Hace mucho que siento una deuda infinita con ese submundo nunca elogiado: el cine porno. Qué hubiera sido de mí sin su mágica presencia. Desde muy joven, cuando llegué a la gran ciudad, ocupó cada vez más un lugar en mi sexualidad. Al principio, hace ya mucho, la culpa me atenazaba y mi temores juveniles intentaban negar esas horas navegando en la oscuridad de los cines, hasta ver la luz. Era otra época, no había entonces Internet, por lo que cada descubrimiento en ese submundo era un tesoro para iniciados, ya fuera un cine de barrio reconvertido o un actor o actriz con determinados encantos, a mis dieciocho años se convirtió en un vicio del que ya nunca pude escapar, el vicio que me dejó algunos de mis mejores recuerdos.
De las muchas virtudes que poseen esos antros de perdición debo enumerar algunas importantes: Su precio; suelen ser accesibles hasta para los que menos tienen. Su igualdad; allí nadie es más que nadie, estábamos y estamos, todos parejos, ricos, pobres, poderosos, laburantes, vergudos o travestis. Su justicia; cada cual encuentra lo que busca, activo, pasivo, hombre o mujer. Su magia; no importa que no veas nada al entrar, terminarás por ver lo que realmente quieras y lo que es más, podrás tenerlo en tus manos, tu boca o donde más lo quieras, como si de la pantalla (siempre presente) se saltaran los personajes a la sala. Podría seguir enumerando virtudes, pero haré un lugar a mis recuerdos para compartir todo ese olor a sexo con los lectores.
He recorrido mundo y he conocido muchos sitios diferentes dedicados al sexo, salas especializadas en ésto o aquéllo, locales de intercambios, video clubes, boxes, prostíbulos caros o baratos, puticlubs, esquinas, parques, lugares más o menos caros o distinguidos. Pero ninguno ha empardado nunca con mis viejos y queridos cines, su olor a sexo, su promiscuidad, sus asientos manoseados, sus baños pluriempleados, sus vendedores de entradas con rostros enigmáticos, su fauna inimaginable y humana, esa espontaneidad infinita en lo que todo es posible, desde un gangbang hasta el amor más vergonzosamente sexual, todo ello acompañado siempre por excitantes imágenes y un sonido apropiado. En fin, el paraíso de lo promiscuo y guarro, sus gastadas alfombras sembradas de semen inmemorial, y personajes respirando entrecortadamente entre pesadas cortinas, sus baños, infierno sexual.
La primera vez que entré en uno me temblaban las piernas, me cegaba la oscuridad y sentía pánico a ser reconocido por alguien, no me duró mucho, es cierto; busqué una fila al fondo de la sala (en ese entonces eran cines enormes) y dejé que mis ojos se acostumbraran a la semipenumbra, el sexo en la pantalla me infundía valor y excitación, comencé a ver otros rostros que me miraban libidinosamente, alguno se acercó a uno o dos asientos de distancia y sacó su pija mientras me dirigía miradas furtivas, me sentí deseado y excitado, tenía cerca a un hombre de verdad, un macho, con su presencia inquietante, su olor y una hermosa verga en su mano, pero no tenía muy claro lo que hacer, aunque seguro que mis ojos brillaron de deseo en la oscuridad, el se sentó en el asiento de al lado y yo me hacía el distraído, de pronto su mano rozó la mía como sin querer y notó que mi mano permanecía quieta, expectante, por lo que la rozó más lentamente y al final me la tomó por la muñeca y se la acercó a su tibia verga. Yo estaba a mil, me atreví a mirarla y mirarlo y sus dedos acariciaron mi boca separándome los labios .....
Yo ya era suyo.
Encontré una verga tibia y palpitante en mi mano, mi primera vez en un cine con un desconocido, en la oscuridad, él me infundía confianza, así, así ... ¿te gusta, no?
Mmmh siii, sigue tocándola nene, dale, mi mano subía y bajaba alrededor de aquella pija ya húmeda y de pronto una mano comenzó a acariciarme por la nuca, suavemente al principio, su mano me fue empujando sin apuro, casi con ternura, yo intentaba ver por los lados por si alguien nos miraba, pero ya estaba rendido, sabía que mi boca iba a terminar sintiendo aquella pijota ....
Con bastante fuerza después, me empujó contra su suave capullo, y al fin llegó el momento mágico y lleno de vicio en que sentí su pene entrando en mi joven boquita ansiosa y entregada. Ummmh que deliciosa sensación una roja y gorda cabeza de terciopelo, algo húmeda, suave y tibia, partiéndome los labios hasta invadirme la boca y hacerme sentir su fuerza y su vigor, en tanto la acaricio con mi lengua y la dejo sentir mi calor comiéndola toda y ofreciéndole mi boca llena de placer.
El mientras miraba la película y disfrutaba mi esfuerzo oral, acariciando mi pelo y bajando luego su otra mano por mi espalda, entre mi ropa, de pronto su mano izquierda llegó a mi culito tierno, mientras su mano derecha mantenía mi cabeza en su sitio, devorándole aquella pija olorosa y necesitada.
Mi culo se meneaba casi sin querer, y en un momento su mano entró entre mi piel y mis vaqueros, casi acabo solo con esa sensación de posesión, me afanaba intentando darle gusto con mi boca hasta que sus dedos llegaron a mi orificio caliente, ahhh intenté levantar mi cabeza pero él la contuvo con su mano, presionando, empujándome hasta atragantarme con ese miembro desconocido, los hechos empezaron a sucederse, sentí con pánico como me desabrochaba el pantalón y dejaba mi culo al descubierto, para trabajarlo a su gusto, me acarició los glúteos y los muslos sin tocar casi mi pequeño pero tieso pene, metiéndome finalmente un dedo justo en el agujerito del orto, que me hacía sentir la más sucia de las putas mientras me ponía en cuatro patas entre su asiento y el mío, el apoya brazos me servía de soporte (y de molestia) a la altura del ombligo, luego otro dedo, entrando y saliendo, los puso un momento en mi boca para que los empapara con mi ya abundante saliva y volvió para acariciar mi caliente culito totalmente expuesto, con mis pantalones bajados hasta las rodillas.
Permiso, permiso, una voz inesperadamente cerca estaba en nuestra fila intentando pasar entre nosotros y los respaldos de madera de la fila anterior, me asusté e intenté salir de aquella humillante situación, pero el desconocido que me estaba cogiendo por la boca, me contuvo, empujando mi cabeza sobre su pija y empujando sus dedos hasta adentro de mi culo, inmovilizándome. Shhh tranquilo, no pasa nada trolito. El corazón me palpitaba desbocado, la situación me había rebasado, pero a la vez me excitaba más y más.
Sentí, ya que sólo veía la barriga y el peludo y oscuro pubis del tipo que me tenía agarrado, a otro pasar lentamente contra mí, escuché su ropa y sentí su olor, mientras me comía la pija del otro desconocido, pasó lentamente, muy lentamente, seguro que regodeándose con aquél pendejo con los pantalones bajados y una verga en la boca, que era yo, reputísimo y entregado, en cuatro patitas. El tipo se sentó en el siguiente asiento, justo a mi otro lado, mientras saboreaba aquella pija de hierro, pasó un rato y escuché como el nuevo se sacaba un poco de ropa, y luego el inconfundible sonido de un cierre que se habría .. priiirrrriiiz.
A ver que tenemos acá, dijo, y sentí una mano aún fría apoyarse en una de mis nalgas, mmmmhh que orto más rico tiene este pendejo de mierda y se rió, el otro, que me tenía ensartado por la boca y agarrado por el pelo le dijo: Aprovechá, que me la está chupando como una profesional, empujando mi cabeza un poco más contra su pija. Me sentí humillado y promiscuo, barato. El viejo empezó a manosearme el culo, haciendo fuerza con sus manos, apretándome mucho las nalgas, como si fueran de goma y zás me dió una cachetadita que mi hizo arder. ¡Ummm que cosita más rica este guacho, qué orto tenés!. Cuando sentí el chicotazo intenté levantar la cabeza, pero el otro me tenía bien cogido (literalmente) entonces entendí que no tenía nada que hacer, estaba a merced de esos dos viejos degenerados y me iban a hacer lo que quisieran. Y me iba a gustar.
El que me tenía agarrado de la cabeza, metió su mano en mi pelo y me tiró hacia atrás, obligándome a sacar mi boca ardiente de su palo, para luego bajarme lentamente y meter muy muy lentamente su verga en mi, mirándome extasiado, disfrutando ese mete y saca entre mis labios en cámara lenta, de mi boca incontrolable me caían húmedas y espesas babas de puro vicio, del otro lado el otro viejo manipulaba con fuerza mis nalgas y me dilataba el ano, ya con dos o tres dedos implacables que me hacían ver las estrellas.
Empecé a gemir como una auténtica perra, de pronto y sin previo aviso, el viejo a mis espaldas, me puso la puntita en mi entrada trasera escupiendo litros de saliva sobre mí y me ensartó sin más preámbulo, me dolió un montón pero con la boca llena no atinaba más que emitir sonidos inteligibles. El viejo empezó a bombear sin piedad, desgarrándome dolorosamente el culito que por suerte no era virgen, en dos o tres minutos empecé a sentir un poquito de gusto, hasta sentía sus huevos pegarme en la base del culo, plás, plás, su barriga blanda parecía como un colchón cálido sobre mi coxis, el culo se adaptó a la verga totalmente desconocida y empecé a apretar el anillito para enlentecer el ritmo del tipo. pero fue peor, era como un desafío para el cogedor, que me la hundía seguro con más gusto y perdí el control. Mi culo empezó a tener espasmos de placer y me temblaba haciendo círculos alrededor de ese tornillo que me tenía ensartado. Todo eso sin dejar de chuparle la pija al otro, bueno en realidad sostenerla dentro, porque el cabronazo me estaba cogiendo la boca como si fuera de plástico, en un momento sentí que el tipo apretó mi pelo y empezó a temblar luego soltó un grito, un gruñido más bien, y mi boca se llenó de sus líquidos tibios, mhh, fue en ese instante cuando un estremecimiento hizo temblar mi cuerpo como una hoja y acabé, acabé, acabé como un perro, empapando el vetusto e innoble sillón de cuero mancillado. Mientras el otro viejo seguía bombeando sin control dentro de mi cuerpo, hasta también en un espasmo animal llenarme el culo de leche caliente y viscosa, que corrió por entre mis piernas, manchando mis vaqueros de un amarillento esperma oloroso y potente.
Quede ahí, inmóvil, obnubilado, medio desnudo y como en shock, vi a otros tipos dos o tres filas más allá, pajeándose con la lengua afuera. No me podía mover porque chorreaba líquidos por todas partes. El tipo de mi derecha se guardó el mango, ya relajado me hizo un caricia abyecta por mi cara, deteniéndose en mis labios con chorretes de semen, se subió la ropa y se fue. Del otro lado el otro viejo, que parecía un abuelo, ya estaba anudándose una bufanda alrededor de un arrugado y colgante cuello, con una sonrisa degenerada, aún con la verga fuera del pantalón aunque casi fláccida, quedó de pie hacia la salida, justo delante de mi cara. Alzó su vieja pijota (era bastante grande) y apuntó a mi boca haciendo un gesto con la cabeza. Comprendí enseguida. Acerqué mi boca y dejé que entrara, sabía a semen y a mi propio culito, así aún en cuatro patas y con el culo en pompa se la chupé un ratito, el la sostenía y seguía sonriendo, vicioso y triunfante. Cuando consideró que estaba suficientemente limpia, me la quitó de la boca se la guardó y se fue.
Ahí quedé, cogido, mancillado y ... muy satisfecho, cuando ví venir dos o tres carroñeros más, lentamente hacia mí, me vestí como pude y salí casi corriendo, con semen por la cara y los pantalones manchados, aún sentía la humedad corriendo por mis muslos y la garganta llena de un líquido espeso como miel.
Enfilé hacia el baño ...
De las muchas virtudes que poseen esos antros de perdición debo enumerar algunas importantes: Su precio; suelen ser accesibles hasta para los que menos tienen. Su igualdad; allí nadie es más que nadie, estábamos y estamos, todos parejos, ricos, pobres, poderosos, laburantes, vergudos o travestis. Su justicia; cada cual encuentra lo que busca, activo, pasivo, hombre o mujer. Su magia; no importa que no veas nada al entrar, terminarás por ver lo que realmente quieras y lo que es más, podrás tenerlo en tus manos, tu boca o donde más lo quieras, como si de la pantalla (siempre presente) se saltaran los personajes a la sala. Podría seguir enumerando virtudes, pero haré un lugar a mis recuerdos para compartir todo ese olor a sexo con los lectores.
He recorrido mundo y he conocido muchos sitios diferentes dedicados al sexo, salas especializadas en ésto o aquéllo, locales de intercambios, video clubes, boxes, prostíbulos caros o baratos, puticlubs, esquinas, parques, lugares más o menos caros o distinguidos. Pero ninguno ha empardado nunca con mis viejos y queridos cines, su olor a sexo, su promiscuidad, sus asientos manoseados, sus baños pluriempleados, sus vendedores de entradas con rostros enigmáticos, su fauna inimaginable y humana, esa espontaneidad infinita en lo que todo es posible, desde un gangbang hasta el amor más vergonzosamente sexual, todo ello acompañado siempre por excitantes imágenes y un sonido apropiado. En fin, el paraíso de lo promiscuo y guarro, sus gastadas alfombras sembradas de semen inmemorial, y personajes respirando entrecortadamente entre pesadas cortinas, sus baños, infierno sexual.
La primera vez que entré en uno me temblaban las piernas, me cegaba la oscuridad y sentía pánico a ser reconocido por alguien, no me duró mucho, es cierto; busqué una fila al fondo de la sala (en ese entonces eran cines enormes) y dejé que mis ojos se acostumbraran a la semipenumbra, el sexo en la pantalla me infundía valor y excitación, comencé a ver otros rostros que me miraban libidinosamente, alguno se acercó a uno o dos asientos de distancia y sacó su pija mientras me dirigía miradas furtivas, me sentí deseado y excitado, tenía cerca a un hombre de verdad, un macho, con su presencia inquietante, su olor y una hermosa verga en su mano, pero no tenía muy claro lo que hacer, aunque seguro que mis ojos brillaron de deseo en la oscuridad, el se sentó en el asiento de al lado y yo me hacía el distraído, de pronto su mano rozó la mía como sin querer y notó que mi mano permanecía quieta, expectante, por lo que la rozó más lentamente y al final me la tomó por la muñeca y se la acercó a su tibia verga. Yo estaba a mil, me atreví a mirarla y mirarlo y sus dedos acariciaron mi boca separándome los labios .....
Yo ya era suyo.
Encontré una verga tibia y palpitante en mi mano, mi primera vez en un cine con un desconocido, en la oscuridad, él me infundía confianza, así, así ... ¿te gusta, no?
Mmmh siii, sigue tocándola nene, dale, mi mano subía y bajaba alrededor de aquella pija ya húmeda y de pronto una mano comenzó a acariciarme por la nuca, suavemente al principio, su mano me fue empujando sin apuro, casi con ternura, yo intentaba ver por los lados por si alguien nos miraba, pero ya estaba rendido, sabía que mi boca iba a terminar sintiendo aquella pijota ....
Con bastante fuerza después, me empujó contra su suave capullo, y al fin llegó el momento mágico y lleno de vicio en que sentí su pene entrando en mi joven boquita ansiosa y entregada. Ummmh que deliciosa sensación una roja y gorda cabeza de terciopelo, algo húmeda, suave y tibia, partiéndome los labios hasta invadirme la boca y hacerme sentir su fuerza y su vigor, en tanto la acaricio con mi lengua y la dejo sentir mi calor comiéndola toda y ofreciéndole mi boca llena de placer.
El mientras miraba la película y disfrutaba mi esfuerzo oral, acariciando mi pelo y bajando luego su otra mano por mi espalda, entre mi ropa, de pronto su mano izquierda llegó a mi culito tierno, mientras su mano derecha mantenía mi cabeza en su sitio, devorándole aquella pija olorosa y necesitada.
Mi culo se meneaba casi sin querer, y en un momento su mano entró entre mi piel y mis vaqueros, casi acabo solo con esa sensación de posesión, me afanaba intentando darle gusto con mi boca hasta que sus dedos llegaron a mi orificio caliente, ahhh intenté levantar mi cabeza pero él la contuvo con su mano, presionando, empujándome hasta atragantarme con ese miembro desconocido, los hechos empezaron a sucederse, sentí con pánico como me desabrochaba el pantalón y dejaba mi culo al descubierto, para trabajarlo a su gusto, me acarició los glúteos y los muslos sin tocar casi mi pequeño pero tieso pene, metiéndome finalmente un dedo justo en el agujerito del orto, que me hacía sentir la más sucia de las putas mientras me ponía en cuatro patas entre su asiento y el mío, el apoya brazos me servía de soporte (y de molestia) a la altura del ombligo, luego otro dedo, entrando y saliendo, los puso un momento en mi boca para que los empapara con mi ya abundante saliva y volvió para acariciar mi caliente culito totalmente expuesto, con mis pantalones bajados hasta las rodillas.
Permiso, permiso, una voz inesperadamente cerca estaba en nuestra fila intentando pasar entre nosotros y los respaldos de madera de la fila anterior, me asusté e intenté salir de aquella humillante situación, pero el desconocido que me estaba cogiendo por la boca, me contuvo, empujando mi cabeza sobre su pija y empujando sus dedos hasta adentro de mi culo, inmovilizándome. Shhh tranquilo, no pasa nada trolito. El corazón me palpitaba desbocado, la situación me había rebasado, pero a la vez me excitaba más y más.
Sentí, ya que sólo veía la barriga y el peludo y oscuro pubis del tipo que me tenía agarrado, a otro pasar lentamente contra mí, escuché su ropa y sentí su olor, mientras me comía la pija del otro desconocido, pasó lentamente, muy lentamente, seguro que regodeándose con aquél pendejo con los pantalones bajados y una verga en la boca, que era yo, reputísimo y entregado, en cuatro patitas. El tipo se sentó en el siguiente asiento, justo a mi otro lado, mientras saboreaba aquella pija de hierro, pasó un rato y escuché como el nuevo se sacaba un poco de ropa, y luego el inconfundible sonido de un cierre que se habría .. priiirrrriiiz.
A ver que tenemos acá, dijo, y sentí una mano aún fría apoyarse en una de mis nalgas, mmmmhh que orto más rico tiene este pendejo de mierda y se rió, el otro, que me tenía ensartado por la boca y agarrado por el pelo le dijo: Aprovechá, que me la está chupando como una profesional, empujando mi cabeza un poco más contra su pija. Me sentí humillado y promiscuo, barato. El viejo empezó a manosearme el culo, haciendo fuerza con sus manos, apretándome mucho las nalgas, como si fueran de goma y zás me dió una cachetadita que mi hizo arder. ¡Ummm que cosita más rica este guacho, qué orto tenés!. Cuando sentí el chicotazo intenté levantar la cabeza, pero el otro me tenía bien cogido (literalmente) entonces entendí que no tenía nada que hacer, estaba a merced de esos dos viejos degenerados y me iban a hacer lo que quisieran. Y me iba a gustar.
El que me tenía agarrado de la cabeza, metió su mano en mi pelo y me tiró hacia atrás, obligándome a sacar mi boca ardiente de su palo, para luego bajarme lentamente y meter muy muy lentamente su verga en mi, mirándome extasiado, disfrutando ese mete y saca entre mis labios en cámara lenta, de mi boca incontrolable me caían húmedas y espesas babas de puro vicio, del otro lado el otro viejo manipulaba con fuerza mis nalgas y me dilataba el ano, ya con dos o tres dedos implacables que me hacían ver las estrellas.
Empecé a gemir como una auténtica perra, de pronto y sin previo aviso, el viejo a mis espaldas, me puso la puntita en mi entrada trasera escupiendo litros de saliva sobre mí y me ensartó sin más preámbulo, me dolió un montón pero con la boca llena no atinaba más que emitir sonidos inteligibles. El viejo empezó a bombear sin piedad, desgarrándome dolorosamente el culito que por suerte no era virgen, en dos o tres minutos empecé a sentir un poquito de gusto, hasta sentía sus huevos pegarme en la base del culo, plás, plás, su barriga blanda parecía como un colchón cálido sobre mi coxis, el culo se adaptó a la verga totalmente desconocida y empecé a apretar el anillito para enlentecer el ritmo del tipo. pero fue peor, era como un desafío para el cogedor, que me la hundía seguro con más gusto y perdí el control. Mi culo empezó a tener espasmos de placer y me temblaba haciendo círculos alrededor de ese tornillo que me tenía ensartado. Todo eso sin dejar de chuparle la pija al otro, bueno en realidad sostenerla dentro, porque el cabronazo me estaba cogiendo la boca como si fuera de plástico, en un momento sentí que el tipo apretó mi pelo y empezó a temblar luego soltó un grito, un gruñido más bien, y mi boca se llenó de sus líquidos tibios, mhh, fue en ese instante cuando un estremecimiento hizo temblar mi cuerpo como una hoja y acabé, acabé, acabé como un perro, empapando el vetusto e innoble sillón de cuero mancillado. Mientras el otro viejo seguía bombeando sin control dentro de mi cuerpo, hasta también en un espasmo animal llenarme el culo de leche caliente y viscosa, que corrió por entre mis piernas, manchando mis vaqueros de un amarillento esperma oloroso y potente.
Quede ahí, inmóvil, obnubilado, medio desnudo y como en shock, vi a otros tipos dos o tres filas más allá, pajeándose con la lengua afuera. No me podía mover porque chorreaba líquidos por todas partes. El tipo de mi derecha se guardó el mango, ya relajado me hizo un caricia abyecta por mi cara, deteniéndose en mis labios con chorretes de semen, se subió la ropa y se fue. Del otro lado el otro viejo, que parecía un abuelo, ya estaba anudándose una bufanda alrededor de un arrugado y colgante cuello, con una sonrisa degenerada, aún con la verga fuera del pantalón aunque casi fláccida, quedó de pie hacia la salida, justo delante de mi cara. Alzó su vieja pijota (era bastante grande) y apuntó a mi boca haciendo un gesto con la cabeza. Comprendí enseguida. Acerqué mi boca y dejé que entrara, sabía a semen y a mi propio culito, así aún en cuatro patas y con el culo en pompa se la chupé un ratito, el la sostenía y seguía sonriendo, vicioso y triunfante. Cuando consideró que estaba suficientemente limpia, me la quitó de la boca se la guardó y se fue.
Ahí quedé, cogido, mancillado y ... muy satisfecho, cuando ví venir dos o tres carroñeros más, lentamente hacia mí, me vestí como pude y salí casi corriendo, con semen por la cara y los pantalones manchados, aún sentía la humedad corriendo por mis muslos y la garganta llena de un líquido espeso como miel.
Enfilé hacia el baño ...
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