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Relato Futanari IX

El tatuaje anal


Para comprender este relato, es absolutamente necesario leer la Introducción y los relatos previamente publicados



Eran apenas las 7 de la mañana, y me desperecé lentamente, estirando mis brazos al máximo y con una pastosa flojera, fruto de haber pasado casi toda la noche en vela. Las dos vergas plásticas del consolador doble strap-on de Daniela aún permanecían completamente insertadas en mi interior, en mi coño y en mi culo respectivamente. Habían pasado ya varios días desde la orgía cumpleañera de mamá y Dani, como ya era más que costumbre desde ese día, se había quedado a dormir en mi casa, y luego de una intensa noche de pasión nos habíamos quedado dormidas, con ella abrazada a mi espalda y su pubis pegado a mi culo. Una de sus manos me abrazaba por debajo de la axila, y aún permanecía aferrada a mi teta desnuda.

El consolador strap-on doble también tiene dos vergas más internas, que a estas alturas todavía deberían estar también insertadas en el coño y culo de Daniela, por lo que cualquier movimiento que yo hiciera con mi cadera, lo sentiría ella en su profundo interior. No se me ocurrió una mejor manera de despertarla, así que comencé a mover cadenciosamente mi cadera para follarme ambas vergas plásticas. Pegaba mi culo a ella completamente, para después retirarme y con un rápido movimiento, volver a insertarme.

Por supuesto, este movimiento no tardó en despertar a Daniela, y me di cuenta de ello cuando los dedos de la mano que tenía aferrada mi teta comenzaron a pellizcar pícaramente mi pezón. Sin perder tiempo, comenzó ella también a menearse y a los pocos minutos, ya nos estábamos pegando una cogida de campeonato.

Una vez que hubimos acabado ambas en un rico orgasmo mañanero, me voltee para quedar de frente a ella. Nuestros ojos se encontraron, nuestras bocas se fundieron en un sensual beso y nuestras tetas, con los pezones totalmente erectos, se restregaban eróticamente.

– Buenos días, mi amor – le dije a Daniela.
– Buenos días, amada mía – me respondió.

No soy lesbiana, ni mucho menos. Adoro una grande y buena verga, pero la relación que se estaba desarrollando entre Daniela y yo iba mucho más allá que la de amigas y amantes casuales. Ella tampoco era lesbiana, de hecho había tenido muchos novios y no había nada que disfrutara más que una dura poronga por el culo.

– Sabes Dani, hay algo en lo que no he podido dejar de pensar desde que vino a casa la negra Futambo.
– ¿Qué será, Isa?

La negra Futambo era una buena amiga de mamá. De origen africano, ambas se habían conocido en el campeonato de ordeño del Futafest cuando eran rivales, pero finalizada la competencia, habían entablado una bonita amistad. Con motivo del cumpleaños de mamá había venido expresamente desde África, y durante los días que se quedó en casa, fueron pocos los momentos en que su verga estuvo fuera del culo de mamá y viceversa.

– En su tatuaje anal.

Dani abrió los ojos como platos, y luego estalló en una divertida carcajada.

– ¡Jajajajaja! De verdad que eres única Isa, por eso te quiero tanto. Creo que existen pocas mujeres tan cerdas y tan putas como tú. – me dijo sin parar de reír.
– ¡Sí, y una de esas eres tú! - le respondí uniéndome a su risa.

El exotismo de la negra Futambo llegaba a su máxima expresión en el tatuaje que rodeaba su ano. Alrededor de los bordes de éste, tenía dibujado en color negro un intrincado diseño tribal, que se extendía y contraía y cambiaba de forma a medida que su ano se abría y se cerraba. Cuando una gruesa verga de buen calibre le daba por el culo, el tatuaje alcanzaba su más grande esplendor y había pocas más eróticas que el tatuado anillo anal abrazando y abarcando todo el diámetro del tronco de la verga. Y yo quería eso para mí.

– Vamos a hacer algo – me dijo Dani – Yo tengo clases hoy en la tarde en la universidad, si tú quieres, antes de ir allá puedo pasar por la tienda de un amigo mío que es tatuador para preguntarle si él hace ese "trabajo".
– ¡Perfecto, Dani! Yo sabía que podía contar siempre contigo – le dije, dándole un húmedo beso de agradecimiento.

Follamos un par de veces más en la mañana y luego Dani se vistió y se fue. Yo me quedé en la casa, ya que ella había quedado en avisarme lo que hablara con su amigo el tatuador. No podía dejar de pensar en eso, y me tenía bastante excitada, por lo que no dejé ni un segundo de mastubarme el culo con uno de mis numerosos consoladores. Esperaba ansiosa la llamada.

Finalmente, sonó el teléfono.

– ¡¿Dani?! – contesté excitada, sin sacarme ni un centímetro de la verga plástica de mi culo.
– ¡Isa!... Si soy yo – me respondió Dani al otro lado de la línea – Hablé con mi amigo y me dijo que no hay ningún problema, que él nos hace el trabajo.
– ¿Nos hace? – pregunté extrañada, aunque ya sabía la respuesta de antemano.
– ¡Claro! ¿O tú pensabas que te iba a dejar que te adornaras tu sola? ¡Yo también quiero uno igual!
– ¡Jajajajaja! ¡Y después dices de mí!
– Vístete y nos encontramos en media hora en la tienda de mi amigo. Por cierto, necesito que te traigas dos cordones de bolas anales, con las bolas más gruesas que tengas.
– ¡Ok, perfecto!

Me dio la dirección exacta y yo salí rauda y veloz a vestirme. Me coloqué una minifalda de jean azul, un top rosado con la frase "100% Bitch" estampada y unas sandalias de tacón alto. Sin perder ni un segundo, corrí al baúl de mis "juguetes" a buscar las ristras de bolas anales. Tomé las dos más gruesas, una la guardé en mi cartera y la otra, al sitio donde mejor va: insertada en mi culo. Me metí en el culo todas las bolas, 4 en total, y de mi anito sobresalía el cordón con el anillo plástico al final. Al ser tan corta la minifalda, el cordón con el anillo sobresalía por debajo del borde de ésta, así que por una vez en mi vida fui recatada y me inserté el anillo en el coño, ya que no quería ir por ahí exhibiendo un anillo que guindaba libre por debajo de mi falda. ¡Qué iba a pensar la gente!

Me despedí de mamá, no sin dejar de darle una rápida mamada a su verga (no había desayunado con tanto trajín) y salí despedida a encontrarme con Dani. Para llegar más rápido, tomé el Metro, y afortunadamente (para mí culo) esta vez el trayecto transcurrió sin mayor novedad.

La tienda de tatuajes quedaba dentro de un centro comercial, específicamente en el tercer piso. Entré al concurrido mall lo más rápido que mis tacones y mi culo relleno me permitía, estaba ansiosa a más no poder por adornarme mi rosado anito que tantas alegrías me había dado. Ingresé a una de las escaleras mecánicas para subir de piso, pero tan pronto salí de ella en el piso superior, supe que algo andaba mal.

Tan pronto puse un pie fuera de la escalera, noté que algo detenía mi avance. Y ese algo provenía justamente de mi culo.

Debido a las prisas, no había notado que el cordón que sirve para extraer las bolas anales se había salido de mi coño y guindaba alegremente entre mis piernas. Con la mala suerte que, por el bamboleo de mis tacones, el anillo que está atado al final del cordón se había enredado en la cinta negra que conforma el pasamano mecánico de la escalera.

Al principio simplemente detuvo mi avance, pero cuando siguió su recorrido circular hacia la parte inferior de la escalera, por donde ingresa al interior de la esta, comenzó a jalarme hacia atrás. Cuando quedé pegada finalmente al pasamano, este comenzó inexorablemente a extraerme las bolas que tan diligentemente había alojado en mi recto.

¡Plop! – se escuchó al ser extraída de mi interior la primera bola.

A estas alturas ya había comenzado a llamar la atención y un amable caballero, al notar que algo extraño me pasaba, acudió en mi ayuda.

– ¿Le ocurre algo señorita? – me dijo sujetándome de un brazo.
– Nnnnoo... nnada – atiné a responder - ¡Plop! - sonó la segunda bola.

Desde su posición, el hombre no podía ver lo que ocurría en mis bajos, pero la gente que venía subiendo la escalera, sí tenían una mejor visión de mi descorchamiento anal.

Intenté sujetarme lo mejor posible del amable caballero, e inclinándome un poco, abrí mis piernas para dejar salir la siguiente bola lo más cómodamente posible.

¡Plop! – la tercera bola había abandonado su cálido recinto.

Ya se estaba convirtiendo en un espectáculo, y la gente se empezaba a arremolinar alrededor de mí, en ocasiones impidiendo el paso a la gente que salía de la escalera y comenzando a originar un cierto caos en esa zona.

Solamente faltaba una bola y se acabaría mi odisea.

¡Plop! – se oyó cuando finalmente mi recto fue desalojado por completo de sus esféricos habitantes.

Al estar completamente liberada pude recuperar un poco mi compostura (la poca que me quedaba a estas alturas) y el amable caballero, con una pícara sonrisa, recogió hábilmente el cordón de bolas anales antes de que obstruyeran por completo el movimiento del pasamanos mecánico.

– Creo que esto es suyo – me dijo al tiempo que me entregaba mi juguete.
– Mu...muchas gracias – respondí tímidamente al tiempo que lo introducía en mi cartera.

– ¡A ver, a ver! ¡Sigan caminando que aquí no hay nada de su interés! – exclamó en voz alta dirigiéndose a la gente que se había concurrido alrededor de nosotros.

Gracias a este individuo, el espectáculo de mi culo siendo descorchado por cuatro bolas en público no había pasado a mayores. Para darle las gracias, le di un beso en la mejilla.

– Muchas gracias, de verdad, no sé qué hubiera hecho sin usted.
– No se preocupe señorita, siempre estoy dispuesto a ayudar a una damisela en apuros – me dijo guiñándome un ojo – Permítame que la acompañe a su destino.

Me tendió un brazo, el cual acepté, y me fui caminando con él hasta la tienda de tatuajes.

Tomada del brazo del amable caballero que me había ayudado a extraerme las bolas anales sin mayores complicaciones, llegué finalmente a la tienda de tatuajes. Allí, parada en la puerta, me estaba esperando Daniela.

– ¡Isa! Ya estaba preocupada, ¿dónde te habías metido?
– Hola Dani – la saludé – Disculpa el retraso, lo que pasa es que tuve un pequeño "inconveniente".
– ¿Y no me vas a presentar a tu nuevo amigo? – exclamó dirigiéndose al hombre que me acompañaba.

En ese momento caí en cuenta que ni siquiera sabía su nombre.

– José Luis, para servirla – exclamó mi acompañante al tiempo que le tendía una mano a Daniela y me guiñaba un ojo a mí.

Fue en ese momento cuando pude detallar al hombre que me había "salvado la vida". Era alto y delgado, rondaría los 35 años, e iba pulcramente vestido. Su pelo negro estaba peinado de lado y sin ser especialmente atractivo, destilaba cierto encanto.

Por primera vez, noté un atisbo de celos en la actitud de Daniela, específicamente para con José Luis. Tal vez la relación de amistad entre Daniela y yo estaba pasando a convertirse en algo más.

– Vamos Isa, que Tronco nos está esperando. Muchas gracias por todo – le dijo a José Luis, despidiéndolo.
– Así que se van a hacer un tatuaje – dijo José Luis mirándome.
– Así es, ¿quieres acompañarnos? Es un tatuaje algo "especial" – le dije esbozando una lasciva sonrisa.
– Por supuesto, siempre y cuando tu amiga no tenga ningún inconveniente.
– ¡Claro que no! Entremos.

Entramos los tres al establecimiento, yo tomada todavía del brazo de José Luis, lo que no le hacía mucha gracia a Daniela. En realidad, mi intención era juguetear un poco con Daniela sin ninguna mala intención, simplemente darle un poquito de celos.

– ¡Hola Tronco! – exclamó Daniela dirigiéndose a la única persona que había dentro del local.
– ¡Dani! Tanto tiempo sin verte – la saludó.

Tronco era el típico tatuador. Completamente calvo y con una barba de perilla, estaba completamente tatuado, desde el cuello hasta las muñecas. Llevaba puesta una camisa de una banda de heavy metal y unos gruesos aros perforaban los lóbulos de sus orejas. Además, una infinidad de piercings adornaban toda su cara, tanto cejas como nariz y labios.

– Tronco, ella es Isa, la amiga de la que te hablé.
– Mucho gusto – le dije tendiéndole la mano.
– Así que tú eres la famosa Isa, la que ideó todo este asunto del tatuaje "especial" – me dijo guiñándome un ojo, lo que hizo que me ruborizara un poco – Bueno, pues manos a la obra. ¿Quién va primero?
– Que sea Isa, que fue la de la idea – propuso Dani.

El local de tatuajes era bastante pequeño, con un sencillo mostrador y a su lado un pequeño habitáculo, con una camilla y tres sillas, disimulado con una cortina que evitaba que se viera desde el exterior del local lo que allí pasaba.

Ni corta ni perezosa me quité mi falda, para el asombro de José Luis, y me encaramé en dos de las sillas, arrodillándome y colocando una rodilla en cada silla, para quedar con las piernas bien abiertas y el culo bien en pompa para que Tronco tuviera acceso total a mi ano. La parte superior de mi cuerpo la recosté de la camilla ubicada detrás de las sillas.

– ¡Vaya! Cuando hablaron de un tatuaje especial no me imaginé que lo sería tanto.

Tronco colocó el cartel de "cerrado" en la puerta del local y corrió la cortina para evitar miradas indiscretas del exterior.

– Ok Isa, ¿trajiste los "instrumentos" que les dije? – preguntó Tronco
– Sí, en mi bolso están. El mío lo traía puesto y tuve un accidente del que José Luis me rescató.

José Luis simplemente estaba atónito, no daba crédito a lo que estaba presenciado. Una mujer que apenas hacía minutos estaba frente a él, con las piernas abiertas y el culo parado dispuesta a ser tatuada en la parte más oscura de su ser.

Dani, por su parte, tomo mi bolso y extrajo la ristra de bolas anales que hacía poco tiempo había sido protagonista del espectáculo de la escalera mecánica. Se introdujo una de las bolas en su boca, para lubricarla suficiente y que entrara sin dificultad.

– Uuuhhmmm... Deliciosas, saben a ti, Isa – exclamó Dani con un tono más propio de una perra en celo.

Una por una fue lamiendo las bolas para luego irlas introduciendo en mi recto. Pocos segundos después, solamente quedaba en el exterior el cordón con el anillo extractor.

Qué bueno que trajiste un amigo, Isa, así el podrá ayudar – dijo Tronco – Amigo, pase por aquí, necesito que jale esto y lo mantenga lo más tenso posible, pero sin llegar a extraer completamente la bola.

José Luis, quien me imagino que todavía no creía su suerte, tomó el anillo y tiró del cordón hasta que la primera bola comenzó a salir de mi culo. Cuando el diámetro máximo de la bola abarcaba toda la circunferencia de mi ano, dejó de tirar. Cada cierto tiempo, la bola se metía un poco, y su labor era mantenerla en el punto exacto el mayor tiempo posible, para que mi ano estuviera dilatado al máximo. En ese momento me pasó un pensamiento por la cabeza: ¿qué pensaría mi novio Tyron de que su novia estuviera en cuatro patas mientras un desconocido jugaba en su culo con una ristra de bolas anales y otro se dedicaba a adornarle todo el contorno del ano?. No lo sé, pero seguro que si alguien disfrutaría después con ese tatuaje, sería él.

– Muy bien, Isa, ¿qué quieres que te tatué exactamente? – me dijo Tronco.
– Quiero que diga "Depósito público de semen" alrededor de todo el ano, con una flecha apuntando directamente al centro – le respondí.
– ¡Jajajajaja! – rio Tronco. – Eres más puta de lo que me había dicho Dani.

Dani se sentía un poco incómoda, ya que no estaba participando, y por lo que noté, tampoco le hizo mucha gracia el diseño de mi tatuaje. Pero no me importaba, mi ano era mío y yo hacía lo que quería con él. Además, "Depósito público de semen" no estaba muy lejos de la realidad, ya que mi ano está siempre abierto 24/7 para cualquier verga que quiera depositar su corrida en mi interior.

– El problema, Isa, es que si te tatúo el ano distendido, cuando se contraiga no se va a entender lo que diga.
– No importa, Tronco, lo que me interesa es que cuando una verga bien gruesa me lo abra al máximo, las palabras se puedan leer correctamente, para que el dueño de la verga lo pueda disfrutar.

Nos pusimos manos a la obra, cada quien en su labor. Yo abría al máximo mis nalgas, mientras que José Luis tensaba al máximo mi ano y Tronco comenzaba a dar los primeros pinchazos en mi ano. La verdad, suelo tener el umbral del dolor muy alto cuando se refiere a mi ano, todos los abusos a los que se ve sometido no suelen causarme mucho dolor. Esto era diferente, los pinchazos eran muy pequeños, pero tocaban algún nervio que me hacía estremecerme de dolor.

– ¡Ouch!, ¡ouch!, ¡ouch! – exclamaba cada vez que la aguja insertaba la tinta.
– Necesito que te relajes, Isa – me recomendó Tronco – Dani, ¿tu crees que puedas ayudarla en eso?
– ¡Por supuesto! – respondió Dani, feliz de poder ayudar.

Se sentó en el borde de la camilla donde yo tenía apoyada la cabeza, apoyo cada pie en los respaldos de las sillas donde yo me encontraba a cuatro patas y, levantando su falda, colocó su coño desnudo directamente enfrente de mi boca.

– Chupa Isa, como a ti te gusta, sabes que eso te calmará – me dijo con sincera preocupación.

El coño de Daniela era una delicia, un manjar de dioses, por lo que nunca despreciaba la oportunidad de darle una buena mamada. Hundí mi nariz en su coño y con mi bien entrenada lengua comencé a darle unos rápidos y sabrosos lametones. A los pocos segundos, me había olvidado de mi culo, enfrascada en deleitarme con el sabor de los jugos vaginales de Dani.

En esta posición, Dani quedaba justamente enfrente de la cortina que tapaba el espectáculo del mundo exterior, y tuvo una idea que dejo aflorar su lado más cerdo. Descendió de la camilla, para mi disgusto, corrió la cortina y volvió a colocarse en la posición anterior. De esta manera, en el escaparate de la tienda de tatuajes, se estaba montando un espectáculo erótico digno de cualquier película XXX.

Mi culo apuntaba directamente hacia afuera, y era el centro del espectáculo. Daniela, por su parte, abierta completamente de piernas, se quitó también la blusa para quedar solamente con la minifalda remangada alrededor de la cintura. A los pocos segundos, el público comenzó a arremolinarse afuera de la tienda para contemplar la función. Afortunadamente, Tronco había cerrado con llave.

El espectáculo de mi culo abierto al máximo por la bola anal que sostenía José Luis, a la vez que Tronco me tatuaba alrededor del ano "Depósito público de semen" y yo le mamaba sin parar el coño a Daniela, abierta de piernas frente a mí, cada vez atraía más gente frente a la tienda de tatuajes.

Incluso algunos, los más osados, se estaban tocando la polla por encima de la ropa, y un par ya se empezaba a bajar el cierre, amenazando con sacarse la polla y hacerse una paja en mi honor y el de mi culo.

De pronto, un alboroto comenzó a ocurrir y el público de nuestra pornográfica sesión comenzó a dispersarse. A los pocos segundos, un vigilante del centro comercial apareció, y con su garrote en la mano, instigó a la gente a que abandonara el lugar. Cuando no hubo quedado nadie, se dirigió a la puerta y con el garrote dio unos golpes en la puerta de vidrio. Tronco, como responsable de la tienda, tuvo que abandonar su labor y fue a abrirle. Dani se había vestido otra vez, pero yo, dada la situación de mi culo, no podía cambiar de posición así que me quedé en cuatro patas, con mi ano abierto, mientras Tronco hablaba con el vigilante.

– ¿Qué coño se supone que están haciendo aquí? – preguntó el vigilante enfurecido - ¿Ustedes creen que esto es un local de pornografía o qué?
– Mil disculpas, señor agente, pero no era nuestra intención llamar la atención. Simplemente estas dos simpáticas señoritas solicitaron mis servicios, y yo amablemente las estaba atendiendo.
– ¿Servicios? ¿Qué clase de servicios amerita ponerse en cuatro patas y exhibir el culo sin pudor alguno? – dijo perdiendo la paciencia.
– Permítame explicarme, amable señor – intervino Daniela, ya que yo no estaba en "posición" de decir nada – Mi amiga y yo solicitamos que nos hicieran unos tatuajes, pero estos son un tanto especiales, como usted ve – dijo señalando mi ano a medio tatuar.
– Si ya veo – dijo calmándose un poco – Pero eso no es razón para montar un espectáculo. Por eso puedo aplicarle una multa a la tienda y cerrarla por un tiempo.
– Tiene toda la razón, y le pedimos disculpas por eso. Pero el dueño de la tienda no tiene la culpa. Por favor, olvide lo que ha pasado y mi amiga y yo podríamos llegar a un acuerdo con usted – exclamó lascivamente lamiéndose el labio inferior.
– ¿Qué tipo de acuerdo? – respondió, intrigado por la propuesta, aunque ya conocía el resultado.

Por toda respuesta, Dani le comenzó a acariciar la verga por encima de la bragueta, al tiempo que hacía una seña a Tronco para que cerrara la cortina nuevamente. Una vez cerrada, le extrajo la verga y comenzó a hacerle una sabrosa paja con sus delicadas manos.

– Sigamos con lo nuestro, Isa – me dijo Tronco.

Me coloqué otra vez en posición, al tiempo que José Luis volvía a su labor de dilatador anal. Tronco siguió con su trabajo, mientras que Daniela atendía al vigilante. Aún de pie, se había dado la vuelta, pegando el culo al vigilante, y con su mano había guiado la verga hasta su ano. Creo que después de esto no iba a necesitar mucha dilatación.

Sin mayores inconvenientes, Tronco terminó de tatuarme el ano, para mi tranquilidad. Mi ano, sometido a gran cantidad de vejaciones, nunca había experimentado un dolor similar. Lo único que me calmó durante el procedimiento fueron los eróticos gemidos de Daniela cada vez que la polla del vigilante llegaba hasta el fondo de su recto.

Para cuando Tronco terminó, el vigilante había depositado toda su carga de leche en el culo de Daniela.

– Tu turno, Daniela ¿Qué quieres que te tatúe a ti? – le preguntó Tronco.
– Quiero un tatuaje que diga "Culo propiedad de Isabella" – respondió Dani, a la vez que se despegaba del vigilante.
– Sencillo y sin problemas – aceptó Tronco.

Dios mío, que puta me sentí en ese momento por haber sido tan egoísta en mi tatuaje anal. Se me salió una lágrima y me ruboricé de la vergüenza ¿Puede existir algo más romántico que tu mejor amiga se tatúe tu nombre en su ano? Lo dudo mucho.

De inmediato, me dirigí hacia ella y le estampé un profundo beso en sus labios, el cual fue correspondido de inmediato cuando su lengua comenzó a juguetear en el interior de mi boca.

– ¡Bueno ya! – dijo el vigilante – A trabajar, que no tengo todo el día.

Daniela asumió la misma posición en la que yo había estado minutos antes, pero de su interior comenzó a manar la corrida que segundos antes se había depositado.

– No puedo trabajar así, necesito que le limpien el culo – dijo Tronco.
– ¡No hay problema! – exclamé pegando mi boca alrededor de toda la abertura anal de Dani. Sorbí y sorbí hasta que salió la última gota del níveo néctar.

Luego, para corresponderle, le coloqué el coño en la cara para que me lo mamara mientras la tatuaban. El vigilante, que no quería ser excluido de la fiesta, se encaramó en la camilla conmigo, y haciéndome inclinar, introdujo su polla en mi boca, la cual todavía tenía un regusto al culo de Daniela.

José Luis, por su parte, asumió su respectiva misión de ensanchar el ano de Daniela con una bola, mientras Tronco preparaba todos los instrumentos para comenzar la delicada operación.

A diferencia del mío, el tatuaje de Daniela transcurrió sin ningún imprevisto, a menos que pueda calificarse de imprevisto el hecho de que el vigilante me depositara una sabrosa corrida en mi boca.

– Estamos listos – exclamó Tronco – Ambos anos están ya bien tatuados. Lo único es que les recomiendo que no los usen por unos días, ahora están irritados y el dolor puede ser muy intenso. Incluso pueden llegar a sangrar un poco. Así que, ¡a follar por el coño, joder!

Dani y yo nos reímos de las ocurrencias de Tronco, y para agradecerle a él, a José Luis y al vigilante, nos colocamos en cuatro patas, cada una arrodillada en una silla, con nuestras grupas bien arqueadas y los culos en pompa.

El vigilante se sentó en la camilla enfrente de nosotras, con su verga a poca distancia de nuestra cara. Sin perder ni un segundo, Dani y yo comenzamos a dedicarle unos buenos lametones a esa polla. Subíamos y bajábamos con nuestras lenguas por todo el tronco, saboreando centímetro a centímetro de esa suculenta morcilla. Al llegar al glande, no pudimos ponernos de acuerdo en quién lo iba a mamar primero, así que en lugar de ello, Daniela y yo comenzamos a besarnos apasionadamente, con el glande del vigilante entre nuestras bocas. Cuatro labios, dos lenguas y un glande conformaban aquel erótico beso.

Por su parte, Tronco y José Luis comenzaron a restregar sus pollas por nuestros coños, haciendo que nos mojáramos aún más si cabe. Al mismo tiempo hundieron sus calientes barras de carne en nuestro interior, y con una sincronía total, Dani y yo soltamos unos profundos suspiros al sentir que llegaban a lo más profundo, siempre sin soltar de nuestras bocas la verga del vigilante. Era una lástima de verdad no poder utilizar mi culo, ya que la verga de José Luis se sentía deliciosa en mi interior, y no podía evitar pensar en que se sentiría aún mejor taladrándome los intestinos.

Así estuvimos un buen rato, hasta que cada uno de los tres se hubo depositado en nuestros coños y bocas. Para finalizar, el vigilante nos hizo acostar a Daniela y a mí en la camilla, frente a frente, con las piernas flexionadas. En esta posición introdujo cada uno de los extremos de su garrote en el coño de cada una de nosotras, para que pudiéramos follarnos a placer. Tronco y José Luis se colocaron a cada extremo de la camilla para darnos de mamar sus pollas, y el vigilante se limitó a lamernos alternadamente las tetas y los penetrados coños.



Continuara...

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