Éramos poco y llegó la abuela, bah, mi madre 14º

No pude convencerlo para que dejara de preguntar y cuestionar mi adolescencia, así que sin más, sin otro remedio, sin poder evitarlo, como de costumbre Leo, mi hijo, se salía con la suya, pasé a contarle "parte" de mis pecados de juventud, como para dejarlo conforme.
Luego del sexo desenfrenado entre ambos y sin sueño, la madre se confesó (parcialmente) a su hijo.

Fotografía de Angélica jovencita en su provincia natal.
Tu tío Ernesto, mi hermano mayor, el que me quitó mi virginidad, era un buscavida, en nuestro pueblo, no sobraba el trabajo, ni tampoco las posibilidades de progresar, máximo si no tenías un oficio o estudio. Él, carecía de ambas cosas, producto de ello y en virtud de su simpatía, era entrador, para muchos encantador, había notado, que muchos hombres se dedicaban a una actividad antiquísima en el lugar.... La de "fiolo" sin embargo, para ello, uno debía tener algunos recursos económicos, para conseguir mujeres o "facha y labia" cosas que en él carecían (como por ejemplo para poder agasajar a las damas) y no tuvo otra "gran" idea que la de enamorar a Lola, mi hermana, mayor que yo, pero, menor que Ernesto.
Con ella, hizo un trabajo "fino", no como a mi, que me tomó por la fuerza. Con ella, se tomó su tiempo, la enganchó de tal manera, que la hizo trabajar para él casi sin obligarla.
¿Cómo hizo eso, cómo lo consiguió? Preguntó Leo, su hijo, que seguía atentamente el relato de su madre, ambos desnudos en la cama matrimonial de sus padres.

Hasta eso cambió -Dijo Angélica- Antes, los fiolos, antes tenían códigos, te hacían el verso, no te obligaban, por lo menos de movida.....
Le hizo un cuento, que tenía deudas, que lo iban a lastimar, que tenía que pagar...
Y ella de a poco, sola se entregó, Ernesto le dijo que la deuda era por "escolazo" por la "timba" por las barajas, por un juego de cartas, y que le debía a un "turco", que en nuestro pueblo abundaban, todos mercaderes, comerciantes, que vendían cualquier cosa..
Y que el "viejo turco" le había insinuado que sólo le perdonaría la deuda si él, le entregaba a su hermana, es decir, a Lola, Ernesto le dijo que el le había contestado que antes prefería enfrentar las "consecuencias" todo "sanata", mentira, y ella se lo creyó y accedió a pesar de la parodia de "negativa" de nuestro hermano Ernesto.
Esa fue la primera vez, y después vinieron todas, otra y otra, nunca más se pudo negar, hasta que se acostumbró a realizarlo cada vez que este se lo pedía, y este lo hacía cada vez más asiduo, en forma reiterada.

Esta es Lola con el "viejo turco" al que según Ernesto le debía.
Nos interrumpió el relato histórico, el sol del amanecer y con él, la próxima llegada de Felina (mi hija) y Bruno (mi marido y padre de Leo). Le dije que descanse algo, aunque más no sea, por un rato, que yo me quedaría arreglando todo y esperando la llegada de ellos.
Sin embargo, cerca del mediodía llamó mi marido, informándome que no vendrían, que se quedaban hasta el lunes, él se iría al trabajo desde allí, y Felina, mi hija vendría sola más tarde. Le comenté lo de Leo.
Entonces, me preguntó si quería que regresaran ambos.
No dudé ni un instante.. ¡No, quédense, Leo está despidiéndose de sus amigos! Respondí mintiendo, lo tendría un día más sola para mi. ¡No se si decírselo a Felina! Me respondió mi esposo
¡No se, creo que mejor no, no se, fijate, porque capas ella te haga volver en vano a casa! Le dije con un dejo de falta de interés o importancia en la decisión que tomara (siempre me daba resultado) y no falló una vez más.
¡Ok, mejor no le digo nada ahora, se lo digo mañana! ¡Saludos! Dijo y cortó
Feliz de la vida, me disponía a estar sola otra jornada con mi niño, planeando como lo disfrutaríamos juntos, cuando sonó estridente el timbre de casa.
Me dirijí a la puerta de entrada y observé por la mirilla una mujer, abrí para saber quien era y que quería.
¿Si, necesita algo? Pregunté a la desconocida amablemente, feliz por los acontecimientos anteriores, los que se venían dando, pero, siempre en la vida son, una de cal y dos de arena. Siempre una buena noticia, la empaña otra que no es igual.
La mujer mayor respondió ¡No me conocés, soy tu madre!
Perpleja, atónita, mi anciana madre se hacía presente en mi hogar, luego de toda una vida de ausencia (esa es otra historia) que tal vez más adelante relate.
Luego de pasada mi conmoción por lo inesperado la hice pasar.
Ya dentro de casa, con la cabeza gacha me dijo ¡Perdoname!

Aún se mantenía bien, sería una cuestión de genes. Con un vestidito floreado, nos fundimos en un abrazo en medio de la sala, aunque se esfumaba mi día con Leo.
Nos pusimos a conversar de todo, rápido, pero sin entrar en cuestiones, sólo lo básico.
¡Qué hacés! ¿De dónde venís? Pregunté, y luego de respuestas breves y de rigor, le ofrecí que se acomodara en la habitación de Leo, que se iría a la colimba, pero, que se diera un baño, mientras yo lo despertaba a mi hijo, su nieto y lo pusiera al tanto de algunas cosas y se vistiera, ya que Leo, estaba desnudo en el cuarto que habitualmente compartía con su hermana, creyéndonos solos.
Así fue, aunque Leo, que es un despitado y más si está algo cansado y mal dormido, se levantó ¿Y qué fue lo primero que hizo? ¡Ir al baño, donde se estaba bañando su abuela! ¡Y la encontró en la bañera!
¡Por supuesto sin ropas! Ella lo miró relajada "acostumbrada a todos los hijos varones que tuvo" con descreimiento al ver que su nieto se sorprendía al verla allí.

Mientras Leo balbuceaba excusas y demoraba en retirase del cuarto de baño, mi madre, su abuela, se incorporó en la bañera y le dijo ¡Querés verme! ¿Te gusta lo qué ves? Permaneciendo parada, en pose, desnuda frente a él
Leo, salió despavorido, enrojecido de vergüenza, y despabilado de una vez, corrió hacia mi y me dijo ¡Hay una vieja impresionante en bolas en el baño!