“ Podes tocar A Media Luz...?”, miré a quien lo decía y me encontré con una belleza rubia y que tenía unos ojos celestes grandes, que parecían darle más alegría a su sonrisa. Se veía que era una turista, por el castellano que usó, yo le respondí con otra sonrisa, “ con todo gusto”, arrancando de inmediato con su pedido.
La niña, antes de dejarme, me brindó un besito detrás de la oreja, donde jugó con su lengua antes de irse.
Realmente, no se como salió el tema, porque al sentir ese jueguito, todo en mi se descontroló, mi miembro comenzó a crecer y un escalofrío me sacudió el cuerpo, pero no en vano uno tiene sus años de trabajo, así que reaccioné y todo terminó de forma feliz.
Esto sucedía en el local nocturno donde trabajo como pianista, y en la media luz del local, pude observar que la niña, con su minifalda, tenía un cuerpo armonioso, y un culo paradito, no pudiendo ver más por la penumbra a donde ella se alejó.
Una vez finalizado mi trabajo y luego de agradecer los aplausos, al bajar del pequeño escenario se me acerca un señor que me invita a compartir con ellos la mesa, a lo que accedí.
Luego de las formales presentaciones, conversamos animadamente, enterándome con ello que quien me había invitado era un médico muy reconocido de la ciudad, y los otros acompañantes, dos industriales de la misma.
En eso estábamos, cuando nuevamente veo que se acerca la chiquilina rubia, la que con una sonrisa para todos, me pregunta si no puedo seguir tocando un poco más - por supuesto - le respondo, ya que invariablemente, eso significa alguna que otra propina para mí.
Pido disculpas a las señoras y me acerco al piano, seguido por la niña del pedido y algunas otras turistas de su grupo. La del pedido se reclinó sobre el piano de cola y me miraba con una sonrisa traviesa, mientras que de a ratos, sacaba su lengüita entre sus dientes y la pasaba por sus labios, como incitándome a algo.
De costado, yo veía que en la mesa que había dejado se encontraban hablando animadamente, el médico y su esposa, mientras que alguna de las dos señoras también metían algún bocadillo.
La chiquilina rubia, me siguió pidiendo algunos temas más, y en un momento, se acercó por el borde del piano y me dijo bajito. “ me gustas, podemos seguirla en otro lado....?, mientras que se sonreía y volvía a sacar su lengua un poquito.
“ Cuando salgas, espérame en la esquina, que allí nos encontraremos, hay un café y allí iré”, le respondí, también bajito.
Me guiñó un ojo y al pasar, me hizo una caricia en la cara.
Luego de eso volví a dejar el piano y dispuesto a seguir a la chica rubia, veo que el médico se levanta y me pide que me acerque.
“ Mire Ricardo, le estamos muy agradecidos por la noche que hemos pasado y por su música, pero deseo pedirle un favor”
Sin tener idea de que se trataría, le respondí que si estaba a mi alcance con mucho gusto.
“Sin duda que estará a su alcance me dijo, se trata que a mi esposa, que ha estudiado piano, le han entrado deseos de aprender a tocar tangos y que mejor que usted para enseñarle”.
Bueno, el pedido me descolocó, pero reaccionado en forma rápida, respondí: “ Reconozco que no tengo ninguna experiencia pedagógica pero si le puedo enseñar como yo ejecuto los tangos al piano, y si su esposa se siente atraída por la música, podrá establecer su propio estilo; el único inconveniente que tengo es que por mis actividades, solo podría ser por las tardes a partir de las 18 horas”, con lo que estuvieron de acuerdo, entregándome su tarjeta personal y combinando para el martes a la tarde para concurrir a su domicilio, que estaba en el barrio de Palermo, en una calle donde solo hay edificios de muy alto nivel.
Luego de saludarlos y al despedirme (pensando en la holandesita que me esperaba en la esquina) el médico me tendió una mano en la que escondía un billete doblado, que no acepté, aunque le di las gracias, pensando en lo que podría obtener con las clases, sin imaginar la gratificación adicional que recibiría.
Antes de irme, regresé a la mesa y les pregunté por el nombre de la señora, para presentarme el martes, a lo que ella me respondió que su nombre era Elisa.
A continuación, me retiré y salí al encuentro de mi turista, con la cual luego de encontrarla junto a una amiga suya, partimos hacia su hotel, donde tuvimos una sesión de sexo entre los tres, que necesita de otro relato para describirla.
El Martes a las 18 horas, toqué el timbre del edificio en Palermo y me hicieron pasar a un departamento que cubría todo el piso del edificio, instalándome en una sala amplia, donde un piano de cuarto de cola se encontraba en el centro.
Apareció Elisa, vestida con una pollera arriba de sus rodillas y una blusa que tenia los tres botones de arriba desprendidos, lo que permitía ver el canalillo de sus senos, maquillada muy suavemente, pero con los labios bien delineados.
Al levantarme para saludarla, ella me brindó un beso en la mejilla, y pude comprobar el aroma de un perfume embriagante.
Conversamos del sábado, de lo que le gustó mi actuación, y mi forma de tocar, pero cuando dijo esto, creí percibir una doble intención, en particular, cuando agregó, si solo tocaba así cuando actuaba o también cuando enseñaba, lo que un poco me sorprendió, y repliqué que en todos los casos lo hacía con pasión, con lo que ella, respondió, “Todo....?”
Nos fuimos acercando al piano, y nos sentamos en el taburete, que como no está pensado para dos personas, tuvimos que estar bastante juntitos.
Pude sentir, a través de su pollera, el calor de su cuerpo, lo que ya me puso bastante caliente, pero no queriendo hacer un papelón, me concentré en el piano y comencé a explicarle las bases de mi sistema.
Hice unas demostraciones, y levantándome le pedí que ella las repitiera, aprovechando la oportunidad para corregirle la posición del cuerpo, con lo que pidiendo permiso, procedía a enderezar sus hombros, acomodar sus brazos y como al pasar, rozar sus dos importantes tetas.
Seguimos por espacio de casi una hora y le dejé para que practicara, para la próxima lección, algunos ejercicios, pero percibiendo que mucho interés no tenía en aprender. Pasamos entonces a sentarnos en un sillón de esa misma sala donde el personal de la casa nos sirvió un café.
La conversación derivó a la noche del Sábado y como al pasar, sacó a relucir a la turista rubia que me había pedido el tema, y me preguntó que tal lo había pasado.
Con cautela y haciéndome que no entendía, respondí preguntando a que se refería, indicándome ella con una sonrisa, que se había dado cuenta de que habíamos arreglado algo para más tarde, y que ella había comentado con sus amigas la suerte de la turista por haber sido la elegida.
Como vi para que lado apuntaban las cosas, me arriesgué a ir un poco más a fondo, y le pregunté porqué suerte y si a ella le hubiera gustado el estar en su lugar.
Mirándome a lo ojos, con los suyo entornados, me respondió, “ claro que si, a cualquier mujer le gustaría estar junto a un artista que pone tanta pasión en lo que hace....”
Bueno, respondí, “la música es un arte y como todo arte, se debe poner pasión al realizarlo. Lo mismo pasa con el amor, que también es para mi un arte”, le dije, ya tirándome un poquito más a fondo para ver que reaccionaba.
“ Y usted cuando hace el amor, también pone tanta pasión? ”, me respondió, con una sonrisa en sus labios y entornando un poco sus ojos.
“Por supuesto que si”, repuse, a lo que no me dejó completar la frase, agregando ella, “ Que suerte debe tener la mujer que con usted haga el amor...., porque si es en la cama un artista igual que cuando toca el piano, debe ser muy bueno”.
Como la conversación tomaba un derrotero inesperado, y ambos compartíamos el mismo sillón de tres cuerpos, me acerqué un poco hacia ella y con una sonrisa en los labios y pasando mi mano sobre su brazo, me tiré más a fondo diciéndole:” usted Elisa ya comprobó la pasión que pongo el tocar el piano, pero no sé si se anima a comprobar la que pongo en hacer el amor...”
Ella me miró y pude observar que un poco de rubor cubrió su rostro, pero dándose vuelta hacia mí y acercándose me dijo con una voz un poco más ronca que la suya habitual: “ claro que sería interesante comprobar si pone la misma pasión, porque no...? ”.
Ante esa respuesta, yo también me acerqué y tomando con mis manos su rostro, acerqué mis labios a los suyos, los que al tocarse, se abrieron y me ofrecieron su lengua cálida que buscó introducirse en mi boca.
Nos besamos con pasión, y en ese momento me di cuenta que podría entrar el esposo o alguien del personal doméstico, por lo que me separé y mirándola a los ojos le dije: “Elisa, creo aquí es peligroso, alguien puede entrar”.
“Tienes razón Ricardo, pero solo el personal de la casa, ya que mi marido no regresa hasta alrededor de las 12, porque hoy está operando, ven acompáñame....”
Me tomó de la mano y me guió por un pasillo que llevaba a los cuartos, dándome tiempo para poder admirar el hermoso culo que tenía y haciéndome entrar en uno cerró la puerta tras nosotros, quedando apoyada en la misma.
La tome de la cintura y comencé a besar esos labios carnosos y esa boca caliente, mientras mis manos desabrochaban su blusa y comencé a tocar esos pechos que a pesar de la edad, se encontraban duros y con los pezones rosados, paraditos como dos pequeños penes.
Ella devolvía con ardor mis besos y mis caricias y ahí nomás procedí a levantar su falda y metiendo mano en su sexo, encontré que su tanga y el mismo, estaban bien mojaditos, al meter mi mano directamente sobre su concha, ella lanzó un suspiro de placer, procediendo yo a bajarle sus bragas hasta sus tobillos, sacando ella un pie de la misma para poder abrir mejor sus piernas , pasando ella a bajar el cierre de mi pantalón para sacar mi pija que ya tenía un tamaño listo para el combate.
Así que allí mismo, contra la puerta del cuarto, y de parados, procedí a ensartar mi pija en esa concha caliente, y bien depilada, lo que le produjo a ella un especie de temblor al recibirlo dentro suyo, abrazándome con fuerza, y diciéndome al oído: “ haber si la pasión del piano, la pones para cogerme, quiero me hagas vibrar como las cuerdas de tu piano..., seguí querido, metela bien adentro, sentís como estoy de caliente?, dame más ,dame más, quiero que me des toda tu leche dentro mío....hay, que lindo, como te siento, seguí así no te detengas...que rico.., quiero acabar ríos de leche para vos”
“ Desde el sábado que te vi. y te sentí tocar, te quería dentro mío, porque hace mucho que no me coge mi marido, y al verte, quise que fueras vos, ay,...como gozo, dame un poquito más, que ya me vengo, cariñoooooo, me estás haciendo acabar como una loca, ya tuve el primero, seguí por favor, que quiero repetirlo, dale metémela toda, acábame vos adentro, quiero tu lechita dentro mío, ....”
En un instante de lucidez, me di cuenta que mi embestida contra el sexo de Elisa, hacía que golpeáramos la puerta, y ese ruido podría alertar al personal doméstico, por lo que la fui corriendo de ese lugar, para apoyarla contra la pared, tomándola de su culo y subiéndola, a lo que ella respondió cruzando sus piernas alrededor de mi cintura, para que la pudiera penetrar mejor y más a fondo.
Elisa estaba desaforada, se veía que hacía un tiempo que no cogía, y yo ya estaba a punto de explotar, y le dije, “ ya te acabo yo también, dame tu leche, que bonito que lo haces”, mientras recordando mi época de muchacho, cuando tenía la oportunidad de echarme un polvo de parado, agaché mi cabeza y me prendí de uno de sus pezones y se los chupaba junto con parte de la teta.
Cuando ella sintió que me prendí a su teta, se retorció toda y cerrando sus piernas me abrazó más fuerte y se convulsiono acabando de una manera que sus jugos y los míos, resbalaron por nuestras piernas.
Nos quedamos un instante los dos agitados, pero con mi miembro aún dentro de ella, y en ese momento, me estampó un largo beso con su lengua dentro de mi boca, y al separarse me dijo “ amor, cuanto tiempo hacía que no gozaba como recién, me hizo acordar cuando con un novio que tenía, lo hacíamos en el zaguán de mi casa, gracias por tan lindo polvo, mi vida, y si, es cierto que pones la misma pasión que al tocar el piano, me hicístes vibrar con una cuerda.”
“Ven”, me dijo, y allí recién pude apreciar donde estábamos, era su dormitorio matrimonial, que mas que ello, parecía un salón de baile por lo grande, yo al entrar ni me había fijado donde estábamos.
Me llevó al baño en suite del que disponía, y procedimos a higienizarnos, aprovechando yo para tocarla por todas partes y besarnos como jóvenes ardientes.
Le enjaboné todo el cuerpo y con mis dedos dentro de su concha, comencé a hacerle una paja. Ella ayudó abriendo bien sus piernas, y tomándome del cabello me decía “ que linda sensación me das, mete los dedos bien adentro, quiero acabarte mucho, seguí, así, no pares, dame más, quiero acabaaaaaaaar, seguiiiiiiii, más, masssss, te acabo, SIIIIIIIIIII, oh, oh, que ricooooooooo.”
“ Te espero el Jueves para otra clase”, me dijo al salir del toillete, “para otra clase de piano”, le respondí?
“Para otra clase, pero no solo de piano”, me dijo ella, sonriendo, “ya que tus clases son integrales”.
Nos volvimos a besar antes de salir del cuarto y ya compuestos volvimos a la sala, viendo yo que los ojos de Elisa tenían ahora un brillito muy especial, que solo se obtiene cuando una mujer está satisfecha.
“Ya que vos tenés mi teléfono, ¿porqué no me das el tuyo?, por las dudas de que se presente algún inconveniente y así te puedo avisar”, me dijo, a lo cual se lo suministré, sin saber en ese momento lo útil que iba a resultar que ella lo tuviera, y tampoco la sorpresa que yo podría tener al dárselo.
Pero dicha sorpresa, será motivo de otro relato, para que todos ustedes puedan disfrutar de lo que me pasó.
Si entre las lectoras se encuentra alguna que desee le brinde lecciones de piano, no duden en escribirme, ya que las mías son totalmente integrales, como bien dijo Elisa.......
La niña, antes de dejarme, me brindó un besito detrás de la oreja, donde jugó con su lengua antes de irse.
Realmente, no se como salió el tema, porque al sentir ese jueguito, todo en mi se descontroló, mi miembro comenzó a crecer y un escalofrío me sacudió el cuerpo, pero no en vano uno tiene sus años de trabajo, así que reaccioné y todo terminó de forma feliz.
Esto sucedía en el local nocturno donde trabajo como pianista, y en la media luz del local, pude observar que la niña, con su minifalda, tenía un cuerpo armonioso, y un culo paradito, no pudiendo ver más por la penumbra a donde ella se alejó.
Una vez finalizado mi trabajo y luego de agradecer los aplausos, al bajar del pequeño escenario se me acerca un señor que me invita a compartir con ellos la mesa, a lo que accedí.
Luego de las formales presentaciones, conversamos animadamente, enterándome con ello que quien me había invitado era un médico muy reconocido de la ciudad, y los otros acompañantes, dos industriales de la misma.
En eso estábamos, cuando nuevamente veo que se acerca la chiquilina rubia, la que con una sonrisa para todos, me pregunta si no puedo seguir tocando un poco más - por supuesto - le respondo, ya que invariablemente, eso significa alguna que otra propina para mí.
Pido disculpas a las señoras y me acerco al piano, seguido por la niña del pedido y algunas otras turistas de su grupo. La del pedido se reclinó sobre el piano de cola y me miraba con una sonrisa traviesa, mientras que de a ratos, sacaba su lengüita entre sus dientes y la pasaba por sus labios, como incitándome a algo.
De costado, yo veía que en la mesa que había dejado se encontraban hablando animadamente, el médico y su esposa, mientras que alguna de las dos señoras también metían algún bocadillo.
La chiquilina rubia, me siguió pidiendo algunos temas más, y en un momento, se acercó por el borde del piano y me dijo bajito. “ me gustas, podemos seguirla en otro lado....?, mientras que se sonreía y volvía a sacar su lengua un poquito.
“ Cuando salgas, espérame en la esquina, que allí nos encontraremos, hay un café y allí iré”, le respondí, también bajito.
Me guiñó un ojo y al pasar, me hizo una caricia en la cara.
Luego de eso volví a dejar el piano y dispuesto a seguir a la chica rubia, veo que el médico se levanta y me pide que me acerque.
“ Mire Ricardo, le estamos muy agradecidos por la noche que hemos pasado y por su música, pero deseo pedirle un favor”
Sin tener idea de que se trataría, le respondí que si estaba a mi alcance con mucho gusto.
“Sin duda que estará a su alcance me dijo, se trata que a mi esposa, que ha estudiado piano, le han entrado deseos de aprender a tocar tangos y que mejor que usted para enseñarle”.
Bueno, el pedido me descolocó, pero reaccionado en forma rápida, respondí: “ Reconozco que no tengo ninguna experiencia pedagógica pero si le puedo enseñar como yo ejecuto los tangos al piano, y si su esposa se siente atraída por la música, podrá establecer su propio estilo; el único inconveniente que tengo es que por mis actividades, solo podría ser por las tardes a partir de las 18 horas”, con lo que estuvieron de acuerdo, entregándome su tarjeta personal y combinando para el martes a la tarde para concurrir a su domicilio, que estaba en el barrio de Palermo, en una calle donde solo hay edificios de muy alto nivel.
Luego de saludarlos y al despedirme (pensando en la holandesita que me esperaba en la esquina) el médico me tendió una mano en la que escondía un billete doblado, que no acepté, aunque le di las gracias, pensando en lo que podría obtener con las clases, sin imaginar la gratificación adicional que recibiría.
Antes de irme, regresé a la mesa y les pregunté por el nombre de la señora, para presentarme el martes, a lo que ella me respondió que su nombre era Elisa.
A continuación, me retiré y salí al encuentro de mi turista, con la cual luego de encontrarla junto a una amiga suya, partimos hacia su hotel, donde tuvimos una sesión de sexo entre los tres, que necesita de otro relato para describirla.
El Martes a las 18 horas, toqué el timbre del edificio en Palermo y me hicieron pasar a un departamento que cubría todo el piso del edificio, instalándome en una sala amplia, donde un piano de cuarto de cola se encontraba en el centro.
Apareció Elisa, vestida con una pollera arriba de sus rodillas y una blusa que tenia los tres botones de arriba desprendidos, lo que permitía ver el canalillo de sus senos, maquillada muy suavemente, pero con los labios bien delineados.
Al levantarme para saludarla, ella me brindó un beso en la mejilla, y pude comprobar el aroma de un perfume embriagante.
Conversamos del sábado, de lo que le gustó mi actuación, y mi forma de tocar, pero cuando dijo esto, creí percibir una doble intención, en particular, cuando agregó, si solo tocaba así cuando actuaba o también cuando enseñaba, lo que un poco me sorprendió, y repliqué que en todos los casos lo hacía con pasión, con lo que ella, respondió, “Todo....?”
Nos fuimos acercando al piano, y nos sentamos en el taburete, que como no está pensado para dos personas, tuvimos que estar bastante juntitos.
Pude sentir, a través de su pollera, el calor de su cuerpo, lo que ya me puso bastante caliente, pero no queriendo hacer un papelón, me concentré en el piano y comencé a explicarle las bases de mi sistema.
Hice unas demostraciones, y levantándome le pedí que ella las repitiera, aprovechando la oportunidad para corregirle la posición del cuerpo, con lo que pidiendo permiso, procedía a enderezar sus hombros, acomodar sus brazos y como al pasar, rozar sus dos importantes tetas.
Seguimos por espacio de casi una hora y le dejé para que practicara, para la próxima lección, algunos ejercicios, pero percibiendo que mucho interés no tenía en aprender. Pasamos entonces a sentarnos en un sillón de esa misma sala donde el personal de la casa nos sirvió un café.
La conversación derivó a la noche del Sábado y como al pasar, sacó a relucir a la turista rubia que me había pedido el tema, y me preguntó que tal lo había pasado.
Con cautela y haciéndome que no entendía, respondí preguntando a que se refería, indicándome ella con una sonrisa, que se había dado cuenta de que habíamos arreglado algo para más tarde, y que ella había comentado con sus amigas la suerte de la turista por haber sido la elegida.
Como vi para que lado apuntaban las cosas, me arriesgué a ir un poco más a fondo, y le pregunté porqué suerte y si a ella le hubiera gustado el estar en su lugar.
Mirándome a lo ojos, con los suyo entornados, me respondió, “ claro que si, a cualquier mujer le gustaría estar junto a un artista que pone tanta pasión en lo que hace....”
Bueno, respondí, “la música es un arte y como todo arte, se debe poner pasión al realizarlo. Lo mismo pasa con el amor, que también es para mi un arte”, le dije, ya tirándome un poquito más a fondo para ver que reaccionaba.
“ Y usted cuando hace el amor, también pone tanta pasión? ”, me respondió, con una sonrisa en sus labios y entornando un poco sus ojos.
“Por supuesto que si”, repuse, a lo que no me dejó completar la frase, agregando ella, “ Que suerte debe tener la mujer que con usted haga el amor...., porque si es en la cama un artista igual que cuando toca el piano, debe ser muy bueno”.
Como la conversación tomaba un derrotero inesperado, y ambos compartíamos el mismo sillón de tres cuerpos, me acerqué un poco hacia ella y con una sonrisa en los labios y pasando mi mano sobre su brazo, me tiré más a fondo diciéndole:” usted Elisa ya comprobó la pasión que pongo el tocar el piano, pero no sé si se anima a comprobar la que pongo en hacer el amor...”
Ella me miró y pude observar que un poco de rubor cubrió su rostro, pero dándose vuelta hacia mí y acercándose me dijo con una voz un poco más ronca que la suya habitual: “ claro que sería interesante comprobar si pone la misma pasión, porque no...? ”.
Ante esa respuesta, yo también me acerqué y tomando con mis manos su rostro, acerqué mis labios a los suyos, los que al tocarse, se abrieron y me ofrecieron su lengua cálida que buscó introducirse en mi boca.
Nos besamos con pasión, y en ese momento me di cuenta que podría entrar el esposo o alguien del personal doméstico, por lo que me separé y mirándola a los ojos le dije: “Elisa, creo aquí es peligroso, alguien puede entrar”.
“Tienes razón Ricardo, pero solo el personal de la casa, ya que mi marido no regresa hasta alrededor de las 12, porque hoy está operando, ven acompáñame....”
Me tomó de la mano y me guió por un pasillo que llevaba a los cuartos, dándome tiempo para poder admirar el hermoso culo que tenía y haciéndome entrar en uno cerró la puerta tras nosotros, quedando apoyada en la misma.
La tome de la cintura y comencé a besar esos labios carnosos y esa boca caliente, mientras mis manos desabrochaban su blusa y comencé a tocar esos pechos que a pesar de la edad, se encontraban duros y con los pezones rosados, paraditos como dos pequeños penes.
Ella devolvía con ardor mis besos y mis caricias y ahí nomás procedí a levantar su falda y metiendo mano en su sexo, encontré que su tanga y el mismo, estaban bien mojaditos, al meter mi mano directamente sobre su concha, ella lanzó un suspiro de placer, procediendo yo a bajarle sus bragas hasta sus tobillos, sacando ella un pie de la misma para poder abrir mejor sus piernas , pasando ella a bajar el cierre de mi pantalón para sacar mi pija que ya tenía un tamaño listo para el combate.
Así que allí mismo, contra la puerta del cuarto, y de parados, procedí a ensartar mi pija en esa concha caliente, y bien depilada, lo que le produjo a ella un especie de temblor al recibirlo dentro suyo, abrazándome con fuerza, y diciéndome al oído: “ haber si la pasión del piano, la pones para cogerme, quiero me hagas vibrar como las cuerdas de tu piano..., seguí querido, metela bien adentro, sentís como estoy de caliente?, dame más ,dame más, quiero que me des toda tu leche dentro mío....hay, que lindo, como te siento, seguí así no te detengas...que rico.., quiero acabar ríos de leche para vos”
“ Desde el sábado que te vi. y te sentí tocar, te quería dentro mío, porque hace mucho que no me coge mi marido, y al verte, quise que fueras vos, ay,...como gozo, dame un poquito más, que ya me vengo, cariñoooooo, me estás haciendo acabar como una loca, ya tuve el primero, seguí por favor, que quiero repetirlo, dale metémela toda, acábame vos adentro, quiero tu lechita dentro mío, ....”
En un instante de lucidez, me di cuenta que mi embestida contra el sexo de Elisa, hacía que golpeáramos la puerta, y ese ruido podría alertar al personal doméstico, por lo que la fui corriendo de ese lugar, para apoyarla contra la pared, tomándola de su culo y subiéndola, a lo que ella respondió cruzando sus piernas alrededor de mi cintura, para que la pudiera penetrar mejor y más a fondo.
Elisa estaba desaforada, se veía que hacía un tiempo que no cogía, y yo ya estaba a punto de explotar, y le dije, “ ya te acabo yo también, dame tu leche, que bonito que lo haces”, mientras recordando mi época de muchacho, cuando tenía la oportunidad de echarme un polvo de parado, agaché mi cabeza y me prendí de uno de sus pezones y se los chupaba junto con parte de la teta.
Cuando ella sintió que me prendí a su teta, se retorció toda y cerrando sus piernas me abrazó más fuerte y se convulsiono acabando de una manera que sus jugos y los míos, resbalaron por nuestras piernas.
Nos quedamos un instante los dos agitados, pero con mi miembro aún dentro de ella, y en ese momento, me estampó un largo beso con su lengua dentro de mi boca, y al separarse me dijo “ amor, cuanto tiempo hacía que no gozaba como recién, me hizo acordar cuando con un novio que tenía, lo hacíamos en el zaguán de mi casa, gracias por tan lindo polvo, mi vida, y si, es cierto que pones la misma pasión que al tocar el piano, me hicístes vibrar con una cuerda.”
“Ven”, me dijo, y allí recién pude apreciar donde estábamos, era su dormitorio matrimonial, que mas que ello, parecía un salón de baile por lo grande, yo al entrar ni me había fijado donde estábamos.
Me llevó al baño en suite del que disponía, y procedimos a higienizarnos, aprovechando yo para tocarla por todas partes y besarnos como jóvenes ardientes.
Le enjaboné todo el cuerpo y con mis dedos dentro de su concha, comencé a hacerle una paja. Ella ayudó abriendo bien sus piernas, y tomándome del cabello me decía “ que linda sensación me das, mete los dedos bien adentro, quiero acabarte mucho, seguí, así, no pares, dame más, quiero acabaaaaaaaar, seguiiiiiiii, más, masssss, te acabo, SIIIIIIIIIII, oh, oh, que ricooooooooo.”
“ Te espero el Jueves para otra clase”, me dijo al salir del toillete, “para otra clase de piano”, le respondí?
“Para otra clase, pero no solo de piano”, me dijo ella, sonriendo, “ya que tus clases son integrales”.
Nos volvimos a besar antes de salir del cuarto y ya compuestos volvimos a la sala, viendo yo que los ojos de Elisa tenían ahora un brillito muy especial, que solo se obtiene cuando una mujer está satisfecha.
“Ya que vos tenés mi teléfono, ¿porqué no me das el tuyo?, por las dudas de que se presente algún inconveniente y así te puedo avisar”, me dijo, a lo cual se lo suministré, sin saber en ese momento lo útil que iba a resultar que ella lo tuviera, y tampoco la sorpresa que yo podría tener al dárselo.
Pero dicha sorpresa, será motivo de otro relato, para que todos ustedes puedan disfrutar de lo que me pasó.
Si entre las lectoras se encuentra alguna que desee le brinde lecciones de piano, no duden en escribirme, ya que las mías son totalmente integrales, como bien dijo Elisa.......
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