Les sigo contando mi historia con Alejandra. Para los que no estén al tanto de la historia, les recomiendo leer los dos relatos anteriores, igual pueden leer este en forma independiente si así lo prefieren.
Lo que conté antes pasó cuándo Alejandra tenía 19 añitos y entro a trabajar en la misma empresa que yo. Ahora tiene 21 y está más fuerte que nunca la pendeja. Yo ya cumplí 43, por lo que la diferencia de edad es bastante notoria, aunque les aseguro que cuando estamos juntos esa brecha generacional que existe entre ambos es absolutamente imperceptible. Desde hace tiempo está trabajando en otra sucursal, aunque nos mantenemos en contacto por chat interno o celular. Tiempo después de aquel jueguito de apoyada en el bondi, me llama al celular después del laburo. Confieso que al darme cuenta que era ella la que llamaba, no solo el corazón me dio un respingo. Es terrible como me caliente la guacha, ni siquiera había escuchado su voz y ya se me estaba parando.
-¡Hola! ¿Cómo estás?- la saludo con toda la onda.
-Mal- me contesta agria y tajante.
-¿Y eso? ¿Por qué?- le pregunto.
-Me pelee con mi novio-
-Bueno, pero eso es normal entre ustedes, por mes creo que se llegan a pelear dos o tres veces como mínimo- trato de minimizar recordando otras peleas que tuvieron.
-No, esta vez es definitivo- me dice seria y enseguida me doy cuenta que no es como las otras veces.
-¿Qué pasó?- me intereso.
-Es que el chabón no estudia, no trabaja, dejo la banda, no hace nada- me cuenta al borde de las lágrimas –Está al pedo todo el día y encima cuando nos vemos me bajonea mal, es un mala onda total, no puedo estar con un tipo así-
-Si es así mejor entonces que cortaste- admito.
-Sí, me imagino que estarás contento- me dice entonces ya un poco más tranquila, aunque por el tono de voz me la imaginaba haciendo pucheros… ¡Diossssss!
-¿Contento yo, porque?- le replico.
-Y porque ahora estoy sola, sin novio, ¿no era eso lo que querías?-
-Lo que yo quiero es que estés bien vos, que seas feliz, y ese flaco no te hacía feliz, siempre te lo dije- le aclare.
-Ay, ¿en serio querés eso para mí?- se emociona.
-Si boluda, te lo digo en serio, ya sé que sos una mina que no aguanta estar mucho tiempo sola, pero ojala que encuentres a alguien que te merezca, no sos para cualquiera- le digo, que en definitiva es lo que siento por ella, es una mina muy especial y no cualquier pelotudo se la merece.
-Sos un dulce…- me dice.
-Bueno, no empieces- le digo conociendo ya sus jueguitos y en donde terminan.
-… un caramelito…- continua.
-Pará Ale- le insisto.
-¿Y sabés qué? Me dieron ganas de comerme un rico caramelito- sentencia finalmente.
Yo no sé ustedes, pero que una pendeja de 20, 21 años te diga que te quiere “comer”, o en este caso, coger, es como para que la autoestima se te vaya hasta por las nubes. Me sentía el Hombre de Acero sin Kryptonita que me destruya.
-Cortala Ale, ya estoy yendo para mi casa-
-¿Qué, no me querés coger?- me dice de lo más natural.
Sabés que sí, viviría cogiéndote, pero…-
-¿Y entonces?- me interrumpe –Dale, vamos a coger-
-Es que ya estoy llegando a mi casa-
-Dale, uno rapidito- me insiste con esa voz de gata que pone cuando está bien caliente.
-No puedo Ale, entendeme- le vuelvo a decir.
La pija ya amenaza con separarse de mi cuerpo y cagarme a trompadas.
-Te entiendo- me dice tras una prolongada pausa y un suspiro de resignación –Pero yo tengo ganas de coger, y si no me coges vos, me va a coger alguien más, seguramente alguien que no me merece, pero con la calentura no me voy a quedar, te lo aseguro- y corta.
La llamo enseguida.
-Ale, ¿Dónde estás?- le pregunto.
-En Lacroze y Álvarez Thomas- me responde seca como al principio.
-Esperame que te paso a buscar- le digo.
-Dale, te espero pero no tardes- asiente.
Sabiendo que por despecho es capaz de irse con el primero que se le cruce, me tomo un taxi y voy a buscarla. Durante el trayecto llamo a mi esposa y le invento cualquier excusa que, la verdad, no sé si me la cree. Pero, ¿Qué voy a hacer? Ya estoy jugado. Llego a la esquina mencionada, me bajo del taxi y ahí estaba ella, fuertísima como siempre, con un pantalón blanco que parece se lo puso con calzador.
-Hola papito- me saluda con un pico.
Me da un poco de vergüenza que nos vean, un tipo grande como yo con casi una nena como ella, no creo ser un viejo verde pero cualquiera puede pensarlo al vernos. Caminamos unas cuadras y entramos al telo de Conde y Olleros.
-Si no venía a buscarte, ¿en serio te ibas a dejar coger por cualquiera?- le pregunto ya en la habitación.
-Por supuesto- asiente -¿Qué, no me crees capaz?-
-Sos muy puta, nena- le digo tomándola de la cintura y atrayéndola hacia mí.
-Y no sabés todo lo puta que puedo llegar a ser- me replica.
Y ahí me come la boca de un beso, bah, nos comemos, porque yo tampoco me quedo atrás. Esos labios, esa lengua, parece que se deshacen en mi paladar. Al rato ya me está cabalgando, totalmente desnuda, ofreciéndome sus gloriosos pechos, perfectamente redondos, para que los saboree a discreción. Me empalago con sus areolas y pezones, los cuales están duros y calientes a causa de la excitación que la invade. Con los ojos cerrados sube y baja a lo largo de mi erección, suspirando, musitando suavemente, esbozando mil y un gestos de placer. De pronto se detiene, con toda la pija adentro, abre los ojos y me mira.
-Me gustaría que estuviésemos juntos- me dice con la voz quebrada por la calentura.
-Si estamos juntos- le hago notar, sintiendo como la tensión sexual que nace en esa zona compartida de nuestros cuerpos se va extendiendo por todo mi organismo.
-No boludo, digo de estar juntos vos y yo, como pareja-
-Sabes que eso no es posible- le recuerdo, subiendo mis manos por su cintura hasta llegar a sus pechos, los que acaricio con singular devoción. Tiene dos tetas perfectas, como pelotitas de tenis, a las que puedo agarrar y amasar a mi antojo.
-Sí, ya sé, por tu esposa, tus hijos, bla, bla, bla- dice revoleando los ojos como si fuera un tema que le aburre.
-No solo eso, también está lo de la edad, te llevo más de 20 años, no sé si te diste cuenta y eso es bastante- le recuerdo apretándole los pezones de cada teta con el pulgar e índice de cada mano.
-No es tanto- minimiza.
-Podría ser tu padre- le insisto.
-¡Mmmm… papito!- exclama a la vez que empieza a ejercer con su cadera un incitante movimiento de rotación, no sube ni baja, solo se mueve en círculos, haciendo que mi poronga, que todavía está en su interior, haga contacto con sus partes más profundas.
-Podríamos hacer esto todas las noches- me tienta.
-Pero te conozco, al poco tiempo te aburrirías- le digo.
Se detiene de nuevo y me mira seria.
-Eso nunca… nunca pero nunca me voy a aburrir de vos- me dice y me besa largamente, apoyando sus tetitas de pezones puntiagudos contra mi pecho.
Mientras nos besamos, saboreando la lengua y saliva del otro, empiezo a moverme ahora yo, arriba y abajo, golpeándole la matriz con cada arremetida. La tengo agarrada de la cintura, bien pegadita a mí, cogiéndola sin contemplaciones, como a ella tanto le gusta, y a mí también, claro. La escucho jadear cerca de mi oído, y es como si una filarmónica de ángeles hubiera compuesto esa pieza exclusivamente para mí.
-¡Sí… sí… cogeme… cogeme…!- grita, aúlla, se desespera.
Y claro que la cojo. Le doy con todo lo que tengo, hasta que por fin los dos nos deshacemos en un polvo intenso y consagratorio. No sé cómo hacemos pero siempre llegamos los dos juntos al clímax, sin decirnos nada, ni siquiera con un gesto. Entre plácidos suspiros Alejandra se derrumba sobre mi cuerpo y musita:
-¡Me encanta coger con vos!- recupera el aire perdido durante la reciente faena y prosigue: -¿Ves? el boludo de mi novio, o ex mejor dicho, casi siempre me dejaba pagando, acababa él primero y yo, bien gracias, en cambio con vos… siempre acabamos juntos, estamos hechos el uno para el otro-
-Eso significa que nos llevamos bien en la cama, no más que eso- le aclaro –Lo cotidiano es otra cosa…-
-Sí, quizás tengas razón, lo que sí te digo es que en cuanto me ponga de novia se acabaron estas cogidas, esta vez voy a ser fiel- me da un pico, se levanta y se va al baño.
Verla caminar, dándome la espalda, cimbreando sin darse cuenta las caderas en una forma por demás sexy, es como un poema de carne y hueso, un sueño hecho realidad, esa pendeja fue mía, me digo varias veces para terminar de creérmela.
-Si sos fiel significa que te enamoraste, y si te enamoras yo voy a estar contento, aunque no cojamos, ¿no somos amigos, acaso?- le digo mientras me saco el forro y le hago un nudito en la punta.
Terrible la cantidad que eyacule, pienso y una vez más me digo que solo ella puede lograr eso.
-¿Somos solo amigos?- me replica apareciendo por la puerta del baño, todavía desnuda.
Por Dios, ese cuerpo, de solo verla se me empieza a parar de nuevo.
-Bueno, algo así como amigos con derecho a roce- me corrijo.
-Que feo suena eso- me dice haciendo un gesto de desagrado.
-¿Y para vos que somos?- le pregunto entonces.
-Amigos éramos al principio cuándo no nos encamábamos, ahora diría que somos… amante, sí, eso somos, amantes- asiente con la vista fija en mi renovada erección.
No puedo, me digo, tengo que volver a casa, pero el amigo decide no hacerme caso y se pone como el asta de la bandera en pleno desfile de mayo. Bien firme.
-Pero, ¿Qué está pasando ahí? Parece que queremos más… mirá que sos insaciable, eh- me dice con tono gatuno, a la vez que se acerca y se sube a la cama, gateando incitante hacia mí.
Sos vos la turra que me pone así, pienso, te garcharía hasta dormida.
Acerca su boca, su hermosa boca a mi pija, pero no me la toca, me la sopla, la sensación del soplido mezclado con la perfecta y detallada visión de sus tetas colgando y su culo empinado, me produce algo parecido a una borrachera. Estoy embriagado de sexo, embriagado de Alejandra.
-¿Y ahora que me querés hacer?- me pregunta con ese tonito de neta traviesa que tanto me cautiva.
Es obvio, le quiero dar hasta por el culo.
-Decímelo, ya sabés que soy tu putita, cualquier cosa que me pidas te la doy- me dice y desliza su lengua por toda mi pija, de arriba hacia abajo y de nuevo hacia arriba.
-Te quiero hacer la cola- le digo.
-Si mal no recuerdo ya me la hiciste- me dice refiriéndose a la vez anterior que estuvimos juntos.
Me besa en la punta del glande y abriendo la boca me la come casi hasta un poco más de la mitad. El pete que me hace es como para ponerlo en Wikipedia y todas las putas del mundo aprendan como se debe mamar a un hombre. Me le saco lustre la hija de puta y encima ponía caritas como diciendo: “Que rica pija me estoy comiendo”, “Como me gusta”, “Mira como me la trago toda”, y eso hacia la guacha, se mandaba unos garganta profunda que hasta le salían lagrimitas de los ojos. Por el culo no usamos forro, le puse un poco de gel, y metiéndole un par de dedos se lo trabaje para dilatárselo lo máximo posible. Lo tenía bastante cerradito, lo que me permitía suponer que el ex no le daba demasiado uso… flor de pelotudo… tenerla ahí en cuatro, con el culo en pompa y diciéndome como la nena de Francella:
-¿Me vas a romper el culo, pá?-
Que más se le puede pedir a la vida. Cuándo se la metí y volví a disfrutar de ese Santuario especialmente reservado para mí, supe que todo lo que tenía que hacer en la vida ya estaba hecho. Y encima ella que con su voz más sexy me dice y me asegura:
-Sabés que mi cola es solo tuya, ¿no?, y siempre lo va a ser-
¿Para qué más?
Lo que conté antes pasó cuándo Alejandra tenía 19 añitos y entro a trabajar en la misma empresa que yo. Ahora tiene 21 y está más fuerte que nunca la pendeja. Yo ya cumplí 43, por lo que la diferencia de edad es bastante notoria, aunque les aseguro que cuando estamos juntos esa brecha generacional que existe entre ambos es absolutamente imperceptible. Desde hace tiempo está trabajando en otra sucursal, aunque nos mantenemos en contacto por chat interno o celular. Tiempo después de aquel jueguito de apoyada en el bondi, me llama al celular después del laburo. Confieso que al darme cuenta que era ella la que llamaba, no solo el corazón me dio un respingo. Es terrible como me caliente la guacha, ni siquiera había escuchado su voz y ya se me estaba parando.
-¡Hola! ¿Cómo estás?- la saludo con toda la onda.
-Mal- me contesta agria y tajante.
-¿Y eso? ¿Por qué?- le pregunto.
-Me pelee con mi novio-
-Bueno, pero eso es normal entre ustedes, por mes creo que se llegan a pelear dos o tres veces como mínimo- trato de minimizar recordando otras peleas que tuvieron.
-No, esta vez es definitivo- me dice seria y enseguida me doy cuenta que no es como las otras veces.
-¿Qué pasó?- me intereso.
-Es que el chabón no estudia, no trabaja, dejo la banda, no hace nada- me cuenta al borde de las lágrimas –Está al pedo todo el día y encima cuando nos vemos me bajonea mal, es un mala onda total, no puedo estar con un tipo así-
-Si es así mejor entonces que cortaste- admito.
-Sí, me imagino que estarás contento- me dice entonces ya un poco más tranquila, aunque por el tono de voz me la imaginaba haciendo pucheros… ¡Diossssss!
-¿Contento yo, porque?- le replico.
-Y porque ahora estoy sola, sin novio, ¿no era eso lo que querías?-
-Lo que yo quiero es que estés bien vos, que seas feliz, y ese flaco no te hacía feliz, siempre te lo dije- le aclare.
-Ay, ¿en serio querés eso para mí?- se emociona.
-Si boluda, te lo digo en serio, ya sé que sos una mina que no aguanta estar mucho tiempo sola, pero ojala que encuentres a alguien que te merezca, no sos para cualquiera- le digo, que en definitiva es lo que siento por ella, es una mina muy especial y no cualquier pelotudo se la merece.
-Sos un dulce…- me dice.
-Bueno, no empieces- le digo conociendo ya sus jueguitos y en donde terminan.
-… un caramelito…- continua.
-Pará Ale- le insisto.
-¿Y sabés qué? Me dieron ganas de comerme un rico caramelito- sentencia finalmente.
Yo no sé ustedes, pero que una pendeja de 20, 21 años te diga que te quiere “comer”, o en este caso, coger, es como para que la autoestima se te vaya hasta por las nubes. Me sentía el Hombre de Acero sin Kryptonita que me destruya.
-Cortala Ale, ya estoy yendo para mi casa-
-¿Qué, no me querés coger?- me dice de lo más natural.
Sabés que sí, viviría cogiéndote, pero…-
-¿Y entonces?- me interrumpe –Dale, vamos a coger-
-Es que ya estoy llegando a mi casa-
-Dale, uno rapidito- me insiste con esa voz de gata que pone cuando está bien caliente.
-No puedo Ale, entendeme- le vuelvo a decir.
La pija ya amenaza con separarse de mi cuerpo y cagarme a trompadas.
-Te entiendo- me dice tras una prolongada pausa y un suspiro de resignación –Pero yo tengo ganas de coger, y si no me coges vos, me va a coger alguien más, seguramente alguien que no me merece, pero con la calentura no me voy a quedar, te lo aseguro- y corta.
La llamo enseguida.
-Ale, ¿Dónde estás?- le pregunto.
-En Lacroze y Álvarez Thomas- me responde seca como al principio.
-Esperame que te paso a buscar- le digo.
-Dale, te espero pero no tardes- asiente.
Sabiendo que por despecho es capaz de irse con el primero que se le cruce, me tomo un taxi y voy a buscarla. Durante el trayecto llamo a mi esposa y le invento cualquier excusa que, la verdad, no sé si me la cree. Pero, ¿Qué voy a hacer? Ya estoy jugado. Llego a la esquina mencionada, me bajo del taxi y ahí estaba ella, fuertísima como siempre, con un pantalón blanco que parece se lo puso con calzador.
-Hola papito- me saluda con un pico.
Me da un poco de vergüenza que nos vean, un tipo grande como yo con casi una nena como ella, no creo ser un viejo verde pero cualquiera puede pensarlo al vernos. Caminamos unas cuadras y entramos al telo de Conde y Olleros.
-Si no venía a buscarte, ¿en serio te ibas a dejar coger por cualquiera?- le pregunto ya en la habitación.
-Por supuesto- asiente -¿Qué, no me crees capaz?-
-Sos muy puta, nena- le digo tomándola de la cintura y atrayéndola hacia mí.
-Y no sabés todo lo puta que puedo llegar a ser- me replica.
Y ahí me come la boca de un beso, bah, nos comemos, porque yo tampoco me quedo atrás. Esos labios, esa lengua, parece que se deshacen en mi paladar. Al rato ya me está cabalgando, totalmente desnuda, ofreciéndome sus gloriosos pechos, perfectamente redondos, para que los saboree a discreción. Me empalago con sus areolas y pezones, los cuales están duros y calientes a causa de la excitación que la invade. Con los ojos cerrados sube y baja a lo largo de mi erección, suspirando, musitando suavemente, esbozando mil y un gestos de placer. De pronto se detiene, con toda la pija adentro, abre los ojos y me mira.
-Me gustaría que estuviésemos juntos- me dice con la voz quebrada por la calentura.
-Si estamos juntos- le hago notar, sintiendo como la tensión sexual que nace en esa zona compartida de nuestros cuerpos se va extendiendo por todo mi organismo.
-No boludo, digo de estar juntos vos y yo, como pareja-
-Sabes que eso no es posible- le recuerdo, subiendo mis manos por su cintura hasta llegar a sus pechos, los que acaricio con singular devoción. Tiene dos tetas perfectas, como pelotitas de tenis, a las que puedo agarrar y amasar a mi antojo.
-Sí, ya sé, por tu esposa, tus hijos, bla, bla, bla- dice revoleando los ojos como si fuera un tema que le aburre.
-No solo eso, también está lo de la edad, te llevo más de 20 años, no sé si te diste cuenta y eso es bastante- le recuerdo apretándole los pezones de cada teta con el pulgar e índice de cada mano.
-No es tanto- minimiza.
-Podría ser tu padre- le insisto.
-¡Mmmm… papito!- exclama a la vez que empieza a ejercer con su cadera un incitante movimiento de rotación, no sube ni baja, solo se mueve en círculos, haciendo que mi poronga, que todavía está en su interior, haga contacto con sus partes más profundas.
-Podríamos hacer esto todas las noches- me tienta.
-Pero te conozco, al poco tiempo te aburrirías- le digo.
Se detiene de nuevo y me mira seria.
-Eso nunca… nunca pero nunca me voy a aburrir de vos- me dice y me besa largamente, apoyando sus tetitas de pezones puntiagudos contra mi pecho.
Mientras nos besamos, saboreando la lengua y saliva del otro, empiezo a moverme ahora yo, arriba y abajo, golpeándole la matriz con cada arremetida. La tengo agarrada de la cintura, bien pegadita a mí, cogiéndola sin contemplaciones, como a ella tanto le gusta, y a mí también, claro. La escucho jadear cerca de mi oído, y es como si una filarmónica de ángeles hubiera compuesto esa pieza exclusivamente para mí.
-¡Sí… sí… cogeme… cogeme…!- grita, aúlla, se desespera.
Y claro que la cojo. Le doy con todo lo que tengo, hasta que por fin los dos nos deshacemos en un polvo intenso y consagratorio. No sé cómo hacemos pero siempre llegamos los dos juntos al clímax, sin decirnos nada, ni siquiera con un gesto. Entre plácidos suspiros Alejandra se derrumba sobre mi cuerpo y musita:
-¡Me encanta coger con vos!- recupera el aire perdido durante la reciente faena y prosigue: -¿Ves? el boludo de mi novio, o ex mejor dicho, casi siempre me dejaba pagando, acababa él primero y yo, bien gracias, en cambio con vos… siempre acabamos juntos, estamos hechos el uno para el otro-
-Eso significa que nos llevamos bien en la cama, no más que eso- le aclaro –Lo cotidiano es otra cosa…-
-Sí, quizás tengas razón, lo que sí te digo es que en cuanto me ponga de novia se acabaron estas cogidas, esta vez voy a ser fiel- me da un pico, se levanta y se va al baño.
Verla caminar, dándome la espalda, cimbreando sin darse cuenta las caderas en una forma por demás sexy, es como un poema de carne y hueso, un sueño hecho realidad, esa pendeja fue mía, me digo varias veces para terminar de creérmela.
-Si sos fiel significa que te enamoraste, y si te enamoras yo voy a estar contento, aunque no cojamos, ¿no somos amigos, acaso?- le digo mientras me saco el forro y le hago un nudito en la punta.
Terrible la cantidad que eyacule, pienso y una vez más me digo que solo ella puede lograr eso.
-¿Somos solo amigos?- me replica apareciendo por la puerta del baño, todavía desnuda.
Por Dios, ese cuerpo, de solo verla se me empieza a parar de nuevo.
-Bueno, algo así como amigos con derecho a roce- me corrijo.
-Que feo suena eso- me dice haciendo un gesto de desagrado.
-¿Y para vos que somos?- le pregunto entonces.
-Amigos éramos al principio cuándo no nos encamábamos, ahora diría que somos… amante, sí, eso somos, amantes- asiente con la vista fija en mi renovada erección.
No puedo, me digo, tengo que volver a casa, pero el amigo decide no hacerme caso y se pone como el asta de la bandera en pleno desfile de mayo. Bien firme.
-Pero, ¿Qué está pasando ahí? Parece que queremos más… mirá que sos insaciable, eh- me dice con tono gatuno, a la vez que se acerca y se sube a la cama, gateando incitante hacia mí.
Sos vos la turra que me pone así, pienso, te garcharía hasta dormida.
Acerca su boca, su hermosa boca a mi pija, pero no me la toca, me la sopla, la sensación del soplido mezclado con la perfecta y detallada visión de sus tetas colgando y su culo empinado, me produce algo parecido a una borrachera. Estoy embriagado de sexo, embriagado de Alejandra.
-¿Y ahora que me querés hacer?- me pregunta con ese tonito de neta traviesa que tanto me cautiva.
Es obvio, le quiero dar hasta por el culo.
-Decímelo, ya sabés que soy tu putita, cualquier cosa que me pidas te la doy- me dice y desliza su lengua por toda mi pija, de arriba hacia abajo y de nuevo hacia arriba.
-Te quiero hacer la cola- le digo.
-Si mal no recuerdo ya me la hiciste- me dice refiriéndose a la vez anterior que estuvimos juntos.
Me besa en la punta del glande y abriendo la boca me la come casi hasta un poco más de la mitad. El pete que me hace es como para ponerlo en Wikipedia y todas las putas del mundo aprendan como se debe mamar a un hombre. Me le saco lustre la hija de puta y encima ponía caritas como diciendo: “Que rica pija me estoy comiendo”, “Como me gusta”, “Mira como me la trago toda”, y eso hacia la guacha, se mandaba unos garganta profunda que hasta le salían lagrimitas de los ojos. Por el culo no usamos forro, le puse un poco de gel, y metiéndole un par de dedos se lo trabaje para dilatárselo lo máximo posible. Lo tenía bastante cerradito, lo que me permitía suponer que el ex no le daba demasiado uso… flor de pelotudo… tenerla ahí en cuatro, con el culo en pompa y diciéndome como la nena de Francella:
-¿Me vas a romper el culo, pá?-
Que más se le puede pedir a la vida. Cuándo se la metí y volví a disfrutar de ese Santuario especialmente reservado para mí, supe que todo lo que tenía que hacer en la vida ya estaba hecho. Y encima ella que con su voz más sexy me dice y me asegura:
-Sabés que mi cola es solo tuya, ¿no?, y siempre lo va a ser-
¿Para qué más?
9 comentarios - Alejandra... (ahora 21 añitos)
🙂