última parte de mi primer relato. espero que lo disfruten! si les gustó, están invitados a difundir. gracias!
Mi chica no es mi chica[/align]
Estuvimos así unas cuantas semanas. Mientras cogíamos, Tatiana me contaba acerca de otros hombres, cada vez con más verosimilitud y detalles a medida que ganaba práctica. Pero en el fondo sabíamos que todo eso era ficción, y pronto dejó de tener efecto en mí. Además, lo que yo quería era verla, en vivo y en directo, con un tipo dotado.
No parecía posible concretar aquello. Tatiana se negaba a que nos citáramos con nadie de Internet. Tampoco quería que le pagáramos a un taxi boy o algo por el estilo.
El tiempo pasó. Desistí de mi fantasía. Ella se olvidó. Ella supuso que yo también me había olvidado. Y fin.
Para la época en que Tatiana estaba por instalarse definitivamente conmigo en mi departamento, fuimos a bailar a una disco. No era algo que hiciéramos muy frecuentemente. Pero ninguno de los dos tenía ganas de quedarse en casa la noche de un sábado, a pesar de que fuese pleno invierno.
La pasamos bien. Nos calentamos bastante. El ambiente se prestaba. La situación nos recordó a cuando nos conocimos. Aquella noche, nos habíamos ido directo al hotel. Ahora la historia se repetía.
Antes de marcharnos, pasé por el baño. Había tomado demasiada cerveza. Cuando volví, encontré a Tatiana hablando con otro. Un tipo no muy atractivo. Común. Pero bastante más alto que yo, con manos más grandes que las mías, con la espalda más ancha. Seguramente, pensé, también la tendría más grande. Me tomó un segundo hacer esa asociación. Entonces mi vieja fantasía resurgió más fuerte que antes.
Tatiana mantenía los brazos cruzados y cierta distancia. El tipo se mostraba insistente. Cuando me acerqué, ella me agarró de la cintura y amagó con emprender la retirada junto a mí.
—Ah, ¿es tu chica? —me preguntó el tipom, desilusionado.
Sin moverme un centímetro, le respondí que no. Tatiana y él me miraron confundidos.
—Soy un amigo —agregué—. ¿Querés venir con nosotros?
El tipo, como si no supiera bien qué hacer, nos siguió. Tatiana protestó pero la ignoré. De todas formas, con la música tan alta, no hubiese podido escucharla.
Salimos a la calle. Había una larga fila de personas esperando para entrar en la disco. Pero un par de cuadras más allá, la calle estaba desierta. No pasaba ni un auto. La temperatura había bajado considerablemente, y Tatiana (en mini, sandalias y top, apenas cubierta con una pieza de lana) apretaba y flexionaba las piernas para mantenerse en calor.
Entramos en una plaza y nos quedamos a pocos metros de una medianera que separaba la cancha de fútbol de las vías del tren. El tipo, que no había abierto la boca hasta entonces, se veía nervioso e intimidado. Sacó un cigarrillo pero no pudo encenderlo.
—¿Entonces? —dije.
Tatiana dijo mi nombre, como rogándome que razonara y me detuviera.
—Hace un rato estabas más entusiasmado —le dije al tipo.
Este se arrimó a Tatiana, y ella quedó de espaldas contra la medianera de cemento.
—¿No es tu chica?
—No. Es tuya —dije.
Tatiana me miró una vez más, entre reprobatoria y asustada. Un instante después, el tipo le estaba comiendo la boca. Yo me limité a mirar.
El tipo le sacaba una cabeza y media de estatura. Se tenía que encorvar para besar a Tatiana. Ella empezó a acariciarle los brazos, la espalda, el cuello, hasta que con toda naturalidad abrió las piernas. El otro ya estaba acomodándose para apoyarla, pero los interrumpí.
—Chupásela —dije.
Tatiana no me miró esta vez. Supongo que prefería engañarse y convencerse de que yo no estaba ahí. Se arrodilló y ayudó al tipo a desabrocharse el pantalón.
La verga, fea y torcida, la golpeó a ella suavemente en la frente. Y Tatiana, incluso para su propia sorpresa, se rió. Era una risa nerviosa y ahogada.
—Dios mío —susurró.
—¿Te gusta? —le pregunté.
—¿Te gusta? —repitó el tipo.
Ella le respondió a él, alzando los ojos desde abajo:
—Es grande. Es muy grande.
Tatiana se mordió los labios, sonriendo, y la acarició despacio, como con temor a que la pija fuese un animal y pudiese morderla.
—Es... —siguió diciendo ella, pero parecía no encontrar las palabras. Chocó despacio las manos, como en un breve y único aplauso, y besó el glande violeta con sus pequeños labios.
Tal cual yo lo había imaginado, su boca no podía abarcar el diámetro de semejante garrote. Se apartó de él, dejando entre ambos un delgado y brillante puente de saliva.
El tipo se puso a pajear con vigor y rapidez, súbitamente excitado. Con una mano se mantenía apoyado contra la pared, y con la otra trataba de encajarle la verga a mi chica en su boca . Ella echaba la cabeza hacia atrás, dando arcadas y tosiendo. El maquillaje de los ojos le chorreaba por las mejillas y la saliva le goteaba sobre la lana de su abrigo.
—Cometela, mi amor —dijo el tipo.
—No soy tu amor —dijo ella, divertida.
—¿Cómo que no? —dijo el tipo.
—¿Cómo que no? —repetí yo, y después le dije a él—: Ponésela.
El tipo alzó a Tatiana en el aire, y la sostuvo contra la pared empujándola con la cadera. Ella se reía como si estuviese arriba de una montaña rusa. Vi sus rodillas irritadas y mugrientas de tierra. El abrigo cayó al suelo. El tipo lo pisó sin querer.
Tatiana gritó como si la hubieran apuñalado.
—Despacito —dijo.
Sus brazos rodeaban el cuello del tipo, y las piernas su torso. Él había empezado a moverse bastante rápido, pero cuando ella se quejó redujo la intensidad.
—¿Duele? —le preguntó él, mientras se besaban.
—Sí... Un poquito...
—Tenés la conchita muy apretada, bebé...
—Es que nunca tuve una pija como la tuya...
—¿Nunca?
—Nunca. Despacito.
Yo estaba con el cierre bajo, pajeándome. Por fin veía a Tatiana con otro. Y estaba haciéndola gozar de verdad, aunque a ella le doliera y aunque no quisiera hacerlo del todo evidente, probablemente por respeto a mí.
—Decile a tu amigo que se vaya —dijo el tipo.
—No es mi amigo... Es mi novio...
El tipo me miró de reojo.
—¿Es tu novio? —le preguntó a ella, al oído.
—Sí...
Eso pareció calentarlo más. Tatiana se puso a gemir más alto, sin disimulo.
—¿Te gusta, amor? —le pregunté a mi chica, y sentí el impulso de acercarme, de tocarla.
Agarré su mano. Ella apretó la mía.
—¿Te gusta? —volví a preguntarle.
—Es tan grande...
—¿Sí?
—Sí, enorme...
Oí un sonido líquido. Tatiana estaba tan caliente que se estaba chorreando sobre el pasto. Un chorro tibio caía de entre sus piernas, interminablemente.
—Muy putita, tu novia —dijo el tipo, al borde de acabar—, coge muy bien, muy bien...
Sonreí.
—Bajame —dijo, en eso, Tatiana. Todavía tenía agarrada su mano a la mía.
El tipo, contrariado, intentó seguir bombeando, pero como ella lo rechazaba, la soltó. Inmediatamente, con los pies en la tierra de nuevo, Tatiana hundió la cabeza en mi pecho y empezó a darme besos en el cogote, detrás de la oreja, en los hombros... mientras sacaba el culo para atrás, apuntándolo al tipo, ofreciéndoselo.
Él interpretó que podía cogérsela por ahí, pero con movimientos lo bastante sutiles como para no cortar el clima, Tatiana le dio a entender lo que quería.
—Por la conchita —susurró, como si hiciera falta.
Cuando el tipo la penetró desde atrás, sentí las uñas de mi chica clavándose en mi nuca. Ahora me estaba mordiendo los labios y lamiéndome el mentón.
Su aliento me golpeaba en el oído con cada embestida.
—Así... Así... Así... Así... Así... Despacio... Así... —decía ella, abrazada a mí y con los ojos en blanco.
Su cabeza, de repente, se separó de mí. El tipo le había agarrado el pelo y se lo estaba tirando con fuerza. Me pareció un poco violento, pero antes de que pudiese protestar, Tatiana me hizo un gesto: estaba todo bien, lo estaba disfrutando, no había problema.
Aproveché para bajarle el top y sacar sus pechitos por encima del escote. Se los comí con ganas, metiendo la lengua dentro del corpiño push-up para alcanzar sus pezones. Ella gimió y volvió a chorrear el pasto. La tomé de la nuca y le metí la pija en la boca. El tipo y yo quedamos enfrentados cara a cara, unidos por Tatiana (mi chica, su chica) como por un puente.
Estuvimos de novios unos meses más. No volvimos a repetir la experiencia. Terminamos separándonos después de una pelea estúpida. Nunca llegamos a ponernos de acuerdo sobre la marca de shampoo que teníamos que comprar.
Mi chica no es mi chica[/align]
(pt. 3 y final)
Estuvimos así unas cuantas semanas. Mientras cogíamos, Tatiana me contaba acerca de otros hombres, cada vez con más verosimilitud y detalles a medida que ganaba práctica. Pero en el fondo sabíamos que todo eso era ficción, y pronto dejó de tener efecto en mí. Además, lo que yo quería era verla, en vivo y en directo, con un tipo dotado.
No parecía posible concretar aquello. Tatiana se negaba a que nos citáramos con nadie de Internet. Tampoco quería que le pagáramos a un taxi boy o algo por el estilo.
El tiempo pasó. Desistí de mi fantasía. Ella se olvidó. Ella supuso que yo también me había olvidado. Y fin.
Para la época en que Tatiana estaba por instalarse definitivamente conmigo en mi departamento, fuimos a bailar a una disco. No era algo que hiciéramos muy frecuentemente. Pero ninguno de los dos tenía ganas de quedarse en casa la noche de un sábado, a pesar de que fuese pleno invierno.
La pasamos bien. Nos calentamos bastante. El ambiente se prestaba. La situación nos recordó a cuando nos conocimos. Aquella noche, nos habíamos ido directo al hotel. Ahora la historia se repetía.
Antes de marcharnos, pasé por el baño. Había tomado demasiada cerveza. Cuando volví, encontré a Tatiana hablando con otro. Un tipo no muy atractivo. Común. Pero bastante más alto que yo, con manos más grandes que las mías, con la espalda más ancha. Seguramente, pensé, también la tendría más grande. Me tomó un segundo hacer esa asociación. Entonces mi vieja fantasía resurgió más fuerte que antes.
Tatiana mantenía los brazos cruzados y cierta distancia. El tipo se mostraba insistente. Cuando me acerqué, ella me agarró de la cintura y amagó con emprender la retirada junto a mí.
—Ah, ¿es tu chica? —me preguntó el tipom, desilusionado.
Sin moverme un centímetro, le respondí que no. Tatiana y él me miraron confundidos.
—Soy un amigo —agregué—. ¿Querés venir con nosotros?
El tipo, como si no supiera bien qué hacer, nos siguió. Tatiana protestó pero la ignoré. De todas formas, con la música tan alta, no hubiese podido escucharla.
Salimos a la calle. Había una larga fila de personas esperando para entrar en la disco. Pero un par de cuadras más allá, la calle estaba desierta. No pasaba ni un auto. La temperatura había bajado considerablemente, y Tatiana (en mini, sandalias y top, apenas cubierta con una pieza de lana) apretaba y flexionaba las piernas para mantenerse en calor.
Entramos en una plaza y nos quedamos a pocos metros de una medianera que separaba la cancha de fútbol de las vías del tren. El tipo, que no había abierto la boca hasta entonces, se veía nervioso e intimidado. Sacó un cigarrillo pero no pudo encenderlo.
—¿Entonces? —dije.
Tatiana dijo mi nombre, como rogándome que razonara y me detuviera.
—Hace un rato estabas más entusiasmado —le dije al tipo.
Este se arrimó a Tatiana, y ella quedó de espaldas contra la medianera de cemento.
—¿No es tu chica?
—No. Es tuya —dije.
Tatiana me miró una vez más, entre reprobatoria y asustada. Un instante después, el tipo le estaba comiendo la boca. Yo me limité a mirar.
El tipo le sacaba una cabeza y media de estatura. Se tenía que encorvar para besar a Tatiana. Ella empezó a acariciarle los brazos, la espalda, el cuello, hasta que con toda naturalidad abrió las piernas. El otro ya estaba acomodándose para apoyarla, pero los interrumpí.
—Chupásela —dije.
Tatiana no me miró esta vez. Supongo que prefería engañarse y convencerse de que yo no estaba ahí. Se arrodilló y ayudó al tipo a desabrocharse el pantalón.
La verga, fea y torcida, la golpeó a ella suavemente en la frente. Y Tatiana, incluso para su propia sorpresa, se rió. Era una risa nerviosa y ahogada.
—Dios mío —susurró.
—¿Te gusta? —le pregunté.
—¿Te gusta? —repitó el tipo.
Ella le respondió a él, alzando los ojos desde abajo:
—Es grande. Es muy grande.
Tatiana se mordió los labios, sonriendo, y la acarició despacio, como con temor a que la pija fuese un animal y pudiese morderla.
—Es... —siguió diciendo ella, pero parecía no encontrar las palabras. Chocó despacio las manos, como en un breve y único aplauso, y besó el glande violeta con sus pequeños labios.
Tal cual yo lo había imaginado, su boca no podía abarcar el diámetro de semejante garrote. Se apartó de él, dejando entre ambos un delgado y brillante puente de saliva.
El tipo se puso a pajear con vigor y rapidez, súbitamente excitado. Con una mano se mantenía apoyado contra la pared, y con la otra trataba de encajarle la verga a mi chica en su boca . Ella echaba la cabeza hacia atrás, dando arcadas y tosiendo. El maquillaje de los ojos le chorreaba por las mejillas y la saliva le goteaba sobre la lana de su abrigo.
—Cometela, mi amor —dijo el tipo.
—No soy tu amor —dijo ella, divertida.
—¿Cómo que no? —dijo el tipo.
—¿Cómo que no? —repetí yo, y después le dije a él—: Ponésela.
El tipo alzó a Tatiana en el aire, y la sostuvo contra la pared empujándola con la cadera. Ella se reía como si estuviese arriba de una montaña rusa. Vi sus rodillas irritadas y mugrientas de tierra. El abrigo cayó al suelo. El tipo lo pisó sin querer.
Tatiana gritó como si la hubieran apuñalado.
—Despacito —dijo.
Sus brazos rodeaban el cuello del tipo, y las piernas su torso. Él había empezado a moverse bastante rápido, pero cuando ella se quejó redujo la intensidad.
—¿Duele? —le preguntó él, mientras se besaban.
—Sí... Un poquito...
—Tenés la conchita muy apretada, bebé...
—Es que nunca tuve una pija como la tuya...
—¿Nunca?
—Nunca. Despacito.
Yo estaba con el cierre bajo, pajeándome. Por fin veía a Tatiana con otro. Y estaba haciéndola gozar de verdad, aunque a ella le doliera y aunque no quisiera hacerlo del todo evidente, probablemente por respeto a mí.
—Decile a tu amigo que se vaya —dijo el tipo.
—No es mi amigo... Es mi novio...
El tipo me miró de reojo.
—¿Es tu novio? —le preguntó a ella, al oído.
—Sí...
Eso pareció calentarlo más. Tatiana se puso a gemir más alto, sin disimulo.
—¿Te gusta, amor? —le pregunté a mi chica, y sentí el impulso de acercarme, de tocarla.
Agarré su mano. Ella apretó la mía.
—¿Te gusta? —volví a preguntarle.
—Es tan grande...
—¿Sí?
—Sí, enorme...
Oí un sonido líquido. Tatiana estaba tan caliente que se estaba chorreando sobre el pasto. Un chorro tibio caía de entre sus piernas, interminablemente.
—Muy putita, tu novia —dijo el tipo, al borde de acabar—, coge muy bien, muy bien...
Sonreí.
—Bajame —dijo, en eso, Tatiana. Todavía tenía agarrada su mano a la mía.
El tipo, contrariado, intentó seguir bombeando, pero como ella lo rechazaba, la soltó. Inmediatamente, con los pies en la tierra de nuevo, Tatiana hundió la cabeza en mi pecho y empezó a darme besos en el cogote, detrás de la oreja, en los hombros... mientras sacaba el culo para atrás, apuntándolo al tipo, ofreciéndoselo.
Él interpretó que podía cogérsela por ahí, pero con movimientos lo bastante sutiles como para no cortar el clima, Tatiana le dio a entender lo que quería.
—Por la conchita —susurró, como si hiciera falta.
Cuando el tipo la penetró desde atrás, sentí las uñas de mi chica clavándose en mi nuca. Ahora me estaba mordiendo los labios y lamiéndome el mentón.
Su aliento me golpeaba en el oído con cada embestida.
—Así... Así... Así... Así... Así... Despacio... Así... —decía ella, abrazada a mí y con los ojos en blanco.
Su cabeza, de repente, se separó de mí. El tipo le había agarrado el pelo y se lo estaba tirando con fuerza. Me pareció un poco violento, pero antes de que pudiese protestar, Tatiana me hizo un gesto: estaba todo bien, lo estaba disfrutando, no había problema.
Aproveché para bajarle el top y sacar sus pechitos por encima del escote. Se los comí con ganas, metiendo la lengua dentro del corpiño push-up para alcanzar sus pezones. Ella gimió y volvió a chorrear el pasto. La tomé de la nuca y le metí la pija en la boca. El tipo y yo quedamos enfrentados cara a cara, unidos por Tatiana (mi chica, su chica) como por un puente.
Estuvimos de novios unos meses más. No volvimos a repetir la experiencia. Terminamos separándonos después de una pelea estúpida. Nunca llegamos a ponernos de acuerdo sobre la marca de shampoo que teníamos que comprar.
4 comentarios - Mi chica no es mi chica (pt. 3 y final)