Hola a todos, les traigo este relato de dos hermanas maduras y la hija de una de ellas en una noche de borrachera en un tren, espero que la disfruten mucho ya que es muy excitante.
El día que cumplí los 18 años recibí como regalo de mis padres un sobre en cuyo interior encontré la entrada para el concierto de rock al que tenía tantas ganas de acudir y el billete de ida y vuelta en tren Cádiz-Barcelona (que era donde se celebraría dicho concierto).
El concierto era el siguiente fin de semana y acudiría solo, pues mis amigos estaban liados preparando los próximos exámenes.
El concierto se celebraba el sábado día 23 de marzo a las 20.00 horas en el Palau San Jordi de la ciudad condal.
Tras unos días que se me hicieron interminables, por fin llegó el viernes, día en el que cogí el tren en Cádiz a las 12.00 de la noche. Llegaría por la mañana temprano a Barcelona y era una pequeña paliza pasar esa noche entera en el tren y también la siguiente de vuelta a mi ciudad. Pero el concierto merecía la pena.
Así que subí al tren unos minutos antes de su salida y me acomodé en mi departamento: era para cuatro personas, aunque de momento el único ocupante era yo. La verdad es que esperaba que no subiese nadie más para poder realizar el viaje solo y más cómodo, pues siempre resulta algo complicado pasar la noche en un espacio reducido con personas que no conoces de nada.
Cuando el tren estaba a punto de partir, apareció el revisor y le enseñé mi billete. Justo en ese momento empezaron a oírse voces femeninas que se acercaban al departamento. Entonces aparecieron tres mujeres, que tras comprobar su billete y enseñárselo al revisor, pasaron al departamento. El revisor, antes de marcharse, nos aconsejó que como ya no tenía que entrar nadie al departamento cerráramos la puerta con el seguro para evitar posibles robos durante la noche. Yo la verdad es que sólo llevaba una mochila con lo básico y algo de dinero y las mujeres tampoco llevaban equipaje, únicamente sus bolsos. Pero aun así le hicimos caso al revisor y una de las mujeres cerró la puerta con el seguro.
En ese momento el tren se puso en marcha. Yo me senté y lo mismo hicieron las tres mujeres. Me saludaron y yo les devolví el saludo. Eran dos mujeres de unos 50 años y otra mucho más joven que rondaría los 25. Iban maquilladas y vestidas de forma sexy, como si vinieran de alguna fiesta.
La chica joven llevaba una camiseta blanca con unas letras rosas, una minifalda vaquera y medias negras. Era la más delgada de las tres y tenía su pelo negro recogido en una cola.
Las dos mujeres cincuentonas también vestían de forma sexy: una llevaba un vestido azul eléctrico que le llegaba hasta la mitad de los muslos, cubiertos con medias negras y la otra, la más rellenita y alta de las tres, vestía una blusa roja con transparencias, una minifalda negra y medias marrones. Las transparencias de su blusa dejaban ver parte del sujetador también rojo, que cubría unos grandes senos.
La chica joven se sentó a mi lado y las dos maduras lo hicieron enfrente.
La joven parecía más tímida y reservada, pero las otras dos mujeres entablaron pronto conversación conmigo:
- Un poco más y perdemos el tren- me dijo la mujer del vestido azul.
Antes de que yo pudiera decir algo, la otra mujer madura le replicó:
- Claro, por tu culpa, por querer seguir bebiendo en el cumpleaños hasta el final.
Yo desde que entraron en el departamento había observado algo extraño en los movimientos y gestos de las mujeres, pero ahora ya tenía claro cuál era el motivo: iban algo bebidas.
La mujer de la blusa roja no tardó en presentarse:
- Yo soy Elisa, ésta es mi hermana Alba y la joven que está a tu lado es mi hija Ingrid.
- Yo soy David- contesté.
- ¿De viaje a Barcelona, no?- me preguntó Elisa.
- Sí, voy a un concierto que hay mañana.
- Ah, eso está muy bien- dijo Alba, mientras se quitaba sus zapatos de tacón. - No los aguantaba más- añadió.
Entonces Elisa, bastante “alegre” por el alcohol, comentó:
- Nosotras venimos de un cumpleaños de una amiga en una finca a unos 50 kilómetros de Cádiz. Hemos estado todo el día comiendo y bebiendo. Sólo nos ha faltado echar un buen polvo.
- ¡Mamá, por favor, ya vale, que estás dando la nota!- exclamó su hija, que parecía la única sobria de las tres.
Pero Elisa, lejos de callarse y mientras se despojaba también de sus zapatos, dijo:
- ¿Dando yo la nota? ¿No lo habéis hecho también vosotras desde que salimos de la finca?
Me miró y me dijo:
- Mira, cuando llegamos ayer a la finca alquilamos un coche para desplazarnos hasta ella y para regresar esta noche a la estación. Mi hija no bebe alcohol y es la que se ha encargado de conducir. Te voy a contar lo que nos ha pasado.
- Mamá, ni te atrevas- le gritó su hija.
- Deja que lo cuente, así nos reímos un rato y se nos hace más ameno el viaje- comentó Alba.
Yo continuaba con mi asombro al ver la actitud de las mujeres.
Elisa no lo dudó más y comenzó a contar lo que les había sucedido:
“En la fiesta de cumpleaños mi hermana y yo nos hemos puesto “moradas” de comida y bebida, supongo que ya lo habrás notado. Cuando salimos de la finca, cogimos el coche y mi hija conducía, ya que era la única que no había probado el alcohol. A los 10 kilómetros de trayecto le tuve que decir a mi hija que parara en la cuneta, que tenía ganas de vomitar. Menos mal que es una carretera secundaria y poco transitada, por lo que apenas circulaban coches en ese momento. Me bajé del vehículo y vomité. Mi hija se bajó también para ver cómo me encontraba. La cabeza me daba vueltas y además tenía unas enormes ganas de orinar. Entonces apareció allí también mi hermana, diciendo que necesitaba hacer pipí. Se agachó, se subió un poco el vestido, pero no le dio tiempo a nada más: se orinó con las medias y las bragas puestas.
A mí me ocurrió lo mismo: conseguí quitarme la minifalda, pero no aguanté más y me oriné con mi tanguita y mis pantys todavía puestos.
Mi hija aprovechó también para aliviar sus necesidades, pero a ella las ganas no le apretaban tanto y se pudo bajar toda la ropa sin problemas.
Mi hermana y yo teníamos nuestra ropa íntima y los pantys totalmente empapados, pero no parábamos de reírnos. Mi hija nos preguntó:
-¿Qué pensáis hacer ahora? Anda, voy al coche a coger unos kleenex para que os podáis secar un poco. Quitaos mientras el vestido, la minifalda, los pantys y las bragas.
Mi hija regresó, nos trajo los kleenex y volvió al coche. Yo miraba a mi hermana y no podía aguantar la risa: estaba allí, en medio de la noche y en el arcén de aquella carretera, en sujetador, con todo su coño peludo al aire y con las bragas y los pantys tirados en el suelo. Claro que yo estaba igual: sólo tenía puesta mi blusa y estaba desnuda por completo de cintura para abajo. Entonces mi hija empezó a gritarnos:
- ¡Rápido, creo que viene un camión. Terminad de una vez y subid al coche!
Pero no nos dio tiempo más que a terminar de limpiarnos. Cuando nos dimos cuenta, el camión ya estaba a nuestra altura y se detuvo. El camionero al principio debió creer que habíamos sufrido un avería, pero cuando se bajó de su vehículo y nos vio a las dos medio en pelotas, se le quedó una cara tremenda de asombro.
Mi hermana trató de cubrirse su sexo con las manos y yo intentaba ponerme mi tanga, pero ni siquiera lo encontraba en el suelo por la borrachera que llevaba. Así que el camionero se deleitó viéndome mi coño. Ya no tenía mucho sentido taparme, pues aquel hombre me había visto mi sexo, por lo que me daba igual que lo siguiera haciendo por unos segundos más. Al tío se le empezaba a notar bajo su pantalón un gran bulto por lo excitado que se estaba poniendo.
- ¡Venga, subid al coche de una vez y vámonos!- gritó mi hija desde el vehículo.
Yo me dirigí hacia el coche dejando en el suelo el tanga y los pantys. Mi hermana trató de hacer lo mismo, pero tropezó y cayó al suelo. Se quedó tumbada unos instantes hasta que pudo incorporarse, momentos que aprovechó el camionero para verle el coño a ella también. El hombre se había sacado la polla y se la estaba tocando delante de nosotras. Por fin alcanzó mi hermana el coche y se subió.
- ¡Eh, que os dejáis esto, jajajá!- gritó el camionero, mostrando en la mano mi tanga y mis pantys.
Mi hija arrancó el vehículo y comenzamos a abandonar aquel lugar. Me giré y vi al camionero masturbándose como un loco y oliendo mi tanga. Estoy segura de que se quedó como recuerdo toda la ropa íntima que dejamos allí abandonada.
Mi hermana y yo nos empezamos a vestir dentro del coche: ella se puso su y yo la minifalda. Lógicamente debajo no llevábamos nada.
Cuando por fin estábamos entrando en la ciudad le dije a mi hija Ingrid:
- Hija, a ver si antes de llegar a la estación puedes entrar en algún bazar de los que cierran tarde para comprar alguna braguita para tu tía y para mí y un par de pantys.
Eran las 23.30 y a los pocos minutos pasamos por un bazar chino, que estaba a punto de cerrar. Mi hija detuvo el coche delante de la tienda y entró rápidamente. Unos instantes más tarde salió con una bolsa de plástico en la mano. Se subió al vehiculo y me pasó la bolsa.
- ¡Toma, esto es lo único que he podido comprar. Por lo menos no iréis con el coño al aire!
Abrí la bolsa y dentro había dos cajitas rojas con un panty en cada una de ellas. Le pasé una cajita a mi hermana y yo me quedé con la otra. Antes de que mi hija volviera a arrancar el coche nos pusimos dentro como pudimos los pantys. El dueño de la tienda, que ya estaba fuera echando el cierre, se percató de lo que estábamos haciendo y mirando con disimulo fue el segundo hombre en la noche que nos vio el coño a mi hermana y a mí.
Cuando terminamos de vestirnos, Ingrid arrancó el coche y por fin llegamos a la estación. Eso es todo lo que nos ha pasado hasta ahora“.
Él relato de aquella mujer me había excitado por completo y notaba bajo mi pantalón mis bóxer humedecidos y mi polla tiesa. Tenía allí en aquel departamento del tren a esas tres mujeres sexys y sabía que dos de ellas no llevaban bragas.
Estuvimos un rato más hablando de otras cosas y sobre la 1.00 de la madrugada les dije a aquellas tres mujeres que iba a echarme a dormir. Ellas me comentaron que harían lo mismo, pues estaban agotadas. Yo dormiría en una de las literas de arriba, Ingrid en la de abajo y las otras dos mujeres en las restantes literas.
Pero ahora se nos presentaba un problema: ¿cómo haríamos para quitarnos la ropa y acostarnos? Ninguno llevábamos pijama ni nada por el estilo: yo acostumbro a dormir en bóxer y así se lo dije a las mujeres. Ingrid se quedó callada, pero su madre me dijo:
- Tu estarás acostumbrado a dormir en bóxer, pero es que nosotras tres dormimos siempre desnudas. Bueno, hoy tendríamos que hacer una excepción por estar tú delante y por lo menos dormir en braguitas, pero es que ni mi hermana ni yo llevamos, como te he contado antes. La única que sí se puede dejar el tanga puesto es Ingrid.
Entonces Alba comentó sin pensárselo mucho:
- Mira, después de que el camionero y el chino de la tienda me hayan visto hoy ya el coño, no me voy a morir por que me lo vea también este chico.
- ¿No te molesta que durmamos en pelotas las dos?- me preguntó Elisa.
Yo tardé en reaccionar. Esas dos mujeres se iban a desnudar allí mismo e iban a pasar la noche completamente desnudas y la chica joven tapada sólo por un tanga.
- No, claro que no me importa- respondí.
Alba añadió:
- Yo soy soltera, y hacía tiempo que un hombre no me veía desnuda. Pues bien, en un solo día me van a ver el coño 3 hombres: el camionero, el chino y ahora tú.
Fue Elisa la primera en comenzar a desnudarse antes de acostarse. Empezó a desabrocharse la blusa, se la quitó y la dejó caer al suelo. Se echó las manos a la espalda tratando de liberar sus tetas del sujetador. Tras dos intentos lo consiguió y yo tuve que tragar hasta saliva de la impresión: jamás había visto unos pe3chos tan grandes al natural. La mujer se dio cuenta de mi asombro y pícara me lanzó el sujetador a la cara. A continuación comenzó a bajarse la minifalda lentamente. Entre los movimientos del tren y que la mujer todavía no se había recuperado de la borrachera, perdió el equilibrio cuando trataba de sacarse la minifalda por los pies y fue a para sobre mí. Yo la sujeté para que no se cayera al suelo y entonces ella aprovechó para pegarse a mí de forma intencionada. Sus dos enormes tetas estaban estrujadas contra mi pecho y tenía su coño, cubierto sólo por las finas medias, pegado a mi bragueta del pantalón. Mi verga no tardó en reaccionar y pronto se puso tiesa y dura bajo el pantalón.
Elisa acercó su boca a mi oído y me susurró:
- Te estas empezando a excitar, ¿verdad?. Noto tu polla durita y quiero sentirla entera dentro de mí.
- ¡Mamá, por favor!- gritó Ingrid.
- Tengo unas ganas terribles de follar desde que me vio el coño aquel camionero y vi cómo se estaba masturbando. Así que este joven no se me escapa: quiero que me folle por todos los sitios.
No había terminado casi de decir esto cuando ya me estaba quitando la camiseta. La tiró al suelo y después empezó a bajarme los pantalones de forma impaciente. Me los terminó de sacar, los arrojó también al suelo y yo me quedé delante de esas tres mujeres simplemente con el bóxer puesto.
- Yo ya tengo mi coño húmedo desde hace un rato de lo caliente que estoy, pero tú también has humedecido tu bóxer- comentó Elisa.
Y tenía razón: la mancha de líquido preseminal que había en él me delataba. Yo hasta ese momento había estado incrédulo y sorprendido por lo que estaba pasando, pero a partir de ese momento decidí dejarme llevar y disfrutar de aquella situación.
Miré los pechos de Elisa: sus pezones eran rosaditos y estaban erectos por la excitación. Bajé la mirada y a través del panty le vi su coño completamente depilado, cuya humedad había manchado las medias por la zona de la entrepierna. La mujer empezó a acariciarme el paquete por encima del bóxer, ante la mirada de su hija Ingrid y de Alba. Cuando mi miembro estaba ya del todo erecto, Elisa me quitó el bóxer y mi polla salió como un resorte liberada de la prenda. Las dos mujeres maduras se quedaron mirándolo sin decir nada, pero con caras de deseo, mientras que a Ingrid la vi por primera vez en toda la noche también con ganas de “guerra”. Las tres mujeres se miraron y se sonrieron. Alba dijo entonces:
-¡Menuda polla tienes. Seguro que hay de sobra para las tres!
Y comenzó a despojarse de su vestido azul, no llevaba sujetador, por lo que se quedó desnuda por arriba y cubierta sólo por los pantys por abajo, que dejaban ver el sexo peludo de la mujer.
Sus tetas no eran tan grandes como las de su hermana, pero tenían mejor forma. Los pezones eran de color marrón oscuro y los tenía tiesos.
Mientras, Ingrid también había comenzado a desnudarse y se había deshecho de su camiseta. Tenía un sujetador blanco transparente que no tardó en desabrocharse. Era la que tenía los senos más pequeños de las tres. En la cumbre de sus dos tetitas aparecían sendos pezones rosados. Luego se bajó la minifalda: sus piernas cubiertas por las medias negras eran perfectas y un tanga blanco le tapaba su zona más íntima. La madre se giró hacia ella y le quitó los pantys, lanzándolos hacia el montón de ropa que ya se acumulaba en el suelo. La chica se quedó con el tanga puesto y contempló cómo su madre y su tía empezaban su “faena” conmigo. Elisa estaba pegada a mí por delante y Alba hacía lo mismo por detrás. Yo me sentía en una nube: estaba aplastado entre dos mujeres maduras, sentía sus senos pegados a mi torso y a mi espalda. Mi polla estaba ten erecta que se encontraba a la altura del ombligo de Elisa. Las dos mujeres tenían aún los pantys puestos y a través de ellos sentía lo húmeda que se encontraba Elisa, pero también ya Alba. Ésta se separó por unos instantes de mí para quitarse las medias y tras hacerlo me las puso por sorpresa en la nariz:
- ¡Toma, huele mi excitación!- me dijo.
Aquellos pantys estaban mojados por la zona de la entrepierna y desprendían un fuerte olor a coño que me calentó todavía más. Después la mujer se agachó y me metió uno de sus dedos por el ano: la muy guarra me estaba penetrando por el culo.
Me estaba causando una mezcla de placer y dolor y me desahogué agarrando los pantys de Elisa y desgarrándolos por la zona de la entrepierna. Rompí la prenda lo suficiente como para poder meter por ahí la polla y follarme a la madurita sin esperar ya a que se quitara los pantys. El placer de sentir mi verga dentro de aquella vagina chorreante y ardiente fue enorme. Comencé con unos lentos movimientos de mete y saca, al tiempo que le mordisqueaba los pezones.
Mientras por detrás Alba había sustituido su dedo por la lengua y ahora me lamía con ella todo el ano. Por su parte Ingrid estaba sentada en el suelo, se había apartado un poco su tanga por delante y se acariciaba los labios vaginales.
Empecé a acelerar mis movimientos de penetración y Elisa se puso a gemir cada vez más. Tras unos instantes decidí parar y le saqué mi polla: quería probar también el coño de Alba.
- ¿Qué haces? ¡No me dejes así con las ganas. Fóllame hasta partirme el coño!- me gritó Elisa desesperada.
Pero yo le comenté que ahora era el turno de Alba, que después continuaría con ella. No le quedó más remedio que esperar y autosatisfacerse metiéndose varios dedos en su sexo y masturbándose con ahínco.
Yo no tardé en meter mi verga en el coño peludo de Alba y comenzar a taladrárselo. Además le manoseaba sus senos y le besaba la boca, que todavía le sabía a alcohol. Me dolían la polla y los testículos y sentía toda esa zona a punto de reventar. No aguanté mucho más y descargué todo mi semen en varios chorros dentro de la vagina de Alba. Se le quedó una cara de satisfacción enorme y cuando le saqué la verga de su coño aprovechó para darle un par de lametones y chupar las últimas gotas de mi leche. Complacida se tumbó en su litera y desde allí siguió contemplando el resto de la orgía.
Casi sin dejarme tiempo para recuperarme Elisa me agarró con sus dos manos la polla y comenzó a masturbarme, llegando a causarme dolor debido a la vehemencia con que lo hacía. Le grité que por favor parara, pero ella no hizo caso y continuó un rato más. Cuando mi verga volvió a ponerse dura, paró un instante y me dijo que se la metiera otra vez en su coño, pero esta vez de forma definitiva. Mientras comenzaba con los movimientos de bombeo, me percaté de que Ingrid ya se había quitado el tanga: por encima de sus labios vaginales de apariencia delicada tenía una fina línea de vello púbico perfectamente marcada y depilada. Con una mano se estaba masturbando y con la otra se acariciaba los senos.
Cambié el ritmo de mis embestidas hacia el interior del sexo de Elisa: en lugar de muchos y rápidos movimientos empecé a hacer otros más lentos pero con más fuerza. Además de vez en cuando le dejaba mi polla dentro durante unos segundos y hacía con mi cintura movimientos circulares , para que mi verga llegara a más zonas internas de su sexo. Sentí cómo Elisa tuvo un orgasmo y se corrió chorreando una gran cantidad de flujos. Yo aún tardé un poco más hasta que entre gritos me corrí dentro del cuerpo de Elisa.
La pobre Ingrid esperaba su turno pero le tuve que pedir unos minutos: después de las dos corridas estaba agotado y necesitaba recuperarme. Entonces Elisa se acercó a su hija y ante mi asombro comenzó a acariciarle primero sus pechos y después el coño. La hija no se quedaba atrás y también le manoseaba los senos a su madre e incluso la vagina, todavía con restos de mi semen que Ingrid recogió con sus dedos y chupó.
Me dio la impresión de que no era la primera vez que madre e hija hacían ese tipo de juegos sexuales entre ellas. Los labios vaginales de Ingrid se veían empapadísimos y cuando su madre la penetró durante unos minutos con varios dedos, tuvo un orgasmo y se corrió manchando el suelo del vagón con sus flujos.
Yo ya había recuperado mínimamente las fuerzas y se lo hice saber a Ingrid. Ella me pidió que la penetrase por detrás, que nunca se lo habían hecho y que quería probarlo por primera vez. Así que me lubriqué mi polla con un poco de saliva, le abrí los glúteos y muy despacio y lentamente empecé a meterle la verga dentro. Ella gemía de dolor y me pedía que lo hiciera más despacio, pero era imposible hacerlo más lento. Por fin conseguí introducir todo mi miembro en su ano y se lo dejé quieto durante unos segundos, antes de comenzar con el mete y saca. Ella seguía con sus suspiros y gemidos y yo sabía que no iba a tardar mucho en correrme esta vez y me imaginaba que no soltaría mucho semen, pues mi cuerpo ya estaba muy exprimido. Así que saqué mis últimos gramos de fuerza, hice seis o siete embestidas brutales y le llené el interior del culo con el poco semen que me quedaba.
- ¡Ahhh, qué dolor! No aguanto más tengo que ir al servicio!- gritó Ingrid y cogiendo su tanga y llevándoselo en la mano para no perder más tiempo en ponérselo, salió del departamento en busca del servicio que estaba casi contiguo a donde estábamos.
- Pobrecita, le habrás removido todo. Pero bueno, el gusto ya no se lo quita nadie- me dijo su madre con una sonrisa en la cara.
Unos minutos más tarde regresó Ingrid ya recuperada y con el tanga blanco puesto.
- ¡Menos mal que no había nadie por el pasillo debido a lo tarde que es, sino me ven en pelotas!- comentó la chica.
Nos acostamos cada uno en nuestra litera y caímos pronto vencidos por el agotamiento. Por la mañana nos despertamos ya casi en Barcelona, nos vestimos rápidamente y antes de bajar del tren comentamos los cuatro que nunca olvidaríamos aquel viaje nocturno.
Yo no sé si ellas lo habrán olvidado o no. Yo desde luego que no. Pese a los años que han transcurrido desde aquello, todavía recuerdo cada detalle como si hubiese ocurrido ayer mismo.
Espero que haya sido de su agrado 😃 Nos vemos la proxima
El día que cumplí los 18 años recibí como regalo de mis padres un sobre en cuyo interior encontré la entrada para el concierto de rock al que tenía tantas ganas de acudir y el billete de ida y vuelta en tren Cádiz-Barcelona (que era donde se celebraría dicho concierto).
El concierto era el siguiente fin de semana y acudiría solo, pues mis amigos estaban liados preparando los próximos exámenes.
El concierto se celebraba el sábado día 23 de marzo a las 20.00 horas en el Palau San Jordi de la ciudad condal.
Tras unos días que se me hicieron interminables, por fin llegó el viernes, día en el que cogí el tren en Cádiz a las 12.00 de la noche. Llegaría por la mañana temprano a Barcelona y era una pequeña paliza pasar esa noche entera en el tren y también la siguiente de vuelta a mi ciudad. Pero el concierto merecía la pena.
Así que subí al tren unos minutos antes de su salida y me acomodé en mi departamento: era para cuatro personas, aunque de momento el único ocupante era yo. La verdad es que esperaba que no subiese nadie más para poder realizar el viaje solo y más cómodo, pues siempre resulta algo complicado pasar la noche en un espacio reducido con personas que no conoces de nada.
Cuando el tren estaba a punto de partir, apareció el revisor y le enseñé mi billete. Justo en ese momento empezaron a oírse voces femeninas que se acercaban al departamento. Entonces aparecieron tres mujeres, que tras comprobar su billete y enseñárselo al revisor, pasaron al departamento. El revisor, antes de marcharse, nos aconsejó que como ya no tenía que entrar nadie al departamento cerráramos la puerta con el seguro para evitar posibles robos durante la noche. Yo la verdad es que sólo llevaba una mochila con lo básico y algo de dinero y las mujeres tampoco llevaban equipaje, únicamente sus bolsos. Pero aun así le hicimos caso al revisor y una de las mujeres cerró la puerta con el seguro.
En ese momento el tren se puso en marcha. Yo me senté y lo mismo hicieron las tres mujeres. Me saludaron y yo les devolví el saludo. Eran dos mujeres de unos 50 años y otra mucho más joven que rondaría los 25. Iban maquilladas y vestidas de forma sexy, como si vinieran de alguna fiesta.
La chica joven llevaba una camiseta blanca con unas letras rosas, una minifalda vaquera y medias negras. Era la más delgada de las tres y tenía su pelo negro recogido en una cola.
Las dos mujeres cincuentonas también vestían de forma sexy: una llevaba un vestido azul eléctrico que le llegaba hasta la mitad de los muslos, cubiertos con medias negras y la otra, la más rellenita y alta de las tres, vestía una blusa roja con transparencias, una minifalda negra y medias marrones. Las transparencias de su blusa dejaban ver parte del sujetador también rojo, que cubría unos grandes senos.
La chica joven se sentó a mi lado y las dos maduras lo hicieron enfrente.
La joven parecía más tímida y reservada, pero las otras dos mujeres entablaron pronto conversación conmigo:
- Un poco más y perdemos el tren- me dijo la mujer del vestido azul.
Antes de que yo pudiera decir algo, la otra mujer madura le replicó:
- Claro, por tu culpa, por querer seguir bebiendo en el cumpleaños hasta el final.
Yo desde que entraron en el departamento había observado algo extraño en los movimientos y gestos de las mujeres, pero ahora ya tenía claro cuál era el motivo: iban algo bebidas.
La mujer de la blusa roja no tardó en presentarse:
- Yo soy Elisa, ésta es mi hermana Alba y la joven que está a tu lado es mi hija Ingrid.
- Yo soy David- contesté.
- ¿De viaje a Barcelona, no?- me preguntó Elisa.
- Sí, voy a un concierto que hay mañana.
- Ah, eso está muy bien- dijo Alba, mientras se quitaba sus zapatos de tacón. - No los aguantaba más- añadió.
Entonces Elisa, bastante “alegre” por el alcohol, comentó:
- Nosotras venimos de un cumpleaños de una amiga en una finca a unos 50 kilómetros de Cádiz. Hemos estado todo el día comiendo y bebiendo. Sólo nos ha faltado echar un buen polvo.
- ¡Mamá, por favor, ya vale, que estás dando la nota!- exclamó su hija, que parecía la única sobria de las tres.
Pero Elisa, lejos de callarse y mientras se despojaba también de sus zapatos, dijo:
- ¿Dando yo la nota? ¿No lo habéis hecho también vosotras desde que salimos de la finca?
Me miró y me dijo:
- Mira, cuando llegamos ayer a la finca alquilamos un coche para desplazarnos hasta ella y para regresar esta noche a la estación. Mi hija no bebe alcohol y es la que se ha encargado de conducir. Te voy a contar lo que nos ha pasado.
- Mamá, ni te atrevas- le gritó su hija.
- Deja que lo cuente, así nos reímos un rato y se nos hace más ameno el viaje- comentó Alba.
Yo continuaba con mi asombro al ver la actitud de las mujeres.
Elisa no lo dudó más y comenzó a contar lo que les había sucedido:
“En la fiesta de cumpleaños mi hermana y yo nos hemos puesto “moradas” de comida y bebida, supongo que ya lo habrás notado. Cuando salimos de la finca, cogimos el coche y mi hija conducía, ya que era la única que no había probado el alcohol. A los 10 kilómetros de trayecto le tuve que decir a mi hija que parara en la cuneta, que tenía ganas de vomitar. Menos mal que es una carretera secundaria y poco transitada, por lo que apenas circulaban coches en ese momento. Me bajé del vehículo y vomité. Mi hija se bajó también para ver cómo me encontraba. La cabeza me daba vueltas y además tenía unas enormes ganas de orinar. Entonces apareció allí también mi hermana, diciendo que necesitaba hacer pipí. Se agachó, se subió un poco el vestido, pero no le dio tiempo a nada más: se orinó con las medias y las bragas puestas.
A mí me ocurrió lo mismo: conseguí quitarme la minifalda, pero no aguanté más y me oriné con mi tanguita y mis pantys todavía puestos.
Mi hija aprovechó también para aliviar sus necesidades, pero a ella las ganas no le apretaban tanto y se pudo bajar toda la ropa sin problemas.
Mi hermana y yo teníamos nuestra ropa íntima y los pantys totalmente empapados, pero no parábamos de reírnos. Mi hija nos preguntó:
-¿Qué pensáis hacer ahora? Anda, voy al coche a coger unos kleenex para que os podáis secar un poco. Quitaos mientras el vestido, la minifalda, los pantys y las bragas.
Mi hija regresó, nos trajo los kleenex y volvió al coche. Yo miraba a mi hermana y no podía aguantar la risa: estaba allí, en medio de la noche y en el arcén de aquella carretera, en sujetador, con todo su coño peludo al aire y con las bragas y los pantys tirados en el suelo. Claro que yo estaba igual: sólo tenía puesta mi blusa y estaba desnuda por completo de cintura para abajo. Entonces mi hija empezó a gritarnos:
- ¡Rápido, creo que viene un camión. Terminad de una vez y subid al coche!
Pero no nos dio tiempo más que a terminar de limpiarnos. Cuando nos dimos cuenta, el camión ya estaba a nuestra altura y se detuvo. El camionero al principio debió creer que habíamos sufrido un avería, pero cuando se bajó de su vehículo y nos vio a las dos medio en pelotas, se le quedó una cara tremenda de asombro.
Mi hermana trató de cubrirse su sexo con las manos y yo intentaba ponerme mi tanga, pero ni siquiera lo encontraba en el suelo por la borrachera que llevaba. Así que el camionero se deleitó viéndome mi coño. Ya no tenía mucho sentido taparme, pues aquel hombre me había visto mi sexo, por lo que me daba igual que lo siguiera haciendo por unos segundos más. Al tío se le empezaba a notar bajo su pantalón un gran bulto por lo excitado que se estaba poniendo.
- ¡Venga, subid al coche de una vez y vámonos!- gritó mi hija desde el vehículo.
Yo me dirigí hacia el coche dejando en el suelo el tanga y los pantys. Mi hermana trató de hacer lo mismo, pero tropezó y cayó al suelo. Se quedó tumbada unos instantes hasta que pudo incorporarse, momentos que aprovechó el camionero para verle el coño a ella también. El hombre se había sacado la polla y se la estaba tocando delante de nosotras. Por fin alcanzó mi hermana el coche y se subió.
- ¡Eh, que os dejáis esto, jajajá!- gritó el camionero, mostrando en la mano mi tanga y mis pantys.
Mi hija arrancó el vehículo y comenzamos a abandonar aquel lugar. Me giré y vi al camionero masturbándose como un loco y oliendo mi tanga. Estoy segura de que se quedó como recuerdo toda la ropa íntima que dejamos allí abandonada.
Mi hermana y yo nos empezamos a vestir dentro del coche: ella se puso su y yo la minifalda. Lógicamente debajo no llevábamos nada.
Cuando por fin estábamos entrando en la ciudad le dije a mi hija Ingrid:
- Hija, a ver si antes de llegar a la estación puedes entrar en algún bazar de los que cierran tarde para comprar alguna braguita para tu tía y para mí y un par de pantys.
Eran las 23.30 y a los pocos minutos pasamos por un bazar chino, que estaba a punto de cerrar. Mi hija detuvo el coche delante de la tienda y entró rápidamente. Unos instantes más tarde salió con una bolsa de plástico en la mano. Se subió al vehiculo y me pasó la bolsa.
- ¡Toma, esto es lo único que he podido comprar. Por lo menos no iréis con el coño al aire!
Abrí la bolsa y dentro había dos cajitas rojas con un panty en cada una de ellas. Le pasé una cajita a mi hermana y yo me quedé con la otra. Antes de que mi hija volviera a arrancar el coche nos pusimos dentro como pudimos los pantys. El dueño de la tienda, que ya estaba fuera echando el cierre, se percató de lo que estábamos haciendo y mirando con disimulo fue el segundo hombre en la noche que nos vio el coño a mi hermana y a mí.
Cuando terminamos de vestirnos, Ingrid arrancó el coche y por fin llegamos a la estación. Eso es todo lo que nos ha pasado hasta ahora“.
Él relato de aquella mujer me había excitado por completo y notaba bajo mi pantalón mis bóxer humedecidos y mi polla tiesa. Tenía allí en aquel departamento del tren a esas tres mujeres sexys y sabía que dos de ellas no llevaban bragas.
Estuvimos un rato más hablando de otras cosas y sobre la 1.00 de la madrugada les dije a aquellas tres mujeres que iba a echarme a dormir. Ellas me comentaron que harían lo mismo, pues estaban agotadas. Yo dormiría en una de las literas de arriba, Ingrid en la de abajo y las otras dos mujeres en las restantes literas.
Pero ahora se nos presentaba un problema: ¿cómo haríamos para quitarnos la ropa y acostarnos? Ninguno llevábamos pijama ni nada por el estilo: yo acostumbro a dormir en bóxer y así se lo dije a las mujeres. Ingrid se quedó callada, pero su madre me dijo:
- Tu estarás acostumbrado a dormir en bóxer, pero es que nosotras tres dormimos siempre desnudas. Bueno, hoy tendríamos que hacer una excepción por estar tú delante y por lo menos dormir en braguitas, pero es que ni mi hermana ni yo llevamos, como te he contado antes. La única que sí se puede dejar el tanga puesto es Ingrid.
Entonces Alba comentó sin pensárselo mucho:
- Mira, después de que el camionero y el chino de la tienda me hayan visto hoy ya el coño, no me voy a morir por que me lo vea también este chico.
- ¿No te molesta que durmamos en pelotas las dos?- me preguntó Elisa.
Yo tardé en reaccionar. Esas dos mujeres se iban a desnudar allí mismo e iban a pasar la noche completamente desnudas y la chica joven tapada sólo por un tanga.
- No, claro que no me importa- respondí.
Alba añadió:
- Yo soy soltera, y hacía tiempo que un hombre no me veía desnuda. Pues bien, en un solo día me van a ver el coño 3 hombres: el camionero, el chino y ahora tú.
Fue Elisa la primera en comenzar a desnudarse antes de acostarse. Empezó a desabrocharse la blusa, se la quitó y la dejó caer al suelo. Se echó las manos a la espalda tratando de liberar sus tetas del sujetador. Tras dos intentos lo consiguió y yo tuve que tragar hasta saliva de la impresión: jamás había visto unos pe3chos tan grandes al natural. La mujer se dio cuenta de mi asombro y pícara me lanzó el sujetador a la cara. A continuación comenzó a bajarse la minifalda lentamente. Entre los movimientos del tren y que la mujer todavía no se había recuperado de la borrachera, perdió el equilibrio cuando trataba de sacarse la minifalda por los pies y fue a para sobre mí. Yo la sujeté para que no se cayera al suelo y entonces ella aprovechó para pegarse a mí de forma intencionada. Sus dos enormes tetas estaban estrujadas contra mi pecho y tenía su coño, cubierto sólo por las finas medias, pegado a mi bragueta del pantalón. Mi verga no tardó en reaccionar y pronto se puso tiesa y dura bajo el pantalón.
Elisa acercó su boca a mi oído y me susurró:
- Te estas empezando a excitar, ¿verdad?. Noto tu polla durita y quiero sentirla entera dentro de mí.
- ¡Mamá, por favor!- gritó Ingrid.
- Tengo unas ganas terribles de follar desde que me vio el coño aquel camionero y vi cómo se estaba masturbando. Así que este joven no se me escapa: quiero que me folle por todos los sitios.
No había terminado casi de decir esto cuando ya me estaba quitando la camiseta. La tiró al suelo y después empezó a bajarme los pantalones de forma impaciente. Me los terminó de sacar, los arrojó también al suelo y yo me quedé delante de esas tres mujeres simplemente con el bóxer puesto.
- Yo ya tengo mi coño húmedo desde hace un rato de lo caliente que estoy, pero tú también has humedecido tu bóxer- comentó Elisa.
Y tenía razón: la mancha de líquido preseminal que había en él me delataba. Yo hasta ese momento había estado incrédulo y sorprendido por lo que estaba pasando, pero a partir de ese momento decidí dejarme llevar y disfrutar de aquella situación.
Miré los pechos de Elisa: sus pezones eran rosaditos y estaban erectos por la excitación. Bajé la mirada y a través del panty le vi su coño completamente depilado, cuya humedad había manchado las medias por la zona de la entrepierna. La mujer empezó a acariciarme el paquete por encima del bóxer, ante la mirada de su hija Ingrid y de Alba. Cuando mi miembro estaba ya del todo erecto, Elisa me quitó el bóxer y mi polla salió como un resorte liberada de la prenda. Las dos mujeres maduras se quedaron mirándolo sin decir nada, pero con caras de deseo, mientras que a Ingrid la vi por primera vez en toda la noche también con ganas de “guerra”. Las tres mujeres se miraron y se sonrieron. Alba dijo entonces:
-¡Menuda polla tienes. Seguro que hay de sobra para las tres!
Y comenzó a despojarse de su vestido azul, no llevaba sujetador, por lo que se quedó desnuda por arriba y cubierta sólo por los pantys por abajo, que dejaban ver el sexo peludo de la mujer.
Sus tetas no eran tan grandes como las de su hermana, pero tenían mejor forma. Los pezones eran de color marrón oscuro y los tenía tiesos.
Mientras, Ingrid también había comenzado a desnudarse y se había deshecho de su camiseta. Tenía un sujetador blanco transparente que no tardó en desabrocharse. Era la que tenía los senos más pequeños de las tres. En la cumbre de sus dos tetitas aparecían sendos pezones rosados. Luego se bajó la minifalda: sus piernas cubiertas por las medias negras eran perfectas y un tanga blanco le tapaba su zona más íntima. La madre se giró hacia ella y le quitó los pantys, lanzándolos hacia el montón de ropa que ya se acumulaba en el suelo. La chica se quedó con el tanga puesto y contempló cómo su madre y su tía empezaban su “faena” conmigo. Elisa estaba pegada a mí por delante y Alba hacía lo mismo por detrás. Yo me sentía en una nube: estaba aplastado entre dos mujeres maduras, sentía sus senos pegados a mi torso y a mi espalda. Mi polla estaba ten erecta que se encontraba a la altura del ombligo de Elisa. Las dos mujeres tenían aún los pantys puestos y a través de ellos sentía lo húmeda que se encontraba Elisa, pero también ya Alba. Ésta se separó por unos instantes de mí para quitarse las medias y tras hacerlo me las puso por sorpresa en la nariz:
- ¡Toma, huele mi excitación!- me dijo.
Aquellos pantys estaban mojados por la zona de la entrepierna y desprendían un fuerte olor a coño que me calentó todavía más. Después la mujer se agachó y me metió uno de sus dedos por el ano: la muy guarra me estaba penetrando por el culo.
Me estaba causando una mezcla de placer y dolor y me desahogué agarrando los pantys de Elisa y desgarrándolos por la zona de la entrepierna. Rompí la prenda lo suficiente como para poder meter por ahí la polla y follarme a la madurita sin esperar ya a que se quitara los pantys. El placer de sentir mi verga dentro de aquella vagina chorreante y ardiente fue enorme. Comencé con unos lentos movimientos de mete y saca, al tiempo que le mordisqueaba los pezones.
Mientras por detrás Alba había sustituido su dedo por la lengua y ahora me lamía con ella todo el ano. Por su parte Ingrid estaba sentada en el suelo, se había apartado un poco su tanga por delante y se acariciaba los labios vaginales.
Empecé a acelerar mis movimientos de penetración y Elisa se puso a gemir cada vez más. Tras unos instantes decidí parar y le saqué mi polla: quería probar también el coño de Alba.
- ¿Qué haces? ¡No me dejes así con las ganas. Fóllame hasta partirme el coño!- me gritó Elisa desesperada.
Pero yo le comenté que ahora era el turno de Alba, que después continuaría con ella. No le quedó más remedio que esperar y autosatisfacerse metiéndose varios dedos en su sexo y masturbándose con ahínco.
Yo no tardé en meter mi verga en el coño peludo de Alba y comenzar a taladrárselo. Además le manoseaba sus senos y le besaba la boca, que todavía le sabía a alcohol. Me dolían la polla y los testículos y sentía toda esa zona a punto de reventar. No aguanté mucho más y descargué todo mi semen en varios chorros dentro de la vagina de Alba. Se le quedó una cara de satisfacción enorme y cuando le saqué la verga de su coño aprovechó para darle un par de lametones y chupar las últimas gotas de mi leche. Complacida se tumbó en su litera y desde allí siguió contemplando el resto de la orgía.
Casi sin dejarme tiempo para recuperarme Elisa me agarró con sus dos manos la polla y comenzó a masturbarme, llegando a causarme dolor debido a la vehemencia con que lo hacía. Le grité que por favor parara, pero ella no hizo caso y continuó un rato más. Cuando mi verga volvió a ponerse dura, paró un instante y me dijo que se la metiera otra vez en su coño, pero esta vez de forma definitiva. Mientras comenzaba con los movimientos de bombeo, me percaté de que Ingrid ya se había quitado el tanga: por encima de sus labios vaginales de apariencia delicada tenía una fina línea de vello púbico perfectamente marcada y depilada. Con una mano se estaba masturbando y con la otra se acariciaba los senos.
Cambié el ritmo de mis embestidas hacia el interior del sexo de Elisa: en lugar de muchos y rápidos movimientos empecé a hacer otros más lentos pero con más fuerza. Además de vez en cuando le dejaba mi polla dentro durante unos segundos y hacía con mi cintura movimientos circulares , para que mi verga llegara a más zonas internas de su sexo. Sentí cómo Elisa tuvo un orgasmo y se corrió chorreando una gran cantidad de flujos. Yo aún tardé un poco más hasta que entre gritos me corrí dentro del cuerpo de Elisa.
La pobre Ingrid esperaba su turno pero le tuve que pedir unos minutos: después de las dos corridas estaba agotado y necesitaba recuperarme. Entonces Elisa se acercó a su hija y ante mi asombro comenzó a acariciarle primero sus pechos y después el coño. La hija no se quedaba atrás y también le manoseaba los senos a su madre e incluso la vagina, todavía con restos de mi semen que Ingrid recogió con sus dedos y chupó.
Me dio la impresión de que no era la primera vez que madre e hija hacían ese tipo de juegos sexuales entre ellas. Los labios vaginales de Ingrid se veían empapadísimos y cuando su madre la penetró durante unos minutos con varios dedos, tuvo un orgasmo y se corrió manchando el suelo del vagón con sus flujos.
Yo ya había recuperado mínimamente las fuerzas y se lo hice saber a Ingrid. Ella me pidió que la penetrase por detrás, que nunca se lo habían hecho y que quería probarlo por primera vez. Así que me lubriqué mi polla con un poco de saliva, le abrí los glúteos y muy despacio y lentamente empecé a meterle la verga dentro. Ella gemía de dolor y me pedía que lo hiciera más despacio, pero era imposible hacerlo más lento. Por fin conseguí introducir todo mi miembro en su ano y se lo dejé quieto durante unos segundos, antes de comenzar con el mete y saca. Ella seguía con sus suspiros y gemidos y yo sabía que no iba a tardar mucho en correrme esta vez y me imaginaba que no soltaría mucho semen, pues mi cuerpo ya estaba muy exprimido. Así que saqué mis últimos gramos de fuerza, hice seis o siete embestidas brutales y le llené el interior del culo con el poco semen que me quedaba.
- ¡Ahhh, qué dolor! No aguanto más tengo que ir al servicio!- gritó Ingrid y cogiendo su tanga y llevándoselo en la mano para no perder más tiempo en ponérselo, salió del departamento en busca del servicio que estaba casi contiguo a donde estábamos.
- Pobrecita, le habrás removido todo. Pero bueno, el gusto ya no se lo quita nadie- me dijo su madre con una sonrisa en la cara.
Unos minutos más tarde regresó Ingrid ya recuperada y con el tanga blanco puesto.
- ¡Menos mal que no había nadie por el pasillo debido a lo tarde que es, sino me ven en pelotas!- comentó la chica.
Nos acostamos cada uno en nuestra litera y caímos pronto vencidos por el agotamiento. Por la mañana nos despertamos ya casi en Barcelona, nos vestimos rápidamente y antes de bajar del tren comentamos los cuatro que nunca olvidaríamos aquel viaje nocturno.
Yo no sé si ellas lo habrán olvidado o no. Yo desde luego que no. Pese a los años que han transcurrido desde aquello, todavía recuerdo cada detalle como si hubiese ocurrido ayer mismo.
Espero que haya sido de su agrado 😃 Nos vemos la proxima
3 comentarios - Borrachas en el tren
Si son de Montevideo manden mensaje privado y arreglamos algo