You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Los 3 monos sabios ( parte 2) ( versión de la esposa)

Me hice la dormida. Y mientras, pensaba en lo que le había contado a mi esposo y en la verdad de la historia.
La verdad es que hace unos cuantos años que estoy casada. Mi esposo es muy bueno, muy atento y lo quiero. Pero de un tiempo a esta parte, y mas después de mi segundo embarazo, cuando recuperé mi silueta, comencé a pensar que estar todo el día en casa era un desperdicio. Iba a envejecer atendiendo mi familia, y yo necesitaba otras cosas.
Un día de causalidad, nos cruzamos en la calle con el gerente de su empresa y su mujer. La esposa daba toda la sensación de ser un frígida incapaz de satisfacer a un hombre, pero el gerente era un cincuentón muy atractivo. Canoso, delgado, bronceado, ojos verdes, toda una pieza, y por la forma en que me miró, se notaba que yo no le había resultado indiferente.
Por eso, cuando unos meses después, Ramiro, mi esposo, me contó los problemas que había en la empresa y la posibilidad de que lo despidieran me preocupé, pero también vi la posibilidad de hacer realidad mi sueño.
Por un lado no quería perder mi posición económica, y por otro lado, quería ver como iba a reaccionar el gerente cuando le hiciera una propuesta que no podría rechazar.
Recordé la tarde que llamé a la empresa y como tuve que dar un nombre falso para que ninguna secretaria sospechara, y su sorpresa cuando le dije quien era realmente. Fue muy atento, y educado.
- Señor Gerente.... dije
- Por favor, llámeme Jaime,
- Sr. Jaime....
- No, por favor, que el Sr. me hace sentir viejo.
- Pero si Ud. no es viejo, dije zalamera.
-No estoy tan seguro, pero si me tratas de Sr. y Ud. no puedo evitar sentirme de otra época.
- Bueno Jaime, necesito que hablemos.
- No hay problema, le paso con mi secretaria y concerta una entrevista.
- La verdad que preferiría que habláramos en otro lugar.
- Pero Judith , no quisiera que hubiera alguna confusión. Imagínese si alguien nos viera, al gerente de su esposo y a Ud. charlando en algún bar, dijo.
-Por supuesto. Mi idea era pedirle que viniera a mi casa, dije
Un silencio se hizo del otro lado.
- No tengo problemas, si a Ud. no le incomoda,dijo por fin.
- Ahora el que me trata de Ud. eres tú, dije riendo.
- Perdón. ¿ Cuando te parece bien?
- Sería importante que mi esposo no estuviera dado lo que quiero hablar con Ud. Dentro del horario que mi esposo está en la empresa, en cualquier momento.
Ruidos de papeles sobre el escritorio.
- Judith, puede ser mañana a eso de las 3 de la tarde, si te viene bien.
- Me viene perfecto. Te espero entonces. Adios, dije y colgué.
Al día siguiente, mi esposo se fue a trabajar como siempre. Yo llevé a los niños con mi madre, diciéndole que tenía que hacer unas compras, y luego me bañé, me perfumé y me vestí sencilla, pero con un vestido corto que me caía como anillo al dedo. Sandalias y estaba lista para iniciar mi plan.
A las 3 en punto el timbre indicó que Jaime había llegado. Le abrí y entró con un hermoso traje de lino gris, que le quedaba de película. Una fragancia importada invadió el departamento. Lo invité a sentarse y serví un café.
- Bueno Judith, tu dirás de que quieres hablar.
- Jaime, mi marido me comentó que hay en marcha un plan de reducción de empleos.
- Es verdad, lamentablemente hay orden superior de reducir y tengo la ingrata tarea de decidir quien se va y quien se queda.
- Quería saber cual es la situación de mi esposo.
Sacó unos papeles del portafolio, y me los pasó.
- Desafortunadamente, Judith, el está incluido.
- Pero no puede hacernos esto. Tenemos dos hijos y mi esposo es muy capaz. Necesito que revea esa decisión.
- Es imposible, Judith. Imagina que dejarlo a él implica despedir a otro y no sería muy justo, no?
Me levanté del asiento y me acerqué sensualmente a él.
- Estoy dispuesta a hacer cualquier cosa, si cambia de idea, dije mientras me arrodillaba entre sus piernas. Jaimé flipaba, su rostro se puso pálido y quedó paralizado.
Mis manos, subieron por sus piernas, y lo acariciaron.
-Mira Judith.....
Una de mis manos, desabrochó su cinturón, mientras la otra se apoderaba de su verga por encima de la tela.
- Puedo ser muy agradecida, dije mojando mis labios con la lengua.
- Esto no está bien, tu eres la mujer de un empleado y......
Su verga crecía bajo mi mano, mostrando que toda su negativa era falsa. Yo no le era indiferente y se moría por meterse dentro mío. Bajé el cierre de su pantalón, y con esfuerzo pude sacar su vara al exterior. Era larga y gruesa, mas que la de mi esposo, y por el morbo estaba dura y húmeda.
- Muy agradecida, dije mientras comenzaba a masturbarlo lentamente.
- ¿ Cuan agradecida? Preguntó, con sus ojos nublados de lujuria.
Como respuesta, la descapuché y me la metí en la boca, comenzando una mamada de campeonato.
Jaime tiró su cabeza hacia atrás y me dejó hacer mientras suspiraba. Durante un buen rato seguí con mi tratamiento. Estaba feliz. Lo tenía en mi poder. Ya no se me escaparía.
Por fin me tomó de los hombros y me separó.
- Bueno perra, tendrás lo que quieres pero te lo vas a tener que ganar y no solo hoy. ¿ Está claro?
Asentí con la cabeza, mientras el reverso de mi mano limpiaba los jugos de su verga que chorreaban de mi boca.
- Vamos a la cama, dijo levantándose. Lo guié hasta mi habitación. Una vez allí, se desnudó rápidamente mostrando un cuerpo digno de un hombre mucho mas joven. Comenzó a besarme mientras me desnudaba, y cuando estuvimos los dos piel contra piel, me acostó en la cama y se acostó sobre mí, continuando con sus besos y caricias. Magreó mis tetas , las chupó y fue bajando hasta que su lengua tomo posesión de mi clítoris. Creí volverme loca. Su lengua caliente y húmeda recorría mi sexo de una manera que nunca había sentido. Hasta el se sorprendió cuando llegué a un orgasmo ruidoso y profundo.
- Vaya, vaya. Habías resultado mas calentona de lo que me imaginé cuando te vi la primera vez, aunque te aseguro que no tuve dudas de que te iba la marcha, dijo volviendo a acomodarse encima mío. Su cuerpo separó mis piernas y ya en posición, apuntó su verga, separó mis labios vaginales y me la enterró hasta la mitad, de un solo empujón. Aullé de placer y eso lo excitó aún mas por lo que terminó poseyéndome totalmente. Un lento mete y saca me conquistó totalmente. Ese macho era todo lo que me había imaginado. Tenía mucha experiencia y era todo un semental. Tiramos un largo rato, y por fin se retiró y me ordenó que me pusiera en cuatro patas sobre la cama.
- Ahora te voy a montar como se merece una yegua de raza, dijo mientras se colocaba a mi grupa y me volvía a clavar sin miramientos.
Fueron otros 10 minutos de un pistoneo sensual y excitante hasta que por fin se corrió dentro mío y me inundó con su simiente, provocando que yo también acabara de nuevo. Cuando se retiró, mientras sentía como su leche corría por mis piernas, me di vuelta y con mi boca se la deje reluciente.
- Bueno Judith, te has ganado el puesto de tu esposo, pero ahora tengo que volver al trabajo para que no sospechen, dijo mientras iba al baño a lavarse. Quedé en la cama feliz. Hacía rato que no me cogían de esa manera. Me sentí toda una mujer. Había engañado a mi esposo por primera vez, y no sentía ningún cargo de conciencia.
Cuando la semana siguiente, Jaime volvió me gustó mucho. Quería decir que no había tenido suficiente, o que había disfrutado conmigo. Traté de negarme, solo como estrategia para que me deseara mas, y puse a mis hijos como excusa. Por fin, terminamos en el baño, y allí de parado contra el lavabo volvió a poseerme como un semental. Durante un buen rato me bombeó con ganas y por fin volvió a inundarme con su semen, regalándome un par de orgasmos. Y a partir de allí fijamos un día en la semana en que yo me saco de encima a mis hijos, y me pongo encima a Jaime. Si todo hubiera terminado allí..... pero no.
Uno de esos días, llega a mi casa, me besa, pero en lugar de ir al dormitorio como siempre se sienta en el sofá.
- Judith, tengo que pedirte un favor. Se que te va a gustar, pero necesito además que me ayudes.
- ¿ de que se trata?
- Tengo que cerrar un negocio importante y mi cliente es bastante desconfiado. El negocio es bueno para todos , pero no tengo forma de cerrar.
- ¿ Y que quieres que haga?
- Que lo ablandes
- No entiendo
- Que te lo tires
-Espera, espera, que no soy una prostituta, contesté enojada.
- Ya lo sé. Si lo fueras no te lo pediría, te pagaría y listo, contestó sonriendo, pero es que justamente no quiero una prostituta. Quiero que sea algo casual, y que lo deje más que satisfecho.
- ¿ Y que saco yo de esto?
- pues, por un lado, el placer de probar otro hombre, que no es poca cosa, y además, un ascenso para tu esposo, apenas se de la posibilidad, dijo muy tranquilo.
Lo pensé un segundo.
- Acepto, pero con una condición. Si no me gusta el tipo no hago nada, dije seria.
- Querida, te va a encantar, ahora me voy y vuelvo en 15 minutos con la excusa de llevarme unos papeles de tu marido. Me van a llamar y me iré rápidamente dejándote sola con él. Espero que seas convincente. Mira que es un esposo fiel, así que te va a dar trabajo, y diciendo esto me besó y se fue.
Rápidamente cambié mi aspecto. Habitualmente cuando viene Jaime lo espero con un short corto y una remera sin corpiño, pues total la ropa dura muy poco puesta, pero hoy era distinto. Fui al dormitorio y me coloqué un vestido corto con mucho vuelo, y unas sandalias de taco alto, acomodé mi cabello, me pinté y perfumé, y en eso sonó el timbre. No me puse ropa interior.
Abrí la puerta y allí estaba Jaime, y junto a él, un hombre moreno, alto, cerca del metro noventa, el cual al verme se quedó cortado por un segundo. Los hice pasar. Jaime me lo presentó como George, un importante cliente de la empresa, yo me acerqué y poniéndome en puntas de pie lo besé en la mejilla. Noté que se alteró. Cuando mi mano se apoyó en su antebrazo para besarlo, lo sentí temblar.
- Mira Judith necesito unos papeles de tu esposo. No quiero quitarte tiempo.
- No hay problemas. Aguarda un minuto, dije dirigiéndome al dormitorio, moviendo insinuante las caderas. Pude notar como los ojos de los machos se clavaban en mi trasero. Estas cosas las mujeres la notamos.
Me quedé tras la puerta escuchando.
- Que mujer hermosa, dijo el visitante.
- Realmente una muñequita, dijo Jaime.Lástima que es inalcanzable.
- Si?
- Si. Es muy fiel a su esposo, aunque siempre pienso que debe ser una loba. Que el día que un hombre le guste realmente va a ser toda una pieza, cerró Jaime.
Cuando volví, sentí sonar el celular de Jaime, seguramente colocado en autollamada.
- Hola, si, el habla.........ahora? Pero no pue.... Está bien.
- Discúlpenme pero tengo que irme rápido
- Bueno, vamos dijo el cliente.
- No, tengo que ir a la otra punta de la ciudad. Mira George. Apenas suba a mi auto llamo a la empresa para que te vengan a buscar. Judith, ¿ Tu podrás atenderlo por un rato?
- No hay problemas Jaime, dejalo en mis manos.
- pero no quiero molestar, dijo George.
- No es molestia, además nunca tengo con quien hablar. Mi esposo está siempre trabajando, dije tratando de sonar inocente.
- No hay mas que hablar entonces, dijo Jaime, nos saludó y se fue.
Quedamos los dos solos. Lo miré disimuladamente. Realmente nunca había tenido un negro y este no estaba nada mal. Y habría un ascenso para mi esposo. Valía la pena.
- Ponte cómodo, le dije.
-Estoy bien gracias.
Pero no seas tímido dije y acercándome le desabroché el saco y se lo quité lentamente dejándolo en mangas de camisa. Lo iba a colgar en una silla, pero lo dejé caer y al agacharme a levantarlo lo hice sin flexionar las rodillas, segura del espectáculo que le iba a dar a mi víctima. Luego lo colgué. Cuando me dí vuelta, su cara se veía tensa, y un bulto comenzaba a aparecer en su pantalón.
- Hace calor aquí, no? Dije desabrochándome un par de botones del escote, con lo que la mitad de mis tetas quedaron al aire. Sus ojos se clavaron en ellas, y el bulto seguía creciendo.
- Siéntate dije tomándolo de la mano y llevándolo hasta el sillón, para luego sentarme a su lado bien pegada.
- Cuéntame a que te dedicas, dije mientras mi pierna rozaba como al descuido la suya, y mi cuerpo girado hacia su lado le mostraba mis tetas casi por completo.
Sus ojos saltaban de mis piernas desnudas casi hasta el muslo, hasta mis tetas prácticamente sueltas, y le costaba articular palabra.
Mientras yo hablaba lo tomaba de la pierna como para hacer que me presta atención, y luego lo soltaba. Cuando volvía a apoyar mi mano lo hacía un poco más arriba que la vez anterior, hasta notar que George estaba desesperado. Su bulto era impresionante y se acomodaba para conseguir que mi mano se posara sobre su vara, cosa que yo evitaba, inocentemente.
Hasta que no aguantó mas, e inclinándose sobre mí se apoderó de mi boca y un beso depredador me dejó sin aire. De a poco me fue arrastrando con su empuje hasta que terminamos el sobre mí. De pronto rodamos al suelo y yo quedé sobre él. Ubiqué mis piernas a los lados de su cuerpo y su sexo chocó con el mio, separado por las prendas que teníamos puestas. Sin embargo la sensación era gloriosa.
- Espera, espera, dije separando mi boca, que haces?
- Me vuelves loco, no se lo que hago pero necesito tenerte.
- No, no, mira si algo sale mal, Jaime me culpará a mi por lo que pasó en esta casa.
- Nada saldrá mal. Si puedo tenerte, te aseguro que todos mis negocios quedarán a cargo de la empresa de tu marido.
- Pero no es así. No se trata solo de eso. Soy una mujer casada, dije mientras mi mano comenzaba a sobarle el pedazo por encima de la ropa.
-Nadie lo sabra, por favor, nadie lo sabrá, pero si no te tengo me muero Judith, me muero, hazme feliz, lo necesito, decía mientras sus manos se metían dentro de mi vestido y magreaban mis tetas.
Lo miré sintiéndome triunfadora. Este macho era mío. Lo iba a usar y gozar hasta el final. Lo miré a los ojos y tomando mi vestido lo saqué por mi cabeza de un tirón quedando totalmente desnuda. George aulló de placer.
- Que cosa hermosa que eres por Dios santo, decía mientras sus manos recorrían todo mi cuerpo. Mi boca ahora se adueñó de la suya dejando que sus manos siguieran con su inspección.
Luego de unos minutos, desabroché su cinturón, su pantalón y lo bajé hasta los tobillos. Ante mí tenía un boxer totalmente hinchado por delante. Cuando lo bajé, una lanza negra saltó como una fiera enjaulada. Era impresionante. Vi en sus ojos que quería que se la chupara, pero las cosas se harían como yo quería y ahora la quería adentro. Me levanté, la acomodé en la entrada de mi sexo, y me dejé caer despacio, empalándome sola. Los ojos de George parecían platos. Cuando la acomodé toda comencé a subir y bajar, pero no pasaron mas de 3 minutos cuando me corrí con todas mis ganas. Me detuve unos segundos y luego aceleré con más ganas hasta conseguir que George se corriera dentro mío. Su leche caliente me quemó. Hervía, y su rostro parecía que estaba al borde de un ataque. Nunca ví a un hombre acabar de esa manera. Cuando se vació, lo desmonté, y ahora sí me la metí toda en la boca. La limpié y seguí chupando hasta que se volvió a poner dura, y entonces fue el turno de él. Me puso de costado en el suelo, se acomodó detrás mío, y me empaló con todo lo que tenía. Se aferró a mis hombros para poder arremeter hasta el fondo. Durante un buen rato tiramos en esa posición hasta que por fin, mis manos encontraron sus pelotas grandes y duras y acariciándolas hice que se corriera nuevamente. Estaba terminado. Me besaba y me agradecía, hasta sollozaba de alegría, diciendo que nunca había tenido un sexo así, que estaba volando, que era increíble, y todas las demás estupideces que se le ocurren a los hombres cuando los han vaciado por completo.
Al rato llegaron a buscarlo. Se convirtió en el mejor cliente de la empresa y al poco tiempo mi esposo se convirtió en subdirector.
Y ahora la fiesta. Ya me dijo Jaime que allí habrá un par de miembros del consejo de accionistas, y que tengo que satisfacerlos para que a el lo asciendan al Consejo. Y que si hago las cosas bien, el se asegurará que el cargo de Gerente que quedará vacante será para mi esposo. El problema es convencer al cornudo de mi marido. Ya veré como hago. Quizás lo mejor será contarle mas medias verdades.

7 comentarios - Los 3 monos sabios ( parte 2) ( versión de la esposa)

CtinoRico
donde esta la primer parte?
SunSex0612
El hombre pensando q los ascensos lo consigue x su trabajo diario. Una historia donde nuevamente la mujer queda expuesta. El sexo es diferente es algo muy personal. Sin saberlo, vendió su tesoro x dos pesos. Y la mujer vendió su dignidad. No me gustaría estar en el lugar del tipo
SunSex0612
Las cosas a las que te lleva un país egoista como Argentina que te lleva a perder la dignidad. No tiene precio eso. La dignidad no se compra ningún hdp garrapata de todos lo que muelen su lomo. A ese muchacho, ni la mujer le ha quedado
Lady_GodivaII
Me besaba y me agradecía, hasta sollozaba de alegría, diciendo que nunca había tenido un sexo así, que estaba volando, que era increíble, y todas las demás estupideces que se le ocurren a los hombres cuando los han vaciado por completo. jejeje