Luego de unos minutos, continuamos con la acción. Cuando la vi, desde el primer minuto supe que esa mujer estaba dispuesta a entregarlo todo por placer, y así fue. La segunda sesión llegó cargada de erotismo y diversión. Yo le desparrame crema por todo el cuerpo y junto con algunas frutillas fui comiendo ese manjar preciado. La excitación empezó nuevamente a ser el centro de la escena. Ella gemía de placer, y yo moría por tenerla nuevamente sobre mi.
Me gustó la idea de tenerla sobre la mesa del comedor, por ello es que lo ofrecí cambiarnos de habitación. Una vez allí, ella con su tacos y su cuerpo sediento desnudo, yo con una erección impresionante y dispuesto a todo, comenzamos nuevamente con los juegos de seducción.
Mi objetivo era claro, quería entrar por su cola hasta lo más profundo y hacerla delirar de placer. Por ello es que ni bien apoyo su torso sobre la mesa y dejó su parte trasera apuntando hacía mi, no dudé en arrodillarme en el piso y pasar mi lengua sin parar. Por su conchita excitada, por su ano dilatado, que latía como pidiendo acción. Lentamente fue metiendo un dedo, mientras ella gemía en una mezcla de placer y dolor. Otro dedo fue abriendo paso en ese ojete de novela que ya no paraba de desar. Una vez dilatado y con ella pidiéndome a gritos que se la meta. Apoyé mi cabeza en su orificio anal, y lentamente fui ingresando al paraíso. Al principio parecía estrecho el camino, pero luego, y gracias a su increíble excitación, mi trabajo se fue facilitando.
Debo haber estado muchos minutos deleitándome con ese trofeo. Iba y venía, entraba y salía mientras intercalaba besos negros. Ella me pedía más y más como si fuera la última vez que lo haría. Lentamente fui subiendo la intensidad hasta escuchar sus gritos desaforados y notar como de su vagina, penetrada por mis dedos, se deshacia en agua a lo largo de su entrepierna. Yo, saqué mi pija indomable y vertí una gran cantidad semen sobre su espalda. Ella se enojó, otra vez la quería en su boquita, pero le expliqué que no me gusta ser reiterativo en el sexo.
Me gustó la idea de tenerla sobre la mesa del comedor, por ello es que lo ofrecí cambiarnos de habitación. Una vez allí, ella con su tacos y su cuerpo sediento desnudo, yo con una erección impresionante y dispuesto a todo, comenzamos nuevamente con los juegos de seducción.
Mi objetivo era claro, quería entrar por su cola hasta lo más profundo y hacerla delirar de placer. Por ello es que ni bien apoyo su torso sobre la mesa y dejó su parte trasera apuntando hacía mi, no dudé en arrodillarme en el piso y pasar mi lengua sin parar. Por su conchita excitada, por su ano dilatado, que latía como pidiendo acción. Lentamente fue metiendo un dedo, mientras ella gemía en una mezcla de placer y dolor. Otro dedo fue abriendo paso en ese ojete de novela que ya no paraba de desar. Una vez dilatado y con ella pidiéndome a gritos que se la meta. Apoyé mi cabeza en su orificio anal, y lentamente fui ingresando al paraíso. Al principio parecía estrecho el camino, pero luego, y gracias a su increíble excitación, mi trabajo se fue facilitando.
Debo haber estado muchos minutos deleitándome con ese trofeo. Iba y venía, entraba y salía mientras intercalaba besos negros. Ella me pedía más y más como si fuera la última vez que lo haría. Lentamente fui subiendo la intensidad hasta escuchar sus gritos desaforados y notar como de su vagina, penetrada por mis dedos, se deshacia en agua a lo largo de su entrepierna. Yo, saqué mi pija indomable y vertí una gran cantidad semen sobre su espalda. Ella se enojó, otra vez la quería en su boquita, pero le expliqué que no me gusta ser reiterativo en el sexo.
0 comentarios - La mujer del mail II