La tensa espera comienza su fin. Por la plaza, desde mi auto, veo la silueta bella y sensual de ella que, contoneando su cintura, se aproxima como una felina en celo. Mira, nerviosa, para todos lados con el afán de no ser descubierta. Sus oscuros lentes ocultan su rostro parcialmente y su respiración entrecortada la muestra desconfiada y temerosa. Sube al lado derecho del auto y arrancamos raudamente ante la indiferente mirada de los transeúntes, que así continúan sus grises vidas. Luego de cinco minutos de recorrido frenamos en un semáforo y aprovechamos para darnos un apasionado beso lleno de sensualidad. La impaciencia de los vehículos nos hace que nos detengamos con sus molestas bocinas. Seguimos hacia el albergue transitorio.
Carmen acababa de dejar sus hijos en la escuela para luego cumplir con unos trámites bancarios a pedido de su esposo, y de allí me mando un mensaje de texto: “Te espero en la plaza de siempre”.
Su esposo hace varios años que no le brinda ningún tipo de atención, el sexo entre ellos es cada vez más monótono y espaciado, muy poco para una mujer tan fogosa y joven como ella. Y en esa rutina no notó que tenía el cabello ondulado suelto, ni que vestía un vestido corto y suelto, unas sandalias con plataforma y un medido maquillaje que, no obstante, la hacía lucir muy sexy.
Al ingresar a la suite nos abrazamos desesperados y nos entregamos a besos y caricias que nos estimulaban. Mis manos burlaban el débil obstáculo de su vestido y recorría toda su anatomía; ella desabrochaba los botones de mi camisa y besaba mi pecho. Ardíamos de calentura.
Sin mediar más tiempo nos desnudamos y la acomodo de modo tal que quede sus pechos apoyándose sobre la cama y dejando su colita a mi disposición para que con mi lengua estimule cada rincón de su ser. Ella, como siempre, se entrega y disfruta de ese preludio; grita gozosa y se estremece. Le gusta como le dedico tiempo a sus pechos, pequeños pero firmes, pellizcándole sus pezones erectos, acariciándolos en suaves masajes circulares. Rompe su pasividad casi de golpe y se abalanza sobre mi pija dura y larga que con devoción se tragará hasta el fondo de su garganta.
La chupa hasta dejarme extasiado, logrando así que largue mi primer chorro de esperma dentro de su boca. Traga cada gota del elixir y limpia mi pija hasta dejarla brillante y reluciente. Sin esperar que decaiga me siento en la cama y la acomodo a ella sentada sobre mi pija que, con facilidad, entra en su lubricada conchita. En esa posición empieza una alocada cabalgata para domar su potro salvaje y sentir cada centímetro de mi viril pene. Sacude la cabeza y grita descontrolada, se siente gustosa y libre de hacerlo. Sus pechos ansían ser chupados, mordisqueados y besados, en cualquier orden posible. Casi en la misma posición la doy vuelta, haciendo que me dé la espalda sobre mí pecho y quede mirando el espejo del telo.
Como reza un viejo axioma, una señora en la casa una puta en la cama, y Carmen se comporta como una puta en celo. Grita y me clava sus uñas en mi cuerpo totalmente poseída, sabiendo gozar del placer que en su casa no le sabe brindar su esposo.
- Rompeme el culo papi!!!! – me dice casi suplicando.
Y fue así que nos levantamos, la empujé contra unas pequeñas columnas quedando con sus tetas colgando y entre ellas una cadenita de oro con dijes de niños, la típica que usan las madres, sus manos sujetándose y su culo ansioso por recibir un buen pedazo de carne. Casi no fue necesario hacer ningún esfuerzo, pese a que acusó recibo que le meta casi de un saque una tremenda pija. Minutos más tarde un buen y espeso chorro de esperma saturó su culito que, golosa, recibió su generoso regalo. Es esa pija que no le dejó dormir por la noche y que la tuvo distraída por la mañana, al punto de volcarle el café a su marido en la ropa de trabajo la que la desvive. Ella vive solo por esas dos horas que la hace salir de su rutina, olvidarse de su marido, vivir una aventura. Al final del turno cada uno vuelve a sus grises rutinas.
Carmen acababa de dejar sus hijos en la escuela para luego cumplir con unos trámites bancarios a pedido de su esposo, y de allí me mando un mensaje de texto: “Te espero en la plaza de siempre”.
Su esposo hace varios años que no le brinda ningún tipo de atención, el sexo entre ellos es cada vez más monótono y espaciado, muy poco para una mujer tan fogosa y joven como ella. Y en esa rutina no notó que tenía el cabello ondulado suelto, ni que vestía un vestido corto y suelto, unas sandalias con plataforma y un medido maquillaje que, no obstante, la hacía lucir muy sexy.
Al ingresar a la suite nos abrazamos desesperados y nos entregamos a besos y caricias que nos estimulaban. Mis manos burlaban el débil obstáculo de su vestido y recorría toda su anatomía; ella desabrochaba los botones de mi camisa y besaba mi pecho. Ardíamos de calentura.
Sin mediar más tiempo nos desnudamos y la acomodo de modo tal que quede sus pechos apoyándose sobre la cama y dejando su colita a mi disposición para que con mi lengua estimule cada rincón de su ser. Ella, como siempre, se entrega y disfruta de ese preludio; grita gozosa y se estremece. Le gusta como le dedico tiempo a sus pechos, pequeños pero firmes, pellizcándole sus pezones erectos, acariciándolos en suaves masajes circulares. Rompe su pasividad casi de golpe y se abalanza sobre mi pija dura y larga que con devoción se tragará hasta el fondo de su garganta.
La chupa hasta dejarme extasiado, logrando así que largue mi primer chorro de esperma dentro de su boca. Traga cada gota del elixir y limpia mi pija hasta dejarla brillante y reluciente. Sin esperar que decaiga me siento en la cama y la acomodo a ella sentada sobre mi pija que, con facilidad, entra en su lubricada conchita. En esa posición empieza una alocada cabalgata para domar su potro salvaje y sentir cada centímetro de mi viril pene. Sacude la cabeza y grita descontrolada, se siente gustosa y libre de hacerlo. Sus pechos ansían ser chupados, mordisqueados y besados, en cualquier orden posible. Casi en la misma posición la doy vuelta, haciendo que me dé la espalda sobre mí pecho y quede mirando el espejo del telo.
Como reza un viejo axioma, una señora en la casa una puta en la cama, y Carmen se comporta como una puta en celo. Grita y me clava sus uñas en mi cuerpo totalmente poseída, sabiendo gozar del placer que en su casa no le sabe brindar su esposo.
- Rompeme el culo papi!!!! – me dice casi suplicando.
Y fue así que nos levantamos, la empujé contra unas pequeñas columnas quedando con sus tetas colgando y entre ellas una cadenita de oro con dijes de niños, la típica que usan las madres, sus manos sujetándose y su culo ansioso por recibir un buen pedazo de carne. Casi no fue necesario hacer ningún esfuerzo, pese a que acusó recibo que le meta casi de un saque una tremenda pija. Minutos más tarde un buen y espeso chorro de esperma saturó su culito que, golosa, recibió su generoso regalo. Es esa pija que no le dejó dormir por la noche y que la tuvo distraída por la mañana, al punto de volcarle el café a su marido en la ropa de trabajo la que la desvive. Ella vive solo por esas dos horas que la hace salir de su rutina, olvidarse de su marido, vivir una aventura. Al final del turno cada uno vuelve a sus grises rutinas.
8 comentarios - En el telo con Carmen, una señora casada
Todos vivimos de alguna u otra manera por solo esos momentos de ¨felicidad¨...el resto es eso.. solo el resto del tiempo.
Saludos
Me paso una vez que era "el otro" de una mina que me volvio loco. Rubia, preciosa, escultural y por sobretodas las cosas muy dulce. Me acostumbre a las charlas "post-polvo" en las que me decia que detestaba a su marido y que le encantaba pasar tiempo conmigo.
Fueron tan intensos los encuentros y esas charlas que un dia le "exigi" que decidiera entre el marido y yo (tengamos en cuenta que no tenian hijos), pensando que la decision iba a ser instantanea y a mi favor, pero fue todo lo contrario.
Una aventura supuestamente pasajera se transformo en un amarca que costo muchisimo sacarmela de encima.
Tengan en claro lo que hacen (ambas partes), antes de enroscarse en esas "relaciones peligrosas" 😉
Un consejo del Paragua