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Relato Futanari III

Viaje en el Metro


Para comprender este relato, es absolutamente necesario leer la Introducción y los relatos previamente publicados



Eran aproximadamente las tres y media de la tarde cuando salí de la consulta de la doctora Paloma, la ginecóloga y proctóloga especializada en futanari. Estaba feliz, desbordante de alegría, ya que mi recto se encontraba rebosante de rico semen, tanto de la doctora como de sus dos enfermeras, que tan gentilmente se habían dado a la tarea de taladrarme el culo con sus tres pollas gigantes. Por supuesto, no podía faltar mi fiel Tito, mi plug anal de bola, insertado en mi ano reteniendo las nutritivas corridas anales.

Por lo general, como medio de transporte suelo utilizar el metro, y esta vez no iba a ser la excepción. Tal vez por el día, o tal vez por la hora, el metro no iba tan lleno de gente, y al ingresar al vagón pude sentarme cómodamente en un asiento desocupado. Los asientos del metro son dobles, es decir que van dos personas sentadas juntas, y a mi lado se encontraba un señor de semblante amable, que tal vez rondaría los 60 años.

Me senté, y con mucho disimulo, adherí a Tito del asiento plástico del vagón. Es realmente deliciosa la sensación del plug anal moviéndose en mi culo con los vaivenes del metro. Necesitaba recorrer varias estaciones, por lo que, ensimismada en mis pensamientos y en lo que me había dicho la doctora, poco a poco me fui durmiendo. Lamentablemente, esto conllevo a que no me diera cuenta del momento en que pasé de largo la estación en la que tenía que bajarme.

En un momento, el metro dio un frenazo, más fuerte de lo normal, lo mi relleno ano acusó bruscamente. Del susto me desperté, y al darme cuenta me paré inmediatamente del asiento, con la mala suerte de que Tito se quedó adherido al asiento, descorchando literalmente mi ano lleno de leche. Con un sonoro "plooofff" mi ano se vio indefenso ante la ley de gravedad, y el valioso semen que se encontraba depositado en mi culo fue a dar completamente al asiento, formando un charco donde anteriormente me encontraba sentada.

En un acto de desesperación, me arrodillé frente al asiento y comencé a lamer y a recoger con la lengua la mayor cantidad de semen posible. Afortunadamente, el vagón se encontraba casi completamente vacío, al estar en un tramo final de la ruta. El único que permanecía en el vagón era el señor de semblante amable, que al parecer también se había quedado dormido. Luego de unos minutos lamiendo el asiento impregnado en leche, me resigné, en mi estómago no servía de nada ese semen, y como dice el dicho, "no se puede llorar por la leche derramada". Así que me armé de valor e intenté despertar al señor, la única fuente de semen que tenía a la vista.

Una vez que estuvo despierto, y luego de la sorpresa inicial que le causó ver a una linda chica de 20 años arrodillada, en pompa con el culo abierto y lamiendo el semen derramado alrededor de un plug anal adherido a un asiento del metro, le comenté:

– Disculpe que lo despierte señor, pero necesito su ayuda – expresé
– ¿Dí... Dí... Dí... Dígame señorita? – preguntó con cara extrañada.
– Sabe usted, yo venía tranquila con mi culito lleno de rica leche, pero por un descuido mío, se ha botado toda, y mi culito está ahora vacío. ¿Sería usted tan amable, por favor, de volver a llenarme el culo de leche? – Le dije con un ingenuo mohín en mi cara.
– Cla... Cla... Claro, faltaría más. Con mucho gusto – Respondió, cambiando su semblante amable por uno más sádico.
– ¡Muchas gracias, señor, mi culito se lo agradecerá!

Dicho esto, me recosté con los codos sobre el asiento, y parando aún más mi culo, se lo ofrecí a tan amable caballero. Seguí lamiendo un poco más la leche del asiento, ya que, aunque fuera por su sabor, no valía la pena desperdiciarla, aunque ya no sirviera de mucho. Detrás de mi, el señor se bajó los pantalones y de una sola embestida comenzó a taladrarme el culo. No hizo falta mucho preparativo, ya que entre el plug anal que siempre llevo insertado y mi entrenamiento en ensanchamiento anal, mi culo se encuentra siempre abierto a disposición de cualquiera.

Estábamos gozando ambos con el mete y saca, cuando de pronto el metro se detuvo en la estación siguiente, con la mala suerte de que ingresaron tres personas al vagón. Al final, resultó que no fue nada de mala suerte, ya que los que ingresaron eran tres fornidos obreros que salían de su trabajo, y pusieron los ojos como platos cuando vieron semejante escena.

– Disculpe señorita, ¿se encuentra usted bien? – preguntó uno de ellos preocupado por mi seguridad ante una posible violación.
– Por... su...pues...to..., es...toy...per...fec...ta...- respondí abrumada por las embestidas a mi culo – Es... más... si... quieren... pueden... par...tici...par... – los invité amablemente.

Dicho y hecho, mis palabras fueron como el pistoletazo de salida. Los tres al unísono se bajaron los pantalones, y el primero de ellos se colocó debajo de mí, e inserto su deliciosa polla en mi coño, para hacer compañía a la del señor que me taladraba el culo. Se siente muy placentero tener una polla en cada agujero, pero en esta ocasión no estaba para el placer, si para la obligación. Necesitaba mi culo lo más lleno de leche posible, así que le dije al del coño:

– Por ahí no, ¡dámela por el culo!
– Pero el culo ya está ocupado – respondió él sin dejar de bombearme el coño.
– No te preocupes, hay sitio para todos.

Al momento, con su mano retiró la polla de mi coño y procedió a insertarla en mi culo junto con la otra que ya se encontraba ahí albergada. Tener dos pollas en el culo es una de las sensaciones más placenteras que puedan existir, así que me entregué a disfrutar de tan divino regalo. Los otros dos se encontraban uno a cada lado, y mis manos sujetaban fuertemente sus pollas para servirme de agarre y poder empujar aún más hacia atrás para que las vergas de mi culo se enterrarán hasta el fondo. De vez en cuando, y cuando la situación me lo permitía, las mamaba alternadamente.

Poco menos de diez minutos habían pasado cuando los dos que tenía el culo empezaron a arreciar sus embestidas.

– ¡Me corro! – exclamó el obrero.
– ¡Glup! ¡No se te ocurra sacarla del culo! – dije yo, sacándome un momento la polla que tenía en mi boca para poder hablar.

Casi al mismo tiempo, ambos sementales acabaron, llenándome mi agradecido culo del delicioso manjar.

– ¡Que no se derrame ni una gota! – grité.

Una vez que las retiraron, levanté aún más el culo, pegando casi la cara al piso del vagón, para que la fuerza de gravedad hiciera su trabajo, y la leche ingresara aún más profundamente dentro de mi recto. Estuve así un par de minutos, hasta que la impaciencia de los dos obreros que aún no habían degustado mi culo empezó a pasar factura.

– Levántate que venimos nosotros – exclamó uno de ellos.

Como no quería que la leche depositada se volviera a derramar, en vez de colocarme otra vez en cuatro recurrí a otra posición. Me di la vuelta, para quedar acostada boca arriba en el piso, y de espaldas me fui arrimando hacia el asiento, para que este sirviera de soporte a mi espalda y cadera. En un movimiento, llevé mis rodillas casi hasta mi cabeza, ofreciendo así mi culo completamente abierto a los dos amables caballeros que faltaban por taladrarme el orto.

– ¡Sírvanse! – exclamé, y con mis manos separé aún más mis nalgas.

Decidieron turnarse, ya que por la posición era difícil que la metieran los dos a la vez, por lo que mientras uno me taladraba el culo, el otro se colocó encima de mí, jugando con mi coño y mis tetas a la vez que yo se la mamaba.

Una vez que ambos hicieron su respectivo depósito anal, me quedé un rato más en la misma posición, descansando. Los obreros bajaron del vagón, no sin antes darme sus números de teléfono, y el amable señor me hizo el favor de volver a colocarme a Tito en el culo, para evitar que nuevamente la leche se derramara. Luego, bajó del vagón, no sin antes disfrutar de una buena mamada en pago a tan sacrificado favor que me acababa de hacer.

Así, llegué sola en el vagón a la próxima estación. Cual sería mi sorpresa cuando al descender del vagón, dos guardias de seguridad me estaban esperando en el andén.

– Buenas tardes señorita, queda usted detenida por exhibicionismo en público – dijo uno de ellos mientras me tomaba de un brazo.
– Pero, pero, pero... – No atinaba a responder nada.
– Por favor acompáñenos. Hay que revisarla primero.

Dicho esto, me empujó de frente contra una pared del andén, y haciéndome levantar los brazos y separar las piernas, comenzó a revisarme. Debido a mi atuendo no había mucho donde revisar, así que me pareció un abuso. Cuando llegó a mi culo, notó algo duro, y al levantarme la falda se llevó la sorpresa de que en lugar de bragas tenía un plug anal insertado.

– ¡¡¿Qué es esto?!! – vociferó.
– No por favor, no lo saqué, déjelo ahí, se lo ruego, por favor...
– Lo siento señorita – Y diciendo esto comenzó a sacarme el plug anal
– ¡Nooooo! ¡Nooooo! ¡Nooooo! ¡Por favor! – grité

Pero ya era demasiado tarde. El imbécil del guardia me había destapado el culo, y una vez más, la leche comenzó a manar por mis muslos, hasta formar un charco en el piso.

– ¡Mira José, la putita venía con el culo relleno! – le dijo al otro guardia.
¡Jajajaja! ¡Qué lástima! Habrá pasado mucho trabajo para llenarlo así – exclamó el otro, al ver el tamaño del charco que se había formado.

Comencé a llorar desconsoladamente, no sabía qué hacer. Me iban a llevar detenida y por segunda vez en el día, mi culo se había visto despojado de su rico relleno. Me entró un ataque de pánico, y al parecer, esto conmovió a los guardias.

– Tranquilícese señorita, no es para tanto.
– ¡Como que no es para tanto! ¡Ahora de donde voy a sacar más leche!

Al decir esto, los guardias intercambiaron una mirada de complicidad.

– No se preocupe, venga con nosotros. Una vez que se calme, veremos qué podemos hacer por usted.

Me llevaron a la oficina de seguridad, donde se encontraban dos guardias más, así como una serie de monitores que vigilaban todos los andenes y vagones.

– Siéntese aquí, por favor – Me ofrecieron una silla y un vaso de agua con azúcar, para calmar un poco los nervios.
– Gra... gracias...
– No la vamos a dejar detenida, pero por favor, contrólese un poco más cuando vuelva a usar el metro.
– Se... seguro, lo haré – dije un poco más calmada ya.

Estuve sentada unos minutos, hasta que me tranquilicé. Luego pase a sopesar la situación. Mi culo estaba vacío, y allí había cuatro vergas que tranquilamente podían volver a hacerme el favor de llenarlo.

– Ya estoy más tranquila, pero ahora tengo otro problema.
– Díganos que podemos hacer por usted – exclamó un guardia, poniendo cara de que ya sabía lo que se avecinaba.
– Mi culo está vacío, y es culpa suya – dije dirigiéndome al guardia que me había sacado a Tito del culo.- Necesito que enmienden su error.

Y dicho esto, me arrodillé encima del asiento y le ofrecí el culo a los cuatro guardias. Con mis manos me abrí las nalgas, y luego introduciendo dos dedos de cada mano en mi ano, lo abrí lo más que pude.

– ¡Faltaría más, señorita, con mucho gusto!

Estuve casi una hora recibiendo por el culo las vergas de los cuatro guardias de seguridad del metro, quienes amablemente me rellenaron de leche, por tercera vez en menos de tres horas.

Finalmente, casi las cinco de la tarde, llegué a mi casa. Al parecer no había nadie, excepto mamá.

– ¡Hola! – exclamé
– ¡Hola Isa, mi amor! ¿Cómo te fue? – me preguntó mamá desde su cuarto.
– ¡Muy bien mamá, muy bien! – respondí, entrando a su cuarto.

Mamá estaba, como siempre acostada en su cama. Las vergas plásticas mecánicas le taladraban el culo y el coño, alternativamente, como unos pistones. La bomba que cubría su verga de 35 cm. subía, arriba y abajo, pajeándola a conciencia. Las dos bombas de succión de sus tetas chupaban leche ininterrumpidamente.

– ¿Interrumpo? – pregunté.
– Para nada – dijo mamá – Solamente estaba viendo la novela.
– ¿Almorzaste? – le pregunté.
– Si, pero tu hermana Francis trajo poca comida, así que ya estoy con hambre otra vez.
– ¡Muy bien! – dije – entonces aquí te traigo la cena.
– Que rico, déjame que cene y luego me cuentas lo que te dijo la doctora.

Con mucho cuidado me coloque sobre mamá, dándole la espalda, de manera que mi ano quedara justo encima de su boca. Con sus delicadas manos, mamá extrajo a Tito de mi culo, y al hacerlo comenzó a manar de mi recto toda la leche que los guardias de seguridad del metro habían depositado allí.

Yo tampoco había comido, así que aproveché y desconecté la verga de mamá de la máquina de bombeo, y comencé a mamarla. Mamá debía estar por acabar cuando yo llegué, ya que al poco tiempo comenzó a descargar su gigantesca verga en mi boca. Como siempre, los primeros chorros fueron directo a mi garganta, mientras que lo restante se acumuló en mis mejillas para luego degustarlo con calma.



Continuara...

1 comentarios - Relato Futanari III

DK293 +1
Deberias hacerlo en animacion tiene un buen guion