Temprano, ni bien llego al trabajo, recibo un mensaje de Vicente: “Esta tarde te paso a buscar”. ¡Por Dios!, es increíble lo que me provoca ese hombre. Con solo leer sus palabras me humedezco toda, tanto que tengo que ir al baño y ponerme una toallita íntima para no empapar la bombacha. Aunque nos veamos seguido, igual me pongo ansiosa ante la inminencia del encuentro. A las 18 en punto salgo sin cambiarme, con el uniforme de la Compañía puesto, y me tomo un taxi hasta la esquina de siempre. No quiero perder ni un segundo. Cuando llego ya está allí esperándome. Me subo a su taxi y sin decirle siquiera hola, le como la boca, se la devoro con un beso, más que beso un chupón, que revela mis ganas contenidas desde el mismo instante en que recibí su mensaje, hace ya nueve horas.
-No me podés hacer esto- le digo al desprenderme de sus labios, saboreando su saliva que queda colgando de los míos. –Me tenés ansiosa desde la mañana-
-Es que no quería que te comprometieras con otra cosa- me dice.
-Sabés que dejaría lo que fuera por estar con vos- le aseguro.
-Me gusta escucharte decir eso- asiente.
-¿Y… adónde vamos?- le pregunto acomodándome en mi asiento.
-Es una sorpresa- me dice y arranca.
Bueno, la sorpresa es a medias, porque vamos a la pensión, nuestro lugar en el mundo, nuestro nidito de amor, pero al entrar a la habitación, me quedo muda de sombro. Está todo cambiado, como si hubiera redecorado, una cama de plaza y media reemplaza el ajetreado catre en donde pasamos tan buenos momentos. Almohadas, almohadones, y en el centro del cuarto una mesa con velas, bocadillos, bombones, dos copas y una botella de champán.
-Es algo simbólico, ya sé que te merecés algo mejor, pero quería festejar de alguna manera este mes que estamos… digamos, juntos- me dice.
-¡Un mes!- me sorprendo.
No puedo creerlo, a mí me parece toda una vida. Y todo lo que cogimos en ese mes, pienso… ¡y lo que vamos a seguir cogiendo!, me replico a mí misma, relamiéndome ya por anticipado.
-Lo único que quiero es estar con vos, donde sea- le digo y me lo como a besos, enternecida por tan emotiva demostración de afecto.
-¿Un brindis?- me propone.
Destapa el champán haciendo saltar el corcho por el aire y dejando que la espuma fluya como en una incontenible eyaculación masculina.
-¡Mmmm… que bien me vendría algo así en este momento!- le insinúo con picardía.
-¡Jaja! Todo a su tiempo- se ríe mientras llena las copas.
-¿Es una promesa?- le pregunto.
-Es una promesa- asiente.
-Entonces… ¿por nosotros?-
-Por nosotros-
Chocamos las copas, bebemos apenas un sorbo y las dejamos de nuevo sobre la mesa. Nos sentamos y mientras hablamos, empezamos a comer algo de lo que está servido. En uno de los platos hay unas masitas de chocolate coronadas con un rulito de crema chantilly. Me sonrío sola ante la ocurrencia que acabo de tener.
-¿Qué, que pasa?- me pregunta Vicente ante mi enigmática sonrisa.
-No, nada es que… me gustaría que pruebes un postrecito que te prepare especialmente- le digo.
-¿Trajiste algo?- se sorprende, ya que no me vio con ningún paquete ni nada, solo con mi cartera.
-Sí, es algo muy especial, solo para tu boca-
Me levanto, me paro frente a él y mirándolo en todo momento con lasciva picardía, me desabrocho la camisa del uniforme y me bajo de un tirón el travesaño del corpiño. Mis pechos surgen duros e imponentes delante de sus ojos. No solo la leche que tengo acumulada contribuye a esa dureza, sino también la calentura que me vengo aguantando desde la mañana.
-¡Mmmm, que rico!- exclama Vicente acercando una mano para tocarme, pero antes de que llegue a hacerlo, se la aparto con un golpecito de la mía.
-¿Qué hace? El postre todavía no está listo- lo recrimino.
-¿Ah no?- se sonríe.
-No, le falta el toque final, lo que distingue un postre común de una delicatesen- le aclaro.
Entonces agarro una de esas masitas de chocolate que mencioné antes, unto la crema chantilly con un dedo y la esparzo sobre uno de mis pezones. Hago lo mismo con el otro pezón. Vicente me mira y se sonríe divertido ante la ocurrencia. Abriéndome de piernas me siento sobre las suyas, de frente, poniéndole mis tetas embadurnadas con crema chantilly delante de sus desorbitados ojos.
-Ahora sí, espero su opinión- le digo, como un chef que espera el veredicto sobre su plato.
Vicente no se anda con vueltas, me chupa con frenesí, provocándome cierto dolor al morderme, pero claro, se trata de un dolor delicioso, estimulante, placentero… ¡ahhhhh!... me estremezco, echando la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos, en pleno extasis.
-El mejor postre que haya probado jamás- me confirma Vicente, y aunque ya no ha dejado ni rastros de la crema sobre mis pechos, vuelve a chuparme con ansías, sorbiendo ávidamente mis pezones. Lo que saborea ahora no es la crema, sino mi propia leche materna que fluye libremente a causa de la succión a la que me somete. Mientras él sigue degustándome, comienzo a frotarme contra su entrepierna, sintiendo ya esa dureza bendita por la que soy capaz de arrastrarme a sus pies si fuera necesario.
-Yo también quiero mi postre- le digo con voz de gatita en celo, presionando aún más sobre su paquete, haciéndole sentir en forma más que palpable lo que le estoy reclamando.
Me levanto para que pueda moverse, así que ahí nomás se baja el pantalón, el calzoncillo y pela esa verga divina que Dios le (me) dio. Me pongo de rodillas frente a ella, agarro otro poco de crema y se la pongo en la punta, como una coronita. Me la meto en la boca y se la chupo, arrasando todo a mi paso, el glande, la crema y el resto de la pija también. Unto más crema y le dibujo una línea desde la base hasta el prepucio, línea que enseguida desaparece con una rápida incursión de mi lengua. Otro poco de crema en los huevos y se los chupo con fruición, sigo chupándoselos aún después de que la crema desaparece. Ya para entonces me olvido de la crema, y le chupo la pija con todas mis ganas, mirándolo desde abajo con ojitos de absoluta devoción.
Me la saco de la boca y me la refriego por la cara, por mis pechos, contagiándole la fiebre de estos, y me la vuelvo a comer, chupándosela con más entusiasmo todavía. Aunque sabe deliciosa, y sin crema de por medio, quiero que me coja, que me coja ¡YA!
Me levanto y me saco con apenas un par de movimientos la pollera y la bombacha, quedando completamente desnuda frente a él, a su merced, sin guardarme nada. Me apoyo contra el borde de la mesa y me abro de piernas, Vicente avanza hacia mí y de un solo golpe me la mete, me ensarta plácidamente. Lo siento deslizarse dentro mío y es como… como… la vida se me va en un suspiro, largo, profuso, cargado de amor y lujuria. Abro los ojos y lo veo, es como un sueño, como la vida que quisiera, a su lado, siendo solo suya en todo momento. Me quedo bien abrochada a él, sintiéndolo latir en mis entrañas y lo beso, nos besamos, fundiéndonos plena y absolutamente. Me separo de sus labios, procurando quedar unidos por un hilo de baba y me aferro a su cuerpo con mis piernas.
-¡Cogeme…!- le susurro suave al oído.
Y me coge, me empieza a bombear de lo lindo, haciéndome caer de espalda sobre la mesa, encima de las masas y los bombones, nos reímos por el “accidente”, pero aún así me sigue dando, no se detiene, se calza mis piernas en sus hombros y me da aquello que me hace tan feliz: Pija, pija y más pija. En un momento se frena, dejándomela adentro, y me levanta. Lo abrazo y vuelvo a besarlo en esa forma en que prácticamente lo dejo sin aire. Ahí, mientras me tiene en upa, en sus brazos, me siento suya más que nunca. Se sienta, llevándome consigo, haciéndome sentar nuevamente sobre él. No tardo nada en comenzar a moverme, arriba y abajo, manteniendo en todo momento el contacto visual, mientras cogemos nos miramos, nos hacemos el amor con la mirada, esa es una constante en cada uno de nuestros encuentros. El me mantiene aferrada de la cintura, acompañando mis evoluciones con la flexibilidad de sus piernas. En ese momento no existe nada ni nadie, solo nosotros, él y yo, amándonos con furor, disfrutando el uno del otro, entregándonos por completo a esa pasión arrolladora que cada vez nos desquicia más.
Sus gemidos, sus gestos, el enrojecimiento de su rostro, todo me indica que está por acabar… que viene lo que tanto anhelo y acelero aún más en ese último tramo.
-¡Ahhhhh… ahhhhhh… ahhhhhhh…!- y sin dejar de mirarnos, alcanzamos juntos la Gloria, deshaciéndonos en un mar de suspiros, jadeos y estremecimientos, que nos coloca en el cénit de una plácida agonía. El placer compartido es mucho más placer, de eso no cabe duda.
Luego del polvo me levanto y me cubro la concha con una mano, no quiero que nada se pierda, quiero tener su esencia siempre conmigo, que se mezcle con la mía y formen entre ambas una sola, única e indivisible. Así desnuda me tiendo en la cama y lo espero. Se levanta de la silla, se saca el pantalón y el calzoncillo que hasta ese momento estaban enrollados en sus tobillos y viene conmigo, la pija ya a media asta, bamboleándose entre sus piernas. Se recuesta a mi lado y nos besamos. Se queda en silencio un instante, mirando el techo, recuperando de a poco el ritmo normal de su respiración. Sé lo que quiere, quiere fumar pero no se anima a hacerlo, sabe que me molesta el humo del cigarrillo. Me compadezco de él y le digo:
-Si querés podés fumar tu cigarrillo-
-¿En serio?-
-Sí, dale-
-¡Sos una genia!- exclama y me vuelve a besar.
Saca el atado que tiene en la mesita de luz y prende un cigarrillo, exhalando el humo con visible satisfacción.
-Un cigarrillo siempre sabe mejor después de hacer el amor- me dice y me encanta que diga que hicimos el amor y no simplemente cogimos.
Mientras él disfruta su cigarrillo, lo acaricio, ya se imaginan donde. Eso es más que suficiente para que la razón de mi vida renueve energía y alcance la plenitud de nuevo, o sea… se le volvió a parar. Se la agarro con una mano y se la muevo arriba y abajo. Está toda mojada por la reciente descarga. No me importa, me lamo yo misma la mano con que se la agarre y en cuanto aparta el cigarrillo de sus labios lo beso en la boca, un beso mezcla de saliva, semen, flujo vaginal y calentura. Puede sonar asqueroso dicho así, pero en ese momento para nosotros era pura ambrosía.
Como retribución me chupa un buen rato la concha y el culo, y luego se me sube encima, en la posición del misionero, nuestra pose predilecta, ya que nos permite estar cara a cara y mantener un mejor contacto íntimo. Me la mete y de nuevo vuelvo a sentir esas sensaciones que solo él me produce. ¿Qué tiene para provocarme eso? No consigo descifrarlo y creo que nunca lo haré. Tampoco me importa, solo quiero ser suya en cuerpo y alma, en todas las formas posibles, gozar de él, gozar con él, coger, culear, hacer el amor con todos los sentidos, como en ese momento, sentirlo vibrar, estremecerse en mis entrañas. Con mis piernas lo retengo contra mi cuerpo, para no dejarlo escapar, para tenerlo siempre conmigo, hasta que un nuevo estallido vuelve a unirnos en una explosión rebosante de júbilo y satisfacción. La leche se licúa en mi interior, densa, cálida, efusiva.
-¡Por Dios, como te siento!- exclamo embelesada, dejándome arrastrar por su descarga.
Me llena, me embriaga, me rebalsa, el placer que siento no puede describirse con palabras, solo con sentimientos, con emociones. Pero como bien dice aquella vieja canción: “Todo concluye al fin, nada puede escapar, todo tiene un final, todo termina…” es el momento de volver a la realidad, de despertar de ese sueño que por este instante vivimos. Me visto en silencio, sintiéndome aún llena, llena de amor, de placer, de su leche. Miro la hora y con pesar le digo:
-Me tengo que ir- no puedo decir nada más, si lo hago seguro que romperé en llanto.
Aunque no me lo dice sé lo que desea, que me quede con él. Que por una vez no me tuviera que ir así, a las corridas.
Yo tampoco quiero irme, quisiera quedarme con él, pero… mi marido, mi hijo. Agarro mi cartera, le tiro un beso al aire y me despido:
-Chau, nos vemos-
No quiero besarlo, si lo hago puedo llegar a cometer la locura de quedarme y mandar todo a la… pero no, no puedo, mi familia me espera. Salgo de la pensión pensando en lo que me dijo aquella vez, que quiere pasar toda una noche conmigo, y lo que quiero yo es pasar toda mi vida con él, ser su mujer, su puta, su todo… sin embargo, podríamos empezar con una noche, sería hermoso despertar a su lado luego de hacer el amor y cuanto más pienso en esa idea, más me seduce. Definitivamente tendré que hacer algo al respecto.
-No me podés hacer esto- le digo al desprenderme de sus labios, saboreando su saliva que queda colgando de los míos. –Me tenés ansiosa desde la mañana-
-Es que no quería que te comprometieras con otra cosa- me dice.
-Sabés que dejaría lo que fuera por estar con vos- le aseguro.
-Me gusta escucharte decir eso- asiente.
-¿Y… adónde vamos?- le pregunto acomodándome en mi asiento.
-Es una sorpresa- me dice y arranca.
Bueno, la sorpresa es a medias, porque vamos a la pensión, nuestro lugar en el mundo, nuestro nidito de amor, pero al entrar a la habitación, me quedo muda de sombro. Está todo cambiado, como si hubiera redecorado, una cama de plaza y media reemplaza el ajetreado catre en donde pasamos tan buenos momentos. Almohadas, almohadones, y en el centro del cuarto una mesa con velas, bocadillos, bombones, dos copas y una botella de champán.
-Es algo simbólico, ya sé que te merecés algo mejor, pero quería festejar de alguna manera este mes que estamos… digamos, juntos- me dice.
-¡Un mes!- me sorprendo.
No puedo creerlo, a mí me parece toda una vida. Y todo lo que cogimos en ese mes, pienso… ¡y lo que vamos a seguir cogiendo!, me replico a mí misma, relamiéndome ya por anticipado.
-Lo único que quiero es estar con vos, donde sea- le digo y me lo como a besos, enternecida por tan emotiva demostración de afecto.
-¿Un brindis?- me propone.
Destapa el champán haciendo saltar el corcho por el aire y dejando que la espuma fluya como en una incontenible eyaculación masculina.
-¡Mmmm… que bien me vendría algo así en este momento!- le insinúo con picardía.
-¡Jaja! Todo a su tiempo- se ríe mientras llena las copas.
-¿Es una promesa?- le pregunto.
-Es una promesa- asiente.
-Entonces… ¿por nosotros?-
-Por nosotros-
Chocamos las copas, bebemos apenas un sorbo y las dejamos de nuevo sobre la mesa. Nos sentamos y mientras hablamos, empezamos a comer algo de lo que está servido. En uno de los platos hay unas masitas de chocolate coronadas con un rulito de crema chantilly. Me sonrío sola ante la ocurrencia que acabo de tener.
-¿Qué, que pasa?- me pregunta Vicente ante mi enigmática sonrisa.
-No, nada es que… me gustaría que pruebes un postrecito que te prepare especialmente- le digo.
-¿Trajiste algo?- se sorprende, ya que no me vio con ningún paquete ni nada, solo con mi cartera.
-Sí, es algo muy especial, solo para tu boca-
Me levanto, me paro frente a él y mirándolo en todo momento con lasciva picardía, me desabrocho la camisa del uniforme y me bajo de un tirón el travesaño del corpiño. Mis pechos surgen duros e imponentes delante de sus ojos. No solo la leche que tengo acumulada contribuye a esa dureza, sino también la calentura que me vengo aguantando desde la mañana.
-¡Mmmm, que rico!- exclama Vicente acercando una mano para tocarme, pero antes de que llegue a hacerlo, se la aparto con un golpecito de la mía.
-¿Qué hace? El postre todavía no está listo- lo recrimino.
-¿Ah no?- se sonríe.
-No, le falta el toque final, lo que distingue un postre común de una delicatesen- le aclaro.
Entonces agarro una de esas masitas de chocolate que mencioné antes, unto la crema chantilly con un dedo y la esparzo sobre uno de mis pezones. Hago lo mismo con el otro pezón. Vicente me mira y se sonríe divertido ante la ocurrencia. Abriéndome de piernas me siento sobre las suyas, de frente, poniéndole mis tetas embadurnadas con crema chantilly delante de sus desorbitados ojos.
-Ahora sí, espero su opinión- le digo, como un chef que espera el veredicto sobre su plato.
Vicente no se anda con vueltas, me chupa con frenesí, provocándome cierto dolor al morderme, pero claro, se trata de un dolor delicioso, estimulante, placentero… ¡ahhhhh!... me estremezco, echando la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos, en pleno extasis.
-El mejor postre que haya probado jamás- me confirma Vicente, y aunque ya no ha dejado ni rastros de la crema sobre mis pechos, vuelve a chuparme con ansías, sorbiendo ávidamente mis pezones. Lo que saborea ahora no es la crema, sino mi propia leche materna que fluye libremente a causa de la succión a la que me somete. Mientras él sigue degustándome, comienzo a frotarme contra su entrepierna, sintiendo ya esa dureza bendita por la que soy capaz de arrastrarme a sus pies si fuera necesario.
-Yo también quiero mi postre- le digo con voz de gatita en celo, presionando aún más sobre su paquete, haciéndole sentir en forma más que palpable lo que le estoy reclamando.
Me levanto para que pueda moverse, así que ahí nomás se baja el pantalón, el calzoncillo y pela esa verga divina que Dios le (me) dio. Me pongo de rodillas frente a ella, agarro otro poco de crema y se la pongo en la punta, como una coronita. Me la meto en la boca y se la chupo, arrasando todo a mi paso, el glande, la crema y el resto de la pija también. Unto más crema y le dibujo una línea desde la base hasta el prepucio, línea que enseguida desaparece con una rápida incursión de mi lengua. Otro poco de crema en los huevos y se los chupo con fruición, sigo chupándoselos aún después de que la crema desaparece. Ya para entonces me olvido de la crema, y le chupo la pija con todas mis ganas, mirándolo desde abajo con ojitos de absoluta devoción.
Me la saco de la boca y me la refriego por la cara, por mis pechos, contagiándole la fiebre de estos, y me la vuelvo a comer, chupándosela con más entusiasmo todavía. Aunque sabe deliciosa, y sin crema de por medio, quiero que me coja, que me coja ¡YA!
Me levanto y me saco con apenas un par de movimientos la pollera y la bombacha, quedando completamente desnuda frente a él, a su merced, sin guardarme nada. Me apoyo contra el borde de la mesa y me abro de piernas, Vicente avanza hacia mí y de un solo golpe me la mete, me ensarta plácidamente. Lo siento deslizarse dentro mío y es como… como… la vida se me va en un suspiro, largo, profuso, cargado de amor y lujuria. Abro los ojos y lo veo, es como un sueño, como la vida que quisiera, a su lado, siendo solo suya en todo momento. Me quedo bien abrochada a él, sintiéndolo latir en mis entrañas y lo beso, nos besamos, fundiéndonos plena y absolutamente. Me separo de sus labios, procurando quedar unidos por un hilo de baba y me aferro a su cuerpo con mis piernas.
-¡Cogeme…!- le susurro suave al oído.
Y me coge, me empieza a bombear de lo lindo, haciéndome caer de espalda sobre la mesa, encima de las masas y los bombones, nos reímos por el “accidente”, pero aún así me sigue dando, no se detiene, se calza mis piernas en sus hombros y me da aquello que me hace tan feliz: Pija, pija y más pija. En un momento se frena, dejándomela adentro, y me levanta. Lo abrazo y vuelvo a besarlo en esa forma en que prácticamente lo dejo sin aire. Ahí, mientras me tiene en upa, en sus brazos, me siento suya más que nunca. Se sienta, llevándome consigo, haciéndome sentar nuevamente sobre él. No tardo nada en comenzar a moverme, arriba y abajo, manteniendo en todo momento el contacto visual, mientras cogemos nos miramos, nos hacemos el amor con la mirada, esa es una constante en cada uno de nuestros encuentros. El me mantiene aferrada de la cintura, acompañando mis evoluciones con la flexibilidad de sus piernas. En ese momento no existe nada ni nadie, solo nosotros, él y yo, amándonos con furor, disfrutando el uno del otro, entregándonos por completo a esa pasión arrolladora que cada vez nos desquicia más.
Sus gemidos, sus gestos, el enrojecimiento de su rostro, todo me indica que está por acabar… que viene lo que tanto anhelo y acelero aún más en ese último tramo.
-¡Ahhhhh… ahhhhhh… ahhhhhhh…!- y sin dejar de mirarnos, alcanzamos juntos la Gloria, deshaciéndonos en un mar de suspiros, jadeos y estremecimientos, que nos coloca en el cénit de una plácida agonía. El placer compartido es mucho más placer, de eso no cabe duda.
Luego del polvo me levanto y me cubro la concha con una mano, no quiero que nada se pierda, quiero tener su esencia siempre conmigo, que se mezcle con la mía y formen entre ambas una sola, única e indivisible. Así desnuda me tiendo en la cama y lo espero. Se levanta de la silla, se saca el pantalón y el calzoncillo que hasta ese momento estaban enrollados en sus tobillos y viene conmigo, la pija ya a media asta, bamboleándose entre sus piernas. Se recuesta a mi lado y nos besamos. Se queda en silencio un instante, mirando el techo, recuperando de a poco el ritmo normal de su respiración. Sé lo que quiere, quiere fumar pero no se anima a hacerlo, sabe que me molesta el humo del cigarrillo. Me compadezco de él y le digo:
-Si querés podés fumar tu cigarrillo-
-¿En serio?-
-Sí, dale-
-¡Sos una genia!- exclama y me vuelve a besar.
Saca el atado que tiene en la mesita de luz y prende un cigarrillo, exhalando el humo con visible satisfacción.
-Un cigarrillo siempre sabe mejor después de hacer el amor- me dice y me encanta que diga que hicimos el amor y no simplemente cogimos.
Mientras él disfruta su cigarrillo, lo acaricio, ya se imaginan donde. Eso es más que suficiente para que la razón de mi vida renueve energía y alcance la plenitud de nuevo, o sea… se le volvió a parar. Se la agarro con una mano y se la muevo arriba y abajo. Está toda mojada por la reciente descarga. No me importa, me lamo yo misma la mano con que se la agarre y en cuanto aparta el cigarrillo de sus labios lo beso en la boca, un beso mezcla de saliva, semen, flujo vaginal y calentura. Puede sonar asqueroso dicho así, pero en ese momento para nosotros era pura ambrosía.
Como retribución me chupa un buen rato la concha y el culo, y luego se me sube encima, en la posición del misionero, nuestra pose predilecta, ya que nos permite estar cara a cara y mantener un mejor contacto íntimo. Me la mete y de nuevo vuelvo a sentir esas sensaciones que solo él me produce. ¿Qué tiene para provocarme eso? No consigo descifrarlo y creo que nunca lo haré. Tampoco me importa, solo quiero ser suya en cuerpo y alma, en todas las formas posibles, gozar de él, gozar con él, coger, culear, hacer el amor con todos los sentidos, como en ese momento, sentirlo vibrar, estremecerse en mis entrañas. Con mis piernas lo retengo contra mi cuerpo, para no dejarlo escapar, para tenerlo siempre conmigo, hasta que un nuevo estallido vuelve a unirnos en una explosión rebosante de júbilo y satisfacción. La leche se licúa en mi interior, densa, cálida, efusiva.
-¡Por Dios, como te siento!- exclamo embelesada, dejándome arrastrar por su descarga.
Me llena, me embriaga, me rebalsa, el placer que siento no puede describirse con palabras, solo con sentimientos, con emociones. Pero como bien dice aquella vieja canción: “Todo concluye al fin, nada puede escapar, todo tiene un final, todo termina…” es el momento de volver a la realidad, de despertar de ese sueño que por este instante vivimos. Me visto en silencio, sintiéndome aún llena, llena de amor, de placer, de su leche. Miro la hora y con pesar le digo:
-Me tengo que ir- no puedo decir nada más, si lo hago seguro que romperé en llanto.
Aunque no me lo dice sé lo que desea, que me quede con él. Que por una vez no me tuviera que ir así, a las corridas.
Yo tampoco quiero irme, quisiera quedarme con él, pero… mi marido, mi hijo. Agarro mi cartera, le tiro un beso al aire y me despido:
-Chau, nos vemos-
No quiero besarlo, si lo hago puedo llegar a cometer la locura de quedarme y mandar todo a la… pero no, no puedo, mi familia me espera. Salgo de la pensión pensando en lo que me dijo aquella vez, que quiere pasar toda una noche conmigo, y lo que quiero yo es pasar toda mi vida con él, ser su mujer, su puta, su todo… sin embargo, podríamos empezar con una noche, sería hermoso despertar a su lado luego de hacer el amor y cuanto más pienso en esa idea, más me seduce. Definitivamente tendré que hacer algo al respecto.
15 comentarios - Mesiversario...
QUE LOCO CUANDO PASA DE SER UNA CALENTURA...Y SE CONFUNDE EL CALOR DE UNA AVENTURA CON EL CALOR DE UNA COMPAÑIA...
MUY BUEN POST!!!
que atorranta hermosa sos besos Misko
Me encanta esta historia, que por lo que veo va a tener muchos capitulos mas!
Gracias por compartir
La verdad es que esta historia ya me está asustando, cuánto duraría esa relación sin adornarlo a Vicente?
Hmmm, Vicente, la que te espera amigo, hoy sos el más envidiado, pero te queda poco.
Marita, como siempre hacés que hiervan las sangres y se inflen los huevos de calentura leyéndote tan puta y tan lujuriosa, qué no daríamos por ser los protagonistas y chuparte las tetas hasta dejarte seca.
Pero bueh, hoy el afortunado es ese Vicente, aunque ya sabemos que pronto vendrán otros.
Besos ídola, gracias por tan lindas historias.
La mejor forma de agradecer es comentando a quien te comenta.
Huy Marita, vuelvo a P! después de un tiempo y veo que andás enamorada. Qué garrón, pero no pierdo mis esperanzas ❤️
Genial el relato, como siempre 🔥
Me hizo acordar a una canción de Las Pastillas del Abuelo...
Escuchala...te dejo una partecita
..."ninguno de los dos creía en el destino
y este se vengo para hacerse notar
les va poniendo mas piedras en el camino
pero yo me juro fiel testigo de esa magia que en ellos seguirán
compartiendo eternamente
entre el miedo y la pasión
el instinto y la razón
entre la perseverancia y la cruel resignación
esa magia que no los va a dejar ser
nunca los va a dejar ser
dos amantes del montón..."
Espero te guste...te dejo puntitos y besitos como siempre amiga...