Yo siempre ando buscando alguna aventura por internet, pero no siempre uno se encuentra con lo que espera o imagina. En este caso, debo decir que esta mujer me dejó mudo.
De entrada, comenzamos intercambiando mails donde enseguida comenzó a subir el tono de la charla. Ella, 30 años, sola y sin apuros. Yo, 24, en plena actividad sexual e insaciable. De a poco, fueron circulando las fotos de nuestros encuentros pasados con otras personas y las nuestras, por supuesto, sin ropa y mostrando los atributos.
Al ver sus imágenes, enseguida me di cuenta que se trataba de una mujer impresionante. Cuerpo delgado, cola aceptable, y unos pechos turgentes y duros. Sus pezones rozados y sus labios carnosos eran las características más resaltables de esta hembra que, según su relato, era una fiera indomable.
Después de algunos días de intercambiar mails nos encontramos. La cité a mi casa donde preparé un recibimiento especial. Vino, crema y frutillas fueron los elementos que dejé a mano para poder jugar a la hora del desenfreno. Ni bien sonó el timbre mi corazón se lleno de incertidumbre y empezó a latir más fuerte, pero decidí dismularlo con seguridad. Al entrar ella me dio un beso en la mejilla, de esos húmedos y excitantes, y sentí como su mano rozaba levemente mi bulto. Yo, ni bien la vi ya quería avalanzarme sobre ella, pero traté de estirar el deseo.
Tenía un vestido rojo por encima de las rodillas, un escote soñado y el pelo rubio suelto. De tan apretado, pude identificar su tanga debajo del atuendo. Reconozco que eso me puso más loco.
Enseguida empezamos a hablar y la charla fue yendo para el lado del sexo. Entre copa y copa la temperatura fue subiendo, hasta que en un momento me acerqué a ella y empecé a besarla. Su boca impresionante me llenó de excitación. Mientras la besaba comencé a acariciar lentamente todo su cuerpo, hasta llegar a la entrepierna donde parecía estar su mayor temperatura. Enseguida toqué su vagina por encima de la tanga que empezaba a humedecerse. Ella, no se quedaba atrás y a la par acariciaba mi crecido bulto. De a poco, yo iba corriendo su bombachita y ella abría mi brageta, mientras mis besos empezaban a recorrer todo su cuerpo.
Me saqué la remera y bajé sus breteles para cofirmar que no tenía corpiñp. Uff, como estaban esos pechos. Duros y parados, con pezones grande y rozados que parecían a punto caramelo. Mi boca enseguida se pozó sobre ellos y empezo a besarlos. Ella ya había logrado desabrochar mi pantalón y sacar mi verga del pantalón, que ya estaba dura de tanto recibir sus excitantes caricias. En seguida, mientras comenzaba a excitarse con mis besos, me pidió poder chuparla un rato. A lo que yo, obviamente, accedí sin problemas ¡Por Dios! Que manera de practicar sexo oral. Comenzó a recorrer todo mi pene con su lengua de arriba abajo, mientras me acariciaba los huevos. Luego se metió casi todo mi tronco dentro de su boca hasta la garganta, casi atragantándose. Cuando estaba a punto de estallar de placer, le pedí que me diera la posibilidad de complacerla. La senté sobre el sillón aún con el vestido puesto, saqué su tanga y me agaché para tener esa conchita rozada de frente a mi. Mmmm, aún me excito de solo recordar esa vista increíble y ese sabor riquisimo. Mi lengua comenzó a repasar su conchita sedienta de sexo. Ella gemía al compás de sexo oral, que preparaba el terreno para la posterior penetración.
Antes de pasar a la acción, decidimos ir al cuarto y hacer un maravilloso 69. Su placer y mi placer eran infinitos. Gemíamos y dabamos placer al mismo tiempo. Otra vez su sexo oral me excitó tanto que decidí comenzar a entrar en ella. Al principio la puse sobre el colchón, con su cola preciada apuntando hacia arriba y su espalda arqueada como esperando el impacto. Salivé su sexo y apoyé la cabeza de mi pija, que permanecía gorda y colorada en la puerta de su conchita rozada. Entré una vez y ella gimió, entre más profundo y comenzó a gritar hasta que comencé a bombear lentamente intercalando la intesidad. Mis huevo golpeaban su entre pierna y por momentos perdía la razón.
Luego ella me pidió tomar el mando. Se montó sobre mi verga y empezó a cabalgar de una manera increíble. Sus piernas torneadas saltaban sobre mi, mientras yo besaba sus pezones excitados. Luego de varias poses sexuales y al borde de acabar, la puse de rodillas ante mi, mientras ella me pedía la lechita con voz de putita. Comenzó a chupar mi pija hasta que le avisé y preparó su hermosa boca para recibir una buena dosis de leche que cubrió parte de su cara y entró en su boca. Ella me limpió con su lengua y dejó mi verga impecable. Hasta la última gota en sus labios carnosos y su garganta profunda. Luego de unos minutos, decidimos continuar con la acción...
Continuará...
De entrada, comenzamos intercambiando mails donde enseguida comenzó a subir el tono de la charla. Ella, 30 años, sola y sin apuros. Yo, 24, en plena actividad sexual e insaciable. De a poco, fueron circulando las fotos de nuestros encuentros pasados con otras personas y las nuestras, por supuesto, sin ropa y mostrando los atributos.
Al ver sus imágenes, enseguida me di cuenta que se trataba de una mujer impresionante. Cuerpo delgado, cola aceptable, y unos pechos turgentes y duros. Sus pezones rozados y sus labios carnosos eran las características más resaltables de esta hembra que, según su relato, era una fiera indomable.
Después de algunos días de intercambiar mails nos encontramos. La cité a mi casa donde preparé un recibimiento especial. Vino, crema y frutillas fueron los elementos que dejé a mano para poder jugar a la hora del desenfreno. Ni bien sonó el timbre mi corazón se lleno de incertidumbre y empezó a latir más fuerte, pero decidí dismularlo con seguridad. Al entrar ella me dio un beso en la mejilla, de esos húmedos y excitantes, y sentí como su mano rozaba levemente mi bulto. Yo, ni bien la vi ya quería avalanzarme sobre ella, pero traté de estirar el deseo.
Tenía un vestido rojo por encima de las rodillas, un escote soñado y el pelo rubio suelto. De tan apretado, pude identificar su tanga debajo del atuendo. Reconozco que eso me puso más loco.
Enseguida empezamos a hablar y la charla fue yendo para el lado del sexo. Entre copa y copa la temperatura fue subiendo, hasta que en un momento me acerqué a ella y empecé a besarla. Su boca impresionante me llenó de excitación. Mientras la besaba comencé a acariciar lentamente todo su cuerpo, hasta llegar a la entrepierna donde parecía estar su mayor temperatura. Enseguida toqué su vagina por encima de la tanga que empezaba a humedecerse. Ella, no se quedaba atrás y a la par acariciaba mi crecido bulto. De a poco, yo iba corriendo su bombachita y ella abría mi brageta, mientras mis besos empezaban a recorrer todo su cuerpo.
Me saqué la remera y bajé sus breteles para cofirmar que no tenía corpiñp. Uff, como estaban esos pechos. Duros y parados, con pezones grande y rozados que parecían a punto caramelo. Mi boca enseguida se pozó sobre ellos y empezo a besarlos. Ella ya había logrado desabrochar mi pantalón y sacar mi verga del pantalón, que ya estaba dura de tanto recibir sus excitantes caricias. En seguida, mientras comenzaba a excitarse con mis besos, me pidió poder chuparla un rato. A lo que yo, obviamente, accedí sin problemas ¡Por Dios! Que manera de practicar sexo oral. Comenzó a recorrer todo mi pene con su lengua de arriba abajo, mientras me acariciaba los huevos. Luego se metió casi todo mi tronco dentro de su boca hasta la garganta, casi atragantándose. Cuando estaba a punto de estallar de placer, le pedí que me diera la posibilidad de complacerla. La senté sobre el sillón aún con el vestido puesto, saqué su tanga y me agaché para tener esa conchita rozada de frente a mi. Mmmm, aún me excito de solo recordar esa vista increíble y ese sabor riquisimo. Mi lengua comenzó a repasar su conchita sedienta de sexo. Ella gemía al compás de sexo oral, que preparaba el terreno para la posterior penetración.
Antes de pasar a la acción, decidimos ir al cuarto y hacer un maravilloso 69. Su placer y mi placer eran infinitos. Gemíamos y dabamos placer al mismo tiempo. Otra vez su sexo oral me excitó tanto que decidí comenzar a entrar en ella. Al principio la puse sobre el colchón, con su cola preciada apuntando hacia arriba y su espalda arqueada como esperando el impacto. Salivé su sexo y apoyé la cabeza de mi pija, que permanecía gorda y colorada en la puerta de su conchita rozada. Entré una vez y ella gimió, entre más profundo y comenzó a gritar hasta que comencé a bombear lentamente intercalando la intesidad. Mis huevo golpeaban su entre pierna y por momentos perdía la razón.
Luego ella me pidió tomar el mando. Se montó sobre mi verga y empezó a cabalgar de una manera increíble. Sus piernas torneadas saltaban sobre mi, mientras yo besaba sus pezones excitados. Luego de varias poses sexuales y al borde de acabar, la puse de rodillas ante mi, mientras ella me pedía la lechita con voz de putita. Comenzó a chupar mi pija hasta que le avisé y preparó su hermosa boca para recibir una buena dosis de leche que cubrió parte de su cara y entró en su boca. Ella me limpió con su lengua y dejó mi verga impecable. Hasta la última gota en sus labios carnosos y su garganta profunda. Luego de unos minutos, decidimos continuar con la acción...
Continuará...
0 comentarios - La mujer del mail I