Fue en pleno invierno pero el calor de esa escena perdura y rebrota en una noche de lluvia como ésta.
La esperaba a la salida del cumpleaños de su hermana. En el Centro. Uno de esos lugares que uno no quiere estar una noche de la semana, pero lo que intuía en el horizonte me hacía olvidar el entorno.
Emprendimos camino hacia el primer lugar con onda que encontráramos. Íbamos abrazados, pateando veredas, apretados y casi imantados diría yo. El calor y el deseo de compartir ese momento hacían que nos olvidáramos del frío cortante que nos castigaba las caras. De lejos lo vimos y pareció un buen lugar. Oscuro, cálido, verde cual pub irlandés. La música tiene que ser la ideal, pensamos. Teníamos ganas de algo más que solo unos tragos. Y entramos escondiéndonos del viento.
No sé, ni recuerdo, cuánto demoramos hasta desatarnos de pasión y que ni la camarera ni las demás mesas ocupadas nos importaran. Lo único imprescindible en ese momento era la unión de nuestros labios, el aroma de los perfumes y la temperatura subiendo por cada región del cuerpo.
Las calzas que ella traía hacían que mis manos no se cansaran de recorrer sus piernas, rozando la cola y acabando en su cintura. Más temprano que tarde, ese camino empezó a despertar algo en mí. Y ella, rápida de reflejos, lo notó.
El hombre casi nunca mira, pero intuye cuando la mano de la chica se acerca al bulto. El momento en el que descubrimos que la mujer nos quiere palpar, nos llena de excitación. Es como un nuevo despertar mañanero que nos eriza la piel. Así me sentí. Pude sentir todo su tacto en mi paquete, recorriendo su forma, sintiendo de verdad mi estado de dureza. Una leve sonrisa en mi rostro fue acompañada por la de ella, y casi esboza una risa.
El juego siguió. Inquieto de manos como soy busqué el calor de su entrepierna. Mi acción provocó que su respiración se agitara y me susurró al oído que agarrara sus pechos. La abstracción del momento hizo que olvidara las mesas alrededor, quizá esas personas estuvieran atento a nuestro show o estaría armando el suyo más light.
Volviendo a sus tetas, uf! Cómo olvidarlas. Estallaban, proporcionales a su metro sesenta y pico. Sí, olvidaba decirles cómo era ella. Profe de educación física y morocha. Vuelen! Manos que van manos que viene, sentí su humedad y ella mi pico máximo. El jean ya no soportaba mi erección y se lo hice saber.
Lejos de calmar sus ansias, lo que hice fue tentar a una loba. No dudo un instante y empezó a apretar mi pene, que se hinchaba cada vez más. Cuando intenté quitar su mano ya era demasiado tarde. Había desabrochado el primer botón y se disponía a ir en busca del miembro que subía su temperatura. Ni siquiera la camarera que rondaba las mesas detuvo su afán. En un acto reflejo y como una experta liberó uno a uno os botones del ojal. Ahora solo el bóxer separaba sus suaves y pequeñas manos de mi pija.
“Si querés paro acá”, me dijo. De la excitación no tuve aliento para responderle. Tampoco quise. Deje que sus dedos se encontraran con la cabeza, luego el tronco y envolvieran mis testículos. Sentí algo de vergüenza, pero pensé “que la historia me juzgue”. De reojo miré y el bar se había vaciado bastante. El tiempo había pasado con audacia aunque para mí estaba detenido desde el primer beso.
Lo importante no era eso, sino que mi chica puso manos a la obra. Sus ganas de hacerme la paja se notaban en sus ojos que oscilaban entre mi cara y mi pene. Me frotaba y miraba mi reacción, eso la llenaba. Me tenía donde quería y también tenía en sus manos lo que le gustaba de mí. El pudor había desaparecido y ella había logrado sacar toda mi pija para masturbar con comodidad y sentir hasta el relieve de la última vena.
Ella se entusiasmó, la paja iba camino al desenlace. Miré hacia abajo y lo note. La cabeza colorada liberando las primeras gotas, el tronco a punto de explotar y los testículos en un estado que ponían en evidencia la leche acumulada esa noche. Yo gemía. Iba a ser un desastre lácteo hasta que la moza se acercó para borrar el pizarrón con las “promos”. “Chicos estamos por cerrar”, nos avisó.
Mi cara de decepción no fue tanta. En el estado en que estábamos no había otra opción que ir al telo, ambos queríamos el final de la película. No iba a dejarle mi semen de recuerdo en la mesa a la camarera así que acomodé como pude el paquete, ella arregló su corpiño y enfilamos hacia la salida.
El garche fue hermoso, la primera acabada fue en su boca que no pudo contener tanto que había acumulado. Pero eso es otra historia…
Es mi primer relato, espero haber estado a la altura...
Olvidaba lo más importante, la chica...
La esperaba a la salida del cumpleaños de su hermana. En el Centro. Uno de esos lugares que uno no quiere estar una noche de la semana, pero lo que intuía en el horizonte me hacía olvidar el entorno.
Emprendimos camino hacia el primer lugar con onda que encontráramos. Íbamos abrazados, pateando veredas, apretados y casi imantados diría yo. El calor y el deseo de compartir ese momento hacían que nos olvidáramos del frío cortante que nos castigaba las caras. De lejos lo vimos y pareció un buen lugar. Oscuro, cálido, verde cual pub irlandés. La música tiene que ser la ideal, pensamos. Teníamos ganas de algo más que solo unos tragos. Y entramos escondiéndonos del viento.
No sé, ni recuerdo, cuánto demoramos hasta desatarnos de pasión y que ni la camarera ni las demás mesas ocupadas nos importaran. Lo único imprescindible en ese momento era la unión de nuestros labios, el aroma de los perfumes y la temperatura subiendo por cada región del cuerpo.
Las calzas que ella traía hacían que mis manos no se cansaran de recorrer sus piernas, rozando la cola y acabando en su cintura. Más temprano que tarde, ese camino empezó a despertar algo en mí. Y ella, rápida de reflejos, lo notó.
El hombre casi nunca mira, pero intuye cuando la mano de la chica se acerca al bulto. El momento en el que descubrimos que la mujer nos quiere palpar, nos llena de excitación. Es como un nuevo despertar mañanero que nos eriza la piel. Así me sentí. Pude sentir todo su tacto en mi paquete, recorriendo su forma, sintiendo de verdad mi estado de dureza. Una leve sonrisa en mi rostro fue acompañada por la de ella, y casi esboza una risa.
El juego siguió. Inquieto de manos como soy busqué el calor de su entrepierna. Mi acción provocó que su respiración se agitara y me susurró al oído que agarrara sus pechos. La abstracción del momento hizo que olvidara las mesas alrededor, quizá esas personas estuvieran atento a nuestro show o estaría armando el suyo más light.
Volviendo a sus tetas, uf! Cómo olvidarlas. Estallaban, proporcionales a su metro sesenta y pico. Sí, olvidaba decirles cómo era ella. Profe de educación física y morocha. Vuelen! Manos que van manos que viene, sentí su humedad y ella mi pico máximo. El jean ya no soportaba mi erección y se lo hice saber.
Lejos de calmar sus ansias, lo que hice fue tentar a una loba. No dudo un instante y empezó a apretar mi pene, que se hinchaba cada vez más. Cuando intenté quitar su mano ya era demasiado tarde. Había desabrochado el primer botón y se disponía a ir en busca del miembro que subía su temperatura. Ni siquiera la camarera que rondaba las mesas detuvo su afán. En un acto reflejo y como una experta liberó uno a uno os botones del ojal. Ahora solo el bóxer separaba sus suaves y pequeñas manos de mi pija.
“Si querés paro acá”, me dijo. De la excitación no tuve aliento para responderle. Tampoco quise. Deje que sus dedos se encontraran con la cabeza, luego el tronco y envolvieran mis testículos. Sentí algo de vergüenza, pero pensé “que la historia me juzgue”. De reojo miré y el bar se había vaciado bastante. El tiempo había pasado con audacia aunque para mí estaba detenido desde el primer beso.
Lo importante no era eso, sino que mi chica puso manos a la obra. Sus ganas de hacerme la paja se notaban en sus ojos que oscilaban entre mi cara y mi pene. Me frotaba y miraba mi reacción, eso la llenaba. Me tenía donde quería y también tenía en sus manos lo que le gustaba de mí. El pudor había desaparecido y ella había logrado sacar toda mi pija para masturbar con comodidad y sentir hasta el relieve de la última vena.
Ella se entusiasmó, la paja iba camino al desenlace. Miré hacia abajo y lo note. La cabeza colorada liberando las primeras gotas, el tronco a punto de explotar y los testículos en un estado que ponían en evidencia la leche acumulada esa noche. Yo gemía. Iba a ser un desastre lácteo hasta que la moza se acercó para borrar el pizarrón con las “promos”. “Chicos estamos por cerrar”, nos avisó.
Mi cara de decepción no fue tanta. En el estado en que estábamos no había otra opción que ir al telo, ambos queríamos el final de la película. No iba a dejarle mi semen de recuerdo en la mesa a la camarera así que acomodé como pude el paquete, ella arregló su corpiño y enfilamos hacia la salida.
El garche fue hermoso, la primera acabada fue en su boca que no pudo contener tanto que había acumulado. Pero eso es otra historia…
Es mi primer relato, espero haber estado a la altura...
Olvidaba lo más importante, la chica...
10 comentarios - Una Noche Artesanal en el Pub
Muy lindooo!!!
sigue asi mi pequeño daniel san...
van puntos y reco! 🙂
Buen trabajo. Te dejo los puntitos que me quedan. Y muchos besos y mimitos de esos que te hizo la chica en el relato, jeje. (Me tenté!)
Me encantó! Excelente, ni hablar, para ser el primero... espero que te animes a contarnos cómo continuó en detalle...
Muy bien contado, con hermosas palabras, y muy buena la selección de imágenes.
Más que merecidos los 10 puntos de hoy!!
Seguí así!
Besos
Mimilau 💕
http://www.poringa.net/posts/relatos/2420931/Mer-Mis-Anecdotas-3-Salida-en-busca-de-Sergio-Tete-1.html?notification#comment-85944
Besoos