Sabía que la ambición lo iba a llevar a permitir que me prostituyera. Era tan obvio. Le gustaba vivir bien y no estaba dispuesto a hacer ningún sacrificio. Prefería que me sacrificara yo. Lo que no sabía es que para mí tampoco era ningún sacrificio.
Por eso cuando sugirió que me acostara con los accionistas, me hice la sorprendida y la ofendida, con lo que conseguí aplastarlo del todo. Ahora nada de lo que pasara en esa fiesta le iba a permitir reaccionar. Le dejé en claro que el gerente sabría de su consentimiento. Era un cornudo consciente. Vendía a su mujer por un cargo. No era en realidad tan mal negocio. Vendía a su mujer para que hiciera algo que igual haría gratis. Luego de esta noche, nuestra situación económica se solucionaría definitivamente.
Lo que no imaginaba es que además de cornudo fuera voyeur y gozara de verme poseída por otros. Esto le daba más morbo a la situación. Pero les cuento en detalle.
A la mañana siguiente llamé a Jaime.
- Hola Jaime, habla Judith.
- Hola preciosa, como estás?
-Muy bien. Le comenté a mi esposo sobre tus planes.
- Y que dijo?
- Aceptó, como te aseguré. Así que este sábado en la fiesta arregla todo como te parezca, que el cornudo no va a decir nada. Te aseguro que podré hacer el amor sentada al lado de él, y el va a mirar para otro lado.
- Muy bien Judith, no esperaba menos de tí. Cuenta con el ascenso si todo sale como imagino. Nos vemos.
Esa noche le comenté a mi esposo que por el aceptaba su plan, pero me costaría un gran esfuerzo llevarlo a cabo. El me pidió perdón y me dijo que después todo sería diferente. La alegría invadió su cara. Ya se veía gerente el muy cornudo.
- Hazte a la idea que mientras estás sentado en el salón, charlando con otra gente, es probable que yo esté siendo empalada por otro hombre, o esté chupando una verga que no es la tuya. Piensa que mientras estés tomando una copa, tal vez yo me esté tomando toda la lechita de otro macho. ¿ No te molesta?
Me miró y no pude menos que notar como se había excitado. El bulto en su pantalón lo delataba.
- Vaya, vaya, así que te calienta que otros se tiren a tu mujercita. Hmmm. Esto no me lo esperaba, dije acariciándole la verga por encima del pantalón.
De las caricias pasamos a los besos, y en un santiamén estábamos desnudos sobre el sofa cogiendo como conejos. Yo gemía y suspiraba lo que lo calentaba mas. Y la situación hizo que confesara sus peores fantasías.
- El sábado quiero verte tirar con estos tipos. Necesito verte. Quiero saber con que clase de puta estoy casado.
- Con la peor papito, con la peor. Me gusta la verga, no te imaginas cuanto, le dije al oído mientras me bombeaba.
No aguantó mas y se vació dentro mío.
Cuando nos recuperamos, nos miramos.
- Trataré de conseguir que seas un espectador de lujo, pero no puedo prometerte nada.
Me fui al dormitorio y desde mi móvil llamé a Jaime.
- Hola ricura, me contestó.
- Tengo un problema Jaime, con lo del sábado.
- Cuéntame.
- Mi esposo quiere mirar.
Una carcajada sonó del otro lado de la línea.
- Me lo imaginaba. No hay cornudo consciente que no disfrute de ver como le hacen los cuernos. Está bien. Déjalo por mi cuenta, y dile que se dará el gusto. Besos.
Ese sábado, me arreglé en detalle. Pintura, perfume, manicura, un hermoso y sensual vestido largo negro , con el frente atado al cuello y la espalda abierta hasta la cintura, por lo que no podía usar corpiño. Y debajo, medias, portaligas y sin ropa interior. Un par de tacos aguja de los que era peligroso caerse, pero que realzaban mi figura. Cuando me vio, mi esposo silbó de gusto.
- Vaya, estás realmente hermosa.
- Si tengo que conseguirte el puesto de gerente, tengo que resultar apetecible, dije, espero que valores mi esfuerzo, haciendo ademán de enojada.
- Por supuesto mi amor. Te aseguro que apenas me asciendan nos iremos a alguna playa tropical a descansar.
Esa noche estaba particularmente sensible. Debía estar en mi período fértil, así que no estaría mal tomar algunas precauciones más. Puse unas cajas de preservativos en mi cartera.
Partimos a la fiesta. Una vez que llegamos nos acercamos a la barra a tomar algo y nos quedamos mirando al resto de la gente. En ese momento se acercó Jaime. Estaba deslumbrante.
- Ramiro, Judith, que gusto verlos.
Mi esposo se puso tenso. Por un minuto pareció que iba a decir algo, pero se calmó de inmediato.
- Sr. Gerente, un gusto verlo, dijo dándole la mano.
Se acercó a mí y me besó en la mejilla.
- Judith, estás preciosa esta noche. Espero que tu marido no se ofenda por el cumplido, dijo mirándome fijamente.
- Por favor, señor, un cumplido es un cumplido. ¿ Cómo podría ofenderme? , contesto el cornudo de mi marido. Jaime sonrió satisfecho por la respuesta.
- Me gustaría mostrarle a tu esposa el salón, si no te molesta.
- Para nada, llévala, dijo mi esposo.
- Te agradezco. Mas tarde te la devuelvo, dijo con doble intención.
- No hay problemas. Tómate tu tiempo, dijo mi esposo dándose vuelta y tomando de un sorbo el trago que tenía, para pedir de inmediato otro.
Jaime me tomó de la mano y me llevó escaleras arriba.
- Mira Judith, este pasillo lo hemos reservado para nosotros. Las puertas de ambos lados son dormitorios. Cuando consigas atraer a tus prospectos, vendrás a la habitación de la izquierda, donde nadie más tiene acceso. El hombre que está abajo al pie de la escalera, tiene órdenes de dejar subir solo a tí, a los accionistas, a mí y al cornudo, así que tendrás total privacidad.
Me llevó al dormitorio. Tenía una cama enorme con un colchón mullido y estaba íntegramente alfombrada.
A los pies de la cama un sofá sin respaldo invitaba a sentarse y a usarlo para cualquier cosa.
- Estás hermosa Judith, pero esta noche no es para nosotros, dijo mientras me besaba.
Nos besamos un rato, hasta que por fin se separó.
- Que diablos, al menos me harás una buena mamada y te tomaras mi leche, no mi amor? Dijo mientras desenfundaba su verga. Me senté en el sillón y cuando se acercó a mí tomé su lanza con la mano y me la metí en la boca. Comencé a chuparlo con ganas y el tomando mi cabeza se masturbaba con mi boca, hasta que por fin se derramó, y yo me tragué todo sin chistar. Estaba muy excitada. Quería mas. Traté de acercarlo a mi.
- No preciosa, se que tienes ganas pero te las sacarás con la tarea que tienes por delante.
Se levantó y me mostró otra puerta de vidrio espejado.
- Este es un vestidor. Como ves el vidrio es un espejo, pero de aquí hacia allá. Desde adentro se ve el dormitorio y todo lo que pasa, perfectamente. Si tu esposo quiere mirar, ese es su lugar. De adentro no tiene picaporte, así que si cambia de idea, no podrá salir a interrumpir nada. Tu lo dejas entrar, cierras la puerta y le vuelves a abrir al final. ¿ Entendiste? Ahora vamos abajo que te contactaré con uno de los accionistas. Lúcete. Se que eres capaz.
Se acomodó la ropa, y bajamos la escalera.
Deambulamos por el salón, hasta que detectó a quien buscaba. Me llevó hasta el. Era un cincuenton, con algunos kilitos de mas, pero muy simpático. Lo saludo y me lo presentó como Anibal. El hombre quedó impactado con mi presencia.
- No sabía que tenías una mujer tan hermosa, dijo Anibal.
- Que va, desgraciadamente no es mi mujer. Es la esposa de un empleado.
- Lastima que estés casada, me dijo el hombre.
- ¿ Desde cuando te ha preocupado que una mujer fuera casada? Dijo Jaime sonriendo, ante lo que Anibal se puso colorado.
-Si me disculpan, voy a saludar a otra persona, dijo Jaime alejándose.
- ¿ Quieres una copa?
- Si, por favor
Llamó un mozo y le pidió dos copas de champagne.
- Tu marido debe tenerte mucha confianza para dejarte en manos de Jaime, dijo sonriendo.
- Mi esposo sabe que siempre voy a hacer lo que tenga ganas, y no pierde el tiempo controlándome, dije mirándolo a los ojos y tomando un sorbo de champagne.
- ¿ Y de que tienes ganas? Preguntó mirándome fijamente.
- De divertirme, por supuesto. Vine a esta fiesta con la idea de divertirme mucho. Pero hasta ahora no escuché ninguna propuesta divertida y debo confesar que estoy aburrida e insatisfecha, dije sonriendo.
- Y sin embargo debe haber muchos dispuestos a divertirte, dijo tomando su copa.
- ¿ Sabes que pasa? Me parece que los hombres me tienen miedo. Creen que me los voy a comer, dije mirándolo.
- es que tu estampa impone respeto, la verdad.
- Fuera de este vestido soy solo una mujer.
- Y muy bonita, imagino.
- Tienes buena imaginación, dime que mas te imaginas.
- Me imagino quitándote el vestido, no te ofendas.
- Para nada. Bueno, por fin alguien que tiene una idea entretenida, sigue, sigue, lo alenté, viendo como su rostro se iba poniendo colorado
- Imagino que una vez que te saque el vestido, tu me desnudarías a mí.
- Quizás, dije terminando mi copa.
- De cualquier manera, terminaríamos los dos desnudos y sobre una cama, dijo terminando el suyo.
Lo miré con deseo. Lo tenía en mis manos. Una vez mas el macho se entregaba por completo . Haría todo lo que yo quisiera.
- Mira Anibal, subiendo la escalera hay un par de habitaciones. Si quieres podemos ver hasta donde llegan tus fantasías. Dentro de 15 minutos subiré y te voy a esperar en la puerta de la izquierda. Si eres valiente como pareces, nos vemos arriba, dije dejando la copa en una mesa y dirigiéndome a la barra.
- Ahora comienza todo. Si en verdad quieres ver, sube la escalera y entra en la habitación de la izquierda que yo ya voy, le dije a mi maridito, sin mirarlo, simulando que pedía una copa.
Mi esposo dejó su copa y subió por la escalera . Esperé unos minutos y subí detrás de él.
Entré al dormitorio y allí estaba el, nervioso.
Por eso cuando sugirió que me acostara con los accionistas, me hice la sorprendida y la ofendida, con lo que conseguí aplastarlo del todo. Ahora nada de lo que pasara en esa fiesta le iba a permitir reaccionar. Le dejé en claro que el gerente sabría de su consentimiento. Era un cornudo consciente. Vendía a su mujer por un cargo. No era en realidad tan mal negocio. Vendía a su mujer para que hiciera algo que igual haría gratis. Luego de esta noche, nuestra situación económica se solucionaría definitivamente.
Lo que no imaginaba es que además de cornudo fuera voyeur y gozara de verme poseída por otros. Esto le daba más morbo a la situación. Pero les cuento en detalle.
A la mañana siguiente llamé a Jaime.
- Hola Jaime, habla Judith.
- Hola preciosa, como estás?
-Muy bien. Le comenté a mi esposo sobre tus planes.
- Y que dijo?
- Aceptó, como te aseguré. Así que este sábado en la fiesta arregla todo como te parezca, que el cornudo no va a decir nada. Te aseguro que podré hacer el amor sentada al lado de él, y el va a mirar para otro lado.
- Muy bien Judith, no esperaba menos de tí. Cuenta con el ascenso si todo sale como imagino. Nos vemos.
Esa noche le comenté a mi esposo que por el aceptaba su plan, pero me costaría un gran esfuerzo llevarlo a cabo. El me pidió perdón y me dijo que después todo sería diferente. La alegría invadió su cara. Ya se veía gerente el muy cornudo.
- Hazte a la idea que mientras estás sentado en el salón, charlando con otra gente, es probable que yo esté siendo empalada por otro hombre, o esté chupando una verga que no es la tuya. Piensa que mientras estés tomando una copa, tal vez yo me esté tomando toda la lechita de otro macho. ¿ No te molesta?
Me miró y no pude menos que notar como se había excitado. El bulto en su pantalón lo delataba.
- Vaya, vaya, así que te calienta que otros se tiren a tu mujercita. Hmmm. Esto no me lo esperaba, dije acariciándole la verga por encima del pantalón.
De las caricias pasamos a los besos, y en un santiamén estábamos desnudos sobre el sofa cogiendo como conejos. Yo gemía y suspiraba lo que lo calentaba mas. Y la situación hizo que confesara sus peores fantasías.
- El sábado quiero verte tirar con estos tipos. Necesito verte. Quiero saber con que clase de puta estoy casado.
- Con la peor papito, con la peor. Me gusta la verga, no te imaginas cuanto, le dije al oído mientras me bombeaba.
No aguantó mas y se vació dentro mío.
Cuando nos recuperamos, nos miramos.
- Trataré de conseguir que seas un espectador de lujo, pero no puedo prometerte nada.
Me fui al dormitorio y desde mi móvil llamé a Jaime.
- Hola ricura, me contestó.
- Tengo un problema Jaime, con lo del sábado.
- Cuéntame.
- Mi esposo quiere mirar.
Una carcajada sonó del otro lado de la línea.
- Me lo imaginaba. No hay cornudo consciente que no disfrute de ver como le hacen los cuernos. Está bien. Déjalo por mi cuenta, y dile que se dará el gusto. Besos.
Ese sábado, me arreglé en detalle. Pintura, perfume, manicura, un hermoso y sensual vestido largo negro , con el frente atado al cuello y la espalda abierta hasta la cintura, por lo que no podía usar corpiño. Y debajo, medias, portaligas y sin ropa interior. Un par de tacos aguja de los que era peligroso caerse, pero que realzaban mi figura. Cuando me vio, mi esposo silbó de gusto.
- Vaya, estás realmente hermosa.
- Si tengo que conseguirte el puesto de gerente, tengo que resultar apetecible, dije, espero que valores mi esfuerzo, haciendo ademán de enojada.
- Por supuesto mi amor. Te aseguro que apenas me asciendan nos iremos a alguna playa tropical a descansar.
Esa noche estaba particularmente sensible. Debía estar en mi período fértil, así que no estaría mal tomar algunas precauciones más. Puse unas cajas de preservativos en mi cartera.
Partimos a la fiesta. Una vez que llegamos nos acercamos a la barra a tomar algo y nos quedamos mirando al resto de la gente. En ese momento se acercó Jaime. Estaba deslumbrante.
- Ramiro, Judith, que gusto verlos.
Mi esposo se puso tenso. Por un minuto pareció que iba a decir algo, pero se calmó de inmediato.
- Sr. Gerente, un gusto verlo, dijo dándole la mano.
Se acercó a mí y me besó en la mejilla.
- Judith, estás preciosa esta noche. Espero que tu marido no se ofenda por el cumplido, dijo mirándome fijamente.
- Por favor, señor, un cumplido es un cumplido. ¿ Cómo podría ofenderme? , contesto el cornudo de mi marido. Jaime sonrió satisfecho por la respuesta.
- Me gustaría mostrarle a tu esposa el salón, si no te molesta.
- Para nada, llévala, dijo mi esposo.
- Te agradezco. Mas tarde te la devuelvo, dijo con doble intención.
- No hay problemas. Tómate tu tiempo, dijo mi esposo dándose vuelta y tomando de un sorbo el trago que tenía, para pedir de inmediato otro.
Jaime me tomó de la mano y me llevó escaleras arriba.
- Mira Judith, este pasillo lo hemos reservado para nosotros. Las puertas de ambos lados son dormitorios. Cuando consigas atraer a tus prospectos, vendrás a la habitación de la izquierda, donde nadie más tiene acceso. El hombre que está abajo al pie de la escalera, tiene órdenes de dejar subir solo a tí, a los accionistas, a mí y al cornudo, así que tendrás total privacidad.
Me llevó al dormitorio. Tenía una cama enorme con un colchón mullido y estaba íntegramente alfombrada.
A los pies de la cama un sofá sin respaldo invitaba a sentarse y a usarlo para cualquier cosa.
- Estás hermosa Judith, pero esta noche no es para nosotros, dijo mientras me besaba.
Nos besamos un rato, hasta que por fin se separó.
- Que diablos, al menos me harás una buena mamada y te tomaras mi leche, no mi amor? Dijo mientras desenfundaba su verga. Me senté en el sillón y cuando se acercó a mí tomé su lanza con la mano y me la metí en la boca. Comencé a chuparlo con ganas y el tomando mi cabeza se masturbaba con mi boca, hasta que por fin se derramó, y yo me tragué todo sin chistar. Estaba muy excitada. Quería mas. Traté de acercarlo a mi.
- No preciosa, se que tienes ganas pero te las sacarás con la tarea que tienes por delante.
Se levantó y me mostró otra puerta de vidrio espejado.
- Este es un vestidor. Como ves el vidrio es un espejo, pero de aquí hacia allá. Desde adentro se ve el dormitorio y todo lo que pasa, perfectamente. Si tu esposo quiere mirar, ese es su lugar. De adentro no tiene picaporte, así que si cambia de idea, no podrá salir a interrumpir nada. Tu lo dejas entrar, cierras la puerta y le vuelves a abrir al final. ¿ Entendiste? Ahora vamos abajo que te contactaré con uno de los accionistas. Lúcete. Se que eres capaz.
Se acomodó la ropa, y bajamos la escalera.
Deambulamos por el salón, hasta que detectó a quien buscaba. Me llevó hasta el. Era un cincuenton, con algunos kilitos de mas, pero muy simpático. Lo saludo y me lo presentó como Anibal. El hombre quedó impactado con mi presencia.
- No sabía que tenías una mujer tan hermosa, dijo Anibal.
- Que va, desgraciadamente no es mi mujer. Es la esposa de un empleado.
- Lastima que estés casada, me dijo el hombre.
- ¿ Desde cuando te ha preocupado que una mujer fuera casada? Dijo Jaime sonriendo, ante lo que Anibal se puso colorado.
-Si me disculpan, voy a saludar a otra persona, dijo Jaime alejándose.
- ¿ Quieres una copa?
- Si, por favor
Llamó un mozo y le pidió dos copas de champagne.
- Tu marido debe tenerte mucha confianza para dejarte en manos de Jaime, dijo sonriendo.
- Mi esposo sabe que siempre voy a hacer lo que tenga ganas, y no pierde el tiempo controlándome, dije mirándolo a los ojos y tomando un sorbo de champagne.
- ¿ Y de que tienes ganas? Preguntó mirándome fijamente.
- De divertirme, por supuesto. Vine a esta fiesta con la idea de divertirme mucho. Pero hasta ahora no escuché ninguna propuesta divertida y debo confesar que estoy aburrida e insatisfecha, dije sonriendo.
- Y sin embargo debe haber muchos dispuestos a divertirte, dijo tomando su copa.
- ¿ Sabes que pasa? Me parece que los hombres me tienen miedo. Creen que me los voy a comer, dije mirándolo.
- es que tu estampa impone respeto, la verdad.
- Fuera de este vestido soy solo una mujer.
- Y muy bonita, imagino.
- Tienes buena imaginación, dime que mas te imaginas.
- Me imagino quitándote el vestido, no te ofendas.
- Para nada. Bueno, por fin alguien que tiene una idea entretenida, sigue, sigue, lo alenté, viendo como su rostro se iba poniendo colorado
- Imagino que una vez que te saque el vestido, tu me desnudarías a mí.
- Quizás, dije terminando mi copa.
- De cualquier manera, terminaríamos los dos desnudos y sobre una cama, dijo terminando el suyo.
Lo miré con deseo. Lo tenía en mis manos. Una vez mas el macho se entregaba por completo . Haría todo lo que yo quisiera.
- Mira Anibal, subiendo la escalera hay un par de habitaciones. Si quieres podemos ver hasta donde llegan tus fantasías. Dentro de 15 minutos subiré y te voy a esperar en la puerta de la izquierda. Si eres valiente como pareces, nos vemos arriba, dije dejando la copa en una mesa y dirigiéndome a la barra.
- Ahora comienza todo. Si en verdad quieres ver, sube la escalera y entra en la habitación de la izquierda que yo ya voy, le dije a mi maridito, sin mirarlo, simulando que pedía una copa.
Mi esposo dejó su copa y subió por la escalera . Esperé unos minutos y subí detrás de él.
Entré al dormitorio y allí estaba el, nervioso.
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