Estaba realmente helada, hacía mucho frío en la altas montañas donde me encontraba acampando, por eso agradecí que Jacob sugiriera meterse conmigo dentro del saco de dormir. Aún estaba un poco enfadada con él, pero luego de ver sus buenas intenciones se me quitó el mosqueo. Aunque a Edward no le hizo mucha gracia que otro hombre me abrazara, accedió a regañadientes sabiendo que era lo mejor para mi.
Observó en silencio como Jacob bajaba la cremallera y se metía en el saco conmigo. Muy a su pesar, tuvo que resignarse, pues sabía que él no podía ayudarme con eso; su cuerpo helado no desprendía calor alguno.
En cambio, Jacob me inundó de calidez en cuanto sentí su caliente torso rozando mi espalda, provocándome un dulce escalofrío desde la nuca hasta las puntas de los dedos de los pies. Me apreté más a su cuerpo buscando más calor, sintiendo cada músculo del mismo presionándose contra el mío. En ese momento, Edward gruñó y le advirtió que dejara de pensar en cosas obscenas y eso me hizo gracia. Saber que Jacob me deseaba y que Edward se ponía celoso en respuesta, me provocaba excitación.
Y fue entonces cuando me di cuenta de lo que realmente necesitaba, lo que quería en ese momento... Era consciente de que en pocas horas podría estar muerta. Victoria y los suyos podrían darme caza en cualquier momento y era muy posible que ni Edward ni Jacob pudieran ayudarme. Entonces... ¿por que no disfrutar de mis últimas horas de vida?. Hacía ya meses que tenía la misma fantasía erótica, la de ser llenada por dos hombres... ¿sería eso posible?. Sin dudarlo más, me lancé a la piscina.
—¿Edward? —susurré con voz temblorosa, aún me castañeaban los dientes debido al frío. Jacob en respuesta, me agarró por la cintura y tiró más de mi hacia él. Noté que él también estaba excitado y adoré sentir su reciente erección presionándose contra mi trasero.
—Dime Bella —dijo con la mandíbula fuertemente apretada y los puños cerrados. ¿Había vuelto a leerle la mente a Jacob?.
—¿Realmente me amas? —dije al fin, sin dejar de frotarme contra el miembro duro de mi amigo. Él no pudo resistirse y ahogó un gemido de placer.
—Sabes que así es —su voz era apenas un hilo de voz. Supuse que sin haberme leído los pensamientos ya que por alguna extraña razón no era posible, sabía lo que iba a pedirle.
—Entonces... ¿harías todo lo posible por verme feliz, verdad? —sabía que estaba jugando con fuego, pero si quería ver hecho realidad mi fantasía más caliente, tenía que aprovechar ese momento.
—Dime de una vez lo que quieres Bella —me urgió, mirándome fijamente y viendo el placer dibujado en mi rostro. Jacob había deslizado una de sus fuertes manos por dentro de la cinturilla de mis pantalones. Antes de responderle gemí de placer cuando finalmente un largo dedo dibujó la forma de mi húmeda raja.
—Por una vez en mi vida, os quiero a los dos dentro de mi —dije al fin, con la voz entrecortada por la excitación que me embargaba. No sabía si Edward se negaría o haría realidad mis deseos, pero recé por que fuera esto último.
—¿Quieres ser poseída por los dos a la vez? —preguntó con voz ronca. Eso me hizo reaccionar y deslizar mi mirada por su cuerpo. Él estaba también empalmado—. ¿Prometes que sólo será por esta vez?.
—Lo prometo —dije al fin, casi en un grito desesperado. Jacob me había introducido dos dedos en mi resbaladiza cavidad.
Edward no dijo nada más. Se puso en pie y comenzó a desnudarse. Yo me quedé embobada observando como su cuerpo iba siendo expuesto a medida que se iba quitando prendas. Memoricé cada parte que mostraba, como sus músculos se contraían con cada movimiento y ya por último, pude deleitarme con la visión de su enorme miembro endurecido.
—Verás como entre los dos logramos que entres en calor, Bella... —me susurró Jacob al oído a la vez que me mordisqueaba el lóbulo y me calentaba con su aliento.
Profundizó más todavía su íntima caricia y sus dedos tocaron un punto oculto en mi interior que me hizo arquearme de placer contra su torso desnudo. Estaba tan concentrada en las nuevas sensaciones que el hombre lobo me hacía sentir, que no noté cuando Edward bajó la cremallera del saco de dormir y se unió a nosotros.
Y todo pasó muy deprisa para mi gusto. A penas podía asimilar lo que aquellos dos hombres hermosos me hacían. Sus manos volaban por todo mi cuerpo, no dejaron piel alguna sin ser acariciada, lamida o besada. Sentía mis pezones dolidos y deliciosamente erizados. A ninguno de los dos se les pasó por la cabeza mantenerlos descuidados.
Yo tampoco me quedé quieta sin jugar, pues además de recibir me gustaba también otorgar placer a mis dos amantes. Tomé ambos miembros con mis pequeñas manos, los acaricié, los lamí primero uno y luego el otro, los succioné hasta que los tres quedamos satisfechos. Una vez que todos los sexos estuvieron bien lubricados, procedimos a profundizar nuestras caricias.
Jacob se acomodó de nuevo detrás de mi, con sus expertas manos separó mis nalgas y expuso mi ano a su vista. Primero lo tanteó con un dedo, estimulándolo y lubricándolo con mi propia saliva. Yo previamente se lo había lamido, mientras aún jugaba con el miembro de Edward. Luego, hizo presión y cuando sentí que me lo introducía lentamente, dí un respingo.
—Relájate Bella, déjate llevar... —susurró de nuevo, mientras me mordisqueaba donde el cuello se unía con mi hombro.
Hice lo que me pidió y cuando sentí la punta de su glande presionando aquél anillo de nervios, gemí por la anticipación. Edward me silenció con su boca, devorando mis labios y mi lengua. Un segundo después tenía toda la verga de Jacob clavada en mi trasero y aunque en un principio sentí dolor, me gustó la experiencia. Luego cuando comenzó a bombear dentro de mi y ha susurrarme palabras calientes, sólo pude sentir placer.
Y antes de que llegara al primero de los orgasmos, Edward me ayudó a separar las piernas y se posicionó de tal manera que pudiera penetrarme sin dejar caer su blanquecino cuerpo encima del mío y aplastarme. Poco después estaba hundido hasta el fondo en mi interior. Notar su miembro rozando mis húmedos pliegues y sentirlo entrar en mi fue el mayor de todos los placeres.
Me sentía llena, feliz y ya no tenía frío. Saber que estaba siendo amada y poseída por dos hombres a la vez casi me hizo enloquecer. Todos mis preocupaciones sobre Victoria y su séquito de neófitos pasaron al olvido y sólo era consciente de los dos miembros que bombeaban a un ritmo compaginado dentro de mis dos orificios.
No tardamos mucho tiempo en llegar los tres al clímax y quedar exhaustos tendidos sobre el saco de dormir. Los dos me abrazaron de manera posesiva y casi a la par, comenzaron a llenarme el rostro de cálidos besos.
Quizás me quedaran pocas horas de vida, pero al menos me iría al otro mundo llevándome esta impresionante experiencia conmigo...
Observó en silencio como Jacob bajaba la cremallera y se metía en el saco conmigo. Muy a su pesar, tuvo que resignarse, pues sabía que él no podía ayudarme con eso; su cuerpo helado no desprendía calor alguno.
En cambio, Jacob me inundó de calidez en cuanto sentí su caliente torso rozando mi espalda, provocándome un dulce escalofrío desde la nuca hasta las puntas de los dedos de los pies. Me apreté más a su cuerpo buscando más calor, sintiendo cada músculo del mismo presionándose contra el mío. En ese momento, Edward gruñó y le advirtió que dejara de pensar en cosas obscenas y eso me hizo gracia. Saber que Jacob me deseaba y que Edward se ponía celoso en respuesta, me provocaba excitación.
Y fue entonces cuando me di cuenta de lo que realmente necesitaba, lo que quería en ese momento... Era consciente de que en pocas horas podría estar muerta. Victoria y los suyos podrían darme caza en cualquier momento y era muy posible que ni Edward ni Jacob pudieran ayudarme. Entonces... ¿por que no disfrutar de mis últimas horas de vida?. Hacía ya meses que tenía la misma fantasía erótica, la de ser llenada por dos hombres... ¿sería eso posible?. Sin dudarlo más, me lancé a la piscina.
—¿Edward? —susurré con voz temblorosa, aún me castañeaban los dientes debido al frío. Jacob en respuesta, me agarró por la cintura y tiró más de mi hacia él. Noté que él también estaba excitado y adoré sentir su reciente erección presionándose contra mi trasero.
—Dime Bella —dijo con la mandíbula fuertemente apretada y los puños cerrados. ¿Había vuelto a leerle la mente a Jacob?.
—¿Realmente me amas? —dije al fin, sin dejar de frotarme contra el miembro duro de mi amigo. Él no pudo resistirse y ahogó un gemido de placer.
—Sabes que así es —su voz era apenas un hilo de voz. Supuse que sin haberme leído los pensamientos ya que por alguna extraña razón no era posible, sabía lo que iba a pedirle.
—Entonces... ¿harías todo lo posible por verme feliz, verdad? —sabía que estaba jugando con fuego, pero si quería ver hecho realidad mi fantasía más caliente, tenía que aprovechar ese momento.
—Dime de una vez lo que quieres Bella —me urgió, mirándome fijamente y viendo el placer dibujado en mi rostro. Jacob había deslizado una de sus fuertes manos por dentro de la cinturilla de mis pantalones. Antes de responderle gemí de placer cuando finalmente un largo dedo dibujó la forma de mi húmeda raja.
—Por una vez en mi vida, os quiero a los dos dentro de mi —dije al fin, con la voz entrecortada por la excitación que me embargaba. No sabía si Edward se negaría o haría realidad mis deseos, pero recé por que fuera esto último.
—¿Quieres ser poseída por los dos a la vez? —preguntó con voz ronca. Eso me hizo reaccionar y deslizar mi mirada por su cuerpo. Él estaba también empalmado—. ¿Prometes que sólo será por esta vez?.
—Lo prometo —dije al fin, casi en un grito desesperado. Jacob me había introducido dos dedos en mi resbaladiza cavidad.
Edward no dijo nada más. Se puso en pie y comenzó a desnudarse. Yo me quedé embobada observando como su cuerpo iba siendo expuesto a medida que se iba quitando prendas. Memoricé cada parte que mostraba, como sus músculos se contraían con cada movimiento y ya por último, pude deleitarme con la visión de su enorme miembro endurecido.
—Verás como entre los dos logramos que entres en calor, Bella... —me susurró Jacob al oído a la vez que me mordisqueaba el lóbulo y me calentaba con su aliento.
Profundizó más todavía su íntima caricia y sus dedos tocaron un punto oculto en mi interior que me hizo arquearme de placer contra su torso desnudo. Estaba tan concentrada en las nuevas sensaciones que el hombre lobo me hacía sentir, que no noté cuando Edward bajó la cremallera del saco de dormir y se unió a nosotros.
Y todo pasó muy deprisa para mi gusto. A penas podía asimilar lo que aquellos dos hombres hermosos me hacían. Sus manos volaban por todo mi cuerpo, no dejaron piel alguna sin ser acariciada, lamida o besada. Sentía mis pezones dolidos y deliciosamente erizados. A ninguno de los dos se les pasó por la cabeza mantenerlos descuidados.
Yo tampoco me quedé quieta sin jugar, pues además de recibir me gustaba también otorgar placer a mis dos amantes. Tomé ambos miembros con mis pequeñas manos, los acaricié, los lamí primero uno y luego el otro, los succioné hasta que los tres quedamos satisfechos. Una vez que todos los sexos estuvieron bien lubricados, procedimos a profundizar nuestras caricias.
Jacob se acomodó de nuevo detrás de mi, con sus expertas manos separó mis nalgas y expuso mi ano a su vista. Primero lo tanteó con un dedo, estimulándolo y lubricándolo con mi propia saliva. Yo previamente se lo había lamido, mientras aún jugaba con el miembro de Edward. Luego, hizo presión y cuando sentí que me lo introducía lentamente, dí un respingo.
—Relájate Bella, déjate llevar... —susurró de nuevo, mientras me mordisqueaba donde el cuello se unía con mi hombro.
Hice lo que me pidió y cuando sentí la punta de su glande presionando aquél anillo de nervios, gemí por la anticipación. Edward me silenció con su boca, devorando mis labios y mi lengua. Un segundo después tenía toda la verga de Jacob clavada en mi trasero y aunque en un principio sentí dolor, me gustó la experiencia. Luego cuando comenzó a bombear dentro de mi y ha susurrarme palabras calientes, sólo pude sentir placer.
Y antes de que llegara al primero de los orgasmos, Edward me ayudó a separar las piernas y se posicionó de tal manera que pudiera penetrarme sin dejar caer su blanquecino cuerpo encima del mío y aplastarme. Poco después estaba hundido hasta el fondo en mi interior. Notar su miembro rozando mis húmedos pliegues y sentirlo entrar en mi fue el mayor de todos los placeres.
Me sentía llena, feliz y ya no tenía frío. Saber que estaba siendo amada y poseída por dos hombres a la vez casi me hizo enloquecer. Todos mis preocupaciones sobre Victoria y su séquito de neófitos pasaron al olvido y sólo era consciente de los dos miembros que bombeaban a un ritmo compaginado dentro de mis dos orificios.
No tardamos mucho tiempo en llegar los tres al clímax y quedar exhaustos tendidos sobre el saco de dormir. Los dos me abrazaron de manera posesiva y casi a la par, comenzaron a llenarme el rostro de cálidos besos.
Quizás me quedaran pocas horas de vida, pero al menos me iría al otro mundo llevándome esta impresionante experiencia conmigo...
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