Sexo en la vía pública

Hacía varios meses atrás que queríamos probar esa experiencia. La adrenalina, la lujuria, la pasión de tener sexo en la vía pública. Al principio me costó un poco convencerla pero finalmente aceptó. Esa misma tarde nos mensajeamos varias veces, pensando en lo que nos depararía la noche.
Realmente la idea de tener sexo en la calle era algo que me volvía loco, y desde que ella había accedido no podía dejar de pensar en ello.
Como les decía, los mensajes a medida que iba avanzando el reloj cada vez eran más calientes, si mal no recuerdo, el último que envié decía algo así: “La experiencia de esta noche, no te la olvidas en tu vida…”
Más allá de la calentura, tuvimos una cena tranquila. Siempre nos dábamos ese tiempo para desearnos cada vez mas. Esa noche el reloj corría, cada hora pasaba volando. Terminamos el vino y decidimos salir a caminar. Ya los cuerpos no eran los mismos, el jugo de uva había surtido efecto, la caminata se interrumpía cada 50 metros, por besos apasionados. La situación era insostenible.
Pese a semejante calentura, llegamos a la playa, era de noche pero verano, por lo que había algo de gente dando vueltas por el lugar, lo que hacía que toda la situación sea más caliente aún. Ella no lo voy a olvidar, tenia puesta una pollera de bambula, con una tanguita negra que le quedaba pintada. Le gustaba la ropa interior, y sabía que eso me enloquecía a mí también. Arriba solamente una musculosa y un escote que desviaba las miradas de todos. Caminábamos como sin encontrar el lugar preciso, los nervios por tener sexo en público al principio juegan una mala pasada. Dimos vueltas cerca de media hora, hasta que encontramos unas piedras de gran tamaño, sin dudarlo nos miramos y sabíamos que ese era nuestro lugar. Bajamos, mirando para todos lados, cebados por la calentura que ambos teníamos.
Ese momento fue uno de los más calientes de mi vida, comenzamos a besarnos con pasión y a tocarnos el uno al otro sin parar. Sentía como su respiración cada vez se agitaba más y ella podía sentir como se estaba poniendo mi pija de dura. Sin poder esperar, me senté y quite su tanguita negra, me acuerdo que la mire, mire a sus ojos le di un beso y la guarde en mi bolsillo. “Esta me la quedo yo” – Le dije.
Sin demorar un instante agarro muy fuerte mi pija y se sentó sobre ella. Solo demoró un segundo mi pija en meterse de lleno en su concha ya toda mojada. La excitación era irresistible, empezó a cabalgar como pocas veces. Mis manos apretaban sus tetas a más no poder, hasta que de repente se escucho que alguien se acercaba y de los nervios tuvimos que interrumpir todo, rápidamente se paro y nos hicimos los que no pasaba nada, pero una pareja que pasaba cerca, se sonrió mientras nos miraba.
La calentura no había terminado y nosotros queríamos seguir lo que habíamos empezado…
Tuvimos que irnos de la playa, definitivamente iba a ser imposible estar ahí. Volvimos al barrio (uno de esos de veredas anchas y arboles altos). Calientes y a la vez riéndonos por la situación que estábamos viviendo. Ya en barrio encontramos un cantero, con la medida justa para poder sentarme. No lo dudamos y en esa esquina continuamos lo que habíamos comenzado en la playa. Ella ya sabía lo que quería, ahora se sentó pero de espaldas a mí, y otra vez comenzó a cabalgar desesperada, tenia rulos y pelo largo, me acuerdo que para no gemir tan fuerte besaba sus hombros y mientras tanto le tiraba del pelo mientras ella se movía sin parar. Yo sentía como mi pija latía dentro de su concha y podía sentir también como sus flujos caían por toda mi pija, los dos estábamos a punto de explotar de placer. Ella le encantaba chupar la pija y no se pudo contener, se levanto rápidamente y empezó a chuparme la pija con furia, me miraba fijo, mientras subía y bajaba con su boca por toda mi pija. En ese momento me olvide de todo el entorno, era similar a estar en una habitación de telo, si paso alguien nunca lo vi, solo podía mirarla a ella mientras seguía chupándome la pija.
Me miró y me dijo: “Te juro que no doy más quiero otra vez tu pija adentro”. Pero ahora era mi turno, apoye sus manos sobre el cantero y me agarre fuerte de su cadera, separe sus piernas y empecé a cogerla a todo lo que podía realmente ese instante era una sensación indescriptible, estar cogiendo de esa manera en medio de la calle y en medio de la noche. La cabeza vuela hacía cualquier lugar. Volví a sentarme y ella se sentó sobre mi pija una vez más…seguimos cogiendo hasta explotar los dos en un orgasmo interminable. Los dos nos mordíamos los labios para no hacer ruido. Ese instante fue mágico, ella se levanto y por toda mi pija caía leche y sus flujos. Fue uno de los polvos más calientes de mi vida. Si alguien nos vio nunca lo vamos a saber, pero si pudo presenciar ese instante, seguramente no se lo va a olvidar jamás en su vida…