De chica tenía un hobby, bueno, no tan chica. Hablo de cuando tenía 19, 20 años. Me gustaba ir a los bares de levante. A esa edad ya había pasado por la cama de mi tío, por lo que alguna experiencia sexual tenía, pero quería seguir probando, disfrutando, ampliar mis horizontes, y como no tenía novio, ni quería tenerlo, el levante ocasional me parecía la opción más lógica. Así que los viernes por la noche, después de la facu, o los sábados, me ponía mis mejores ropas, siempre la menos posible, me maquillaba y me arreglaba acorde a mis expectativas, y me iba al Centro. Todavía vivía en San Justo, por lo que el Centro era la opción más lógica, para no encontrarme con conocidos que fueran a contarle a mi familia lo que hacía la nena por las noches. Por lo general me tomaba un taxi, y le pedía al taxista que hiciera un recorrido por la zona de los bares, hasta que alguno atraía mi atención y le decía:
-¡Ahí, dejame ahí!-
Y porque bares, se preguntarán, y no boliches, simple, no me gusta bailar, además la música tan fuerte no me agrada, por eso prefería estos lugares, que aunque ruidosos permitían un contacto más íntimo y cercano. Entonces me bajaba del taxi, entraba al bar en cuestión, me acercaba a la barra, pedía un trago y me sentaba como si estuviera esperando a alguien. Por supuesto que los lobos no tardaban en aparecer, aunque los espantaba con la excusa de que estaba esperando a mi novio. Y así hasta que aparecía uno que me gustaba. Entonces utilizaba la demora de mi supuesto novio como una posibilidad para vengarme por dejarme plantada. Me convertía así en una novia despechada. Por supuesto quién estuviera conmigo en ese momento se veía con todas las chances como para llevarme con él y ayudarme a vengarme de mi insensible novio ausente. Pasé muchos buenos momentos de esta forma, por lo que rememorando aquellos buenos viejos tiempos, me agarro un poco de nostalgia. La pasaba bien, era libre, sin compromisos, sin responsabilidades. Ahora también la pasó bien, pero es otra cosa, ya no soy esa chica de bares, hambrienta de sexo, que podía pasarse toda la noche en un telo repasando desde la primera hasta la última pose del Kama Sutra. Sigo hambrienta de sexo, eso sí, pero mi accionar ya se encuentra más limitado. Sin embargo, recordando todo esto, me dieron ganas de volver a vivir una noche loca de aquellas, de volver a ser esa novia abandonada que deseaba tomarse revancha del plantón con el primero que se le cruzara. Pero, ¿Cómo lo haría? ¿Cómo volver a ausentarme de casa, esta vez por toda una noche? De nuevo, la excusa de las amigas venía en mi ayuda. Agarre mi agenda y empecé a llamar a mis amigas. ¿La idea? Reunirnos alguna noche de viernes para ponernos al día y sacarle el cuero a la gente conocida. La mayoría estuvo de acuerdo, solo quedo una en confirmarme, y casualmente me llamo a casa, cuando cenaba con mi marido, para confirmarme que finalmente asistiría. Por supuesto que mientras hablaba con ella por el celular, y con mi marido ahí cerca escuchándome, hice todo lo posible para que se interpretara que era ella la que me estaba invitando a mí. La pobre habrá pensado que me volví loca cuando le agradecía la invitación, siendo que era yo la que había organizado todo. Cuando corté le dije a mi marido:
-Era Ale, el viernes es su cumpleaños, así que está invitando a todas las chicas-
-¿El viernes?- replicó mi marido pensando brevemente – No hay problema, yo me quedo con el Ro, vos andá y divertite-
Por supuesto ese “divertite” era más bien irónico, ya que Alejandra es lo más parecido a una monja de clausura que conozco. Todas mis amigas son así, serias, reservadas, cuando nos juntamos, nos soltamos un poco, aunque siempre bien contenidas, sin zarparnos demasiado, no podría tener otra clase de amigas con la vida que llevo, ya que si fueran todas promiscuas, desatadas, liberales, difícilmente mi marido me permitiría verme con ellas, pero como sabe que son una cuantas aburridas amas de casa, y alguna que otra solterona, no hay problema en que nos veamos, es más, a veces es él quien me incita a llamarlas más seguido. Aunque ahora que lo pienso, yo también doy para ellas y mis conocidos ese perfil de seria, incorruptible, que no mata ni una mosca, y sin embargo… me pregunto si alguna de ellas llevará una doble vida como la que yo llevo. Madre abnegada y devota esposa para la mayoría, puta insaciable, chupa pijas, para quienes, como mi alter ego, buscan en el sexo la consumación de todos sus anhelos. Y así fue como comencé a darle forma a mi noche de soltera. Ya tenía la excusa para faltar de mi casa toda una noche, o la mayor parte de ella. Lo demás resultó fácil. Los días previos llevé un bolso con ropa y artículos de maquillaje al depósito del sótano, allí tengo guardado un espejo antiguo de cuerpo entero que no va con los demás muebles de la casa y por eso quedó ahí archivado. Así que la noche en cuestión, salí de casa vestida lo más común y corriente posible, sin nada casi de maquillaje. Antes de irme le di los dos pechos a Ro, por lo que quedó “pipón, pipón”, me despedí de él, de mi marido y en vez de bajar a la Planta Baja, fui directamente al sótano. En el depósito me cambié, me maquillé y me alisté tal y como habría de ir al bar en cuestión. Como sabía que volvería tarde, precavidamente mi marido me dio las llaves del auto, así que del depósito pase directamente a la cochera y de ahí a la calle, por lo que nadie del edificio me vio como salía. Entonces sí, deje el coche en una playa de 24 horas y me tome un taxi.
-Al Centro- le indico al subir.
Ya en marcha llamo a mis amigas y me disculpo por no poder asistir a la reunión, que me surgió un compromiso impostergable, que para la próxima prometía no fallar. La verdad es que prefiero pasarme toda la noche en un telo con un buen macho que cacareando con mis amigas. Así que tras un recorrido no muy extenso, recalé en “El Verde”, sobre Reconquista. Me acerque a la barra y pedí un trago. En las mesas o en la barra misma hay sujetos que me observan. Yo finjo observar la hora a cada rato, como si esperara a alguien, ese es mi “modus operandi”. Con el transcurrir de los minutos, los rechazos se multiplican, a todos les digo lo mismo:
-Espero a mi novio, ya debe estar por llegar- pero como mi “novio” nunca llega, mi malestar se va haciendo evidente.
En una de las mesas hay 5 compañeros de trabajo, oficinistas, celebrando por anticipado el año nuevo. En un momento me observan y parecen hacer una apuesta entre ellos, quién tendrá suerte conmigo. Así, de uno en uno, se van acercando, para invitarme un trago o hacerme alguna propuesta que excede a una simple bebida alcohólica, uno incluso llega a ofrecerme plata para irme con él y ganarle la apuesta a sus compañeros. Algunos son de hecho bastante atractivos e irradian esa pulsión sexual que suministra el alcohol, me podría ir con cualquiera de ellos, o con todos…jaja, porque definitivamente en esa mesa está el ganador, pero hay uno en especial que llama mi atención. Es el último en acercarse, y el que parece ser el más tímido y reservado, porque no quiere hacer lo que los otros, los demás tienen que empujarlo para que venga hacia mí. Saben que va a rebotar estrepitosamente, pero aún así lo incitan, entre bromas y risotadas. Se nota que no le tienen demasiada fe.
-Mirá, ya sé que estás esperando a tu novio, se lo dijiste a los otros, pero mis amigos igual me insistieron para que me acerque- me dice con voz nerviosa y sudando a mares. A diferencia de los otros, no está bebido.
-¿Esos son tus amigos?- le pregunto girándome para observarlos.
Alguno me hace un gesto obsceno, pero lo ignoro.
-Sí, digamos que sí- asiente no muy convencido -Si solo me dejas estar acá un momento, más de lo que estuvieron ellos, ya no me molestarían- se notaba que no le gustaba estar en ese lugar.
Era el “loser” del grupo. Así que decidí, por ese momento, por ese día, por todos esos hombres que alguna vez me habían complacido tanto y que esa noche rememoraba, convertirlo por esa única vez en el “winner” del grupo.
-¿Sabes que…?- le digo entonces –Creo que mi novio ya me dejo plantada, ¿Por qué no me invitas una copa?-
Se le hizo un nudo en la garganta, tardó en reaccionar, pero cuando lo hizo, trato de mostrarse tranquilo y sereno.
-Sí, como no, ¿Qué tomás?-
-Uno igual- le digo al barman indicándole mi vaso vacío.
Él pidió lo mismo, y cuando nos trajeron los tragos, brindamos chocando los vasos. Sus amigos se agarraban la cabeza, no lo podían creer, y menos aún habrían de creer lo que sucedería después. Tras un par de tragos y de charlar animadamente, le digo de pronto:
-¿Sabes?, me parece que mi novio se merece que le dé una lección, por dejarme acá de seña, ¿no te parece?-
-¿Una lección?- replica sin sospechar siquiera lo que se viene.
-Sí, una buena lección, por ejemplo…- me hago la que pienso un instante, mordiéndome el labio inferior, y finalmente enfatizó: -…que le ponga bien los cuernos, sí, eso es lo menos que se merece-
El flaco, que a todo esto se llama Andrés, se atragantó con su bebida.
-¿No te parece que tengo que adornarlo por lo que me hizo?- le pregunto abrazándolo como si estuviera algo pasada de copas.
-¿Me ayudarías a vengarme de mi novio?- le insisto.
-¿Co…como?- tartamudea.
Me acerco a su oído y le susurro:
-¡Cogiéndome!-
-¿Lo decís en serio?- me pregunta sin poder creerlo todavía.
A modo de respuesta le como la boca con un beso ardiente y efusivo, cargado de morbo y alcohol. Los amigos de Andrés no se explican como aquel loser que tanto cargaban paso a ser un winner total en cuestión de segundos. Muy galante pagó lo que consumimos, nos levantamos de nuestras butacas y, tomados de las manos, salimos del bar, ante la mirada atónita e incrédula de los que antes lo habían verdugueado. El bueno de Andrés se llevaba el premio mayor. Ya en la calle paramos un taxi y de ahí…bueno, tal como le dije al taxista:
-A un albergue transitorio, por favor, lo más rápido que pueda- y arrinconando a Andrés contra el asiento, seguí con el beso que había interrumpido en el bar.
-Este les parece bien- nos pregunta el tachero al llegar al…
-Sí, el que sea- asentí sin dejar de comerle la boca a mi eventual acompañante.
Le pedí al taxista que nos dejara ahí, que no entrara con el auto, ya que me gusta sentir esa adrenalina y ansiedad que me proporciona el entrar a un telo con otro hombre, con un desconocido, trasponer la puerta e ingresar a ese ambiente en donde la trampa, la infidelidad es la ley.
En la habitación nos desatamos, no esperamos ni siquiera a sacarnos las ropas, así vestidos como estamos, nos lanzamos el uno sobre el otro y nos devoramos a besos, chupándonos en una forma que nos quita el aliento. Tengo los pezones hinchados, duros, calientes, y se me marcan a través de la ropa. Andrés me los chupa por encima de la tela, dejando impresa la húmeda marca de sus chupones. Con una mano lo agarro de la nuca y lo atraigo aún más hacia mi seno, mientras que con la otra, rebusco en su entrepierna, palpando el notable abultamiento que allí se produce. Experta como soy en “bultos” masculinos, preveía que aquello habría de ser digno de admiración. Entre besos y caricias, caí de rodillas ante él, y me baje de un tirón el vestido y el top que tenía puesto, desnudando mis pechos para su sola y absoluta contemplación. Por un momento quiso sentarse, pero se lo impedí, me gusta esa pose de sumisión plena y absoluta, él de pie y yo de rodillas, admirando y venerando al centro de mi universo.
Apoyando la cola sobre mis talones, comencé a desabrocharle el pantalón. Cuando éste cayó al suelo, junto con el bóxer, una erección de buen tamaño surgió ante mí. Fui hacia ella y empecé a darle suaves mordiditas en la base, de costado, de uno y otro lado, subiendo de a poco por todo su contorno, llegando así a la punta, a ese globo inflado que tenía por glande. La calentura que tenía era evidente, la pija parecía que le fuera a explotar en cualquier instante. La tenía bien dura y parada, con las venas latiéndole en forma intimidante y la cabeza hinchada y toda amoratada, se notaba que no tenía sexo hace rato, la leche que acumulaba lo delataba. Cuando abrí la boca y aprisioné la cabeza entre mis labios, lo sentí estremecerse, le temblaron las piernas, a punto estuvo de caerse mientras soltaba una profunda exhalación. Le mordí el glande, mordisquitos suaves aunque incitantes, me daba la sensación de que si mordía un poquito más fuerte, la cabeza estallaría entre mis dientes. Entonces me la fui comiendo de a poco, hasta que hizo tope con mi garganta. De nuevo se estremeció y mucho más cuando me puse a chupársela con fruición y avidez, haciendo mucho ruido, ruido de mamada, chasqueando la lengua para hacer esos sonidos aún más excitantes. En cierto momento me tome un respiro y me la saque de la boca:
-Me encanta tu pija- le dije –Me encanta chupártela-
Se la besé y lamí a todo lo largo y a lo ancho, hasta llegar a las bolas, a las cuales también besé con esmero, empapándolas de saliva, para luego volver al miembro principal y seguir brindándole la atención oral que tanto se merecía. Sin embargo no pude hacerlo por mucho tiempo, ya que el flaco me pedía cogerme antes de acabar. Se la deje entonces en suspenso, me levanté, me terminé de quitar el vestido delante suyo, y desprendiéndome de todo lo demás (top, tanga, medias, zapatos), me puse en cuatro en la cama. Así como una perrita en celo, me palmeé fuerte la cola y con voz bien de puta, le digo:
-¡Veni… cogeme!-
¿Y que hizo el flaco? Vino y me cogió, claro. Se sacó rápido toda la ropa, se puso un preservativo, y acomodándose tras de mí, me la mandó de un solo empujón. Acuse el impacto mediante una riada de plácidos suspiros, los que aumentaron de intensidad cuando me aferró de la cintura y empezó a darme con “tutti”.
Mmm… pensaba, será loser pero le gusta el sexo duro, como a mí… cada golpe de pija me repercutía hasta en el cerebelo, y lo mejor es que lejos de apaciguar el ritmo, lo aceleraba.
-¡Sí… sí… así… ahhhhh… cogeme… fuerte… ahhhhh…!- le decía entre sollozos de placer, apoyándome con los codos en la cama, para levantar aún más el culo, ofreciéndome sin guardarme nada. Me sentía toda abierta, dilatada al máximo, ya que por los reiterados golpes que impactaban contra mi conchita, mi culito también se abría receptivo y anhelante., relamiéndose ya por lo que habría de recibir.
-¡Uy… parece que por acá también te gusta!- exclamó el flaco metiéndome un dedo en el culo.
-¡Ay sí… rómpemelo… hacemelo de goma…!- bramé desesperada, ondulando mis caderas en torno a su efectiva herramienta.
Me la sacó entonces de la concha y me la metió en el culo, cambiando rápidamente un agujero por otro. No le costó demasiado metérmela toda, unos cuantos empujones y ya la tenía toda adentro, palpitando de calentura, rebalsándome con esas suntuosas sensaciones que solo una buena culeada te puede proporcionar. Las piernas empezaron a flaquearme, ya las sentía entumecidas, por lo que caí prácticamente derrumbada sobre la cama, boca abajo, él sobre mí, tendido sobre mi cuerpo, sin dejar de bombearme, haciendo de mi culo un cráter sin fondo de tanto pijazo que me daba.
-¡Ahhhhhhhh…!- suspiró profundamente tras un rato, dejándomela guardada adentro y acabando en una forma por demás caudalosa, podía sentirlo en cómo se hinchaba el forro al contener todo el furioso derrame.
-Es la primera vez que cojo por el culo- me diría después, en un “break”, los dos desnudos en la cama, disfrutando todavía las bondades de nuestro encuentro.
-Para ser la primera vez lo hiciste bastante bien- le digo.
-¿Siempre lo haces por ahí?- me pregunta.
-Si me lo piden… además con este traste…- enfatizó palmeándome la cola -… es difícil decir que no… jaja-
-Que boludo tu novio, no entiendo cómo te pudo dejar plantada- dice rascándose incrédulo la cabeza.
-Olvidate de tu novio- le digo, y agarrándole la pija, agrego: -Ahora solo estamos vos y yo-
Un suave meneo alcanza y sobra para ponérsela dura de nuevo. Se la vuelvo a chupar, enterrándomela hasta la garganta, casi al límite de las arcadas, saboreando cada pedazo de ese delicioso caramelo en barra con el cual deseaba empalagarme. Le pongo otro forro y me le subo encima, acomodándome diestramente de modo tal que la verga fluye en mi interior como si mi concha fuese su estuche natural. Estallo en suspiros al tenerla de nuevo adentro, ocupando una vez más ese terreno de tan justamente supo ganarse. Cierro los ojos, abro la boca, y me muevo como en un trance hipnótico, resbalando a lo largo y ancho de ese envaramiento que se amoldaba tan bien a mis dimensiones. Mientras yo lo cabalgaba, él me chupaba las tetas, mordiéndome suavecito los pezones, a los que lograba arrancarles unas cuantas gotitas de leche. Si bien el Ro ya me había secado antes de salir, el flaco succionaba con tanta fuerza que el fluido lácteo brotaba con absoluta naturalidad. Seguimos cogiendo por un buen rato más, hasta que me dice:
-Quiero acabarte en estas tetas hermosas…- a la vez que me las aprieta y pellizca.
Nací para complacer, así que me tendí de espalda sobre la cama y con las manos me junté las tetas, incitándolo a que me las pintara de leche. Y eso fue lo que se dispuso a hacer. Se sacó el forro, y poniéndose de rodillas al lado mío, empezó a sacudírsela enérgicamente, apuntando en todo momento hacia mis expectantes globos de carne. Con una mano se la sacudía, produciendo un excitante sonido… CHAC- CHAC- CHAC… y con la otra mano me tocaba la concha, metiéndome dos dedos bien adentro, el índice y el medio, moviéndolos con el mismo ritmo con que se pajeaba, provocándome unos espasmos que me hacían sacudir y vibrar como si estuviera recibiendo una descarga eléctrica. No hizo falta mucho más para que la leche comenzara a saltar en forma por demás efusiva, empapándome no solo las tetas, sino la cara también. Mi propio estallido, intenso, agónico, mayúsculo, se complementó con el suyo, uniéndonos en una acabada compartida que por ese momento nos elevó hasta la misma presencia de Dios…
Cuando terminó de soltar leche, me incorporé levemente y se la chupé para limpiársela, dejándosela bien limpia y lustradita. Luego nos duchamos juntos, nos vestimos y salimos del telo, rumbeando cada cual por su lado. Me pidió el número de celu, o el face, pero le di datos falsos, ya que por una vez había estado bien. Me tomé un taxi hasta la playa en donde había dejado mi auto y de ahí hasta mi casa, o mejor dicho, hasta el depósito del sótano, a ponerme la misma ropa con la que había salido y a desmaquillarme. Cuando estuve lista, recién entonces subí a mi depto. Ya eran casi las cuatro de la madrugada. Debo decir que las emociones ahora son mucho más fuertes que antes. Cuando hacia esto, hace ya unos cuantos años, era soltera, por lo que podía volver a casa a cualquier hora, o directamente no volver, y seguir de largo con la fiesta, pero ahora… estoy casada, mi esposo y mi hijo están en casa, y yo vuelvo de madrugada, después de estar cogiendo toda la noche con un tipo que ni siquiera conozco, la adrenalina, la sensación de infidelidad de llegar y acostarme junto a mi esposo habiendo estado con otro hombre es algo que no se puede contar. Hay que vivirlo para saber lo que se siente.
-¿Y, que tal el cumple de Ale?- me preguntó mi marido entre sueños al sentir que me acostaba a su lado.
-Estuvo bueno, ya sabes cómo es ella, todo muy tradicional- le respondí, aunque sin decirle que la que sopló la vela esa noche fui yo.
-¡Ahí, dejame ahí!-
Y porque bares, se preguntarán, y no boliches, simple, no me gusta bailar, además la música tan fuerte no me agrada, por eso prefería estos lugares, que aunque ruidosos permitían un contacto más íntimo y cercano. Entonces me bajaba del taxi, entraba al bar en cuestión, me acercaba a la barra, pedía un trago y me sentaba como si estuviera esperando a alguien. Por supuesto que los lobos no tardaban en aparecer, aunque los espantaba con la excusa de que estaba esperando a mi novio. Y así hasta que aparecía uno que me gustaba. Entonces utilizaba la demora de mi supuesto novio como una posibilidad para vengarme por dejarme plantada. Me convertía así en una novia despechada. Por supuesto quién estuviera conmigo en ese momento se veía con todas las chances como para llevarme con él y ayudarme a vengarme de mi insensible novio ausente. Pasé muchos buenos momentos de esta forma, por lo que rememorando aquellos buenos viejos tiempos, me agarro un poco de nostalgia. La pasaba bien, era libre, sin compromisos, sin responsabilidades. Ahora también la pasó bien, pero es otra cosa, ya no soy esa chica de bares, hambrienta de sexo, que podía pasarse toda la noche en un telo repasando desde la primera hasta la última pose del Kama Sutra. Sigo hambrienta de sexo, eso sí, pero mi accionar ya se encuentra más limitado. Sin embargo, recordando todo esto, me dieron ganas de volver a vivir una noche loca de aquellas, de volver a ser esa novia abandonada que deseaba tomarse revancha del plantón con el primero que se le cruzara. Pero, ¿Cómo lo haría? ¿Cómo volver a ausentarme de casa, esta vez por toda una noche? De nuevo, la excusa de las amigas venía en mi ayuda. Agarre mi agenda y empecé a llamar a mis amigas. ¿La idea? Reunirnos alguna noche de viernes para ponernos al día y sacarle el cuero a la gente conocida. La mayoría estuvo de acuerdo, solo quedo una en confirmarme, y casualmente me llamo a casa, cuando cenaba con mi marido, para confirmarme que finalmente asistiría. Por supuesto que mientras hablaba con ella por el celular, y con mi marido ahí cerca escuchándome, hice todo lo posible para que se interpretara que era ella la que me estaba invitando a mí. La pobre habrá pensado que me volví loca cuando le agradecía la invitación, siendo que era yo la que había organizado todo. Cuando corté le dije a mi marido:
-Era Ale, el viernes es su cumpleaños, así que está invitando a todas las chicas-
-¿El viernes?- replicó mi marido pensando brevemente – No hay problema, yo me quedo con el Ro, vos andá y divertite-
Por supuesto ese “divertite” era más bien irónico, ya que Alejandra es lo más parecido a una monja de clausura que conozco. Todas mis amigas son así, serias, reservadas, cuando nos juntamos, nos soltamos un poco, aunque siempre bien contenidas, sin zarparnos demasiado, no podría tener otra clase de amigas con la vida que llevo, ya que si fueran todas promiscuas, desatadas, liberales, difícilmente mi marido me permitiría verme con ellas, pero como sabe que son una cuantas aburridas amas de casa, y alguna que otra solterona, no hay problema en que nos veamos, es más, a veces es él quien me incita a llamarlas más seguido. Aunque ahora que lo pienso, yo también doy para ellas y mis conocidos ese perfil de seria, incorruptible, que no mata ni una mosca, y sin embargo… me pregunto si alguna de ellas llevará una doble vida como la que yo llevo. Madre abnegada y devota esposa para la mayoría, puta insaciable, chupa pijas, para quienes, como mi alter ego, buscan en el sexo la consumación de todos sus anhelos. Y así fue como comencé a darle forma a mi noche de soltera. Ya tenía la excusa para faltar de mi casa toda una noche, o la mayor parte de ella. Lo demás resultó fácil. Los días previos llevé un bolso con ropa y artículos de maquillaje al depósito del sótano, allí tengo guardado un espejo antiguo de cuerpo entero que no va con los demás muebles de la casa y por eso quedó ahí archivado. Así que la noche en cuestión, salí de casa vestida lo más común y corriente posible, sin nada casi de maquillaje. Antes de irme le di los dos pechos a Ro, por lo que quedó “pipón, pipón”, me despedí de él, de mi marido y en vez de bajar a la Planta Baja, fui directamente al sótano. En el depósito me cambié, me maquillé y me alisté tal y como habría de ir al bar en cuestión. Como sabía que volvería tarde, precavidamente mi marido me dio las llaves del auto, así que del depósito pase directamente a la cochera y de ahí a la calle, por lo que nadie del edificio me vio como salía. Entonces sí, deje el coche en una playa de 24 horas y me tome un taxi.
-Al Centro- le indico al subir.
Ya en marcha llamo a mis amigas y me disculpo por no poder asistir a la reunión, que me surgió un compromiso impostergable, que para la próxima prometía no fallar. La verdad es que prefiero pasarme toda la noche en un telo con un buen macho que cacareando con mis amigas. Así que tras un recorrido no muy extenso, recalé en “El Verde”, sobre Reconquista. Me acerque a la barra y pedí un trago. En las mesas o en la barra misma hay sujetos que me observan. Yo finjo observar la hora a cada rato, como si esperara a alguien, ese es mi “modus operandi”. Con el transcurrir de los minutos, los rechazos se multiplican, a todos les digo lo mismo:
-Espero a mi novio, ya debe estar por llegar- pero como mi “novio” nunca llega, mi malestar se va haciendo evidente.
En una de las mesas hay 5 compañeros de trabajo, oficinistas, celebrando por anticipado el año nuevo. En un momento me observan y parecen hacer una apuesta entre ellos, quién tendrá suerte conmigo. Así, de uno en uno, se van acercando, para invitarme un trago o hacerme alguna propuesta que excede a una simple bebida alcohólica, uno incluso llega a ofrecerme plata para irme con él y ganarle la apuesta a sus compañeros. Algunos son de hecho bastante atractivos e irradian esa pulsión sexual que suministra el alcohol, me podría ir con cualquiera de ellos, o con todos…jaja, porque definitivamente en esa mesa está el ganador, pero hay uno en especial que llama mi atención. Es el último en acercarse, y el que parece ser el más tímido y reservado, porque no quiere hacer lo que los otros, los demás tienen que empujarlo para que venga hacia mí. Saben que va a rebotar estrepitosamente, pero aún así lo incitan, entre bromas y risotadas. Se nota que no le tienen demasiada fe.
-Mirá, ya sé que estás esperando a tu novio, se lo dijiste a los otros, pero mis amigos igual me insistieron para que me acerque- me dice con voz nerviosa y sudando a mares. A diferencia de los otros, no está bebido.
-¿Esos son tus amigos?- le pregunto girándome para observarlos.
Alguno me hace un gesto obsceno, pero lo ignoro.
-Sí, digamos que sí- asiente no muy convencido -Si solo me dejas estar acá un momento, más de lo que estuvieron ellos, ya no me molestarían- se notaba que no le gustaba estar en ese lugar.
Era el “loser” del grupo. Así que decidí, por ese momento, por ese día, por todos esos hombres que alguna vez me habían complacido tanto y que esa noche rememoraba, convertirlo por esa única vez en el “winner” del grupo.
-¿Sabes que…?- le digo entonces –Creo que mi novio ya me dejo plantada, ¿Por qué no me invitas una copa?-
Se le hizo un nudo en la garganta, tardó en reaccionar, pero cuando lo hizo, trato de mostrarse tranquilo y sereno.
-Sí, como no, ¿Qué tomás?-
-Uno igual- le digo al barman indicándole mi vaso vacío.
Él pidió lo mismo, y cuando nos trajeron los tragos, brindamos chocando los vasos. Sus amigos se agarraban la cabeza, no lo podían creer, y menos aún habrían de creer lo que sucedería después. Tras un par de tragos y de charlar animadamente, le digo de pronto:
-¿Sabes?, me parece que mi novio se merece que le dé una lección, por dejarme acá de seña, ¿no te parece?-
-¿Una lección?- replica sin sospechar siquiera lo que se viene.
-Sí, una buena lección, por ejemplo…- me hago la que pienso un instante, mordiéndome el labio inferior, y finalmente enfatizó: -…que le ponga bien los cuernos, sí, eso es lo menos que se merece-
El flaco, que a todo esto se llama Andrés, se atragantó con su bebida.
-¿No te parece que tengo que adornarlo por lo que me hizo?- le pregunto abrazándolo como si estuviera algo pasada de copas.
-¿Me ayudarías a vengarme de mi novio?- le insisto.
-¿Co…como?- tartamudea.
Me acerco a su oído y le susurro:
-¡Cogiéndome!-
-¿Lo decís en serio?- me pregunta sin poder creerlo todavía.
A modo de respuesta le como la boca con un beso ardiente y efusivo, cargado de morbo y alcohol. Los amigos de Andrés no se explican como aquel loser que tanto cargaban paso a ser un winner total en cuestión de segundos. Muy galante pagó lo que consumimos, nos levantamos de nuestras butacas y, tomados de las manos, salimos del bar, ante la mirada atónita e incrédula de los que antes lo habían verdugueado. El bueno de Andrés se llevaba el premio mayor. Ya en la calle paramos un taxi y de ahí…bueno, tal como le dije al taxista:
-A un albergue transitorio, por favor, lo más rápido que pueda- y arrinconando a Andrés contra el asiento, seguí con el beso que había interrumpido en el bar.
-Este les parece bien- nos pregunta el tachero al llegar al…
-Sí, el que sea- asentí sin dejar de comerle la boca a mi eventual acompañante.
Le pedí al taxista que nos dejara ahí, que no entrara con el auto, ya que me gusta sentir esa adrenalina y ansiedad que me proporciona el entrar a un telo con otro hombre, con un desconocido, trasponer la puerta e ingresar a ese ambiente en donde la trampa, la infidelidad es la ley.
En la habitación nos desatamos, no esperamos ni siquiera a sacarnos las ropas, así vestidos como estamos, nos lanzamos el uno sobre el otro y nos devoramos a besos, chupándonos en una forma que nos quita el aliento. Tengo los pezones hinchados, duros, calientes, y se me marcan a través de la ropa. Andrés me los chupa por encima de la tela, dejando impresa la húmeda marca de sus chupones. Con una mano lo agarro de la nuca y lo atraigo aún más hacia mi seno, mientras que con la otra, rebusco en su entrepierna, palpando el notable abultamiento que allí se produce. Experta como soy en “bultos” masculinos, preveía que aquello habría de ser digno de admiración. Entre besos y caricias, caí de rodillas ante él, y me baje de un tirón el vestido y el top que tenía puesto, desnudando mis pechos para su sola y absoluta contemplación. Por un momento quiso sentarse, pero se lo impedí, me gusta esa pose de sumisión plena y absoluta, él de pie y yo de rodillas, admirando y venerando al centro de mi universo.
Apoyando la cola sobre mis talones, comencé a desabrocharle el pantalón. Cuando éste cayó al suelo, junto con el bóxer, una erección de buen tamaño surgió ante mí. Fui hacia ella y empecé a darle suaves mordiditas en la base, de costado, de uno y otro lado, subiendo de a poco por todo su contorno, llegando así a la punta, a ese globo inflado que tenía por glande. La calentura que tenía era evidente, la pija parecía que le fuera a explotar en cualquier instante. La tenía bien dura y parada, con las venas latiéndole en forma intimidante y la cabeza hinchada y toda amoratada, se notaba que no tenía sexo hace rato, la leche que acumulaba lo delataba. Cuando abrí la boca y aprisioné la cabeza entre mis labios, lo sentí estremecerse, le temblaron las piernas, a punto estuvo de caerse mientras soltaba una profunda exhalación. Le mordí el glande, mordisquitos suaves aunque incitantes, me daba la sensación de que si mordía un poquito más fuerte, la cabeza estallaría entre mis dientes. Entonces me la fui comiendo de a poco, hasta que hizo tope con mi garganta. De nuevo se estremeció y mucho más cuando me puse a chupársela con fruición y avidez, haciendo mucho ruido, ruido de mamada, chasqueando la lengua para hacer esos sonidos aún más excitantes. En cierto momento me tome un respiro y me la saque de la boca:
-Me encanta tu pija- le dije –Me encanta chupártela-
Se la besé y lamí a todo lo largo y a lo ancho, hasta llegar a las bolas, a las cuales también besé con esmero, empapándolas de saliva, para luego volver al miembro principal y seguir brindándole la atención oral que tanto se merecía. Sin embargo no pude hacerlo por mucho tiempo, ya que el flaco me pedía cogerme antes de acabar. Se la deje entonces en suspenso, me levanté, me terminé de quitar el vestido delante suyo, y desprendiéndome de todo lo demás (top, tanga, medias, zapatos), me puse en cuatro en la cama. Así como una perrita en celo, me palmeé fuerte la cola y con voz bien de puta, le digo:
-¡Veni… cogeme!-
¿Y que hizo el flaco? Vino y me cogió, claro. Se sacó rápido toda la ropa, se puso un preservativo, y acomodándose tras de mí, me la mandó de un solo empujón. Acuse el impacto mediante una riada de plácidos suspiros, los que aumentaron de intensidad cuando me aferró de la cintura y empezó a darme con “tutti”.
Mmm… pensaba, será loser pero le gusta el sexo duro, como a mí… cada golpe de pija me repercutía hasta en el cerebelo, y lo mejor es que lejos de apaciguar el ritmo, lo aceleraba.
-¡Sí… sí… así… ahhhhh… cogeme… fuerte… ahhhhh…!- le decía entre sollozos de placer, apoyándome con los codos en la cama, para levantar aún más el culo, ofreciéndome sin guardarme nada. Me sentía toda abierta, dilatada al máximo, ya que por los reiterados golpes que impactaban contra mi conchita, mi culito también se abría receptivo y anhelante., relamiéndose ya por lo que habría de recibir.
-¡Uy… parece que por acá también te gusta!- exclamó el flaco metiéndome un dedo en el culo.
-¡Ay sí… rómpemelo… hacemelo de goma…!- bramé desesperada, ondulando mis caderas en torno a su efectiva herramienta.
Me la sacó entonces de la concha y me la metió en el culo, cambiando rápidamente un agujero por otro. No le costó demasiado metérmela toda, unos cuantos empujones y ya la tenía toda adentro, palpitando de calentura, rebalsándome con esas suntuosas sensaciones que solo una buena culeada te puede proporcionar. Las piernas empezaron a flaquearme, ya las sentía entumecidas, por lo que caí prácticamente derrumbada sobre la cama, boca abajo, él sobre mí, tendido sobre mi cuerpo, sin dejar de bombearme, haciendo de mi culo un cráter sin fondo de tanto pijazo que me daba.
-¡Ahhhhhhhh…!- suspiró profundamente tras un rato, dejándomela guardada adentro y acabando en una forma por demás caudalosa, podía sentirlo en cómo se hinchaba el forro al contener todo el furioso derrame.
-Es la primera vez que cojo por el culo- me diría después, en un “break”, los dos desnudos en la cama, disfrutando todavía las bondades de nuestro encuentro.
-Para ser la primera vez lo hiciste bastante bien- le digo.
-¿Siempre lo haces por ahí?- me pregunta.
-Si me lo piden… además con este traste…- enfatizó palmeándome la cola -… es difícil decir que no… jaja-
-Que boludo tu novio, no entiendo cómo te pudo dejar plantada- dice rascándose incrédulo la cabeza.
-Olvidate de tu novio- le digo, y agarrándole la pija, agrego: -Ahora solo estamos vos y yo-
Un suave meneo alcanza y sobra para ponérsela dura de nuevo. Se la vuelvo a chupar, enterrándomela hasta la garganta, casi al límite de las arcadas, saboreando cada pedazo de ese delicioso caramelo en barra con el cual deseaba empalagarme. Le pongo otro forro y me le subo encima, acomodándome diestramente de modo tal que la verga fluye en mi interior como si mi concha fuese su estuche natural. Estallo en suspiros al tenerla de nuevo adentro, ocupando una vez más ese terreno de tan justamente supo ganarse. Cierro los ojos, abro la boca, y me muevo como en un trance hipnótico, resbalando a lo largo y ancho de ese envaramiento que se amoldaba tan bien a mis dimensiones. Mientras yo lo cabalgaba, él me chupaba las tetas, mordiéndome suavecito los pezones, a los que lograba arrancarles unas cuantas gotitas de leche. Si bien el Ro ya me había secado antes de salir, el flaco succionaba con tanta fuerza que el fluido lácteo brotaba con absoluta naturalidad. Seguimos cogiendo por un buen rato más, hasta que me dice:
-Quiero acabarte en estas tetas hermosas…- a la vez que me las aprieta y pellizca.
Nací para complacer, así que me tendí de espalda sobre la cama y con las manos me junté las tetas, incitándolo a que me las pintara de leche. Y eso fue lo que se dispuso a hacer. Se sacó el forro, y poniéndose de rodillas al lado mío, empezó a sacudírsela enérgicamente, apuntando en todo momento hacia mis expectantes globos de carne. Con una mano se la sacudía, produciendo un excitante sonido… CHAC- CHAC- CHAC… y con la otra mano me tocaba la concha, metiéndome dos dedos bien adentro, el índice y el medio, moviéndolos con el mismo ritmo con que se pajeaba, provocándome unos espasmos que me hacían sacudir y vibrar como si estuviera recibiendo una descarga eléctrica. No hizo falta mucho más para que la leche comenzara a saltar en forma por demás efusiva, empapándome no solo las tetas, sino la cara también. Mi propio estallido, intenso, agónico, mayúsculo, se complementó con el suyo, uniéndonos en una acabada compartida que por ese momento nos elevó hasta la misma presencia de Dios…
Cuando terminó de soltar leche, me incorporé levemente y se la chupé para limpiársela, dejándosela bien limpia y lustradita. Luego nos duchamos juntos, nos vestimos y salimos del telo, rumbeando cada cual por su lado. Me pidió el número de celu, o el face, pero le di datos falsos, ya que por una vez había estado bien. Me tomé un taxi hasta la playa en donde había dejado mi auto y de ahí hasta mi casa, o mejor dicho, hasta el depósito del sótano, a ponerme la misma ropa con la que había salido y a desmaquillarme. Cuando estuve lista, recién entonces subí a mi depto. Ya eran casi las cuatro de la madrugada. Debo decir que las emociones ahora son mucho más fuertes que antes. Cuando hacia esto, hace ya unos cuantos años, era soltera, por lo que podía volver a casa a cualquier hora, o directamente no volver, y seguir de largo con la fiesta, pero ahora… estoy casada, mi esposo y mi hijo están en casa, y yo vuelvo de madrugada, después de estar cogiendo toda la noche con un tipo que ni siquiera conozco, la adrenalina, la sensación de infidelidad de llegar y acostarme junto a mi esposo habiendo estado con otro hombre es algo que no se puede contar. Hay que vivirlo para saber lo que se siente.
-¿Y, que tal el cumple de Ale?- me preguntó mi marido entre sueños al sentir que me acostaba a su lado.
-Estuvo bueno, ya sabes cómo es ella, todo muy tradicional- le respondí, aunque sin decirle que la que sopló la vela esa noche fui yo.
37 comentarios - Remember...
ME encantó el relato...Voy a volver!
PD: me mandas por mp una fotito tuya en el sotano frente al espejo...
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pasate por mis relatos pedazo deputa!
besos
http://www.poringa.net/posts/relatos/1664724/El-feo.html
http://www.poringa.net/posts/relatos/2291217/La-escapada.html
Estos son los que encontre de Jorge, estoy segura de haber escrito alguno mas, pero por alguna razon no salen en la lista de los post... espero que los disfrutes...Beso...
PD: l
Muy caliente como siempre!
Me encanto!
Gracias por compartir
Un gran placer siento al leerla y tanta envidia y deseo se acumulan en mis venas con cada palabra que mis ojos recorren...
¿Te habrias animado a irte con los cinco muchachos? Si te conociera un poco mas te DESAFIARIA a que lo hicieras!
¡Gracias por compartir la experiencia!
"...saboreando cada pedazo de ese delicioso caramelo en barra con el cual deseaba empalagarme..."[/i]
Me encantas porque eres una mina muy "democrática", y tus "amigos", son todos diferentes en todo sentido, ahora le tocó al looser que llegó a ser winner gracias a ti...jajaja.
Oye Mary, tu marido se merece una estatua, tienes tal vez uno de los mejores maridos del globo terráqueo, confía en tí al 1.000%, y se nota que te ama. ¿Que va a pasar el día cuando EL te ponga los cuernos?...jajaja
Como ves, sigo "escarbando" entre tus antiguas "aventuras" amiga...jajaja
Buenisimo el relato como siempre linda...FELICITACIONES!! +10💋