La vida es imprevisible y caprichosa lo que puede convertir una vida monótona y aburrida en la más increíble de las historias.
Me llamo Roberto tengo 41 años, alto, de ojos grisáceos, antes atlético pero por mi edad actual he perdido algo de tono (aunque me mantengo aún bastante bien) y con un carácter extrovertido . Vivo solo puesto que nunca me he querido atar a nadie y tampoco he sentido esa necesidad. Además, el perfil de la candidata tendría que ser tan... especial digamos que lo hace muy poco común y aún no he visto que ninguna cumpla los requisitos precisos, aunque si ha habido varias que cumplían una parte muy alta de ellos.
Sexualmente soy muy activo, vicioso y morboso y he cumplido con casi todas las experiencias, digamos normales, y muchas de las más consideradas fuertes. He practicado sexo 'normal', anal, tríos, en grupo, orgías, intercambios, dominación y BDSM (en plan Light y siempre consensuado), sexo con travestis e incluso algo de gay (como activo),... A lo único que me he negado ha sido a las prácticas más escatológicas y a la violencia extrema. Es fácil suponer que, con estos gustos, es difícil encontrar a alguna mujer lo suficientemente liberal o de mente abierta como para participar en estas prácticas.
Bueno, al asunto. En mi trabajo (soy consultor) conocí en una ocasión a Belén, una encargada de tecnología de una empresa de informática que tenía un proyecto bastante importante entre manos y que precisaba de un asesoramiento de mercado e infraestructuras muy determinado, por lo cual contaron con mis servicios. Las sesiones de trabajo empezaban por la mañana y se solían alargar hasta bastante entrada la tarde–noche. Por ello era muy común que saliéramos a comer y a cenar con mucha asiduidad lo que permitió que conociera su vida. Belén era madre soltera de una chica que, en aquel momento, contaba con 17 años pero a la que le quedaba poco para la mayoría de edad). Éste era el motivo por el que la relación con ella se había tensado por los continuos enfrentamientos entre ellas.
Por cierto, Belén es una preciosa mujer rubia (teñido) con ojos color miel, preciosa de cara, labios carnosos y bien definidos, con un cuerpo generoso, no con sobrepeso pero si exuberante, pecho generoso aunque ya perdiendo turgencia y culo redondo con los mismos “peros” que la piel (no caído pero tampoco terso). A mi forma de entender, con 39 años estaba de muy buen ver y de mejor catar. Es lógico suponer que comencé con mis estrategias para, tarde o temprano, acceder a sus… favores.
Poco a poco conseguí que se fuera abriendo con piropos en los momentos oportunos, pequeñas invitaciones, etc. Vamos… esos pequeños gestos que hacen que se consigan grandes logros por lo que, al poco tiempo la tenía comiendo de mi mano. Ahora además pienso que la abstinencia que sufría en aquella época y la cercanía de la famosa 'crisis de los 40' propició que me diera acceso a su persona.
- - -
Todo se desató un viernes tras la salida de otra maratoniana jornada. Fuimos a tomar unas tapas a modo de cena y entre la charla, las bromas picantes y los vapores del alcohol ingerido, empezamos con el flirteo mutuo. A ella se la notaban más los efectos alcohólicos por lo que me situé en posición de espera, como un cazador que acecha a la presa y no dispara hasta que sabe que tiene el 100% de posibilidades de acertar. Dejé que se fuera soltando. La daba pie a que siguiera y canalicé la conversación hasta el punto que me interesaba. En un momento dado, me dijo:
- La verdad es que hacía mucho tiempo que no me lo pasaba tan bien con nadie. Esto de estar sola a veces tiene grandes inconvenientes.
- ¿Por? –me hice un poco el tonto– ¿A qué te refieres exactamente?
- Joder Rob (me llama así fuera del trabajo), no me seas pardillo –(Jajajajaja, ¿yo?)– Ahora mismo lo que menos me apetece es llegar a casa sola y menos si voy a acabar discutiendo con mi hija.
- Bueno, siempre dicen que dos no discuten si uno no quiere.
- No me refería solo a eso. Hace mucho que no me doy un homenaje adecuado y hasta el final.
- Si te refieres a lo que tengo en la cabeza, no sé exactamente dónde está el problema.
- Pfffff –resopló– No creo que sea muy ético que lleváramos nuestra relación más lejos en lo personal.
Me sonreí para mí mismo. Ahora era el momento en que me tocaba a mí dar el empujón.
- Que yo sepa no somos médico-enfermo ni abogado-cliente. Sólo estamos desarrollando un proyecto y no creo que nuestra situación personal tenga que afectar a nuestro trabajo. Además, yo estoy para guiar y depende de ti que me hagas caso o no. Aparte, tampoco afecta el tema de pasta por lo que tus jefes no tendrían motivos para aducir problema alguno.
- Sí, peroooo… –empezaba a dudar. Eso era bueno para mis intereses.
- Ni pero ni manzano. No te quiero convencer de nada, allá tú. Yo no soy el que se ha quejado de nada ni el que echa nada en falta.
- No si ya sé que tú no tienes problemas de esa clase. Tienes pinta de conseguir a toda mujer que se te cruce.
- ¡Eeeeeehhhh, para el carro! Que yo escojo y mi nivel está muy alto. Vamos que no le doy luz verde a cualquiera.
Se quedó unos segundos mirándome de forma inquisitiva, pensando que es lo que debería de decirme. Notaba la lucha en su interior entre sus reparos y las ganas que tenía. Finalmente, esbozó una sonrisa.
- Vaya, si es así, si me aceptas… ¿te tomarías la última en mi casa?
Ya estaba echado el órdago y no iba a ser yo quien no lo quisiera. Sólo de pensar lo que haría con ella ya me tenía enfermo. Además, ¿cómo negarse a una invitación tan directa? No seré yo quien le niegue el pan al hambriento. A modo de respuesta, me levanté, tome su mano y salimos del local rumbo al aparcamiento donde tenía el coche. Durante el corto camino hasta su casa no hablamos. En cada semáforo aprovechábamos para besarnos y acariciarnos mutuamente. Pude ver a través de su blusa como los pezones se marcaban en la tela, denunciando la excitación de la propietaria. Además era algo muy contagioso puesto que yo tenía una tienda de campaña más que evidente en mis pantalones, tienda que no tendía a disminuir debido a los constantes magreos que le dedicaba a mi pelón amigo la estimada mano de Belén.
Aparqué en su plaza de garaje y ya en el ascensor hasta su casa no pudimos contenernos más. Nuestras lenguas se fundían y exploraban la boca del otro frenéticamente mientras nuestras manos palpaban y buscaban el contacto directo con la piel del contrario. Cuando estábamos a punto de entrar en su casa:
- Por favor, no hagas ahora ruido que mi hija estará en su habitación durmiendo.
- Vale. No me había acordado de tu hija. Procuraré no hacer ruido. –la dije mientras mis manos seguían jugando, una en su ombligo y la otra tocando su sexo por encima de su ropa interior.
Su casa está muy bien puesta y decorada. Desde la puerta de entrada parte un pasillo que distribuye al resto de las habitaciones, siendo la de Belén la última, cosa bastante corriente en las habitaciones destinadas a matrimonios. La de su hija está en el lado contrario a la de Belén con un aseo entre medias lo que proporcionaba un extra de intimidad a la alcoba de cada una. Entramos en su cuarto y seguimos devorándonos mutuamente. Empecé a desvestirla lentamente, primero sacándola la blusa por la cabeza (¿para qué perder el tiempo desabrochándola?), pasando el canto de la mano por sus antebrazos, rozando con la punta de los dedos su espalda, subiendo al cuello. Belén respondía a las caricias con respiraciones profundas, como si la faltara el aire, cerrando los ojos y echando la cabeza hacia atrás lo que me permitió el siguiente ataque que no era otro que besar su cuello, chuparlo llevando la lengua desde su tráquea hasta los lóbulos de las orejas.
El resultado fue el surgimiento desde su garganta de suspiros de placer que ganaron en intensidad cuando mis manos, descendiendo por su espalda, bajaron la cremallera de su falda permitiendo que ésta cayera hasta los tobillos, y apoderarse de los glúteos que, gracias al tanga que llevaba, me daban acceso a esa masa de carne (que aunque no muy prieta) no está nada mal.
Me comenzó a desabrochar la camisa hasta que consiguió quitármela, dejándome con la corbata aún puesta y descendiendo hacia el cierre de mis pantalones que amenazaban a reventar por la ingente acumulación de sangre que tenia a esas alturas mi compañero de fatigas. En cuanto quedé libre de los pantalones, se agachó rápidamente (aprovechando para liberarme también de mi slip) y se metió mi trozo en la boca, rápidamente, con urgencia, empezando una mamada que me hacía ver, ya no sólo las estrellas, sino constelaciones enteras. Su lengua pasaba rápida por la punta de mi glande mientras sus labios aprisionaban mi falo, con rápidos movimientos de mete saca y su mano alternaba entre mis testículos y movimientos de masturbación. Intenté en un par de ocasiones que parara puesto que con semejante tratamiento mis defensas estaban al mínimo de su resistencia. Como no me dejaba abandonar su boca decidí disfrutar de la felación hasta que el punto de no retorno quedó a mis espaldas.
- ¡¡Arggg, no aguanto más… me voy a correr!!
Aumentó la velocidad mientras me sujetaba con la mano que la quedaba libre del culo para que no me retirara por lo que, sin más que objetar, mi esperma se liberó en el interior de esa cálida boca que me ordeñaba como hacía tiempo que no me vaciaba ninguna mujer. Por la comisura de sus labios veía escapar la mezcla de semen y saliva mientras corría descendiendo hacia su cuello y goteaba sobre sus pechos que recibían el néctar de aquel formidable orgasmo que Belén me proporcionaba. Cuando los espasmos de mi pene terminaron, me miró desde abajo con una cara de vicio y deseo sin límites. Desde luego ella también había disfrutado del sexo oral que me había hecho.
Como buen caballero que soy, me preparé para devolverle el placer proporcionado. La ayude a incorporarse mientras dejaba la luz de habitación en unas sensuales penumbras y la liberaba del tanga, única prenda que ella conservaba (por cierto, yo lo único que tenía puesto aún era la corbata y no quiero ni pensar lo ridículo que tenía que estar) y la recostaba en la cama mientras la besaba, notando mi propio sabor algo que nunca me ha dado reparos.
Enterré mi cabeza entre sus piernas comenzando el cunnilingus porque ya, a esas alturas, no nos íbamos a poner a aumentar la lívido más de lo que ya estaba. Le pasaba la lengua a lo largo de toda su vagina, desde el perineo hasta más arriba de su clítoris, órgano al que procuraba dar tratamiento más especial mientras mis dedos hacían la doble función de separar sus labios y acariciar bien tanto el exterior como el interior de su sexo. Belén estaba realmente encharcada. Su coño destilaba flujos como una posesa, casi como si estuviera meándose. Realmente estaba salida como una perra y no mentía cuando comentaba las ganas ‘atrasadas’. Calculo que no debió de durar más de dos o tres minutos la comida de coño que la hice antes de notar como los temblores se apoderaban de ella. Su cuerpo se empezó a poner rígido mientras su cara se contraía en un rictus de puro placer, casi doloroso y estalló en un orgasmo que me alucinó. Noté claramente como expulsaba caldos del interior de su vagina. Había oído eso de la ‘eyaculaba femenina’ pero nunca hasta ese momento una de mis amantes me había regalado uno de ellos. Temblaba (y lo digo literalmente) de placer mientras mi cabeza hacía verdaderos esfuerzos por permanecer en contacto con su vulva, que se alejaba cada vez que sus piernas se cerraban en el acto reflejo del orgasmo.
Lo cierto es que ese orgasmo de Belén me volvió a poner como un lancero bengalí y decidí no dar tregua a ese cuerpo que me estaba comiendo. Me puse entre sus piernas y de una certera estocada la enterré mi pedazo de carne hasta que mis pelotas acariciaron el peladito coño de mi querida compañera. La cabalgada que la dediqué fue de todo menos tierna. Metía mi polla hasta el fondo y luego la retiraba hasta que casi se salía por completo, volviendo a repetir la operación. Cuando me cansaba de aguantar la posición, me tumbaba sobre ella sin sacarle la polla del coño y aprovechaba para chuparle los pezones rosita claro que coronaban sus pechos, grandes, turbadores,… tentadores.
Así estuve bastante más tiempo puesto que mi orgasmo anterior me permitía aguantar la tentación de correrme ya que, cuando lo hago, tardo bastante en recuperarme, algo que noto que se agrava con la edad. De esa forma estuve follándome a Belén hasta que su cuerpo volvió a tensarse en un nuevo orgasmo, menos intenso que el anterior pero sí más duradero e igual de arrollador. Me agarraba de la nuca cada vez que podía para acercarme y besarme mientras exhalaba su placer en suspiros roncos y profundos
Tras ese orgasmo se quedó desmadejada y sin fuerzas sobre la cama, quedándose por completo a mi merced. Intenté seguir con la follada pero me esquivaba. No hace falta ser muy listo para imaginarse la sensibilidad que tendría en sus partes. Me levanté para que el aire me diera en todo mi sudoroso cuerpo ya que ambos lo hacíamos copiosamente ayudados por el calor que ya comenzaba a hacer. Despreocupadamente me dirigí a la cocina a buscar alguna bebida fría con la que refrescarnos. Cuando estaba delante de la nevera agenciándome un par de refrescos caí en un detalle que a otros les habría pasado por alto.
¡La puerta!
Me llamo Roberto tengo 41 años, alto, de ojos grisáceos, antes atlético pero por mi edad actual he perdido algo de tono (aunque me mantengo aún bastante bien) y con un carácter extrovertido . Vivo solo puesto que nunca me he querido atar a nadie y tampoco he sentido esa necesidad. Además, el perfil de la candidata tendría que ser tan... especial digamos que lo hace muy poco común y aún no he visto que ninguna cumpla los requisitos precisos, aunque si ha habido varias que cumplían una parte muy alta de ellos.
Sexualmente soy muy activo, vicioso y morboso y he cumplido con casi todas las experiencias, digamos normales, y muchas de las más consideradas fuertes. He practicado sexo 'normal', anal, tríos, en grupo, orgías, intercambios, dominación y BDSM (en plan Light y siempre consensuado), sexo con travestis e incluso algo de gay (como activo),... A lo único que me he negado ha sido a las prácticas más escatológicas y a la violencia extrema. Es fácil suponer que, con estos gustos, es difícil encontrar a alguna mujer lo suficientemente liberal o de mente abierta como para participar en estas prácticas.
Bueno, al asunto. En mi trabajo (soy consultor) conocí en una ocasión a Belén, una encargada de tecnología de una empresa de informática que tenía un proyecto bastante importante entre manos y que precisaba de un asesoramiento de mercado e infraestructuras muy determinado, por lo cual contaron con mis servicios. Las sesiones de trabajo empezaban por la mañana y se solían alargar hasta bastante entrada la tarde–noche. Por ello era muy común que saliéramos a comer y a cenar con mucha asiduidad lo que permitió que conociera su vida. Belén era madre soltera de una chica que, en aquel momento, contaba con 17 años pero a la que le quedaba poco para la mayoría de edad). Éste era el motivo por el que la relación con ella se había tensado por los continuos enfrentamientos entre ellas.
Por cierto, Belén es una preciosa mujer rubia (teñido) con ojos color miel, preciosa de cara, labios carnosos y bien definidos, con un cuerpo generoso, no con sobrepeso pero si exuberante, pecho generoso aunque ya perdiendo turgencia y culo redondo con los mismos “peros” que la piel (no caído pero tampoco terso). A mi forma de entender, con 39 años estaba de muy buen ver y de mejor catar. Es lógico suponer que comencé con mis estrategias para, tarde o temprano, acceder a sus… favores.
Poco a poco conseguí que se fuera abriendo con piropos en los momentos oportunos, pequeñas invitaciones, etc. Vamos… esos pequeños gestos que hacen que se consigan grandes logros por lo que, al poco tiempo la tenía comiendo de mi mano. Ahora además pienso que la abstinencia que sufría en aquella época y la cercanía de la famosa 'crisis de los 40' propició que me diera acceso a su persona.
- - -
Todo se desató un viernes tras la salida de otra maratoniana jornada. Fuimos a tomar unas tapas a modo de cena y entre la charla, las bromas picantes y los vapores del alcohol ingerido, empezamos con el flirteo mutuo. A ella se la notaban más los efectos alcohólicos por lo que me situé en posición de espera, como un cazador que acecha a la presa y no dispara hasta que sabe que tiene el 100% de posibilidades de acertar. Dejé que se fuera soltando. La daba pie a que siguiera y canalicé la conversación hasta el punto que me interesaba. En un momento dado, me dijo:
- La verdad es que hacía mucho tiempo que no me lo pasaba tan bien con nadie. Esto de estar sola a veces tiene grandes inconvenientes.
- ¿Por? –me hice un poco el tonto– ¿A qué te refieres exactamente?
- Joder Rob (me llama así fuera del trabajo), no me seas pardillo –(Jajajajaja, ¿yo?)– Ahora mismo lo que menos me apetece es llegar a casa sola y menos si voy a acabar discutiendo con mi hija.
- Bueno, siempre dicen que dos no discuten si uno no quiere.
- No me refería solo a eso. Hace mucho que no me doy un homenaje adecuado y hasta el final.
- Si te refieres a lo que tengo en la cabeza, no sé exactamente dónde está el problema.
- Pfffff –resopló– No creo que sea muy ético que lleváramos nuestra relación más lejos en lo personal.
Me sonreí para mí mismo. Ahora era el momento en que me tocaba a mí dar el empujón.
- Que yo sepa no somos médico-enfermo ni abogado-cliente. Sólo estamos desarrollando un proyecto y no creo que nuestra situación personal tenga que afectar a nuestro trabajo. Además, yo estoy para guiar y depende de ti que me hagas caso o no. Aparte, tampoco afecta el tema de pasta por lo que tus jefes no tendrían motivos para aducir problema alguno.
- Sí, peroooo… –empezaba a dudar. Eso era bueno para mis intereses.
- Ni pero ni manzano. No te quiero convencer de nada, allá tú. Yo no soy el que se ha quejado de nada ni el que echa nada en falta.
- No si ya sé que tú no tienes problemas de esa clase. Tienes pinta de conseguir a toda mujer que se te cruce.
- ¡Eeeeeehhhh, para el carro! Que yo escojo y mi nivel está muy alto. Vamos que no le doy luz verde a cualquiera.
Se quedó unos segundos mirándome de forma inquisitiva, pensando que es lo que debería de decirme. Notaba la lucha en su interior entre sus reparos y las ganas que tenía. Finalmente, esbozó una sonrisa.
- Vaya, si es así, si me aceptas… ¿te tomarías la última en mi casa?
Ya estaba echado el órdago y no iba a ser yo quien no lo quisiera. Sólo de pensar lo que haría con ella ya me tenía enfermo. Además, ¿cómo negarse a una invitación tan directa? No seré yo quien le niegue el pan al hambriento. A modo de respuesta, me levanté, tome su mano y salimos del local rumbo al aparcamiento donde tenía el coche. Durante el corto camino hasta su casa no hablamos. En cada semáforo aprovechábamos para besarnos y acariciarnos mutuamente. Pude ver a través de su blusa como los pezones se marcaban en la tela, denunciando la excitación de la propietaria. Además era algo muy contagioso puesto que yo tenía una tienda de campaña más que evidente en mis pantalones, tienda que no tendía a disminuir debido a los constantes magreos que le dedicaba a mi pelón amigo la estimada mano de Belén.
Aparqué en su plaza de garaje y ya en el ascensor hasta su casa no pudimos contenernos más. Nuestras lenguas se fundían y exploraban la boca del otro frenéticamente mientras nuestras manos palpaban y buscaban el contacto directo con la piel del contrario. Cuando estábamos a punto de entrar en su casa:
- Por favor, no hagas ahora ruido que mi hija estará en su habitación durmiendo.
- Vale. No me había acordado de tu hija. Procuraré no hacer ruido. –la dije mientras mis manos seguían jugando, una en su ombligo y la otra tocando su sexo por encima de su ropa interior.
Su casa está muy bien puesta y decorada. Desde la puerta de entrada parte un pasillo que distribuye al resto de las habitaciones, siendo la de Belén la última, cosa bastante corriente en las habitaciones destinadas a matrimonios. La de su hija está en el lado contrario a la de Belén con un aseo entre medias lo que proporcionaba un extra de intimidad a la alcoba de cada una. Entramos en su cuarto y seguimos devorándonos mutuamente. Empecé a desvestirla lentamente, primero sacándola la blusa por la cabeza (¿para qué perder el tiempo desabrochándola?), pasando el canto de la mano por sus antebrazos, rozando con la punta de los dedos su espalda, subiendo al cuello. Belén respondía a las caricias con respiraciones profundas, como si la faltara el aire, cerrando los ojos y echando la cabeza hacia atrás lo que me permitió el siguiente ataque que no era otro que besar su cuello, chuparlo llevando la lengua desde su tráquea hasta los lóbulos de las orejas.
El resultado fue el surgimiento desde su garganta de suspiros de placer que ganaron en intensidad cuando mis manos, descendiendo por su espalda, bajaron la cremallera de su falda permitiendo que ésta cayera hasta los tobillos, y apoderarse de los glúteos que, gracias al tanga que llevaba, me daban acceso a esa masa de carne (que aunque no muy prieta) no está nada mal.
Me comenzó a desabrochar la camisa hasta que consiguió quitármela, dejándome con la corbata aún puesta y descendiendo hacia el cierre de mis pantalones que amenazaban a reventar por la ingente acumulación de sangre que tenia a esas alturas mi compañero de fatigas. En cuanto quedé libre de los pantalones, se agachó rápidamente (aprovechando para liberarme también de mi slip) y se metió mi trozo en la boca, rápidamente, con urgencia, empezando una mamada que me hacía ver, ya no sólo las estrellas, sino constelaciones enteras. Su lengua pasaba rápida por la punta de mi glande mientras sus labios aprisionaban mi falo, con rápidos movimientos de mete saca y su mano alternaba entre mis testículos y movimientos de masturbación. Intenté en un par de ocasiones que parara puesto que con semejante tratamiento mis defensas estaban al mínimo de su resistencia. Como no me dejaba abandonar su boca decidí disfrutar de la felación hasta que el punto de no retorno quedó a mis espaldas.
- ¡¡Arggg, no aguanto más… me voy a correr!!
Aumentó la velocidad mientras me sujetaba con la mano que la quedaba libre del culo para que no me retirara por lo que, sin más que objetar, mi esperma se liberó en el interior de esa cálida boca que me ordeñaba como hacía tiempo que no me vaciaba ninguna mujer. Por la comisura de sus labios veía escapar la mezcla de semen y saliva mientras corría descendiendo hacia su cuello y goteaba sobre sus pechos que recibían el néctar de aquel formidable orgasmo que Belén me proporcionaba. Cuando los espasmos de mi pene terminaron, me miró desde abajo con una cara de vicio y deseo sin límites. Desde luego ella también había disfrutado del sexo oral que me había hecho.
Como buen caballero que soy, me preparé para devolverle el placer proporcionado. La ayude a incorporarse mientras dejaba la luz de habitación en unas sensuales penumbras y la liberaba del tanga, única prenda que ella conservaba (por cierto, yo lo único que tenía puesto aún era la corbata y no quiero ni pensar lo ridículo que tenía que estar) y la recostaba en la cama mientras la besaba, notando mi propio sabor algo que nunca me ha dado reparos.
Enterré mi cabeza entre sus piernas comenzando el cunnilingus porque ya, a esas alturas, no nos íbamos a poner a aumentar la lívido más de lo que ya estaba. Le pasaba la lengua a lo largo de toda su vagina, desde el perineo hasta más arriba de su clítoris, órgano al que procuraba dar tratamiento más especial mientras mis dedos hacían la doble función de separar sus labios y acariciar bien tanto el exterior como el interior de su sexo. Belén estaba realmente encharcada. Su coño destilaba flujos como una posesa, casi como si estuviera meándose. Realmente estaba salida como una perra y no mentía cuando comentaba las ganas ‘atrasadas’. Calculo que no debió de durar más de dos o tres minutos la comida de coño que la hice antes de notar como los temblores se apoderaban de ella. Su cuerpo se empezó a poner rígido mientras su cara se contraía en un rictus de puro placer, casi doloroso y estalló en un orgasmo que me alucinó. Noté claramente como expulsaba caldos del interior de su vagina. Había oído eso de la ‘eyaculaba femenina’ pero nunca hasta ese momento una de mis amantes me había regalado uno de ellos. Temblaba (y lo digo literalmente) de placer mientras mi cabeza hacía verdaderos esfuerzos por permanecer en contacto con su vulva, que se alejaba cada vez que sus piernas se cerraban en el acto reflejo del orgasmo.
Lo cierto es que ese orgasmo de Belén me volvió a poner como un lancero bengalí y decidí no dar tregua a ese cuerpo que me estaba comiendo. Me puse entre sus piernas y de una certera estocada la enterré mi pedazo de carne hasta que mis pelotas acariciaron el peladito coño de mi querida compañera. La cabalgada que la dediqué fue de todo menos tierna. Metía mi polla hasta el fondo y luego la retiraba hasta que casi se salía por completo, volviendo a repetir la operación. Cuando me cansaba de aguantar la posición, me tumbaba sobre ella sin sacarle la polla del coño y aprovechaba para chuparle los pezones rosita claro que coronaban sus pechos, grandes, turbadores,… tentadores.
Así estuve bastante más tiempo puesto que mi orgasmo anterior me permitía aguantar la tentación de correrme ya que, cuando lo hago, tardo bastante en recuperarme, algo que noto que se agrava con la edad. De esa forma estuve follándome a Belén hasta que su cuerpo volvió a tensarse en un nuevo orgasmo, menos intenso que el anterior pero sí más duradero e igual de arrollador. Me agarraba de la nuca cada vez que podía para acercarme y besarme mientras exhalaba su placer en suspiros roncos y profundos
Tras ese orgasmo se quedó desmadejada y sin fuerzas sobre la cama, quedándose por completo a mi merced. Intenté seguir con la follada pero me esquivaba. No hace falta ser muy listo para imaginarse la sensibilidad que tendría en sus partes. Me levanté para que el aire me diera en todo mi sudoroso cuerpo ya que ambos lo hacíamos copiosamente ayudados por el calor que ya comenzaba a hacer. Despreocupadamente me dirigí a la cocina a buscar alguna bebida fría con la que refrescarnos. Cuando estaba delante de la nevera agenciándome un par de refrescos caí en un detalle que a otros les habría pasado por alto.
¡La puerta!
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