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Mis vecinas , dos putitas univercitarias (leer todo)

Me llamo David, tengo 38 años y vivo en una ciudad andaluza. Mido 1.78, soy de pelo castaño oscuro, de ojos marrones y de constitución delgada. Mucha gente me dice que aparento 5 o 6 años menos de los que tengo. Estoy soltero y sin compromiso y no sé si fue mi apariencia lo que confundió a las dos chicas universitarias, que fueron mis vecinas del piso de enfrente durante todo el curso pasado, o es que les atraían los maduritos.



Vivo en un viejo edificio de tres plantas, mi piso es uno de los dos que hay en la última de ellas. Los otros inquilinos de los pisos son personas bastante mayores, ya jubiladas hace años. Sin embargo el piso que está frente al mío es alquilado por su dueño cada año a estudiantes universitarios que vienen de los pueblos de la zona a cursar sus estudios en la ciudad. En todos los años anteriores mi relación con mis jóvenes vecinos se había limitado a los típicos saludos cuando me los encontraba por las escaleras del edificio o a la entrada del mismo. Poco más. Pero el curso pasado la cosa cambió de forma radical.





Una tarde a mediados de septiembre, cuando regresaba a casa del trabajo, me topé en la puerta de entrada al bloque con dos chicas jóvenes cargadas con mochilas y varias maletas. Tras intercambiar los correspondientes saludos, abrí la puerta con mi llave y les cedí el paso a las dos jóvenes.



- ¿A qué planta vais?- pregunté.



- A la tercera. Somos estudiantes y hemos alquilado para este curso el piso del tercero izquierda- respondió una de las chicas.



- ¡Ahh, pues entonces vamos a ser vecinos de planta. Me llamo David y vivo en el piso de enfrente al vuestro- comenté.



-Yo soy Lorena y ella es Laura. Vamos a estudiar este año en la Facultad de Periodismo. Es nuestro primer año de carrera, así que a ver cómo se nos da.





Lorena era una joven alta, casi de mi misma estatura. Tenía el pelo castaño, ondulado, que le llegaba hasta los hombros. Sus ojos eran de color miel y tenía un cuerpo “macizo” (como solemos decir en el sur de España): no estaba gorda, pero tampoco tenía una figura muy estilizada, era una chica con curvas, de pechos grandes, con un culo prieto y unos muslos generosos. La ropa ceñida que llevaba (camiseta azul ajustada y mallas negras) resaltaba aún más su figura.



Laura, en cambio, era morena, con el pelo largo y liso. De ojos negros, su tez era típica de muchas mujeres del sur, que parecen gozar de un bronceado eterno. Era algo más baja que su compañera y sin tantas curvas. Vestía una camiseta blanca con algo de escote y unos shorts vaqueros que le cubrían únicamente los glúteos y la parte inicial de los muslos.

Días más tarde me enteré por ellas mismas de que eran de un pequeño pueblo de Cádiz y de que tenían los 18 años recién cumplidos.





Ayudé a las chicas a subir sus maletas por las escaleras (el edificio no tiene ascensor) y cuando llegamos a la tercera planta me despedí de ellas diciéndoles:



- Bueno. Si durante los meses que estéis aquí necesitáis algo, lo que sea, no tenéis más que avisarme, ¿de acuerdo?



- Gracias vecino. Es la primera vez que vivimos lejos de nuestras familias y resulta agradable saber que tenemos aquí al lado a alguien a quien poder recurrir en caso de alguna necesidad- me contestó Lorena.



Entré en casa con la sensación de haber tenido muy buen “feeling” con las nuevas vecinas y además, para que negarlo, las dos me habían resultado muy atractivas.





Los días fueron transcurriendo y me crucé con ellas varias veces por las escaleras, limitándonos simplemente a saludarnos.

Sin embargo, una tarde, cuando yo estaba tendiendo la ropa en la pequeña azotea que tiene el edificio, apareció Lorena con un cesto lleno de ropa para tender.

Los cordeles destinados a su piso estaban junto a los míos, de forma que se acercó y me dijo:



- ¡Hola, vecino! Aquí que vengo a tender mi ropa y la de Laura, que como es un poco vaga se ha quedado en el piso viendo la televisión.

- ¿Cómo van los estudios y las primeras semanas fuera de casa?- le pregunté.



- Bien, los estudios de momento bien. Y con la ciudad nos vamos adaptando poco a poco. Algunos fines de semana vamos al pueblo a visitar a las familias y otros nos quedamos aquí para salir a divertirnos un poco-me respondió.



Entonces me puse en plan paternalista y protector y le aconsejé:



- Está bien que os divirtáis. Pero no descuidéis los estudios y, sobre todo, no hagáis locuras por ahí por las noches.



-Ufffff, David, eres casi peor que mi padre con el tema de las salidas nocturnas- exclamó la chica.



- Sólo quiero que no os pase nada ni que os metáis en líos.



- ¡Está bien! Te prometo que nos portaremos como niñas buenas. ¿Puedo hacerte una pregunta personal?- dijo la chica.



-¡Claro, pregunta lo que quieras!- le respondí.



-¿Estás casado, piensas formar una familia?



La pregunta me pilló un poco de sorpresa. Tras unos instantes respondí:



- Ni estoy casado, ni tengo novia. Estoy bien así, solo, soltero. Veo difícil formar una familia.



- Es una pena que no quieras tener hijos- indicó Lorena.



- ¿Por qué lo dices?-



- Porque creo que serías un buen padre, que te preocuparías por tus hijos. ¿Cuántos años tienes?- me preguntó.



- 38.



- ¿38? Pero si aparentas bastantes menos. Bueno de todas formas igual cambias de opinión y decides algún día ser papá.

Yo ya he terminado. Otro día seguimos charlando un ratito,¿no?- comentó la chica.



-Cuando quieras- contesté.



Dedicándome una amplia sonrisa, Lorena abandonó la azotea, mientras yo terminaba de tender mis últimas prendas.

No pude evitar fijarme en la ropa que la joven acababa de tender. Casi toda se limitaba a conjuntos de ropa interior: sujetadores, braguitas y tangas, de todos los colores y modelos. Me acerqué a esas prendas y comprobé lo provocativas que resultaban: tangas diminutos, transparentes, algunos en forma simplemente de fino hilo por detrás…. Mi pene empezó a reaccionar y sentí cómo se me ponía duro bajo mi ropa, sólo con el hecho de imaginarme a aquellas dos chicas vestidas con esos conjuntos.



Me sentí mal conmigo mismo por haber tenido esos pensamientos sobre unas jóvenes a las que les doblaba en edad. Decidí cortar con mis fantasías y abandoné la azotea.





Las semanas y los meses fueron pasando y siempre que coincidía con alguna de las estudiantes, charlábamos algunos minutos, especialmente con Lorena, que era de carácter más abierto y jovial que Laura.



Ya en abril, un domingo por la mañana temprano, decidí salir a hacer algo de deporte. Opté por coger la bicicleta y dedicarme a rodar un buen puñado de kilómetros. Cuando llegué a la puerta del edificio, coincidí con Laura y con Lorena: eran las nueve de la mañana y me dijeron que regresaban de estar toda la noche de fiesta. Sus caras marcadas por el cansancio y por el sueño no dejaban lugar a dudas, al igual que el aliento a alcohol.



- Ya veo que no has hecho caso a mis consejos- le dije a Lorena.



- ¡Cállate, por favor. Y déjame en paz. Métete en tus asuntos!- me gritó la chica.



No dije nada más. Salí del edificio, me monté en la bicicleta y me dediqué a rodar tratando de olvidar lo que acababa de ocurrir. Me prometí no inmiscuirme más en la vida de las dos jóvenes y limitarme simplemente a saludarlas cuando me las cruzara.





Esa misma noche sonó el timbre de la puerta de mi piso. Eran más de las 23.00 horas y yo estaba a punto de acostarme. Comprobé por la mirilla de la puerta de quién se podría tratar a esas horas. Para mi asombro vi que al otro lado de la puerta se encontraba Lorena. Dudé unos segundos si abrir o no, pero al final opté sólo por entreabrir la puerta, pues lo único que llevaba puesto era un bóxer negro.



- Hola, David. Perdón por la hora, pero necesitaba hablar contigo y disculparme por lo de esta mañana- me dijo Lorena.



Tenía puesto una especie de camisón rosa de manga corta que no le llegaba ni a la mitad de los muslos y unas chanclas.



- Perdona que no te ofrezca pasar, pero es que sólo llevo puesto un bóxer, estaba a punto de acostarme- le dije.



- No te preocupes. Es suficiente con poder hablar, aunque sea aquí en la puerta. Además, mira cómo vengo yo también, en camisón de dormir. Llevaba un rato tumbada en la cama, pero no podía dormirme, dándole vueltas a lo que te dije esta mañana. Te pido disculpas por haberte hablado así, como una maleducada. Venía bastante bebida y…..



- Psssst, no hace falta que sigas. Por mi parte está todo olvidado. Además tienes toda la razón en lo que me dijiste: no soy quién para meterme en la vida de los demás- comenté.



- Te equivocas. A mí me gusta y me agrada que haya personas que se preocupen por mí. Y encima si es alguien como tú…



- ¿Cómo yo?- pregunté.



- Sí, como tú: amable, sensible y encima guapo- me contestó.



Me puse rojo de vergüenza por el piropo que me acababa de echar la chica. Entonces decidí abrir la puerta por completo, sin importarme que la universitaria me viera en bóxer. Me acerqué a ella y le di un beso en la mejilla. Su piel olía muy bien, como a un gel de baño o a algún tipo de crema.



- Gracias por lo que me acabas de decir. Y venga, vete a dormir que se hace tarde- le indiqué.



- Buenas noches, David- me dijo Lorena, devolviéndome el beso en mi mejilla.



Me fui a la cama feliz por la conversación con la chica y, especialmente, por el besito que me había regalado.







Dos días más tarde, tras acabar mi jornada laboral, comer y descansar un rato, subí a la azotea a tender la ropa, como solía hacer varias veces a la semana. Eran aproximadamente las 17.00 horas y al salir al exterior, a pleno sol, comprobé que se empezaba a notar ya que estábamos en la época del año donde el sol comienza a apretar de lo lindo y las temperaturas empiezan a subir.

Esquivando la ropa tendida de otros vecinos, me acerqué hacia mis cordeles y cuando llegué a ellos casi se me cae de las manos el cesto de la ropa debido a lo que vi: mis dos vecinas universitarias estaban tomando el sol en la zona de sus cordeles. Habían extendido unas toallas y se encontraban tumbadas sobre ellas. Laura llevaba un bikini negro, luciendo una figura envidiable; y Lorena, uuffff, es difícil explicar lo que sentí al ver a Lorena: estaba en topless, con sus dos enormes tetas al aire, coronadas por sendas aureolas y pezones de color marrón oscuro. La aureolas tenían el tamaño de una galleta. Una braguita de bikini de color amarillo chillón cubría su sexo.



Estaba a punto de darme la vuelta y regresar al piso, con tal de no molestar a las chicas. Al fin y al cabo podía salir a tender más tarde. Sin embargo las estudiantes no tardaron en percatarse de mi presencia.



- ¡Ah, hola, David!- exclamó Laura.



- ¿Aprovechando para tomar un poco el sol, no?- les pregunté, algo nervioso e incómodo por la situación.



- Sí, poniéndonos morenitas y guapas- me respondió Lorena sin taparse los pechos y sin sentirse incomodada por mi presencia allí.



-¡Pero si vosotras estáis guapas siempre!- bromeé con las chicas.



- ¡Hombre, gracias por el cumplido!- exclamó Laura.



- Bueno yo tiendo la ropa y os dejo que no quiero molestar- les dije mientras se me escapaba una mirada furtiva hacia los senos de Lorena.



- No molestas en absoluto. Es más, a ver si un día te animas y te subes con nosotras a tomar un rato el sol. Tenemos pensado aprovechar a partir de ahora los días que haga buen tiempo para estar aquí, después de comer, una horita como mínimo tostándonos al sol- me indicó Laura.



- Sí, es verdad. Anímate y así nos haces un poco de compañía y charlamos un poco- me propuso Lorena.



-Está bien, está bien. Un día de estos subiré y me quedaré un rato con vosotras. Antes tendré que buscar entre la ropa de verano algún bañador- comenté.



- Oye, por eso no te preocupes. Si no tienes ningún bañador a mano, siempre te queda la opción de tomar el sol en pelotas. Ni Laura ni yo nos vamos a asustar, ya somos mayorcitas y aquí estaremos los tres solos- dijo una pícara Lorena.



-¡Anda que no tenéis peligro las dos! Bueno, yo ya he terminado de tender. Ahí os dejo y tened cuidado con los mirones- les indiqué señalando con el dedo hacia la azotea del bloque de al lado, donde un hombre de unos 60 años recogía su ropa tendida sin dejar de mirar de forma descarada hacia las dos chicas.



- Deja al pobre que se lleve una alegría para su cuerpo- replicó Lorena sabedora de que aquel hombre se estaba deleitando mirándole sus tetazas al descubierto.





Abandoné la azotea y al llegar a mi piso me senté en un sillón. Necesitaba pensar un poco: no estaba seguro de si el comportamiento de las dos jóvenes era natural y espontáneo o lo que pretendían era calentarme y provocarme. Lo que sí tenía claro es que habían conseguido ponerme a mil: mi polla se había puesto dura bajo mi pantalón. No se me iba de la cabeza la imagen de esos dos cuerpos jóvenes al sol, las tremendas tetas de Lorena, brillantes por la capa de crema bronceadora que se había aplicado, esos pezones oscuros…

No aguanté más: me dirigí al baño, me bajé los pantalones y el slip y comencé a masturbarme. Cerré los ojos y pensaba en los dos senos de Lorena, en que supiera que había un viejo mirándola desde otra azotea y que le diese igual e incluso se lo consintiera gustosa por proporcionarle placer, en la invitación que ambas chicas me habían hecho, en la indirecta que me habían lanzado para que tomase el sol desnudo junto a ellas…

Mi mano se deslizaba cada vez a más velocidad sobre mi pene, el prepucio estaba retirado y mi glande al descubierto y yo seguía y seguía enérgicamente machacándome la polla. Mis testículos se pusieron duros como piedras, preparando el semen que no tardaría en salir. En efecto, estaba tan excitado que no tardé ni un minuto más en correrme: varios chorros de leche caliente salieron lanzados desde la punta amoratada de mi verga, salpicando todo el baño. No me importó tener que fregarlo a fondo después: había gozado con una paja como hacía tiempo que no recordaba.







En los días siguientes lo pensé bien y decidí no aceptar la invitación de las universitarias: sabía que, si subía a la azotea a tomar el sol con ellas, la cosa podía pasar a mayores, sexualmente hablando. Un día me crucé con Laura por las escaleras y me volvió a insistir sobre el tema, pero puse una serie de excusas para excusarme. Por un lado me apetecía forzar la situación y poder disfrutar tal vez de una buena sesión de sexo con las jóvenes, pero por otro lado, y pensando en frío, creía que lo mejor y lo más correcto era no liarme con dos chicas que ni siquiera eran veinte- añeras.



Pero finalmente ocurrió algo contra lo que ya no pude luchar y que terminó provocando lo inevitable.

10 días más tarde del encuentro con las universitarias en la azotea, un sábado por la noche, me desperté sobresaltado: alguien llamaba de forma insistente al portero electrónico de mi piso. Medio aturdido miré el reloj del despertador: eran las 6.20 de la mañana.



-¿Quién demonios llama a esta hora?- pensé.



Me levanté de la cama, descolgué el telefonillo y pregunte para ver quién era.



- David, lo sentimos de verdad. Sabemos que te hemos despertado. Somos tus vecinas Laura y Lorena. Es que hemos estado en una fiesta y ahora, al regresar, no encontramos las llaves ni de la puerta del edificio ni de nuestro piso. ¿Te importaría abrirnos, por favor?- dijo Lorena.



Sin decir nada y aún con el sobresalto pulsé el botón para abrir la puerta del edificio. Mientras las dos estudiantes subían las escaleras, pensé cómo haría para ayudarlas. Si no encontraban las llaves, no podrían entrar de momento en su piso y lo que no podía hacer es dejarlas fuera. En ese momento sonó el timbre de la puerta de mi piso. Yo estaba semidesnudo, pues sólo tenía puesto un bóxer rojo, única prenda que me dejo puesta para dormir. Pensé en coger rápidamente un pantalón y ponérmelo, pero tras haber visto ya a Laura en bikini y a Lorena haciendo topless, la verdad, no le daba mayor importancia al hecho de que las chicas me vieran sólo tapado por el bóxer.

Abrí por fin la puerta y casi se me salen los ojos de las órbitas por lo que vi: las dos universitarias estaban claramente bajo los efectos del alcohol, completamente borrachas y casi sin poder mantenerse en pie. Pero no fue eso lo que me sorprendió, fue la vestimenta que llevaban: Laura iba vestida de enfermera, con una bata blanca que no le tapaba ni la mitad de sus muslos y con varios de los botones de arriba desabrochados, dejando ver buena parte del canalillo de las tetas. Además sus piernas estaban cubiertas por unas finas medias blancas y tenía puestos unos zapatos de tacón también blancos, todo a juego con la vestimenta de enfermera.



Lorena , por el contrario, iba embutida en un mono negro de licra, ceñidísimo, con un cinturón gris en la cintura, del que colgaba una especie de porra de plástico. Tenía además unas botas negras altas de cuero que le llegaban hasta las rodillas. La cremallera delantera del mono estaba bajada bastantes centímetros, permitiendo que buena parte de las grandes tetas de la chica asomaran por la abertura y dejando claro que no llevaba sujetador. Por si quedaba alguna duda de esto, la licra estaba tan tensa y ceñida a la anatomía de la joven que bastaba con lanzar una mirada a los senos para ver que se le transparentaban a través de la prenda. Los pezones parecían querer abrirse paso a través de la licra y encontrar una escapatoria a su enorme opresión. Bajé rápidamente mi mirada a la entrepierna de la chica y aquello era un espectáculo: la licra del mono se enterraba en la raja de la vagina y a la chica se le marcaban los labios vaginales, dejando poco a la imaginación.



Tras recuperarme del impacto visual acerté a decir:



- ¡Pasad, no os quedéis en la puerta!



Una vez dentro del piso, Laura comenzó a explicarse con la voz entrecortada por los efectos del alcohol:



- Perdona por molestarte a estas horas. Venimos de una fiesta de disfraces en casa de una amiga. Yo voy disfrazada de enfermera y Lorena de superheroína de cómic. Hemos bebido más de la cuenta y no sé que pasa que ahora además no encontramos las llaves de casa. Yo juraría que las tenía dentro de este pequeño bolso, pero ya no aparecen. Lorena dice que se dejó las suyas olvidadas dentro del piso antes de salir.



- A ver déjame buscarlas a mí- le pedí.



- Está bien, pero no te sorprendas por lo que encuentres dentro- me dijo.



Comencé a buscar en el bolso y, efectivamente, no había rastro de las llaves. Lo que sí había, entre otras cosas, era algunos preservativos.



- Aquí no están. Mira, vamos a hacer una cosa: dentro de unas horas, en un horario prudente, llamaremos a vuestro casero. Tengo su teléfono por si se produce alguna emergencia. Él seguro que os podrá proporcionar otro juego de llaves. Hasta que lo llame os podéis quedar en mi piso. Os dejaré mi habitación para que podáis dormir algo. Yo continuaré durmiendo en el sofá del salón, si es que logró volver a coger el sueño.



- David, ¿dónde está el baño, por favor? Me estoy meando- preguntó Laura.



- Al final del pasillo a la derecha- le indiqué.



La joven se dirigió hacia allí caminando a duras penas, casi tambaleándose.

Entonces aproveché para comentarle a Lorena:



- Tranquila que esta vez ya no te voy a echar ninguna regaña. Creo que eres lo suficiente mujer para saber lo que haces.



- Anda, no te enfades conmigo, que sabes que soy una niña buena normalmente. Y cógeme por favor, porque casi no me tengo en pie- me pidió Lorena con una voz débil, que costaba trabajo oír.



Tras decir esto se echó sobre mí y me rodeó el cuello con los brazos para agarrarse. Al notar su cuerpo pegado al mío, yo semidesnudo, ella ceñida en aquel mono de licra, no pude evitar excitarme. Sentía sus enormes tetas apretadas contra mi torso desnudo y cómo mi polla, que aumentaba de tamaño a cada segundo bajo el bóxer, quedaba aprisionada entre mi cuerpo y el de la chica.

Laura regresó entonces a la habitación y exclamó dirigiéndose a Lorena:

- ¡Vaya. Ya lo has conseguido! Abrazadita a David.



Y mirándome me dijo:



- ¿Sabes que está loquita por ti? Te desea. Me ha confesado que le gustaría que le echaras un buen polvo antes de que termine el curso. ¡Vamos, y a mí tampoco me importaría que me lo echaras a mí!



- ¡Cállate, Laura, no sigas, por favor!- suplicó Lorena.



- ¡Pero si es lo que querías! Deseabas que David subiera a la azotea para tomar el sol con nosotras y te viera en topless. Si hasta te has comprado un tanga minúsculo que por delante ni siquiera te tapa el coño al completo para insinuarte y calentar lo más posible a David- replicó Laura.



- ¡Serás puta y chivata!- gritó Lorena agarrando por la bata blanca a Laura, que se tambaleó a punto de perder el equilibrio.



- ¡Suéltame. Mira la que va a hablar de puta! ¿Sabes, David? El viejo y grasiento taxista que nos ha traído hasta aquí no dejaba de mirarnos y al final de la carrera, cuando le estábamos pagando, Lorena le quiso dar una “propina” especial: se bajó la cremallera delantera del mono al máximo, hasta la altura del ombligo, y le enseñó al taxista esas enormes tetas de zorra que tiene. ¡Hasta le permitió que se las manoseara unos segundos antes de volver a subirse la cremallera. Mírala, si ni siquiera se la ha subido al completo. Cómo le gusta calentar a cualquier tío que se le ponga por delante!- exclamó Laura.



- ¡Basta ya de discutir y de escándalos! ¿Qué queréis, despertar a los vecinos? Estáis las dos completamente borrachas y seguro que mañana os vais a arrepentir de lo que os estáis echando en cara la una a la otra, eso si es que os acordáis. Lorena, ¿es verdad eso que dice Laura de que te atraigo? Dime la verdad, por favor.- le pedí



La chica se quedó callada unos segundos, pero finalmente dijo:



-Todo lo que ha dicho Laura es verdad. Me gusta el sexo, soy una viciosa y sí, me gusta provocar a los hombres. No creo que le haga daño a nadie con eso. Y me muero de ganas por probar esa polla gruesa que escondes bajo el bóxer- confesó la chica.



-¿Tú también quieres probarla, Laura?- le pregunté.

-¿Qué te crees, que soy tonta?- me replicó.



Sin decir nada más se acercó más a mí, se puso en cuclillas y me bajó el bóxer.



-¡Joder, vaya lo que tienes ahí!- gritó la universitaria cuando mi polla salió suelta de la prenda. Con toda la discusión y las palabras de las chicas me había empalmado y ahora mi verga estaba expuesta bien tiesa y dura a las miradas de aquellas dos jovenzuelas.



-Espera, espera. El mando de la situación quiero llevarlo yo- le advertí a Laura.



La chica se puso de nuevo de pie y no dejaba de mirar deseosa mi pene, al igual que Lorena que sonreía de placer viendo lo que tenía delante.



- De momento quiero que os desnudéis las dos, pero la una a la otra, mientras yo me limito a mirar. ¡Vamos, Lorena, quítale los zapatos a tu amiga!- ordené.



Laura se sentó entonces en la cama y Lorena se agachó para quitarle el calzado. Me puse detrás de Lorena, que en esa postura tenía el culo totalmente en pompa, tanto que la licra parecía que iba a estallar por esa zona de un momento a otro. La tensión que le estaba creando a la prenda hacía que la licra se expandiese al máximo, transparentando claramente el culo de la joven. Debajo de aquel mono no llevaba absolutamente nada: no había rastro ni de bragas ni de tanga.



- Perfecto- le indiqué. Quítale ahora la bata lentamente.



La joven empezó a desabrochar uno a uno los botones que aún estaban cogidos hasta dejar la prenda completamente abierta. Laura quedó tapada por un sujetador blanco transparente, por unas medias-pantys y unas bragas a juego con el resto de prendas íntimas. La transparencia de medias y bragas permitía contemplar el espeso vello púbico negro que recubría la vagina de la joven.



- ¡Fuera las medias!- le ordené a Lorena.



Ella, obedeciendo, le fue bajando las medias a Laura desde la cintura, por los muslos, hasta terminar sacándoselas por los pies.



- Ahora déjala sin sujetador.



Lorena llevó sus manos a la espalda de su amiga, le desabrochó la prenda y dejó libres las dos tetas medianas de su amiga. Lorena dejó caer el sostén al suelo junto a las demás prendas y cuando se disponía a quitarle las braguitas a Laura, le dije:



- No. Las bragas aún no. Ahora quiero que cambiéis los papeles: te toca a ti, Laura, desnudar a Lorena. Empieza por despojar de las botas a tu compañera- indiqué.



Lorena se tumbó en la cama y dejó que Laura le abriese la cremallera de la bota derecha, hasta quitársela. Dejó al descubierto el pie derecho de su amiga cubierto por una fina media de tipo calcetín de color negro. Después repitió la acción con la bota izquierda.



- Bien, Ahora quítale el cinturón- le pedí.



Laura le desabrochó el cinturón gris que su amiga llevaba con la porra de plástico y lo arrojó al suelo.



- Perfecto. Lo estás haciendo muy bien. Bájale la cremallera del mono y quítaselo.



La chica fue bajando la cremallera de la prenda de Lorena: el mono se fue abriendo poco a poco y no tardó en dejar escapar las dos tetas de Lorena: los pezones estaban erectos, apuntando hacia delante como puñales. Laura terminó de bajar la cremallera hasta el tope del ombligo. Me fijé entonces en la entrepierna de Lorena: una mancha líquida aumentaba lentamente de diámetro. La chica estaba soltando flujos por la vagina de pura excitación ante la situación en la que se encontraba y se pasó la palma de la mano por la zona tratando de secar la humedad.



- Vamos, Lorena. Ponte de pie y termina de desprenderte del mono- le ordené.



La joven se levantó y se bajó el mono hasta los tobillos, dejando al fin al descubierto su mojado coño, depilado por completo y con unos labios vaginales carnosos y rosados. Se sacó la prenda por los pies y quedó estaba ya prácticamente desnuda. Sólo tenía puesta la media tipo calcetín en cada pie.



- Todavía es pronto para que probéis esto- les dije cogiendo con la mano mi polla dura a reventar y venosa. - Antes de que follemos quiero que os comáis mutuamente el coño. ¿No os decíais la una a la otra que erais unas putas? Pues ahora quiero que me lo demostréis.



Rápidamente la boca de Laura entró en contacto con la vulva húmeda de Lorena. Ésta dio un leve gemido al notar cómo su amiga empezaba a lamerle lo más íntimo de su cuerpo. Conforme Laura aumentaba su ritmo de succión y de lametones, Lorena se afanaba en agarrarle las tetas a su amiga, en manosearlas y en pellizcarle los pezones.



Yo había empezado a masturbarme contemplando la escena erótica que me brindaban las dos universitarias.

Los movimientos y el esfuerzo provocaron el inicio de la sudoración de Laura, por cuyo cuello y espalda resbalaban perlas de sudor.

En ese momento y entre espasmos Lorena le gritó a su amiga:



- ¡Joder, Laura, para, que me corro…ahhhhh….aparta la boca, apártala…ahhhhhhhh!



Pero Laura seguía a lo suyo sin hacerle caso a su compañera: le hundió la lengua varias veces más, hasta provocar un grito agudo en Lorena, mientras ésta se corría empapando la boca de su amiga. Laura se limpiaba la comisura de los labios con la lengua, aprovechando así hasta las últimas gotas del flujo de Lorena.



Les di apenas unos segundos de respiro antes de decirles:



- Muy bien. Ahora quiero cambio de papeles: Lorena, termina de desnudar a Laura y cómele el coño hasta que chorreen los flujos.



Lorena me obedeció inmediatamente, despojó a su amiga de la única prenda que aún llevaba puesta, las braguitas blancas, y con ello dejó al descubierto todo el monte de Venus de Laura, que no tardó en tumbarse en la cama esperando ansiosa las caricias y lametones en su coño. Lorena se puso enseguida a chuparle el clítoris a su amiga, momento que aproveché para coger del suelo el mono de licra de Lorena: quería oler esa prenda tan sexy, olfatear el aroma que el cuerpo de la joven había dejado en él. Lo olí primero bajo las axilas y un intenso olor a sudor penetró por mi nariz, excitándome intensamente. Después acerqué mi cara a la zona del culo de la prenda, embriagándome del olor del ano de la chica. Por último olfateé la parte de la entrepierna, que seguía algo humedecida por los flujos de la estudiante. Cuando aspiré durante unos segundos ese olor ácido, me pareció estar en la gloria.

Todavía me hallaba olisqueando la prenda cuando Laura comenzó a gemir de forma alocada. Era cuestión de segundos que la chica mojara con sus fluidos vaginales la boca y la cara de Lorena. Y ,en efecto, acto seguido vi cómo Lorena apartaba un poco la boca sorprendida por la cantidad de flujo que manaba del coño de Laura, para inmediatamente volver a acercarla y saborear el líquido.



Las dos universitarias estaban empapadas en sudor y algo exhaustas. Lorena se tumbó entonces en la cama junto a su amiga y mientras recuperaban fuerzas les dije:



- Creo que os habéis ganado mi polla. Miradla, tan dura, tan tiesa, con venas marcadas en ella que parecen a punto de estallar, y qué decir de mis testículos: gordos, hinchados, almacenando la leche con la que os voy a regar dentro de nada. Laura, ¿quieres probar ya mi pene?



- Sí, lo estoy deseando- contestó.



- Así no. Quiero que me respondas con más vehemencia. Grítame lo siguiente, como si fueras una puta: “¡Fóllame hasta dejarme preñada!”- repliqué.



- ¡Fóllame hasta dejarme preñada!- exclamó la joven.



- Perfecto, así me gusta. Y tú, Lorena, ¿estás dispuesta a que mi verga explore ese coño depilado que tienes?- pregunté.



- ¡Méteme la polla hasta el fondo, taladra de una vez mi vagina!- grito la chica.



- ¡Pero qué zorrita eres! Ni siquiera te he tenido que pedir que gritaras nada. Sólo por eso voy a empezar contigo. Después te tocará a ti, Laura- dije.



Laura se levantó de la cama y se quedó de pie junto a ella observando cómo yo me colocaba entre las piernas de Lorena, que permanecía tendida sobre la cama con las piernas abiertas, esperando a recibir mi verga. Mientras nos miraba, se masajeaba su chocho con la palma de la mano para seguir a tono hasta que le llegara su turno.



Me tumbé entonces sobre Lorena, le hundí de golpe mi verga en su coño aprovechando que éste estaba ya bien lubricado por los jugos de la chica y con mi boca comencé a comerle las enormes tetas. Con el continuo movimiento de mete y saca de mi polla, mis testículos chocaban una y otra vez contra el cuerpo sudoroso de la joven. Mientras continuaba penetrándola, le succionaba los pezones endurecidos por la excitación como si fuera un lactante que quiere aprovechar toda la leche. Lorena extendió sus brazos hacia Laura, queriendo tocarla. Como no la alcanzaba, Laura tuvo que acercarse un poco más. En ese instante Lorena alcanzó con sus manos las tetas de Laura y se dedicaba a manosearlas, friccionando además los pezones de su amiga, que a su vez tenía un par de dedos metidos en su coño y se pajeaba viendo cómo su compañera Lorena estaba siendo follada por mí.



Aceleré todavía más mis movimientos de penetración y comencé a sentir mis huevos totalmente hinchados y con presión, deseosos de soltar todo el esperma acumulado.



- ¡Córrete de una vez! ¡Chorréame el chocho con tu leche caliente!- grito repentinamente Lorena.



Y no tuvo que esperar mucho más la universitaria: deslicé mi verga un par de veces más en su mojado coño, di tres bruscas embestidas y varios chorros de semen salieron disparados por la cabeza de mi pene regando las entrañas de la estudiante. Ella suspiraba de placer y de alivio, con la cara completamente enrojecida por el sofoco.

Mantuve mi verga dentro hasta que noté que había salido toda la leche. Aproveché para besar a la joven repetidas veces en los labios, en la frente, en las mejillas encendidas y ardientes, hasta que la chica cerró los ojos: agotada por el esfuerzo y aún bajo los síntomas del alcohol ingerido en la fiesta de disfraces, se acababa de quedar dormida.

Me aparté de ella y la observé con detenimiento: tenía las piernas abiertas, los labios vaginales enrojecidos por el roce de mi polla y de ellos goteaban restos de mi semen que caían sobre la ropa de cama.





Laura se acercó entonces a mí y sin mediar palabra me puso en los labios sus dedos con los que había estado masturbándose: estaban empapados y pringosos y pasé mi lengua sobre ellos para lamerlos.

Para darle tiempo a mi verga a que se recuperase de la primera eyaculación, me centré en primer lugar en juguetear con los pechos de la chica: los hacía botar impulsándolos con mis manos, con la yema de los dedos pulsaba los pezoncitos como si fueran botones y los lamía.

La universitarias selló entonces sus labios con los míos en un beso interminable, en el que me metió su lengua hasta el final de mi garganta.

La chica bajó lentamente su mano por mi cuerpo hasta toparse con mi polla. Me la acarició unos segundos, me la estrujó después con la mano y jugueteó con ella unos instantes.



- Parece que tu pene ya está otra vez durito. ¡Vamos túmbate en el suelo!- me ordenó.



Me dejé mandar por la estudiante y la obedecí. Me eché en el suelo y en seguida ella se agachó sobre mí: trataba de sentarse sobre mi polla. Falló en un primer intento por la falta de reflejos debido a la ingesta de alcohol, pero a la segunda logró que su chocho fuera tragándose poco a poco mi miembro, hasta que éste quedo totalmente engullido por la vagina.

En cuanto tuvo mi polla encajada en su coño, la joven comenzó a cabalgar sobre mi falo y yo no tenía que hacer ningún esfuerzo: era ella quien me estaba follando. Llevé mis manos a los glúteos de la joven y conseguí introducir uno de mis dedos por la rajita que los separa.



La chica había aumentado ya el ritmo de su cabalgada y goterones de sudor provenientes de la frente de Laura caían sobre mi torso desnudo.

Ella seguía botando y botando sobre mí y yo, cada vez que aumentaba el ritmo del movimiento, le pellizcaba también con más fuerzas los glúteos.



- ¡Cabrón, me estás dejando el culo como un tomate con tus pellizcos!- exclamó la joven, justo antes de comenzar a gemir intensamente.



Detuvo bruscamente sus movimientos y noté cómo tenía varios espasmos en el abdomen. Justo después sentí que mi polla estaba siendo humedecida por los flujos que destilaba el coño de la estudiante. Ella ya se había corrido y a mí tampoco me quedaba mucho para eyacular.



-¡Joder, no me dejes así. Sigue botando hasta que me corra yo también!- le grité a Laura casi suplicando.



La chica retomó entonces su cabalgada exclamando:



-¡Vamos, no me hagas esperar mucho más. Dame toda la leche que te quede dentro, pero échamela en la boca!



Laura se levantó y dejó escapar mi polla de su coño. Se puso de rodillas e hizo que me levantase. Rápidamente y con ansia hizo desaparecer mi verga en su boca y comenzó a hacerme una felación. ¡Qué bien chupaba! Me pareció mentira que tuviese 18 años recién cumplidos. Por la sabiduría con que lo hacía, estoy convencido de que no era ni mucho menos la primera verga que se comía. Notaba toda mi polla desde el tallo hasta el glande empapada de la saliva de la joven, cuyos movimientos con la boca eran ya frenéticos. Y ya no pude aguantar más: en medio de un gran alarido empecé a eyacular dentro de la boquita de la estudiante. Ella se tragaba toda mi leche como una auténtica veterana, sin desperdiciar ni una sola gota, mientras yo seguí gimiendo de placer. Hasta que no me dejó seco, Laura no soltó mi polla de su boca, para terminar por relamerse la comisura de sus labios.





Después de unos minutos de recuperación le dije a Laura:



- Anda, acuéstate en la cama junto a Lorena y trata de dormir un poco. Dentro de unas horas llamaré a vuestro casero para las llaves.



La chica me dio un beso en los labios y se tumbó en la cama. Yo apagué la luz de la habitación, salí y me dirigí hacia el baño para asearme un poco antes de echarme en el sofá del salón para tratar de descansar.





Cuando abrí los ojos eran más de las 11.00. Sin hacer mucho ruido me duché, me vestí y llamé al casero de las chicas por el tema de las llaves y le expliqué lo ocurrido (omitiendo lógicamente la fiesta sexual que habíamos montado).

Media hora más tarde el hombre llegó a mi piso. En la misma puerta del inmueble me entregó un nuevo juego de llaves. Me dijo que tenía prisa y que no podía entretenerse mucho. Sin embargo, antes de marcharse me preguntó:



- Por cierto, ¿siguen las estudiantes dormidas en tu habitación?



- Sí, aún continúan durmiendo. Normal después de lo borrachas que llegaron ayer- respondí.



- ¡No me digas que has tenido a esas dos preciosidades en tu propia habitación borrachas y dormidas y que no has aprovechado las circunstancias!- exclamó.



- Si quieres, asómate un momento y sales de dudas tú mismo- le repliqué.



El casero entró entonces en mi piso y se detuvo en la puerta de mi dormitorio. Lo que vio le despejó cualquier incertidumbre: las dos universitarias dormían plácidamente tumbadas en mi cama, destapadas, completamente desnudas y boca arriba y alrededor de la cama yacían en el suelo todas las prendas de las chicas. El pobre hombre se quedó con la boca abierta, recorriendo con su mirada la anatomía de las dos amigas.

Entre con sigilo en la habitación y cogí del suelo las bragas blancas de Laura.



- Venga, ya has visto bastante- le susurré al casero.- Toma, llévate esto de recuerdo, para que nunca te olvides de las dos putitas a las que les alquilaste el piso este curso- le dije mientras le entregaba las bragas.

El hombre lo primero que hizo nada más cogerlas fue olerlas.



-¡Joder, que olor a hembra en celo!- comentó en voz baja.



Mientras bajaba las escaleras se guardó la prenda en el bolsillo del pantalón y yo cerré la puerta del piso.



Una hora más tarde las chicas se despertaron por fin. Tras entregarles las llaves de su piso, las jóvenes me dijeron que se iban ya a su inmueble a ducharse tranquilamente y a comer algo. Lorena cogió de la habitación sus botas de cuero y Laura sus zapatos y su bolso. Con esas cosas en las manos y dejando en el suelo las demás prendas, se disponían a salir del piso y pasar al suyo de enfrente completamente desnudas.



- ¿No pensáis vestiros?- les pregunté.



- ¿Para qué? Estamos en la última planta, no viven más vecinos en ella y nuestro piso está justo enfrente. Es una tontería vestirnos y tenernos que desvestir ahora otra vez para ducharnos, ¿no crees?- me contestó Lorena.



- Pero al menos coged el resto de la ropa y os la lleváis. No me la dejéis aquí por medio- comenté.



- Esos disfraces no los vamos a necesitar más. Tíralos a la basura- me dijo Laura.



Acompañé a las chicas hasta la puerta de mi piso y me despedí de ellas.



- Gracias por todo: por permitir que durmiéramos en tu piso y, por supuesto, por la follada de esta madrugada- me comentó Lorena dándome un beso de despedida. El mismo gesto de tuvo conmigo Laura antes de cruzar los escasos tres metros que separaban la puerta de mi piso del suyo.





Tengo que reconocer que no tiré las medias ni el sujetador de Laura ni, por supuesto, el mono de licra de Lorena. Guardé todo en una bolsa para no olvidarme nunca de las dos putitas universitarias que tuve como vecinas el curso pasado.

3 comentarios - Mis vecinas , dos putitas univercitarias (leer todo)

FreddySab
ya quisiera tener unas vecinas así!
toporuso
no te preocupes que algún suertudo las tiene , solo tienes que vivir en el lugar indicado y el momento indicado ...
Saludos