Esta historia que voy a contar, es verídica. Me pasó hace unos años y me demostró que las apariencias engañan, y que en el fondo, todos tenemos los mismos sentimientos y deseos. Es solo de cuestión de momento y oportunidad. Lo que se les niega a algunos, otros lo consiguen sin ningún problema. Pero vamos a la historia.
Yo trabajaba en una empresa, donde había alrededor de unos 15 empleados de diferentes edades y sexos. Cada uno cumplía una función diferente y si bien compartíamos el ámbito laboral, los contactos profesionales eran ínfimos. Alguna vez quien estaba con menos trabajo colaboraba con el compañero que estaba sobrepasado, pero en general cada uno hacía su tarea sin problemas
El punto de encuentro era la cocina. Allí compartíamos el café mañanero y el almuerzo. Nuestra jornada laboral se iniciaba a las 8 y finalizaba a las 16.
En la sección contable había una empleada muy bonita. 1,65, rubia, buen cuerpo, y por haberla visto en la calle alguna vez, puedo asegurar que tenía unas piernas hermosas que en el trabajo no se notaban porque vestía siempre con pantalones. Si resaltaba su trasero y sus pechos, a pesar de que no usaba nunca escotes sugerentes.
Era casada y con 3 hijos. La maternidad en verdad no la había afectado demasiado. Seguía siendo muy apetecible, con sus 35 años.
Los comentarios indicaban que su esposo se había apurado a llenarla de hijos para tenerla ocupada todo el día y poder dedicarle libremente a su vida. Era médico y con esa excusa podía entrar y salir de su casa a cualquier hora, y las historias con sus enfermeras trascendían ya el ámbito de la clínica donde trabajaba. Hasta se comentaba que algún hijo de enfermera era en realidad de él, mas allá de que el cornudo del marido lo hubiera reconocido como propio, sin saber la verdad.
Yo no podía creer que estos chismes no llegaran a oído de Patricia ( que así se llamaba mi compañera), y que ella no sospechara. Ni muchos menos que no tuviera deseos de vengarse, así que comencé a perseguirla sutilmente, para ver si en las circunstancias que se daban, podía sacar algún provecho.
Al principio hablaba conmigo y me sonreía, y parecía muy abierta como para avanzar un paso más, pero a medida que pasaba el tiempo, fui notando como una barrera que descendía sobre nuestra relación, y que no me permitía avanzar mas allá de cierto punto. Cuando intentaba algo más, me cortaba delicadamente, dejándome siempre con las ganas de decirle algo más íntimo.
Terminé por convencerme que el amor a su esposo y a sus hijos era mas fuerte que cualquier otra cosa, y que a pesar de sospechar sobre la conducta de su marido, jamás iba a serle infiel. Esta convicción hizo que revisara todas mis ideas sobre las mujeres. Yo pensaba que los deseos y necesidades eran iguales para hombres y mujeres, pero en Patricia encontraba una excepción que hacía temblar mi seguridad.
Algunos días Patricia debía quedarse trabajando un rato más. Todos nos íbamos y ella se quedaba compartiendo el lugar con el personal de limpieza. Se encerraba en su oficina, dejando instrucciones que nadie la molestara. El personal de mantenimiento, para cumplir con esto, cuando llegaba siempre limpiaba primero su oficina y luego seguían con el resto del edificio. Su oficina era una de las mas lindas del complejo. Tenía un amplio ventanal que daba al centro de manzana, y que permitía acceder a un balcón corrido que unía todas las oficinas de ese sector. Desde cualquiera de ellas se podía acceder al balcón y disfrutar del sol de la mañana.
Una tarde me olvidé mi celular en el trabajo y debí volver a buscarlo. Ya eran como las 6 cuando llegué a la empresa.
El personal de vigilancia me dejó pasar sin problemas, ya que me conocía desde hacía muchos años y rápidamente me dirigí a mi piso.
Llegué a mi escritorio, busqué en el cajón mi teléfono, lo guardé, y dí la vuelta como para irme.
En ese momento recordé que Patricia se había quedado después de hora, así que me acerqué hasta la puerta de su oficina. Escuché un momento y no se oía nada. Ni música ni el teclado de la compu. Parecía que ya se había retirado. Sin embargo la puerta permanecía cerrada, cuando lo normal era que todas las puertas permanecieran abiertas fuera de hora.
Pensé un momento. Y de pronto se me ocurrió una idea. Podía pasar de la oficina de al lado al balcón y desde allí observar la oficina por dentro. Por supuesto teniendo cuidado de no aparecer como un curioso.
Ingresé a la oficina vecina, suavemente corrí la hoja de la ventana y salí al balcón. La ofician de Patricia estaba con las cortinas corridas, por lo que no iba a poder ver para adentro. Tampoco podía pasar del otro lado, ya que mi sombra en la ventana le alertaría de que alguien andaba por allí. De pronto, observando con más cuidado vi que en la punta, la cortina no había cubierto totalmente el vidrio. Quedaba una pequeña hendija por donde observar el interior. Me acerqué lentamente y miré. Casi me caigo de espaldas.
Allí en el centro de la oficina, estaba el jovencito que oficiaba de cadete, que apenas llegaba a los 20 años, y arrodillada ante él, Patricia le estaba haciendo una mamada de campeonato. La cara de placer del muchacho era indescriptible.
Por fin luego de un rato, ella se levantó y se inclinó sobre el escritorio, poniendo su culito en pompa y el muchacho le desprendió el pantalón y los bajó junto con su tanga, se agachó y comenzó a meterle la lengua en su entrepierna. Desde mi lugar no podía verlo en detalle, pero la cara de gozo de Patricia no dejaba lugar a dudas.
Lo mas morboso de la situación era que habían todo en completo silencio, justamente para que el personal de limpieza no sospechara. Imaginé que el muchacho debía entrar por el balcón cuando ella ya estaba instalada allí, y así nadie lo veía.
La escena fue in crescendo hasta que fue notorio que Patricia alcanzaba un profundo orgasmo que la sacudió como una hoja en la tormenta, y quedó allí desparramada sobre el escritorio. El joven aprovechó para terminar de sacarle el pantalón y su ropa interior que arrojó sobre un sillón que estaba al costado. Se levantó y de espaldas a ella se desnudó también de la cintura para abajo, y a darse vuelta mostró una verga larga y gruesa, mucho mas grande que la mía, y que estaba totalmente enfurecida.
Se acercó por detrás a Patricia, le separó un poco las nalgas y apuntó su herramienta. Despacio la fue penetrando. Patricia se aferraba con sus manos al borde del escritorio para aguantar las arremetidas de su joven amante, y apretaba su boca para no emitir ningún quejido. El cadete fue empujando despacio hasta que terminó por chocar su cuerpo con el de ella, y lentamente comenzó a entrar y salir de su cuerpo. Dejó sus caderas para aferrarse a sus hombros y así poder hacer mejor palanca para clavarla. Luego de unos minutos, el muchacho comenzó a suspirar apagadamente. Trataba de no hacer ruido. Y por fin la clavó hasta el fondo y se hizo evidente que se estaba corriendo dentro de ella. Patricia volvió a acabar. Sus ojos se abrieron muy grandes y quedó casi inconsciente. Los dos quedaron desmadejados uno sobre el otro. Todo había terminado. O eso pensé.
El joven se levantó y rápidamente se quitó la ropa que tenía en la parte superior. Desmontó a Patricia y la hizo darse vuelta. En esa posición le quitó el pullover y le abrió su camisa. Desabrochó su corpiño y quedaron a la vista dos peras espectaculares. Sin pausa comenzó a magrearlas mientras le comía la boca, y luego bajaba por su cuello y se adueñaba de sus tetas lamiéndolas y chupańdolas alternadamente. Patricia se dejaba hacer. Una de sus manos lo tenía aferrado de los cabellos y la otra rodeaba su espalda. Sus piernas se elevaron hasta envolver la cintura del macho.
Fue en ese momento que el muchacho tomó las piernas de Patricia y las colocó sobre sus hombros. La arrastró hasta el borde del escritorio, y con su herramienta mas dura que la primera vez, la clavó esta vez sin miramientos. La empaló por completo de un solo viaje. Imagino que la lubricación y el ablande anterior hizo esto más facil. Un gemido de Patricia indicó que estaba totalmente llena de verga. Y en esa posición comenzó a tirar como un animal. Al ser la segunda vez tenía mucha mas resistencia, y realmente la destruyó. Patricia gemía quedamente y lloraba de placer y de sentirse tan sometida. El macho la estaba partiendo en dos y no parecía dispuesto a detenerse. Fueron 15 minutos a todo dar, que hizo que la hembra se entregara totalmente y por fin cuando ya no aguantó mas, la sacó y colocándola sobre el cuerpo de Patricia se vació por completo. Los chorros de semen llegaron hasta la cara de la hembra, que trataba de capturar la leche con su lengua, otro chorro golpeó en su cuello y el resto se derramó sobre sus tetas. Patricia sin dejar de mirarlo a los ojos, fue juntando con sus dedos el semen y se lo fue tragando. Cuando terminó el joven la besó, y sin prisas comenzó a vestirse. Patricia se limpió como pudo con unos pañuelos descartables y también se vistió.
- Ha sido excelente, dijo el joven en voz baja.
- Muy bueno. Hacía rato que no me cogían de esta manera.
- ¿ Qué pasa? Tu esposo no te monta?
- Mi esposo es un cabrón que solo tiene verga para sus amiguitas. Yo sigo casada por mis hijos, la verdad, y estos momentos me dan mucho placer.
- Está bien, pero me gustaría tenerte en otro lugar y con mas tranquilidad.
- Mientras no digas nada, y nadie se entere no hay problemas. No quiero que nadie aquí sepa de esto. Es probable que el mes entrante mi esposo se vaya a un congreso. Si es así, dejaré mis hijos con mi madre y vendrás a casa. Quiero que me montes toda la noche en mi cama matrimonial. Entiendo que a tí te de morbo cogerme en mi cama, pero te aseguro que a mí me dará mucho mas acostarme allí con mi maridito .
Ambos se rieron, volvieron a besarse, y yo me alejé antes que me vieran.
La modosita empleada que no me dejaba avanzarla, se estaba tirando al cadete 2 ó 3 veces por semana en su oficina, y lo quería meter en su propia cama.
Bueno, mi idea inicial volvía a tomar fuerza. Los hombres y mujeres eramos iguales, y solo era cuestión del momento. Ahora la cuestión era enterarse de mas cosas. En una de esas, estar en el lugar justo, en el momento justo era muy afortunado.
Yo trabajaba en una empresa, donde había alrededor de unos 15 empleados de diferentes edades y sexos. Cada uno cumplía una función diferente y si bien compartíamos el ámbito laboral, los contactos profesionales eran ínfimos. Alguna vez quien estaba con menos trabajo colaboraba con el compañero que estaba sobrepasado, pero en general cada uno hacía su tarea sin problemas
El punto de encuentro era la cocina. Allí compartíamos el café mañanero y el almuerzo. Nuestra jornada laboral se iniciaba a las 8 y finalizaba a las 16.
En la sección contable había una empleada muy bonita. 1,65, rubia, buen cuerpo, y por haberla visto en la calle alguna vez, puedo asegurar que tenía unas piernas hermosas que en el trabajo no se notaban porque vestía siempre con pantalones. Si resaltaba su trasero y sus pechos, a pesar de que no usaba nunca escotes sugerentes.
Era casada y con 3 hijos. La maternidad en verdad no la había afectado demasiado. Seguía siendo muy apetecible, con sus 35 años.
Los comentarios indicaban que su esposo se había apurado a llenarla de hijos para tenerla ocupada todo el día y poder dedicarle libremente a su vida. Era médico y con esa excusa podía entrar y salir de su casa a cualquier hora, y las historias con sus enfermeras trascendían ya el ámbito de la clínica donde trabajaba. Hasta se comentaba que algún hijo de enfermera era en realidad de él, mas allá de que el cornudo del marido lo hubiera reconocido como propio, sin saber la verdad.
Yo no podía creer que estos chismes no llegaran a oído de Patricia ( que así se llamaba mi compañera), y que ella no sospechara. Ni muchos menos que no tuviera deseos de vengarse, así que comencé a perseguirla sutilmente, para ver si en las circunstancias que se daban, podía sacar algún provecho.
Al principio hablaba conmigo y me sonreía, y parecía muy abierta como para avanzar un paso más, pero a medida que pasaba el tiempo, fui notando como una barrera que descendía sobre nuestra relación, y que no me permitía avanzar mas allá de cierto punto. Cuando intentaba algo más, me cortaba delicadamente, dejándome siempre con las ganas de decirle algo más íntimo.
Terminé por convencerme que el amor a su esposo y a sus hijos era mas fuerte que cualquier otra cosa, y que a pesar de sospechar sobre la conducta de su marido, jamás iba a serle infiel. Esta convicción hizo que revisara todas mis ideas sobre las mujeres. Yo pensaba que los deseos y necesidades eran iguales para hombres y mujeres, pero en Patricia encontraba una excepción que hacía temblar mi seguridad.
Algunos días Patricia debía quedarse trabajando un rato más. Todos nos íbamos y ella se quedaba compartiendo el lugar con el personal de limpieza. Se encerraba en su oficina, dejando instrucciones que nadie la molestara. El personal de mantenimiento, para cumplir con esto, cuando llegaba siempre limpiaba primero su oficina y luego seguían con el resto del edificio. Su oficina era una de las mas lindas del complejo. Tenía un amplio ventanal que daba al centro de manzana, y que permitía acceder a un balcón corrido que unía todas las oficinas de ese sector. Desde cualquiera de ellas se podía acceder al balcón y disfrutar del sol de la mañana.
Una tarde me olvidé mi celular en el trabajo y debí volver a buscarlo. Ya eran como las 6 cuando llegué a la empresa.
El personal de vigilancia me dejó pasar sin problemas, ya que me conocía desde hacía muchos años y rápidamente me dirigí a mi piso.
Llegué a mi escritorio, busqué en el cajón mi teléfono, lo guardé, y dí la vuelta como para irme.
En ese momento recordé que Patricia se había quedado después de hora, así que me acerqué hasta la puerta de su oficina. Escuché un momento y no se oía nada. Ni música ni el teclado de la compu. Parecía que ya se había retirado. Sin embargo la puerta permanecía cerrada, cuando lo normal era que todas las puertas permanecieran abiertas fuera de hora.
Pensé un momento. Y de pronto se me ocurrió una idea. Podía pasar de la oficina de al lado al balcón y desde allí observar la oficina por dentro. Por supuesto teniendo cuidado de no aparecer como un curioso.
Ingresé a la oficina vecina, suavemente corrí la hoja de la ventana y salí al balcón. La ofician de Patricia estaba con las cortinas corridas, por lo que no iba a poder ver para adentro. Tampoco podía pasar del otro lado, ya que mi sombra en la ventana le alertaría de que alguien andaba por allí. De pronto, observando con más cuidado vi que en la punta, la cortina no había cubierto totalmente el vidrio. Quedaba una pequeña hendija por donde observar el interior. Me acerqué lentamente y miré. Casi me caigo de espaldas.
Allí en el centro de la oficina, estaba el jovencito que oficiaba de cadete, que apenas llegaba a los 20 años, y arrodillada ante él, Patricia le estaba haciendo una mamada de campeonato. La cara de placer del muchacho era indescriptible.
Por fin luego de un rato, ella se levantó y se inclinó sobre el escritorio, poniendo su culito en pompa y el muchacho le desprendió el pantalón y los bajó junto con su tanga, se agachó y comenzó a meterle la lengua en su entrepierna. Desde mi lugar no podía verlo en detalle, pero la cara de gozo de Patricia no dejaba lugar a dudas.
Lo mas morboso de la situación era que habían todo en completo silencio, justamente para que el personal de limpieza no sospechara. Imaginé que el muchacho debía entrar por el balcón cuando ella ya estaba instalada allí, y así nadie lo veía.
La escena fue in crescendo hasta que fue notorio que Patricia alcanzaba un profundo orgasmo que la sacudió como una hoja en la tormenta, y quedó allí desparramada sobre el escritorio. El joven aprovechó para terminar de sacarle el pantalón y su ropa interior que arrojó sobre un sillón que estaba al costado. Se levantó y de espaldas a ella se desnudó también de la cintura para abajo, y a darse vuelta mostró una verga larga y gruesa, mucho mas grande que la mía, y que estaba totalmente enfurecida.
Se acercó por detrás a Patricia, le separó un poco las nalgas y apuntó su herramienta. Despacio la fue penetrando. Patricia se aferraba con sus manos al borde del escritorio para aguantar las arremetidas de su joven amante, y apretaba su boca para no emitir ningún quejido. El cadete fue empujando despacio hasta que terminó por chocar su cuerpo con el de ella, y lentamente comenzó a entrar y salir de su cuerpo. Dejó sus caderas para aferrarse a sus hombros y así poder hacer mejor palanca para clavarla. Luego de unos minutos, el muchacho comenzó a suspirar apagadamente. Trataba de no hacer ruido. Y por fin la clavó hasta el fondo y se hizo evidente que se estaba corriendo dentro de ella. Patricia volvió a acabar. Sus ojos se abrieron muy grandes y quedó casi inconsciente. Los dos quedaron desmadejados uno sobre el otro. Todo había terminado. O eso pensé.
El joven se levantó y rápidamente se quitó la ropa que tenía en la parte superior. Desmontó a Patricia y la hizo darse vuelta. En esa posición le quitó el pullover y le abrió su camisa. Desabrochó su corpiño y quedaron a la vista dos peras espectaculares. Sin pausa comenzó a magrearlas mientras le comía la boca, y luego bajaba por su cuello y se adueñaba de sus tetas lamiéndolas y chupańdolas alternadamente. Patricia se dejaba hacer. Una de sus manos lo tenía aferrado de los cabellos y la otra rodeaba su espalda. Sus piernas se elevaron hasta envolver la cintura del macho.
Fue en ese momento que el muchacho tomó las piernas de Patricia y las colocó sobre sus hombros. La arrastró hasta el borde del escritorio, y con su herramienta mas dura que la primera vez, la clavó esta vez sin miramientos. La empaló por completo de un solo viaje. Imagino que la lubricación y el ablande anterior hizo esto más facil. Un gemido de Patricia indicó que estaba totalmente llena de verga. Y en esa posición comenzó a tirar como un animal. Al ser la segunda vez tenía mucha mas resistencia, y realmente la destruyó. Patricia gemía quedamente y lloraba de placer y de sentirse tan sometida. El macho la estaba partiendo en dos y no parecía dispuesto a detenerse. Fueron 15 minutos a todo dar, que hizo que la hembra se entregara totalmente y por fin cuando ya no aguantó mas, la sacó y colocándola sobre el cuerpo de Patricia se vació por completo. Los chorros de semen llegaron hasta la cara de la hembra, que trataba de capturar la leche con su lengua, otro chorro golpeó en su cuello y el resto se derramó sobre sus tetas. Patricia sin dejar de mirarlo a los ojos, fue juntando con sus dedos el semen y se lo fue tragando. Cuando terminó el joven la besó, y sin prisas comenzó a vestirse. Patricia se limpió como pudo con unos pañuelos descartables y también se vistió.
- Ha sido excelente, dijo el joven en voz baja.
- Muy bueno. Hacía rato que no me cogían de esta manera.
- ¿ Qué pasa? Tu esposo no te monta?
- Mi esposo es un cabrón que solo tiene verga para sus amiguitas. Yo sigo casada por mis hijos, la verdad, y estos momentos me dan mucho placer.
- Está bien, pero me gustaría tenerte en otro lugar y con mas tranquilidad.
- Mientras no digas nada, y nadie se entere no hay problemas. No quiero que nadie aquí sepa de esto. Es probable que el mes entrante mi esposo se vaya a un congreso. Si es así, dejaré mis hijos con mi madre y vendrás a casa. Quiero que me montes toda la noche en mi cama matrimonial. Entiendo que a tí te de morbo cogerme en mi cama, pero te aseguro que a mí me dará mucho mas acostarme allí con mi maridito .
Ambos se rieron, volvieron a besarse, y yo me alejé antes que me vieran.
La modosita empleada que no me dejaba avanzarla, se estaba tirando al cadete 2 ó 3 veces por semana en su oficina, y lo quería meter en su propia cama.
Bueno, mi idea inicial volvía a tomar fuerza. Los hombres y mujeres eramos iguales, y solo era cuestión del momento. Ahora la cuestión era enterarse de mas cosas. En una de esas, estar en el lugar justo, en el momento justo era muy afortunado.
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