Cuando volví a Buenos Aires en el segundo semestre del 2011, después de unas lindas vacaciones de invierno en mi provincia, había logrado contactarme con una chica que conocí en Bariloche en mi viaje de egresados en 2010. No había pasado nada con ella en en viaje, pero yo la había fichado.
Era una morocha hermosa, de Entre Ríos, con una carita de nena inocentona y unos rasgos muy lindos. Era bajita, sí, pero eso me gustaba aún más. No tenía tetas, pero, como siempre dije, yo prefería un buen culo a unas buenas tetas. Y ella tenía un culazo tremendo, típico de esas petizas bien flaquitas y que, de repente, les sale un orto impresionante. Para variar, tenía esa piel medio morena, que no le hace falta tomar sol para parecer bronceada.
La contacté porque, un día, un amigo -gracias a Facebook- se enteró que Mariana (así se llamaba) estaba viviendo en Buenos Aires y estudiaba Derecho, y como él vivía en Córdoba y no tenía oportunidad de verla, me tiró el dato a mí. Y yo vi, justo, que ella le había comentado algo en su muro, y me metí en su discusión sólo para que me tenga en la mira. Cuando estuve a punto de mandarle la solicitud de amistad, veo que me llega la suya. No hay cosa más linda que te pase eso.
Empezamos a chatear, y pegamos mucha onda. Era bastante copada, y me cayó bastante bien. Quedamos en encontrarnos cuando estuviéramos en Buenos Aires, pero yo tenía miedo de que sean las típicas promesas que quedan en la nada con el tiempo.
Por eso, apenas llegué, le mandé un mensaje para preguntarle si quería venir a tomar algo a mi depto. Me dijo que sí, que el jueves podía.
Cuando me tocó el timbre y abrí, me quedé quieto como un boludo. Ella me miró y se empezó a
reír tímidamente, y se acercó para saludarme.
Estuvimos hablando bastante, aunque un poco más reservados que en el chat. Eso es lo malo de acostumbrarse a chamuyar por internet, no es lo mismo que cara a cara. Se fue a eso de las nueve de la noche, y no pude hacer nada para que se quedara un ratito más. No importaba, sabía que había avanzado, porque Mariana no parecía de esas minas que te levantás en una sola juntada.
Tranquilo, al día siguiente le pregunté cómo estaba (hablábamos todos los días por mensajes o por internet, sin excepción). Me respondió que estaba bien, y que le había gustado verme. Seguimos en ese tono, y me dijo que esa noche ella salía a un boliche, a Goa, en Congreso, con sus amigas, y me preguntó si yo quería ir. "Dale, veo si mis amigos se prenden y te aviso".
Ninguno de mis amigos podía, así que me arriesgué por otra alternativa: fui solo.
Fue raro hacer la cola del boliche sin ningún amigo, pero estaba haciéndolo solamente por Mariana. No le había avisado que iba, y quería sorprenderla adentro.
El lugar estaba medio vacío, pero por la cantidad de gente que había todavía afuera, se iba a llenar. Fui a la barra a comprar algo para tomar, y la verdad es que los precios eran bastante baratos, así que me compré varios vodka con speed y unas cervezas.
Cuando se hicieron las cuatro de la mañana, el boliche estaba que reventaba. Buena música, mucha onda, y mucho alcohol. Yo había estado "escondiéndome" toda la noche, atento para que no me descubriera. De repente, la veo pasar. Hermosa, con una remerita suelta rosada y un pantaloncito negro bien ajustado, que no tenía más de treinta centímetros, más o menos.Estaba con dos amigas, una que era grandota y otra medio feíta. "Qué bien que elige a las amigas la hija de puta", pensé. Pero, así como se me había despertado la esperanza, se me cayó de golpe: se empezó a transar a un tipo que la había sacado a bailar.
"¿Qué carajo hago ahora?", pensaba. "¿Quién mierda te mandó a venir solo hasta acá sin avisarle, pelotudo?". Pero tuve una idea, aunque fuera muy desesperada. Esperé hasta que terminó de comerse al pibe, y la seguí de lejos. Cuando pasaron unos cuarenta minutos, por fin se quedó sola un rato, porque las otras dos habían conseguido enganchar algo.
Me le acerqué por atrás, le toqué el hombro y le dije "Hola, hermosa". Se dio vuelta con una cara de culo como para putearme, pero cuando me vio su sonrisa me enamoró. Era una de las sonrisas más lindas que había visto en mi vida. Se le iluminaba la cara cuando sonreía así, y los ojitos negros se le achinaban mucho.
-¡¿Qué hacés acá?! -me preguntó sorprendida.
-Vine a verte, pero llegué tarde, parece -le dije poniéndole cara de apenado.
-Ay, me viste. Estoy un poquito borracha, no me culpes. Pero vos sabés que te quiero a vos.
No me hizo falta nada más, me le tiré sin pensarlo. Y ella no me rechazó; todo lo contrario.
Empezamos a besarnos alocadamente, como con bronca, sacándonos las ganas que habíamos tenido de hacerlo todo aquel tiempo. Pensé en agarrarle ese culo hermoso que tenía, pero me dije que por ahí era mejor esperar un ratito. En eso, siento que ella me agarra el culo. Me separo de ella y la miro, y nos entramos a reir.
Sentir esa cola entre mis manos era una bendición. La amasaba como si estuviese haciendo un bollo para pizza.
Ya eran las cinco de la mañana, y la situación no daba para mucho más (la nuestra; el boliche podía seguir como cinco horas más). Pensé si podíamos ir a su casa, pero me acordé que vivía con una tía.
-¿Querés que vayamos a otro lado? -le dije, sin previas.
-Sí, dale -me contestó. Se notaba que estábamos en el mismo nivel de calentura los dos.
Salimos de ahí y nos tomamos un taxi a mi departamento. Tratábamos de aguantar las ganas, pero ella se puso más pesada, y me empezó a pajear en el taxi, mientras yo trataba de pilotearla con el tachero, hablando de cómo venía River en el arranque de su travesía por la B Nacional. Cada tanto la miraba, y ella tenía la mirada clavada en mi pija.
-En un ratito llegamos -le dije con intención, para que aflojara un poco que me estaba poniendo muy caliente e incómodo a la vez la situación.
Cuando llegamos, pagué y entramos rápido. Ya en el ascensor no resistió más, y me la empezó a chupar. No se la metía toda en la boca, pero me encantaba cómo la agarraba. Me miró a los ojos y, con la voz más provocadora que supo poner, me dijo: "agarrame del pelo, que me pone loquita". Listo. Con eso bastó para desencajarme. Le agarré los pelos y le empecé a dar bomba. Como estaba totalmente fuera de mi mismo, manoteé la botonera del ascensor y bajé la palanquita de "Parar", así que nos quedamos en medio del noveno y el décimo, el piso en el que nos teníamos que bajar.
O ni se dio cuenta, o estaba tan loca como yo, pero me la siguió chupando como si nada, y yo aproveché para deslizar mi mano por su espalda y metérsela por abajo del short. Tenía la conchita muy mojada, y no tuve problema en meterle dos dedos.
En un momento, en el que sentí un estremecimiento que me indicaba que estaba por acabar, se lo avisé, así podíamos ir a mi depto. Le saqué los dedos de la concha -que estaban empapados-, y estaba por subir el interruptor para que siguéramos subiendo, pero ella empezó a chuparme con más velocidad y a apretar fuerte mi verga con su mano.
-¿Qué... querés? -le dije yo, tratando de decirle "¿Qué es lo que querés?", y no "¿Qué?, ¿es lo que querés?", como terminó sonando a causa de un suspiro que tuve en el medio.
-Sí, todita -me respondió ella, interpretando de la mejor manera la pregunta.
Entonces, sin ningún obstáculo, descargué lo que estaba tratando de aguantar, todo en su boquita hermosa. Ella me miró mientras se tragaba todo, con el ceño fruncido, como preocupada o enojada. Después, como una gatita, me pasó la lengua por la cabeza varias veces.
Cuando llegamos a mi departamento, me pidió ir al baño, así que me dio un poco de tiempo para recuperar fuerzas.
Salió en bombacha y corpiño. Me quedé atónito. Tenía una tanga (no de esas que son un hilo dental, ésa era un poco más gruesa) negra y el corpiño de igual color. Me miró como una leona, saltó a la cama y me comió la boca de un beso. Por fin pude agarrar ese culo sin pantalón. Su piel era seda, tenía una suavidad adictiva.
Estuvimos un par de minutos así, ella meneándome arriba mío, y yo ya estaba al palo de nuevo, así que le corrí la bombachita y le metí un dedo. Entró sin asco, estaba muy húmeda.
-Pará, que me salió cara -me dijo, y de un movimiento se sacó la tanga. Le desabroché el corpiño, y nos quedamos como tenía que ser.
Sin dejar de besarme, me agarró la pija y se la quiso me ter en la concha.
-Ahora esperá vos, y traigo un forro -le dije.
-Dejáme de joder, te quiero sentir completamente -me respondió, y se clavó mi verga. Estaba muy caliente adentro, y mi pija sintió como si ese fuese su hogar de toda la vida. Mari se levantó un poco, hizo un movimiento sexy con la cabeza para acomodarse el pelo y comenzó a mover su cadera.
-¡Cómo te movés, hija de puta! -le dije agarrándole fuerte el orto.
-Estoy todos los años en los carnavales, capaz que por eso es. Igual, tampoco para tanto -me dijo, haciéndose la boluda, porque sabía muy bien que era por eso, y que movía el culo de una manera impresionante. Nunca había estado con una mina que se moviera así.
Estuvo cabalgándome un buen rato, y la di vuelta para estar yo arriba, pero me dijo que no.
-No, así no, que la siento mucho así, y primero quiero perrito -me dijo con una voz tierna, de nenita.
-Como quieras, mi amor.
Se dio vuelta y ella solita se la clavó de nuevo. Era un espectáculo. Parecía una batidora como movía el orto. Yo no podía hacer otra cosa que mirar ese show que le estaba dando a mi verga.
La noté un poco cansada después de tanto meneo, y le empecé a dar yo. Le daba con fuerza, miraba mis brazos y sentía que cada músculo de mi cuerpo trabajaba para hacerle notar la fuerza con la que embestía. Y ella lo notaba, claramente. Sus gemidos eran fuertes y, cada tanto, lanzaba un gritito y me miraba con cara de viciosa.
Se veía que ella no daba más, porque estaba apoyada con el pecho sobre la cama, y cada vez abría más las piernas, hasta quedar acostada con el culo para arriba. Yo le seguí metiendo mi pija con toda la energía que tenía. En ese momento, cuando quedó acostada, cerró las piernas, y sentí concha más apretadita. Era digno de filmar, parecía que le estaba dando una inyección de carne, y ella miraba con la carita apoyada en sus manos cómo se la metía. Aprovché y con mi mano izquierda le empecé a acariciar el clítoris, por abajo de sus piernas. Gritaba como desquiciada, y me pedía más, más y más fuerte.
Sentí que estaba por acabar, así que traté de pensar en otra cosa. Así como en las películas. "En unos días arrancás con la facu de nuevo, tenés que conseguir los apuntes de Pensamiento Científico y de Economía", trataba de distraerme, pero sus gritos me volvían a la escena.
De repente, ella solita paró todo. Se dio vuelta, se puso de espaldas, y me pidió que le diera así, yo arriba.
Empezamos a coger así, y notaba que sus gritos eran mucho más fuertes de esta manera. A los dos minutos, ella tuvo un orgasmo hermoso, fuerte y largo. Con sus piernas me empujaba del culo para que se la dejara adentro, y se la dejé.
Se quedó unos diez segundos en silencio, mirando al techo sin parpadear, con la boca entreabierta. Se levantó rápido, y me tumbó de espaldas en la cama. Me besó muy tierno, y fue bajando por mi pecho hasta llegar a mi pija.
La empezó a chupar, primero lento, después mucho más rápido. Me miraba y sonreía, y yo no podía pensar en otra cosa más que en la belleza de esa mujer. Me volvía loco, me estaba enamorando. ¿Podía ser? ¿Me estaba enamorando?
-Voy a acabar, mi amor -le avisé, a ver qué hacía esta vez.
Otra vez comenzó a pajearme y a chuparla rápido y, justo antes de acabar, se la sacó de la boca y apuntó la cabeza hacia mi abdomen. Acabé mucho más que antes, todo sobre mi panza.
-Qué mala que so... -no terminé de decirle. No me dejó terminar.
-Shhhhh -me calló, y empezó a chupar toda la leche con la lengua, y se la tragaba toda, mientras me veía con esos ojazos. Arriba de su cabeza se veía su cola, que estaba parada, como una gatita tomando la lechita del plato.
Después me limpió la pija, y se fue al baño.
Esa noche se quedó a dormir en casa, porque le había dicho a su tía que se iba a quedar en lo de una de sus amigas. Al mediodía se levantó, me pidió que le abriera, y se fue dándome un beso hermoso y agarrándome la pija por sobre el pantalón antes de decirme: "Chau, hermoso. Nos vemos, ¿sí?". Me quedé viendo cómo se iba moviendo ese culito por la calle hasta que dobló en la esquina, y me fui a dormir de nuevo, con una sensación extraña en mi cabeza y en mi estómago.
Bueno, comenten si les gustó, y háganme llegar sus críticas, que les contesto a todos 🙂 Saludos, que anden bien!!
Era una morocha hermosa, de Entre Ríos, con una carita de nena inocentona y unos rasgos muy lindos. Era bajita, sí, pero eso me gustaba aún más. No tenía tetas, pero, como siempre dije, yo prefería un buen culo a unas buenas tetas. Y ella tenía un culazo tremendo, típico de esas petizas bien flaquitas y que, de repente, les sale un orto impresionante. Para variar, tenía esa piel medio morena, que no le hace falta tomar sol para parecer bronceada.
La contacté porque, un día, un amigo -gracias a Facebook- se enteró que Mariana (así se llamaba) estaba viviendo en Buenos Aires y estudiaba Derecho, y como él vivía en Córdoba y no tenía oportunidad de verla, me tiró el dato a mí. Y yo vi, justo, que ella le había comentado algo en su muro, y me metí en su discusión sólo para que me tenga en la mira. Cuando estuve a punto de mandarle la solicitud de amistad, veo que me llega la suya. No hay cosa más linda que te pase eso.
Empezamos a chatear, y pegamos mucha onda. Era bastante copada, y me cayó bastante bien. Quedamos en encontrarnos cuando estuviéramos en Buenos Aires, pero yo tenía miedo de que sean las típicas promesas que quedan en la nada con el tiempo.
Por eso, apenas llegué, le mandé un mensaje para preguntarle si quería venir a tomar algo a mi depto. Me dijo que sí, que el jueves podía.
Cuando me tocó el timbre y abrí, me quedé quieto como un boludo. Ella me miró y se empezó a
reír tímidamente, y se acercó para saludarme.
Estuvimos hablando bastante, aunque un poco más reservados que en el chat. Eso es lo malo de acostumbrarse a chamuyar por internet, no es lo mismo que cara a cara. Se fue a eso de las nueve de la noche, y no pude hacer nada para que se quedara un ratito más. No importaba, sabía que había avanzado, porque Mariana no parecía de esas minas que te levantás en una sola juntada.
Tranquilo, al día siguiente le pregunté cómo estaba (hablábamos todos los días por mensajes o por internet, sin excepción). Me respondió que estaba bien, y que le había gustado verme. Seguimos en ese tono, y me dijo que esa noche ella salía a un boliche, a Goa, en Congreso, con sus amigas, y me preguntó si yo quería ir. "Dale, veo si mis amigos se prenden y te aviso".
Ninguno de mis amigos podía, así que me arriesgué por otra alternativa: fui solo.
Fue raro hacer la cola del boliche sin ningún amigo, pero estaba haciéndolo solamente por Mariana. No le había avisado que iba, y quería sorprenderla adentro.
El lugar estaba medio vacío, pero por la cantidad de gente que había todavía afuera, se iba a llenar. Fui a la barra a comprar algo para tomar, y la verdad es que los precios eran bastante baratos, así que me compré varios vodka con speed y unas cervezas.
Cuando se hicieron las cuatro de la mañana, el boliche estaba que reventaba. Buena música, mucha onda, y mucho alcohol. Yo había estado "escondiéndome" toda la noche, atento para que no me descubriera. De repente, la veo pasar. Hermosa, con una remerita suelta rosada y un pantaloncito negro bien ajustado, que no tenía más de treinta centímetros, más o menos.Estaba con dos amigas, una que era grandota y otra medio feíta. "Qué bien que elige a las amigas la hija de puta", pensé. Pero, así como se me había despertado la esperanza, se me cayó de golpe: se empezó a transar a un tipo que la había sacado a bailar.
"¿Qué carajo hago ahora?", pensaba. "¿Quién mierda te mandó a venir solo hasta acá sin avisarle, pelotudo?". Pero tuve una idea, aunque fuera muy desesperada. Esperé hasta que terminó de comerse al pibe, y la seguí de lejos. Cuando pasaron unos cuarenta minutos, por fin se quedó sola un rato, porque las otras dos habían conseguido enganchar algo.
Me le acerqué por atrás, le toqué el hombro y le dije "Hola, hermosa". Se dio vuelta con una cara de culo como para putearme, pero cuando me vio su sonrisa me enamoró. Era una de las sonrisas más lindas que había visto en mi vida. Se le iluminaba la cara cuando sonreía así, y los ojitos negros se le achinaban mucho.
-¡¿Qué hacés acá?! -me preguntó sorprendida.
-Vine a verte, pero llegué tarde, parece -le dije poniéndole cara de apenado.
-Ay, me viste. Estoy un poquito borracha, no me culpes. Pero vos sabés que te quiero a vos.
No me hizo falta nada más, me le tiré sin pensarlo. Y ella no me rechazó; todo lo contrario.
Empezamos a besarnos alocadamente, como con bronca, sacándonos las ganas que habíamos tenido de hacerlo todo aquel tiempo. Pensé en agarrarle ese culo hermoso que tenía, pero me dije que por ahí era mejor esperar un ratito. En eso, siento que ella me agarra el culo. Me separo de ella y la miro, y nos entramos a reir.
Sentir esa cola entre mis manos era una bendición. La amasaba como si estuviese haciendo un bollo para pizza.
Ya eran las cinco de la mañana, y la situación no daba para mucho más (la nuestra; el boliche podía seguir como cinco horas más). Pensé si podíamos ir a su casa, pero me acordé que vivía con una tía.
-¿Querés que vayamos a otro lado? -le dije, sin previas.
-Sí, dale -me contestó. Se notaba que estábamos en el mismo nivel de calentura los dos.
Salimos de ahí y nos tomamos un taxi a mi departamento. Tratábamos de aguantar las ganas, pero ella se puso más pesada, y me empezó a pajear en el taxi, mientras yo trataba de pilotearla con el tachero, hablando de cómo venía River en el arranque de su travesía por la B Nacional. Cada tanto la miraba, y ella tenía la mirada clavada en mi pija.
-En un ratito llegamos -le dije con intención, para que aflojara un poco que me estaba poniendo muy caliente e incómodo a la vez la situación.
Cuando llegamos, pagué y entramos rápido. Ya en el ascensor no resistió más, y me la empezó a chupar. No se la metía toda en la boca, pero me encantaba cómo la agarraba. Me miró a los ojos y, con la voz más provocadora que supo poner, me dijo: "agarrame del pelo, que me pone loquita". Listo. Con eso bastó para desencajarme. Le agarré los pelos y le empecé a dar bomba. Como estaba totalmente fuera de mi mismo, manoteé la botonera del ascensor y bajé la palanquita de "Parar", así que nos quedamos en medio del noveno y el décimo, el piso en el que nos teníamos que bajar.
O ni se dio cuenta, o estaba tan loca como yo, pero me la siguió chupando como si nada, y yo aproveché para deslizar mi mano por su espalda y metérsela por abajo del short. Tenía la conchita muy mojada, y no tuve problema en meterle dos dedos.
En un momento, en el que sentí un estremecimiento que me indicaba que estaba por acabar, se lo avisé, así podíamos ir a mi depto. Le saqué los dedos de la concha -que estaban empapados-, y estaba por subir el interruptor para que siguéramos subiendo, pero ella empezó a chuparme con más velocidad y a apretar fuerte mi verga con su mano.
-¿Qué... querés? -le dije yo, tratando de decirle "¿Qué es lo que querés?", y no "¿Qué?, ¿es lo que querés?", como terminó sonando a causa de un suspiro que tuve en el medio.
-Sí, todita -me respondió ella, interpretando de la mejor manera la pregunta.
Entonces, sin ningún obstáculo, descargué lo que estaba tratando de aguantar, todo en su boquita hermosa. Ella me miró mientras se tragaba todo, con el ceño fruncido, como preocupada o enojada. Después, como una gatita, me pasó la lengua por la cabeza varias veces.
Cuando llegamos a mi departamento, me pidió ir al baño, así que me dio un poco de tiempo para recuperar fuerzas.
Salió en bombacha y corpiño. Me quedé atónito. Tenía una tanga (no de esas que son un hilo dental, ésa era un poco más gruesa) negra y el corpiño de igual color. Me miró como una leona, saltó a la cama y me comió la boca de un beso. Por fin pude agarrar ese culo sin pantalón. Su piel era seda, tenía una suavidad adictiva.
Estuvimos un par de minutos así, ella meneándome arriba mío, y yo ya estaba al palo de nuevo, así que le corrí la bombachita y le metí un dedo. Entró sin asco, estaba muy húmeda.
-Pará, que me salió cara -me dijo, y de un movimiento se sacó la tanga. Le desabroché el corpiño, y nos quedamos como tenía que ser.
Sin dejar de besarme, me agarró la pija y se la quiso me ter en la concha.
-Ahora esperá vos, y traigo un forro -le dije.
-Dejáme de joder, te quiero sentir completamente -me respondió, y se clavó mi verga. Estaba muy caliente adentro, y mi pija sintió como si ese fuese su hogar de toda la vida. Mari se levantó un poco, hizo un movimiento sexy con la cabeza para acomodarse el pelo y comenzó a mover su cadera.
-¡Cómo te movés, hija de puta! -le dije agarrándole fuerte el orto.
-Estoy todos los años en los carnavales, capaz que por eso es. Igual, tampoco para tanto -me dijo, haciéndose la boluda, porque sabía muy bien que era por eso, y que movía el culo de una manera impresionante. Nunca había estado con una mina que se moviera así.
Estuvo cabalgándome un buen rato, y la di vuelta para estar yo arriba, pero me dijo que no.
-No, así no, que la siento mucho así, y primero quiero perrito -me dijo con una voz tierna, de nenita.
-Como quieras, mi amor.
Se dio vuelta y ella solita se la clavó de nuevo. Era un espectáculo. Parecía una batidora como movía el orto. Yo no podía hacer otra cosa que mirar ese show que le estaba dando a mi verga.
La noté un poco cansada después de tanto meneo, y le empecé a dar yo. Le daba con fuerza, miraba mis brazos y sentía que cada músculo de mi cuerpo trabajaba para hacerle notar la fuerza con la que embestía. Y ella lo notaba, claramente. Sus gemidos eran fuertes y, cada tanto, lanzaba un gritito y me miraba con cara de viciosa.
Se veía que ella no daba más, porque estaba apoyada con el pecho sobre la cama, y cada vez abría más las piernas, hasta quedar acostada con el culo para arriba. Yo le seguí metiendo mi pija con toda la energía que tenía. En ese momento, cuando quedó acostada, cerró las piernas, y sentí concha más apretadita. Era digno de filmar, parecía que le estaba dando una inyección de carne, y ella miraba con la carita apoyada en sus manos cómo se la metía. Aprovché y con mi mano izquierda le empecé a acariciar el clítoris, por abajo de sus piernas. Gritaba como desquiciada, y me pedía más, más y más fuerte.
Sentí que estaba por acabar, así que traté de pensar en otra cosa. Así como en las películas. "En unos días arrancás con la facu de nuevo, tenés que conseguir los apuntes de Pensamiento Científico y de Economía", trataba de distraerme, pero sus gritos me volvían a la escena.
De repente, ella solita paró todo. Se dio vuelta, se puso de espaldas, y me pidió que le diera así, yo arriba.
Empezamos a coger así, y notaba que sus gritos eran mucho más fuertes de esta manera. A los dos minutos, ella tuvo un orgasmo hermoso, fuerte y largo. Con sus piernas me empujaba del culo para que se la dejara adentro, y se la dejé.
Se quedó unos diez segundos en silencio, mirando al techo sin parpadear, con la boca entreabierta. Se levantó rápido, y me tumbó de espaldas en la cama. Me besó muy tierno, y fue bajando por mi pecho hasta llegar a mi pija.
La empezó a chupar, primero lento, después mucho más rápido. Me miraba y sonreía, y yo no podía pensar en otra cosa más que en la belleza de esa mujer. Me volvía loco, me estaba enamorando. ¿Podía ser? ¿Me estaba enamorando?
-Voy a acabar, mi amor -le avisé, a ver qué hacía esta vez.
Otra vez comenzó a pajearme y a chuparla rápido y, justo antes de acabar, se la sacó de la boca y apuntó la cabeza hacia mi abdomen. Acabé mucho más que antes, todo sobre mi panza.
-Qué mala que so... -no terminé de decirle. No me dejó terminar.
-Shhhhh -me calló, y empezó a chupar toda la leche con la lengua, y se la tragaba toda, mientras me veía con esos ojazos. Arriba de su cabeza se veía su cola, que estaba parada, como una gatita tomando la lechita del plato.
Después me limpió la pija, y se fue al baño.
Esa noche se quedó a dormir en casa, porque le había dicho a su tía que se iba a quedar en lo de una de sus amigas. Al mediodía se levantó, me pidió que le abriera, y se fue dándome un beso hermoso y agarrándome la pija por sobre el pantalón antes de decirme: "Chau, hermoso. Nos vemos, ¿sí?". Me quedé viendo cómo se iba moviendo ese culito por la calle hasta que dobló en la esquina, y me fui a dormir de nuevo, con una sensación extraña en mi cabeza y en mi estómago.
Bueno, comenten si les gustó, y háganme llegar sus críticas, que les contesto a todos 🙂 Saludos, que anden bien!!
3 comentarios - Una hermosa entrerriana