Ingreso de madrugada a tu habitación, la escasa luz que entra por la ventana hace brillar las sábanas blancas, que te envuelven, como un regalo delicioso, que pronto será mío…
Me siento en la cama, empiezo a destaparte bajando las sábanas a la altura de tus rodillas. Me acuesto a tu lado, apoyo mi mano en tu vientre y subo acariciándote hasta tu mejilla; despertás algo asustada, me mirás y llevo mi boca hacia la tuya, apoyo mis labios sobre los tuyos abriéndolos lentamente, metiendo mi lengua en tu boca…
Ponés tus manos en mi espalda, tus caricias hacen que devore tu boca con mayor intensidad, casi asfixiándote. Me separo unos centímetros, tu mirada detecta mi intención, sabés que voy a hacer lo que tanto deseabas y tu sangre hierve. Deslizo mi lengua por tu cuello y desciendo, te levanto el corpiño y contemplo tus hermosos y redondos pechos, suaves, perfectos…
Los envuelvo con mi lengua desplegando mi saliva alrededor de los pezones, apoyo mi boca sobre ellos y succiono, los chupo intensamente haciendo que la humedad se apodere de tu entrepierna…
Desciendo por tu vientre deslizando mi lengua, a ritmo firme pero sin apurarme, tus manos se apoyan en mi cabeza…
Me deshago de tu tanga y prosigo mi camino, beso la zona interior de tus muslos acerándome lentamente a tu vagina, el olor me enloquece y me guía, cierro mis ojos y me dejo llevar por el deseo incontenible de hacerte mía. Paso mi lengua por los labios de tu vagina, una y otra vez, desde abajo hacia arriba, apoyo mi boca en ella, tu respiración agitada y tus gemidos no hacen mas que aumentar aún más mi excitación…
Mis manos sostienen tus piernas abiertas, mi boca recibe todo el néctar dulce contenido en tu interior, miro hacia arriba y entre tus pechos diviso tu rostro consternado enteramente por el placer y la lujuria. Me quedo unos segundos ahí, entre tus piernas, recuperando el aliento, subo y te beso en la boca, suave, dulce, y nos despedimos:
- Te amo, papi.
- Te amo, hija.
Me siento en la cama, empiezo a destaparte bajando las sábanas a la altura de tus rodillas. Me acuesto a tu lado, apoyo mi mano en tu vientre y subo acariciándote hasta tu mejilla; despertás algo asustada, me mirás y llevo mi boca hacia la tuya, apoyo mis labios sobre los tuyos abriéndolos lentamente, metiendo mi lengua en tu boca…
Ponés tus manos en mi espalda, tus caricias hacen que devore tu boca con mayor intensidad, casi asfixiándote. Me separo unos centímetros, tu mirada detecta mi intención, sabés que voy a hacer lo que tanto deseabas y tu sangre hierve. Deslizo mi lengua por tu cuello y desciendo, te levanto el corpiño y contemplo tus hermosos y redondos pechos, suaves, perfectos…
Los envuelvo con mi lengua desplegando mi saliva alrededor de los pezones, apoyo mi boca sobre ellos y succiono, los chupo intensamente haciendo que la humedad se apodere de tu entrepierna…
Desciendo por tu vientre deslizando mi lengua, a ritmo firme pero sin apurarme, tus manos se apoyan en mi cabeza…
Me deshago de tu tanga y prosigo mi camino, beso la zona interior de tus muslos acerándome lentamente a tu vagina, el olor me enloquece y me guía, cierro mis ojos y me dejo llevar por el deseo incontenible de hacerte mía. Paso mi lengua por los labios de tu vagina, una y otra vez, desde abajo hacia arriba, apoyo mi boca en ella, tu respiración agitada y tus gemidos no hacen mas que aumentar aún más mi excitación…
Mis manos sostienen tus piernas abiertas, mi boca recibe todo el néctar dulce contenido en tu interior, miro hacia arriba y entre tus pechos diviso tu rostro consternado enteramente por el placer y la lujuria. Me quedo unos segundos ahí, entre tus piernas, recuperando el aliento, subo y te beso en la boca, suave, dulce, y nos despedimos:
- Te amo, papi.
- Te amo, hija.
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