Hola comunidad, retomo el relato sobre la historia con mis cuñaditas. Les pido disculpas por no escribir antes, pero fin de año suele ser bastante movido.
El relato original, para algun/a distraíd@, está acá.
Enero había arrancado, habíamos pasado las fiestas en Buenos Aires con mi familia, y el calor en la ciudad era insoportable. Decidimos con Alejandra irnos el finde a Bragado, a saludar a su familia, y aprovechar el aire fresco y la pileta de la quinta de Daniela.
Era imposible negarse a ir, por más que me preocupara la reacción de Marina ante su descubrimiento y los caprichos de Daniela, despreocupada por el whatsapp de su hermanita.
Sin más, el viernes a la tarde salimos para Bragado y la nochecita estaba calurosa pero con una brisa agradable. Martín, el marido de Daniela, nos esperaba con un asado en la quinta y cerveza bien helada. Al llegar, Dani nos saludó con énfasis, como siempre hace con Ale pero no tanto conmigo. Fue un saludos, digamos largo, el abrazo y un beso pero no de esos de cachete y ruido. Pude sentir sus labios húmedos apollarse en mi mejilla junto a la punta de su lengua. La adrenalina no me dejó pensar en nada más. Me di cuenta que se venía un finde "complicado".
Mientras Martín asaba y charlábamos de fútbol, llegó Marina caminando desde su casa. Saludó desde lejos, a las apuradas, entró al baño y salió en bikini derecho a la pileta. Claro, un servidor no dejó de notar ese top apenas chico para sus tetas y como la parte de abajo no dejaba dudas de que su culo era lo mejor de la familia. Corría con ventaja, la edad.
Salió de la pileta a los diez minutos, y ya más tranquila nos saludó a todos, nada raro.
Comimos, tomamos unas cervezas y cerca de la una de la mañana Marina se estaba yendo a lo de una amiga para previar. Martín se ofreció a llevarla, y Alejandra me dijo al oído, llevala vos y depaso comprás helado. Sin dudarlo, le dije a Martín que el había hecho el asado, que yo la llevaba. De camino a lo de su amiga, yo pensaba como decirle a Marina que no se preocupe por lo que había visto, que fue un error, que la familia, que etc. Antes de poder armar mi estrategia, me anticipó en tono intrigantemente simpático con "te estarás portando bien cuñadito, no?". Completamente sorprendido por la pregunta, solo pude contestar con una entrecortada afirmación.
Ya llegando al destino, Marina empezó a acomodarse un poco el escote y la pollera. El espejo retrovisor del acompañante fue mi aliado para no perderme el espectáculo. Increible. Esas tetas, nuevitas, turgentes, casi que podía imaginar sus pezones rosados junto a la piel blanca que la malla esconde del sol. Las piernas, torneadas como de escultura. Ya en la esquina del lugar, me dice, frena que me bajo acá. Se baja y enseguida se sube a otro auto. Antes de poder suponer nada, me llega un whatsapp suyo. "No digas nada cuña, mis hermanas son muy cuidas, siguen pensando que tengo 10 años".
Mirá vos, la pendeja volteándose a un chongo. Sabés cómo me quedó la cabeza?? Uff.
Compré helado, volví a a lo de Daniela. Nada que destacar.
Mientras dormíamos, me despertó el sonido de mi celular. Claro, Marina. "Cuña, perdón si te desperté, por favor vení a buscarme a donde me dejaste, no le digas nada a Ale". Me preocupé, salí sin avisar nada. Cuando llegué, mi cuñadita estaba sentada en el cordón, sola. Estacioné, subió al auto. Gracias, me dijo. Le pregunté si estaba bien, dijo que sí, que el idiota con que se había ido estaba pasado de vuelta y no quiso arriesgarse a terminar peor. La abracé, casi paternalmente. Y me dijo al oído "sos muy bueno, quedate tranqui que no voy a contar nada". Le agredecí, y su mirada se clavó en mi boca. "No me agradezcas, devolveme el favor", me dijo mientras se acercaba lascivamente a mi cara. Me agarró la nunca y me besó sin dejarme posible reacción (aunque me hubiera dejado, no me habría resistido demasiado).
Empezamos a chapar de manera descontrolada, su mano se acercó a mi short y notó mi exitación. "Parece que las tres hermanitas te ponemos duro. Menos mal, me estaba poniendo celosa". Me agarró la pija por sobre el pantaló y sobándomela me dijo, "ahora es cuando definís si cuento o no tu secreto".
Pavada de extorsión, como se imaginan, no me molestó. Mientras ella manoseaba mi verga, empecé a besarla bajando hacia las tetas, le saqué la remera y con una mano desabroché el corpiño. Que belleza, esas dos ubres blancas, con pezones rosados y claramente exitados a centímetros de mi. Las chupé hasta el cansancio. Su manos ya había dejado a la vista y pija y me pajeaban intensamente. Se detuvo, sólo para levantarse la pollerita y quitarse la tanga. Me agarró la cabeza y la llevó hacia donde quería. Depilada, caliente y húmeda, su conchita joven me esperaba ansiosa. La devoré, sin darle tiempo a nada, jugando con mis dedos por dento en su punto G, comiendo su clítoris claramente exitado. Gemía desesperadamente. Mordiéndose los labios exclamaba pidiendo más, creo que nunca había sentido inmeso placer. Empezó a arquearse pegando su pelvis contra mi cara, nunca me detuve. Sentí como su orgasmo me empapaba la boca. Seguí unos instantes hasta que sus manos cayeron a los costados del asiento. Me levanté, la besé.
Cuando pensaba que era mi turno de recibir los placeres, de devolución de favores, de pete de la hermanita de mi novia, mi ilusión se desvaneció cuando me dijo "Cumpliste, ahora estamos a mano".
Sin respuesta posible le sonreí me acomode el bulto en el pantalón mientras ella se reía y se acomodaba su ropa.
Dejé a Marina en su casa y volví a lo de Daniela para acostarme. Mi pija me reventaba.
Cuando llegué Alejandra estaba despierta en la cama y muy preocupada. La tranquilicé, le dije que había ido a buscarla a Marina que estaba con una amiga muy descompuesta y que no quise despertarla.
Se acercó, me abrazó y empezó a tocarme. Yo que seguía al palo, la sorprendí. "Epa, queremos guerra" me dijo. Y claro, pensaba yo, con lo caliente que me dejó tu hermana. Le dimos murra una horita y a dormir.
Al otro día llegó Marina con los padres para almorzar. Nos saludaron a todos y comimos normalmente. Me paré a preparar el café y Daniela me ayudó. Mientras todos charlaban esperando el café, Dani me dijo muy bajito "que ruidosa estuvo la noche, dormiste bien?". Le respondí con una risa medio incómoda, y me dijo "espero que te quede un poco de resto para mi".
Bueno, lotería pensé. Hago un hat trick con las hermanitas en un finde??
Hora de la siesta, Alejandra se fue con los padres a visitar a los abuelos y Marina que se iba a lo de una amiga (la que supuestamente se había descompuesto). Me acosté, y enseguida me dormí. No sé en que momento entró Daniela al cuarto y se sentó arriba mío, como cabalgando. Me desperté sobresaltado. "Qué hacés?? Estás loca?", y con una sonrisa me contestó, "Dale cuña, quiero otro round, Martín se fue a lo de mis suegros.". Mi pija ya estaba parada y ella lo notó, "se ve que vos también querés fiestita" dijo. ya completamente libre de escrúpulos le levante la remera del pijama y agarrándola de la espalda la acosté sobre mi. Empecé a besarla y a comerle las tetas, no tan frescas como las de Marina, pero igual de hermosas. Ella cabalgaba sobre mi poronga ya completamente dura y se levantó subiendo sus caderas por sobre mi torso, sugiriendo la necesidad imperiosa recibir placeres orales. Siempre listo, la agarré de las caderas ayudándola a subir y empecé a saborear esa conchita rosada y siempre perfectamente depilada. Al minuto, giró sobre si misma para quedar de espaldas a mi e inclinandosé empezó a chuparme la pija que estaba hinchada y deseosa de acción. Esto no dió más opciones que seguir con mi faena en un 69 divino. Ella subía y bajaba con su boca sobre mi pija, succionando todo el tiempo. Yo recorría toda su concha y me extralimitaba a llegar al culito sintiendo como lo contraía al hacer contacto. Después de unos minutos, tomé el control y la puse de espaldas a la cama. Le levanté una pierna y sin reparos entre hasta el último centímetro de su concha. Ellá gimió y enseguida comenzó a moverse junto conmigo.
El ritmo se aceleraba, y sentíamos el orgasmo llegar. No paramos, acabamos juntos y por momentos Daniela miraba hacía arriba dejando sus ojos completamente en blanco.
Quedamos exhaustos, cada uno se fue a su cama a descansar un rato.
El fin de sema siguió tranquilo. Por suerte. Marina, Alejandra y Daniela me habían dejado seco.
Nos volvimos a Buenos Aires, y yo estaba mucho más tranquilo que la vez anterior. Marina se había vuelto cómplice y parte de la aventura. Mi única inquietud, ahora, era cuándo iba a ser el turno de voltearme a la "pequeña". Eso, estimad@s, lo veremos en otro relato.
El relato original, para algun/a distraíd@, está acá.
Enero había arrancado, habíamos pasado las fiestas en Buenos Aires con mi familia, y el calor en la ciudad era insoportable. Decidimos con Alejandra irnos el finde a Bragado, a saludar a su familia, y aprovechar el aire fresco y la pileta de la quinta de Daniela.
Era imposible negarse a ir, por más que me preocupara la reacción de Marina ante su descubrimiento y los caprichos de Daniela, despreocupada por el whatsapp de su hermanita.
Sin más, el viernes a la tarde salimos para Bragado y la nochecita estaba calurosa pero con una brisa agradable. Martín, el marido de Daniela, nos esperaba con un asado en la quinta y cerveza bien helada. Al llegar, Dani nos saludó con énfasis, como siempre hace con Ale pero no tanto conmigo. Fue un saludos, digamos largo, el abrazo y un beso pero no de esos de cachete y ruido. Pude sentir sus labios húmedos apollarse en mi mejilla junto a la punta de su lengua. La adrenalina no me dejó pensar en nada más. Me di cuenta que se venía un finde "complicado".
Mientras Martín asaba y charlábamos de fútbol, llegó Marina caminando desde su casa. Saludó desde lejos, a las apuradas, entró al baño y salió en bikini derecho a la pileta. Claro, un servidor no dejó de notar ese top apenas chico para sus tetas y como la parte de abajo no dejaba dudas de que su culo era lo mejor de la familia. Corría con ventaja, la edad.
Salió de la pileta a los diez minutos, y ya más tranquila nos saludó a todos, nada raro.
Comimos, tomamos unas cervezas y cerca de la una de la mañana Marina se estaba yendo a lo de una amiga para previar. Martín se ofreció a llevarla, y Alejandra me dijo al oído, llevala vos y depaso comprás helado. Sin dudarlo, le dije a Martín que el había hecho el asado, que yo la llevaba. De camino a lo de su amiga, yo pensaba como decirle a Marina que no se preocupe por lo que había visto, que fue un error, que la familia, que etc. Antes de poder armar mi estrategia, me anticipó en tono intrigantemente simpático con "te estarás portando bien cuñadito, no?". Completamente sorprendido por la pregunta, solo pude contestar con una entrecortada afirmación.
Ya llegando al destino, Marina empezó a acomodarse un poco el escote y la pollera. El espejo retrovisor del acompañante fue mi aliado para no perderme el espectáculo. Increible. Esas tetas, nuevitas, turgentes, casi que podía imaginar sus pezones rosados junto a la piel blanca que la malla esconde del sol. Las piernas, torneadas como de escultura. Ya en la esquina del lugar, me dice, frena que me bajo acá. Se baja y enseguida se sube a otro auto. Antes de poder suponer nada, me llega un whatsapp suyo. "No digas nada cuña, mis hermanas son muy cuidas, siguen pensando que tengo 10 años".
Mirá vos, la pendeja volteándose a un chongo. Sabés cómo me quedó la cabeza?? Uff.
Compré helado, volví a a lo de Daniela. Nada que destacar.
Mientras dormíamos, me despertó el sonido de mi celular. Claro, Marina. "Cuña, perdón si te desperté, por favor vení a buscarme a donde me dejaste, no le digas nada a Ale". Me preocupé, salí sin avisar nada. Cuando llegué, mi cuñadita estaba sentada en el cordón, sola. Estacioné, subió al auto. Gracias, me dijo. Le pregunté si estaba bien, dijo que sí, que el idiota con que se había ido estaba pasado de vuelta y no quiso arriesgarse a terminar peor. La abracé, casi paternalmente. Y me dijo al oído "sos muy bueno, quedate tranqui que no voy a contar nada". Le agredecí, y su mirada se clavó en mi boca. "No me agradezcas, devolveme el favor", me dijo mientras se acercaba lascivamente a mi cara. Me agarró la nunca y me besó sin dejarme posible reacción (aunque me hubiera dejado, no me habría resistido demasiado).
Empezamos a chapar de manera descontrolada, su mano se acercó a mi short y notó mi exitación. "Parece que las tres hermanitas te ponemos duro. Menos mal, me estaba poniendo celosa". Me agarró la pija por sobre el pantaló y sobándomela me dijo, "ahora es cuando definís si cuento o no tu secreto".
Pavada de extorsión, como se imaginan, no me molestó. Mientras ella manoseaba mi verga, empecé a besarla bajando hacia las tetas, le saqué la remera y con una mano desabroché el corpiño. Que belleza, esas dos ubres blancas, con pezones rosados y claramente exitados a centímetros de mi. Las chupé hasta el cansancio. Su manos ya había dejado a la vista y pija y me pajeaban intensamente. Se detuvo, sólo para levantarse la pollerita y quitarse la tanga. Me agarró la cabeza y la llevó hacia donde quería. Depilada, caliente y húmeda, su conchita joven me esperaba ansiosa. La devoré, sin darle tiempo a nada, jugando con mis dedos por dento en su punto G, comiendo su clítoris claramente exitado. Gemía desesperadamente. Mordiéndose los labios exclamaba pidiendo más, creo que nunca había sentido inmeso placer. Empezó a arquearse pegando su pelvis contra mi cara, nunca me detuve. Sentí como su orgasmo me empapaba la boca. Seguí unos instantes hasta que sus manos cayeron a los costados del asiento. Me levanté, la besé.
Cuando pensaba que era mi turno de recibir los placeres, de devolución de favores, de pete de la hermanita de mi novia, mi ilusión se desvaneció cuando me dijo "Cumpliste, ahora estamos a mano".
Sin respuesta posible le sonreí me acomode el bulto en el pantalón mientras ella se reía y se acomodaba su ropa.
Dejé a Marina en su casa y volví a lo de Daniela para acostarme. Mi pija me reventaba.
Cuando llegué Alejandra estaba despierta en la cama y muy preocupada. La tranquilicé, le dije que había ido a buscarla a Marina que estaba con una amiga muy descompuesta y que no quise despertarla.
Se acercó, me abrazó y empezó a tocarme. Yo que seguía al palo, la sorprendí. "Epa, queremos guerra" me dijo. Y claro, pensaba yo, con lo caliente que me dejó tu hermana. Le dimos murra una horita y a dormir.
Al otro día llegó Marina con los padres para almorzar. Nos saludaron a todos y comimos normalmente. Me paré a preparar el café y Daniela me ayudó. Mientras todos charlaban esperando el café, Dani me dijo muy bajito "que ruidosa estuvo la noche, dormiste bien?". Le respondí con una risa medio incómoda, y me dijo "espero que te quede un poco de resto para mi".
Bueno, lotería pensé. Hago un hat trick con las hermanitas en un finde??
Hora de la siesta, Alejandra se fue con los padres a visitar a los abuelos y Marina que se iba a lo de una amiga (la que supuestamente se había descompuesto). Me acosté, y enseguida me dormí. No sé en que momento entró Daniela al cuarto y se sentó arriba mío, como cabalgando. Me desperté sobresaltado. "Qué hacés?? Estás loca?", y con una sonrisa me contestó, "Dale cuña, quiero otro round, Martín se fue a lo de mis suegros.". Mi pija ya estaba parada y ella lo notó, "se ve que vos también querés fiestita" dijo. ya completamente libre de escrúpulos le levante la remera del pijama y agarrándola de la espalda la acosté sobre mi. Empecé a besarla y a comerle las tetas, no tan frescas como las de Marina, pero igual de hermosas. Ella cabalgaba sobre mi poronga ya completamente dura y se levantó subiendo sus caderas por sobre mi torso, sugiriendo la necesidad imperiosa recibir placeres orales. Siempre listo, la agarré de las caderas ayudándola a subir y empecé a saborear esa conchita rosada y siempre perfectamente depilada. Al minuto, giró sobre si misma para quedar de espaldas a mi e inclinandosé empezó a chuparme la pija que estaba hinchada y deseosa de acción. Esto no dió más opciones que seguir con mi faena en un 69 divino. Ella subía y bajaba con su boca sobre mi pija, succionando todo el tiempo. Yo recorría toda su concha y me extralimitaba a llegar al culito sintiendo como lo contraía al hacer contacto. Después de unos minutos, tomé el control y la puse de espaldas a la cama. Le levanté una pierna y sin reparos entre hasta el último centímetro de su concha. Ellá gimió y enseguida comenzó a moverse junto conmigo.
El ritmo se aceleraba, y sentíamos el orgasmo llegar. No paramos, acabamos juntos y por momentos Daniela miraba hacía arriba dejando sus ojos completamente en blanco.
Quedamos exhaustos, cada uno se fue a su cama a descansar un rato.
El fin de sema siguió tranquilo. Por suerte. Marina, Alejandra y Daniela me habían dejado seco.
Nos volvimos a Buenos Aires, y yo estaba mucho más tranquilo que la vez anterior. Marina se había vuelto cómplice y parte de la aventura. Mi única inquietud, ahora, era cuándo iba a ser el turno de voltearme a la "pequeña". Eso, estimad@s, lo veremos en otro relato.
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