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Sueño con vos.

Hace poco fue tu cumpleaños. Considerando que impusiste una distancia entre nosotros dos (aunque muy bien justificada), preferí pasarlo por alto, dado que el año pasado estuve 2 meses pensando en vos, tragándome la impaciencia que me generaba encontrar tus mensajes en Face Book. Estuve todo el día de tu cumpleaños tentada de escribirte. En vez de eso, me contenté con releer nuestras conversaciones.
La última vez que hablamos, te dije que había soñado con vos, y quisiste saber qué exactamente. Me preguntaste si era algo erótico.
Hoy es algún día...

Tengo en la mano una valija de rueditas. No es muy grande, pero tampoco pequeña. Llegué a la ciudad de San Miguel de Tucumán sin avisarle a ninguno de mis parientes. Tengo sólo un objetivo en la cabeza: vos.
Tengo hecho un rodete en la parte superior de la cabeza, unos tacos (sí, tacos) rojos, una pollera hasta la rodilla pero muy ajustada. Y por extraño que parezca, tengo puesto un piloto para lluvia de color caqui. Ahora que lo rememoro, me recuerdo a esas femme fatale de las novelas policiales de los años 20s y 30s.
Subo unas escaleras y llamo a una puerta de madera. Me abrís vos, según lo esperado. Te sorprendés de verme, pero a la vez me doy cuenta de que me estabas esperando. A pesar de que sólo nos vimos 1 vez y que las fotos que te enviaba cuando nos conocimos son de hace mucho tiempo, me reconocés enseguida. Me invitás a pasar a tu living-comedor rojo, con un sillón y un ventanal. El departamento es antiguo, pero está bien decorado.
Tenemos una conversación, la cual no registré porque evidentemente mi inconsciente estaba más interesado en lo que venía después...
La valija queda olvidada cerca de la puerta, mientras empezamos a besarnos en el sillón. Mejor dicho, yo me abalanzo sobre tu boca como un tuareg sobre el pozo del oasis. Me respondes, primero con ansia, pero después disfrutamos del beso. Estás ahí para mí; nadie va a llevarte, nadie va a llevarme. Estamos solos, nadie va a interrumpirnos. Me inclino sobre vos, que me abrazas con fuerza. Me siento plena, ya tengo ganas de que me hagas tuya. Mi beso se hace más profundo, más apasionado. No quiero presionarte, pero tengo ganas de que me hagas el amor enseguida. Me respondes con tu lengua en mi boca, estás muy excitado. Me llenas como si ya me estuvieras penetrando. Lentamente me levantás del sillón y sin dejar de besarme, me sacás el piloto de camino a tu cuarto.
Ya no puedo decirte de qué color son las paredes, ni como son las ventanas: me estoy mojando con tus besos, y eso no me pasaba desde que era virgen. Siento un cosquilleo en la piel, un estremecimiento en la columna, ciento el deseo contenido durante años que se desborda. Te saco los lentes, te saco la camisa mientras me sacas la mía. Te recorro con mis manos, toco tu bragueta, y ahí está la prueba que vine a buscar: me querés. O al menos me deseas tanto como yo, porque tu bulto está a punto de explotar.
Decido terminar con la tortura de tu miembro, y lo libero de su cárcel. Lo veo y se me hace agua la boca. ¡Mi amor, sos GIGANTE! No puedo evitarlo, te siento en la cama y te como la pija. Ya no me queda tiempo para el recato, ya no aguanto más las ganas que tengo de que cojamos. ¡Lo quiero ya!
Lo primero que siento es la suavidad de tu piel, el calor de tu glande. Lo saboreo bien porque veo el placer que te produce, tirás la cabeza para atrás, dispuesto a relajarte para sentir. Tu pija no me entra en la boca por más que lo intente, es demasiado grande. La agarro fuerte con la mano y bajo con la boca hasta tus testículos; disfruto de tu olor a hombre.
El placer se te está subiendo a la cabeza, me agarrás de la nuca y me pedís más. Siento que estás por acabar, pero todavía tengo un par de cosas para hacerte, y no te vas a escapar tan fácilmente.
Me levanto de mis rodillas y me alejo unos pasos, quiero que me veas así. Ya estoy media despeinada, tengo la camisa desabrochada y la pollera desacomodada, conservo solo los zapatos. Me mirás, mirás mi cuerpo, y se dibujan en tus facciones la lujuria y el deseo. Me desvisto lentamente, quiero que aprecies bien mi lencería roja, a juego con los tacos. Estirás tus manos hacia mí, como pidiéndome que vuelva con vos. Me acerco, te beso y te tiro para atrás en la cama. Te apoyo las tetas en la cara, mientras abro las piernas y me siento arriba tuyo. Me bajas el corpiño con los dientes, desesperado por probar mis pezones. Tus manos bajan por mi espalda, agarrándome fuerte, y me manoseas el culo. Me lo estrujas y me das palmadas, vos realmente estás disfrutando esto.
Pero de repente, pierdo el control de la situación. Me agarrás de las muñecas, girás la cadera y estás encima de mí comiéndome la boca, el cuello, las tetas, cualquier cosa que esté a tiro de tu boca. Intento liberarme pero me agarrás muy fuerte, está claro que no tenés pensado dejarme ir. Me empiezo a mojar de nuevo, me sube un calor intenso desde la vulva, intento liberarme de nuevo y una sonrisa amenazante en los labios me decís las únicas palabras que yo quería escuchar:
-No linda, ahora sos mía, para lo que yo quiera.
Vos, justo vos, que cuando nos conocimos por chat vos intentabas moderar tus chistes porque era bastante más chica que vos (después de todo nos llevamos 8 años de diferencia), vos que siempre fuiste el tipo más correcto conmigo, a pesar de mis constantes provocaciones, justamente vos me estabas diciendo que no te importaba si yo lo quería o no, me ibas a coger cómo quisieras, cuando quisieras y cuanto quisieras. Yo ya no podía excitarme más...


Estoy abajo tuyo, toda mojada, tironeando para que me liberes y gimiendo de terror, porque los dos queremos llevar la fantasía hasta el final. Te las arreglas para inmovilizarme con una mano (después de todo, seguís siendo mucho más alto que yo) mientras con la otra me arrancas el corpiño y la tanguita que tanto trabajo me costó encontrar acá en Buenos Aires... me mordés el cuello y los hombros, y yo gimoteo y lloro para excitarte más. Me abrís las piernas con las tuyas, me metés la mano entre las piernas y me decís lo sucia que soy, que fui a tu casa para calentarte, que cómo me voy a mojar de esa manera, que me merezco un buen castigo que vos me podés dar, y mil cosas más sucias que, aunque sigo interpretando mi papel de víctima, me hacen estremecer de placer.
Me hacés lamerte los dedos, los metés con fuerza en mi boca, me amenazás. Cuando considerás que están bien mojados, me penetrás con fuerza, y yo pataleo y me resisto, gimiendo como si de verdad me doliera. Me estás cogiendo con tus dedos, bastante duro. Me estás cogiendo con tus de dos de escritor, con tus dedos de filósofo y redactor, con los dedos con los que debes sostener la pluma con la que firmás los libros que escribís. Me estás cogiendo y yo pierdo la cabeza, ya no soy una nenita violada, y gimo como una puta mientras me decís que era a eso a lo que querías llegar, que querías que yo te gimiera como una gata. No puedo evitarlo, me metés otro dedo y me retuerzo de placer. Me está llegando el orgasmo, ya lo siento bajar y mis estertores te lo comunican. Y me quiero matar porque me sacás los dedos de adentro, me dejás con el orgasmo a flor de piel, y me decís que me estás pagando con la misma moneda. Pero lo que no sabés es que puedo termina sola, solo con mi mente. Te miro y miro tu pija, y me la imagino cogiéndome con fuerza, entra y sale, entra y sale, entra y sale. Tengo hambre otra vez, asique busco besarte. Y cuando me respondés el beso llega el orgasmo.
Eso te toma por sorpresa, no te esperabas que lo pudiera hacer. Me mirás retorcerme como una lombriz, mientras disfruto de uno de las acabadas más fuertes que tuve en mi vida. Pero reaccionas rápido. Me arrastras hasta la cabecera de la cama y me atas las manos. Estoy tan relajada que no puedo resistirme (tampoco es que quiera hacerlo).
Volvés a abrirme las piernas, esta vez con más fuerza, noto tu calentura en cada músculo de tu cuerpo. Me decís al oído que soy muy traviesa, que estoy muy buena, que te caliento mucho. Que muchas veces imaginaste este momento pero nunca tan caliente (vos esperabas a una nena de 16, yo ya estoy en los 23). Que ahora me vas a mostrar lo que es que te cojan bien cogida, que me vas a agrandar el agujero, y mil groserías más que sólo aumentan mi morbo.
Cuando menos me lo espero me penetrás. Todavía estaba medio seca, asique el tamaño de tu pija me duele. Pero me encanta. Me la sacás entera y me las volvés a meter, bien fuerte. Siento que me desgarrás por dentro, me encanta. Cuando me vuelvo a mojar empezás a cogerme más rápido, más fuerte, más caliente. Me agarrás de las caderas y empezás a levantarme. La penetración es cada vez más profunda. Me calentás, me estás partiendo al medio pero me calentás. Soy capaz de abrir un poquito los ojos y veo todo el morbo y la lujuria reflejados en ellos. El orgasmo está cerca.
Me soltás y me dejás caer en la cama, tal vez estés cansado. Aprovecho y levanto mis piernas y las apoyo extendidas sobre tu pecho, los tobillos cruzados sobre tu hombro derecho. Me volvés a penetrar y yo pierdo lo último que me quedaba de cordura. Pierdo la noción del tiempo y del espacio. Lo único que existe es tu pija que me está ensartando como un poste, inamovible, que me parece que está en mi útero, que veo la cabeza moverse en mi panza, de un lado para otro, entrando y saliendo.
Mientras me llega el segundo orgasmo (o mejor dicho, la segunda serie), siento que se me dilata el ano. Y se me llenan de ratones la cabeza, porque nunca me cogieron por ahí. Pero voy a esperar tu decisión; después de todo, hoy te pertenezco.


Es la primera vez que vos acabás y te estás recuperando. Respirás como un toro y eso me encanta. Pero miro tus ojos verdes y son tales y como los recuerdo: tienen una inocencia que no se puede olvidar. Siento que te amo y quiero decírtelo, pero conozco nuestra situación: eventualmente volveré a Buenos Aires y vos tenés que seguir con tu vida. Me preguntás si quiero algo de la cocina, vas a traernos agua.
A pesar de la temperatura afuera volvés con la piel fría, por eso te abrazo cuando entrás a la cama. No hablamos, nos limitamos a mirarnos. Y así, acostada al lado tuyo, mirando esos ojos verdes hermosos que tenés, con tu pelo rubio iluminado por el sol de la tarde, es como mi sueño se interrumpe, me despierto, y estoy otra vez en Buenos Aires, al lado de él, que es un santo y nada sospecha que, por aunque sea unos minutos de sueño, amé más que a él a otro hombre.

6 comentarios - Sueño con vos.

InvisibleT
Lei los tres al hilo...y ahora no tengo mas para leer.
Muy buenos todos!
pablo31ro
Ufff que morbo.. Y uff que todo...
Gallo1316 +1
woooouuuu que encuentro cuanta pasion me encnto amor
Pervberto +1
La fantasía es aliada, siempre fuente de los placeres reales que después la alimentan en diálogo interminable.
5contar +1
Exactamente, por eso me gustan tan vívidas: para poder luego llevarlas a cabo, y si puedo, mejorarlas
morbo_cuernos +1
Increible narración y exitantes escenas. Gracias!