You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Por ir de shopping (final)

Lo prometido es deuda. Espero que el final les agrade. Gracias por los comentarios de las partes anteriores

Fue salir de mi casa y comunicarme con Marcela. Su voz entredormida mostraba a las claras que la había despertado.
- Hola, dijo al otro lado
- Hola Marcela
- Arturo, esperaba que llamaras pero no tan temprano.
- Disculpa la hora, pero comprenderás que no podía esperar
- O sea que le preguntaste a Norma donde había estado.
- Si, y la muy zorra me dijo que estuvo contigo en tu casa, y ambos sabemos que eso es imposible.
- Evidentemente. Pero por teléfono no podemos hablar. Mira, al mediodía, nos encontraremos en el bar del otro día, y conversamos. Antes me es imposible.
- Esta bien. A la una en el bar del otro día. Un beso
- Lo mismo para tí, y colgó.
La mañana pasó lentamente, y para colmo con muy poco trabajo para distraerme, pero por otro lado la falta de actividad, justificó que pidiera autorización para salir a almorzar, y a la una estaba instalado en la misma mesa de la vez anterior.
Marcela entró tan atractiva como siempre. Al verla venir hacia mí, por unos momentos me olvidé el motivo de la reunión. La recordé desnuda sobre la cama, y me excité.
Se acercó y me dio un protocolar beso en la mejilla. No protesté porque había gente y era lo correcto.
- ¿ Pediste algo? Preguntó cuando se sentó
- No todavía.
- Una ensalada para mí, con agua mineral. Necesito comer algo.
El mozo se acercó y pedí dos ordenes iguales.
- Bueno, y ahora cuéntame que está pasando.
- Mira Arturo, es bastante extraño, pero imagino que nada bueno para tí. Norma me visitaba regularmente, y conversábamos horas de nuestras vidas, y ella repetía siempre lo rutinaria que era la suya, que envidiaba mi libertad, que te quería mucho, pero que físicamente necesitaba otra cosa. Alguna vez le sugerí que se buscara un amante, pero ella rechazó siempre esa idea, siempre desde la base de tu fidelidad y amor.
- Pues es verdad. Bueno, era verdad, hasta hace unos días, dije
- Eso no viene al caso ahora. La cuestión que un buen día me llamó por teléfono y me dijo que te había dicho que vendría a mi casa, pero que en realidad iba a otro lado y necesitaba que yo la cubriera. Me sorprendió, pero es mi mejor amiga, así que no dije nada. A ese día le fueron sucediendo otros, y actualmente, una vez a la semana, me avisa que no va a venir.
- ¿ Y adonde va?
- Nunca me quiso contar.
- Y tu estás segura que me engaña.
- Estoy segura, además porque no ha vuelto a hablar de la rutina y el cansancio. Está mejor de ánimo, habrás notado. Y yo sintiéndome un estúpido, debí reconocer que sí, que estaba mucho mejor que hace unos meses, aunque yo no le había prestado demasiada atención.
- No puedo creer que no sepas nada, dije amoscado.
- Arturo, si supiera te contaría, te lo aseguro. Se que está con alguien, pero no se con quien. Esta situación es lo que me animó, a acostarme contigo. Después de todo, la que rompió la regla de fidelidad fue ella.
- Pero no estás segura.
- Es increíble lo ciego que son los hombres a los pequeños detalles, o no tan pequeños.
Se acomodó en la silla, mientras el mozo traía la orden.
- Dime Arturo, ¿ No notaste como se viste ahora?
- La verdad que no, dije sorprendido.
- Pues ha cambiado mucho. Está comprando ropa de mucha mejor calidad, y por supuesto mas cara. Y no creo que el dinero se lo estés dando tú, dijo mientras comenzaba a comer.
Me quedé sorprendido. No lo había notado. Para mí se vestía siempre igual.
- ¿ Qué me quieres decir?
Me miró sonriendo.
- Dos cosas. Primero que está mas elegante y cuidada por alguna razón, y segundo, que alguien le está dando el dinero para que lo haga. A veces pienso que los hombre se merecen los cuernos. No pueden ser tan crédulos. Las mujeres notamos hasta si nuestro hombre cambia el perfume y empezamos a sospechar, y tu mujer pasó de ropa común a prendas de marca, zapatos caros, y tu no viste nada, dijo sonriendo mientras continuaba con su almuerzo.
Comencé a comer para no tener que mirarla a los ojos. Me zambullí en mi plato y por un rato no dije más nada.
- ¿ Cuando volverá a salir? Pregunté por fin.
- No lo sé hasta un día antes, contestó.
Terminamos de comer, y pagué la cuenta.
- Comprenderás que tengo que saber que está pasando.
- Por supuesto. Cuando yo sepa algo mas te aviso.
- Y por otro lado, necesito saber como seguirá lo nuestro.
Me miró con esos ojos que prometían placeres sin límites.
- Lo nuestro no tiene ningún problema. Sabes que soy una mujer libre. Me encantó acostarme contigo y lo podemos repetir cuando quieras, pero sin ningún compromiso, por favor. Tengo mi vida y estoy feliz como estoy.
- O sea que te acostarías con otro si te dieran ganas.
- Por supuesto. Y es bueno que lo asumas antes de seguir adelante.
- No tengo problemas. La verdad que contigo la pasé muy bien, y sueño con repetir el encuentro, dije mirándola con lascivia.
- Cuando quieras, sabes donde encontrarme. Pero entiendo que primero necesitas resolver tus problemas.
Nos despedimos y volví al trabajo.
Esa noche, al volver a casa, salude a Norma como siempre, fui a darme una ducha antes de cenar, y cuando estuve solo en la habitación, aproveché para revisar su placard. Era cierto.
Allí colgados, varios vestidos de marca. En el suelo 7 ú 8 pares de zapatos de calidad, y en su cajón, ropa interior de primera. Yo no podía pagar con mi sueldo ese derroche. Marcela tenía razón. No solo me engañaba, sino que su amante le daba dinero. Esto me puso mas que loco, y tardé un rato en controlarme.
Esa noche, furioso, busqué su cuerpo, y con sorpresa, ella aceptó mis insinuaciones.
La besé con desesperación, la acaricié, mientras ella, me dejaba hacer.
Por fin, al rato, pude penetrarla, y tiramos un rato largo, hasta que por fin me vacié dentro de ella, con una furia contenida que nunca había sentido.
Quedamos los dos agotados.
- Como estabas esta noche, papito. Hacía mucho que no te sentía con tanta calentura.
No era calentura, era furia, pero ella no debía saberlo.
- Es que hace rato que no hacíamos esto.
- Hoy tenía ganas, dijo disimulando.
Por fin, nos dormimos.

Pasaron varios días, hasta que el jueves Marcela me avisó que el viernes era el día.
Organicé mi día laboral para tener un par de horas libres por la tarde.
Al mediodía, como esperaba, Norma me llamó para avisarme que se iba de Marcela. Le dije que le mandara saludos y que la pasara bien, y a las 3 me puse en marcha.
La esperé en la esquina de casa en el auto, sabiendo por lo menos para que lado saldría. Y a las 3, 30 salió, perfectamente arreglada, como la otra vez, aunque yo la veía ahora con otros ojos. Estaba muy puta. Realmente valía la pena cogérsela, para cualquiera, y hoy me iba a enterar quien era el hijo de puta que se la estaba beneficiando.
Tomó un taxi que paró en la esquina y la seguí. Luego de una media hora, el taxi se detuvo y ella bajó frente a una casa antigüa, perfectamente arreglada, de dos plantas, tocó timbre, la puerta se abrió y una joven también muy elegante, la saludo con un beso en la mejilla y ella pasó.
Me quedé helado. No era lo que esperaba. Marcela y yo estábamos equivocados. Tenía que recibirla un hombre, no una mujer, y además no daba la sensación de que fuera nada raro. Pasé lentamente frente a la casa, anoté la dirección, y volví al trabajo.
Estaba paralizado.
Ya en el trabajo traté de buscarle una explicación. No la tenía. Decidí investigar un poco mas. En Internet cargué la dirección del lugar y esperé. No tuve que esperar mucho.
Los enlaces me llevaron a unas cuantas páginas de adultos, donde se promocionaba ese lugar como un prostíbulo muy especial.
Ahí cerraba todo. El dinero que ahora tenía, y el cambio de actitud. No podía creer que mi esposa se estaba prostituyendo. Y de que manera.
El lugar ofrecía mujeres comunes, madres de familia, no profesionales del sexo. Y todas ellas trabajaban allí algunos días por semana, y lo hacían enmascaradas para que sus clientes no pudieran reconocerlas, porque era muy posible que las cruzaran en el mercado, en la calle, en las reuniones del colegio. Era algo muy morboso, y entendí de inmediato el placer que esto suponía para los hombres. La posibilidad de tirarse a su vecinita, sin saberlo. O a su cuñada, o a su prima. Lo que ninguno pensaba era, seguramente, que podía llegar a tirarse a su esposa. Y esto era lo que yo ahora iba a hacer.
Nada le conté a Marcela. Le dije que la seguí un rato y la perdí en el tránsito, así que necesitaba nuevos datos para la próxima vez, lo que ocurrió el jueves de la semana siguiente. Ese día Norma iba a ir a visitar a Marcela.
Esta vez sabía donde estaría, así que no perdí el tiempo en seguirla. Llegué al lugar, dejé mi auto en una playa cercana, Me acomodé en un bar allí cerca, desde donde podía verla llegar y espere. Cerca de las 4 su taxi se detuvo y ella ingresó con total normalidad.
Esperé un rato, y luego decidido toqué el timbre. Una cámara registraba a quienes se acercaban. Luego de un momento la puerta se abrió y la misma jovencita de antes, sonriente me saludó.
- Buenas tardes, señor, ¿ qué deseaba?
- Me dieron esta dirección y me dijeron que Uds. ofrecían un muy buen servicio, dije sonriendo.
- Pase, por favor, dijo haciéndose a un lado.
- Es la primera vez que viene, recalcó la jovencita
- Si, la primera, un amigo vio vuestra publicidad y me pasó el dato.
- Comprendo. Venga por aquí.
Me hizo pasar a una oficina que parecía de una agencia de seguros, mas que de una casa de citas.
- Ud. dirá en que pensaba.
- Vea, me gustaría una mujer liberal, madura, atractiva, por supuesto, y que se desviva en complacerme.
- Creo que tengo algo así.
Arreglamos el precio, que no era barato, por supuesto, y me llevaron a una hermosa habitación, muy amplia, con una cama King Size en el medio, y me dijeron que esperara allí. Que mientras tanto podía aprovechar el jacuzzi si tenía ganas.
Eso hice. Me desnudé y me metí un rato en el agua tibia para tranquilizarme. Luego me metí en la cama desnudo y me tapé con una sabana y esperé. La habitación estaba en una penumbra muy sensual. Al rato la puerta se abrió y una silueta se marcó en la puerta. Cerró la puerta y se acercó con un andar muy felino hasta la cama. Cuando estuvimos cerca, no dudé de que era mi esposa, aunque la máscara qe cubría la mitad de su rostro, y una peluca pelirroja la escondía bastante, pero la forma en que se paralizó cuando me vio no dejaba dudas. Tardó unos segundos en reponerse. Yo esperaba como iba a reaccionar. Pero la muy zorra no se cortó. Especuló conque yo no la reconocería.
Se acercó a la cama y sin mediar palabra, comenzó a acariciar mi pecho con suavidad. Acarició mi cuello y yo cerré los ojos para tranquilizarla. Si no la miraba se sentiría mas segura. Fueron bajando sus caricias, hasta apoderarse de mi sexo y comenzó a masturbarme hábilmente. No necesitaba mucho para que se me empinara y a los pocos segundos estaba dura como un hierro. En ese momento ella comenzó a chupármela.
- Ahhh, dije sin abrir los ojos, que bien la chupas, por fin una hembra que sabe lo que le gusta a los hombres, sigue, sigue.
Y siguió. Engulló tomo mi pedazo, luego lo dejó y comenzó a comerme las pelotas, para luego volver al mástil, y así un largo rato. Yo estaba totalmente sacado y no aguanté mas. Apreté su cabeza contra mi sexo y me vacié en su boca , sin dejarla retirarse. Ella se puso rígida al principio, pero cuando vio que era inevitable, comenzó a tragar todo lo que yo le daba. Y siguió chupando hasta que nada quedó y consiguió que mi verga no se bajara.
- Que bárbaro. Nunca me había pasado de vaciarme así y seguir excitado. Te voy a coger bombón, te voy a reventar. Hace tanto que no disfruto del sexo que hoy me voy a desquitar. Sabes? Soy casado, pero mi mujer me tiene en cuarentena hace rato, y yo necesito una mujer de verdad, de vez en cuando. Ahora desnúdate, le ordené.
Norma se levantó y se deshizo de la poca ropa que traía.
- Móntame, perra, le dije y ella colocó una pierna a cada lado de mi cuerpo y tomando mi verga se empaló hasta el fondo, comenzando a cabalgarme.
Yo la dejaba hacer. Ella estaba de espaldas a mí. Había elegido esa posición para evitar que la reconociera, seguramente, pero se notaba que estaba gozando. Así que además de tirarse otros hombres, cobrar, encima le daba placer. Era toda una puta.
Luego de un rato, se detuvo y alcanzó un orgasmo bestial. Sentí en mi verga las contracciones de su sexo y si no me hubiera vaciado hacía poco, seguramente la hubiera acompañado en su vuelo, pero pude resistir.
- Bien, perra, así me gusta, que acabes como la yegua que eres. Dime una cosa, ¿ eres casada?.
Ella asintió con la cabeza, sin hablar.
- ¿ Y tu marido sabe que eres tan puta? Un gesto negativo de su cabeza contestó la pregunta.
- Bueno, ahora te vas a poner en cuatro patas sobre la cama. Es mi turno de cabalgarte.
Ella obediente desmontó siempre dándome la espalda, y se colocó en la posición del perrito, escondiendo su cara entre sus manos, y empinando bien su hermoso culo.
Me coloqué a su grupa y de un solo empujón se la hice comer entera. Ella apenas gimió.
Mientras la serruchaba, mis dedos fueron acariciando su culo y distendiéndolo. La fiesta hoy iba a ser completa.
Luego de un buen rato, la saqué totalmente lubricada con sus jugos y la ubiqué a la entrada de su culo. Comprobé que no era el primero en recorrer ese camino, porque casi sin esfuerzo, mi verga fue entrando hasta el fondo.
- Vaya, vaya, no me digas que te gusta que te enculen. Y seguro que tu maridito jamás te lo hizo, verdad?. Negó con la cabeza.
- Al final todas las mujeres son iguales. Pero hoy me voy a cobrar en tu culo lo que mi mujer no me deja hacer, y diciendo esto comencé a penetrarla con toda mi fuerza, como si quisiera romperla. Pero era imposible, ella se tragaba todo lo que le diera, y sin chistar. Por fin me metí hasta el fondo y la llené de leche caliente, gritando como un animal. Caí sobre ella exhausto.
Luego de unos minutos, desensillé.
Fui hasta el baño a lavarme, y al volver ella estaba acostada boca abajo. De su culo salía semen a borbotones.
Me acosté boca arriba y le ordené que volviera a chuparme la verga.
Mientras lo hacía acaricié su cabellera postiza.
- Has estado muy bien. Realmente vales cada centavo que pagué. Yo no acostumbro hacer esto, pero mi esposa me tiene muy caliente.
- ¿ Nunca le engañaste? Preguntó en un susurro, dejando de chupar por un momento.
- Nunca hasta hoy, dije sonriendo por dentro, pero después de lo que disfruté hoy, pienso buscarme una amante que me de lo que ella no me da. ¿ Es justo, no te parece? Ella afirmó con la cabeza.

Esa noche al llegar a mi casa, Norma había preparado una rica cena. Me beso apasionadamente cuando llegué. Fui a ducharme y cenamos.
- ¿ Qué tal tu día? Pregunté inocente.
- Bien, normal.
- ¿ Qué cuenta Marcela? Me miró tratando de descubrir algo en mi mirada, que yo disimulé muy bien
- Está bien. Te manda saludos, dijo mientras seguía cenando, ¿ Y tu día como estuvo?
- Como siempre. La verdad que hoy estoy cansado y me voy a acostar temprano, dije inocente.
- Creo que haré lo mismo, dijo entre bocado y bocado.
Por supuesto esa noche no pasó nada. Los dos teníamos mucho que pensar.
Pero los días siguientes fueron la gloria. Norma comenzó de a poco a aparentar que se iba soltando y en un par de semanas era en casa la misma perra que en el lugar donde seguía trabajando un día a la semana.
Con Marcela seguimos tirando, pero la muy puta, cuando le conté lo que pasaba, fue ella también a ofrecerse, y ahora un par de veces por semana está en la casa de citas. Hasta se compró un autito, ahora que dispone de dinero en cantidad. Lo único que conseguí es que no coincidiera el mismo día que mi esposa, y ese día viene a casa y la pasamos de primera. Y si bien en el trabajo algunas veces le dan por el culo, con orgullo puedo decir que yo fui el primero.

10 comentarios - Por ir de shopping (final)

danymaguna
excelente relato 🔥 👌 🔥 👌 🔥 👌 🔥 👌 🔥
loncha31
tremendo segui todos los relatos buenisimos te felicito muy picantes gracias x compartir
xxxdios
🤤 🤤 🤤 🤤 🤤 🤤
EL_PROFE25
Muy buen final para excelente historia!!
Me encanto!
Gracias por compartir
Belrey72
Es una excelente historia