Hola poringueros y poringueras. Que momento cargado de adrenalina!!!! Estoy desnudo en un contenedor de basura (si!!!! los que puso Macri en Capital!!!!!), tratando torpemente de ponerme mis pantalones, aun agitado de huir de un marido engañado.
Trabajo haciendo las dos cosas que no hacen los hombres casados, arreglar las cosas de la casa y atender bien a sus esposas. Y las dos cosas las hago bien.
Me presenté en una casa tipo duplex por un inconveniente eléctrico y al tocar el timbre me atendió una mujer cuarentona, con un par de kilos de más, pero con unos pechos generosos y una cola hermosa y bien proporcionada; vestida con unas calzas negras y una remera blanca que traslucía su brassier también blanco. Papita pa'l loro!!!!!!
Amablemente me hizo pasar y me explicó el problema, totalmente deshinibido y desplegando mis armas de seducción me dirigía hacia ella; le explicaba cual era la falla y palabras más, palabras menos me daba cuenta que la tenía en el buche. Cuando terminé mi trabajo me pagó, me dio unos pesos extras y me ofreció algo para tomar. Acepté, pero la idea era hacerlo breve y avanzarla. Mi galanteo era evidente y la calentura de esa mujer aún más.
Si bien se sonrojaba con mis palabras no podía quitarle la vista al bulto que se había formado en mi pantalón como resultado de mi inquieto pene.
El resto fue fácil, la tomé de la mano y, luego de una caricia en el pelo (termómetro indicador de una mujer para saber si quiere murra con un hombre), la besé apasionadamente sintiendo las manos de ella firmemente aferrada a mis brazos y su lengua jugar con la mía. Ella desabrochaba mi jeans mientras mis manos fregaba su zona pélvica sin quitarle aun sus calzas. Ella se deshacía en gemidos, parecía que le faltaba las caricias de su marido, algo insólito pensando que se trataba de una mujer que aún merecía el mejor de los tratos. Nos empezamos a quitar la ropa agitados de tanta calentura pero al verla vestida unicamente con una bombacha perdí el control. La prenda no era de esas diminutas como usan las pendejas pero le daba una figura sexy, irradiaba la sensualidad típica de las MILF (sin caer en la cursilería berreta de Arjona). La abrazo, y mis manos acariciaban su cuerpo en un recorrido sigiloso hasta su prenda íntima que arranqué con fuerza. De un empujón la dejé con su cola totalemente expuesta hacia mi cara y hacia allí me sambullí para brindarle el jugueteo de mi lengua sobre su humeda vagina. Ella, totalmente entregada, gemía y se movía gozosa. Poca resistencia pudo ofrecer a cada uno de sus orgasmos, hasta parecía que sucedían encadenados separados a penas por breves espacios de tiempo.
Al rato parece reponerse y se tira a mi pene firme y grande de cabeza para darle una agitada mamada. Aquello fue la mamada de una experta, algo que por lo general bien hacen las mujeres con unos añito de más. Ella se levantó, se acomodó y se sentó sobre mi pene logrando un perfecto acoplamiento. Solo bastó unos breves y ágiles movimientos para que ella empezara a exteriorizar un nuevo orgasmo. La acomodo, la pongo en cuatro y por detrás le doy frenéticamente. Cuando estaba por acabar quito bruscamente mi pene para largar toda mi esperma en su espalda. Ella se da vuelta y recibe las últimas gotas en su rostro, se pasa una mano por sobre ella y, con su lengua degusta de esas últimas gotas. Nos quedamos agitados, apenas habían pasado unos minutos en el que nos habíamos entregado al desenfreno de la lujuria y la pasión. Mi pene, aún erecto, pretendía más acción. Al girar mi cabeza hacia ella veo una cola ansiosa por recibirme de nuevo.
Mi mano busca inquieta su cola para estimularla, ella en un principio ensaya una tenue y vana resistencia pero con calentura se entrega a mi juego.
Uno a uno mis dedos penetran su ano y juguetean en su interior mientras con la otra mano acaricio su clítoris. Poco después nos acomodamos para dedicarnos un 69 estimulante.
Luego de nuestro juego previo la acomodo para, con paciencia y saliva (diría el dicho popular), darle a esa cola el placer que semejante belleza merece. De a poco voy ganando ritmo y sacudo su ano de manera firme mientras invadida por el dolor y el placer en forma simultanea ella grita alocadamente. Todo era placer, todo era lujuria, ella era el diablo que extirpaba todo mi veneno.
Sin embargo, pese a estar ensimismados y entregados a nuestra tarea, ambos escuchamos el click del cerrojo de la puerta principal.
- Mi marido!!!!!! -exclamó la mujer en un abrupto grito.
No hubo tiempo a más, llegué a tomar mis pantalones del suelo y salté por la ventana. Desnudo huía por corriendo por la calle mientras el pobre cornudo me perseguía. La cosa me salió medio cara porque allí quedaron la caja de herramientas y las llaves de la camioneta (que por cierto quedó estacionada en el frente de su casa). Cuando pude escaparme un poco me escondí en un contenedor de basura inmundo pero aún seguía con vida. En silencio reflexionaba: "Voy a vender cara mi derrota", pero si me pongo a pensar... Quién me comprará mi derrota? Y para colmo cara?
Trabajo haciendo las dos cosas que no hacen los hombres casados, arreglar las cosas de la casa y atender bien a sus esposas. Y las dos cosas las hago bien.
Me presenté en una casa tipo duplex por un inconveniente eléctrico y al tocar el timbre me atendió una mujer cuarentona, con un par de kilos de más, pero con unos pechos generosos y una cola hermosa y bien proporcionada; vestida con unas calzas negras y una remera blanca que traslucía su brassier también blanco. Papita pa'l loro!!!!!!
Amablemente me hizo pasar y me explicó el problema, totalmente deshinibido y desplegando mis armas de seducción me dirigía hacia ella; le explicaba cual era la falla y palabras más, palabras menos me daba cuenta que la tenía en el buche. Cuando terminé mi trabajo me pagó, me dio unos pesos extras y me ofreció algo para tomar. Acepté, pero la idea era hacerlo breve y avanzarla. Mi galanteo era evidente y la calentura de esa mujer aún más.
Si bien se sonrojaba con mis palabras no podía quitarle la vista al bulto que se había formado en mi pantalón como resultado de mi inquieto pene.
El resto fue fácil, la tomé de la mano y, luego de una caricia en el pelo (termómetro indicador de una mujer para saber si quiere murra con un hombre), la besé apasionadamente sintiendo las manos de ella firmemente aferrada a mis brazos y su lengua jugar con la mía. Ella desabrochaba mi jeans mientras mis manos fregaba su zona pélvica sin quitarle aun sus calzas. Ella se deshacía en gemidos, parecía que le faltaba las caricias de su marido, algo insólito pensando que se trataba de una mujer que aún merecía el mejor de los tratos. Nos empezamos a quitar la ropa agitados de tanta calentura pero al verla vestida unicamente con una bombacha perdí el control. La prenda no era de esas diminutas como usan las pendejas pero le daba una figura sexy, irradiaba la sensualidad típica de las MILF (sin caer en la cursilería berreta de Arjona). La abrazo, y mis manos acariciaban su cuerpo en un recorrido sigiloso hasta su prenda íntima que arranqué con fuerza. De un empujón la dejé con su cola totalemente expuesta hacia mi cara y hacia allí me sambullí para brindarle el jugueteo de mi lengua sobre su humeda vagina. Ella, totalmente entregada, gemía y se movía gozosa. Poca resistencia pudo ofrecer a cada uno de sus orgasmos, hasta parecía que sucedían encadenados separados a penas por breves espacios de tiempo.
Al rato parece reponerse y se tira a mi pene firme y grande de cabeza para darle una agitada mamada. Aquello fue la mamada de una experta, algo que por lo general bien hacen las mujeres con unos añito de más. Ella se levantó, se acomodó y se sentó sobre mi pene logrando un perfecto acoplamiento. Solo bastó unos breves y ágiles movimientos para que ella empezara a exteriorizar un nuevo orgasmo. La acomodo, la pongo en cuatro y por detrás le doy frenéticamente. Cuando estaba por acabar quito bruscamente mi pene para largar toda mi esperma en su espalda. Ella se da vuelta y recibe las últimas gotas en su rostro, se pasa una mano por sobre ella y, con su lengua degusta de esas últimas gotas. Nos quedamos agitados, apenas habían pasado unos minutos en el que nos habíamos entregado al desenfreno de la lujuria y la pasión. Mi pene, aún erecto, pretendía más acción. Al girar mi cabeza hacia ella veo una cola ansiosa por recibirme de nuevo.
Mi mano busca inquieta su cola para estimularla, ella en un principio ensaya una tenue y vana resistencia pero con calentura se entrega a mi juego.
Uno a uno mis dedos penetran su ano y juguetean en su interior mientras con la otra mano acaricio su clítoris. Poco después nos acomodamos para dedicarnos un 69 estimulante.
Luego de nuestro juego previo la acomodo para, con paciencia y saliva (diría el dicho popular), darle a esa cola el placer que semejante belleza merece. De a poco voy ganando ritmo y sacudo su ano de manera firme mientras invadida por el dolor y el placer en forma simultanea ella grita alocadamente. Todo era placer, todo era lujuria, ella era el diablo que extirpaba todo mi veneno.
Sin embargo, pese a estar ensimismados y entregados a nuestra tarea, ambos escuchamos el click del cerrojo de la puerta principal.
- Mi marido!!!!!! -exclamó la mujer en un abrupto grito.
No hubo tiempo a más, llegué a tomar mis pantalones del suelo y salté por la ventana. Desnudo huía por corriendo por la calle mientras el pobre cornudo me perseguía. La cosa me salió medio cara porque allí quedaron la caja de herramientas y las llaves de la camioneta (que por cierto quedó estacionada en el frente de su casa). Cuando pude escaparme un poco me escondí en un contenedor de basura inmundo pero aún seguía con vida. En silencio reflexionaba: "Voy a vender cara mi derrota", pero si me pongo a pensar... Quién me comprará mi derrota? Y para colmo cara?
2 comentarios - Historia de un tramposo (el famoso pata 'e lana)