén de su trasero al caminar y la redondez de sus senos cuando se inclinaba debido a la escasa ropa casera que utilizaba. Me causaba ternura y excitación mirar su ropa interior tendida en el patio después de que ella misma la lavaba; pantaletas de corazoncitos, de ositos y algunos calzones tanga muy pequeños. Tenía ganas de poder arrancarle esa ropa y hacerla mía salvajemente. Pero todo eso lo desahogaba en la cama cada noche con Karen, lo cual me impedía llegar a cometer alguna locura.
Meses después fui comisionado para asistir a un congreso en el norte del país por parte de la empresa para la que trabajo. Esta fecha coincidía con una serie de tratamientos mensuales que Alex recibía en la capital, entonces decidimos que viajaríamos los tres juntos y que Jessi se quedaría sola en casa el fin de semana. La capital estaba a 5 horas de viaje así que saldríamos el sábado a la media noche para llegar por la mañana al tratamiento y de allí viajaría 3 horas más al norte, a la ciudad donde sería el congreso que comenzaba el Lunes.
Mientras llegaba esa fecha, meditaba en que Jessi se quedaría sola y en que tenía un novio que iba a querer comerse ese bizcochito durante el fin de semana en mi propia casa; solo pensarlo me causaba envidia y celos. No sabía si Jessi aún era virgen o quizás fuera una golfa desde mucho tiempo atrás. Mis propósitos eran desvirgarla y follarla constantemente durante sus mejores años ¿y porque no? también consentirla conociendo lo tierna y frágil que era.
Llegó el sábado, nos dirigimos a la central de autobuses y viajamos. Al siguiente día temprano llevamos a Alex al centro de rehabilitación de la capital, Karen lo cuidaría. Me dirigí de nuevo a la central para viajar al norte, tan solo imaginarme a Jessi desnuda poseída por su novio me tenía inquieto.
En un arrebato de fantasías sexuales, decidí regresar a casa. Jessi estaría sola en la noche, trataría de conquistarla con hermosas palabras para hacerla mía, comerme esas tetas y penetrar ese trasero tan deseable.
Al llegar por la tarde, tuve cuidado de no ser visto por los vecinos y poder detectar cuando su novio se fuera, con el cual seguramente había estado follando todo el día. Al oscurecer lo vi salir, era mi momento de entrar en casa, pero para no asustar a Jessi toqué el timbre, ella se asomó por la ventana me miró sorprendida y mientras abría la puerta me preguntó que si no debería estar ya en el congreso. Le dije que sí, pero que necesitábamos más documentos para que pudieran seguir rehabilitando a Alex.
Jessi estaba vestida con una blusa blanca holgada que transparentaba sus senos y un short muy corto de color rosa que dejaba al descubierto la mayor parte de sus hermosos muslos. No perdí más tiempo, aseguré la puerta de la casa y le pedí que me ayudara a buscar los documentos en la recámara de Alex. Cuando llegué a verla, estaba arrodillada tratando de sacar un baúl que estaba debajo de la cama. Con mis manos acaricie su trasero, respingó sorprendida y se quiso levantar, la tome del abdomen y la atraje hacia mi; forcejeamos, me golpeó en la cara pero logré dominarla y comenzó a llorar mientras suplicaba que la soltara porque la lastimaba. Tomé la cinta adhesiva que había conseguido y le inmovilicé las manos mientras le pedía serenamente que se calmara y que se sentara sobre la cama, que no intentara gritar o correr porque le tendría que encintar la boca y los pies.
Hace algún tiempo Jessi cumplió 19 años, ella se encontraba en la flor de la vida; con un rostro precioso y fresco capaz de conquistar a cualquiera con una sonrisa; un cuerpo suficientemente desarrollado, sus senos eran pequeños y firmes, pero su mayor atractivo eran sus glúteos, caderas y muslos.
Vivíamos juntos en una misma casa, siempre me gustaba observar a Jessi realizar sus actividades cotidianas, me producía gran libido, morbo y fantasías perversas. Me gustaba observar el vaivén de su trasero al caminar y la redondez de sus senos cuando se inclinaba debido a la escasa ropa casera que utilizaba. Me causaba ternura y excitación mirar su ropa interior tendida en el patio después de que ella misma la lavaba; pantaletas de corazoncitos, de ositos y algunos calzones tanga muy pequeños. Tenía ganas de poder arrancarle esa ropa y hacerla mía salvajemente. Pero todo eso lo desahogaba en la cama cada noche con Karen, lo cual me impedía llegar a cometer alguna locura.
Meses después fui comisionado para asistir a un congreso en el norte del país por parte de la empresa para la que trabajo. Esta fecha coincidía con una serie de tratamientos mensuales que Alex recibía en la capital, entonces decidimos que viajaríamos los tres juntos y que Jessi se quedaría sola en casa el fin de semana. La capital estaba a 5 horas de viaje así que saldríamos el sábado a la media noche para llegar por la mañana al tratamiento y de allí viajaría 3 horas más al norte, a la ciudad donde sería el congreso que comenzaba el Lunes.
Mientras llegaba esa fecha, meditaba en que Jessi se quedaría sola y en que tenía un novio que iba a querer comerse ese bizcochito durante el fin de semana en mi propia casa; solo pensarlo me causaba envidia y celos. No sabía si Jessi aún era virgen o quizás fuera una golfa desde mucho tiempo atrás. Mis propósitos eran desvirgarla y follarla constantemente durante sus mejores años ¿y porque no? también consentirla conociendo lo tierna y frágil que era.
Llegó el sábado, nos dirigimos a la central de autobuses y viajamos. Al siguiente día temprano llevamos a Alex al centro de rehabilitación de la capital, Karen lo cuidaría. Me dirigí de nuevo a la central para viajar al norte, tan solo imaginarme a Jessi desnuda poseída por su novio me tenía inquieto.
En un arrebato de fantasías sexuales, decidí regresar a casa. Jessi estaría sola en la noche, trataría de conquistarla con hermosas palabras para hacerla mía, comerme esas tetas y penetrar ese trasero tan deseable.
Al llegar por la tarde, tuve cuidado de no ser visto por los vecinos y poder detectar cuando su novio se fuera, con el cual seguramente había estado follando todo el día. Al oscurecer lo vi salir, era mi momento de entrar en casa, pero para no asustar a Jessi toqué el timbre, ella se asomó por la ventana me miró sorprendida y mientras abría la puerta me preguntó que si no debería estar ya en el congreso. Le dije que sí, pero que necesitábamos más documentos para que pudieran seguir rehabilitando a Alex.
Jessi estaba vestida con una blusa blanca holgada que transparentaba sus senos y un short muy corto de color rosa que dejaba al descubierto la mayor parte de sus hermosos muslos. No perdí más tiempo, aseguré la puerta de la casa y le pedí que me ayudara a buscar los documentos en la recámara de Alex. Cuando llegué a verla, estaba arrodillada tratando de sacar un baúl que estaba debajo de la cama. Con mis manos acaricie su trasero, respingó sorprendida y se quiso levantar, la tome del abdomen y la atraje hacia mi; forcejeamos, me golpeó en la cara pero logré dominarla y comenzó a llorar mientras suplicaba que la soltara porque la lastimaba. Tomé la cinta adhesiva que había conseguido y le inmovilicé las manos mientras le pedía serenamente que se calmara y que se sentara sobre la cama, que no intentara gritar o correr porque le tendría que encintar la boca y los pies.
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