El regalo de mamá
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Era temprano en la mañana, y mi culo había amanecido especialmente hambriento de polla ese día. No quería molestar a mamá, ya que se encontraba enfrascada produciendo nuestro alimento, y mis hermanas habían salido desde temprano. Así que no me quedaba más remedio que ocuparme por mí misma del asunto. Me extraje el cordón de bolas anales con el que duermo, y al salir la última, mi culo quedó completamente abierto, en un permanente bostezo. No me había puesto aún el respectivo supositorio, por lo que sentía algo de picazón en el recto, picazón que de momento sólo podía aliviar rascándome. Introduje los cuatro dedos de mi mano derecha, y comencé el rico masaje rectal. Con mis uñas finamente manicuradas rascaba delicadamente las paredes de mi recto, mientras que con el pulgar acariciaba el borde de mi anito. La otra mano la alternaba entre acariciar fervorosamente mi hinchado clítoris y pellizcar mis pezones.
Una vez que alivié un poco la picazón del culo, decidí que era momento de pasar a algo más representativo, por lo que me dirigí al baúl de mis juguetes a buscar un amante artificial. El elegido esta vez fue una verga de plástico de casi 30 cm. de largo por 10 cm. de grosor, con una gran cantidad de venas moldeadas. ¿Mencioné que mi culito había amanecido goloso? Poco a poco empecé a insertarme el macizo instrumento, nada más la cabeza era como un puño. Obviamente no llegaría ni a la mitad del largo, pero era más que suficiente para saciar, de momento, el hambre de mi culo. Durante aproximadamente 15 minutos estuve dándole al mete y saca, y de vez en cuando la extraía de mi culo para darle unos ricos lametones y así saborear mi salado interior.
Faltaba más bien poco para que acabara y ya sentía próxima la llegada de un delicioso orgasmo anal cuando de pronto sonó el timbre.
¡Riiiing!
¡No podía ser! ¿Quién podía ser tan inoportuno? No le di importancia y seguí en lo mío, tarde o temprano se tendría que ir quien fuese.
¡Riiiing! ¡Riiiiiiiiiing! – Sonó más insistente esta vez.
– ¡Isa! Atiende la puerta hija mía, sabes que yo no puedo ir. – Me gritó mamá desde su cuarto.
Estábamos mamá y yo solas en la casa, y ella, enchufada a su cama ordeñadora, tendría todos los agujeros ocupados por bastante rato, así que no me quedaba más remedio que atender yo misma a tan inoportuno visitante.
No pensaba perder todo el trabajo hecho en la mañana, así que me levanté con el consolador metido en mi culo, y sujetándolo con una mano caminé hasta la puerta.
¡Riiiing! ¡Riiiiiiiiiing! – volvió a sonar
– ¡¿Quién es?! – pregunté sin disimular mi enfado
– ¡Correo de entrega especial! – me respondió la voz de un hombre.
Me asomé por la mirilla, y una vez que comprobé que en efecto era un cartero uniformado, abrí la puerta.
– ¡Buenos díaaaaaayayayayay! – exclamó el cartero una vez que me vio.
No era para menos. No todos los días te abre la puerta una deliciosa chica de 20 años, casi desnuda, con un gigantesco consolador metido en el culo. Mi única prenda era una pequeña franela blanca, con rayas rojas laterales y simulando un uniforme de fútbol, subida por encima de las tetas. Mis erectos y enrojecidos pezones apuntaban directamente al cartero.
– Buenos días – dije yo más tranquila, aunque seguía metiendo y sacando el consolador de mi culo - ¿Qué se le ofrece?
– Te...te...te...tengo una ca...ca...ca...carta para la se...se...se...señora Giovanna Futa...Futa...Futannaro – respondió el cartero, quien poco a poco comenzaba a sudar y se estaba poniendo rojo.
Me entregó un sobre que gentilmente tomé con la mano que tenía libre.
Muchas gracias, es mi mamá. Ella está indispuesta en estos momentos, así que la recibiré yo por ella.
– No... no hay problema, se...señorita, pero va a tener que firmar aquí – me dijo al tiempo que me mostraba una carpeta con un recibo.
¡Qué inoportuno! ¿Quién manda una carta en estos días, si para eso existe el correo electrónico? Tomé la carpeta con la misma mano que tenía el sobre, pero había un problema.
– No puedo dejar lo que estoy haciendo, así que va a tener que ayudarme para tener ambas manos libres – le dije al cartero. – Sostenga esto – le dije, volteándome un poco y enseñándole directamente el dildo que entraba y salía de mi culo.
Diligentemente, el cartero agarró el gigantesco consolador, por lo que pude tomar el bolígrafo e intentar firmar el recibo.
– ¿Así está bien? – preguntó el cartero.
– No mucho, muévalo un poco adentro y afuera – le respondí, y para aseverar aún más la respuesta comencé a menear mi cadera de adelante hacia atrás.
El cartero, que ya había tomado suficiente confianza, comenzó a arreciar con el mete y saca anal, y a mí cada vez se me hacía más difícil concentrarme en la firma. Nunca había tardado tanto tiempo en firmar un simple papel.
– ¡Ohhh sí! ¡Así, así! ¡Dale más duro! – le grité al cartero, al tiempo que terminaba de firmar el papel.
Una vez que alcancé mi ansiado orgasmo anal mañanero, le devolví amablemente la carpeta y el bolígrafo al cartero y me despedí de él, por supuesto, sin sacarme el consolador del culo. No había caminado ni tres pasos cuando sonó el timbre de nuevo. Abrí la puerta y todavía estaba allí el cartero.
– ¿Y mi propina? – preguntó el cartero con cara de vicioso.
No tuvo ni que explicármelo, así que bajándole los pantalones le di una soberbia mamada que de seguro le alegraría el día.
Cerrando finalmente la puerta, me dirigí al cuarto de mamá saboreando aún la rica leche que el cartero había depositado en mi boquita. Mamá estaba ya más tranquila y su verga no estaba erecta del todo, lo que me hacía suponer que había eyaculado recientemente. Los consoladores en su coño y culo entraban y salían plácidamente, y ella simplemente parecía disfrutarlo al máximo.
– Hola mami, el cartero te ha traído esta carta.
–¿Qué será, Isa?. Hazle el favor a mami y léemela.
Abrí la carta y comencé a leérsela.
– Es de tu amiga, la negra Futambo.
– ¡Qué bien! ¿Qué dice?
– Dice que en ocasión de tu próximo cumpleaños, la semana que viene, va a venir a visitarte.
No había terminado de decírselo cuando la verga de mamá se endureció por completo y alcanzó de nuevo su máxima erección. Era el efecto que producía en ella la emoción de encontrarse de nuevo con su gran amiga Futambo, con la que tanto había compartido durante el pasado Futafest. Habían compartido mamadas de verga, enculadas con lechada final incluida, lamidas de coño, etc. Tal había sido la amistad entre ambas que, a petición suya, mamá se había colocado un par de piercings en el cipote y un par en cada labio vaginal.
– ¡Qué bueno, Isa! Mi querida Futambo nos visita – exclamó mamá al tiempo que su verga alcanzaba su máximo esplendor.
No podía dejar pasar esa oportunidad, así que mientras mamá rememoraba aquellos lindos momentos vividos con la negra, me introduje su glande en la boca y comencé a mamarlo golosamente. A los pocos segundos, mamá depositaba una gran corrida, dedicada a la negra, que fue casi directamente a mi garganta. ¡No hay un mejor desayuno!
Dejé a mamá pensando en su querida amiga para dedicarme a mis propios asuntos. Su cumpleaños se acercaba, y a mí se me había olvidado completamente, así que me vestí rápidamente y salí de inmediato a comprarle un regalo. Me puse una minifalda de blue jean y una blusa blanca de tiras, con los hombros descubiertos, y unas bellas sandalias plateadas de tacón mediano.
Con las prisas, no recordé que luego tenía clases en la universidad, así que me olvidé la mochila con los libros. Peor aún, se me había olvidado colocarme el supositorio que alivia la picazón de mi recto, y que solo surte efecto al contacto del semen. Menos mal que siempre llevo uno conmigo, ya buscaría cómo colocármelo. Por supuesto, no me coloqué bragas, casi nunca las uso ya, y en su lugar me introduje en mi culo a mi inseparable plug anal.
Después del incidente en el Metro, decidí que lo mejor era tomar el autobús. Lamentablemente, a esa hora, iba bastante abarrotado de gente. No tenía otra opción, ya que pensaba visitar el centro de la ciudad, en especial la calle donde se encuentran todas las sex shops. Así dispondría de bastante variedad antes de elegir el regalo de mamá.
Esperé a que pasara uno medianamente vacío, hasta que perdí la esperanza y tomé uno cualquiera, ya que se me iba a hacer tarde. Finalmente, parecía que había elegido el que más lleno iba. Decidí aprovecharme de la situación, y dado que no podía sentarme, elegí disfrutar el viaje, por lo que me ubiqué en el fondo de la unidad, y me sujeté con ambas manos de la barra por encima de mi cabeza. En esta posición, mi culo y mis senos quedaban completamente parados, así que no tarde en empezar a percibir las miradas lascivas de los hombres que allí viajaban.
Más bien pronto que tarde, un hombre se colocó detrás de mí, y disimuladamente comenzó a recostar su "paquete" de mis nalgas. Al ver que yo no oponía resistencia sino que más bien empujaba mi culo hacia el, fue más allá y comenzó a sobármelo descaradamente por encima de mi falda. Me estaba comenzando a excitar bastante, y poco a poco comencé yo a menearle la polla con mi culo. Me agarraba fuertemente a la barra superior y, afincándome, movía mi culo hacia los lados con su poronga recostada de mis nalgas. Además, el vaivén del autobús aunado a la cantidad de gente, hacía que mis movimientos fueran cada vez más apretados hacia él.
Metiendo las manos por debajo de mi falda, comenzó a sobarme las nalgas directamente. Eran sencillamente deliciosas las caricias que este desconocido estaba dedicando a mi culo. Subiendo un poco más las manos, llegó hasta donde deberían estar mis bragas, supongo con la intención de bajármelas. Mayor fue su sorpresa cuando se dio cuenta de que no llevaba nada.
– Eres una putita – dijo al tiempo que me lamía el lóbulo de la oreja.
– Siempre voy precavida – le respondí, mordiendo mi labio inferior
Continuó sobando mis nalgas desnudas un rato, y luego decidió pasar directamente a la acción. Bajándose la bragueta, se sacó la polla del pantalón, y abriendo mis nalgas con sus dos manos, intentó apoyar la cabeza de su verga en mi ano. Obviamente no pudo, ya que mi ano estaba ocupado por el plug anal.
– ¿Qué se supone que es esto? – preguntó bastante sorprendido.
– Tranquilo, que hay sitio para todos – respondí sacando mi lengua y relamiéndome los labios.
Previendo la inminente cogida, solté una mano de la barra superior y saqué el supositorio del bolsillo de la minifalda. Muy disimuladamente, moví un poco hacia un lado el plug anal y me lo inserté completamente usando mi dedo medio. Moviendo un poco más el plug anal hacia un lado, le dije a mi desconocido amante que lo volviera a intentar.
Le costó un poco, pero a los pocos segundos ya tenía la polla de un extraño taladrándome el culo, sin ni siquiera retirar de allí a mi querido Tito, el plug anal. Tal vez por lo apretado de mi ano, al estar doblemente ocupado, o tal vez por lo excitante de la situación, la verga que tan amablemente me estaba perforando comenzó a escupir su blanco néctar dentro de mi culo a los pocos minutos de iniciada la penetración.
– Ni se te ocurra sacarla, lo quiero todo adentro – regañé al dueño de la polla.
Por respuesta obtuve un resoplido, y creo que nunca tuvo la intención de correrse fuera de mi culo. Cuando hubo soltado la última carga, la polla se retiró de mi culo, y gracias a que también Tito estaba por allí, lo único que se salió fue una traviesa gotita que recogí de mi muslo con mis dedos y me llevé a la boca. Me iba a dar la vuelta para agradecer a mi amante cuando vi que se dirigía pronto a la salida. Lástima, nunca le vi la cara ni supe su nombre.
Aún faltaba para llegar a mi parada definitiva, y el autobús seguía lleno de gente, por lo que no pude sentarme. Desde la última fila me llegó una voz masculina que me dijo:
– ¡Por aquí, aquí hay un puesto!
Me corrí hacia atrás y no localicé el asiento vacío, cuando sentí que me jalaban la falda.
– Aquí, siéntate aquí – me dijo un hombre
Era un hombre de mediana edad, e iba elegantemente trajeado. La chaqueta del traje la tenía doblada sobre las piernas, con las manos debajo de ella, por lo que pude adivinar lo que se proponía. Sin remordimiento alguno, me senté sobre sus piernas, pero no de frente sino lado, con mis piernas hacia afuera, apuntando hacia el pasillo del autobús.
– Vi absolutamente todo lo que hicieron tú y ese hombre que se bajó – susurró a mi oído, al tiempo que retiraba la chaqueta de sus piernas para dar paso a su erecta y desnuda poronga.
– ¿Y quieres lo mismo para tí, verdad? – le pregunté con tono bastante lascivo. Acto seguido, con una mano moví otra vez a Tito hacia un lado de mi ano y con la otra tomé la verga del individuo y la guie directamente a mi ano.
De un solo sentón introduje la totalidad de la polla, lo que ocasionó que el hombre soltara un resoplido. Afortunadamente, el otro hombre que iba sentado a su lado, del lado de la ventana, estaba profundamente dormido, por lo que no se enteraría de las peripecias de su compañero de asiento.
No podía dar botes sobre la verga del hombre, ya que llamaría la atención demasiado (si es que no lo había hecho ya), por lo que opté simplemente por mover mi culo en eróticos círculos. Afinqué mis manos en mis rodillas y comencé a empujarme hacia abajo, para meter la mayor cantidad de polla en mi orto. La cara del hombre era un poema, se estaba poniendo rojo y comenzaba a sudar, me imagino que nunca le habían hecho un "masaje" como el mío. Durante un rato seguí con el vaivén, hasta que vi que se acercaba mi parada, así que arrecié con el meneo hasta que la dedicada polla comenzó a derramarse en mi interior, acompañada de un gran suspiro de su dueño. Una vez que se vació por completo, me levanté y dándole un besito en la mejilla me dirigí hacia la puerta del autobús. Esta vez, un largo camino blanco recorría mis muslos, refrescando mis piernas después de sendos polvos.
Bajé de la unidad en plena avenida, a ambos lados se extendían lo que parecía una serie interminable de sex shops, por lo que tenía un arduo trabajo por delante para elegir el regalo perfecto para mamá.
Tenía que empezar por algún lado, así que entré a la primera tienda. Una obesa dependienta con cara de pocos amigos me atendió, y visto que no encontré nada de mi agrado, salí de la tienda y entré a la siguiente. Así seguí por un buen rato, viendo, palpando y catando consoladores, vibradores, vergas plásticas de todo tipo, tamaños y formas; culos y coños plásticos réplica de actrices pornográficas, masajeadores de clítoris, ropa y una gran miríada de accesorios de corte sexual. Pero no encontraba nada especial.
Casi me había dado por vencida cuando entré a la última tienda, más pequeña que las anteriores. No veía nada especial tampoco, pero el vendedor, un musculoso hombre con una cola de caballo en el pelo, debió notar mi decepción.
– Señorita, ¿puedo ayudarla? ¿Qué estás buscando exactamente? – me preguntó el amable vendedor.
– Quiero algo especial, es para el regalo de cumpleaños de mi madre.
– Tengo por aquí algo que no está exhibido porque acaba de llegar. Lo llaman el modelo "Anaconda".
De la parte de atrás del mostrador, el vendedor sacó una simple caja rectangular de cartón marrón, sin ningún tipo de publicidad.
– Dicen que es lo último en consoladores extremos.
Abrió la caja y allí estaba. Nada más verlo supe que lo había encontrado. Mi búsqueda había finalizado. Frente a mí, se encontraba una gran verga de plástico negro. Era de doble cabeza, con hermosos glandes moldeados en ambos extremos. Debería medir aproximadamente 50 cm. de longitud, por unos 15 de diámetro. Gran cantidad de venas moldeadas surcaban toda su extensión. Era sencillamente hermosa.
– ¿Qué te parece? – preguntó el vendedor.
– Es hermosa, pero quisiera probarla primero, ya que mi mamá tiene el culo bastante abierto, y necesito uno del grosor perfecto que se lo pueda rellenar completamente. Mamá y yo tenemos el culo muy similar, así que si no hay problema quisiera probarlo en mi culo primero. Y diciendo esto, me di la vuelta, me levante la falda y abriendo las nalgas con mis manos le mostré mi ano al vendedor.
– ¿Usted cree que sirva? ¿Cree que pueda rellenarme el culo completamente? – le pregunté al tiempo que me sacaba el plug anal y abría y cerraba mi negro agujerito, como si estuviera bostezando.
– Sólo hay una manera de averiguarlo – dijo el vendedor, al tiempo que salía de detrás del mostrador.
– Además, es muy caro, no tengo dinero suficiente. ¿Usted cree que podría aceptar esto en parte de pago? – le dije ofreciéndole a mi fiel Tito, mi plug anal. No me importaba sacrificarlo, todo sea por el regalo de mamá.
– Claro que sí, pero primero vamos a ver si realmente sirve.
Ni corto ni perezoso, el vendedor trancó con llave la puerta de entrada, dio vuelta al cartel de "cerrado" y cerró la persiana de la puerta.
– Venga por aquí – me indicó el vendedor con "Anaconda" en la mano.
Me indicó un pequeño sofá de cuero de dos puestos, en el que, previendo la situación, me coloqué de rodillas, apoyada en el respaldo levantando mi culo en pompa lo más posible.
– Vamos a ver primero si entra la cabeza.
Dicho y hecho, el vendedor comenzó a introducirme el glande de la verga plástica con deliciosos movimientos rotatorios. Una vez que entró completa, comenzó a insertar en mi ano centímetro tras centímetro del oscuro implemento.
– De ancho está perfecto – indicó, pasando un dedo alrededor de todo el borde de mi ano – De hecho, no queda espacio para más nada, ni siquiera puedo meter un dedo – dijo intentando meter un dedo junto con el consolador en mi culo,
– ¡Aaaaaahhhh! – fue toda mi respuesta.
– Mire la diferencia.
Diciendo esto me sacó de golpe la negra verga y tomando un consolador más normal, lo introdujo en mi culo.
– Este queda flojo – dijo al tiempo que golpeaba suavemente las paredes internas de mi recto con el consolador. – De hecho, hasta cabe mi verga junto con él.
No sé en qué momento se había sacado la verga del pantalón, pero el hecho era que de repente, ya tenía metida en mi culo la verga del vendedor junto con la polla plástica. La sensación era deliciosa.
– Es más, hasta cabe otra verga más – exclamó al tiempo que introducía una segunda verga de plástico en mi ano – Señorita ¿usted trabaja mucho su culo, no es así? Nunca había visto un culo que se tragara tal cantidad de verga sin siquiera resentirlo.
Si esperaba una respuesta de mi parte, pues se iba a decepcionar, pues mi mente solo pensaba en lo deliciosamente que estaba siendo penetrado mi culo.
– ¿Su madre tiene el culo tan abierto como usted? Deben ser una familia bastante peculiar – dijo mientras comenzaba a perforarme rítmicamente el ano con su vara de carne caliente acompañada de dos vergas plásticas.
No tardó mucho en acabar dentro de mí, lo que no hizo más que excitarme aún más.
– Vamos a ver, ahora que su culo está lleno de leche, a lo mejor caben más cosas.
Diciendo esto, sacó su flácida verga e insertó un tercer consolador en mi bien trabajado ano. Yo estaba en el paraíso, tener tres vergas en el culo era lo máximo que me había ocurrido hasta entonces, y mi culo disfrutaba como si estuviera en un parque de diversiones. Me corrí a raudales, y el vendedor aprovechó para meterme su verga aún flácida en la boca. Logré colocarla en posición firme de nuevo, para que esta vez, el hombre la metiera en mi culo junto con los tres consoladores que ya lo habitaban. Por supuesto, estaba tan apretado que no tardó en correrse una vez más.
Me sacó los tres consoladores y su verga del culo, y este quedó tan abierto como nunca antes lo había sentido. De nuevo, introdujo a la "Anaconda" en mi culo, para comprobar que su diámetro era similar a todos los otros consoladores juntos.
– Creo que su mamá va a disfrutar mucho de su regalo – exclamó lascivamente.
Salí de la tienda feliz, con el regalo perfecto para mamá y con mi culito bastante agradecido del trato dispensado por el vendedor, rumbo a la universidad. Pero había un problema. Con las prisas, había dejado la mochila en casa, y el dildo gigante que había comprado para mamá no cabía en ninguna bolsa que tuviesen en la tienda. No sabía qué hacer, no podía llegar a la universidad con un consolador gigante en la mano. Sólo había una solución.
Me dirigí al callejón más próximo y disimuladamente me escondí donde mejor pude. Me levanté un poquito la falda y poco a poco comencé a insertarme el instrumento en mi bien trabajado culito. Ya no tenía a Tito, así que mi culo estaba vacío, y había espacio más que suficiente para el nuevo integrante de la familia. Cerré los ojos y poco a poco, con más trabajo del que supuse en un principio, fui introduciendo los casi 40 cm. de colorido plástico en mi recto. Ni que decir tengo que con dicha hazaña alcancé un par de orgasmos. Faltaba muy poco para terminar la ardua tarea, y tenía la sensación de que mis intestinos se habían puesto en línea recta. Aspire profundo, tome bastante aire y de un sólo empujón terminé de meterme al plástico amigo en lo más profundo de mis entrañas. Solté un sonoro gemido de placer cuando entró completamente, y recomponiéndome un poco la ropa, abrí los ojos.
Mayor fue mi sorpresa cuando vi a un hombre que me estaba mirando fijamente, con los ojos abiertos como platos, a menos de tres metros de distancia. Era un vagabundo, y supuse que el callejón en el que me encontraba era su hogar. No todos los días una maciza y oronda jovencita se inserta por el culo un consolador gigante en plena sala de tu casa.
Me dio un poco de vergüenza con el pobre individuo, quien no atinaba a reaccionar. Así que para aliviarle un poco, le baje los pantalones y me dediqué a darle una sabrosa mamada. Su polla olía a demonios, debía tener semanas que no se bañaba, pero desde hace tiempo yo había aprendido a no hacerle ascos a ninguna verga, todas son dignas de ser mamadas. Seguí con el trabajito oral, y poco a poco el vagabundo fue entrando en confianza, al punto que dirigió una de sus manos a mi culo y comenzó a amasarlo. Tan excitante era las escena que mi culo comenzó a relajarse y dejó salir un poco del consolador que lo rellenaba, situación que no desaprovechó el hombre y lo tomó para comenzar a masturbarme el culo con él.
No pudo aguantar mucho rato el pobre hombre, y al cabo de unos minutos comenzó a derramarse en mi boca. Esto lo llevó a que desatendiera mi culo, situación que tuve que remediar tomando yo misma el consolador y dándome más duro en el culo, por supuesto sin soltar la polla que tenía entre mis labios.
Dejé al pobre hombre desmadejado en su callejón y recompuse mi ropa. Me inserté de nuevo por completo el consolador en mi culo y partí rumbo a la universidad.
El problema con el dildo doble de mamá es que, al tener dos cabezas, no quedaba encajado completamente en mi ano como sí ocurría con mi plug anal, por lo que con cualquier movimiento medianamente brusco, comenzaba a salirse. Debido a esto, tenía que tener el culo permanentemente apretado.
Tomé el autobús rumbo a la universidad y, afortunadamente, había asientos disponibles esta vez. Me senté lo más al fondo que pude, en un asiento doble para mí sola, y disimuladamente, subí un poco mi falda por delante y comencé a juguetear distraídamente con mi clítoris, para hacer más ameno el viaje.
Afortunadamente, llegué a tiempo a clases. Aún no había comenzado, pero ya el profesor estaba dentro del salón y los alumnos comenzaban a ocupar sus asientos. Como siempre, elegí un asiento de la última fila, el más alejado de todos. Muchas veces me aburro en clase, y tengo que distraerme un poco, por lo que necesito algo de privacidad. No tengo muchos amigos en clase, de hecho no tengo ninguno, puros conocidos si acaso. La verdad es que mi peculiar vida no me permite entablar amistades muy estrechas, principalmente porque con lo caliente que mi culo está siempre, estoy segura de que terminaría follándomelos a todos, tanto hombres como mujeres. Además, sé que si llevo a alguno a mi casa, si no me lo follo yo, se lo follaría mi mamá o mis hermanas.
Estaba absorta en estas ensoñaciones a mitad de la clase cuando, por andar jugueteando disimuladamente con el lápiz dentro de mi coño, este se me resbaló y cayó al suelo. Me agaché a recogerlo, por lo que tuve que levantar un poco el culo del asiento. Esta posición provocó que el consolador de doble cabeza que llevaba insertado en mi recto se saliera un poco de su escondite, situación que fue remediada cuando volví a sentarme y se insertó completamente de nuevo en mi oscura caverna. Al ser de doble cabeza, el consolador no encaja por completo, y al más mínimo movimiento, se sale de mi culo. La sensación me gustó bastante, por lo que deje de trabajar en mi coño y comencé, muy disimuladamente, a levantarme un poco para dejar salir un poco del consolador para luego sentarme y volver a meterlo completo. Repetí el procedimiento varias veces, y el calentón que estaba consiguiendo era enorme. Estuve más de diez minutos con el mete y saca, y ya no aguantaba más, así que pedí permiso para salir de clase e ir al baño.
Salí corriendo, apretando el culo al máximo, y con mi coño chorreando por la cara interna de mis muslos. Entré en el último cubículo del baño de damas, el más alejado de la puerta principal. Cerré la puerta a mis espaldas, me recosté de frente sobre el sanitario, y comencé a sodomizar mi ano con el delicioso consolador que iba a regalarle a mamá. Mi abierto culo quedaba expuesto directamente hacia la puerta y tenía los ojos cerrados ante el éxtasis que estaba obteniendo. Estaba pronta a alcanzar el ansiado orgasmo anal cuando de pronto sentí unos dedos que trabajaban mi coño y el aliento de una boca en mi oreja.
– ¿Necesitas ayuda, Isa? – preguntó una voz directamente en mi oído.
– "¡Mierda!, la puerta no quedó bien cerrada" – pensé
Asustada, me incorporé a medias y me encontré con Tyron, uno de mis compañeros de clase.
– ¿Pensabas que nadie se estaba dando cuenta del jueguito que tenías tu sola en el salón de clase?
– Ho...hola, Tyron – atiné a decir, sin retirar el consolador de mi culo.
Tyron es uno de mis compañeros de clase, con los que, a decir verdad, tengo muy poco trato. Es un negro de 1.90 de estatura, con grandes músculos y ni un sólo pelo en su cabeza. No solo es uno de los mejores alumnos de la clase, sino que participa en toda clase de eventos deportivos. Siempre me había dado curiosidad calibrar el tamaño de su polla, y creo que esa oportunidad había llegado.
– Tranquila Isa, sabes que no te voy a hacer daño. Al contrario, déjame ayudarte un poco – dijo, al tiempo que retiraba mi mano del consolador y se adueñaba de la situación.
Me recosté un poco más sobre el sanitario, y Tyron se colocó al lado mío, tomando la verga plástica, comenzó a taladrarme el culo a conciencia. Cerré los ojos, y de pronto sentí algo que intentaba introducirse en mi boca. Tyron se había quitado los pantalones e intentaba que le mamara la polla. Sin hacer ningún tipo de desprecio (nunca desprecio una buena polla sin importar color, tamaño, olor, grosor, etc...) me introduje la caliente barra de carne en mi boca y comencé una soberbia mamada. Calculé que debía medir unos 22 cm., y era bastante gruesa. No era la mejor que había pasado por mi boca, pero tampoco estaba nada mal.
– Cálmate, Isa, no quiero acabar en tu boca todavía. Solamente quería que la lubricaras un poco – dijo Tyron al tiempo que retiraba su polla de mi boca y me dejaba como a la que le han quitado un caramelo.
Sin retirar el consolador de mi culo, comenzó a introducir su soberbio instrumento por mi coño. Al mismo tiempo que con sus manos aferradas al dildo taladraba mi culo, su polla hacia lo suyo en mi coño.
De pronto, detuvo sus embestidas y retiró su verga de mi chocho, dejándome una vez más a las puertas del orgasmo.
– ¡¿Qué haces?!
Por toda respuesta, obtuve una nueva presión en mi ano, ya que Tyron intentaba introducir su polla junto al dildo en mi estirado ano. No obtuvo mucha resistencia, así estaría de abierto mi ano, y pronto era deleitada con una nueva doble penetración anal. No pude evitar recordar el incidente con el vendedor de la Sex Shop, el cual me había dicho que teniendo el consolador insertado en el culo no cabía más nada allí. Parece que tanto él como yo, habíamos subestimado las capacidades elásticas de mi hambriento agujero negro. Esta vez, alcancé mi ansiado orgasmo, y pocos segundos después, Tyron descargaba su láctea carga en mi recto.
Su polla no había perdido nada de rigidez con la acabada, así que decidimos cambiar de posición y esta vez se recostó Tyron boca arriba en el sanitario y yo, dándole la espalda, me saqué el consolador y me introduje de nuevo su verga en mi hambriento ano. El consolador, como no podía quedarse sin trabajo, lo introduje esta vez en mi coño. Esta vez disfrutamos un poco más de la cogida, y de vez en cuando yo meneaba mi culo para darle algo de placer extra a la polla que me hacia el honor.
La segunda acabada fue, si cabe, aún más deliciosa. Quedamos un rato recostados en la misma posición, sin que Tyron retirara su polla, así que aproveché para preguntarle.
– ¿Qué quieres de mí, Tyron?
– Te quiero a ti, Isa – dejó escapar en un inesperado momento romántico dentro de tanto sexo salvaje.
– ¿A qué te refieres? – indagué más que extrañada.
– Quiero que seas mi novia.
Me esperaba cualquier cosa menos eso. Dada mi condición, mi familia, y la calentura permanente que me caracteriza, nunca me había planteado tener una relación formal. Pero ¿cómo se le puede negar algo al dueño de la verga que tienes metida en el culo en ese momento?. Es imposible argumentar con la verga que te taladra el culo, así que por toda respuesta, le di un fuerte apretón con mi orto a su verga, lo que Tyron comprendió inmediatamente como un sí. Mi ano y su verga habían congeniado a la perfección, así que de ahora en adelante, esa sería la nueva forma en que nos comunicaríamos.
Continuara...
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