Algo me despertó, no se si soñaba, pero estaba excitada, más aún, sentía mi clítoris inflamado, me pregunté si dormida me habría estado tocando, era raro.
Noté que alguien compartía mi cama mientras me desperezaba, me sorprendió verla a Felina junto a mí ¿Qué había pasado? Esto sumó más dudas a mi imprevisto despertar ¿Habría sido mi hija la que me tocó?
No se. Pero, seguro algo con su hermano Leo, había sucedido, ya que éste estaba en el cuarto que ellos aún compartían.
La observé detenidamente, aparentemente dormida, sólo con sus bragas, como de hecho acostumbraba.
Me levanté fastidiosa, ya que aún estaba cansada, tenía sueño, sin embargo, me despabilaba el pensar en todo lo sucedido, conmigo y mi abrupto "amanecer" y entre ellos mis hijos.
Salí de mi dormitorio y la casa estaba en silencio.
Lo primero que hice fue ir al cuarto de mis hijos para ver a Leo, no estaba y su cama estaba intacta.
Fui hasta la cocina, pasé por el comedor, llegué hasta la sala de estar y comprobé que dentro de la casa sólo éramos Felina y yo. Bruno, mi marido, todavía no regresaba de su salida matinal, habitual de los sábados por la mañana. De todos modos, inspeccioné el jardín en el frente de la casa y tampoco. Me dirigí hasta el fondo del terreno y corroboré lo anterior, estábamos solas, los hombres de la casa no estaban.
Desayuné rápido un café con leche y tosté pan para ponerle manteca, lavé mis dientes, acomodé un poco mis cabellos y me dirigí a realizar las compras, los mandados necesarios para cocinar las pastas para el mediodía, sería una forma de agasajar a mi hijo Leo, recién llegado de la "colimba" con su breve licencia hasta la tarde/noche del domingo, que debía regresar al cuartel militar, antes de diana (forma que denominaban los milicos a las seis "6.00 AM" momento que debían formar mientras izaban la bandera y cantar "Aurora" una canción patriótica tradicional) me fui con la lista de víveres, debía pasar, por la carnicería, la panadería, la verdulería, el almacén y por último a la casa de pastas frescas.
Bruno regresó minutos después que su mujer se había marchado a comprar. También él, se sorprendió del silencio en su hogar, hizo un recorrido por la casa similar al que había hecho su esposa Angélica buscando a los moradores de la misma, descubrió sólo a una persona en su habitación, en el dormitorio matrimonial, absolutamente tapada. Pensó, que era raro encontrar a su mujer aún durmiendo un sábado, además, estaba su hijo predilecto y debía realizar las compras de la casa.
Para jugarle una broma, se desvistió para tomarla por sorpresa y si se daba (cosa rara que ella aceptara) hecharse un mañanero, algo que no se daba desde que sus hijos eran niños. Sin embargo, pensó "tanto va el cántaro a la fuente, que al final se rompe" como una frase, un dicho alentador para esa iniciativa emprendedora.
Entró a la cama de dos plazas, matrimonial, por detrás de ella, y al observarla con su espalda desnuda, sólo con unas bragas diminutas, en su cara se dibujó una sonrisa.
Rápidamente se excitó, se puso duro, cosa rara en él, seguramente, pensó, había influido las jóvenes que miró en la plaza del barrio mientras leía el diario.
Lentamente deslizó la breve ropa interior del cuerpo femenino hacia abajo, despojándola, dejando desnudo ese cuerpo, aún objeto de deseo, y le introdujo su miembro despacio entre las piernas entrecruzadas de la mujer.
Sintió, la humedad del contacto, apreciando que no sólo él se había mojado por la calentura, sino que ella también tenía rastros de sus jugos íntimos y la poseyó.
Ella curiosamente lo acompañó de manera acompasada con sus movimientos, en otras palabras, lo alentó de manera voluntaria a que continuara, lo había aceptado, sin molestarse como habitualmente lo hacía.
Bruno se encegueció y cabalgó sobre ese cuerpo como cuando las cosas andaban bien entre ellos.
Lo hizo con tanto desenfreno que la cama chirriaba, se movía, parecía se iba desvencijar, el respaldo de la cabecera comenzó a golpear contra la pared que daba a la cocina. Sin pausas continuó hasta llegar al clímax, y acompañó con un grito su orgasmo ¡Aaaaaaaggggghhhhhhh! y vació dentro de ella el semen caliente, espeso y abundante, llenándole la concha de guasca.
Ese vociferar los sorprendió a ambos, Felina giró su torso y besó con sus ojos cerrados al autor de tremendo polvazo. Él también con los ojos ciegos del antiguo y permanente amor besó tiernamente a la mujer de su vida.
Para que en un instante, luego del contacto oral, darse ambos cuenta que ese beso no sabía conocido, era extraño para los dos, y observar Felina, la cara desencagada de su progenitor, su padre, cuando esperaba encontrar el rostro de su hermano Leo.
Y Bruno, estupefacto, veía la tierna y "angelical" mirada asombrada de su niña, su hija, mientras se restregaba sus ojos, esperando sea una ilusión óptica y descubrir que era Angélica su cónyuge y no aquella perversión, mientras tanto, desde la vulva de Felina se volcaba, salía y caía la leche paterna, y que estúpidamente el trató detener, parar, que deje de salir, con la cabeza del glande.
Ella lo miró detenidamente, el permanecía con la verga ensartada en la vagina de su niña, la punta solamente, pero quieto, ella hizo un gesto despectivo y le dijo ¡Terminá papa y andate!
Bruno colorado de vergüenza se retiró sin murmurar nada.
Ella permaneció por un largo rato, acostada boca abajo rememorando lo acontecido con el polvo de su padre bajo su piel y pensando que loco era todo, y eso terminó de enviciarla.
Bruno a pesar de su pesadumbre, se excusa consigo mismo al pensar que no lo había hecho a propósito, no era un perverso, creyó que era su mujer, aunque muy en lo profundo de su mente lo traicionaban otros pensamientos que planteaban que Angélica no lo hubiese correspondido como ese cuerpo joven, y finalmente la última idea que se le cruzó fue interpretar la mirada de su hijo, cuando lo conminó a que terminara, como una de aprobación.más aún de satisfacción por el placer recibido.
85 comentarios - Son cosas que pasan, pero sólo en esta familia17º
Y sin ánimos de presionarte, porque así lo hemos acordado, espero la siguiente. Besos.