La semana de Año Nuevo la pasamos en lo de mis viejos, en San Justo. Mi cuarto de soltera todavía está casi como cuándo era una adolescente, solo que en vez de la cama de una plaza que usaba (escenario de mis primeras pajas...jeje) pusimos una de dos, para cuando nos quedáramos con mi marido, como en esta ocasión.
Los festejos transcurrieron como siempre, entre comidas, brindis, baile y los habituales petardos explotados por los sobrinos más inquietos. El 1 nos levantamos tarde, casi rozando el mediodía, y aunque debo admitir que estaba con algo de resaca, igual salí a correr un rato, un par de vueltas apenas, ya que a causa de todo lo que me bailé la noche anterior, las piernas me flaqueaban. Volví a casa y tras una ducha la ayudé a mi vieja a preparar el almuerzo, que no era otra cosa sino lo que había sobrado de la cena de año nuevo. Tras el almuerzo familiar, una reparadora siesta y luego los habituales mates en el patio, ya cuando la sombra nos protege un poco del calor infernal de este verano. En eso mi mamá se levanta y me pide que siga yo cebando, ella tiene que ir a lo de Mechita a regarle las plantas. Mechita es una vecina de toda la vida, cuya propiedad está en la esquina y que se había ido de vacaciones con toda su familia. Y como es costumbre, siempre que se va, mi mamá queda a cargo de la casa, no solo para regarle las plantas, sino también para darle de comer a una pareja de conejos que tiene en el patio. Bueno, mi mamá se fue a cumplir con esa tarea y yo me quede a cargo de la ronda del mate.
A la noche el calor volvió a hacerse sofocante, por lo que no podía dormirme, daba vueltas y vueltas en la cama sin poder pegar un ojo, mi marido dormía como un tronco, igual que el Ro, así que me levante y salí al patio. Di un par de vueltas y desemboque en la cocina, me tome un par de copitas de sidra bien fría, pero el calor seguía insoportable. En eso veo en el porta llaves de la cocina, las llaves de la casa de Mechita, y como en un deja vú vino a mí el recuerdo de varias calurosas tardes de verano vividas en la casa de la amiga de mi madre. No me había dado cuenta antes, pero en la casa de Mechita hay piscina, ¿la habría todavía? Y de haberla, ¿estaría llena? La única forma de responder tales inquietudes sería yendo al mismísimo lugar de los hechos, así que agarré el juego de llaves y tal como estaba, con un short y una blusa, me lancé a la calle.
Solo dos casas más adelante está ubicado el chalet de Mechita. Entré por la puerta principal, después de todo si alguien me veía entrar sabría que venía por encargo de mi mamá, que era la cuidadora oficial en ausencia de la propietaria, ya todos en el barrio sabían eso. Debido a que todas las ventanas estaban cerradas, adentro hacía mucho más calor todavía. Atravesé raudamente la sala principal y fui directamente hacia el patio trasero. La mampara estaba cerrada, pero en el llavero que traía conmigo estaba la bendita llave que la abría. La abrí y... Woala!!! La pileta apareció ante mí, y no solo eso, sino que también estaba llena y con el agua fresquita, ya que se mantenía debido a un sistema de circulación. Ni lo pensé, y aunque no traía malla, me saque el short, la blusa y así desnuda, me mande un clavado que fui a parar a lo más profundo de la piscina. La sensación refrescante del agua me envolvió por completo, permitiéndome disponer de un respiro entre medio de la brutal ola de calor que parecía dispuesta a no darnos ninguna tregua. Al emerger del agua, me alisé el cabello hacia atrás y solté un complaciente suspiro de desahogo. Di un par de vueltas en estilo crawl, mariposa, y hasta hice la plancha, usando mis pechos como flotadores...jaja.
Salí de la pileta, chorreando agua por todo mi cuerpo, me recosté en la reposera más próxima y me dispuse a disfrutar la sensación que me proporcionaba mi propia desnudez. Relajada y bastante más fresca, debo de haberme quedado dormida, porque me desperté sobresaltada al escuchar unas voces provenientes de no sé dónde. No entendía lo que decían, era más bien como un murmullo apagado, aunque alcanzaba a distinguir por lo menos dos voces diferentes.
"¡Los dueños de casa!", me sobresalté, levantándome de un salto, como si hubiera tenido un resorte en el culo, "llegó Mechita con su familia y yo ahí en pelotas en el jardín de su casa", obviamente no me iba a quedar a dar explicaciones, por lo que agarre mi ropa, que había quedado tirada en el piso, el juego de llaves y me escondí en un cuartito que había en el fondo, donde está el equipo que mantiene la circulación y calefacción de la piscina. La idea era mantenerme allí hasta que se acostaran y durmieran, ya que suponía que vendrían cansados después de un largo viaje en... un momento, me dije entonces, Mechita siempre viajaba en su propio auto, y no había escuchado ruido de auto alguno y tampoco del portón de la cochera al abrirse. Pero si no era ella, ¿acaso podrían ser ladrones los que entraron a la casa?, y yo ahí como testigo privilegiada. Me asome por un resquicio de la puerta y los vi, no eran ladrones, no señor, sino dos muchachotes traviesos e inquietos, vecinos del mismo barrio, Leo y Tonga. Tardé en reconocerlos ya que la última vez que los había visto eran dos pendejos de 13 o 14 años, de eso hace ya tiempo, ahora seguían siendo unos pendejos, claro, pero un poco mas creciditos.
Aunque adolescentes, se notaba que tenían cuerpos trabajados y fibrosos, seguramente por la práctica de algún deporte. Creía recordar que uno de ellos era un joven promesa de las inferiores de la Fragata, no se cual de los dos, tampoco me importaba, ya que de repente, y aunque mi predilección en cuanto a hombres siempre es hacia arriba en lo que se refiere a edades, empezó a hacérseme agua la boca... o la conchita, mejor dicho.
Estaba ahí, escondida, sin que nadie lo supiera, lejos de cualquier posible injerencia del mundo exterior, sabiendo que cualquier cosa que allí ocurriese, no saldría jamás de aquel ámbito. Ni a ellos ni a mí nos convenía que se supiera. Los tres estábamos en la misma, habíamos entrado sin permiso a una casa ajena para hacer uso de su pileta, ya que luego de trepar por el muro del fondo, Leo y Tonga se sacaron las remeras, y con las mismas bermudas que tenían puestas se lanzaron al agua. Luego de un rato salieron, se sacaron toda la pilcha mojada y se volvieron a meter, en bolas... y yo ahí, a pocos metros, desnuda y con ganas.
No lo pensé, salí de mi precario escondite, dejando la ropa ahí en un montoncito, y avance decidida por el borde de la pileta. Tardaron en verme, pero cuando lo hicieron los ojos se les abrieron como platos. También, que se te aparezca una mina en bolas cuando estás en la misma situación, para esos pibes no debía ser cosa de todos los días, aunque pensándolo bien, para mí tampoco era algo demasiado habitual encontrarme así con dos “mozalbetes” en pleno desarrollo. Me detuve en el borde, justo frente a ellos y poniendo las manos en la cintura deje que me observaran de arriba abajo. Decir que se les caía la baba es poco.
-Miren a quienes tenemos aquí, Leo y Tonga, ¿no les dijeron que entrar a una casa que no es la propia constituye un delito?- les dije en plan maestra de escuela.
-Pe... Pero... usted...- trato de hablar Leo, aunque prestándole más atención a mis tetas que a mis palabras.
-Yo nada, yo tengo las llaves y el permiso de la dueña para venir cuando quiera, incluso para usar la pileta- mentí -pero ustedes... ¿Que dirán sus padres cuando se enteren?-
-Señora por favor...-
-¿Señora?- lo interrumpí -¿Te parezco una señora?- le pregunte dando una vueltita tipo top model.
-Eh...no...no...- se corrigieron.
-Miren, hagamos una cosa, yo no digo nada, ustedes no dicen nada, aprovechamos que tenemos la pileta a disposición y los tres la pasamos bomba, ¿que les parece?- les propuse.
Los dos se miraron como no entendiendo nada. Así que para que no quedasen dudas, me lance a la pileta, ellos estaban en una de las partes más profundas, pero como son altos, casi hacían pie, pero la petisa que esto escribe casi se va al fondo... casi, si no fuera porque entre los dos me sostuvieron, ¿y a que no adivinan de donde me sostuvieron? Bueno si, adivinaron, de las tetas y el culo.
Me colgué del cuello de Leo, que es el más alto, enredando mis piernas alrededor de su cuerpo, ¿y a que no saben lo que descubrí ahí abajo? Adivinaron de nuevo, una erección que Dios me libre y guarde. Creo que hasta me pude apoyar en semejante cañonazo.
Sin dejar de sostenerme, Leo pegó su boca la mía y me besó en una forma que delataba la repentina ebullición de sus hormonas. Tonga se me acerco por detrás, apoyándome también su erección en la retaguardia.
-No se desesperen chicos que hay suficiente para los dos- les dije al notar que se desesperaban por besarme y tocarme.
Al poder hacer pie me acerque al borde y salí de la pileta subiendo lentamente y peldaño a peldaño por la escalinata. Ellos me seguían por detrás, seguro que sin perderse detalle de todo lo que tenía para ofrecerles. Me divertía ver en sus caras una mezcla de sorpresa, incredulidad y calentura. Como si creyeran que lo que vivían era un sueño y no quisieran despertar.
Al salir de la pileta me quede parada en el borde esperando que ellos también salieran. Cuando lo hicieron me rodearon, cada cual por un lado, volviendo a arremeter contra mis pechos, mi cola y mi conchita, la que parecía derretirse entre sus dedos. Si, estaba empapada y no precisamente por el agua. Ahí, parada entre medio de los dos, agarre sus pijas, una con cada mano y mientras comenzaba a sobarlas, les ofrecí mi boca para que volvieran a besarme, a chuparme o lo que quisieran. Así, sin soltar tan palpitantes endurecimientos, me besaba con uno y otro, besos largos y jugosos, besos de lengua, cargados de morbo y calentura. Ellos me manoseaban a mí y yo los manoseaba a ellos. Ni sus manos ni las mías tenían respiro. Las de ellos tratando de abarcar cada zona erógena de mi cuerpo, y las mías sosteniendo en alto y frotando esas pijas tan blancas y relucientes que parecían de juguete.
Unos últimos chuponazos y me puse de rodillas entre ellos, mirándolos en todo momento en forma aviesa y cómplice, creo que fue Leo quien se llevo las manos a la cabeza cuando me metí la pija de su amigo en la boca. Lo que siguió a continuación fue la primera mamada doble de mi vida, nunca antes había tenido dos pijas a mi entera disposición, y encima dos soberbios pijazos, en la plenitud, ambos, de sus capacidades sexuales.
Por la tirantez de la piel y por la forma en que se deslizaba más allá del frenillo, me daba sobrada cuenta que ninguno de los dos era virgen, ya habían tenido su debut sexual o se mataban a pajas, lo cierto es que estoy segura que, al igual que yo, jamás habían disfrutado un pete compartido, o sea, nunca una misma mujer les había chupado la pija a los dos al mismo tiempo. Para eso estaba yo ahí, sentando precedente. De la pija de Tonga a la pija de Leo, saltando de una a otra con especial énfasis y avidez, todo era silencio, solo se escuchaban sus gemidos y suspiros y mi persistente chupeteo. Haciendo el denodado esfuerzo que ambos instrumentos se merecían, trataba de comérmelos en toda su extensión, desde la punta hasta la base, aunque debido a lo largo que eran y a la fortísima erección que ostentaban, apenas llegaba hasta un poco más de la mitad.
-Te dije, te dije que la hija de doña (el nombre de mi mama) era flor de puta- le dijo Leo a Tonga.
-Mariela, soy Mariela- le recordé, por si se había olvidado de mi nombre.
-Si Mariela, que trola que sos y que fuerte que estas- tocándome las tetas.
-Y que bien chupas- agrega su amigo.
-¿Si? ¿Te gusta cómo te la chupo?-
-Me encanta-
Como recompensa por su halago, le recorro toda la pija con la lengua, desde bien abajo de los huevos, recorriendo toda su largura hasta llegar a la punta del glande, de ahí paso al otro glande, el de su amigo, que está bien hinchado y enardecido, con la lengua me deslizo de la punta hasta los huevos, lamiendo incisiva y gustosamente ahí debajo, provocándole al receptor de tales caricias unos espasmos de placer por demás irresistibles. Chupé, besé y lamí los huevos de ambos, creo que hasta llegue a morderlos en medio de mi entusiasmo por semejante abundancia de carne. Por supuesto sabía que no resistirían mucho mas, tengo una vasta experiencia en tales menesteres como para reconocer uno a uno los síntomas de una inminente descarga, pero así como intuía un precipitado final, también sabía que gracias a la ebullición de sus hormonas, no tardarían en estar listos de nuevo para lo que siguiera. Por eso decidí seguir, de haber estado con alguien de más edad, quizás la hubiera cortado ahí para pasar de una buena vez a lo concreto, pero ante la confiable potencialidad de mis dos jóvenes amantes, me puse a chuparlos con toda la furia, provocando en uno y otro unos estremecimientos sumamente compulsivos. Parecía como si estuvieran temblando, como si les hubiera agarrado de repente algún ataque de algo, pero no, era la intensidad de mi mamada, la fuerza con que los chupaba lo que les producía tales espasmos. Y fui por más todavía, no solo chupando, sino también aporreándome los pechos y la cara con tan brutales volúmenes, hasta que entonces sucedió... aunque lo esperaba, admito que me tomo por sorpresa. Se la chupaba a Tonga, sintiéndolo ya en la cima de sus posibilidades, incluso creía que él sería el primero en llegar, pero al girarme para pasar a chupársela al otro, siento un latigazo caliente en la cara y los ahhh...ahhhhh...ahhhhhh de Leo que revelan la causa de tal sensación: me estaba acabando en plena cara.
Al ver esto, que su amigo me lecheaba "in my face" Tonga ya no se aguantó más y se unió al cuantioso derrame. Los lechazos venían de uno y otro lado, violentos, tibios, espesos, abrí la boca para comerme unos cuantos, no todo, ya que me agrada la sensación del semen deslizándose por mi piel, derramándose espesamente por mi cutis, no creo que Cleopatra haya estado equivocada, por lo que una acabada en la cara (o dos) de vez en cuando no viene nada mal, se los aseguro.
Ya para cuando los lechazos comenzaron a hacerse más espaciados y difusos, volví a atracarme de poronga, chupando una y otra con fruición y avidez. Las chupaba, lamía y relamía, saboreando todo lo que chorreaba, sintiendo como pese a la descarga aun seguían pletóricas de vigor y virilidad. Me levante, empapada en leche, y aferrando a ambos chicos por sus mangos de carne, me dirigí hacia las reposeras. Pero lo que allí aconteció, en aquella calurosa madrugada del 2 de enero, lo cuento en el próximo relato.
Los festejos transcurrieron como siempre, entre comidas, brindis, baile y los habituales petardos explotados por los sobrinos más inquietos. El 1 nos levantamos tarde, casi rozando el mediodía, y aunque debo admitir que estaba con algo de resaca, igual salí a correr un rato, un par de vueltas apenas, ya que a causa de todo lo que me bailé la noche anterior, las piernas me flaqueaban. Volví a casa y tras una ducha la ayudé a mi vieja a preparar el almuerzo, que no era otra cosa sino lo que había sobrado de la cena de año nuevo. Tras el almuerzo familiar, una reparadora siesta y luego los habituales mates en el patio, ya cuando la sombra nos protege un poco del calor infernal de este verano. En eso mi mamá se levanta y me pide que siga yo cebando, ella tiene que ir a lo de Mechita a regarle las plantas. Mechita es una vecina de toda la vida, cuya propiedad está en la esquina y que se había ido de vacaciones con toda su familia. Y como es costumbre, siempre que se va, mi mamá queda a cargo de la casa, no solo para regarle las plantas, sino también para darle de comer a una pareja de conejos que tiene en el patio. Bueno, mi mamá se fue a cumplir con esa tarea y yo me quede a cargo de la ronda del mate.
A la noche el calor volvió a hacerse sofocante, por lo que no podía dormirme, daba vueltas y vueltas en la cama sin poder pegar un ojo, mi marido dormía como un tronco, igual que el Ro, así que me levante y salí al patio. Di un par de vueltas y desemboque en la cocina, me tome un par de copitas de sidra bien fría, pero el calor seguía insoportable. En eso veo en el porta llaves de la cocina, las llaves de la casa de Mechita, y como en un deja vú vino a mí el recuerdo de varias calurosas tardes de verano vividas en la casa de la amiga de mi madre. No me había dado cuenta antes, pero en la casa de Mechita hay piscina, ¿la habría todavía? Y de haberla, ¿estaría llena? La única forma de responder tales inquietudes sería yendo al mismísimo lugar de los hechos, así que agarré el juego de llaves y tal como estaba, con un short y una blusa, me lancé a la calle.
Solo dos casas más adelante está ubicado el chalet de Mechita. Entré por la puerta principal, después de todo si alguien me veía entrar sabría que venía por encargo de mi mamá, que era la cuidadora oficial en ausencia de la propietaria, ya todos en el barrio sabían eso. Debido a que todas las ventanas estaban cerradas, adentro hacía mucho más calor todavía. Atravesé raudamente la sala principal y fui directamente hacia el patio trasero. La mampara estaba cerrada, pero en el llavero que traía conmigo estaba la bendita llave que la abría. La abrí y... Woala!!! La pileta apareció ante mí, y no solo eso, sino que también estaba llena y con el agua fresquita, ya que se mantenía debido a un sistema de circulación. Ni lo pensé, y aunque no traía malla, me saque el short, la blusa y así desnuda, me mande un clavado que fui a parar a lo más profundo de la piscina. La sensación refrescante del agua me envolvió por completo, permitiéndome disponer de un respiro entre medio de la brutal ola de calor que parecía dispuesta a no darnos ninguna tregua. Al emerger del agua, me alisé el cabello hacia atrás y solté un complaciente suspiro de desahogo. Di un par de vueltas en estilo crawl, mariposa, y hasta hice la plancha, usando mis pechos como flotadores...jaja.
Salí de la pileta, chorreando agua por todo mi cuerpo, me recosté en la reposera más próxima y me dispuse a disfrutar la sensación que me proporcionaba mi propia desnudez. Relajada y bastante más fresca, debo de haberme quedado dormida, porque me desperté sobresaltada al escuchar unas voces provenientes de no sé dónde. No entendía lo que decían, era más bien como un murmullo apagado, aunque alcanzaba a distinguir por lo menos dos voces diferentes.
"¡Los dueños de casa!", me sobresalté, levantándome de un salto, como si hubiera tenido un resorte en el culo, "llegó Mechita con su familia y yo ahí en pelotas en el jardín de su casa", obviamente no me iba a quedar a dar explicaciones, por lo que agarre mi ropa, que había quedado tirada en el piso, el juego de llaves y me escondí en un cuartito que había en el fondo, donde está el equipo que mantiene la circulación y calefacción de la piscina. La idea era mantenerme allí hasta que se acostaran y durmieran, ya que suponía que vendrían cansados después de un largo viaje en... un momento, me dije entonces, Mechita siempre viajaba en su propio auto, y no había escuchado ruido de auto alguno y tampoco del portón de la cochera al abrirse. Pero si no era ella, ¿acaso podrían ser ladrones los que entraron a la casa?, y yo ahí como testigo privilegiada. Me asome por un resquicio de la puerta y los vi, no eran ladrones, no señor, sino dos muchachotes traviesos e inquietos, vecinos del mismo barrio, Leo y Tonga. Tardé en reconocerlos ya que la última vez que los había visto eran dos pendejos de 13 o 14 años, de eso hace ya tiempo, ahora seguían siendo unos pendejos, claro, pero un poco mas creciditos.
Aunque adolescentes, se notaba que tenían cuerpos trabajados y fibrosos, seguramente por la práctica de algún deporte. Creía recordar que uno de ellos era un joven promesa de las inferiores de la Fragata, no se cual de los dos, tampoco me importaba, ya que de repente, y aunque mi predilección en cuanto a hombres siempre es hacia arriba en lo que se refiere a edades, empezó a hacérseme agua la boca... o la conchita, mejor dicho.
Estaba ahí, escondida, sin que nadie lo supiera, lejos de cualquier posible injerencia del mundo exterior, sabiendo que cualquier cosa que allí ocurriese, no saldría jamás de aquel ámbito. Ni a ellos ni a mí nos convenía que se supiera. Los tres estábamos en la misma, habíamos entrado sin permiso a una casa ajena para hacer uso de su pileta, ya que luego de trepar por el muro del fondo, Leo y Tonga se sacaron las remeras, y con las mismas bermudas que tenían puestas se lanzaron al agua. Luego de un rato salieron, se sacaron toda la pilcha mojada y se volvieron a meter, en bolas... y yo ahí, a pocos metros, desnuda y con ganas.
No lo pensé, salí de mi precario escondite, dejando la ropa ahí en un montoncito, y avance decidida por el borde de la pileta. Tardaron en verme, pero cuando lo hicieron los ojos se les abrieron como platos. También, que se te aparezca una mina en bolas cuando estás en la misma situación, para esos pibes no debía ser cosa de todos los días, aunque pensándolo bien, para mí tampoco era algo demasiado habitual encontrarme así con dos “mozalbetes” en pleno desarrollo. Me detuve en el borde, justo frente a ellos y poniendo las manos en la cintura deje que me observaran de arriba abajo. Decir que se les caía la baba es poco.
-Miren a quienes tenemos aquí, Leo y Tonga, ¿no les dijeron que entrar a una casa que no es la propia constituye un delito?- les dije en plan maestra de escuela.
-Pe... Pero... usted...- trato de hablar Leo, aunque prestándole más atención a mis tetas que a mis palabras.
-Yo nada, yo tengo las llaves y el permiso de la dueña para venir cuando quiera, incluso para usar la pileta- mentí -pero ustedes... ¿Que dirán sus padres cuando se enteren?-
-Señora por favor...-
-¿Señora?- lo interrumpí -¿Te parezco una señora?- le pregunte dando una vueltita tipo top model.
-Eh...no...no...- se corrigieron.
-Miren, hagamos una cosa, yo no digo nada, ustedes no dicen nada, aprovechamos que tenemos la pileta a disposición y los tres la pasamos bomba, ¿que les parece?- les propuse.
Los dos se miraron como no entendiendo nada. Así que para que no quedasen dudas, me lance a la pileta, ellos estaban en una de las partes más profundas, pero como son altos, casi hacían pie, pero la petisa que esto escribe casi se va al fondo... casi, si no fuera porque entre los dos me sostuvieron, ¿y a que no adivinan de donde me sostuvieron? Bueno si, adivinaron, de las tetas y el culo.
Me colgué del cuello de Leo, que es el más alto, enredando mis piernas alrededor de su cuerpo, ¿y a que no saben lo que descubrí ahí abajo? Adivinaron de nuevo, una erección que Dios me libre y guarde. Creo que hasta me pude apoyar en semejante cañonazo.
Sin dejar de sostenerme, Leo pegó su boca la mía y me besó en una forma que delataba la repentina ebullición de sus hormonas. Tonga se me acerco por detrás, apoyándome también su erección en la retaguardia.
-No se desesperen chicos que hay suficiente para los dos- les dije al notar que se desesperaban por besarme y tocarme.
Al poder hacer pie me acerque al borde y salí de la pileta subiendo lentamente y peldaño a peldaño por la escalinata. Ellos me seguían por detrás, seguro que sin perderse detalle de todo lo que tenía para ofrecerles. Me divertía ver en sus caras una mezcla de sorpresa, incredulidad y calentura. Como si creyeran que lo que vivían era un sueño y no quisieran despertar.
Al salir de la pileta me quede parada en el borde esperando que ellos también salieran. Cuando lo hicieron me rodearon, cada cual por un lado, volviendo a arremeter contra mis pechos, mi cola y mi conchita, la que parecía derretirse entre sus dedos. Si, estaba empapada y no precisamente por el agua. Ahí, parada entre medio de los dos, agarre sus pijas, una con cada mano y mientras comenzaba a sobarlas, les ofrecí mi boca para que volvieran a besarme, a chuparme o lo que quisieran. Así, sin soltar tan palpitantes endurecimientos, me besaba con uno y otro, besos largos y jugosos, besos de lengua, cargados de morbo y calentura. Ellos me manoseaban a mí y yo los manoseaba a ellos. Ni sus manos ni las mías tenían respiro. Las de ellos tratando de abarcar cada zona erógena de mi cuerpo, y las mías sosteniendo en alto y frotando esas pijas tan blancas y relucientes que parecían de juguete.
Unos últimos chuponazos y me puse de rodillas entre ellos, mirándolos en todo momento en forma aviesa y cómplice, creo que fue Leo quien se llevo las manos a la cabeza cuando me metí la pija de su amigo en la boca. Lo que siguió a continuación fue la primera mamada doble de mi vida, nunca antes había tenido dos pijas a mi entera disposición, y encima dos soberbios pijazos, en la plenitud, ambos, de sus capacidades sexuales.
Por la tirantez de la piel y por la forma en que se deslizaba más allá del frenillo, me daba sobrada cuenta que ninguno de los dos era virgen, ya habían tenido su debut sexual o se mataban a pajas, lo cierto es que estoy segura que, al igual que yo, jamás habían disfrutado un pete compartido, o sea, nunca una misma mujer les había chupado la pija a los dos al mismo tiempo. Para eso estaba yo ahí, sentando precedente. De la pija de Tonga a la pija de Leo, saltando de una a otra con especial énfasis y avidez, todo era silencio, solo se escuchaban sus gemidos y suspiros y mi persistente chupeteo. Haciendo el denodado esfuerzo que ambos instrumentos se merecían, trataba de comérmelos en toda su extensión, desde la punta hasta la base, aunque debido a lo largo que eran y a la fortísima erección que ostentaban, apenas llegaba hasta un poco más de la mitad.
-Te dije, te dije que la hija de doña (el nombre de mi mama) era flor de puta- le dijo Leo a Tonga.
-Mariela, soy Mariela- le recordé, por si se había olvidado de mi nombre.
-Si Mariela, que trola que sos y que fuerte que estas- tocándome las tetas.
-Y que bien chupas- agrega su amigo.
-¿Si? ¿Te gusta cómo te la chupo?-
-Me encanta-
Como recompensa por su halago, le recorro toda la pija con la lengua, desde bien abajo de los huevos, recorriendo toda su largura hasta llegar a la punta del glande, de ahí paso al otro glande, el de su amigo, que está bien hinchado y enardecido, con la lengua me deslizo de la punta hasta los huevos, lamiendo incisiva y gustosamente ahí debajo, provocándole al receptor de tales caricias unos espasmos de placer por demás irresistibles. Chupé, besé y lamí los huevos de ambos, creo que hasta llegue a morderlos en medio de mi entusiasmo por semejante abundancia de carne. Por supuesto sabía que no resistirían mucho mas, tengo una vasta experiencia en tales menesteres como para reconocer uno a uno los síntomas de una inminente descarga, pero así como intuía un precipitado final, también sabía que gracias a la ebullición de sus hormonas, no tardarían en estar listos de nuevo para lo que siguiera. Por eso decidí seguir, de haber estado con alguien de más edad, quizás la hubiera cortado ahí para pasar de una buena vez a lo concreto, pero ante la confiable potencialidad de mis dos jóvenes amantes, me puse a chuparlos con toda la furia, provocando en uno y otro unos estremecimientos sumamente compulsivos. Parecía como si estuvieran temblando, como si les hubiera agarrado de repente algún ataque de algo, pero no, era la intensidad de mi mamada, la fuerza con que los chupaba lo que les producía tales espasmos. Y fui por más todavía, no solo chupando, sino también aporreándome los pechos y la cara con tan brutales volúmenes, hasta que entonces sucedió... aunque lo esperaba, admito que me tomo por sorpresa. Se la chupaba a Tonga, sintiéndolo ya en la cima de sus posibilidades, incluso creía que él sería el primero en llegar, pero al girarme para pasar a chupársela al otro, siento un latigazo caliente en la cara y los ahhh...ahhhhh...ahhhhhh de Leo que revelan la causa de tal sensación: me estaba acabando en plena cara.
Al ver esto, que su amigo me lecheaba "in my face" Tonga ya no se aguantó más y se unió al cuantioso derrame. Los lechazos venían de uno y otro lado, violentos, tibios, espesos, abrí la boca para comerme unos cuantos, no todo, ya que me agrada la sensación del semen deslizándose por mi piel, derramándose espesamente por mi cutis, no creo que Cleopatra haya estado equivocada, por lo que una acabada en la cara (o dos) de vez en cuando no viene nada mal, se los aseguro.
Ya para cuando los lechazos comenzaron a hacerse más espaciados y difusos, volví a atracarme de poronga, chupando una y otra con fruición y avidez. Las chupaba, lamía y relamía, saboreando todo lo que chorreaba, sintiendo como pese a la descarga aun seguían pletóricas de vigor y virilidad. Me levante, empapada en leche, y aferrando a ambos chicos por sus mangos de carne, me dirigí hacia las reposeras. Pero lo que allí aconteció, en aquella calurosa madrugada del 2 de enero, lo cuento en el próximo relato.
33 comentarios - Año nuevo
Hace un tiempo escribí un relato y lo resubí hace poco, te gustaría leerlo y darme tu opinión como experta en la materia 🙂 ?
Muuy caliente!!
Me encanto!!
Espero ver como sigue!!
Gracias por compartri
me imagino en cada situacion tuya vivida y me quiero volar los huvos con dinamita por no estar presente
Quien es el padre biológico de tu hijo ?
Por k he leído todos tus relatos y no lo dices
Me encantaría ser protagonista de alguna de tus historias!!!!!
PD: espero tu nuevo relato con alguna fotito nueva tuya mariputita.