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Nuestras fantasías III

Fantasía con mi esposa III (trío con una teen)
Hola poringueros y poringueras. Esta serie de relatos, si bien no parece interesarle a mucha gente, nos ha dado a mi esposa y a mi más vuelo a la sexualidad; fantaseamos algo, imaginamos el relato y nos calentamos tanto que terminamos cojiendo como conejos.
Si, como están leyendo, cojer, cojer y cojer... Hacemos el amor porque nos amamos y mucho; pero ahora, y después de semejante historia (ver Fantasías con mi mujer II), lo hacemos salvajemente, con palabras sucias, con salvajismo, sin tantas caricias, meta palo y a la bolsa... La otra vez la encontré a ella en un bar con una compañera de trabajo que no me conocía, la miraba insinuante desde una mesa distante y ella respondía a mi mirada gesticulando complacida. Me levanté de golpe, pasé por la mesa donde estaban ellas y me dirigí hacia los sanitarios, con ella siguiéndome. Una vez allí nos metimos dentro del baño para caballeros, le subí la pollera, le quité su tanga y le di una breve pero intensa cojida, ante la mirada atónita de un veterano que estaba orinando. Más atónita la esperaba a mi esposa su compañera, sorprendida por su actitud de caer en sus más bajos instintos en un lugar público y con un "extraño", no dejó de ser una situación excitante.
Lo cierto que ahora apuntamos nuestros cañones a Julieta, de 18 años, recién egresada del colegio secundario e inseparable amiga de mi hija. Ella es alta, de pelo lacio, muy simpática y tímida, con rasgos casi aniñados y algo de inocencia que le da a nuestra fantasía un toque de morbo. Tiene además una excelente relación con mi esposa, casi diría es una segunda madre. Confidente, gamba, la supo aconsejar en sus momentos críticos.
Nuestra hija viaja por motivos laborales y Julieta se viene a casa y se instala como una hija más. Y hace vida normal, sale, vuelve tarde con algún noviecito, etc. Pero me mata que por los viernes a la noche viene con un baby doll violeta que a mi mujer y a mi nos quita el aliento.
Uno de esos viernes, como a la una de la mañana, mi mujer se fue a poner también un baby doll sexy con encajes negro y yo me puse de calzoncillos bóxer de lycra negro y una remera blanca para acompañar a Julieta. Ella, sorprendida y familiarizada a la vez, nos miraba de reojo sin decirnos nada como entretenida en la película. La peli tenía un alto contenido erótico y Julieta no podía resistirse en pasarse, con un poco de disimulo, la mano por su pelvis. Mi esposa, rápida, aprovechó para abrazarla y acariciar su cabellera. Ella, con leve suspiros expresaba su estado de excitación.
Voy a la cocina en busca de una botella de licor y a mi regreso las veo que estaban tocándose mutuamente sin perder la atención en la película que casualmente exhibía una escena de lesbianismo. La situación me superaba, pensar en hacer esos 6 o 7 metros que me separaba de ellas vestido en bóxer y con una indisimulable erección era una situación que, lejos de incomodarme, me excitaba más. Al pasar frente a ella Julieta no paraba de quitarme la vista al bulto sin dejar de atender a mi señora.
- Uy!!!! Como venimos grandote!!!! - me dijo la pendeja con su vista puesta en mi bulto y sus manos apretando las de mi mujer en su pelvis.
- Vení mi amor. Unite a nosotras. - agregó mi esposa.
Ellas se besaban sentadas desde el sillón mientras, ubicado en el suelo, empiezo a recorrer con mi lengua la suave piel de las piernas de Julieta hasta chocar con su tanguita. Con mis dedos la hago a un lado para seguir mi trabajo con mi lengüita. Mi mujer presiona mi cabeza como pidiendo que no me aparte de allí ni por un instante mientras juega con los pechos, ahora si desnudos, de Julieta. De a ratos interrumpe su labor para comerle la boca a Julieta, saboreando su lengua y haciendo de su saliva y la de ella una sola. Me aparto por un instante y las veo fundidas haciendo un 69, todo un poema. Casi por impulso me pongo de pie y me empiezo a masturbar viéndolas en una imagen cargada de un fuerte contenido erótico. Luego de un profundo beso de lengua ellas se ponen de acuerdo y me empiezan a chupar mi pene grande y grueso. Julieta con su mirada irradiaba lujuria, como un caníbal del pene tragó hasta el último milímetro de mi viril miembro. Mi esposa, en tanto, se entretenía dándome un excitante beso negro que me hacía a punto de estallar. A los empujones las tuve que apartar porque estaba a punto de acabar y no quería. Quería prolongar lo más posible ese estado, buscaba que esa electricidad que recorría mi cuerpo lo haga con más intensidad aún.
Ante eso las dos insaciables mujeres se acariciaban mutuamente. Mi esposa se recostó sobre el sillón con sus piernas abiertas para que Julieta le coma su conchita bien depilada.
Por más que quería frenar mis impulsos no podía detenerme ni parar de excitarme, ver el hermoso culo de Julieta a mi entera disposición mientras ella le daba un exquisito sexo oral a mi esposa era más de lo que cualquier mortal podía esperar. Algo digno de las mejores películas pornos o eróticas. Ante esa situación, me acerqué a Julieta por detrás y penetré su húmeda vagina. Ella hizo una pausa y largo un sonoro y profundo respiro al recibir casi de sorpresa mi pene. Con ritmo empiezo a sacudirla mientras mi mujer, que dejó de ser atendida por Julieta, se empezó a masturbar al vernos en ese trajeteo. Al cabo de unos minutos los gritos de ambas mujeres llenaron mi living de dimensiones generosas.
Las dos mujeres, excelentes amantes, gozando al borde del éxtasis no hicieron más que hacer que estuviera a punto de estallar. Julieta se apartó de mi, tomo de la mano a mi esposa y juntas se arrodillaron para recibir toda mi esperma espesa sobre sus caras. Deseosas se limpiaban la cara mutuamente quitando restos de semen con la lengua mientras se chuponeaban y se besaban apasionadamente.
Los tres caímos donde podíamos completamente exhaustos mientras reíamos cómplices.
- No le digas de esto a tu hija - nos reclamo Julieta.
- No te preocupes, será nuestro secreto -le contestó mi mujer mientras tomaba mi mano y la de Juli.
- Nos debemos dos cosas - agregó Julieta con tono libidinoso. - Vos grandote con esa pija hermosa me tenés que hacer la cola. Y me tenés que dejar una noche a solas con tu mujer.
Con mi mujer nos mirábamos sumamente excitados esperando cumplir los deseos de nuestra caprichosa amante.

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