II
El dinero que había conseguido era una cantidad importante pero no suficiente. Me iba a alcanzar para pagar algunas deudas, en esa época le debía una vela a cada santo, y mucho más no iba a quedar. Otro problema era cómo iba a justificar ante familia y conocidos ese insólito aumento de mis ingresos.
Dos días después él me llamó.
—Quisiera que nos viéramos este domingo. Me gustaría experimentar, remarcó específicamente esta palabra, algunas situaciones con vos.
—¿Cómo cuales? — dije, sabiendo que la respuesta no me iba a agradar demasiado.
—La primera es quiero que lo hagamos mientras vemos un film erótico protagonizado por vos y tu amiga.
—¿Estás loco? ¿Quién te crees que soy? —contesté sin mayor convicción—. ¿Con quién? Pero…
—Con tu amiga Sofía, la que conocí el otro día.
—Estás loco. Con una desconocida… pero tampoco... Sofía ni sabe que salimos.
—Eso es lo que vos crees. Julio, el barman, le preguntó si tenía una amiga interesante para que saliéramos los cuatro. Ella le dijo que sí y por eso te llevó.
«Sofía me entregó, no puede ser», pensé furiosa.
»No lo tomes a la tremenda. No dijo que fueras prostituta ni nada por el estilo, sino que eras linda, estabas sola y que los cuatro podíamos tomar una copa para conocernos, nada más. No te mandó al frente ni nada por el estilo.
—No sé qué excusa voy a inventar.
—Vos sabrás, pero hasta te puede ser de utilidad para justificar de dónde sale la plata que conseguiste el sábado.
—¿Cómo?
—Decile que te recomendaron ir a una agencia. Ahí te ofrecieron hacer desnudos por un buen precio y aceptaste. Por lo que me dijo Julio ella es fotógrafa aficionada, ¿no?
—Sí —dije sabiendo que no tenía cómo escapar del asunto.
—Bueno, comentale esta historia y pedile que te saque las fotos. Que pensaste en ella por la confianza que le tenés.
—Y vos querés que yo… después de las fotos… Me entregue a ella y que haya una filmación.
—Sí.
—Y… ¿Si no me avanza? —dije casi sollozando.
—Provocala. Vos excitás a un muerto. Aparte, cuando estaban bailando, parecía que te iba a violar en la misma pista.
—¿Y si me niego?
—Si te negás, chau. Minas lindas que quieran divertirse por un buen precio sobran.
—Está bien —ya me había resignado—. Voy a hacer como vos decís. La historia de las fotos suena convincente.
***
Llamé a Sofía y le conté la historieta que me había sugerido el pibe. A ella le pareció medio extraño, tal vez sospechó algo, pero finalmente aceptó. Fui esa misma tarde.
—Me hubieras dicho que estabas tan mal. Yo estoy sin un cobre como vos, pero dos cabezas piensan más que una.
—Sí, pero ya fue.
—¿Cómo y cuantas?
—Diez y un video haciendo un espectáculo erótico o algo así.
—Ah.
—Me dijo un par en ropa interior… y luego desnuda y muy provocativa, onda perra alzada, remarcó.
—Buah, eso te sale fácil —y Sofía acompañó el chiste con una carcajada para aflojar un poco la tensión del momento—.
—¡Sofía! —dije para continuar con el juego—. Y sí, tenés razón. Paso al baño a retocarme un poco el maquillaje y empezamos.
Volví vestida solo con sandalias de taco alto, una bombachita cola-less y un corpiño blanco.
—Uy, despampanante como siempre. A ver camina hacia esa pared, contoneándote. Sacamos unas cuantas y después vemos lo rescatable. Me dijiste que la onda no es muy fina que digamos, ¿no?
—Y… no. Si no es un book para un sitio pornográfico, pega en el palo. No es para Playboy precisamente.
—Entiendo. Anda de cara a esa pared, sacá cola. Ahora poné las manos detrás de la nuca y levantate el pelo… Bien. Date vuelta. Mirame, abrí un poquito la boca pero que no se vea la lengua. No dejés de levantarte el pelo, respirá profundo y contené el aire. ¿Hay alguna limitación? ¿Genitales…?
—No, nada. El tipo me dijo que cuanto más gata, mejor.
—Ajá, bueno, sacate el corpiño. Sentate sobre las piernas en el sofá. tocate un poco los pezones así quedan paraditos.
Me metí en la boca los dedos índice y medio primero de una mano y después de la otra. Empecé a acariciarme los pezones. Me estaba excitando. Sofía se había puesto colorada. Después de unas cuantas fotos de ese tenor me pidió que me sacara la bombacha. Me puse en el sofá cuanto patas, abriendo las piernas; giré la cabeza y la miré. No paraba de sacar fotos.
—Sos… increíble —me dijo con los ojos brillantes y sin poder disimular sus deseos—. Andá a ese sillón. La espalda bien apoyada contra el respaldo. No, mejor no. Ahora… Ahora… —parecía que no se atrevía a pedirlo pese a la confianza que nos teníamos—. Mirá al costado, apoya el mentón en tu hombro Poné los pies en los brazos del sillón. Te voy a sacar un par de fotos de la vagina.
Sacó dos o tres fotos y cada vez se acercaba más. En un momento dejó la cámara. Yo estaba inmóvil, apenas respiraba. Acercó la cara a mi entrepierna y, muy delicadamente, empezó a pasar un dedo por los labios. Dejé de mirar al costado.
—¿Qué… qué está haciendo, Sofi? —dije, casi tartamudeando, apenas pudiendo respirar de lo nerviosa que estaba.
—Es hermosa… —dijo ella, mientras se pasaba la lengua por los labios—. Qué hermosa concha que tenés. La frase “esta la tiene de oro” solo con vos tiene sentido…
—Ay, ¿en serio me lo decís? —respondí sabiendo que era una frase estúpida pero el silencio era una alternativa mucho peor.
—Sí... Me encanta… Amo tu concha.
Al decir eso se metió el dedo índice de la mano derecha en la boca para humedecerlo y empezó a masajearme en el clítoris. Mi reacción no tardó en producirse.
A continuación empezó a lamerlo; luego metió el dedo pulgar dentro de mi vagina, cada vez más profundo, haciendo con él lentos movimientos circulares dentro de mí. A esto sumo el dedo del medio y con él empezó a recorrerme la raya del culo.
—Sofi, pará, por favor… que no puedo… más —las palabras ya no me salían de la garganta, sofocadas por mis gemidos.
Me quedé toda la tarde en lo de mi amiga. Finalmente, después de un par de horas, pudimos hacer las fotos que faltaban y el famoso video. Nos tiramos a descansar un rato. Ella dormía plácidamente; yo, en cambio, no pude descansar ni un minuto. Sabía que, para bien o para mal, esto recién empezaba.
CONTINUARÄ….
El dinero que había conseguido era una cantidad importante pero no suficiente. Me iba a alcanzar para pagar algunas deudas, en esa época le debía una vela a cada santo, y mucho más no iba a quedar. Otro problema era cómo iba a justificar ante familia y conocidos ese insólito aumento de mis ingresos.
Dos días después él me llamó.
—Quisiera que nos viéramos este domingo. Me gustaría experimentar, remarcó específicamente esta palabra, algunas situaciones con vos.
—¿Cómo cuales? — dije, sabiendo que la respuesta no me iba a agradar demasiado.
—La primera es quiero que lo hagamos mientras vemos un film erótico protagonizado por vos y tu amiga.
—¿Estás loco? ¿Quién te crees que soy? —contesté sin mayor convicción—. ¿Con quién? Pero…
—Con tu amiga Sofía, la que conocí el otro día.
—Estás loco. Con una desconocida… pero tampoco... Sofía ni sabe que salimos.
—Eso es lo que vos crees. Julio, el barman, le preguntó si tenía una amiga interesante para que saliéramos los cuatro. Ella le dijo que sí y por eso te llevó.
«Sofía me entregó, no puede ser», pensé furiosa.
»No lo tomes a la tremenda. No dijo que fueras prostituta ni nada por el estilo, sino que eras linda, estabas sola y que los cuatro podíamos tomar una copa para conocernos, nada más. No te mandó al frente ni nada por el estilo.
—No sé qué excusa voy a inventar.
—Vos sabrás, pero hasta te puede ser de utilidad para justificar de dónde sale la plata que conseguiste el sábado.
—¿Cómo?
—Decile que te recomendaron ir a una agencia. Ahí te ofrecieron hacer desnudos por un buen precio y aceptaste. Por lo que me dijo Julio ella es fotógrafa aficionada, ¿no?
—Sí —dije sabiendo que no tenía cómo escapar del asunto.
—Bueno, comentale esta historia y pedile que te saque las fotos. Que pensaste en ella por la confianza que le tenés.
—Y vos querés que yo… después de las fotos… Me entregue a ella y que haya una filmación.
—Sí.
—Y… ¿Si no me avanza? —dije casi sollozando.
—Provocala. Vos excitás a un muerto. Aparte, cuando estaban bailando, parecía que te iba a violar en la misma pista.
—¿Y si me niego?
—Si te negás, chau. Minas lindas que quieran divertirse por un buen precio sobran.
—Está bien —ya me había resignado—. Voy a hacer como vos decís. La historia de las fotos suena convincente.
***
Llamé a Sofía y le conté la historieta que me había sugerido el pibe. A ella le pareció medio extraño, tal vez sospechó algo, pero finalmente aceptó. Fui esa misma tarde.
—Me hubieras dicho que estabas tan mal. Yo estoy sin un cobre como vos, pero dos cabezas piensan más que una.
—Sí, pero ya fue.
—¿Cómo y cuantas?
—Diez y un video haciendo un espectáculo erótico o algo así.
—Ah.
—Me dijo un par en ropa interior… y luego desnuda y muy provocativa, onda perra alzada, remarcó.
—Buah, eso te sale fácil —y Sofía acompañó el chiste con una carcajada para aflojar un poco la tensión del momento—.
—¡Sofía! —dije para continuar con el juego—. Y sí, tenés razón. Paso al baño a retocarme un poco el maquillaje y empezamos.
Volví vestida solo con sandalias de taco alto, una bombachita cola-less y un corpiño blanco.
—Uy, despampanante como siempre. A ver camina hacia esa pared, contoneándote. Sacamos unas cuantas y después vemos lo rescatable. Me dijiste que la onda no es muy fina que digamos, ¿no?
—Y… no. Si no es un book para un sitio pornográfico, pega en el palo. No es para Playboy precisamente.
—Entiendo. Anda de cara a esa pared, sacá cola. Ahora poné las manos detrás de la nuca y levantate el pelo… Bien. Date vuelta. Mirame, abrí un poquito la boca pero que no se vea la lengua. No dejés de levantarte el pelo, respirá profundo y contené el aire. ¿Hay alguna limitación? ¿Genitales…?
—No, nada. El tipo me dijo que cuanto más gata, mejor.
—Ajá, bueno, sacate el corpiño. Sentate sobre las piernas en el sofá. tocate un poco los pezones así quedan paraditos.
Me metí en la boca los dedos índice y medio primero de una mano y después de la otra. Empecé a acariciarme los pezones. Me estaba excitando. Sofía se había puesto colorada. Después de unas cuantas fotos de ese tenor me pidió que me sacara la bombacha. Me puse en el sofá cuanto patas, abriendo las piernas; giré la cabeza y la miré. No paraba de sacar fotos.
—Sos… increíble —me dijo con los ojos brillantes y sin poder disimular sus deseos—. Andá a ese sillón. La espalda bien apoyada contra el respaldo. No, mejor no. Ahora… Ahora… —parecía que no se atrevía a pedirlo pese a la confianza que nos teníamos—. Mirá al costado, apoya el mentón en tu hombro Poné los pies en los brazos del sillón. Te voy a sacar un par de fotos de la vagina.
Sacó dos o tres fotos y cada vez se acercaba más. En un momento dejó la cámara. Yo estaba inmóvil, apenas respiraba. Acercó la cara a mi entrepierna y, muy delicadamente, empezó a pasar un dedo por los labios. Dejé de mirar al costado.
—¿Qué… qué está haciendo, Sofi? —dije, casi tartamudeando, apenas pudiendo respirar de lo nerviosa que estaba.
—Es hermosa… —dijo ella, mientras se pasaba la lengua por los labios—. Qué hermosa concha que tenés. La frase “esta la tiene de oro” solo con vos tiene sentido…
—Ay, ¿en serio me lo decís? —respondí sabiendo que era una frase estúpida pero el silencio era una alternativa mucho peor.
—Sí... Me encanta… Amo tu concha.
Al decir eso se metió el dedo índice de la mano derecha en la boca para humedecerlo y empezó a masajearme en el clítoris. Mi reacción no tardó en producirse.
A continuación empezó a lamerlo; luego metió el dedo pulgar dentro de mi vagina, cada vez más profundo, haciendo con él lentos movimientos circulares dentro de mí. A esto sumo el dedo del medio y con él empezó a recorrerme la raya del culo.
—Sofi, pará, por favor… que no puedo… más —las palabras ya no me salían de la garganta, sofocadas por mis gemidos.
Me quedé toda la tarde en lo de mi amiga. Finalmente, después de un par de horas, pudimos hacer las fotos que faltaban y el famoso video. Nos tiramos a descansar un rato. Ella dormía plácidamente; yo, en cambio, no pude descansar ni un minuto. Sabía que, para bien o para mal, esto recién empezaba.
CONTINUARÄ….
1 comentarios - Eso es otro precio (2º capítulo)