Hola poringueros y poringueras. De nuevo aparezco con mis relatos, agradezco a mis lectores que me aportan ideas que las transformo en relatos para deleite de cada uno de ustedes. Aprovecho para agradecer los más de 1000 puntos con los que premiaron cada uno de mis post. Infinitas gracias!!!!!! Bueno, a continuación mi relato.
Esto es de hace varios años. Vivíamos en Misiones, más precisamente en Oberá. Fue una de esas pesadas noches de enero. Aquella noche hacía calor, de esos que no hay ventilador que lo pueda calmar, donde los mosquitos se preparan para su festín y el sonar de los grillos estimulan mi dificultad para pegar un ojo.
Tomé la bicicleta y empecé a andar sin rumbos, la noche era de una espesa oscuridad y por la ruta tan solo andaba algún ocasional camión, algún auto...
Incluso vi pasar un Falcon Futura similar al de papá, celeste con los cromados bien brillantes. Por las luces me di cuenta que aquel auto se detuvo a la vera de la ruta como a unos 800 a 1000 metros de mi.
¿Quién se detendría en ese paraje tan oscuro? -pensé para mi. -Seguramente tendrá algún desperfecto. Voy a darle una mano.
Papá me enseñó a manejar de muy chico y cuando compró el Falcon fue nuestra debilidad, me enseñó las reparaciones básicas por si necesitaba alguna vez algún auxilio con el auto. Se imaginarán que por aquellos años no solo no existía el celular, los teléfonos de línea eran muy escasos y en el medio del monte directamente no habían.
Me llevó unos minutos acercarme al auto y a unos metros de allí dejé la bicicleta apoyada contra unos arbustos. De pronto las luces exteriores del auto se apagaron y se encendieron las luces internas. Preferí acercarme con prudencia, de costado al auto, no vaya ser que algún ruido o alguna sombra les provoque un susto inesperado, tan sólo quiero ayudarlos.
Cuando estaba a poca distancia, no podía dar crédito a lo que mis ojos veían. Mi mamá estaba sobre un hombre extraño con sus pechos al desnudo y besándolo con euforia. Su ropa yacía tirada afuera del auto arrojadas sin la más mínima preocupación.
Aquel hombre no dejaba de chuponear y besar los pechos desundos de mi madre mientras ella gemía de excitación. Poco después la cabeza de mi madre se esconde quedando a la vista tan solo su amante que se sacudía de placer. Su rostro hacía evidente su estado de calentura y por la ventanilla derecha asomaba su mano que se aferraba a la ventana abierta del Falcon.
Busco una posición que no delate mi presencia y que no me permita perderme detalles. Al acomodarme veo como mi madre sacudía su cabeza en evidente posición de sobar el pene de su amante mientras él buscaba meterle un dedo por detrás.
-¡¡¡ Ay mi amor!!! Vamos afuera para hacerlo más cómodo. -le dijo mi madre entre jadeos.
Ambos salieron del Falcon desnudos y transpirados. Él acomodó a mi madre de modo tal que apoye el pecho sobre el capot y le empezó a sacudir con dureza y fuerza. Ella se aferraba a las piernas de su amante mientras recibía sus embestidas en medios de gritos que rompían la quietud de la noche.
-¡¡¡Teresa!!! ¡¡¡¡Me vengoooooooo!!!! -exclamó ese tipo al cabo de un rato.
Mientras ese hombre se desprendía de mi madre veo que detrás de ella corrían chorros de semen que, haciendo caso a la gravedad, recorrían sus piernas. Ellos fumaron un cigarrillo, se besaron, se dedicaban cómplices risitas... No podía entender como mi madre, devota esposa, una dama que visita a diario la iglesia y que cada domingo es la primera en llegar a la misa de las 9 tenga ese comportamiento tan promiscuo y pecaminoso.
-Mi amor. ¡¡¡Haceme tuya, rompeme el culo!!!! -le dijo mi madre.
¿Qué era ese lenguaje chabacano en su boca? ¿Acaso era realmente mi madre, aquella que no permitía ni siquiera a mi padre ese tipo de vocabulario? Mis sentidos estaban horrorizados...
Sin esperar ese extraño la acomodó y empezó a meterle sus dedos para estimular su ano y, en cuanto pudo, un pene grande y duro entró por detrás de mamá, haciendo que ella gritara de dolor, de placer, que explotara de lujuria. Gritaba y sacudía su cabellera lacia, su cuerpo se mvía con gracia, soportando estoicamente las bombeadas que le daban a su cola.
-¡¡¡Soy tuya!!!! ¡¡¡¡ Soy tu puta, papi!!!!! -eran las palabras que le dedicaba mi madre a ese hombre, al fín y al cabo su verdadero hombre; ese que no necesita trabajar duramente en el aserradero para darnos un buen pasar pero que si trabaja duramente para hacerla gozar como una perra en celo, aquello que papá evidentemente no podía hacer. El mundo se me venía abajo.
Los dejé amándose, estaba muy aturdido, pedaleaba la bicicleta sin cesar y en mi mente escuchaba repetirme ¡No! ¡A mamá, no! ¡A mamá nooooo!
Estuve toda la noche sin dormir pensando en mi madre y la imagen de ellos provocó que me fuera en seco, casi sin tocarme el pene. La imagen de ellos sería muy excitante, pensé, de no ser que la mujer en cuestión era mi madre y el hombre un extraño.
Por la mañana lo veo a papá levantarse temprano para desayunar e ir a trabajar. Al verme me pide que no haga ruidos porque mamá estaba durmiendo. Ya nada fue lo mismo para mí.
Esto es de hace varios años. Vivíamos en Misiones, más precisamente en Oberá. Fue una de esas pesadas noches de enero. Aquella noche hacía calor, de esos que no hay ventilador que lo pueda calmar, donde los mosquitos se preparan para su festín y el sonar de los grillos estimulan mi dificultad para pegar un ojo.
Tomé la bicicleta y empecé a andar sin rumbos, la noche era de una espesa oscuridad y por la ruta tan solo andaba algún ocasional camión, algún auto...
Incluso vi pasar un Falcon Futura similar al de papá, celeste con los cromados bien brillantes. Por las luces me di cuenta que aquel auto se detuvo a la vera de la ruta como a unos 800 a 1000 metros de mi.
¿Quién se detendría en ese paraje tan oscuro? -pensé para mi. -Seguramente tendrá algún desperfecto. Voy a darle una mano.
Papá me enseñó a manejar de muy chico y cuando compró el Falcon fue nuestra debilidad, me enseñó las reparaciones básicas por si necesitaba alguna vez algún auxilio con el auto. Se imaginarán que por aquellos años no solo no existía el celular, los teléfonos de línea eran muy escasos y en el medio del monte directamente no habían.
Me llevó unos minutos acercarme al auto y a unos metros de allí dejé la bicicleta apoyada contra unos arbustos. De pronto las luces exteriores del auto se apagaron y se encendieron las luces internas. Preferí acercarme con prudencia, de costado al auto, no vaya ser que algún ruido o alguna sombra les provoque un susto inesperado, tan sólo quiero ayudarlos.
Cuando estaba a poca distancia, no podía dar crédito a lo que mis ojos veían. Mi mamá estaba sobre un hombre extraño con sus pechos al desnudo y besándolo con euforia. Su ropa yacía tirada afuera del auto arrojadas sin la más mínima preocupación.
Aquel hombre no dejaba de chuponear y besar los pechos desundos de mi madre mientras ella gemía de excitación. Poco después la cabeza de mi madre se esconde quedando a la vista tan solo su amante que se sacudía de placer. Su rostro hacía evidente su estado de calentura y por la ventanilla derecha asomaba su mano que se aferraba a la ventana abierta del Falcon.
Busco una posición que no delate mi presencia y que no me permita perderme detalles. Al acomodarme veo como mi madre sacudía su cabeza en evidente posición de sobar el pene de su amante mientras él buscaba meterle un dedo por detrás.
-¡¡¡ Ay mi amor!!! Vamos afuera para hacerlo más cómodo. -le dijo mi madre entre jadeos.
Ambos salieron del Falcon desnudos y transpirados. Él acomodó a mi madre de modo tal que apoye el pecho sobre el capot y le empezó a sacudir con dureza y fuerza. Ella se aferraba a las piernas de su amante mientras recibía sus embestidas en medios de gritos que rompían la quietud de la noche.
-¡¡¡Teresa!!! ¡¡¡¡Me vengoooooooo!!!! -exclamó ese tipo al cabo de un rato.
Mientras ese hombre se desprendía de mi madre veo que detrás de ella corrían chorros de semen que, haciendo caso a la gravedad, recorrían sus piernas. Ellos fumaron un cigarrillo, se besaron, se dedicaban cómplices risitas... No podía entender como mi madre, devota esposa, una dama que visita a diario la iglesia y que cada domingo es la primera en llegar a la misa de las 9 tenga ese comportamiento tan promiscuo y pecaminoso.
-Mi amor. ¡¡¡Haceme tuya, rompeme el culo!!!! -le dijo mi madre.
¿Qué era ese lenguaje chabacano en su boca? ¿Acaso era realmente mi madre, aquella que no permitía ni siquiera a mi padre ese tipo de vocabulario? Mis sentidos estaban horrorizados...
Sin esperar ese extraño la acomodó y empezó a meterle sus dedos para estimular su ano y, en cuanto pudo, un pene grande y duro entró por detrás de mamá, haciendo que ella gritara de dolor, de placer, que explotara de lujuria. Gritaba y sacudía su cabellera lacia, su cuerpo se mvía con gracia, soportando estoicamente las bombeadas que le daban a su cola.
-¡¡¡Soy tuya!!!! ¡¡¡¡ Soy tu puta, papi!!!!! -eran las palabras que le dedicaba mi madre a ese hombre, al fín y al cabo su verdadero hombre; ese que no necesita trabajar duramente en el aserradero para darnos un buen pasar pero que si trabaja duramente para hacerla gozar como una perra en celo, aquello que papá evidentemente no podía hacer. El mundo se me venía abajo.
Los dejé amándose, estaba muy aturdido, pedaleaba la bicicleta sin cesar y en mi mente escuchaba repetirme ¡No! ¡A mamá, no! ¡A mamá nooooo!
Estuve toda la noche sin dormir pensando en mi madre y la imagen de ellos provocó que me fuera en seco, casi sin tocarme el pene. La imagen de ellos sería muy excitante, pensé, de no ser que la mujer en cuestión era mi madre y el hombre un extraño.
Por la mañana lo veo a papá levantarse temprano para desayunar e ir a trabajar. Al verme me pide que no haga ruidos porque mamá estaba durmiendo. Ya nada fue lo mismo para mí.
14 comentarios - ¡No! ¡A mamá, no!
buen post..
pasaste por mis aportes a la comunidad?
comentar es el mejor agradecimiento.
de esta forma te digo GRACIAS.
pasate por los mios