Seis horas de viaje. La perspectiva no le emocionaba demasiado a Lisandro. Seis horas de ir sentado en el mismo asiento para trasladarse a aquella ciudad donde había conseguido empleo temporal… La perspectiva del trabajo le gustaba, la idea del viaje no. ¿Cómo se supone que se entretendría viajando esas seis horas en el camión?
En un principio intentó dormirse. Pensó que lo lograría fácilmente, ya que el autobús iba bastante vacío (apenas unas cuantas personas en los asientos de hasta enfrente, mientras que él iba sentado casi hasta atrás) por lo cual el ambiente era bastante silencioso. Sin embargo, aquel silencio más que tranquilizarlo lo puso ansioso. No podía siquiera cerrar los ojos de esa manera. Se resignó a que probablemente no podría dormir durante el viaje, así que sacó su teléfono celular y decidió conectarse a internet. Tendría que sacar partido de aquel smartphone en aquellos momentos de hastío.
Lo primero que probó fue checar las redes sociales y sitios de contacto (facebook, twitter, badoo, manhunt, planetromeo). Chateó un poco pero inmediatamente se aburrió. Hubo un par de contactos por ahí que le insinuaron algo más, pero desistieron cuando supieron que no iba a estar en la ciudad por algún tiempo. Lo único que consiguió fue un mensaje de “bueno, quizás cuando vuelvas”.
Estaba a punto de desconectarse cuando vio en la lista de sus contactos a un chico que recordaba le había comentado que escribía literatura homoerótica. Él no estaba conectado, pero Lisandro sabía que dentro de su perfil estaban los links que conducían a sus historias. Había leído un par hasta ese momento, y tenía curiosidad por saber que más podrían contener los demás relatos. Bien, pues no tenía nada más que hacer por el momento, así que no podía perder nada al ponerse a leer.
Le llamó la atención un relato que había sido publicado justamente aquella semana. Diversión en el hospital. El título prometía. ¿Qué clase de idea loca habría tenido aquel chico para escribir ese relato?
Comenzó a leer lo que el chico había publicado. Medio le sorprendió, medio le pareció cómico y medio fuera de lugar la información de que el relato iba con dedicatoria a los enfermeros que celebraban su día. Pero eso pasó a segundo término cuando leyó la descripción de los enfermeros que participaban en el relato. Leyó los hechos que sucedían en el hospital antes de la aventura sexual rápidamente, hasta que llegó el momento en que los dos enfermeros se quedaban a solas. Su pene se paró con la misma velocidad con la que lo hicieron los de los protagonistas del relato. Comenzó a acariciar su bulto, el cual resaltaba bastante bien, mientras seguía leyendo. Estaba a punto de desabrochar su pantalón y comenzar a jalársela propiamente cuando alguien en los asientos de hasta enfrente se puso de pie y comenzó a caminar hacia la parte trasera del autobús, seguramente para entrar al baño. Lisandro dejó que su mano se acomodara sobre su pierna mientras seguía leyendo. Sintió la mirada del hombre qué pasó a su lado sobre él, pero no le hizo caso. El tipo pensaría que Lisandro simplemente iba checando cualquier cosa con su celular.
Una vez que oyó la puerta del baño cerrarse, volvió a acariciarse su bulto. No creyó que fuera buena idea arriesgarse a sacarse la verga para masturbarse propiamente mientras el tipo que había entrado al baño podía salir en cualquier momento. Sin embargo, le hubiera gustado poderse masturbar directamente cuando leyó que Miguel le echaba sus mecos en la garganta a Joaquín. Imaginarse aquello era terriblemente erótico.
Justo en aquel momento escuchó ruidos provenientes en la parte de atrás, indicándole que el tipo del baño estaba a punto de salir. Volvió a dejar su mano recargada inocentemente sobre su pierna mientras leía el intermedio en que los personajes caminaban hacia el baño.
El hombre del baño salió, pero en lugar de volverse a dirigir hacia los asientos de hasta enfrente se sentó en la banca que había del otro lado del pasillo. Lisandro volteó a verlo directamente sin poder evitar la frustración en su rostro. ¿Es que aquel tipo planeaba arruinarle la única diversión que llevaba en el viaje?
-Disculparás -dijo el hombre-. Pero la señora de hasta enfrente va roncando ruidosamente y así no puedo dormir.
Lisandro podía oír los ronquidos de la mujer tenuemente, ya que a esa distancia el ruido se confundían con los sonidos que llegaban de fuera. Suponía que no podía hacer nada más al respecto. ¿Qué, le diría al tipo que le importaba un comino pero que mejor se fuera hacia enfrente? No dijo nada, simplemente regresó la vista a su celular, pensando si debería cerrar la aplicación de internet y ponerse a hacer otra cosa. Mientras tanto, el tipo del otro lado se acomodó, inclinando su asiento hacia atrás para después cerrar los ojos.
Lisandro estaba a punto de cerrar la aplicación cuando leyó un par más de líneas del relato. Recordó hacia donde se dirigían los personajes, lo cual le dio una idea de lo que podía hacer él para satisfacer sus ganas. Así que sin soltar su teléfono, se dirigió al baño tal y como los personajes de aquel relato lo hacían, solo que él fue hacia allá de manera solitaria.
Una vez echado el pestillo, se desabrochó el pantalón y se sentó sobre el retrete para estar más cómodo. Volvió a leer el relato mientras dejaba que su mano se entretuviera acariciando su pene, el cual apenas y había perdido un poco de rigidez desde que había estado en su asiento, rigidez que recuperó en ese momento. Se acarició sus testículos mientras se imaginaba lo maravilloso que debía ser mamar un culo como el de Miguel.
¡Maldita fuera! Lisandro hubiera deseado tener más manos mientras continuaba avanzando con el relato. Solo podía usar su mano derecha para acariciar su cuerpo, ya que la izquierda tenía que sostener el celular frente a él e ir bajando la página para seguir leyendo. Dejó que su mano diestra subiera por su vientre suavemente, para después subir a su pecho y apretar por sí mismo sus tetillas mientras leía que estaba a punto de suceder una penetración en el relato. Hizo que su mano volviera a bajar hacia su verga, permitió a sus dedos rodear por completo aquel tronco lleno de calor y comenzó a subir la mano ritmícamente mientras el relato se ponía cada vez mejor. Dejó que sus dedos apretaran su miembro, hizo que su dedo pulgar danzara sobre su glande mientras se sentía cada vez más excitado.
Lisandro concluyó de leer el relato cuando ambos hombres se vinieron. No le interesaba demasiado si había algo después, lo que ahora le importa era su propio placer y no el de los personajes. Colocó su celular donde pudo, y dejó que su mano izquierda se dirigiera hacia sus huevos mientras la derecha seguía restregándose contra su falo. Su palma izquierda acariciaba suavemente sus bolas mientras su dedo medio frotaba con fuerza su perineo, de manera que llegaba a estimular su prostáta. Dejó que el aire saliera por su boca de forma audible mientras sentía que el momento de su orgasmo estaba cada vez más cerca, y después de un par de jaladas soltó un fuerte gemido mientras de la punta de su verga comenzaba a brotar su líquido seminal. Se entregó a la sensación placentera que le provocaba la contracción de sus músculos para originar la salida del semen, mientras seguía acariciando suavemente su polla y sus testículos.
Se quedó un momento así, incluso cuando ya había terminado de botar toda su leche. El relato que había leído había estado bueno, pero lo realmente bueno había sido la forma en que se vino. Quizás habría estado mejor hacerlo acompañado, pero dadas las circunstancias se conformaba con aquello.
Tomó algo de papel para limpiarse la mano y la polla, después volvió a subirse el pantalón y tomó su celular para salir del baño. El ambiente en el resto del autobús seguía tal y como había estado antes de que entrara al baño. Volvió a su asiento, con la intención de descansar. Quizás después de esa relajante masturbación podría dormirse del modo en que lo estaba haciendo el tipo que iba al otro lado del pasillo. Así que Lisandro decidió reclinar un poco más su asiento, se acomodó y cerró los ojos con la intención de dormirse lo que quedaba del viaje.
Pero no lo logró. Concentrándose en sus sensaciones se dio cuenta que aún seguía caliente. Tenía ganas de masturbarse nuevamente. ¿Cómo era aquello posible? ¡Acababa de venirse ricamente! No era posible aquello.
Comenzó a acariciarse el bulto de su entrepierna distraídamente mientras miraba por la ventana. En aquel momento le hubiera encantado estar en la ciudad, donde podía contactar con alguien mediante internet y en media hora estar en la casa de alguno de los dos o algún hotel para coger fuertemente. O quizás en lugar de internet ir a algún conocido punto de encuentro: unos baños, un cine, un café internet, esos lugares de “el departamento”… cualquier cosa habría estado bien, en lugar de solo conformarse con su mano.
Aunque bien pensado no es que su mano tampoco estuviera mal. Era la única que realmente siempre le tocaba tal como quería, la única que se la sobaba a la velocidad que deseaba, que acariciaba la parte de su cuerpo que ansiaba y nunca se contraponía a sus anhelos.
Lisandro negó con la cabeza ante todos aquellos pensamientos. Si bien eran ciertos aun así sonaban a una locura. Justo cuando su cabeza se ladeaba, alcanzó a ver algo que se movía al otro lado del pasillo. Volteó la cabeza totalmente, y cual no sería su sorpresa cuando se dio cuenta que el tipo que según él iba durmiendo no iba para nada dormido, sino que más bien se encontraba despierto y no dejaba de acariciarse también su bulto mientras lo miraba con interés.
La situación prendió a Lisandro con una rapidez inigualable. Si su polla se estaba volviendo a poner dura con sus propias caricias, al ver al otro hombre que viajaba en el autobús hizo más que ello. El tipo levantó la mirada para encontrar la de Lisandro, y una simple mirada bastó para que ambos se pusieran de acuerdo. El otro dejó su asiento y se levantó para ocupar el que estaba exactamente al lado del de Lisandro.
-Alberto -dijo el otro tipo mientras se sentaba y le estiraba la mano a Lisandro.
-Lisandro -se presentó a su vez mientras no podía evitar sonreír. Cuando Alberto se había puesto de pie había resaltado que sus pantalones ocultaban un buen pedazo de polla, aunque solo de manera parcial porque resaltaba bastante.
-El viaje va algo aburrido, ¿no? -inquirió Alberto.
-Bueno, podemos solucionarlo -contestó Lisandro mientras dejaba que su mano se posara sobre la pierna del otro.
Alberto lo imitó inmediatamente, dejando que su mano masajeara la pierna de Lisandro a través del pantalón. Dejaron que sus manos subieran poco a poco, pero antes de que alguna de las dos llegara al pene de alguno Alberto acercó su rostro al de Lisandro y lo besó. Aquello sorprendió al hombre, pero se dejó llevar y permitió que aquellos labios gruesos que ahora se le presentaban recorrieran los suyos. Ambos labios se comenzaron a mover como si estuvieran sincronizados mientras las manos alcanzaban su objetivo: el bulto del otro.
Alberto separó su rostro del de Lisandro, para dedicarle una mirada apasionada mientras sus dedos se afanaban por desabrochar el pantalón ajustado que aquel día llevaba. Mientras tanto, los dedos de Lisandro desabrochaban con habilidad el cinturón de Beto, tranquilamente y sin prisas. Debajo de su pantalón Lisandro llevaba un bóxer de color rojo encendido, mientras que Alberto no llevaba nada. Asi que mientras Alberto se dedicaba a seguir masajeando el falo de Lisandro por encima de la ropa interior, este tuvo la oportunidad de llegar a tocar inmediatamente el pene de su acompañante, el cual se encontraba rasurado y como Lisandro lo había pensado tenía una longitud considerable, al igual que un grosor nada despreciable. Dejó que sus dedos recorrieran aquella cabeza rosada que estaba totalmente expuesta, para después permitirles bajar por aquel tronco donde las venas resaltaban y finalmente rodear los grandes testículos que estaban hasta abajo.
Alberto soltó un enorme suspiro mientras la mano del otro se movía por su pene. Él decidió no quedarse atrás, y mientras Lisandro sopesaba sus huevos metió su mano debajo de aquel bóxer rojo y comenzó a palpar el falo que se ocultaba debajo. Beto comenzó a acariciar totalmente el falo con la palma de su mano mientras su pulgar se dedicaba a estimular suavemente el glande de este tras haberlo descapuchado.
-¡Oh sí! -susurró Lisandro para después soltar un leve suspiro de satisfacción.
Alberto se inclinó, y antes de que Lisandro pudiera decir algo más, sintió como una cálida boca hacía contacto con su pene mientras la mano del otro se dirigía hacia la base. Lisandro también se vio obligado a mover su mano debido a la posición en que quedaron ambos cuerpos, así que mientras Alberto besaba su glande él regresó la mano hacia el duro falo de su acompañante en lugar de seguirle masajeando los testículos. Dejó que su mano subiera y bajara a lo largo de toda la longitud de aquel buen pedazo de carne mientras sentía como aquellos labios gruesos atrapaban su glande rodeándolo y luego comenzaban a deslizarse hacia abajo. Primero Beto solo metió la cabeza del pene del otro en su boca para después sacarla, pero al volver a tragar aquella polla metió un poco más de ella entre sus labios, y así sucesivamente, provocando en Lisandro sensaciones de placer extremo.
Lisandro no aguantaba más, y mientras el camión traqueteaba por la carretera aprovechó en ligero salto para levantar las caderas y penetrar la boca de su acompañante lo más profundamente posible. Creía que seguramente Alberto se haría para atrás, pero nada de eso, al contrario, el otro también aprovechó el levantamiento de caderas del primero para con habilidad jalarle los pantalones y el bóxer hasta media pierna.
Alberto dejó que sus manos recorrieran aquellas piernas recién descubiertas durante un momento, pero inmediatamente una de sus manos se metió entre ellas hasta que consiguió que su índice tropezara con un agujero que se contrajo ante su contacto. Sin embargo, Beto no desistió, sino que comenzó a frotar la entrada del recto de Lisandro mientras seguía chupando su verga. Lisandro no sabía a que placer atender, si al de su mano en contacto con aquel pedazo de carne ardiente, al de su falo por el cual se deslizaban los carnosos labios de su acompañante o al de su ano que estaba siendo suavemente estimulado por fuera por aquel dedo índice.
Finalmente Lisandro decidió dejarse llevar, solamente disfrutar de todo lo que pudiera. Alberto consiguió lentamente meter parte de su dedo en el culo de Lisandro, mientras la mamada que le estaba dando aumentaba de velocidad. Lisandro comenzó a respirar aceleradamente mientras sentía que el momento de su clímax llegaba. ¿Qué otra cosa podía esperar cuando el dedo de Alberto había comenzado a moverse en su interior, sus propias manos recorrían aquel falo poderoso y la boca de su acompañante succionaba su polla? Así, entre todo eso, no le fue extraño llegar al clímax mientras intentaba contener sus gemidos, aunque no pudo evitarlos del todo mientras llenaba la boca de Alberto con su dulce néctar. Beto por su parte no dejó que una sola gota de la eyaculación de Lisandro escapara de sus labios, y la degustó mientras dejaba que su lengua recorriera aquel tronco que tenía aprisionado entre sus labios.
-¡Sí que sabes como hacerlo! -comentó Lisandro mientras Alberto lamía la punta del pene.
-Déjame ver tu culo -le pidió Alberto mientras sacaba su dedo del interior del otro y separaba su boca del pene.
Lisandro no estaba muy seguro de cómo hacer aquello, pero Alberto metió su cabeza por detrás de la espalda del primero mientras con las manos lo invitaba primero a recorrerse en el asiento y luego a levantar ligeramente las caderas. Lisandro se cuidó de no levantarse demasiado, ya que no quería que el chófer por el retrovisor o cualquier persona que volteara se diera cuenta que estaba levantado de su asiento y se preguntara por qué.
Mientras tanto, Alberto dejó que su rostro se deslizara a lo largo de la espalda de Lisandro. A pesar de la playera, el hombre dejó que sus labios presionaran a lo largo de la columna vertebral del otro, hasta que llegó donde terminaba la playera y la suave piel de Lisandro quedaba expuesta, ddejando sus dos nalgas al aire. Aquellas nalgas apetitosas, no muy grandes pero tampoco pegadas al hueso, dos nalgas que tenían una forma perfecta y que estaban separadas por una raya que escondía un tesoro para Alberto. El hombre dejo que sus labios recorrieran la posadera que se encontraba más cerca de él en tanto su nariz se hundía en la separación y aspiraba los aromas que se escondían ahí.
Por su parte, Lisandro tuvo que agarrarse al asiento de enfrente cuando Alberto comenzó a besar su trasero. Apretó los labios para asegurarse de no dejar escapar ningún suspiro mientras sentía que sus piernas cederían en cualquier momento debido al cosquilleante placer que le estaban dando los labios de Beto deslizándose sobre su culo, y su nariz acercándose cada vez más a su precioso agujero. También disfrutó grandemente mientras Alberto lo mordisqueaba levemente y dejaba que su lengua se acercara cada vez más a la división entre ambas nalgas, hasta por fin alcanzarlas y empezar a buscar entre ellas la entrada al interior de Lisandro.
En cuanto la lengua de Alberto hizo contacto con su ano, Lisandro no pudo evitar soltar un gemido ahogado. Alberto dejó que su lengua recorriera los bordes del ano de su compañero de viaje mientras él mismo seguía masturbando su pene, pues no quería que perdiera dureza para lo que se venía.
El beso negro se extendió por un buen rato. Lisandro disfrutaba mientras la lengua de Alberto se abría paso dentro de él, mientas sus labios parecían embonar con los bordes del agujero que llevaba a su interior, mientras una de sus manos le acariciaba las piernas y él mismo masajeaba su polla lentamente, la cual se había vuelto a levantar por tercera vez en la noche con ánimos de proseguir.
-Creo que ya es tiempo -comentó Alberto mientras se separaba del culo de Lisandro.
Este volteó a ver a su acompañante, y se dio cuenta que estaba sacando un condón de una condonera que llevaba, y antes de que Lisandro pudiera hacer algún movimiento Alberto se coló detrás de Lisandro mientras abría el condón para después colocárselo. Tomó por la cintura a Lisandro, quien se dejó guiar para sentarse sobre Beto. Su ano presentó un poco de resistencia, pero inspiró profundamente intentando relajarse. La verdad estaba demasiado caliente como para negarse a hacer algo como aquello. Así que siguió respirando mientras sentía como la cabeza del pene de Alberto se abría paso en su interior, centímetro a centímetro, dejando detrás un ligero dolor pero una sensación de lleno sumamente placentera.
-Ya está dentro -dijo Alberto cuando Lisandro asentó sus posaderas sobre las caderas del primero. Lisandro podía sentirlo, pero aún así hizo que su mano se dirigiera primero hacia sus propios testículos para después deslizarla hacia abajo y tocar los huevos de Alberto. Apenas y sentía la base del pene de Alberto, pues realmente tenía todo dentro.
Alberto dejo que sus brazos rodearan el cuerpo de su compañero por debajo de la ropa, para después atraerlo hacia sí y besarle la oreja. Mordió levemente su lóbulo, y dejó que su lengua recorriera todas las líneas de la oreja. No se apresuró a iniciar el mete y saca, simplemente disfrutó de como el recto de Lisandro lo apretaba suavemente, del sabor de su oreja, y de su mano acariciándole suavemente las bolas.
Fue Lisandro quien comenzó los movimientos para dar inicio al mete y saca. Al principio no sacó el pene de Beto, simplemente comenzó a hacer movimientos circulares con su cadera. Aquello enloqueció a Alberto, quien tomó de la cintura a su acompañante para hacerlo comenzar a subir y bajar, de tal manera que su verga comenzó a entrar y salir del agujero donde se encontraba.
Poco después fue Lisandro quien se encargó de subir y bajar por sí mismo, mientras que Alberto dejaba que una de sus manos se encargara de los genitales del primero. Le acarició las bolas mientras saltaba, y luego tomó su pene y lo envolvió con su cálida mano mientras se las arreglaba para mover sus propias caderas en el espacio que tenía disponible.
El placer de ambos era impresionante, y en búsqueda de algo más aceleraban cada vez más. Los golpes de las nalgas de Lisandro sobre las caderas de Alberto se hacían cada vez más audibles, las penetraciones parecían cada vez más profundas y la mano de Beto se afanaba jalando la polla de Lisandro. Con la situación así, no fue extraño que los dos alcanzaran el clímax, en primer lugar Lisandro, y cuando Alberto sintió que su mano se llenaba con los fluidos que salían de la verga que sostenía se excitó aún más y jaló a Lisandro penetrándolo hasta el fondo mientras vaciaba su leche dentro de su recto. Los gemidos de ambos fueron inevitables, pero afortunadamente para ellos los demás pasajeros venían dormidos o confundieron el sonido con cualquiera de los otros que provenían de la carretera.
Alberto dejó que su mano subiera por debajo de la playera de Lisandro, embarrando su abdomen con sus propios jugos. Volvió a jalarlo hacia él mientras todavía tenía toda la polla dentro, y Lisandro volteó la cabeza para besarse una vez más con el hombre que le acababa de regalar un momento único. Se quedaron un momento compenetrados, mientras Alberto lo besaba en la boca, en la oreja o en el cuello y Lisandro acariciaba los testículos que tenía debajo y correspondía a los besos. El pene de Alberto ya había perdido bastante rigidez antes de que se decidiera a sacarlo, empujando ligeramente a Lisandro hacia arriba, aunque una vez que se hubo quitado el condón volvió a jalarlo para que se sentara nuevamente sobre de él, quedando su trasero sobre su pene.
Podrían haberse quedado así todo el viaje, o al menos hasta volverse a prender, si no hubiera sido porque no venían solos. Vieron que alguien en la parte del autobús se ponía de pie, pidiéndole permiso para pasar a su acompañante que venía en el pasillo, así que rápidamente Lisandro se deslizó al asiento de al lado mientras se acomodaba el pantalón. Alberto hizo lo propio, y comenzaron a charlar como si nada mientras el hombre los pasaba por al lado para dirigirse hacia el baño.
-Eres fantástico, de verdad -le dijo Alberto una vez que el hombre hubo cerrado la puerta del baño.
-Lo mismo puedo decir -expresó Lisandro mientras acercaba su boca una vez más a la de su acompañante para besarlo.
Fuente: M
En un principio intentó dormirse. Pensó que lo lograría fácilmente, ya que el autobús iba bastante vacío (apenas unas cuantas personas en los asientos de hasta enfrente, mientras que él iba sentado casi hasta atrás) por lo cual el ambiente era bastante silencioso. Sin embargo, aquel silencio más que tranquilizarlo lo puso ansioso. No podía siquiera cerrar los ojos de esa manera. Se resignó a que probablemente no podría dormir durante el viaje, así que sacó su teléfono celular y decidió conectarse a internet. Tendría que sacar partido de aquel smartphone en aquellos momentos de hastío.
Lo primero que probó fue checar las redes sociales y sitios de contacto (facebook, twitter, badoo, manhunt, planetromeo). Chateó un poco pero inmediatamente se aburrió. Hubo un par de contactos por ahí que le insinuaron algo más, pero desistieron cuando supieron que no iba a estar en la ciudad por algún tiempo. Lo único que consiguió fue un mensaje de “bueno, quizás cuando vuelvas”.
Estaba a punto de desconectarse cuando vio en la lista de sus contactos a un chico que recordaba le había comentado que escribía literatura homoerótica. Él no estaba conectado, pero Lisandro sabía que dentro de su perfil estaban los links que conducían a sus historias. Había leído un par hasta ese momento, y tenía curiosidad por saber que más podrían contener los demás relatos. Bien, pues no tenía nada más que hacer por el momento, así que no podía perder nada al ponerse a leer.
Le llamó la atención un relato que había sido publicado justamente aquella semana. Diversión en el hospital. El título prometía. ¿Qué clase de idea loca habría tenido aquel chico para escribir ese relato?
Comenzó a leer lo que el chico había publicado. Medio le sorprendió, medio le pareció cómico y medio fuera de lugar la información de que el relato iba con dedicatoria a los enfermeros que celebraban su día. Pero eso pasó a segundo término cuando leyó la descripción de los enfermeros que participaban en el relato. Leyó los hechos que sucedían en el hospital antes de la aventura sexual rápidamente, hasta que llegó el momento en que los dos enfermeros se quedaban a solas. Su pene se paró con la misma velocidad con la que lo hicieron los de los protagonistas del relato. Comenzó a acariciar su bulto, el cual resaltaba bastante bien, mientras seguía leyendo. Estaba a punto de desabrochar su pantalón y comenzar a jalársela propiamente cuando alguien en los asientos de hasta enfrente se puso de pie y comenzó a caminar hacia la parte trasera del autobús, seguramente para entrar al baño. Lisandro dejó que su mano se acomodara sobre su pierna mientras seguía leyendo. Sintió la mirada del hombre qué pasó a su lado sobre él, pero no le hizo caso. El tipo pensaría que Lisandro simplemente iba checando cualquier cosa con su celular.
Una vez que oyó la puerta del baño cerrarse, volvió a acariciarse su bulto. No creyó que fuera buena idea arriesgarse a sacarse la verga para masturbarse propiamente mientras el tipo que había entrado al baño podía salir en cualquier momento. Sin embargo, le hubiera gustado poderse masturbar directamente cuando leyó que Miguel le echaba sus mecos en la garganta a Joaquín. Imaginarse aquello era terriblemente erótico.
Justo en aquel momento escuchó ruidos provenientes en la parte de atrás, indicándole que el tipo del baño estaba a punto de salir. Volvió a dejar su mano recargada inocentemente sobre su pierna mientras leía el intermedio en que los personajes caminaban hacia el baño.
El hombre del baño salió, pero en lugar de volverse a dirigir hacia los asientos de hasta enfrente se sentó en la banca que había del otro lado del pasillo. Lisandro volteó a verlo directamente sin poder evitar la frustración en su rostro. ¿Es que aquel tipo planeaba arruinarle la única diversión que llevaba en el viaje?
-Disculparás -dijo el hombre-. Pero la señora de hasta enfrente va roncando ruidosamente y así no puedo dormir.
Lisandro podía oír los ronquidos de la mujer tenuemente, ya que a esa distancia el ruido se confundían con los sonidos que llegaban de fuera. Suponía que no podía hacer nada más al respecto. ¿Qué, le diría al tipo que le importaba un comino pero que mejor se fuera hacia enfrente? No dijo nada, simplemente regresó la vista a su celular, pensando si debería cerrar la aplicación de internet y ponerse a hacer otra cosa. Mientras tanto, el tipo del otro lado se acomodó, inclinando su asiento hacia atrás para después cerrar los ojos.
Lisandro estaba a punto de cerrar la aplicación cuando leyó un par más de líneas del relato. Recordó hacia donde se dirigían los personajes, lo cual le dio una idea de lo que podía hacer él para satisfacer sus ganas. Así que sin soltar su teléfono, se dirigió al baño tal y como los personajes de aquel relato lo hacían, solo que él fue hacia allá de manera solitaria.
Una vez echado el pestillo, se desabrochó el pantalón y se sentó sobre el retrete para estar más cómodo. Volvió a leer el relato mientras dejaba que su mano se entretuviera acariciando su pene, el cual apenas y había perdido un poco de rigidez desde que había estado en su asiento, rigidez que recuperó en ese momento. Se acarició sus testículos mientras se imaginaba lo maravilloso que debía ser mamar un culo como el de Miguel.
¡Maldita fuera! Lisandro hubiera deseado tener más manos mientras continuaba avanzando con el relato. Solo podía usar su mano derecha para acariciar su cuerpo, ya que la izquierda tenía que sostener el celular frente a él e ir bajando la página para seguir leyendo. Dejó que su mano diestra subiera por su vientre suavemente, para después subir a su pecho y apretar por sí mismo sus tetillas mientras leía que estaba a punto de suceder una penetración en el relato. Hizo que su mano volviera a bajar hacia su verga, permitió a sus dedos rodear por completo aquel tronco lleno de calor y comenzó a subir la mano ritmícamente mientras el relato se ponía cada vez mejor. Dejó que sus dedos apretaran su miembro, hizo que su dedo pulgar danzara sobre su glande mientras se sentía cada vez más excitado.
Lisandro concluyó de leer el relato cuando ambos hombres se vinieron. No le interesaba demasiado si había algo después, lo que ahora le importa era su propio placer y no el de los personajes. Colocó su celular donde pudo, y dejó que su mano izquierda se dirigiera hacia sus huevos mientras la derecha seguía restregándose contra su falo. Su palma izquierda acariciaba suavemente sus bolas mientras su dedo medio frotaba con fuerza su perineo, de manera que llegaba a estimular su prostáta. Dejó que el aire saliera por su boca de forma audible mientras sentía que el momento de su orgasmo estaba cada vez más cerca, y después de un par de jaladas soltó un fuerte gemido mientras de la punta de su verga comenzaba a brotar su líquido seminal. Se entregó a la sensación placentera que le provocaba la contracción de sus músculos para originar la salida del semen, mientras seguía acariciando suavemente su polla y sus testículos.
Se quedó un momento así, incluso cuando ya había terminado de botar toda su leche. El relato que había leído había estado bueno, pero lo realmente bueno había sido la forma en que se vino. Quizás habría estado mejor hacerlo acompañado, pero dadas las circunstancias se conformaba con aquello.
Tomó algo de papel para limpiarse la mano y la polla, después volvió a subirse el pantalón y tomó su celular para salir del baño. El ambiente en el resto del autobús seguía tal y como había estado antes de que entrara al baño. Volvió a su asiento, con la intención de descansar. Quizás después de esa relajante masturbación podría dormirse del modo en que lo estaba haciendo el tipo que iba al otro lado del pasillo. Así que Lisandro decidió reclinar un poco más su asiento, se acomodó y cerró los ojos con la intención de dormirse lo que quedaba del viaje.
Pero no lo logró. Concentrándose en sus sensaciones se dio cuenta que aún seguía caliente. Tenía ganas de masturbarse nuevamente. ¿Cómo era aquello posible? ¡Acababa de venirse ricamente! No era posible aquello.
Comenzó a acariciarse el bulto de su entrepierna distraídamente mientras miraba por la ventana. En aquel momento le hubiera encantado estar en la ciudad, donde podía contactar con alguien mediante internet y en media hora estar en la casa de alguno de los dos o algún hotel para coger fuertemente. O quizás en lugar de internet ir a algún conocido punto de encuentro: unos baños, un cine, un café internet, esos lugares de “el departamento”… cualquier cosa habría estado bien, en lugar de solo conformarse con su mano.
Aunque bien pensado no es que su mano tampoco estuviera mal. Era la única que realmente siempre le tocaba tal como quería, la única que se la sobaba a la velocidad que deseaba, que acariciaba la parte de su cuerpo que ansiaba y nunca se contraponía a sus anhelos.
Lisandro negó con la cabeza ante todos aquellos pensamientos. Si bien eran ciertos aun así sonaban a una locura. Justo cuando su cabeza se ladeaba, alcanzó a ver algo que se movía al otro lado del pasillo. Volteó la cabeza totalmente, y cual no sería su sorpresa cuando se dio cuenta que el tipo que según él iba durmiendo no iba para nada dormido, sino que más bien se encontraba despierto y no dejaba de acariciarse también su bulto mientras lo miraba con interés.
La situación prendió a Lisandro con una rapidez inigualable. Si su polla se estaba volviendo a poner dura con sus propias caricias, al ver al otro hombre que viajaba en el autobús hizo más que ello. El tipo levantó la mirada para encontrar la de Lisandro, y una simple mirada bastó para que ambos se pusieran de acuerdo. El otro dejó su asiento y se levantó para ocupar el que estaba exactamente al lado del de Lisandro.
-Alberto -dijo el otro tipo mientras se sentaba y le estiraba la mano a Lisandro.
-Lisandro -se presentó a su vez mientras no podía evitar sonreír. Cuando Alberto se había puesto de pie había resaltado que sus pantalones ocultaban un buen pedazo de polla, aunque solo de manera parcial porque resaltaba bastante.
-El viaje va algo aburrido, ¿no? -inquirió Alberto.
-Bueno, podemos solucionarlo -contestó Lisandro mientras dejaba que su mano se posara sobre la pierna del otro.
Alberto lo imitó inmediatamente, dejando que su mano masajeara la pierna de Lisandro a través del pantalón. Dejaron que sus manos subieran poco a poco, pero antes de que alguna de las dos llegara al pene de alguno Alberto acercó su rostro al de Lisandro y lo besó. Aquello sorprendió al hombre, pero se dejó llevar y permitió que aquellos labios gruesos que ahora se le presentaban recorrieran los suyos. Ambos labios se comenzaron a mover como si estuvieran sincronizados mientras las manos alcanzaban su objetivo: el bulto del otro.
Alberto separó su rostro del de Lisandro, para dedicarle una mirada apasionada mientras sus dedos se afanaban por desabrochar el pantalón ajustado que aquel día llevaba. Mientras tanto, los dedos de Lisandro desabrochaban con habilidad el cinturón de Beto, tranquilamente y sin prisas. Debajo de su pantalón Lisandro llevaba un bóxer de color rojo encendido, mientras que Alberto no llevaba nada. Asi que mientras Alberto se dedicaba a seguir masajeando el falo de Lisandro por encima de la ropa interior, este tuvo la oportunidad de llegar a tocar inmediatamente el pene de su acompañante, el cual se encontraba rasurado y como Lisandro lo había pensado tenía una longitud considerable, al igual que un grosor nada despreciable. Dejó que sus dedos recorrieran aquella cabeza rosada que estaba totalmente expuesta, para después permitirles bajar por aquel tronco donde las venas resaltaban y finalmente rodear los grandes testículos que estaban hasta abajo.
Alberto soltó un enorme suspiro mientras la mano del otro se movía por su pene. Él decidió no quedarse atrás, y mientras Lisandro sopesaba sus huevos metió su mano debajo de aquel bóxer rojo y comenzó a palpar el falo que se ocultaba debajo. Beto comenzó a acariciar totalmente el falo con la palma de su mano mientras su pulgar se dedicaba a estimular suavemente el glande de este tras haberlo descapuchado.
-¡Oh sí! -susurró Lisandro para después soltar un leve suspiro de satisfacción.
Alberto se inclinó, y antes de que Lisandro pudiera decir algo más, sintió como una cálida boca hacía contacto con su pene mientras la mano del otro se dirigía hacia la base. Lisandro también se vio obligado a mover su mano debido a la posición en que quedaron ambos cuerpos, así que mientras Alberto besaba su glande él regresó la mano hacia el duro falo de su acompañante en lugar de seguirle masajeando los testículos. Dejó que su mano subiera y bajara a lo largo de toda la longitud de aquel buen pedazo de carne mientras sentía como aquellos labios gruesos atrapaban su glande rodeándolo y luego comenzaban a deslizarse hacia abajo. Primero Beto solo metió la cabeza del pene del otro en su boca para después sacarla, pero al volver a tragar aquella polla metió un poco más de ella entre sus labios, y así sucesivamente, provocando en Lisandro sensaciones de placer extremo.
Lisandro no aguantaba más, y mientras el camión traqueteaba por la carretera aprovechó en ligero salto para levantar las caderas y penetrar la boca de su acompañante lo más profundamente posible. Creía que seguramente Alberto se haría para atrás, pero nada de eso, al contrario, el otro también aprovechó el levantamiento de caderas del primero para con habilidad jalarle los pantalones y el bóxer hasta media pierna.
Alberto dejó que sus manos recorrieran aquellas piernas recién descubiertas durante un momento, pero inmediatamente una de sus manos se metió entre ellas hasta que consiguió que su índice tropezara con un agujero que se contrajo ante su contacto. Sin embargo, Beto no desistió, sino que comenzó a frotar la entrada del recto de Lisandro mientras seguía chupando su verga. Lisandro no sabía a que placer atender, si al de su mano en contacto con aquel pedazo de carne ardiente, al de su falo por el cual se deslizaban los carnosos labios de su acompañante o al de su ano que estaba siendo suavemente estimulado por fuera por aquel dedo índice.
Finalmente Lisandro decidió dejarse llevar, solamente disfrutar de todo lo que pudiera. Alberto consiguió lentamente meter parte de su dedo en el culo de Lisandro, mientras la mamada que le estaba dando aumentaba de velocidad. Lisandro comenzó a respirar aceleradamente mientras sentía que el momento de su clímax llegaba. ¿Qué otra cosa podía esperar cuando el dedo de Alberto había comenzado a moverse en su interior, sus propias manos recorrían aquel falo poderoso y la boca de su acompañante succionaba su polla? Así, entre todo eso, no le fue extraño llegar al clímax mientras intentaba contener sus gemidos, aunque no pudo evitarlos del todo mientras llenaba la boca de Alberto con su dulce néctar. Beto por su parte no dejó que una sola gota de la eyaculación de Lisandro escapara de sus labios, y la degustó mientras dejaba que su lengua recorriera aquel tronco que tenía aprisionado entre sus labios.
-¡Sí que sabes como hacerlo! -comentó Lisandro mientras Alberto lamía la punta del pene.
-Déjame ver tu culo -le pidió Alberto mientras sacaba su dedo del interior del otro y separaba su boca del pene.
Lisandro no estaba muy seguro de cómo hacer aquello, pero Alberto metió su cabeza por detrás de la espalda del primero mientras con las manos lo invitaba primero a recorrerse en el asiento y luego a levantar ligeramente las caderas. Lisandro se cuidó de no levantarse demasiado, ya que no quería que el chófer por el retrovisor o cualquier persona que volteara se diera cuenta que estaba levantado de su asiento y se preguntara por qué.
Mientras tanto, Alberto dejó que su rostro se deslizara a lo largo de la espalda de Lisandro. A pesar de la playera, el hombre dejó que sus labios presionaran a lo largo de la columna vertebral del otro, hasta que llegó donde terminaba la playera y la suave piel de Lisandro quedaba expuesta, ddejando sus dos nalgas al aire. Aquellas nalgas apetitosas, no muy grandes pero tampoco pegadas al hueso, dos nalgas que tenían una forma perfecta y que estaban separadas por una raya que escondía un tesoro para Alberto. El hombre dejo que sus labios recorrieran la posadera que se encontraba más cerca de él en tanto su nariz se hundía en la separación y aspiraba los aromas que se escondían ahí.
Por su parte, Lisandro tuvo que agarrarse al asiento de enfrente cuando Alberto comenzó a besar su trasero. Apretó los labios para asegurarse de no dejar escapar ningún suspiro mientras sentía que sus piernas cederían en cualquier momento debido al cosquilleante placer que le estaban dando los labios de Beto deslizándose sobre su culo, y su nariz acercándose cada vez más a su precioso agujero. También disfrutó grandemente mientras Alberto lo mordisqueaba levemente y dejaba que su lengua se acercara cada vez más a la división entre ambas nalgas, hasta por fin alcanzarlas y empezar a buscar entre ellas la entrada al interior de Lisandro.
En cuanto la lengua de Alberto hizo contacto con su ano, Lisandro no pudo evitar soltar un gemido ahogado. Alberto dejó que su lengua recorriera los bordes del ano de su compañero de viaje mientras él mismo seguía masturbando su pene, pues no quería que perdiera dureza para lo que se venía.
El beso negro se extendió por un buen rato. Lisandro disfrutaba mientras la lengua de Alberto se abría paso dentro de él, mientas sus labios parecían embonar con los bordes del agujero que llevaba a su interior, mientras una de sus manos le acariciaba las piernas y él mismo masajeaba su polla lentamente, la cual se había vuelto a levantar por tercera vez en la noche con ánimos de proseguir.
-Creo que ya es tiempo -comentó Alberto mientras se separaba del culo de Lisandro.
Este volteó a ver a su acompañante, y se dio cuenta que estaba sacando un condón de una condonera que llevaba, y antes de que Lisandro pudiera hacer algún movimiento Alberto se coló detrás de Lisandro mientras abría el condón para después colocárselo. Tomó por la cintura a Lisandro, quien se dejó guiar para sentarse sobre Beto. Su ano presentó un poco de resistencia, pero inspiró profundamente intentando relajarse. La verdad estaba demasiado caliente como para negarse a hacer algo como aquello. Así que siguió respirando mientras sentía como la cabeza del pene de Alberto se abría paso en su interior, centímetro a centímetro, dejando detrás un ligero dolor pero una sensación de lleno sumamente placentera.
-Ya está dentro -dijo Alberto cuando Lisandro asentó sus posaderas sobre las caderas del primero. Lisandro podía sentirlo, pero aún así hizo que su mano se dirigiera primero hacia sus propios testículos para después deslizarla hacia abajo y tocar los huevos de Alberto. Apenas y sentía la base del pene de Alberto, pues realmente tenía todo dentro.
Alberto dejo que sus brazos rodearan el cuerpo de su compañero por debajo de la ropa, para después atraerlo hacia sí y besarle la oreja. Mordió levemente su lóbulo, y dejó que su lengua recorriera todas las líneas de la oreja. No se apresuró a iniciar el mete y saca, simplemente disfrutó de como el recto de Lisandro lo apretaba suavemente, del sabor de su oreja, y de su mano acariciándole suavemente las bolas.
Fue Lisandro quien comenzó los movimientos para dar inicio al mete y saca. Al principio no sacó el pene de Beto, simplemente comenzó a hacer movimientos circulares con su cadera. Aquello enloqueció a Alberto, quien tomó de la cintura a su acompañante para hacerlo comenzar a subir y bajar, de tal manera que su verga comenzó a entrar y salir del agujero donde se encontraba.
Poco después fue Lisandro quien se encargó de subir y bajar por sí mismo, mientras que Alberto dejaba que una de sus manos se encargara de los genitales del primero. Le acarició las bolas mientras saltaba, y luego tomó su pene y lo envolvió con su cálida mano mientras se las arreglaba para mover sus propias caderas en el espacio que tenía disponible.
El placer de ambos era impresionante, y en búsqueda de algo más aceleraban cada vez más. Los golpes de las nalgas de Lisandro sobre las caderas de Alberto se hacían cada vez más audibles, las penetraciones parecían cada vez más profundas y la mano de Beto se afanaba jalando la polla de Lisandro. Con la situación así, no fue extraño que los dos alcanzaran el clímax, en primer lugar Lisandro, y cuando Alberto sintió que su mano se llenaba con los fluidos que salían de la verga que sostenía se excitó aún más y jaló a Lisandro penetrándolo hasta el fondo mientras vaciaba su leche dentro de su recto. Los gemidos de ambos fueron inevitables, pero afortunadamente para ellos los demás pasajeros venían dormidos o confundieron el sonido con cualquiera de los otros que provenían de la carretera.
Alberto dejó que su mano subiera por debajo de la playera de Lisandro, embarrando su abdomen con sus propios jugos. Volvió a jalarlo hacia él mientras todavía tenía toda la polla dentro, y Lisandro volteó la cabeza para besarse una vez más con el hombre que le acababa de regalar un momento único. Se quedaron un momento compenetrados, mientras Alberto lo besaba en la boca, en la oreja o en el cuello y Lisandro acariciaba los testículos que tenía debajo y correspondía a los besos. El pene de Alberto ya había perdido bastante rigidez antes de que se decidiera a sacarlo, empujando ligeramente a Lisandro hacia arriba, aunque una vez que se hubo quitado el condón volvió a jalarlo para que se sentara nuevamente sobre de él, quedando su trasero sobre su pene.
Podrían haberse quedado así todo el viaje, o al menos hasta volverse a prender, si no hubiera sido porque no venían solos. Vieron que alguien en la parte del autobús se ponía de pie, pidiéndole permiso para pasar a su acompañante que venía en el pasillo, así que rápidamente Lisandro se deslizó al asiento de al lado mientras se acomodaba el pantalón. Alberto hizo lo propio, y comenzaron a charlar como si nada mientras el hombre los pasaba por al lado para dirigirse hacia el baño.
-Eres fantástico, de verdad -le dijo Alberto una vez que el hombre hubo cerrado la puerta del baño.
-Lo mismo puedo decir -expresó Lisandro mientras acercaba su boca una vez más a la de su acompañante para besarlo.
Fuente: M
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