¿Recordáis cómo acabó el pasado capítulo? Estaba follándole el culo a la novia de mi compañero de piso (Elena) en la ducha, cuando me pidió que me corriese en sus bragas, extremo que, pese a dejarme completamente descolocado, accedí encantado a llevar a cabo. Cuando estaba en pleno “trabajo” Mar (mi compañera de piso) pasó por el pasillo sorprendiéndome de pleno. Os aseguro que la situación fue muy, muy incómoda, aunque por suerte, no descubrió que Elena seguía en la ducha. Se fue hacia su habitación, y cerró de un portazo. Vaya marrón, pensé…
Las braguitas de Elena eran blancas, de algodón, y tenían un corazón en la parte baja de la nalga derecha. Eran identificables, quiero decir… Vamos, que Mar no pensó que estaba desahogándome en su ropa interior, algo que al menos me tranquilizaba. Pensará que soy un degenerado, pero al menos no creerá que se las quité a ella, razoné…
Elena se puso, encantada, sus bragas repletas de mi fluido, volvió a llamarme hijo de puta al oído, y me dijo… Me debes una. Y salió riendo, como solía.
En los siguientes días, Mar estuvo evitándome, hasta que poco a poco la cosa volvió a la normalidad. Al menos no le dijo nada a Raúl, que seguía, como siempre, en su mundo. Una noche me pidió ayuda. Yo era el único que tenía ordenador en casa, y además escribo bastante rápido. Mar tenía que entregar un trabajo el día siguiente, y me pidió que se lo transcribiera, que ella me iba dictando. Accedí, pese a saber que nos darían las tantas y me costaría un mundo despertarme esa mañana, puesto que deseaba normalizar la situación lo antes posible, y además no había tenido ocasión de explicarme, disculparme o qué se yo lo que debía hacer en ese caso.
Pasé a la habitación, y mientras ella acababa de cenar, empecé a adelantar la tarea. Al poco rato llegó, se sentó sobre la cama, y empezó a dictarme. Era un trabajo bastante coñazo, acerca de la influencia turística en ciertas zonas de la costa levantina, así que no tardamos en tener bastante sueño. Noté que Mar empezaba a dormirse, así que le dije que se acostase, que ya lo remataba yo, pero se negó. No, no, yo me espero a que acabes. Y poco a poco empezó a quedarse dormida…
Cuando lo terminé me encontré con que se había acomodado totalmente en la cama, y pese a que traté de despertarla suavemente susurrando su nombre y dándole golpecitos en el hombro, se hizo la remolona y acabó por adueñarse de la cama por completo.
Me ví en la tesitura de qué hacer. Tenía varias opciones. Tomarla en brazos y llevarla a su cama (estaba en la habitación de al lado, al fin y al cabo), aunque no sabía cómo le sentaría. Podía irme a su habitación y dejarla durmiendo allí (no me pareció correcto, dados mis antecedentes) o al sofá (incomodísimo) y tenía la opción de acostarme en la otra punta de la cama, evitando el contacto de todas las formas posibles, con el fin de no buscar más situaciones incómodas. Opté por esto último. Al fin y al cabo, si se despertaba a media noche, se iría a su cama (o eso razoné). Pese al cansancio, pasé una noche terrible, y apenas pude dormir. No os lo había dicho, pero Mar llevaba un pijama muy ajustadito que, sin ropa interior como iba, marcaba sus pezones de forma ostensible, así como su coño. Y entre la excitación que tuve toda esa noche, y el deseo de que ni nos rozásemos para evitar disgustos, ahora que estaba calmada la cosa… lo pasé fatal.
Cuando me desperté, Mar no estaba. Tenía que entregar el trabajo a primera hora de la mañana, y ni siquiera sé cuándo se marchó. Igual, minutos después de que me quedase dormido, o a lo mejor, acababa de irse. Pero no le di mayor importancia. Había sobrevivido a esa noche sin situaciones incómodas y me daba por satisfecho.
Había un post-it en la pantalla del ordenador que me provocó una sonrisa. ¡Gracias, guapo! Rezaba, y lo acompañaba el dibujo de unos labios simulando un besito.
Yo también tenía trabajos que hacer en esa época, y además tenía horario de 4 a 8 de la tarde los viernes, así que opté por ir a la biblioteca y comer allí antes de las clases, por lo que no llegaría a casa hasta entrada la noche. Estaría todo el fin de semana solo, puesto que mis compañeros se iban a sus respectivos pueblos hasta el domingo por la noche, o lunes por la mañana, así que no tenía prisa en llegar a cenar. Alquilé unas películas, compré unas pizzas, y me dispuse a pasar el fin de semana de lo más relajado. ¡Cuánto me equivocaba!
Al entrar en mi habitación, descubrí que había un paquetito sobre la almohada. Una bolsita de plástico, con una cajita dentro. La boba de Mar me hizo un regalito, pensé sonriendo, y me acerqué a ver qué era. Al abrir la cajita… únicamente un post-it: No salgas de casa mañana por la mañana, ponía… Solo eso, nada más.
Le envié un sms a Mar, preguntándole de qué iba el juego, puesto que reconocí su letra. Pero nunca me contestó. Parecía dispuesta a hacerme sufrir.
Decir que pasé la noche en tensión esperando la “sorpresa” sería exagerar, pero lo cierto es que más de una vez me rondó la idea de qué me esperaría.
Bien entrada la mañana, cuando prácticamente ni recordaba el jueguecito, el timbre. Serán las vecinas, pensé, que muchas veces pasaban a saludar, o a por alguna cosa que hubiesen olvidado comprar. Al llegar al pasillo, encontré un sobre que acababan de pasar bajo la puerta, pero al abrir, no había nadie. Abrí el sobre… y una llave. Nada más, ni un papel escrito, ni nada. Solo una llave. Una llave que conocía bien, puesto que cada habitación tenía cerradura. Era la llave de una de las habitaciones. La dejé sobre la mesa esperando unas instrucciones que nunca llegaron, así que llegada la noche intenté descubrir de qué habitación era… ¿Lo adivináis?
Era de la habitación de Mar, que no pudo pasarla bajo la puerta porque estaba en su pueblo… Así que debieron ser las vecinas. La curiosidad me pudo y me acerqué a preguntarles. Al llamar a la puerta, risas de fondo. ¿Quieeén essss? Preguntaron con sorna. Me identifiqué, y más risas. ¿Y qué quieres? ¿Me habéis pasado un sobre esta mañana? Siiiiiiii (risas) ¿Y qué se supone que debo hacer con él? Más risas. Pues si no lo sabes túuuu…
No parecían dispuestas a aclararme nada, ni a abrirme la puerta, así que un tanto irritado ya, me fui para casa y me dirigí a la habitación de Mar. Al entrar, un post-it con una flechita en uno de los cajones, que fui a abrir. Estaba vacío…
Ya cansado del juego fui a prepararme la cena. Al abrir el microondas… otro post-it ¿Caliente? Ponía. Sin saber si se refería al microondas, o a mi, que ya empecé a picarme, me dio por reír. Están jugando conmigo, pero bien. ¿Fin de semana relajado?
Fui al comedor a cenar cuando sonó mi teléfono. Un mensaje de texto de Mar. Solo ponía… ¿Y bien? ¿Y bien? Qué coño significa ¿Y bien? le pregunté (con otro tono, claro, aunque me llevaban los demonios). ¿El microondas no te preguntó nada? Me dice. ¿Caliente? Ponía el post-it. Si, y si, le contesté (en referencia a que tanto la nota me llegó como afirmativa era la respuesta).
Interesante, me dijo. ¿No encontraste una flechita? Si, en un cajón vacío. ¿Y no seguiste buscando? ¿Buscando? Me fui de nuevo a la habitación de Mar con un calentón evidente ya y empecé a buscar post-it por toda la habitación. Nada, solo la flechita en el segundo cajón de su mesita de noche. Una flechita así, ↑. Una flechita que igual indicaba, tonto de mi, dentro (lo que interpreté) como arriba. Así que abrí el cajón de arriba. ROPA INTERIOR. Era el cajón de la ropa interior de Mar. No os hacéis la más mínima idea de lo cachondo que me puse. Estaba repleto de braguitas, de los más diversos colores, con dibujitos Disney, tangas, bragas brasileñas… Impresionante. Sobre semejante locura, otro post-it. Escoge unas y ve al baño para más instrucciones.
¡Hija de la gran…! ¿Más instrucciones? Lo que el cuerpo me pedía era llenarle el cajón de leche, a falta de la propietaria para llenarla a ella. ¿Más instrucciones? Pero accedí a entrar en el juego. Escogí unas braguitas a cuadros. Eran cuadraditos pequeñitos, de colores verde oscuro, blanco y rojo. Con un lacito rojo arriba, en el centro. Y al baño que fui. ¿Y las instrucciones? ¿En la ducha? No, en la ducha no estaban. ¿En la ventana? Al abrirla escuche las risitas de las vecinas, que sin duda estaban en la habitación de Laura, con la luz apagada, descojonándose de mi, que con unas bragas en la mano buscaba por el baño las “instrucciones” de Mar. Bajo el lavabo, era el único sitio razonable para buscar tras abrir armarios y revisar todo cuanto había a la vista (además de la cisterna, que abrí. Creo que he visto demasiadas películas de espías). Pues si, bajo el lavabo, detrás, estaba el bendito (o maldito) post-it.
Llegaré a casa hacia las 18:00 h. del domingo (eran las 11 de la noche del sábado aún). Quiero que las llenes de leche como hiciste con las de Elena (sonreí) pero tiene que ser minutos antes de que llegue a casa. Hazlo aquí, en el baño, y con la ventana abierta. Habrá recompensa si sigues las instrucciones.
Podéis imaginar todo tipo de insultos, y ni así alcanzaréis a adivinar lo que pasó por mi cabeza en ese momento. ¿MAÑANA? ¿AQUÍ Y CON LA VENTANA ABIERTA? ¿CON LA PUTA VENTANA ABIERTA? Os advertí que la ventana iba a dar que hablar. Lo único que podía pasar con la ventana abierta era que las vecinitas (estudiantes, como nosotros) me viesen, puesto que la habitación, y su baño, estaba a unos 4 metros del nuestro. Y ni a su lado, ni arriba, había más vecinos… Y claramente estaban compinchadas con Mar. Ya os imaginaréis la noche que pasé, y la cantidad de cosas que rondaron mi cabeza, pensando en la “recompensa”. Aunque no dejaba de tener un morbo increíble…
Por fin llegó el día. Antonio, y la “pareja feliz” no llegarían hasta el lunes, así que podría pajearme con gusto sobre las bragas de cuadritos de Mar, esperando la recompensa que llegaría más tarde. ¿Con la ventana abierta? Pues con la ventana abierta. ¿Quieres jugar? Juguemos.
Hacia las 5,30 de la tarde entré al baño, braguitas en mano, y me dispuse a darme una ducha relajante. Con la ventana cerrada, eso si. Jugaría, pero con mis reglas también. Salí de la ducha completamente empalmado y envolví la toalla en mi cintura. Ni que decir tiene que la polla intentaba escapar de semejante prisión, prácticamente como si tuviese alas. Me dirigí a la ventana, esperando cualquier cosa (las vecinas asomadas, listas para ver el espectáculo, o qué se yo), pero nada. La persiana estaba bajada hasta la mitad aproximadamente, y no había luces en el baño y nada que se le pareciese, así que la abrí de par en par y me fui hacia el espejo. Cogí las braguitas y dejé caer la toalla. Envolví la polla con cuidado en las braguitas y empecé a deleitarme masturbándome muy lentamente, recreándome en cada movimiento. Estaba completamente absorto, y de repente… las risitas. Ahí están las vecinitas, pensé, y miré a su ventana sin dejar de meneármela. Ni de coña imaginaba lo que vería. Cuatro culos ¿4? Completamente desnudos, y pegados a la ventana. Solo reconocí el de Eva, más delgadita que las demás. Pero los otros 3, culazos increíbles, no tenía ni idea de quién eran. Sus coñitos asomaban, pegaditos a la ventana. Además, las vecinas eran 3. Me dirigí pajeándome a la ventana, y de repente… SMS. Mar: ¿Quién soy? ¡Así que Mar era la cuarta! Qué cabrona. Qué cabrona ella, y las vecinitas que se prestaban al juego. Por lo bronceado de su piel, aunque todas estaban bronceadas y tenían la marquita blanca del bikini (Qué cachondo me pone eso) le dije que la de más a la derecha. Risitas de nuevo. ¡Bingo! Gritó Laura, y se bajó la persiana. Otro SMS. Termina tu trabajo, y déjalo sobre mi almohada. Con lo excitadísimo que estaba, no tardé en cumplir con lo solicitado, y dejé una generosa corrida sobre sus braguitas. Y la llevé a la almohada. Volví a la ducha (estaba exhausto, y completamente sudado) y no tardé en escuchar la puerta. Bueeeenas, saludó Mar a la costumbre del piso, que siempre andábamos con mucho cachondeíto. Y se encerró en su habitación (cosa que me sorprendió porque pretendía follármela hasta reventar, o ella o yo).
Pasados unos minutos, conmigo en la puerta esperando a que se abriese el cielo, de repente lo hizo. Apareció Mar, con una camiseta de tirantes blanca muy cortita (ombligo al aire) y las braguitas llenas de mi leche puestas. ¿Vemos una peli?
Continuará
Fantasía… ¿O realidad?
Las braguitas de Elena eran blancas, de algodón, y tenían un corazón en la parte baja de la nalga derecha. Eran identificables, quiero decir… Vamos, que Mar no pensó que estaba desahogándome en su ropa interior, algo que al menos me tranquilizaba. Pensará que soy un degenerado, pero al menos no creerá que se las quité a ella, razoné…
Elena se puso, encantada, sus bragas repletas de mi fluido, volvió a llamarme hijo de puta al oído, y me dijo… Me debes una. Y salió riendo, como solía.
En los siguientes días, Mar estuvo evitándome, hasta que poco a poco la cosa volvió a la normalidad. Al menos no le dijo nada a Raúl, que seguía, como siempre, en su mundo. Una noche me pidió ayuda. Yo era el único que tenía ordenador en casa, y además escribo bastante rápido. Mar tenía que entregar un trabajo el día siguiente, y me pidió que se lo transcribiera, que ella me iba dictando. Accedí, pese a saber que nos darían las tantas y me costaría un mundo despertarme esa mañana, puesto que deseaba normalizar la situación lo antes posible, y además no había tenido ocasión de explicarme, disculparme o qué se yo lo que debía hacer en ese caso.
Pasé a la habitación, y mientras ella acababa de cenar, empecé a adelantar la tarea. Al poco rato llegó, se sentó sobre la cama, y empezó a dictarme. Era un trabajo bastante coñazo, acerca de la influencia turística en ciertas zonas de la costa levantina, así que no tardamos en tener bastante sueño. Noté que Mar empezaba a dormirse, así que le dije que se acostase, que ya lo remataba yo, pero se negó. No, no, yo me espero a que acabes. Y poco a poco empezó a quedarse dormida…
Cuando lo terminé me encontré con que se había acomodado totalmente en la cama, y pese a que traté de despertarla suavemente susurrando su nombre y dándole golpecitos en el hombro, se hizo la remolona y acabó por adueñarse de la cama por completo.
Me ví en la tesitura de qué hacer. Tenía varias opciones. Tomarla en brazos y llevarla a su cama (estaba en la habitación de al lado, al fin y al cabo), aunque no sabía cómo le sentaría. Podía irme a su habitación y dejarla durmiendo allí (no me pareció correcto, dados mis antecedentes) o al sofá (incomodísimo) y tenía la opción de acostarme en la otra punta de la cama, evitando el contacto de todas las formas posibles, con el fin de no buscar más situaciones incómodas. Opté por esto último. Al fin y al cabo, si se despertaba a media noche, se iría a su cama (o eso razoné). Pese al cansancio, pasé una noche terrible, y apenas pude dormir. No os lo había dicho, pero Mar llevaba un pijama muy ajustadito que, sin ropa interior como iba, marcaba sus pezones de forma ostensible, así como su coño. Y entre la excitación que tuve toda esa noche, y el deseo de que ni nos rozásemos para evitar disgustos, ahora que estaba calmada la cosa… lo pasé fatal.
Cuando me desperté, Mar no estaba. Tenía que entregar el trabajo a primera hora de la mañana, y ni siquiera sé cuándo se marchó. Igual, minutos después de que me quedase dormido, o a lo mejor, acababa de irse. Pero no le di mayor importancia. Había sobrevivido a esa noche sin situaciones incómodas y me daba por satisfecho.
Había un post-it en la pantalla del ordenador que me provocó una sonrisa. ¡Gracias, guapo! Rezaba, y lo acompañaba el dibujo de unos labios simulando un besito.
Yo también tenía trabajos que hacer en esa época, y además tenía horario de 4 a 8 de la tarde los viernes, así que opté por ir a la biblioteca y comer allí antes de las clases, por lo que no llegaría a casa hasta entrada la noche. Estaría todo el fin de semana solo, puesto que mis compañeros se iban a sus respectivos pueblos hasta el domingo por la noche, o lunes por la mañana, así que no tenía prisa en llegar a cenar. Alquilé unas películas, compré unas pizzas, y me dispuse a pasar el fin de semana de lo más relajado. ¡Cuánto me equivocaba!
Al entrar en mi habitación, descubrí que había un paquetito sobre la almohada. Una bolsita de plástico, con una cajita dentro. La boba de Mar me hizo un regalito, pensé sonriendo, y me acerqué a ver qué era. Al abrir la cajita… únicamente un post-it: No salgas de casa mañana por la mañana, ponía… Solo eso, nada más.
Le envié un sms a Mar, preguntándole de qué iba el juego, puesto que reconocí su letra. Pero nunca me contestó. Parecía dispuesta a hacerme sufrir.
Decir que pasé la noche en tensión esperando la “sorpresa” sería exagerar, pero lo cierto es que más de una vez me rondó la idea de qué me esperaría.
Bien entrada la mañana, cuando prácticamente ni recordaba el jueguecito, el timbre. Serán las vecinas, pensé, que muchas veces pasaban a saludar, o a por alguna cosa que hubiesen olvidado comprar. Al llegar al pasillo, encontré un sobre que acababan de pasar bajo la puerta, pero al abrir, no había nadie. Abrí el sobre… y una llave. Nada más, ni un papel escrito, ni nada. Solo una llave. Una llave que conocía bien, puesto que cada habitación tenía cerradura. Era la llave de una de las habitaciones. La dejé sobre la mesa esperando unas instrucciones que nunca llegaron, así que llegada la noche intenté descubrir de qué habitación era… ¿Lo adivináis?
Era de la habitación de Mar, que no pudo pasarla bajo la puerta porque estaba en su pueblo… Así que debieron ser las vecinas. La curiosidad me pudo y me acerqué a preguntarles. Al llamar a la puerta, risas de fondo. ¿Quieeén essss? Preguntaron con sorna. Me identifiqué, y más risas. ¿Y qué quieres? ¿Me habéis pasado un sobre esta mañana? Siiiiiiii (risas) ¿Y qué se supone que debo hacer con él? Más risas. Pues si no lo sabes túuuu…
No parecían dispuestas a aclararme nada, ni a abrirme la puerta, así que un tanto irritado ya, me fui para casa y me dirigí a la habitación de Mar. Al entrar, un post-it con una flechita en uno de los cajones, que fui a abrir. Estaba vacío…
Ya cansado del juego fui a prepararme la cena. Al abrir el microondas… otro post-it ¿Caliente? Ponía. Sin saber si se refería al microondas, o a mi, que ya empecé a picarme, me dio por reír. Están jugando conmigo, pero bien. ¿Fin de semana relajado?
Fui al comedor a cenar cuando sonó mi teléfono. Un mensaje de texto de Mar. Solo ponía… ¿Y bien? ¿Y bien? Qué coño significa ¿Y bien? le pregunté (con otro tono, claro, aunque me llevaban los demonios). ¿El microondas no te preguntó nada? Me dice. ¿Caliente? Ponía el post-it. Si, y si, le contesté (en referencia a que tanto la nota me llegó como afirmativa era la respuesta).
Interesante, me dijo. ¿No encontraste una flechita? Si, en un cajón vacío. ¿Y no seguiste buscando? ¿Buscando? Me fui de nuevo a la habitación de Mar con un calentón evidente ya y empecé a buscar post-it por toda la habitación. Nada, solo la flechita en el segundo cajón de su mesita de noche. Una flechita así, ↑. Una flechita que igual indicaba, tonto de mi, dentro (lo que interpreté) como arriba. Así que abrí el cajón de arriba. ROPA INTERIOR. Era el cajón de la ropa interior de Mar. No os hacéis la más mínima idea de lo cachondo que me puse. Estaba repleto de braguitas, de los más diversos colores, con dibujitos Disney, tangas, bragas brasileñas… Impresionante. Sobre semejante locura, otro post-it. Escoge unas y ve al baño para más instrucciones.
¡Hija de la gran…! ¿Más instrucciones? Lo que el cuerpo me pedía era llenarle el cajón de leche, a falta de la propietaria para llenarla a ella. ¿Más instrucciones? Pero accedí a entrar en el juego. Escogí unas braguitas a cuadros. Eran cuadraditos pequeñitos, de colores verde oscuro, blanco y rojo. Con un lacito rojo arriba, en el centro. Y al baño que fui. ¿Y las instrucciones? ¿En la ducha? No, en la ducha no estaban. ¿En la ventana? Al abrirla escuche las risitas de las vecinas, que sin duda estaban en la habitación de Laura, con la luz apagada, descojonándose de mi, que con unas bragas en la mano buscaba por el baño las “instrucciones” de Mar. Bajo el lavabo, era el único sitio razonable para buscar tras abrir armarios y revisar todo cuanto había a la vista (además de la cisterna, que abrí. Creo que he visto demasiadas películas de espías). Pues si, bajo el lavabo, detrás, estaba el bendito (o maldito) post-it.
Llegaré a casa hacia las 18:00 h. del domingo (eran las 11 de la noche del sábado aún). Quiero que las llenes de leche como hiciste con las de Elena (sonreí) pero tiene que ser minutos antes de que llegue a casa. Hazlo aquí, en el baño, y con la ventana abierta. Habrá recompensa si sigues las instrucciones.
Podéis imaginar todo tipo de insultos, y ni así alcanzaréis a adivinar lo que pasó por mi cabeza en ese momento. ¿MAÑANA? ¿AQUÍ Y CON LA VENTANA ABIERTA? ¿CON LA PUTA VENTANA ABIERTA? Os advertí que la ventana iba a dar que hablar. Lo único que podía pasar con la ventana abierta era que las vecinitas (estudiantes, como nosotros) me viesen, puesto que la habitación, y su baño, estaba a unos 4 metros del nuestro. Y ni a su lado, ni arriba, había más vecinos… Y claramente estaban compinchadas con Mar. Ya os imaginaréis la noche que pasé, y la cantidad de cosas que rondaron mi cabeza, pensando en la “recompensa”. Aunque no dejaba de tener un morbo increíble…
Por fin llegó el día. Antonio, y la “pareja feliz” no llegarían hasta el lunes, así que podría pajearme con gusto sobre las bragas de cuadritos de Mar, esperando la recompensa que llegaría más tarde. ¿Con la ventana abierta? Pues con la ventana abierta. ¿Quieres jugar? Juguemos.
Hacia las 5,30 de la tarde entré al baño, braguitas en mano, y me dispuse a darme una ducha relajante. Con la ventana cerrada, eso si. Jugaría, pero con mis reglas también. Salí de la ducha completamente empalmado y envolví la toalla en mi cintura. Ni que decir tiene que la polla intentaba escapar de semejante prisión, prácticamente como si tuviese alas. Me dirigí a la ventana, esperando cualquier cosa (las vecinas asomadas, listas para ver el espectáculo, o qué se yo), pero nada. La persiana estaba bajada hasta la mitad aproximadamente, y no había luces en el baño y nada que se le pareciese, así que la abrí de par en par y me fui hacia el espejo. Cogí las braguitas y dejé caer la toalla. Envolví la polla con cuidado en las braguitas y empecé a deleitarme masturbándome muy lentamente, recreándome en cada movimiento. Estaba completamente absorto, y de repente… las risitas. Ahí están las vecinitas, pensé, y miré a su ventana sin dejar de meneármela. Ni de coña imaginaba lo que vería. Cuatro culos ¿4? Completamente desnudos, y pegados a la ventana. Solo reconocí el de Eva, más delgadita que las demás. Pero los otros 3, culazos increíbles, no tenía ni idea de quién eran. Sus coñitos asomaban, pegaditos a la ventana. Además, las vecinas eran 3. Me dirigí pajeándome a la ventana, y de repente… SMS. Mar: ¿Quién soy? ¡Así que Mar era la cuarta! Qué cabrona. Qué cabrona ella, y las vecinitas que se prestaban al juego. Por lo bronceado de su piel, aunque todas estaban bronceadas y tenían la marquita blanca del bikini (Qué cachondo me pone eso) le dije que la de más a la derecha. Risitas de nuevo. ¡Bingo! Gritó Laura, y se bajó la persiana. Otro SMS. Termina tu trabajo, y déjalo sobre mi almohada. Con lo excitadísimo que estaba, no tardé en cumplir con lo solicitado, y dejé una generosa corrida sobre sus braguitas. Y la llevé a la almohada. Volví a la ducha (estaba exhausto, y completamente sudado) y no tardé en escuchar la puerta. Bueeeenas, saludó Mar a la costumbre del piso, que siempre andábamos con mucho cachondeíto. Y se encerró en su habitación (cosa que me sorprendió porque pretendía follármela hasta reventar, o ella o yo).
Pasados unos minutos, conmigo en la puerta esperando a que se abriese el cielo, de repente lo hizo. Apareció Mar, con una camiseta de tirantes blanca muy cortita (ombligo al aire) y las braguitas llenas de mi leche puestas. ¿Vemos una peli?
Continuará
Fantasía… ¿O realidad?
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